BEGIRADA COMUNIDADES ACOGEDORAS
¿Cómo ser una persona acogedora e inclusiva?
Es la pregunta que nos hacemos y a la que este curso, intentaremos responder con un empeño especial. Cada cual entendemos y actuamos ante esta cuestión a nuestra manera. La comisión técnica del Plan solicitó a diferentes personas que aportaran su reflexión. Con las 11 colaboraciones escritas recogidas, El departamento de medios de comunicación, elaboró un vídeo-resumen que se estrenó en la jornada del Goazen. En éste y en los próximos números de la revista, daremos a conocer las aportaciones. La primera de ellas es la de Bibiane Ngoyi
“La inmigración no es un placer para muchas personas, es como un salto al vacío y confar sin límites que todo salga bien. Las personas que han creído con fuerza al artículo 1 de la DUDU1, donde está escrito que cada ser humano es libre de vivir donde desee, han decidido un día dejar su tierra, para adoptar otra, en búsqueda de una vida mejor. Entre ellas, algunas son cristianas. Se sienten llamadas, como Abraham y Sara, a dejar su tierra y a ir donde el Señor les indicará, empezando así una vida misionera en la tierra prometida. En esta búsqueda de vida mejor, empieza el camino de superación personal, como nos diría san Pablo, intentar construir una Iglesia donde ya no haya africanos, europeos, asiáticos, americanos-latinos porque tod@s nos sentimos de Cristo Jesús. (Gálatas 3, 28)
Para sentirse acogid@ y construir la Iglesia de Dios en Bilbao, blindad@s de su fe, muchas de estas personas llevan años compartiendo no solo su fe en Jesús, también su cultura, su manera de celebrar y de interpretar la fe recibida en esta diócesis. La comunidad acogedora e inclusiva que sueña y anhela, sabiendo que cuando Abraham salió de su zona de confort abrazó la incertidumbre total y palpó su vulnerabilidad, es una comunidad todavía en construcción entre todas: las que hemos venido y las que nos habéis recibido.
Para que la base de esta obra tan buena resista, a las políticas aporofóbicas2, a la cultura del descarte típica occidental, a una fe de “colon y colonizadora”, al
contexto actual que nos presenta la inmigración como un problema no como una situación muy irreversible, es indispensable declinar el verbo acoger con otros:
1. Contar con las diferentes comunidades católica latinoamericana, africana y asiática;
2. No ver en los migrantes solo sus necesidades económicas y descuidar así sus riquezas espiritual y religiosa;
3. Crear mesas de diálogo donde hablar de temas que nos preocupan como cristian@s católic@s;
4. Ofrecer oportunidades a las personas migrantes en la Iglesia para servir y participar en sus parroquias: referente parroquial, profesorado de religión, catequesis, pastoral de todo tipo, voluntariado en Cáritas, etc.;
5. Participar a los espacios creados por las personas migrantes aprendiendo de ellas;
6. Escuchar con corazón sus necesidades espirituales. Muchas de ellas vienen de realidades interreligiosas y tienen experiencia sobre la inculturación de la Iglesia católica en sus países donde hay ritos propios (rito zairense)3 y comunidades eclesiales de base que son referentes en el mundo (CEBV-Brasil);
7. No escandalizar espiritualmente a los más vulnerables. Nuestras Iglesias de origen tienen sus retrasos, eso no signifca que no están haciendo su camino espiritual como quisiera Dios;
8. Sumar fuerzas para construir una iglesia integradora y esperanzadora;
9. Acompañar con los 4 verbos indicados por el papa Francisco: Acoger, proteger, promover e integrar. Con esos verbos, algunas personas al vivir aquí, necesitan madurar su fe, sanarla e integrarla en contextos de crisis y trances personales y familiares;
10. Alimentar la esperanza de muchas personas migrantes en su Dios que le ha conducido hasta aquí y llevará hasta al fnal el proyecto que empezó •
1 DUDU articulo 13 in https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights
2 https://alfayomega.es/francisco-critica-la-aporofobia-e-insta-a-los-catolicos-a-compartir-una-comida-festiva-con-los-pobres/
3 https://www.religiondigital.org/mundo/rito-zaireno-reza-cuerpo-alma_0_2529347047.html
`Acoger´ es ser hogar
La comisión técnica del Plan Diocesano de Evangelización solicitó a varias personas que realizaran una reflexión, desde su particular mirada, en torno a la manera de ser comunidades acogedoras e inclusivas. Se trata de poner la `begirada´ en una cuestión nuclear durante este curso. Presentamos una segunda colaboración.
Sin duda, todas las comunidades cristianas son conscientes de que “acoger” es inherente al modo evangélico de estar en el mundo, un signo distintivo y propio de esas comunidades y de quienes las forman. Pero quizá no todas las comunidades ni todas las personas entiendan la profundidad y los desafíos que plantea al “acoger”, entendido al modo evangélico.
Por empezar por lo más obvio, “acoger” no es “hospedar”, abrir mi casa al otro como huésped. El diccionario nos dice que el huésped es el que se aloja en casa ajena. Alguien que está de visita o permanece por un tiempo más o menos largo, a veces a cambio de un pago o a veces gratuitamente. Lo que se marca en este caso es que la casa es “mía” y que el otro no está en su casa, sino en la mía. El buen huésped, agradecido, se porta bien, se amolda a las costumbres de “mi” casa, procura molestar lo menos posible… Y quien aloja se siente estupendamente consigo mismo
por su gesto de generosidad, por encima de las pequeñas “molestias” que siempre causa un huésped. Cuando él se va, todo sigue igual en mi casa…
El “acoger” evangélico no es “hospedar”, sino “ser casa” para el otro, para la persona que es acogida. Dicho de otro modo, el que viene se siente “en su casa”. Y eso ya es otra cosa, se sitúa en otro nivel, y genera otros compromisos. Entre las diferencias que hay entre el huésped y el que se siente en su casa, el que es evangélicamente acogido, señalo la que me parece especialmente signifcativa. El que se siente en su casa se siente “libre”: libre para decir, libre para actuar, libre para ser como es: con sólo las limitaciones de la convivencia entre personas libres que comparten un mismo espacio. Y si eso es así, si estamos los dos en “nuestra” casa, interactuamos. Lo que el otro dice, hace, es, me afecta y me cuestiona. Seguramente me obligará a cambiar modos de pensar y de actuar. El mandamiento del
Señor no es “lavar los pies a los demás”, sino “lavaos los pies mutuamente, unos a otros”: eso implica que también es mandamiento del Señor dejar que los demás me laven los pies; no ir de “limpio” por la vida.
Hay todavía un matiz del “acoger” muy importante evangélicamente, el más importante, que va más allá de lo que hemos dicho hasta ahora. Acoger es “ser hogar”. Hogar no es sólo un lugar físico, por cómodo y agradable que sea: hogar es un lugar afectivo, en el que la persona se siente acogida, aceptada, amada, segura. Ser hogar en una sociedad como la nuestra donde hay tantas personas sin hogar: las que carecen incluso de un lugar físico de cobijo, las que aún teniendo un mínimo cobijo están excluidos de la vida social y despojados de aquello que pide toda dignidad humana e incluso aquellos que aún teniendo una casa más o menos digna no saben lo que es un hogar •
Darío Mollá Llácer sj URRIAREN
En esta tercera colaboración en torno al signifcado profundo de las palabras acogida y la inclusión, el sociólogo Imanol Zubero ofrece algunas pistas aclaratorias.
Acoger no es escoger, ni recoger. Acoger exige encoger(nos)
Acoger es un verbo que indica relación. Acoger es cosa de al menos dos. Aunque quien acoge lo hace porque puede y quien es acogida o acogido lo es porque lo necesita, la acogida no admite jerarquías, es incompatible con el ejercicio de poder de una parte sobre la otra. Acoger no es simplemente recoger; acoger no es un acto de soberanía, de libertad absoluta, por parte de quien acoge, que decide si lo hace o no, y cómo lo hace. Se recogen objetos, pero se acogen personas.
Aunque jurídicamente puede denominarse así, quien acoge no es meramente una o un “acogiente”, sino una persona o una comunidad acogedora. La acogida no es un acto meramente instrumental (ad mitir, albergar, recibir o refugiar a alguien de cualquier manera) sino una acción fuertemente emocional, cargada de sen timientos. Acoger es acompañar y sentir se acompañada, es aceptar sin condicio nes a la persona acogida, tal como es.
Porque acoger no es escoger. No acoge mos a quien nos interesa (por afnidad, simpatía o comodidad). No se elige aco ger, la acogida se nos impone, aunque esta imposición sea, paradójicamente, una imposición libremente aceptada. Hay, debe haber, una disposición para la acogida previa al hecho mismo de acoger. Sin esta predisposición es muy improba ble que la acogida se produzca. La pre disposición a acoger es la de la persona samaritana que, cuando se encuentra inesperadamente con la persona caída en el camino no duda, no tiene que plan tearse nada, no tiene que calcular nada, no tiene que decidir nada porque ya tiene la decisión tomada: la persona y la comu nidad acogedora ya tiene preparada una mirada, una palabra, un abrazo, un plato,
una cama, un lugar al servicio de quien lo necesite.
La predisposición a acoger es una invitación permanente para que quien nos necesite sepa con seguridad que va a contar con nosotras sin reservas, sin condiciones. Quienes preguntan “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, inmigrante o desnudo, enfermo o encarcelado y no te socorrimos?” (Mt 25, 44) lo hacen porque esperan que la persona necesitada se acomode a sus propias expectativas. ¡Si fuese un inmigrante, un pobre o un preso como imaginamos a Je-
Deberíamos hacer el ejercicio de imaginar cuáles son las nuevas categorías de “hermanas y hermanos menores” de Jesús a quienes invisibilizamos en la actualidad, cuyas necesidades y sufrimientos desatendemos y por las que nos preguntarán el día del juicio.
Acoger exige de nosotras, personas y comunidades cristianas, un ejercicio de encogimiento. Una comunidad acogedora es aquella que no recoge, que no escoge y que se encoge para hacer sitio a quienes acoge. Acoger es encoger(nos), apretarnos, asumir con alegría la incomodidad
En esta cuarta entrega, que recogemos de las diversas colaboraciones que se solicitaron en torno al verdadero signifcado de `comunidad acogedora e inclusiva´ al comienzo de curso, el vicario de la Archidiócesis de Madrid, José Luis Segovia, se refere a la casa donde `se suma para multiplicar´.
La casa de la amona
Lo relevante es que está abierta a la persona tal y como llega, evitando prejuicios por sus ideas, su sentir, su sensibilidad eclesial o cualquier otra característica. Es hospitalaria con el de cerca y con el de lejos. Todos la experi mentan como la propia casa, como “la casa de la amona” a la que acuden todos, con independencia de sus disputas, dife rencias y listas de errores cometidos. En ella no rige “el derecho de admisión”.
“Acogedora” va más allá de tolerante y respetuosa. Es una comunidad donde sobresale la cordialidad -incluso institucional (cf. EG 70)-, la paciencia, los cuidados mutuos, la empatía, la compasión, la ocupación y la preocupación por el bien del otro. Siempre desde lo que el otro necesita. Implica el empeño por conocerlo (su biografía -lo que ha vivido- y su “bibliografía” -las fuentes que le nutren) y en reconocer la singularidad de cada cual, la irrepetible valía de su “otredad”. El punto de partida es siempre la construcción de la confanza. La fe es lo contrario del miedo y reclama confanza en Dios y en las personas. Solo después del reconocimiento y el conocimiento brota el “amor [que] reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua” (FT 95).
Una comunidad acogedora apuesta por la dinámica del “sumar para multiplicar”. Lo hace desde la flosofía de que “todo lo que corre dentro del cauce es río”. Pero, ojo, es río. Eso signifca que la apertura no implica falta de dirección: el río se dirige a una desembocadura común -dis-
cernida comunitariamente-, no a la que cada cual elige. El obispo y los órganos de corresponsabilidad son clave para marcar el hacia dónde al que están convocadas todas las personas.
¿Qué supone una comunidad inclusiva?
Implica una actitud proactiva frente a la exclusión, discriminación, o cualquier forma de desigualdad o de falta de oportunidades. Dios no hace acepción de personas (Hch 10,34). Estamos todos invitados al Banquete de comunión (Lc 14,15 ss.). Ello conlleva ocuparse creativamente y cooperar con efciencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos evitando el riesgo de la disolución (cf. EG 207).
Habiendo acogido la diferencia y estando radicalmente abierta a las “minorías” de todo tipo, apuesta por cultivar no un mero sumatorio o muestrario de sensibilidades, sino una “diversidad reconciliada”. Ello demanda asumir cordialmente las diferencias y explicitarlas, pero hacer bandera solo de lo que vincula. Supone también considerar la inclusión desde el enfoque de derechos: no hay personas de primera y de segunda.
Supone una apuesta por la sinodalidad y la corresponsabilidad y una Iglesia toda ella ministerial, aunque no todos tengan ministerios. Demanda practicar una inclusión inteligente, creativa y afectiva. Implica crear nuevas metodologías (v.g. “Conversaciones espirituales”, muy útiles en contextos de diversidad). Tienen un papel protagonista las personas vulnerables y muy especialmente las excluidas, llamadas a ser sujetos, protagonistas y hermeneutas de su destino, en amistad y complicidad con el resto de la comunidad.
Explicitar sin culpas ni reproches cómo sobre las mismas cuestiones podemos tener posiciones bien diferentes, pero me siento “dentro” y puedo expresar mis puntos de vista y mi propia vulnerabilidad con verdad y sin coste emocional.
Si unimos los dos términos -acogedora e inclusiva- resulta el concepto de comunidad de “inclusión mutua”. Es la que supera la verticalidad y la unilateralidad (cf. FT 149). Jesús toca y se deja tocar, ama y se deja amar. Finalmente, pero no menos importante: una comunidad cristiana acogedora e inclusiva solo se puede constituir cultivando activamente el sentido del humor (“La misericordia se carcajea del juicio” Sant 2,13) •
La catedrática de sociología de la Universidad de Deusto, María Silvestre nos ofrece la quinta reflexión sobre cómo caminar hacia una comunidad acogedora e inclusiva.
Inicio mi refexión a partir de la “visión” del VI PDE ya que contiene elementos muy interesantes y signifcativos a partir de los que poder argumentar y poder extraer algún criterio o idea para fomentar una comunidad acogedora e inclusiva.
La visión se ha descrito del siguiente modo: nuestra iglesia diocesana recibe con gratitud la llamada del Señor Jesús a construir comunidades vivas y acogedoras, signo de la alegría del Evangelio, que, compartiendo su experiencia de Dios e inspiradas por el Espíritu, anhelan la llegada de su Reino y contribuyen a la transformación de nuestra sociedad. A partir de esta defnición extraigo tres ideasguía que me parecen interesantes:
“Construir comunidades vivas y acogedoras”: para que una comunidad esté viva debe latir, debe sentir y debe construir redes sociales que favorezcan la solidaridad, la ayuda mutua. Una comunidad acogedora debe garantizar la sensación de estar libres de vulnerabilidad gracias a la existencia perenne de quien nos acoge y nos tiende una mano en una no deseable situación de fragilidad o carencia. Una comunidad acogedora no puede cerrarle las puertas a nadie. El acogimiento debe ser sincero, sin prejuicios ni exclusiones, sin condiciones ni reproches. La comunidad debe construirse sobre la base de que somos seres iguales y, como tales, tenemos los mismos derechos y debemos poder optar a las mismas oportunidades para acceder a los recursos. Mujeres y hombres, independientemente de nuestro origen, nuestra orientación sexual, nuestro color de piel, nuestra lengua o costumbres, todas y todos debemos formar parte de la comunidad para que esta esté verdaderamente viva y sea acogedora.
Alegría y transformación
“Signo de la alegría del Evangelio”: la emoción de la alegría es un elemento muy inspirador. Lo que debe guiar, o más bien acompañar, el fomento de una comunidad acogedora e inclusiva no
Comunidades que laten
puede ser el miedo, la resignación o la desesperación, tiene que ser la alegría, el convencimiento de que dicha apertura es necesaria y es positiva.
“Contribuyen a la transformación de nuestra sociedad”: la idea de transformación social es fundamental y clave para poder asumir un verdadero protagonismo en el impulso del cambio social. Un cambio que no debe ser conservador, que no debe aspirar únicamente a adaptarse a un entorno cambiante, sino a formar parte del motor que inspira y promueve dicho cambio. No podemos ser meros observadores de lo que acontece a nuestro alrededor, no podemos aspirar únicamente a posicionarnos con respecto a los innumerables, rápidos e inesperados cambios sociales de nuestro tiempo moderno, incierto y cambiante. Es importante
asumir que podemos ser protagonistas de dicho cambio e intentar promover transformaciones en nuestras propias estructuras que favorezcan la entrada sin prejuicios de los otros, de la diversidad.
En suma, comunidad solidaria basada en redes sociales que acogen y acompañan a todas las personas, sin distinción, abriéndoles la posibilidad de formar parte de la misma en igualdad de condiciones y oportunidades. Un acogimiento y apertura que se hace con alegría, con deseo de que así sea, y que inspira la necesaria transformación social que podemos promover desde dentro y hacia fuera para contribuir al cambio social y a la construcción de una sociedad también más inclusiva e igualitaria •
La profesora Mertxe Sagastizabal fue otra de las personas que colaboró con su reflexión en el Goazen de inicio de curso. Esta es su reflexión en torno al signifcado de las comunidades acogedoras e inclusivas.
Cuando entro al aula, OBSERVO Y ME PREGUNTO: ¿es este grupo refejo de la sociedad que me rodea (intereses, capacidades, identidad de género, orígenes, situaciones económicas, estructuras familiares, tradiciones culturales y religiosas, diversidad sexual…)? Invito a este ejercicio en nuestros espacios eclesiales.
Descubriremos esa diversidad con otros y con otras en nuestra comunidad, ¡CELEBRÉMOSLA en lo cotidiano! Sigo observando: ¿por qué no interactúa sino que se mantiene aislada en sus grupos de acción? ¿Está representada en los espacios de decisión? ¿Nos conocemos realmente? Quizás juzgamos las motivaciones de la otra persona, la integridad, el criterio y la ortodoxia de sus creencias… No nos corresponde juzgar, nos corresponde amar. ACOGER. SIN CRIBA. Seamos católicos reconociendo la universalidad de la experiencia personal de ENCUENTRO con Jesús, “no buscando la uniformidad sino la comunión”. Ojalá lleguemos a parafrasear al Papa Francisco afrmando convencidas que en la Iglesia SOMOS tod@s.
Si mi comunidad no es refejo social, me pregunto por qué. Mientras no reconozcamos con HONESTIDAD y HUMILDAD los signos de los tiempos no tendremos crédito social ni moral en una sociedad interdependiente pero autónoma, formada, dinámica y diversa. ¿Buscamos el verdadero encuentro, núcleo de la pedagogía de Jesús? ¡Es en el encuentro donde se da la experiencia de fe! ¿ESCUCHAMOS para acoger o ya tenemos preconcebida nuestra respuesta? ¿RECONOCEMOS a la otra persona? ¿DIALOGAMOS AL MISMO NIVEL, desde la IGUALDAD, o desde una posición de superioridad y poder? La respuesta se juega en nuestras primeras acogidas, reuniones, cargos, estructuras, comunidades… ¿INTERACTUAMOS con otros o seguimos montando actividades intraeclesiales? ¿Cedemos nuestros espacios? ¡Seamos uno más en los espacios de participación social! ¿Compartimos mesa de debate con otros/as? Más
Acojamos con ternura
aún, ¿nos sentamos en el público re conociendo que no somos expertos/as en todo? ¡PREGUNTEMOS con confa da voluntad de aprender! Lo agrade cerán. Preguntemos también dentro: a las personas laicas pegadas a la vida, a las mujeres; a Cáritas, pastoral de Migración, centros educativos… cómo podemos invitar a esas personas que llegan
rriko Eskautak cómo incluyen desde sus propuestas educativas; a Betania por dónde empezar…
Si ya no toca ser la Iglesia que dicta punto por punto la vida a una sociedad iletrada, ¿qué nos corresponde? Las personas buscamos. Necesitamos identidad. Y la Iglesia durante tiempo ha negado su dignidad a muchas. Hemos generado sufrimiento. Asumamos todas las consecuencias. Ubiquémonos conscientes. Estemos, escuchemos y seamos honestamente. SONRIAMOS. Acojamos, compartamos y acompañemos esta búsqueda de sentido e identidad desde la experiencia evangélica y eclesial original: pobre,
Humanos y la legislación local como un mínimo, sin discriminación ni relacional ni vocacional ni laboral. ¡La juventud no lo concibe de otra manera! Tampoco la sociedad. Caminemos y seamos claros públicamente. A lo mejor cuando haya movimiento hacia fuera habrá más personas que se acerquen. Pero la Iglesia todavía… ¡El cambio no es unidireccional, lo estamos viviendo! ¡SEAMOS feles, “estemos con Él” (cf. Jn 15,27)! •
La Casa
Acogida e inclusión
`Bagara. Comunidad acogedora e inclusiva´ es el enfoque que se está impulsando este curso en el marco del VI Plan Diocesano de Evangelización. Con esa mirada, se quiere profundizar en el encuentro, en la conversión personal y comunitaria. En el Goazen! de inicio de curso se recogieron diversas reflexiones en torno al signifcado de `acoger´ e `incluir´ en la comunidad.
Uno de esos testimonios es el de Fredy Martínez, quien trabajó durante 20 años como responsable de la administración de Cáritas de su Diócesis, en San Pedro Sula (Honduras). A raíz del asesinato de su hermano y su mujer, le llegaron muchas presiones para que no se investigara sobre los móviles. En el mismo momento del velatorio, comenzaron a amenazarles y en 22 días, tuvo que dejar todo y salir corriendo del país junto a su familia. Aquí les acogió la parroquia de Sestao. Para Fredy, quien escribe Casa con mayúscula, las palabras acogida e inclusión tienen un signifcado profundo que resume en este artículo.
“ Una Casa es un espacio en donde la vida se llena de ilusiones, donde le encuentras sentido al despertar de cada mañana, es el lugar donde se fortalecen los afectos y puedes volcarte en el sueño de forjar y construir una Familia tal cual fuiste educado desde niño.
Al momento de migrar, sea porque tienes la ilusión de progresar y poder superar las limitaciones socio-económicas o porque, te han obligado a huir y abandonar a tu familia a tus amigos, lo primero que perdemos es nuestra Casa, y desde el momento de tu salida del país de origen es con lo que sueñas, en la de construir ese espacio que te permita sentirte realizada como persona, en el que puedas experimentar con sosiego con paz el
disfrute de llevar adelante todo cuanto rodea la existencia personal y familiar con la gente que más se quiere.
Para convertir esta Iglesia en una Comunidad acogedora e inclusiva debemos hacerle sentir al que viene al que se incorpora a nuestra comunidad, que se sienta arropado, que se sienta que le acompañamos y le colaboramos en la construcción de esa Casa, una Casa en donde se promueva el disfrute de con-
diciones básicas de supervivencia, es necesario inventarnos para proporcionar espacios de escucha, de desahogo porque necesitamos ser escuchados en nuestros miedos, en nuestra soledad; muchos arrastramos heridas que deben ser sanadas, pero que no se quede solo en una escucha en donde el responsable de Acogida de una cita para hablar en la Casa Parroquial y que es súper importante porque va generando el vínculo pero que debería trascender en el intento por construir una red
Supazterrean, edozeinek bota leikio egurra suari. Beheko suaren inguruan hazten da familia.
social multi-cultural donde podamos interactuar, del que podamos “presumir” de conocidos, de amigos con los que compartir nuestras raíces nuestra identidad donde alguien se interese por preguntarnos, por hablar con nosotros, reírse con nosotros, donde no nos sintamos ajenos, donde creamos que somos importantes y miembros de esta nueva sociedad, es decir una Casa necesita de
una red donde poder desarrollarse socialmente.
Cuando la persona migrada intenta formar parte de la Comunidad Pastoral apostemos siempre por involucrarlo como parte activa y no como destinatario, en la construcción de esa Casa debe estar fortalecido el espacio religioso-espiritual por ello el enfoque de Co-
munidad acogedora e inclusiva debe ser transversal en la acción pastoral de nuestras parroquias o Unidades Pastorales no debe ser nunca un enfoque exclusivo de Acogida, Somos muchos los que nos refugiamos en la Iglesia comunitaria porque nuestra Fe y la celebración sacramental son parte importante en la construcción de esa Casa.
Necesitamos encontrar abiertas las puertas de esta Iglesia-Pueblo de Dios acogedora e inclusiva, necesitamos sentir la acogida de una Comunidad que se entrega de forma total hacia los pobres, que el necesitado pueda descubrir el rostro de Jesús en la acción socio-caritativa de nuestra Comunidad Pastoral” •