Extensi贸n
bonifacio barrio hijosa
«las ciudades deben extenderse lo más posible [...] pues ese es el sistema más racional, más higiénico y más artístico» L. Jaussely , arquitecto francés
«las ciudades deben extenderse lo más posible [...] pues ese es el sistema más racional, más higiénico y más artístico» L. Jaussely , arquitecto francés
Extensión Bonifacio Barrio Hijosa
‘Extensión’ es una reflexión sobre la memoria de la ciudad, sobre los procesos de migración del campo a las ciudades a lo largo de los siglos XIX y XX, y sobre cómo la ciudad se crea a sí misma adoptando diferentes estrategias de crecimiento para adaptarse continuamente a una nueva situación, subrayando las relaciones centro-periferia y entre poblaciones vecinas.En su crecimiento y desarrollo ciudades como Madrid han absorbido las poblaciones circundantes. Éstas perdieron su independencia como municipios y poco a poco su identidad para disolverse o incluso desaparecer en el continuo urbano.
Como parte de la simbología urbana cotidiana nos encontramos sin saberlo con restos de ese pasado no tan lejano en el tiempo, pero que no está presente en nuestra memoria de recién llegados. Son pequeñas marcas colocadas y al ser reconocidas, la visión de nuestro entorno experimenta un cambio magnífico. Así el ritmo irregular y amalgamado de la trama de la ciudad retoma protagonismo y nos permite hacer el recorrido inverso. Este trabajo trata de advertir estos elementos de conexión con el pasado, situados en las profundidades de la ciudad, a veces únicos supervivientes de este proceso de homogeneización. En el caso de Madrid, de los 14 pueblos anexionados, 12 dejaron su nombre inscrito en las paredes del suburbano: Fuencarral, Chamartín de la Rosa, Hortaleza, Barajas, Canillas, Canillejas, Vallecas, Vicálvaro, Carabanchel Bajo, Carabanchel Alto, Villaverde Bajo, Villaverde Alto.
El objetivo de este proyecto es contagiar en el espectador general el interés por la ciudad que habita y hacerle preguntarse sobre ella, sobre cómo ha llegado a ser lo que es, qué procesos ha seguido, cómo ha logrado organizarse y superar los problemas que los procesos recientes de migración han ido pudiendo causar, y cómo se han podido ir volviendo a su favor, a través de los nombres de las estaciones de los antiguos pueblos circundantes a Madrid. Y al profesional del urbanismo, la arquitectura o la ingeniería civil, si el modelo adoptado ha tenido ventajas o desventajas respecto a otros modelos posibles o llevados a la práctica en otras ciudades, qué se ha dejado atrás de valioso y qué nuevas oportunidades han podido aparecer y cómo todo ello influye en sus habitantes, en el ciudadano, si la ciudad está hecha a su medida, si sigue siendo la ciudad el lugar donde mejor se puede desarrollar una persona o al igual que ocurre en la superficie, las entrañas de estos
procesos de ordenación del territorio hacen que un metafórico viajero de metro forme parte de un conjunto uniforme y sin identidad. Éste es un proyecto a largo plazo que comienza analizando el caso de Madrid, y que desea seguir con otras ciudades, Barcelona, Londres, París… como ejemplos de grandes ciudades que han seguido otras estrategias, similares o no, en su planeamiento urbano.
Extensión Bonifacio Barrio Hijosa
‘Extensión’ es una reflexión sobre la memoria de la ciudad, sobre los procesos de migración del campo a las ciudades a lo largo de los siglos XIX y XX, y sobre cómo la ciudad se crea a sí misma adoptando diferentes estrategias de crecimiento para adaptarse continuamente a una nueva situación, subrayando las relaciones centro-periferia y entre poblaciones vecinas.En su crecimiento y desarrollo ciudades como Madrid han absorbido las poblaciones circundantes. Éstas perdieron su independencia como municipios y poco a poco su identidad para disolverse o incluso desaparecer en el continuo urbano.
Como parte de la simbología urbana cotidiana nos encontramos sin saberlo con restos de ese pasado no tan lejano en el tiempo, pero que no está presente en nuestra memoria de recién llegados. Son pequeñas marcas colocadas y al ser reconocidas, la visión de nuestro entorno experimenta un cambio magnífico. Así el ritmo irregular y amalgamado de la trama de la ciudad retoma protagonismo y nos permite hacer el recorrido inverso. Este trabajo trata de advertir estos elementos de conexión con el pasado, situados en las profundidades de la ciudad, a veces únicos supervivientes de este proceso de homogeneización. En el caso de Madrid, de los 14 pueblos anexionados, 12 dejaron su nombre inscrito en las paredes del suburbano: Fuencarral, Chamartín de la Rosa, Hortaleza, Barajas, Canillas, Canillejas, Vallecas, Vicálvaro, Carabanchel Bajo, Carabanchel Alto, Villaverde Bajo, Villaverde Alto.
El objetivo de este proyecto es contagiar en el espectador general el interés por la ciudad que habita y hacerle preguntarse sobre ella, sobre cómo ha llegado a ser lo que es, qué procesos ha seguido, cómo ha logrado organizarse y superar los problemas que los procesos recientes de migración han ido pudiendo causar, y cómo se han podido ir volviendo a su favor, a través de los nombres de las estaciones de los antiguos pueblos circundantes a Madrid. Y al profesional del urbanismo, la arquitectura o la ingeniería civil, si el modelo adoptado ha tenido ventajas o desventajas respecto a otros modelos posibles o llevados a la práctica en otras ciudades, qué se ha dejado atrás de valioso y qué nuevas oportunidades han podido aparecer y cómo todo ello influye en sus habitantes, en el ciudadano, si la ciudad está hecha a su medida, si sigue siendo la ciudad el lugar donde mejor se puede desarrollar una persona o al igual que ocurre en la superficie, las entrañas de estos
procesos de ordenación del territorio hacen que un metafórico viajero de metro forme parte de un conjunto uniforme y sin identidad. Éste es un proyecto a largo plazo que comienza analizando el caso de Madrid, y que desea seguir con otras ciudades, Barcelona, Londres, París… como ejemplos de grandes ciudades que han seguido otras estrategias, similares o no, en su planeamiento urbano.
Punto Final Rafa Campos Rocha
Bonifacio Barrio Hijosa fotografía las estaciones del metro con los nombres de los pueblos que allí estaban y fueron devastados por el crecimiento de la metrópoli, quedando sólo su nombre en la estación como una lápida. Sin siquiera derecho a epitafio. Lo hace de forma absolutamente aséptica, desinteresada, a título de constatación. Su postura, exenta de exhortaciones morales, de indignaciones pueriles, mantiene una especie de ética fuera de la moral estándar de las oenegés, de lo políticamente correcto, de las estetizaciones de luchas sociales practicadas por las comisarías museísticas de por ahí. Su silencio es la respuesta tanto a la tecnocracia cuanto al compromiso es-
tético histriónico en causas políticas. silencio no se parece al de las neovanguardias del tipo becketiano -con su dificultad intencional, en contraste a la absorción fácil por parte de un público acostumbrado a los clichés del kitsch- es porque Hijosa no tiene ya la esperanza de una “resistencia” por medio de la estética, a la marcha de la tecnocracia. Es el propio silencio del hombre contemporáneo, cada vez más lejos de las decisiones políticas, como se pudo atestiguar por la inutilidad de las gigantescas manifestaciones contra la última guerra de Irak. El silencio de Hijosa, al revés, sirve para no estorbar, no despistar su público de su referente. La manifestación más aparente de ese silencio es la postura aparentemente anticreativa de Hijosa (las fotos siempre del mismo ángulo, con el mismo encuadramiento del mismo sitio) y su también aparente desinterés afectivo por su propio tema. Es ese silencio, apoyado en la propia experiencia vivencial, que acaba por hacer
la obra de Hijosa realmente creativa, y no solamente artística, así como es por su aparente desinterés en interesarnos por su asunto que Hijosa se torna interesante. Como aquellas personas que se tornan encantadoras y seductoras justamente cuando no tienen la intención de serlo. Al no intentar transformar una fotografía de una estación del metro en Arte, al recusarse a estetizarla, o tornarla un manifiesto artístico-político, Bonifacio nos da la oportunidad de participar activamente de su existencia y mismo de concretizarla como arte. Eso seria imposible si Hijosa pasase su asunto por la legitimación de un tema artístico ya soberanamente institucionalizado, como el del “artista como etnógrafo” de los 90. Hijosa no se aleja del discurso artístico institucional para intentar superarlo, dialécticamente, sino sólo para hacer otra cosa. No arriba, sino al lado, por así decir.
Punto Final Rafa Campos Rocha
Bonifacio Barrio Hijosa fotografía las estaciones del metro con los nombres de los pueblos que allí estaban y fueron devastados por el crecimiento de la metrópoli, quedando sólo su nombre en la estación como una lápida. Sin siquiera derecho a epitafio. Lo hace de forma absolutamente aséptica, desinteresada, a título de constatación. Su postura, exenta de exhortaciones morales, de indignaciones pueriles, mantiene una especie de ética fuera de la moral estándar de las oenegés, de lo políticamente correcto, de las estetizaciones de luchas sociales practicadas por las comisarías museísticas de por ahí. Su silencio es la respuesta tanto a la tecnocracia cuanto al compromiso es-
tético histriónico en causas políticas. silencio no se parece al de las neovanguardias del tipo becketiano -con su dificultad intencional, en contraste a la absorción fácil por parte de un público acostumbrado a los clichés del kitsch- es porque Hijosa no tiene ya la esperanza de una “resistencia” por medio de la estética, a la marcha de la tecnocracia. Es el propio silencio del hombre contemporáneo, cada vez más lejos de las decisiones políticas, como se pudo atestiguar por la inutilidad de las gigantescas manifestaciones contra la última guerra de Irak. El silencio de Hijosa, al revés, sirve para no estorbar, no despistar su público de su referente. La manifestación más aparente de ese silencio es la postura aparentemente anticreativa de Hijosa (las fotos siempre del mismo ángulo, con el mismo encuadramiento del mismo sitio) y su también aparente desinterés afectivo por su propio tema. Es ese silencio, apoyado en la propia experiencia vivencial, que acaba por hacer
la obra de Hijosa realmente creativa, y no solamente artística, así como es por su aparente desinterés en interesarnos por su asunto que Hijosa se torna interesante. Como aquellas personas que se tornan encantadoras y seductoras justamente cuando no tienen la intención de serlo. Al no intentar transformar una fotografía de una estación del metro en Arte, al recusarse a estetizarla, o tornarla un manifiesto artístico-político, Bonifacio nos da la oportunidad de participar activamente de su existencia y mismo de concretizarla como arte. Eso seria imposible si Hijosa pasase su asunto por la legitimación de un tema artístico ya soberanamente institucionalizado, como el del “artista como etnógrafo” de los 90. Hijosa no se aleja del discurso artístico institucional para intentar superarlo, dialécticamente, sino sólo para hacer otra cosa. No arriba, sino al lado, por así decir.
Su sugerencia, entre tanto, es clara: al lidiar estéticamente con la desaparición de formas de vida bajo el capitalismo debe ríamos evitar todo histrionismo, toda exacerbación moralista, toda verborrea inútil. Principalmente si queremos realmente hacer frente a la tecnocracia demoledora. Como el Antonio, del poema de Kaváfis, nos despedimos como los fuertes, con dignidad, sin lamentos, de la Alejandría que perdemos. Al evitar igual la interpretación, Hijosa se desliga de la tradición del humanismo fotográfico como el inaugurado en los Estados Unidos (y con secuelas en el realismo socialista contemporáneo de Sebastião Salgado), dejando de lado los escombros éticos y moralistas que estorban tanto el arte cuanto la acción política efectiva. Como además sus obras no presentan el tipo de virtuosismo técnico de la foto contemporánea alemana por ejemplo, lo que tenemos es un cuerpo híbrido, entre el
documento sociológico y el mapeado iconográfico, sin intentar ser ninguno de los dos. Ese cuerpo, a su vez, desprovisto de la interpretación muchas veces previa de las ciencias humanas, necesita del espectador para dotar su superficie de una significación, que por su inexactitud, acaba por ser generosa y abierta. O sea, la enorme eficiencia estética de las fotografías de Bonifacio Barrio Hijosa viene del hecho de que ninguna decisión estética fue tomada, así como su contundencia retórica viene de su silencio con relación a las fuerzas sociales en juego. Su eficiencia es diametralmente opuesta a las desagradables vertientes del arte contemporáneo que se imbuyen del poder de dar voz a determinados segmentos de la sociedad calados por la opresión de la ideología dominante. Como si a) los propios segmentos no endosasen, y a veces con entusiasmo aún mayor que la clase dominante,
su ideología b) esas clases fuesen privadas de voz hasta la llegada mesiánica del artista c) estuviesen todos muy preocupados en tener sus luchas sociales tratadas en las instituciones del arte contemporáneo. Por fin, la reflexividad crítica de la obra de Hijosa impide que los sentimientos del hombre traspasen la piel impermeable de sus fotos, nublando, su posible lectura social: la otra cara del discurso urbanista, o del planeamiento social. O de la socialización del transporte y de los bienes urbanos. La socialización es siempre, en las sociedades capitalistas, la limosna en cambio de la anexión forzada de los bienes de los ciudadanos más pobres. A cambio de la destrucción de su comunidad, él puede trabajar para su verdugo (pagando obviamente el propio medio de transporte que ayudó a sacrificar su antiguo hábitat), contribuyendo así para el crecimiento de la metrópoli, que puede de esa forma
soterrar los pueblos restantes, aumentando así la concurrencia por la limosna ofrecida. Obviamente, la limosna disminuye diametralmente a la cantidad de esclavos, y el paro es pieza obligatoria de la máquina para mantener la situación en ventaja del señor. Su única alternativa si no quieres participar como mercenario en esa guerra son las galeras. O la discriminación social. Escribir en la piel del suburbano su indignación. Su verdad.
Su sugerencia, entre tanto, es clara: al lidiar estéticamente con la desaparición de formas de vida bajo el capitalismo debe ríamos evitar todo histrionismo, toda exacerbación moralista, toda verborrea inútil. Principalmente si queremos realmente hacer frente a la tecnocracia demoledora. Como el Antonio, del poema de Kaváfis, nos despedimos como los fuertes, con dignidad, sin lamentos, de la Alejandría que perdemos. Al evitar igual la interpretación, Hijosa se desliga de la tradición del humanismo fotográfico como el inaugurado en los Estados Unidos (y con secuelas en el realismo socialista contemporáneo de Sebastião Salgado), dejando de lado los escombros éticos y moralistas que estorban tanto el arte cuanto la acción política efectiva. Como además sus obras no presentan el tipo de virtuosismo técnico de la foto contemporánea alemana por ejemplo, lo que tenemos es un cuerpo híbrido, entre el
documento sociológico y el mapeado iconográfico, sin intentar ser ninguno de los dos. Ese cuerpo, a su vez, desprovisto de la interpretación muchas veces previa de las ciencias humanas, necesita del espectador para dotar su superficie de una significación, que por su inexactitud, acaba por ser generosa y abierta. O sea, la enorme eficiencia estética de las fotografías de Bonifacio Barrio Hijosa viene del hecho de que ninguna decisión estética fue tomada, así como su contundencia retórica viene de su silencio con relación a las fuerzas sociales en juego. Su eficiencia es diametralmente opuesta a las desagradables vertientes del arte contemporáneo que se imbuyen del poder de dar voz a determinados segmentos de la sociedad calados por la opresión de la ideología dominante. Como si a) los propios segmentos no endosasen, y a veces con entusiasmo aún mayor que la clase dominante,
su ideología b) esas clases fuesen privadas de voz hasta la llegada mesiánica del artista c) estuviesen todos muy preocupados en tener sus luchas sociales tratadas en las instituciones del arte contemporáneo. Por fin, la reflexividad crítica de la obra de Hijosa impide que los sentimientos del hombre traspasen la piel impermeable de sus fotos, nublando, su posible lectura social: la otra cara del discurso urbanista, o del planeamiento social. O de la socialización del transporte y de los bienes urbanos. La socialización es siempre, en las sociedades capitalistas, la limosna en cambio de la anexión forzada de los bienes de los ciudadanos más pobres. A cambio de la destrucción de su comunidad, él puede trabajar para su verdugo (pagando obviamente el propio medio de transporte que ayudó a sacrificar su antiguo hábitat), contribuyendo así para el crecimiento de la metrópoli, que puede de esa forma
soterrar los pueblos restantes, aumentando así la concurrencia por la limosna ofrecida. Obviamente, la limosna disminuye diametralmente a la cantidad de esclavos, y el paro es pieza obligatoria de la máquina para mantener la situación en ventaja del señor. Su única alternativa si no quieres participar como mercenario en esa guerra son las galeras. O la discriminación social. Escribir en la piel del suburbano su indignación. Su verdad.
Proyecto premiado en la convocatoria del Premio de Creaci贸n Art铆stica 2007 de la Consejer铆a de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid y en las Becas de Creatividad 2007 del Ayuntamiento de Alcobendas Exposici贸n Becas Creatividad 2007 23 de junio - 23 de julio, 2008 Sala de Exposiciones C. C. Anabel Segura Alcobendas