Isad
ra
lquimista
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BSCURUM P O , E M
R IGNO M PE TU U T O
Moebius Fludd
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POR
“Todas las personas son afectadas en algún grado por la música, el color, el perfume, las pinturas y las palabras escritas o habladas”
-Saint Germain-
Isad
ra
lquimista
Isadora vivía con su abuela y sus gatos, Angustias y Macario, en una casa grande y antigua en la calle de la Noche Triste.
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Era curiosa igual que sus gatos y todo el tiempo se imaginaba resolviendo misterios como los de las películas. Aunque era una niña muy alegre, a veces entristecía al recordar a sus padres muertos un año antes, aun así era muy valiente y traviesa.
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Cerca de su casa había un edificio extraño que le intrigaba: con una torre y un reloj de apariencia aun más antigua que la casona de la abuela. Una vez preguntó sobre ese lugar y la abuela le advirtió con alarma que se alejara. —El señor que vive ahí es un maníaco —le dijo, aunque nunca le explicó qué significaba esa palabra. (Un maníaco es una persona extravagante y loca, muchas veces peligrosa). Sin embargo, su curiosidad por la extraña casa fue en aumento hasta que un día espió a través de las ventanas. No pudo ver nada, lo único que per-cibió fue un extraño olor, como a fierro y humedad. ¡Qué raro!, pensó con intriga. Al día siguiente, Isadora estuvo a punto de chocar contra un hombre vestido de forma extravagante y con un loco sombrero.
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El sujeto la miró y le hizo una seña con la mano, como diciéndole que se acercara. Ella, que a sus ocho años no se asustaba fácilmente, recordó las palabras de su abuela y corrió hasta su casa. De reojo pudo ver que el personaje entraba a la mansión del reloj. Por la noche recordó lo sucedido y se lamentó: de haber sido más atrevida, habría descubierto lo que escondía ese lugar tan misterioso.
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Los siguientes días pasó por ahí con la esperanza de encontrarse otra vez con el sospechoso hombre, pero no tuvo éxito. La puerta estaba completamente cerrada y el lugar permanecía silencioso como tumba. Un día caminaba por la calle, cabizbaja. Todo mundo esperaba el día de la madre con ansia y ella no tenía motivo para festejar, así que una profunda tristeza entró en su corazón. De pronto paró en seco y miró hacia arriba. Por estar tan distraída, no había reparado en el hombre que tenía enfrente. Se quedó inmóvil. Era en verdad muy alto y de él salió una voz ronca: me has estado buscan ú do. isto espian —T T e he v do po s? e rm c ha i ven tana, ¿por qué lo
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—Vamos, pequeña, te escucho —dijo él con tono cálido. —Tengo curiosidad y quiero ver el reloj que hay dentro de su casa, señor, — tartamudeó ella.
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Con gran emoción Isadora entró en la casa: un lugar enorme, lleno de cosas extrañas y antiguas, se escuchaba un continuo tic-tac proveniente del gigantesco reloj, que latía como un corazón. —Vamos— le dijo el hombre. Mientras comenzaban a subir la escalera, Isadora sintió temor y dudó ¿estaría haciendo lo correcto? quizá su abuela tenía razón y el señor era un loco peligroso. Sus temores se disiparon al ver el mecanismo del extraño artefacto. —¡Qué raro reloj!, ¡nunca había visto uno igual, tiene dibujos en lugar de números!— señaló Isadora. —Efectivamente, no es un aparato común, lo trajeron de un lugar lejano. Es un reloj astronómico.
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—¿Para qué sirve? —Marca el movimiento de los astros. Isadora no entendía la utilidad de tal reloj, pero le fascinó ver cómo las enormes piezas y engranes giraban con armonía y precisión.
Bajo la torre del reloj había un cuarto muy grande. El olor a fierro y humedad era más intenso ahí, pero no desagradable, estaba lleno de frascos de diversos tamaños etiquetados con nombres de personas desconocidas. Todos contenían vapores de diversos colores. Se acercó a uno de ellos. Sorprendida, notó que el vapor formaba una hermosa mariposa.
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—¿Qué es este lugar?, ¿y quién es usted?—preguntó Isadora—. Mi abuela dice que es un maníaco; aunque no sé bien qué es eso. Yo creo que es más como un vampiro que puede salir de día. —Hmmm… no soy un vampiro, de eso estoy seguro. Un maníaco… no lo sé, tal vez. En realidad soy un alquimista y éste es mi laboratorio.
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—Eres un ¿qué? — —Un alquimista, es como un químico, pero en mi caso en lugar de usar sustancias físicas, utilizo emociones. Cada frasco que ves contiene el pensamiento de alguna persona: los llamo cristalizaciones. Los uso para fabricar sueños. —Pero, ¿es posible guardar un pensamiento o fabricar un sueño? —Es posible, pero hay cosas que no te puedo contar, son secretas y exclusivas de mi trabajo —dijo mientras sonreía—. Ahora, si observas con atención, verás que los colores dentro de los frascos varían, por ejemplo, ese que viste primero… —¿El de la mariposa? —interrumpió Isadora. —Sí, ése es el pensamiento de un padre cuando vio a su hijo recién nacido. Es un
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pensamiento de amor, por eso es brillante y hermoso. —Y ¿esos frascos que están por allá? No son tan llamativos —preguntó, mientras los miraba. —Son opacos porque fueron provocados por la tristeza, a veces por la envidia, el miedo, la ira… en fin, cosas no muy agradables. Es mejor no abrirlos a menos que seas un alquimista, como yo. Isadora trató de imaginar cómo lucirían sus propias cristalizaciones y recordó que hasta hacía ape-nas unos minutos se sentía muy triste. —Pero, si hay pensamientos que traen malos recuerdos ¿para qué guardarlos? —Aunque no lo creas, tienen su utilidad, ya te lo contaré en otra ocasión, ahora debes irte. Tumbada en su cama, reflexionó en lo que acababa de ver. Le pareció fantástico saber
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que los pensamientos tienen forma física, se preguntó si también tendrían sabor. Pero lo que le causó más curiosidad fue la idea de sus propias cristalizaciones. Si pudiera entrar a la casa del alquimista a escondidas y encontrar sus pensamientos sombríos, podría deshacerse de ellos y no volver a sentirse triste por la ausencia de sus padres; de este modo el diez de mayo sería un día como cualquier otro. Ya entrada la noche, se coló dentro de la casa del alquimista por una ventana del sótano. Con Is te. ad n e i or val ae y u lab rm e oró s ría un p e b e d lan, para llevarlo a cabo
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mucha cautela se escurrió hacia el laboratorio. El continuo tic-tac que venía de la torre la puso nerviosa hasta que, sigilosa, llegó ante los frascos, calculó unos mil de ellos. Comenzó a buscar y rápidamente se dio cuenta de que estaban en orden alfabético y, tal como lo imaginó, había uno con su nombre. El frasco contenía un vapor azul grisáceo y la imagen en su interior era una lágrima. Al verlo, su corazón se apachurró y sintió una gran pena. De pronto escuchó una puerta azotándose, se sobresaltó y… ¡ups! soltó el frasco, que se rompió violentamente. El vapor dentro de él se esparció con rapidez. Al instante se escucharon aullidos de perros, bebés llorando y gemidos provenientes de las casas contiguas. Una a una, las luces de la calle
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comenzaron a encenderse. Cuando reaccionó, el alquimista la miraba fijamente. —¿Qué haces aquí? —preguntó con severidad. —Sólo quería llevarme el frasco con mis pensamientos —contestó poniendo cara de inocente. —¡Mira lo que has hecho, ahora todos tienen pesadillas! Hasta los perros han sentido tu pena. — Y... ahora... ¿qué hago? —tartamudeó Isadora realmente apenada. —Sígueme —gruñó el alquimista, saliendo de la habitación a toda velocidad.
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Llegaron a otro cuarto. El alquimista extrajo una retorta (que es un instrumento muy apreciado por los alquimistas) contenía un fuego color violeta, al agitarlo resplandeció. Tomó un frasco y abrió la llavecita de la retorta. Una porción diminuta del fuego cayó dentro del frasquito, comenzó a resplandecer inmediatamente. —Toma —la apresuró el alquimista dándole el frasco— para salvar esta situación deberás convertirte en alquimista también. Isadora lo miró perpleja. —Un alquimista es una persona capaz de transmutar las cosas, ¿comprendes lo que significa transmutar?
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Ella negó con la cabeza. —La transmutación consiste en cambiar las cosas por su opuesto. Es como un truco de magia: todos esos frascos grises que viste deben ser transmutados. Están ahí para convertirlos en cosas bellas —explicó el alquimista— todos los seres humanos pueden hacerlo, sólo que han olvidado cómo, es por eso que yo los ayudo, aconsejándoles a través de los sueños. Yo te voy a enseñar y jamás lo olvidarás, ¿de acuerdo? —Y ¿por qué no lo hace usted?, yo no sé hacerlo —rezongó Isadora. —No puedo. Tú liberaste a tu propio dolor y debes transmutarlo, yo te diré como. Ésta es la Luz Violeta y te ayudará —indicó poniendo el frasquito en sus manos.
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—Ahora repite estas palabras… —se acercó a ella y le habló en secreto. Ella sostuvo el frasco con luz violeta entre sus manos. Su cuerpo se cubrió de pronto con un aura violácea. Parecía un fantasma. Poco a poco el ruido del exterior comenzó a desaparecer. Los perros dejaron de aullar y los bebés callaron. La noche volvió a ser tranquila y silenciosa, el cielo se aclaró como si una nube gris se disipara y las estrellas brillaron con más intensidad.
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a con un frasco va t s i m cío e qui l ntre có a l l l e l e s n o ó t a d l n a e o E s manos salió al b vapo pr y ó r z es m al ulticolo Lo r.
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—Lo lograste —le dijo sonriente el alquimista. —¡Uf! Lo lamento, sólo quise dejar de sentirme triste —contestó Isadora. —Pero ahora has aprendido una valiosa lección. Conserva el frasquito con la llama y utilízalo siempre que sea necesario, cada vez que la tristeza quiera entrar en tu corazón. Los pensamientos y emociones sombrías existen sólo porque se los permitimos. No los necesitamos, nos quitan el tiempo y la oportunidad de ser felices, ¿comprendes? Lo que hiciste fue cambiar la pena que sentías por tus padres, por el amor que aún les tienes. Mira —le mostró el frasco multicolor. Isadora sonrío. —Ahora me siento mejor. ¡Muchas gracias,
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señor alquimista! —Hoy, cuando duermas, tendrás un sueño muy especial. Será mi regalo para ti. Isadora, se sintió tremendamente feliz y lo abrazó. —Por cierto, ¿cuál es su nombre? — preguntó un tanto apenada por haber sido tan descortés. —Puedes llamarme Moebius —contestó el alquimista sonriendo. Moebius le obsequió un medallón con una inscripción en la parte posterior y le dijo: —Tal vez ahora no entiendas estas palabras, los alquimistas siempre nos comunicamos con enigmas, un día las descifrarás. Recuerda que ahora tú también eres una alquimista.
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Esa noche Isadora soñó con sus padres. Los tres pasearon tomados de la mano por un hermoso campo lleno de árboles y flores. Sus padres le dijeron que siempre estarían con ella aunque no los pudiese ver. Le recordaron que las personas que se aman están juntas por siempre y que por siempre significa mucho tiempo. A partir de ahora, se comunicarían a través de los sueños. En el horizonte la oscuridad se disipó dando paso al amanecer y Moebius, sonriente en su laboratorio, colocó un frasco lleno de luz amarilla en una repisa con la etiqueta: Sueños de Isadora.
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Fin
Epílogo No pasó un día sin que Isadora leyera la extraña inscripción en el medallón de Moebius, seguía siendo un enigma para ella: “Como es arriba, es abajo”. Algún día —pensó— me convertiré en una alquimista experta y podré comprenderla. Sonrió con gratitud.
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Acerca de Moebius Fludd
No se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento pero ésta se remonta a, por lo menos, quinientos años atrás. Es condición de ciertos alquimistas no envejecer, por esa razón Moebius siempre luce joven. Ha escrito numerosos libros de magia y de fórmulas alquímicas y, se dice, que posee la Piedra Filosofal la cual es un objeto de gran poder. Existen registros de su paso por ciudades como Venecia, San Petersburgo, Medellín y Praga (ciudad en donde construyó un reloj astronómico). En la actualidad se desconoce su paradero, sin embargo sigue escribiendo historias las cuales envía, sin remitente, a los artistas que han de dibujarlas. De esta forma es como ha llegado esta historia a mis manos y de las mías a las de ustedes. Beatrix
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Créditos Historia Moebius Fludd Diseño, dibujos y edición Beatrix G. de Velasco Corrección Iván Álvaréz Mely Arellano Digitalización Dana Albicker Contacto: beatrixgdevelasco@gmail.com
Esta publicación se realiza con el apoyo del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Puebla 2013 Beatriz M. Gutiérrez de Velasco Verduzco beneficiaria del Programa de Estímulo a la Creación y al desarrollo Artístico 2013
ISBN DR © Beatriz Maricela Gutiérrez de Velasco Verduzco “Isadora y el Alquimista”© todos los derechos reservados Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a beatrixgdevelasco@gmail.com si necesita fotocopia o escanear algún fragmento de esta obra.
Agradecimientos A Dios. A mis padres. A Mely Arellano e Iván Álvarez quienes me ayudaron con sus consejos literarios, oportunas opiniones y lecturas durante el transcurso de este proyecto.
Este libro se terminó de imprimir en los talleres de _ en el verano de mmxiii en la honorable
Ciudad de México. Se utilizaron las tipografías Century Schoolbook, Aldus y SimSun. Primera edición mil ejemplares
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Moebius Fludd
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