Las Nuevas Fabulas

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BLIBLIOTECA FAMILIA BEDOLLA GUTIERREZ

Las Nuevas Fรกbulas I Historias de hoy para reflexionar Abel Bedolla Cerna 02/10/2016

Recopilaciรณn de 100 fรกbulas, cuentos e historias modernas que nos invitan a la reflexiรณn, sobre diversas situaciones que se nos presentan y dan consejos de como enfrentar la vida con un mejor ideal y nos renuevan el animo.


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¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café? Una joven fue a ver a su madre. Le contó sobre los momentos que estaba viviendo y lo difícil que le resultaba salir adelante. No sabía cómo iba a hacer para seguir luchando y que estaba punto de darse por vencida y abandonar todo. Ya estaba cansada de luchar y empeñarse por vencer los obstáculos. Tenía la impresión de que tan pronto lograba encontrarle la solución a un problema, inmediatamente surgía otro. Su madre le pidió que la acompañara a la cocina. Llenó tres ollas con agua. En la primera colocó zanahorias, en la segunda huevos y, en la última, colocó granos de café molidos. Sin decir una palabra esperó que el agua de las ollas empezara a hervir. Unos veinte minutos más tarde apagó las hornallas. Retiró las zanahorias y las colocó en un recipiente. Hizo lo mismo con los huevos. Luego, con un cucharón, retiró el café y también lo puso en otro recipiente. Dirigiéndose a su hija, le preguntó: -Ahora dime lo que ves. -Veo zanahorias, huevos y café- fue la respuesta de la hija. La madre le pidió que se acercara y tocara las zanahorias. Estaban blandas. Después le pidió que tomara un huevo y lo pelara. Una vez retirada la cáscara, pudo observar que el huevo se había endurecido. Finalmente, le pidió que tomara un trago del café. La hija sonrió al oler el rico aroma que desprendía la infusión. Entonces la hija preguntó: -¿A qué viene todo esto, mamá?- La madre le explicó que cada uno de esos objetos había tenido que enfrentar la misma adversidad, el agua hirviendo, pero cada uno había reaccionado de una manera diferente. La zanahoria era dura, resistente en el momento de haber sido colocada en el agua. Sin embargo, al ser sometida al agua hirviendo, quedó blanda y débil. La frágil cáscara exterior había protegido al líquido del interior del huevo. Pero, una vez hervido, el interior se endureció. Sin embargo, los granos de café molidos eran singulares. Una vez colocados en el agua hirviendo, fue el agua la que cambió.

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2 -¿Con cuál de estos elementos te puedes identificar?- le preguntó a la hija. ¿Cómo le respondes a la adversidad cuando ésta golpea a tu puerta? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café? Piensa en esto: ¿Qué soy? ¿Soy la zanahoria que parece ser fuerte pero, con el dolor y la adversidad me marchito y pierdo mi fuerza? ¿Soy el huevo que al principio tiene un corazón blando, pero cambia con el calor? ¿Es que tuve un espíritu fluido pero, después de una muerte, una separación, un problema económico o alguna otra situación difícil, me he vuelto dura y rígida? ¿Será que el aspecto de mi cáscara no cambió pero, por dentro, me he convertido en una persona amargada y difícil, con un espíritu rígido y un corazón endurecido? ¿O es que soy como los granos de café? De hecho, el grano hace cambiar al agua caliente, precisamente a la circunstancia que le produce dolor. Cuando el agua se calienta, el grano libera la fragancia y el sabor. Si tú eres como el grano de café entonces, cuando las cosas han llegado a su peor momento, tú empiezas a mejorar y a cambiar la situación creada alrededor tuyo. ¿Te puedes elevar a otro nivel en los momentos más sombríos y al enfrentar enormes desafíos? ¿Cómo enfrentas la adversidad? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?

Las manos de tu padre Un joven fue a solicitar un puesto importante en una empresa grande. Pasó la entrevista inicial e iba a conocer al director para la entrevista final. El director vio su CV, era excelente. Y le preguntó:” -¿Recibió alguna beca en la escuela?” el joven respondió “no”. -“¿Fue tu padre quien pagó tus estudios? ” -“Si.” -respondió. -“¿Dónde trabaja tu padre? ” “Mi padre hace trabajos de herrería.” El director pidió al joven que le mostrara sus manos. El joven mostró un par de manos suaves y perfectas. -“¿Alguna vez has ayudado a tu padre en su trabajo? ” -“Nunca, mis padres siempre quisieron que estudiara y leyera más libros. Además, él puede hacer esas tareas mejor que yo. El director dijo: -“Tengo una petición: cuando vayas a casa hoy, ve y lava las manos de tu padre, y luego ven a verme mañana por la mañana.”

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3 El joven sintió que su oportunidad de conseguir el trabajo era alta. Cuando regresó a su casa le pidió a su padre que le permitiera lavar sus manos. Su padre se sintió extraño, feliz pero con sentimientos encontrados y mostró sus manos a su hijo. El joven lavó las manos poco a poco. Era la primera vez que se daba cuenta de que las manos de su padre estaban arrugadas y tenían tantas cicatrices. Algunos hematomas eran tan dolorosos que su piel se estremeció cuando él la tocó. Esta fue la primera vez que el joven se dio cuenta de lo que significaban este par de manos que trabajaban todos los días para poder pagar su estudio. Los moretones en las manos eran el precio que tuvo que pagar por su educación, sus actividades de la escuela y su futuro. Después de limpiar las manos de su padre, el joven se puso en silencio a ordenar y limpiar el taller. Esa noche, padre e hijo hablaron durante un largo tiempo. A la mañana siguiente, el joven fue a la oficina del director. El director se dio cuenta de las lágrimas en los ojos del joven cuando le preguntó: “¿Puedes decirme qué has hecho y aprendido ayer en tu casa?” El joven respondió: -“lavé las manos de mi padre y también terminé de asear y acomodar su taller” -“Ahora sé lo que es apreciar, reconocer. Sin mis padres, yo no sería quien soy hoy. Al ayudar a mi padre ahora me doy cuenta de lo difícil y duro que es conseguir hacer algo por mi cuenta. He llegado a apreciar la importancia y el valor de ayudar a la familia. El director dijo: “Esto es lo que yo busco en mi gente. Quiero contratar a una persona que pueda apreciar la ayuda de los demás, una persona que conoce los sufrimientos de los demás para hacer las cosas, y una persona que no ponga el dinero como su única meta en la vida“. “Estás contratado”. Un niño que ha sido protegido y habitualmente se le ha dado lo que él quiere, desarrolla una “mentalidad de tengo derecho” y siempre se pone a sí mismo en primer lugar. Ignoraría los esfuerzos de sus padres. Si somos este tipo de padres protectores ¿realmente estamos demostrando el amor o estamos destruyendo a nuestros hijos? Puedes dar a tu hijo una casa grande, buena comida, clases de informática, ver en una gran pantalla de televisión. Pero cuando estás lavando el piso o pintando una pared, por favor que también él lo experimente. Después de comer que

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4 lave sus platos junto con sus hermanos y hermanas. No es porque no tengas dinero para contratar quien lo haga, es porque quieres amarlos de la manera correcta. No importa cuán rico seas, lo que quieres es que entienda. Un día tu pelo tendrá canas, igual que el padre de ese joven. Lo más importante es que tu hijo aprenda a apreciar el esfuerzo y tenga la experiencia de la dificultad y aprenda la habilidad de trabajar con los demás para hacer las cosas.

Como el lápiz El niño miraba al abuelo escribir y en un momento dado, le preguntó: – ¿Abuelo, estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos? ¿Es, por casualidad, una historia sobre mí? El abuelo dejó de escribir, sonrió y le dijo al nieto: – Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante que las palabras, es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas. El nieto miró el lápiz intrigado, y no vio nada de especial en él, y preguntó: – ¿Qué tiene de particular ese lápiz? El abuelo le respondió: – Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas, harán siempre de ti una persona en paz con el mundo. Primera cualidad: Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. Segunda cualidad: De vez en cuando necesitas dejar lo que estás escribiendo y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final, estará más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona. Tercera cualidad: El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia. Cuarta cualidad: Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior.

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5 Quinta cualidad: Siempre deja una marca. De la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida, dejará trazos. Por eso intenta ser consciente de cada acción.

El chico del autobús Un chico de 24 años viendo a través de la ventana del autobús gritó: – ¡Papá, mira los árboles como van corriendo detrás! El padre sonrió y una pareja de jóvenes sentados cerca, miro al joven de 24 años con conducta infantil y murmuraron que ya era mayor como para andar diciendo eso. De pronto, otra vez exclamó: – ¡Papá, mira las nubes están corriendo con nosotros! La pareja no pudo resistirse y le dijo al padre: – ¿Por qué no llevas a tu hijo a un buen médico? El padre sonrió y dijo: – Ya lo hice y precisamente venimos del hospital, mi hijo era ciego de nacimiento, y hoy por primera vez puede ver. La pareja de jóvenes quisieron tragarse lo que habían dicho… Cada persona en el planeta tiene una historia. No juzgues a la gente antes de que realmente los conozcas. La verdad puede sorprenderte.

El brahmán astuto Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos. En un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un asceta, un peregrino y un brahmán. Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían de los fieles. El asceta dijo: – Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis

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6 necesidades y las que caen fuera del círculo se las ofrendo al Divino. Entonces intervino el peregrino para explicar: -Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de las misma manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con la monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro del mismo. Por último habló el brahmán para expresarse de la siguiente forma: – También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y lanzó las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios y las que caen las guardo para mis necesidades. El Maestro dice: Así proceden muchas personas que se dicen religiosas. Tienen dos rostros y uno es todavía más falso que el otro.

Termínate tu café Todos los días ella iba a tomar un café con su mejor amigo 15 minutos antes de su trabajo, el muchacho siempre le traía una taza de café caliente y la muchacha la dejaba a medias porque tenía que irse. Ella y él, no se vieron durante varios años. Treinta y cinco años después la muchacha, que ya era una anciana, fue a visitar a su mejor amigo. No habían tenido comunicación esos 35 años. Al tocar la puerta salió el anciano y le ofreció una taza de café, los dos empezaron a contar como había sido su vida antes de este reencuentro. Cuando la señora se había acabado el café, al fondo de la taza había una pequeña frase que decía “¿Te quieres casar conmigo?”, la señora le pregunto a su mejor amigo, ¿Qué es esto? Él le respondió: esa taza la hice cuando teníamos 30 años, esperaba a que terminaras de tomar tu café y decirte lo mucho que te amo.

El joven ciego Una pareja de jóvenes estaban muy enamorados y se iban a casar. Unos meses antes de la boda, la novia tuvo un accidente y quedó con el rostro totalmente desfigurado…

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7 “No puedo casarme contigo”, le comunicó en una carta a su novio, “quedé marcada y muy fea para siempre, búscate a otra joven hermosa como tú te mereces, yo no soy digna de ti”. A los pocos días la muchacha recibió esta respuesta de su novio: “El verdadero indigno soy yo, tengo que comunicarte que he enfermado de la vista y el médico me dijo que voy a quedar ciego… Si aun así estás dispuesta a aceptarme, yo sigo deseando casarme contigo” Y se casaron, y cuando lo hicieron, el novio estaba ya totalmente ciego. Vivieron 20 años de amor, felicidad y comprensión, ella fue su lazarillo, se convirtió en sus ojos, en su luz, el amor los fue guiando por ese túnel de tinieblas. Un día ella enfermó gravemente y cuando agonizaba, se lamentaba por dejarlo solo entre esas tinieblas. El día que ella murió, él abrió sus ojos ante el desconcierto de todos… “no estaba ciego” – dijo- “fingí serlo para que mi mujer no se afligiera al pensar que la veía con el rostro desfigurado, ahora mi amor descansa en ella”

La túnica lujosa Un hombre fue invitado a comer en la mansión de unas personas muy ricas, y llegó al ágape ataviado con ropas modestas. Al instante, advirtió que los anfitriones eludían saludarlo y que los camareros evitaban servirlo. Como vivía cerca, corrió a su casa y se vistió con una túnica muy cara y lujosa. Así volvió al banquete, donde nadie había reparado en su ausencia. A su regreso, los dueños de la casa lo recibieron cortésmente y los criados mostraron ante él grandes ademanes de respeto. Llegado el momento de la cena, aquel hombre se quitó la túnica y la arrojó en medio de los manjares. – ¿Por qué haces eso?, le preguntaron extrañados los anfitriones. – Ha sido mi túnica y no yo la que ha recibido vuestro respeto y atenciones. Que sea ella la que se quede a comer. Dicho lo cual, aquél hombre abandonó aquella casa

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8 Cuento sufí

Los monjes y el río Dos monjes budistas iban viajando juntos y tenían que atravesar un río caudaloso. En la orilla estaba una mujer que les pidió por favor que le ayudaran a cruzar, pues ella no podía hacerlo por sí sola Uno de los monjes, obedeciendo las reglas de su Orden que prohibía a los monjes hablar o tocar a cualquier mujer, la ignoró y atravesó el río. El otro monje se compadeció de la mujer, la cargó en brazos y la llevó al otro lado del río, donde se despidió de ella y luego los dos monjes continuaron su viaje. Durante el camino el monje que cumplió las reglas iba enfadado, recordando lo que había hecho su compañero. Tras muchas horas de viaje y muchos kilómetros recorridos el primer monje seguía pensando en lo ocurrido y cuando no aguantó más su enojo, le reclamó a su compañero por haber desobedecido las reglas, por arriesgarse a ser expulsado, por haber deshonrado a su congregación. El segundo monje le respondió: “Yo dejé a esa mujer a la orilla del río, ¿tú por qué sigues cargando con ella?”

La prueba de la hoja en blanco ¿Ya conoce usted la prueba de la hoja en blanco? Usted coge una hoja blanca, la presenta a las personas y pregunta: ¿Qué es lo que ustedes observan aquí? Y todos van a responder: “Pues, ¡una hoja blanca!” Luego usted derrama un poco de tinta en medio de la hoja, muestra y pregunta nuevamente: ¿Qué es lo que están viendo ahora? Y la respuesta no será otra: “¡una mancha!” La misma realidad se repite con relación al ser humano. Una persona puede haber hecho noventa y nueve cosas buenas, pero si algún día hiciese algo errado todo el mundo sólo va a ver el error. Olvidarán

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9 fácilmente toda la parte de la “hoja blanca” para ver solamente “la mancha”. A pesar de ser así las cosas, vale la pena continuar haciendo el bien, viviendo mejor, y tener al mismo tiempo, la mente y el corazón preparados para saber aceptar, en caso de equivocarse, la mediocridad de las personas que, desafortunadamente, van a juzgar y ven solamente el error.

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Día o noche “¿Día o noche?” Preguntó un maestro a sus discípulos para ver si sabrían decir cuándo acababa la noche y empezaba el día. Uno de ellos dijo: “Cuando ves a un animal a distancia y puedes distinguir si es una vaca o un caballo”. “No”, dijo el maestro. Otro dijo: “Cuando miras un árbol a distancia y puedes distinguir si es un mango o un naranjo”. “Tampoco” dijo el maestro. “Está bien”, dijeron los discípulos, “dinos cuándo es”. A lo que el maestro respondió: “Cuando miras a un hombre al rostro y reconoces en él a tu hermano; cuando miras a la cara a una mujer y reconoces en ella a tu hermana. Si no eres capaz de esto, entonces, sea la hora que sea, para ti… ¡aún es de noche!”

El secreto del rey Cuentan que un rey muy rico de la India, tenía fama de ser indiferente a las riquezas materiales y hombre de profunda religiosidad, cosa un tanto inusual para un personaje de su categoría. Ante esta situación y movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano para no dejarse deslumbrar por el oro, las joyas y los lujos excesivos que caracterizaban a la nobleza de su tiempo. Inmediatamente después de los saludos que la etiqueta y cortesía exigen, el hombre preguntó:


10 – Majestad, ¿cuál es su secreto para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza? El rey le dijo: – Te lo revelaré, si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero lleva una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré. Al término del paseo, el rey le preguntó: – ¿Qué piensas de mis riquezas? La persona respondió: – No vi nada. Sólo me preocupé de que la llama no se apagara. El rey le dijo: – Ese es mi secreto. Estoy tan ocupado avivando mi llama interior, que no me interesan las riquezas de fuera.

Una rápida decisión En una oportunidad, se formó una expedición para dar la vuelta al mundo en un globo aerostático. El viaje era placentero e inspirador. Ellos podían observar los maravillosos cambios orográficos y climáticos. Sin embargo, a la mitad de la expedición, quedaron atrapados en un cúmulo de nubes a 6000 metros de altura. Esta nube era tan espesa que rápidamente cubrió de escarcha al globo. El día era nublado, el globo estaba saturado de escarcha y además, estaban descendiendo vertiginosamente. Ellos debían tomar una rápida decisión, de lo contrario, sucedería una tragedia. Pronto, acordaron que debían alivianar la nave. Primeramente se deshicieron de los libros. Luego tiraron el equipaje. Finalmente tuvieron que arrojar el equipo fotográfico, las cámaras de video y todos los objetos personales. Lentamente el globo comenzó a ascender, salieron del banco de nubes y pudieron recibir la luz del sol, que en cuestión de minutos, derritió la escarcha del globo. Este suceso me recuerda a la vida humana. Muchas veces nuestra vida comienza a tener un descenso vertiginoso. El globo de nuestra vida está tan cargado de responsabilidades, reuniones y vida social; que

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11 finalmente terminará destruyendo al matrimonio y a los hijos. Las muchas ocupaciones también terminarán destruyendo nuestra vida espiritual. ¡Debes tomar una rápida decisión! Saca de tu vida todo aquello que te roba el tiempo de tu familia. Arroja hacia fuera, aquellas actividades que te quitan el tiempo que debes utilizar para encontrar tu camino.

Ilusión

11 Había una vez un campesino gordo y feo que se había enamorado (¡cómo no!) De una princesa hermosa y rubia. Un día, la princesa (ve a saber por qué) le dio un beso al feo y gordo campesino… Y, mágicamente, éste se transformó en un esbelto y apuesto príncipe… (Por lo menos, así lo veía ella.)

La prisión del odio Dos hombres habían compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno de ellos preguntó al otro: – ¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros? – No, gracias a Dios ya lo olvidé todo – contestó – ¿Y tú? – Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas – respondió el otro. Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo:


12 – Lo siento por ti. Si eso es así, significa que aún te tienen preso.

El tigre y la liebre ¡Qué gran decepción tenía el joven de esta historia! Su amargura absoluta era por la forma tan inhumana en que se comportaban todas las personas: al parecer, ya a nadie le importaba nadie. Un día, dando un paseo por el monte, vio sorprendido que una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido que no podía valerse por sí mismo. Se impresionó tanto al ver este hecho, que regresó al siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre. Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta. Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo: – “No todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas.” Así que el joven decidió rehacer la experiencia… se tiró al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara. Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. Siguió así durante todo el día siguiente… y el siguiente… y ya se iba a levantar, mucho más decepcionado que cuando comenzamos a leer esta historia, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio. Sintió dentro de sí todo el desespero del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del abandono, su corazón estaba devastado, sí, casi no sentía deseos de levantarse, y entonces allí, en ese instante, le oyó…

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13 ¡Con qué claridad, qué hermoso!… Era una voz, muy dentro de él, que decía: – “Si quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir creyendo en la humanidad… deja de hacer de tigre y simplemente se la liebre.”

El árbol que perdió su infancia Pinto era un pino de Oregón que, desde pequeño, soñaba con ser grande. Su especie llegaba a alcanzar los sesenta metros. Le habían dicho que la vista desde las grandes alturas era maravillosa. Sus amigos le mostraban distintas bellezas naturales, pequeñas plantas, flores, insectos, grandes animales y hasta personas, pero no les prestaba atención; iba creciendo y siempre sucedía lo mismo, lo único que le interesaba era lograr una gran altura. Al llegar a la estatura deseada, confirmó que el panorama desde tan alto era espectacular. En las conversaciones con sus amigos, escuchaba cosas muy extrañas para él, hablaban de chicos jugando a la pelota, de perros que corrían, de abejas que se posaban sobre las flores, y cantidades de comentarios sobre seres que no llegaba a distinguir desde allá arriba. Pero ya no pudo bajar para conocerlos, se los había perdido mientras esperaba llegar bien alto. El futuro es para soñar; el presente, para disfrutar.

La pareja ideal Nasrudin conversaba con un amigo. – Entonces, ¿nunca pensaste en casarte? – Sí, pensé –respondió Nasrudin. – En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una

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14 mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo. Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material. ¿-Y por qué no te casaste con ella? -¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.

Pelea entre dos lobos El anciano jefe de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida. Él les dijo: “Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí, desde que nací…, es una pelea entre dos lobos” Uno de los lobos es maldad, cobardía, temor, ira, envidia, dolor, vanidad, indolencia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, orgullo, mentiras y avaricia. El otro es bondad, amor, alegría, paz, voluntad, armonía, esperanza, generosidad, amistad, empatía, serenidad, sabiduría, fortaleza, compasión, humildad, dulzura, y verdad. Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes, y dentro de todo ser humano. Los chicos lo pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó: Abuelo dime: ¿Cuál de los lobos ganará la pelea? El anciano jefe respondió, simplemente…”El que alimentes”

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Los 1000 perros Cuenta la historia que hace mucho tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Cierto día, un perro callejero, buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perro subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar de subir se topó con una puerta entornada; lentamente se adentró en el cuarto y para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto había 1000 perros más observándolo tan fijamente como él los observaba. El perro, entusiasmado, comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco, y, curiosamente, los 1000 perros hicieron lo mismo. Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perros también le sonreían y ladraban alegremente con él. Cuando salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo: – ¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir más seguido a visitarlo! Tiempo después, otro perro callejero entró a la misma casa y se encontró en el mismo cuarto. Pero, a diferencia del primero, éste, al ver a los otros 1000 perros en el cuarto, se sintió amenazado, ya que lo estaban mirando de una manera agresiva. Posteriormente empezó a gruñir, e inmediatamente vio como los 1000 perros le ladraron también a él del mismo amenazante modo. Cuando este perro salió del cuarto pensó: – ¡Qué lugar tan horrible es este! ¡Nunca más volveré a entrar allí! En la fachada de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: “La casa de los 1000 espejos” Moraleja: No somos responsables de la cara que tenemos, somos responsables de la cara que ponemos. Y, no cabe duda que, recibimos lo que damos.

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16 El primer perro era amable y al ver su reflejo en el espejo, los perros que veía también eran amables ya que eran su reflejo y actuaban como el perro actuaba, el segundo perro era agresivo, por tanto los perros que veía lo eran, la cuestión es que nos tratarán como tratemos a los demás, si damos cortesía eso es lo que obtenemos, si damos maldad eso será lo que recibamos.

La paz perfecta Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas intentaron. El Rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas. La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta. La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó el cuadro más cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En éste arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en medio de su nido. El Rey escogió la segunda, porque,… explicaba el Rey: “Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas, permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz”.

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Historia de un idiota Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el idiota de la aldea, un pobre infeliz, de poca inteligencia, que vivía de pequeñas limosnas. Diariamente ellos llamaban al idiota al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas, una grande de 400 reales y otra pequeña, de 2000 reales. Él siempre escogía la mayor y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Cierto día, alguien que observaba al grupo le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda mayor valía menos. – Lo sé – respondió -no soy tan bobo. Ésta vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el juego se acaba y ya no voy a ganar más monedas

El leñador Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que el leñador se decidió a hacer un buen papel. El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le asignó una zona. El hombre entusiasmado salió al bosque a trabajar. En un solo día cortó 18 árboles. – Te felicito -dijo el capataz- sigue así. Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió mejorar su propio desempeño al día siguiente y esa noche se acostó bien temprano. Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más que 15 árboles. – Me debo haber cansado –pensó, y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó y decidió batir su marca de 18 árboles.

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18 Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron 7, luego 5 y el último día estuvo toda la tarde tratando de derribar a duras penas su segundo árbol. Inquieto por lo que pensaría el capataz, el leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que él se esforzaba al límite de desfallecer. El capataz le preguntó: – ¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez? – ¿Afilarla? No perdí tiempo en afilarla, pues estuve muy ocupado cortando árboles. Moraleja: Cuántas veces estamos tan ocupados en lo que nos parece urgente, que le restamos tiempo a lo que es importante…. Te invito a pensar… ¿Cuál es el hacha de tu vida, que no estás afilando? ¿En qué estás ocupando tu tiempo, a qué le estás prestando atención? Tal vez estamos tan ocupados en querer llegar al destino, que nos olvidamos de mirar el paisaje

El sennyasi La historia se refiere a un individuo que se mudó de aldea, en la India, y se encontró con lo que allí llaman un sennyasi. Este es un mendicante errante, una persona que, tras haber alcanzado la iluminación, comprende que el mundo entero es su hogar, el cielo su techo y Dios su Padre, que cuidará de él. Entonces se traslada de un lugar al otro. Tal como tú y yo nos trasladaríamos de una habitación a otra de nuestro hogar. Al encontrarse con el sennyasi, el aldeano dijo: -“¡No lo puedo creer! Anoche soñé con usted. Soñé que el Señor me decía: -Mañana por la mañana abandonarás la aldea, hacia las once, y te encontrarás con este sennyasi errante- y aquí me encontré con usted.” – “¿Qué más le dijo el Señor?” Preguntó el sennyasi.

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19 Me dijo: -“Si el hombre te da una piedra preciosa que posee, serás el hombre más rico del mundo… ¿Me daría usted la piedra?” Entonces el sennyasi revolvió en un pequeño zurrón que llevaba y dijo: -“¿Será ésta la piedra de la cual usted hablaba? El aldeano no podía dar crédito a sus ojos, porque era un diamante, el diamante más grande del mundo. “¿Podría quedármelo?” – “Por supuesto, puede conservarlo; lo encontré en un bosque. Es para usted.” Siguió su camino y se sentó bajo un árbol, en las afueras de la aldea. El aldeano tomó el diamante y ¡qué inmensa fue su dicha! Como lo es la nuestra el día en que obtenemos algo que realmente deseamos. El aldeano en vez de ir a su hogar, se sentó bajo un árbol y permaneció todo el día sentado, sumido en meditación. Y, al caer la tarde, se dirigió al árbol bajo el cual estaba sentado el sennyasi, le devolvió a éste el diamante y dijo: -“¿Podría hacerme un favor?” – “¿Cuál?” Le pregunto el sennyasi. -“¿Podría darme la riqueza que le permite a usted deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente?”

El ratón y la ratonera Un ratón, mirando por un agujero en la pared ve a un granjero y su esposa abriendo un paquete. Pensó, luego, qué tipo de comida podía haber allí. Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una ratonera (Trampa para ratones). Fue corriendo al patio de la Granja a advertir a todos: “¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!” La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo: -“Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, mas no me perjudica en nada, no me incomoda. El ratón fue hasta el cordero y le dice:

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20 – “¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera!” “Discúlpeme Sr. Ratón, mas no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones”. El ratón se dirigió entonces a la vaca., y la vaca le dijo: -“¿Pero acaso, estoy en peligro?” Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido, para encarar a la ratonera del granjero. Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una cobra venenosa. La cobra mordió a la mujer. El granjero la llevo inmediatamente al hospital. Ella volvió muy enferma y con fiebre. Todo el mundo sabe que para alimentar a alguien con fiebre, nada mejor que una sopa. El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, por tanta amabilidad, el granjero mató el cordero. La mujer no mejoró y acabó muriendo. El granjero entonces vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral. Moraleja: La próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que como no es tuyo, no le prestas atención… piénsalo dos veces. El que no vive para servir, no sirve para vivir.

La estrella de mar Cuentan que una vez un hombre mayor caminaba por la playa contemplando el mar, cuando a lo lejos vio una figura de un hombre que parecía bailar.

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21 Se apresuró para acercarse más a esa persona y ver exactamente lo que hacía. Cuando se acercó se dio cuenta que no estaba bailando sino tomando estrellas de mar y arrojándolas mar adentro tan fuerte como podía. Le pregunta entonces: – ¿Qué haces mi joven amigo? Este respondió: – La tarde está cayendo y la marea bajando, si no arrojo estas estrellas al mar morirán, así que las estoy enviando dentro del mar otra vez. El hombre mayor sonrió irónicamente y le dijo: – Pero hay miles de playas en todo el mundo, donde miles de estrellas de mar morirán. ¿Crees tú que con eso harás la diferencia? El joven se detuvo por un momento, suspiró, tomó otra estrella, la arrojó y dijo: – ¡Bueno, acabo de hacer la diferencia para esa!

La rosa y el sapo Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos… Se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: – Está bien, si así lo quieres. Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces: – Vaya que te ves mal ¿Qué te pasó?

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22 La rosa contestó: – Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual. El sapo solo contestó: – Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín. Moraleja: Muchas veces despreciamos a los demás por creer que somos más que ellos, más bellos o simplemente que no nos “sirven” para nada. Todos tenemos algo que aprender de los demás o algo que enseñar, y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa persona nos haga un bien del cual ni siquiera estemos conscientes. No hagamos acepción de personas, por su aspecto. Dios creo con el mismo amor a la rosa que al sapo.

La olla embarazada Un señor le pidió una tarde a su vecino una olla prestada. El dueño de la olla no era demasiado solidario, pero se sintió obligado a prestarla. A los cuatro días, la olla no había sido devuelta, así que, con la excusa de necesitarla fue a pedirle a su vecino que se la devolviera. — Casualmente, iba para su casa a devolverla… ¡el parto fue tan difícil! — ¿Qué parto? — El de la olla. — ¿Qué? — Ah, ¿usted no sabía? La olla estaba embarazada. — ¿Embarazada? — Sí, y esa misma noche tuvo familia, así que debió hacer reposo pero ya está recuperada.

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23 — ¿Reposo? — Sí. Un segundo por favor –y entrando en su casa trajo la olla, un jarrito y una sartén. — Esto no es mío, sólo la olla. — No, es suyo, esta es la cría de la olla. Si la olla es suya, la cría también es suya. “Este está realmente loco” -pensó- “pero mejor que le siga la corriente”. — Bueno, gracias. — De nada, adiós. — Adiós, adiós. Y el hombre marchó a su casa con el jarrito, la sartén y la olla. Esa tarde, el vecino otra vez le tocó el timbre. — Vecino, ¿no me prestaría el destornillador y la pinza? …Ahora se sentía más obligado que antes. — Sí, claro. Fue hasta adentro y volvió con la pinza y el destornillador. Pasó casi una semana y cuando ya planeaba ir a recuperar sus cosas, el vecino le tocó la puerta. — Ay, vecino ¿usted sabía? — ¿Sabía qué cosa? — Que su destornillador y la pinza son pareja. — ¡No! –Dijo el otro con ojos desorbitados— no sabía. — Mire, fue un descuido mío, por un ratito los dejé solos, y ya la embarazó. — ¿A la pinza? — ¡A la pinza!… Le traje la cría –y abriendo una canastita entregó algunos tornillos, tuercas y clavos que dijo había parido la pinza. “Totalmente loco”, pensó. Pero los clavos y los tornillos siempre venían bien.

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24 Pasaron dos días. El vecino pedigüeño apareció de nuevo. — He notado –le dijo— el otro día, cuando le traje la pinza, que usted tiene sobre su mesa una hermosa ánfora de oro. ¿No sería tan gentil de prestármela por una noche? Al dueño del ánfora le tintinearon los ojitos. — Cómo no –dijo, en generosa actitud, y entró a su casa volviendo con el ánfora perdida. — Gracias, vecino.

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— Adiós. — Adiós. Pasó esa noche y la siguiente y el dueño del ánfora no se animaba a golpearle al vecino para pedírsela. Sin embargo, a la semana, su ansiedad no aguantó y fue a reclamarle el ánfora a su vecino. — ¿El ánfora? –Dijo el vecino – Ah, ¿no se enteró? — ¿De qué? — Murió en el parto...— ¿Cómo que murió en el parto? — Sí, el ánfora estaba embarazada y durante el parto, murió. — Dígame ¿usted se cree que soy estúpido? ¿Cómo va a estar embarazada un ánfora de oro? — Mire, vecino, si usted aceptó el embarazo y el parto de la olla. El casamiento y la cría del destornillador y la pinza, ¿por qué no habría de aceptar el embarazo y la muerte del ánfora? Moraleja: Tú, puedes elegir lo que quieras, pero no puedes ser independiente para lo que es más fácil y agradable, y no serlo en lo que es más costoso. Tu criterio, tu libertad, tu independencia y el aumento de tu responsabilidad vienen juntos con tu proceso de crecimiento. Tú decides ser adulto o permanecer pequeño.

El águila y el halcón Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.


25 – Nos amamos – empezó el joven. – Y nos vamos a casar – dijo ella. – Y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte. – Por favor – repitieron – ¿hay algo que podamos hacer? El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra. – Hay algo…- dijo el viejo después de una larga pausa -. Pero no sé…es una tarea muy difícil y sacrificada. – No importa – dijeron los dos-. Lo que sea – ratificó Toro Bravo. – Bien -dijo el brujo-. Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste? La joven asintió en silencio. – Y tú, Toro Bravo – siguió el brujo – deberás escalar la Montaña del Trueno; cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas y, solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta…¡salgan ahora!. Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur…. El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo las aves cazadas. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe. – ¿Volaban alto?- preguntó el brujo.

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26 – Sí, sin duda. Como lo pediste… ¿y ahora? – Preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre? – No – dijo el viejo-. – Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne – propuso la joven. – No – repitió el viejo-. Harán lo que les digo: Tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero… Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres. El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero solo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre si hasta lastimarse. Este es el conjuro… – Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás atados.

El cielo Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales… La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El caminante se

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27 dirigió a un hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo: -Buenos días. – Buenos días – Respondió el guardián. – ¿Cómo se llama este lugar tan bonito? – Esto es el Cielo. – ¡Qué bien que hayamos llegado al cielo, porque estamos sedientos! – Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente. – Pero mi caballo y mi perro también tienen sed… – Lo siento mucho – Dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales. El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía. Buenos días – dijo el caminante. El hombre respondió con un gesto de la cabeza. – Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro. Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar. – Podéis beber tanta agua como queráis. El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre. – Podéis volver siempre que queráis – Le respondió éste. – A propósito ¿Cómo se llama este lugar?- preguntó el hombre. – EL CIELO.

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28 – ¿El Cielo? ¿Sí? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo! – Aquello no era el Cielo, era el Infierno – contestó el guardián. El caminante quedó perplejo. – ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió el hombre. – ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…

La silla Había una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de amigos. Presumía muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y de que era muy amigo de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo: – Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías. Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus amigos, le preguntó a su abuela. Ésta respondió: – Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento. La abuela salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no vio nada. – Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distinguir a tus amigos del resto de compañeros. Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla. – No os mováis, vais a ver algo alucinante.

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29 Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se calló sentado al piso. Todos se echaron unas buenas risas. – Esperad, esperad, que no me ha salido bien – dijo mientras volvía a intentarlo. Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Mario no se rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo… hasta que de pronto, una de las veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire… Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándole para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas. Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros, y no cualquiera que pasa a nuestro lado, y menos aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos pasan. Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando sus historias y tomando palomitas hasta reventar. Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida. Pedro Pablo Sacristán Sanz

El regalo de los insultos Cerca de Tokio vivía un gran samurái, muy anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de sus años, circulaba la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero -conocido por su total falta de escrúpulosapareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para aprovecharse de los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.

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30 El joven e impaciente guerrero jamás había perdido un combate. Conociendo la reputación del samurái, estaba allí para derrotarlo y hacer crecer su fama. Todos los estudiantes se manifestaron contra la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Fueron todos a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al viejo maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió el rostro, le gritó todos los insultos que conocía -y que ofendían incluso a sus antepasados. Durante horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo permanecía impasible. Hacia el final de la tarde, sintiéndose exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró. Molestos por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos preguntaron: -¿Cómo pudo soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podía perder la lucha, en vez de actuar como un cobarde delante de todos nosotros? -Si alguien llega hasta ti con un presente y tú no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el presente? -preguntó el samurái. – A quien trató de entregarlo -respondió uno de los discípulos. – Es lo mismo con la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se los acepta, le continúan perteneciendo a quien los trae consigo. Paulo Coelho

El sabio en la ciudad de Akbar Un sabio llegó a la ciudad de Akbar. La gente no dio mucha importancia a su presencia, y sus enseñanzas no consiguieron interesar a la población. Incluso después de algún tiempo llegó a ser motivo de risas y burlas de los habitantes de la ciudad.

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31 Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarle. En vez de fingir que los ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo. Uno de los hombres comentó: ¿Es posible que además, sea usted sordo? ¡Gritamos cosas horribles y usted nos responde con bellas palabras! El sabio dijo: “Cada uno de nosotros solo puede ofrecer lo que tiene“

Estamos hechos de luces y sombras Un filósofo llevó a sus discípulos a una habitación oscura. – ¿Qué ven? -les preguntó. – Nada, maestro – le respondieron.- La oscuridad es absoluta y no nos deja ver. El filósofo dio una palmada, y se encendieron al mismo tiempo mil lámparas de intensa luz. – ¿Qué ven ahora? – les preguntó otra vez. – Nada, tampoco – dijeron los discípulos.- Esta luz cegadora nos impide abrir los ojos para ver. -Aprendan, pues, – les enseñó el maestro -, que ni en la luminosidad absoluta ni en la completa oscuridad el hombre puede ver. Por eso estamos hechos de luces y sombras, para podernos ver los unos a los otros. ¡Ay de aquél que no perdone la oscuridad que hay en el alma de su hermano, pues no lo podrá ver, y estará solo! Y ¡ay de aquél que no busque poner luces en su oscuridad, pues a sí mismo se perderá! Así dijo el sabio. Y concluyó: -Estamos hechos de sombras. ¿Dónde mejor que en nosotros puede brillar la luz?

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¿Qué tan dispuestos estamos a sufrir por alguien? Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riqueza que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo: “Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esa es mi dote…” La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: “Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposaras”. Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la joven princesa, se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar. Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño lo alcanzo y le preguntó ¿Qué fue lo que te ocurrió? … Estabas a un paso de lograr la meta… ¿Por qué perdiste esa oportunidad?… ¿Por qué te retiraste?… Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: “Si ella no me ahorro un día de sufrimiento… Ni siquiera una hora, es porque no merecía mi amor”.

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33 Conclusión: El merecimiento no siempre es egolatría sino dignidad. Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta el último rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos merecemos comprensión. Que se menosprecie, ignore, olvide o desconozca fríamente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de los casos, desinterés o ligereza. Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado. Esa persona NO se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido en algún lugar, empaco y me voy. Nadie se quedaría tratando de agradar y disculpándose por no ser como les gustaría que fuera. No hay vuelta de hoja: en cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te amé, y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin “mala intención”, puede que te merezca pero no te conviene. Retirarse a tiempo con la satisfacción de haber dado lo mejor de nosotros mismos… ¡no tiene precio!

La serpiente Una serpiente tenía su cueva en cierta localidad. Nadie osaba pasar por allí, pues aquellos que lo hicieron habían sido mordidos mortalmente por ella. Cierta vez, pasó por ese lugar un santo. Como de costumbre, la serpiente lo siguió con la intención de morderle, pero cuando se acercó al sabio, perdió toda su ferocidad y quedó cautivada por su dulzura. Viendo a la serpiente, el santo dijo: “Bien, amiga mía, ¿quieres morderme?” La serpiente quedó avergonzada y no contestó nada. Al ver esto, el sabio agregó: “Escucha con atención, amiga mía; en el futuro no hagas daño a nadie”. La serpiente

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34 inclinó su cabeza en señal de asentimiento. Cuando el sabio se fue, la serpiente entró en su cueva y, desde aquel día, comenzó a vivir una vida de inocencia y pureza, sin tener el menor deseo de dañar a nadie. A los pocos días, se corrió la voz en el vecindario de que la serpiente había perdido todo su veneno y era inofensiva, y entonces, la gente comenzó a molestarla. Algunos le tiraban piedras, otros la arrastraban desconsideradamente tirándola de la cola. De este modo, sus sufrimientos no tenían fin. Afortunadamente, después de cierto tiempo, volvió a pasar por aquel lugar el sabio, y viendo lo magullada y golpeada que se encontraba la pobre serpiente, se compadeció de ella y le preguntó la causa de tal calamidad. A eso, la serpiente contestó: “Señor, he sido reducida a este estado, porque no he hecho daño a nadie después de haber recibido sus instrucciones. Pero, ¡ay!, ¡ellos son tan crueles!” Sonriendo, el sabio dijo: “Querida amiga, yo simplemente te aconsejé que no hicieras daño a nadie, pero nunca te pedí que dejaras de silbar y asustar a los demás si era necesario. Aunque no debes morder a ninguna criatura, puedes mantener la gente a considerable distancia asustándola con tu silbido”. De modo similar, si tú vives en el mundo, haz que los demás te respeten. No hagas daño a nadie, pero, al mismo tiempo, no permitas que otros te dañen a ti.

El banquero y el pescador Un banquero de inversión americano estaba en el muelle de un pueblito costero, cuando llegó un bote con un solo pescador. Dentro del bote había varios atunes de buen tamaño. El americano elogió al pescador por la calidad del pescado y le preguntó, ¿cuánto tiempo le había llevado pescarlos? El pescador respondió que solo un poco de tiempo, entonces el americano le preguntó qué porque no permanecía más tiempo y sacaba más pescado. El pescador dijo que él tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia. El americano entonces preguntó: “¿pero qué hace usted el resto de su tiempo?”.

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35 El pescador dijo: “duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, hago siesta con mi señora María y voy todas las noches al pueblo donde tomo vino y toco la guitarra con mis amigos. Tengo una vida placentera y ocupada”. El americano replicó: “soy un MBA de Harvard y podría ayudarte. Deberías gastar más tiempo en la pesca y con los ingresos comprar un bote más grande, con los ingresos del bote más grande podrías comprar otros botes y eventualmente tendrías una flota de botes pesqueros”. En vez de vender el pescado a un intermediario, lo podrías hacer directamente a un procesador y eventualmente abrir tu propia procesadora. Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Después salir de este pequeño pueblo e irte a la Capital donde manejarías tu empresa en expansión”. El pescador pregunto: “pero, ¿cuánto tarda todo eso?”. “Entre 15 y 20 años”…respondió el americano. “Y luego ¿qué?” El americano se rio y dijo que esa era la mejor parte. “Cuando llegue la hora deberías anunciar un IPO (Oferta inicial de Acciones) y vender las acciones de tu empresa al público, te volverás rico…tendrás millones”. “Millones…y luego, ¿qué?”…volvió a preguntar el pescador. El americano contestó: “Luego te puedes retirar a un pueblito tranquilo, donde puedas dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, hacer la siesta con tu mujer e ir cada noche al pueblo donde tomar vino y tocar la guitarra con tus amigos”. El pescador contesto: “¿Acaso no es eso lo que tengo ya? MORALEJA Cuántas vidas desperdiciadas logrando buscar una felicidad que ya se tiene pero que muchas veces no vemos.

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36 La verdadera felicidad consiste en saber valorar lo que tenemos y amarlo y no en dejar que se nos escape la vida lamentándonos por lo que no tenemos.

La carroza vacía Cierta mañana, mi padre me invitó a dar un paseo por el bosque y acepté con placer. Se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio, me preguntó: Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más? Agudicé mis oídos y luego de un instante respondí: Estoy escuchando el ruido de una carroza. Eso es, dijo mi padre. Es una carroza vacía. A lo que le contesté: ¿Cómo sabes que es una carroza vacía, si aún no la hemos visto? Entonces mi padre contestó: Es muy fácil saber cuándo una carroza está vacía, precisamente a causa del ruido. Cuanto más vacía está la carroza, mayor es el ruido que hace. Pasó el tiempo y me convertí en adulta y es el día de hoy que cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todo el mundo, inoportuna, presumiendo de todo lo que tiene y sabe, haciendo alarde de lo que hace, justificando todos sus actos, hablando en forma prepotente y queriendo hacer sentir a los demás inferiores, es ahí cuando tengo la impresión de oír a mi padre diciendo: “Cuanto más vacía está una carroza mayor es el ruido que hace al andar”.

La furia y la tristeza En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta… En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas… Había una vez… Un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura

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37 donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente… Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos, entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida – sin saber por qué – se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua… Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró… Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza… Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza. Jorge Bucay

¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? Puede ser… Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus paisanos le consideraban afortunado porque tenía un caballo que utilizaba para labrar y transportar la cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el pueblo, de manera que al llegar la noche, los vecinos fueron a consolarlo por aquella grave pérdida: “¡Qué mala suerte has tenido!”. La respuesta del granjero fue un sencillo “puede ser”.

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38 Pocos días después el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas. Enterados los aldeanos acudieron de nuevo, esta vez a darle la enhorabuena y comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: “puede ser”. Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero está lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte; pero el padre respondió otra vez: “puede ser”. Una semana más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Al atardecer, los aldeanos que habían despedido a sus hijos se reunieron en la taberna y comentaron la buena estrella del granjero, más este, como podemos imaginar, contesto nuevamente: “puede ser”.

La inmensidad del mar ¿Te has preguntado alguna vez porqué el mar es tan grande?, ¿tan inmenso?, ¿tan fuerte?, ¿tan poderoso? Por una única razón, él que podría ser el más grande, tiene la humildad de colocarse siempre algunos centímetros por debajo de todos los ríos, porque es capaz de reconocer que sólo aceptando y agradeciendo el agua que esos ríos le dan, se hace cada vez más grande y que sin ellos tal vez un día dejaría de existir. Si quisiera podría ser el primero y estar unos centímetros por encima de todos los ríos, pero también sabe que entonces no sería mar, sería tan sólo una pequeña isla solitaria. Nosotros los humanos lamentamos las pérdidas que tenemos a lo largo de nuestra vida, sin entender que eso forma parte de ella, tampoco nos gusta sentirnos derrotados, intentamos ser siempre los primeros, los mejores, pero la derrota también es una parte de la vida, le tememos a la muerte, sin aceptar que estamos aquí de paso y que ella también es una parte de la vida.

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39 Sólo seremos felices el día que comprendamos que es imposible vivir sin admitir ésta realidad, y aceptar que habrá muchas ocasiones en las que tendremos que perder, caer, equivocarnos y sobre todo que un día debemos partir, cuando seamos capaces de asumirlo disfrutaremos de cada momento que la vida nos ofrece. No se puede ganar siempre, por ello hay que aprender a perder, es imposible andar sin tropezar y caer, es imposible acertar sin no nos hemos equivocado y aprendido de ese error, es preferible llorar por haber amado, que no haber conocido nunca el amor, es imposible vivir sin saber vivir. Si aprendemos a perder, a caer, a errar, nadie nos podrá superar, aprenderemos de nuestros errores, y si una vez más nos equivocamos en lugar de quedarnos en el suelo lamentándonos, debemos ponernos nuevamente en pie y seguir andando. Aquellos que ya consiguieron comprender que no es importante ganar o perder, acertar o equivocarse, llegar los primeros o los últimos, pero sí es importante llegar, son los que realmente se sienten libres, felices, valoran lo que tienen y disfrutan de cada uno de los momentos que la vida les ofrece sin pensar que un día terminarán. Vive, se igual que el mar, no te avergüence recibir, acepta lo que te dan y a cambio da todo lo que puedas también tú, en eso consiste la felicidad, en saber RECIBIR y sobre todo en saber DAR.

Cielo e Infierno En aquel tiempo… dice una antigua leyenda china, un discípulo preguntó al vidente: Maestro, ¿cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno? El Maestro le respondió: es muy pequeña, sin embargo tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré el infierno. Entraron en una habitación donde un grupo de personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz, todos estaban hambrientos y desesperados, cada uno tenía una cuchara que llegaba hasta la olla, pero que tenía un mango tan largo que no podían llevársela a la boca, el sufrimiento era terrible.

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40 Ven, ahora te mostraré el cielo dijo el Maestro después de un rato. Entraron en otra habitación, idéntica a la primera; la olla con arroz, el grupo de gente, las mismas cucharas largas, pero, allí, todos estaban felices y alimentados. No comprendo dijo el discípulo ¿Por qué están felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación y todo es lo mismo? El Maestro sonrió, Ah, ¿no te das cuenta? Preguntó. Aquí han aprendido a alimentarse unos a otros. Leyenda china

La roca y el rey No conocemos la oportunidad hasta que ésta pasa por nuestro lado y la dejamos ir… Hace mucho tiempo, en un país lejano, un rey muy sabio colocó una gran roca obstaculizando un camino. A continuación se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda roca. Algunos de los comerciantes más adinerados del país y cortesanos que atravesaban diariamente ese sendero, simplemente dieron una vuelta alrededor de la roca al tiempo que muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo nada para retirar la piedra grande del camino. Pero fue entonces cuando un pobre campesino que llevaba una gran carga pasó por allí. Al aproximarse a la roca, el campesino depositó su mercancía en el suelo y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, lo logró. Mientras recogía su carga de vegetales, se percató de la presencia de una bolsa justo donde había estado la roca. La misma contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que removiera la piedra del camino. El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron.

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41 Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar la condición de uno.

El camino de la fuente Un aguador de la India tenía solo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que llevaba sobre los hombros; una tenía varias grietas por las que escapaba el agua en forma constante, por lo que al final del camino solo conservaba la mitad del preciado líquido, mientras que la otra vasija era “perfecta” y mantenía intacto su contenido. Esto sucedía diariamente. La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía idónea para los fines que fue creada, pero la vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido. Así que al cabo de dos años le dijo a su aguador: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas, solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.” El aguador contesto: “Cuando regresemos a casa quiero que observes las bellas flores que crecen a los largo del camino”, y así lo hizo la vasija, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a los largo de la vereda, pero siguió sintiéndose apenada porque al final solo guardaba la mitad del agua. A lo que el aguador le dijo: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen de tu lado del camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores; si no fueras exactamente cómo eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza”. Todos tenemos “grietas” por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar estas “grietas” para obtener los mejores resultados

La carrera de sapos Era una vez una carrera… de sapos.

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42 El objetivo era llegar a lo alto de una gran torre. Había en el lugar una gran multitud. Mucha gente para vibrar y gritar por ellos. Comenzó la competencia. Pero como la multitud no creía que pudieran alcanzar la cima de aquella torre, lo que más se escuchaba era: – ¡Qué pena! Esos sapos no lo van a conseguir… no lo van a conseguir. Los sapitos comenzaron a desistir. Pero había uno que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima. La multitud continuaba gritando: – ¡Qué pena! Ustedes no lo van a conseguir. Y los sapitos estaban dándose por vencidos, salvo aquel sapito que seguía y seguía tranquilo, y ahora cada vez más con más fuerza. Ya llegando el final de la competición todos desistieron, menos ese sapito que curiosamente en contra de todos, seguía. Llegó a la cima con todo su esfuerzo. Los otros querían saber qué le había pasado. Un sapito le fue a preguntar cómo él había conseguido concluir la prueba. Y descubrieron que… ¡Era sordo! ¡No permitas que personas con pésimos hábitos de ser negativos derrumben las mejores y más sabias esperanzas de tu corazón! ¡Recuerda siempre el poder que tienen las palabras que escuchas! Moraleja, sé siempre SORDO cuando alguien te diga que no puedes realizar algún sueño.

Los tres leones En la selva vivían tres leones. Un día el mono, el representante electo por los animales, convocó a una reunión para pedirles una toma de decisión: Todos nosotros sabemos que el león es el rey de los animales,

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43 pero existe una gran duda en la selva: existen tres leones y los tres son muy fuertes. ¿A cuál de ellos debemos rendir obediencia? ¿Cuál de ellos deberá ser nuestro Rey? Los leones supieron de la reunión y comentaron entre sí: Es verdad, la preocupación de los animales tiene mucho sentido. Una selva no puede tener tres reyes. Luchar entre nosotros no queremos ya que somos muy amigos… Necesitamos saber cuál será el elegido, pero, ¿cómo descubrirlo? Otra vez los animales se reunieron y después de mucho deliberar, llegaron a una decisión y se la comunicaron a los tres leones: Encontramos una solución muy simple para el problema y decidimos que Uds. tres van a escalar la Montaña Difícil. El que llegue primero a la cima será consagrado nuestro Rey. La Montaña Difícil era la más alta de toda la selva. El desafío fue aceptado y todos los animales se reunieron para asistir la gran escalada. El primer león intentó escalar y no pudo llegar. El segundo empezó con todas ganas, pero, también fue derrotado. El tercer león tampoco lo pudo conseguir y bajó derrotado. Los animales estaban impacientes y curiosos; si los tres fueron derrotados, ¿Cómo elegirían un rey? En este momento, un águila, grande en edad y en sabiduría, pidió la palabra: ¡Yo sé quién debe ser el rey! Todos los animales hicieron silencio y la miraron con gran expectativa. ¿Cómo? Preguntaron todos. Es simple… dijo el águila. Yo estaba volando muy cerca de ellos y cuando volvían derrotados en su escalada por la Montaña Difícil escuché lo que cada uno dijo a la Montaña. El primer león dijo: – ¡Montaña, me has vencido! El segundo león dijo: – ¡Montaña, me has vencido! El tercer león dijo: – ¡Montaña, me has vencido, por ahora! Porque ya llegaste a tu tamaño final y yo todavía estoy creciendo. La diferencia, completó el águila, es que el tercer león tuvo una actitud de vencedor cuando sintió la derrota en aquel momento, pero no desistió y quien piensa así, su persona es más grande que su problema: Él

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44 es el rey de sí mismo, está preparado para ser rey de los demás. Los animales aplaudieron entusiasmadamente al tercer león que fue coronado El Rey de los animales. Moraleja: No tiene mucha importancia el tamaño de las dificultades o problemas que tengas. Tus problemas, por lo menos en la mayor parte de las veces, ya llegaron al nivel máximo, pero no tú. Tú todavía estás creciendo y eres más grande que todos tus problemas juntos. Todavía no llegaste al límite de tu potencial y de tu excelencia. La Montaña de las Dificultades tiene un tamaño fijo, limitado. ¡Tú todavía estás creciendo!

44 Todo lo que das a otros te lo estás dando a ti mismo Un agricultor, cuyo maíz siempre había obtenido el mejor premio de la Feria del estado, tenía la costumbre de compartir sus mejores semillas de maíz con todos los demás agricultores de los contornos. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, dijo: -En realidad es puro interés. El viento tiene la virtud de trasladar el polen de unos campos a otros. Por eso, si mis vecinos cultivaran un maíz de clase inferior, la polinización rebajaría la calidad de mi propio maíz. Ésta es la razón por la que interesa enormemente que sólo planten el mejor maíz. Todo lo que das a otros te lo estás dando a ti mismo

El águila dorada Hubo una vez un indio guerrero que encontró un huevo de águila en la cima de una montaña, y lo puso junto con los huevos que iban a ser empollados por una gallina. Cuando el momento llegó, los pollitos salieron del cascarón, y la pequeña águila también. Después de un tiempo, aprendió a cacarear como las gallinas, a escarbar la tierra, a buscar lombrices, limitándose a subir


45 a las ramas más bajas de los árboles, exactamente como todas las gallinas. Y su vida transcurría en la convicción de que era una gallina. Un día, ya vieja, el águila terminó mirando al cielo y tuvo una visión magnífica. Allá, en el azul claro, un pájaro majestuoso volaba en el cielo abierto, como si no necesitase hacer el mínimo esfuerzo. El águila vieja quedó impresionada. Se volvió hacia la gallina más próxima y le dijo:- ¿Qué pájaro es aquél? La gallina miró hacia arriba y respondió:- Es el águila dorada, reina de los cielos. Pero no pienses en ella. Tú y yo somos de aquí abajo. Y el águila no miró nunca más hacia arriba y murió con la convicción de que era una gallina. Como tal, todo el mundo la trataba; de esa manera creció, vivió y murió.

El burro y el pozo Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal lloró fuertemente por horas, mientras el campesino trataba de buscar algo que hacer. Finalmente, el campesino decidió que el burro ya estaba viejo y el pozo ya estaba seco y necesitaba ser tapado de todas formas; que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo. Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarle. Cada uno agarró una pala y empezaron a tirarle tierra al pozo. El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y lloró horriblemente. Luego, para sorpresa de todos, se aquietó después de unas cuantas paladas de tierra. El campesino finalmente miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio… con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble: se sacudía la tierra y daba un paso encima de la tierra.

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46 Muy pronto todo el mundo vio sorprendido como el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando… La vida va a tirarte tierra, todo tipo de tierra… el truco para salir del pozo es sacudírsela y usarla para dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba. Podemos salir de los más profundos huecos si no nos damos por vencidos… ¡Usa la tierra que te echan para salir adelante!

Un, dos, tres Un rajá rico y poderoso estaba convencido en su fuero interno de que no había en el mundo persona alguna con tanto poder como él, pero no se lo comentaba a nadie. Cierto día sintió curiosidad por saber si las personas que lo conocían adivinaban lo que pensaba. Reunió entonces a sus dignatarios y servidores y les pidió que trataran de desvelar sus pensamientos más íntimos. Muchos de ellos hicieron conjeturas, pero ninguna respuesta satisfizo al rajá. Así pues, el rajá ordenó a su ministro que encontrara a alguien capaz de leerle el pensamiento y le concedió un plazo de un mes para hallar a semejante genio. El ministro buscó por todas partes, pero en vano, y cuando el mes tocaba a su fin le asaltó la desesperación. Sin embargo, su hija lo animó diciéndole que ella encontraría al hombre deseado en el día preciso. – Está bien -dijo el ministro-, vamos a ver cómo te las arreglas -y delegó la tarea en la joven. En la fecha señalada, la hija trajo a casa a un papanatas, un pastor al servicio de la familia, y le dijo a su padre que lo llevara ante el rajá. Aunque el ministro estaba horrorizado por la elección de su hija, ésta insistió en que el bobalicón del pastor era la solución a todos sus problemas. Como confiaba en su hija y no tenía alternativa, el ministro llevó al pastor a la corte. La corte ya estaba reunida y el rajá lo esperaba. El ministro le presentó al pastor, que alzó la vista hacia el rajá. Entonces éste levantó un dedo. La reacción del pastor fue levantar dos dedos. A continuación, el rajá

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47 levantó tres dedos, y, ante esto, el individuo sacudió enérgicamente la cabeza y trató de huir. El rajá rompió a reír, visiblemente complacido. Alabó al ministro por haberle presentado a un hombre tan listo y le entregó una sustanciosa recompensa. El ministro no salía de su asombro. Sin comprender lo sucedido, le pidió al rajá que se lo explicara. – Cuando levanté un dedo -dijo el rajá-, estaba preguntándole si yo era el único rey. El me recordó levantando dos dedos que no olvidara a Dios, que es cuando menos tan poderoso como yo. Luego le pregunté si había alguien más con tanto poder y él lo negó con mucha vehemencia. Este hombre me ha leído el pensamiento. Yo creía ser el más poderoso, y él me ha recordado que a mi lado está Dios, pero nadie más. Después de esto, cada cual se fue a lo suyo. Esa noche, el ministro le preguntó al estúpido pastor cómo interpretaba él su conversación por señas con el rajá. Y el individuo le explicó: – Solo tengo tres ovejas mías, amo. Cuando me llevaste ante el rajá, él levantó un dedo para darme a entender que quería una de mis ovejas. Como es un gran rajá, le ofrecí dos. Pero cuando levantó tres dedos para indicarme que quería quedarse con mis tres ovejas, me pareció que era pedir demasiado. Por eso traté de escaparme.

Cuento Popular Hindú

Riqueza material Una vez un padre de familia llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que éste viera cuán pobres eran las gentes que allí vivían, que comprendiera el valor de las cosas y lo afortunados que eran ellos. Estuvieron un día y una noche en la grande de una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le preguntó a su hijo: – “¿Qué te ha parecido el viaje?” – “¡Muy bonito, papá!” – “¿Viste cuán pobre y necesitada puede ser la gente?” – “¡Sí!”

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48 – “¿Y qué aprendiste?” – “Vi que nosotros tenemos un perro en la casa y ellos tienen cuatro. Que nosotros tenemos una piscina de 25 metros, y ellos tienen un riachuelo que no tiene fin. Que nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos estrellas. Que nuestro patio llega hasta la valla de la casa y ellos tienen todo un horizonte…Papá, especialmente vi, que ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia. Tú y mamá tenéis que trabajar todo el tiempo y casi nunca nos vemos….” Al terminar el relato el padre quedó mudo… y su hijo agregó: – “¡Gracias papá por enseñarme lo ricos que podríamos llegar a ser…!” Creo que muchas veces confundimos la riqueza con tener cosas, cuando creo que la verdadera riqueza está en disfrutar de lo que ya poseemos; de lo que la vida te va poniendo delante. De afrontar los retos sin venirse abajo, de compartir con las personas tu riqueza personal… Y esto me lleva a recordar una cita que hace ya mucho tiempo que leí y que dice así: “son tan pobres que solo tienen dinero”.

El árbol de los problemas El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora Eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y ahora su antiguo camión se niega a arrancar. Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invito a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de

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49 sonrisas. Abrazo a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunte acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes. “Oh, ese es mi árbol de problemas”, contestó. “Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez”. “Lo divertido es”, dijo sonriendo, “que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”.

Piensa que el mundo es… Unos obreros estaban picando piedra frente a un enorme edificio en construcción. Se acercó un visitante a uno de los obreros y le preguntó: – ¿Qué están haciendo ustedes aquí? El obrero lo miró con dureza y le respondió: – ¿Acaso usted está ciego para no ver lo que hacemos? Aquí, picando piedras como esclavos por un sueldo miserable y sin el menor reconocimiento. Vea usted ese mismo cartel. Allá ponen los nombres de ingenieros, arquitectos, pero no ponen los nuestros que somos los que trabajamos duro y dejamos en la obra el pellejo. El visitante se acercó entonces a otro obrero y le preguntó lo mismo. – Aquí, como usted bien puede ver, picando piedra para levantar este enorme edificio. El trabajo es duro y está mal pagado, pero los

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50 tiempos son difíciles, no hay mucho trabajo y algo hay que hacer para llevar la comida a los hijos. Se acercó el visitante a un tercer obrero y una vez más le preguntó lo que estaba haciendo. El hombre le contestó con gran entusiasmo: – Estamos levantando un Hospital, el más hermoso del mundo. Las generaciones futuras lo admirarán impresionados y escucharán el entrar y salir constante de las ambulancias, anunciando el auxilio de Dios para los hombres. – Yo no lo veré terminado, pero quiero ser parte de esta extraordinaria aventura. El mismo trabajo, el mismo sueldo, la misma falta de reconocimiento; una misma realidad. Tres maneras distintas de vivirla: como esclavitud; como resignación; como pasión, aventura y desafío. Piensa que el mundo es un infierno y lo será. Piensa que este mundo es parte del paraíso y lo será. Vivir con ilusión, convertir el trabajo en una fiesta sentirnos parte de las buenas obras… ¡De ti depende!

Nunca es suficiente Había una vez un cortador de piedra que no estaba satisfecho consigo mismo y con su posición en la vida. Un día pasó por la casa de un rico mercader. A través del portón abierto, vio muchas riquezas y visitas importantes. “¡Qué poderoso debe ser ese mercader!” pensó el cortador de piedras. Se puso muy envidioso y deseó poder ser como el mercader. Para su sorpresa, repentinamente se transformó en mercader, disfrutando más lujos y poder que los que jamás pudo imaginar, pero era envidiado y detestado por aquellos con menor riqueza que él. Pronto un alto oficial pasó por allí, llevado en andas en un trono, acompañado por lacayos y escoltado por soldados sonando gongs. Todos, sin importar su riqueza, tenían que inclinarse ante la procesión. “¡Qué poderoso es ese oficial!” pensó. “¡Quisiera ser un alto oficial!”

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51 Entonces se transformó en un alto oficial llevado a todos lados en andas en su adornado trono, temido y odiado por toda la gente de los alrededores. Era un caluroso día de verano, por lo tanto el oficial se sentía muy incómodo en el trono. Miró al sol en lo alto. El sol brillaba orgulloso en el cielo, inmutable ante su presencia. “¡Qué poderoso es el sol!” pensó. “¡Desearía ser el sol!” Entonces se transformó en el sol, brillando con fuerza sobre todo el mundo, abrasando los campos, insultado por granjeros y trabajadores. Pero una enorme nube negra se movió entre él y la tierra, como para que su luz no pudiera brillar sobre todos ahí abajo. “¡Qué poderosa es esa nube de tormenta!” pensó. “¡Desearía ser una nube!” Entonces se convirtió en una nube, inundando los campos y poblados, escuchando los gritos que todos le proferían. Pero pronto encontró que era alejada por alguna fuerza poderosa, y se dio cuenta que era el viento. “¡Qué poderoso que es!” pensó. “¡Desearía ser el viento!” Entonces se convirtió en el viento, volando tejas de los techos de las casas, sacando árboles de raíz, temido y odiado por todos. Pero después de un rato arrasó contra algo que no se movía, sin importar la fuerza que hiciera al soplar. Una enorme roca. “¡Qué poderosa es esa roca!” pensó. ¡Quisiera ser una roca!” Entonces se convirtió en una piedra, más poderosa que cualquier otra cosa en el mundo. Pero cuando estaba allí, escuchó el sonido de un martillo golpeando un cincel sobre la dura superficie, y sintió que lo estaban cambiando. “¿Qué puede ser más poderoso que la roca?” pensó…. Miró y vio delante de sí la figura del cortador de piedra.

El limosnero Hubo una vez un limosnero que estaba tendido al lado de la calle. Vio a lo lejos venir al rey con su corona y capa. “Le voy a pedir, de seguro me dará bastante” pensó el limosnero y cuando el rey pasó cerca le dijo: “Su majestad, ¿me podría por favor regalar una moneda?” aunque en su interior pensaba que el rey le iba a dar mucho. El rey le miró y le dijo:” ¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?” El mendigo no sabía que responder a la pregunta y dijo: “¡Pero su majestad…yo no

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52 tengo nada!”. El rey respondió: “¡Algo debes de tener…busca!”. Entre su asombro y enojo el mendigo buscó entre sus cosas y supo que tenía una naranja, un bollo de pan y unos granos de arroz”. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle, así que en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dio al rey. Complacido el rey dijo: “¡Ves como si tenías!” Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz. El mendigo dijo entonces: “Su majestad…creo que acá tengo otras cosas”, pero el rey no hizo caso y dijo: “Solamente de lo que me has dado de corazón te puedo yo dar”.

Vivir como las flores Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto?… Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian. – ¡Pues, vive como las flores!, advirtió el maestro. – Y ¿cómo es vivir como las flores?, preguntó el discípulo. – Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín. Ellas nacen en la tierra y el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos. Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse… Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera y perfuma la vida de los demás haciendo el bien. Esto, es vivir como las flores.

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El Reflejo de la Vida Había una vez un anciano que pasaba los días pescando, sentado junto al río, a la entrada de un pueblo. Un día pasó por allí un joven, se acercó y le dijo: – Disculpe señor, soy nuevo aquí, nunca antes había venido por estos lugares. ¿Cómo es la gente de esta ciudad? El anciano le respondió con otra pregunta: – ¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de dónde vienes? – Egoístas y malvados, por eso estoy contento de haberme marchado de allí. – Pues precisamente así, son los habitantes de esta ciudad. Un poco después, pasó otro joven, se acercó al anciano y le expuso la misma cuestión: – Perdone, justamente acabo de mudarme y es la primera vez que voy a entrar en esta ciudad, ¿podría decirme cómo son sus habitantes? El anciano le respondió de nuevo con la misma pregunta: -¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de dónde vienes? – Eran buenos y generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Tenía tantos amigos que me ha costado mucho separarme de ellos. – Pues también los habitantes de esta ciudad son así. Un hombre que había llevado a sus animales a beber agua al río y que había escuchado ambas conversaciones, en cuanto el segundo joven se alejó le preguntó al anciano: -¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta realizada por dos personas? – Mira- respondió el anciano, es muy sencillo. Cada persona lleva el Universo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también aquí encontrará amigos fieles y leales. Porque las personas son lo que encuentran en sí mismas. Uno siempre encuentra lo que espera encontrar.

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Jatun Sunqu (“Corazón Grande” en Quechua) Dime cuánto pesa un copo de nieve -, preguntó un colibrí a una paloma. – Nada -, fue la respuesta. – Si es así, he de contarte una historia -, dijo el colibrí. “Me posé en la rama de un pino, cerca de su tronco. Empezaba a nevar, no era nieve de una gran tempestad, era como un sueño sin ninguna herida ni violencia. Como no tenía nada que hacer empecé a contar los copos mientras caían sobre las ramas de mi tronco. El número exacto fue 1141952. Cuando cayó el siguiente copo (sin peso, como tú dices) la rama se rompió.” Dicho esto, el colibrí levantó el vuelo. La paloma, una autoridad en la materia desde los tiempos de Noé, se paró a reflexionar y, pasados unos minutos, se dijo: – Quizá sea sólo necesaria la colaboración de una persona más para que la solidaridad se abra camino en el mundo.

Huir de tus pasos y de tu sombra Un hombre tenía miedo de la sombra de su cuerpo y de la huella de sus pasos. Para liberarse de ello, decidió huir. Pero cuantos más pasos daba, más huellas dejaban. Por rápido que corriera su sombra no le dejaba. Persistiendo, a pesar de todo, en creer que la adelantaría, corrió tanto y tanto que acabó muriendo. ¡Qué imbécil! Si se hubiera sentado en un lugar cubierto, su cuerpo no habría proyectado ninguna sombra; si hubiera estado quieto, sus pies no habrían producido huellas. Sólo habría tenido que estar tranquilo y todos sus males habrían desaparecido. Lao Tse

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El escondite perfecto En el principio de los tiempos, se reunieron varios demonios para hacer una travesura. Uno de ellos dijo: -“Debemos quitarles algo a los hombres, pero... ¿qué les quitamos?”. Después de mucho pensar uno dijo: -“¡Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar”. Propuso el primero: -“Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo”, a lo que inmediatamente repuso otro: -“no, recuerda que tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está”. Luego propuso otro: -“Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar”, y otro contestó: -“No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará”. Uno más dijo: -“Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra”. Y le dijeron: -“No, recuerda que tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad”. El último de ellos era un demonio que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellas y entonces dijo: -“Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren”. Todos voltearon asombrados y preguntaron al mismo tiempo: -¿Dónde?”. El demonio respondió: -“La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán”. Todos estuvieron de acuerdo y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo

Las 4 estaciones Había un hombre que tenía cuatro hijos. El buscaba que ellos aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente; entonces él envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia.

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56 El primer hijo fue en el invierno, el segundo en primavera, el tercero en verano y el hijo más joven en el otoño. Cuando todos ellos habían ido y regresado, él los llamo y juntos les pidió que describieran lo que habían visto. El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido. El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas. El tercer hijo no estuvo de acuerdo, él dijo que estaba cargado de flores, que tenía aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto. El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, él dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción. Entonces el hombre les explico a sus hijos que todos tenían la razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol. Él les dijo a todos que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, por solo ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser solo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado. Si tú te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño. Moraleja: No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgues la vida solo por una estación difícil. Persevera a través de las dificultades y malas rachas… mejores tiempos seguramente vienen por delante

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¿Cuánto vales? Pablo, con el rostro abatido de pensar, se reúne con su amiga Laura en un bar a tomar un café. Deprimido, descargó en ella sus angustias… ¡que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación!… Todo parecía estar mal en su vida. Laura introdujo la mano en su bolso, sacó un billete de 50€ y le dijo: ¿Quieres este billete? Pablo, un poco confundido al principio, le contestó: Claro, Laura… son 50 €, ¿quién no los querría? Entonces Laura tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola. Mostrando la estrujada pelotita a Pablo, volvió a preguntarle: Y ahora, ¿lo quieres también? Laura, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 €. Claro que lo cogeré si me lo das. Laura desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó con el pie, levantándolo luego sucio y marcado: ¿Lo sigues queriendo? Mira, Laura, sigo sin entender a dónde vas, pero es un billete de 50 €, y mientras no lo rompas, conserva su valor… Pablo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido… Lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.

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La orilla de los sueños Maestro y aprendiz caminaban por un sendero que entre los pinos pasaba muy cerca del mar. El aprendiz reflexionaba sobre las enseñanzas que ese anciano con cara de niño le había estado inculcando en los últimos días, y una pregunta tomó forma: -Maestro, ¿Para qué sirven los sueños? El Maestro continuó caminando sin girar la cabeza ni contestar y dirigió sus paso hacia una playa cercana, mientras el aprendiz le seguía le invadía el miedo de una pregunta desafortunada, pero sabía que no deben hacerse suposiciones, y que no mucho tiempo después algo sucedería para desvelar esa incógnita, así que pacientemente, siguió los pasos de su mentor. Llegaron a la orilla de la playa, donde a escasos metros la espuma delimitaba el mar y comenzaba la tierra, el Maestro se giró hacia su aprendiz y dijo: “Los Sueños son como el mar, y la realidad es la tierra que pisamos. Debes disfrutar de la orilla y mojar tus pies con ellos, porque eso te enriquecerá como persona y te hará mejor, pero con cuidado de no meterte tan dentro del mar que puedas perder de vista la realidad y ahogarte. Por maravillosa que sea la tierra que tus pies tengan debajo, el mar es necesario para avivar la llama de nuestro espíritu, y la tierra imprescindible para que nuestra mente conserve el rumbo y no vaya a la deriva, como todo en esta vida… es cuestión de un punto medio. Todos necesitamos frecuentar la orilla, es básico para que sigamos siendo humanos… y si nos alejamos demasiado tiempo corremos el riesgo de secarnos. Es tal la relación entre el símil que te he planteado y el mar, que todos los que hemos visto esas maravillosas llanuras de agua y azul las necesitamos formando parte de nuestras vidas, y quienes aún no las han conocido escuchan su llamada en la distancia… y es que no hay nada tan bonito como todos tus sueños bailando juntos, hasta que llegan a tu orilla para hacerse realidad. El aprendiz giró la cabeza hacia el mar, y sonrió.

El monje y el silencio – ¿Qué aprendes tú en tu vida de silencio?

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59 -preguntó el visitante a un monje de clausura. El monje, que estaba sacando agua del pozo, le respondió: – Mira al fondo del pozo, ¿qué ves? El hombre se asomó al brocal del pozo. – No veo nada. El monje se quedó inmóvil y en silencio y, después de un rato, dijo de nuevo a su visitante: – ¡Mira ahora! ¿Qué ves? El visitante obedeció: – Ahora me veo a mí mismo en el espejo del agua. El monje le explicó: – Ya ves. Cuando yo meto el cubo en el pozo, el agua está agitada. Sin embargo ahora el agua está tranquila. Así es la experiencia del silencio. ¡El hombre se descubre a sí mismo!

LA ISLA DE LAS EMOCIONES Cuentan que en una isla vivían todas las emociones humanas, vivían ahí la Misericordia, el Miedo, el Amor y el Odio, vivían también la Sabiduría, el Conocimiento, la Previsión, la Vanidad y la Tristeza, todas vivían en esa isla. Un día, la Sabiduría reunió a todos los habitantes de la isla y les dijo: – Señoras y Señores, tengo una mala noticia que darles: La isla se hunde, esta isla va a desaparecer para siempre y aquellos que no la abandonen desaparecerán también del corazón del hombre por toda la eternidad– Todos se angustiaron y preguntaron: –Pero estas segura Sabiduría, no puede haber error– La Sabiduría dijo: –No, yo nunca me equivoco– Todos: –Y entonces que hacemos– La Sabiduría contesto: –Bueno, ustedes deberías dedicarse a construir algún barco o un bote, una balsa que los lleve hasta la isla lejana, la Previsión y Yo ya hemos construido un avión y a penas termine de decir esto volaremos a la otra isla–Y así fue, llevando como polizón al Miedo que como no es sonso ya se había escondido en el avión, la Sabiduría y la Previsión volaron de la isla, y

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60 todos se dedicaron a construir alguna manera de dejar el lugar, nadie quería desaparecer para siempre, todos menos el Amor, porque el Amor pensó: –Como dejar este lugar, después de tantas cosas vividas, después de tantas cosas sentidas– y volvió a subir a cada árbol y a oler cada flor, y fue hasta la playa y se revolcó en la arena como tantas veces había hecho, penetro en cada cueva, en cada rincón de la isla y en un instante prefirió pensar que quizás la isla se hundía por un momento, pero luego resurgiría y volvería a ser la isla que Él había conocido, pero como respuesta, la isla de un cimbronazo se hundió bastante más, y el Amor se dio cuenta que por no construir un barco iba a desaparecer, el Amor iba a desaparecer para siempre, así que fue hasta la bahía, el lugar más elevado de la isla, pensó en pedir ayuda a alguno de sus compañeros y compañeras, y vio venir el barco de la Riqueza, un barco enorme y lujoso, le dijo: –Riqueza, soy yo el Amor, te acuerdas de mí, sálvame no tengo barco– La Riqueza le dijo: Yo te salvaría, pero la verdad es que tengo el barco lleno de riquezas, lleno de oro, lleno de joyas, lleno de dinero, y no hay espacio para ti– y se fue. Y el Amor vio venir el barco de la Vanidad, un barco lleno de telas de colores y de luces, y le dijo: –Vanidad, Vanidad, sálvame– La Vanidad le dijo: –Yo te salvaría, pero mira tú aspecto, estas todo sucio y lloroso, afearías mi barco, no, no quiero llevarte conmigo– y se fue. Y por fin vio pasar un bote bien pequeñito, el bote de la Tristeza, le dijo: Tristeza, hermana sálvame– La Tristeza le dijo: –Te llevaría de buen grado, pero estoy tan triste que prefiero estar sola– y se fue. El Amor se sentó a llorar, no quería privar al mundo de sí mismo, y entonces escucho de pronto a alguien que lo chistaba, giro la cabeza, y vio a un viejito que le hacía señas de que se acercara, el Amor se acercó y le dijo: –Por favor, no hice barco– El viejo le tapó la boca y le dijo: – Sube, yo te comprendo, yo te salvo– El Amor subió al bote del viejo y empezaron a remar para alejarse de la isla que unos minutos después termino de hundirse, el Amor se dio cuenta que gracias a ese viejo se había salvado, que el Amor iba a seguir existiendo en el universo gracias a ese viejito. Llegaron a la otra isla y sin decir una palabra el viejo despareció, el Amor se cruzó con la Sabiduría y le dijo: –Oye, me ha salvado un viejo al

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61 que yo ni siquiera conozco, ¿quién es? – Y entonces la Sabiduría le dijo: – Ese viejo es el Tiempo, porque el Tiempo es el único que puede salvar al Amor que sufre una pérdida.

La Ultima Casa del Carpintero Un viejo carpintero decidió retirarse. Le comunicó a su jefe que, aunque iba a extrañar su salario, necesitaba retirarse y estar con su familia. El jefe se entristeció mucho con la noticia porque aquel hombre era su mejor carpintero. Decidió pedirle de favor que le construyera una última casa antes de retirarse. El carpintero aceptó la proposición y empezó la construcción de su última casa pero, a medida que trabajaba sintió que su corazón no estaba de lleno en el trabajo. Arrepentido de haber aceptado la petición de su jefe, el carpintero no puso el esfuerzo y la dedicación que acostumbraba poner en el trabajo. Cada casa la había construido con gran esmero, pero ya estaba cansado y sentía que su jefe le había presionado para hacer una casa más. Cuando el carpintero terminó la casa, el jefe vino muy contento y le entregó la llave de aquella diciéndole: "Esta es tu casa. Es mi regalo para ti y tu familia por tanto años de buen servicio". El carpintero sintió que el mundo se le iba... Si tan solo él hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa, lo hubiese hecho todo de una manera diferente.

LA MEDIA COBIJA Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa. Durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia. Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna. A los setenta años, Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, ahora brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que este apareciera, y decidió por primera vez en su vida pedirle un favor. Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía el hijo con su familia.

-¡Hola papá, qué milagro que vienes por aquí! -Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo; además estoy cansado y viejo. -Pues a nosotros nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes

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62 que ésta es tu casa. -Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡Me siento tan solo! -¿Quedarte a vivir aquí? Si... claro...pero no sé si estarías a gusto. Tu sabes, la casa es chica...mi esposa es muy especial...y luego los niños... -Mira, hijo, si te causo muchas molestias olvídalo. No te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano. -No padre, no es eso. Sólo que...no se me ocurre donde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían...o solo que no te moleste... -¿Qué hijo? -Dormir en el patio... -Dormir en el patio... está bien. El hijo de Don Roque llamó a su hijo de doce años. -Dime papá. -Mira, hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche. -Sí, con gusto...y ¿dónde va a dormir? -En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa. Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llegó su padre. -¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la cobija de tu abuelo? -Sabes papá estaba pensando... -¿Pensando en qué? -En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas ya viejo y vayas a vivir a mi casa.

Las galletitas En una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren viene con retraso y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación. Un poco fastidiada, la señora va al kiosco y compra una revista, un paquete de galletitas y una lata de naranjada. Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. De pronto, la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.

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63 La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer ver que no ha pasado nada; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente. Por toda respuesta, el joven sonríe y toma otra galletita. La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho. El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido. Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. – No podrá ser tan caradura – piensa .. Y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas. Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora. – ¡Gracias! – dice la mujer tomando con rudeza la media galletita. – De nada – contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad. El tren llega. Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: – Sinvergüenza. Siente la boca reseca de ira. Abre el bolso para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas ¡intacto! Autor: Jorge Bucay

Tus hijos no son tus hijos Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti, y aunque estén contigo, no te pertenecen.

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64 Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos. Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellos viven en la casa del mañana, que no puedes visitar, ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerles semejantes a ti, porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer. Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados. Deja que la inclinación, en tu mano de arquero, sea para la felicidad. Khalil Gibran, poeta, filósofo y artista libanés

El saco de plumas Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado. Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre sabio a quien le dijo: "Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?", a lo que el hombre respondió: "Toma una bolsa llena de plumas de ave y suéltalas por donde vayas". El hombre al cabo de un día las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar la bolsa con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas". El hombre se sintió muy triste, pues sabía que eso era imposible.

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65 El sabio le dijo: "Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Se humilde y reconoce el daño pidiendo perdón a tu amigo, y jamás vuelvas a repetirlo".

Las Tres Pipas Una vez un miembro de la tribu piel roja se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido gravemente. Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad. El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que había pensado, pero antes de hacerlo llenaría su pipa de tabaco y la fumaría con calma al pie del árbol sagrado del pueblo. El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una semana en terminar la pipa. Luego sacudió sus cenizas y decidió volver a hablar con el jefe piel roja para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa. Nuevamente el anciano lo escuchó y aplaudió su decisión, pero le ordenó que ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y estuvo media hora meditando. Después regresó a donde estaba el cacique piel roja y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre medio molesto pero ya mucho más sereno se dirigió al árbol centenario y allí, sentado, fue convirtiendo en humo su tabaco. Cuando terminó, se tornó al jefe piel roja y le dijo:

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66 – ¡Pensándolo mejor! Veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré a un amigo que, seguramente, se arrepentirá de lo que ha hecho.

Las tres rejas El joven discípulo de un filósofo sabio llega a su casa y le dice: -Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia… -¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme? -¿Las tres rejas? -preguntó su discípulo. -Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto? -No. Lo oí comentar a unos vecinos. -Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien? -No, en realidad no. Al contrario… -¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta? -A decir verdad, no. -Entonces… -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Los 3 ancianos Una mujer que salía de su casa vio a tres ancianos de barbas blancas sentados en el jardín de su casa. “No sé quiénes son ustedes, pero deben tener hambre. Por favor, pasen que les daré algo de comer” “¿Está el hombre de la casa?”, preguntó uno de ellos. “No, no está” “Entonces no podremos entrar” dijeron los ancianos.

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67 Al atardecer, cuando su marido llegó a la casa, la señora le contó lo sucedido. “Ve y dile que yo estoy en casa y que los invito a pasar a los tres” La mujer salió y los invitó amablemente a que pasaran. “Nosotros no podemos ser invitados a una casa juntos” dijo con determinación uno de los ancianos. “¿Por qué?” preguntó la mujer muy intrigada. El anciano con la barba más blanca respondió: “Su nombre es Riqueza” dijo señalando a uno de ellos y señalando al otro agregó: “Su nombre es Éxito, y el mío es Amor… ahora, ve con tu marido y decidan a cuál de nosotros prefieren invitar” “¡Qué fantástico! Si ese es el caso invitemos a Riqueza. Así llenaremos nuestra casa con riquezas” Dijo el marido cuando escuchó lo que le contó la mujer. “No, no me parece buena idea… ¿Por qué no elegimos a Éxito? así seremos admirados por todos” Su hija adoptiva que escuchaba la conversación desde su habitación exclamó: “¿Por qué no invitamos al Amor? ¿Por qué siempre hay que pensar en las riquezas y el éxito como si el amor no fuera importante para nosotros?” La intervención de la niña dejó a sus padres en silencio y avergonzados. “Sí, ella tiene razón” dijo la madre. Y el padre agregó: “Sigamos el consejo de nuestra hija” La mujer salió al encuentro de los ancianos y preguntó: “¿Cuál de ustedes es Amor? … Por favor, pase y sea nuestro invitado.” Amor se levantó y comenzó a caminar hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y los siguieron. Sorprendida, la mujer miró a Éxito y a Riqueza y preguntó: “Sí yo solamente invité a Amor ¿Por qué ustedes también vienen?” Los tres ancianos respondieron juntos: “Si hubiese invitado a Éxito o a Riqueza los otros dos se quedaban afuera, pero ustedes invitaron a Amor, y donde quiera que él vaya los otros lo siguen. Porque donde hay amor siempre hay éxito y riqueza”.

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Leyenda Árabe Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofeteada al otro. El otro ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: HOY MI MEJOR AMIGO ME PEGÓ UNA BOFETADA EN EL ROSTRO. Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: HOY MI MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA. Intrigado el amigo preguntó: ¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro amigo respondió: “Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo, por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo”.

Empuja la vaquita Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, Cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar. Durante la caminata le comento al aprendiz sobre la importancia de las visitas, también de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constato la pobreza del sitio, los habitantes, una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado. Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le pregunto: En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?

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69 El señor calmadamente respondió: amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo. El sabio agradeció la información, contemplo el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, volteo hacia su fiel discípulo y le ordeno: busque la vaquita, llévela al precipicio de allí enfrente y empújela al barranco. El joven espantado vio al maestro y le cuestiono sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Más como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden. Así que empujo la vaquita por el precipicio y la vio morir.

Aquella escena quedo grabada en la memoria de aquel joven durante algunos años. Un bello día el joven resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín. El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, acelero el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático, el joven pregunto por la familia que vivía allí hace unos cuatro años, el señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado el joven entro corriendo a la casa y confirmo que era la misma familia que visito hace algunos años con el maestro. Elogio el lugar y le pregunto al señor (el dueño de la vaquita): ¿Como hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida? El señor entusiasmado le respondió: nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.

Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra sobrevivencia la cual es una convivencia con la rutina, nos hace dependientes, y casi que el mundo se reduce a lo que la vaquita nos produce.

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El viejo ermitaño Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia. Se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer. La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo. Les contestó: “Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león”. No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales? Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron. Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también. Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lanzan sobre una presa buena, son mis ojos. Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir, son mis dos manos. Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta, son mis dos pies. Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño, es mi lengua. El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber.

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71 Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día, es mi cuerpo. Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso, es mi corazón.

El Vaso de Agua Psicólogo en una sesión grupal levantó un vaso de agua, todo el mundo esperaba la típica pregunta: ¿Está medio lleno o medio vacío? Sin embargo, preguntó:

– ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. El psicólogo respondió: “El peso absoluto no es importante, depende de

cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo 1 minuto, no es problema, si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo, si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, más difícil de soportar se vuelve.” Y continuó: “Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en

ellas un rato, no pasa nada. Si piensas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada.” ¡¡¡Acuérdate de soltar el vaso!!!

El Frasco de Piedras Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó: – ¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco? Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó: – ¿Está lleno? Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras

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72 grandes. El experto sonrió con ironía y repitió: – ¿Está lleno? Esta vez los oyentes dudaron: – Tal vez no. – ¡Bien! Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava. – ¿Está bien lleno? preguntó de nuevo. – ¡No!, exclamaron los asistentes. Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba. – Bueno, ¿qué hemos demostrado?, preguntó.

Un alumno respondió: – Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.

– ¡No!, concluyó el experto: lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida? ¿Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu salud, la persona amada? ¿O son tu trabajo, tus reuniones, tus viajes de negocio, el poder o el dinero? La elección es tuya. Una vez te hayas decidido…, pon esas piedras primero. El resto encontrará su lugar.

¡No te pude esperar! Una vez un hombre muy afortunado había conseguido la mejor entrevista de su vida: Iba a entrevistar ni más ni menos que a Dios. Esa tarde el hombre llegó a su casa dos horas antes, se arregló con sus mejores ropas, lavó su automóvil e inmediatamente salió de su hogar. Manejó por la avenida principal rumbo a su cita, pero en el trayecto cayó un chubasco que produjo un embotellamiento de tránsito y quedó parado. El tiempo transcurría, eran las 7:30 y la cita era a las 8:00 p.m. Repentinamente le tocaron el cristal de la ventanilla y al voltear vio a un chiquillo de unos nueve años ofreciéndole su cajita llena de chicles (goma de mascar). El hombre sacó algún dinero de su bolsillo y cuando

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73 lo iba a entregar al niño ya no lo encontró. Miró hacia el suelo y ahí estaba, en medio de un ataque de epilepsia. El hombre abrió la portezuela e introdujo al niño como pudo al automóvil. Inmediatamente buscó como salir del embotellamiento y lo logró, dirigiéndose al hospital de la Cruz Roja más cercana. Ahí entregó al niño, y después de pedir que lo atendiesen de la mejor forma posible, se disculpó con el doctor y salió corriendo para tratar de llegar a su cita con Dios. Sin embargo, el hombre llegó 10 minutos tarde y Dios ya no estaba. El hombre se ofendió y le reclamó al cielo: "Dios mío, pero tú te diste cuenta, no llegué a tiempo por el niño, no me pudiste esperar. ¿Qué significan 10 minutos para un ser eterno como tú?" Desconsolado se quedó sentado en su automóvil; de pronto lo deslumbró una luz y vio en ella la carita del niño a quien auxilió. Vestía el mismo suetercito deshilachado, pero ahora tenía el rostro iluminado de bondad. El hombre, entonces, escuchó en su interior una voz: Hijo mío, no te pude esperar... y salí a tu encuentro.

El hombre, el niño y el burro Un hombre y su hijo iban una vez con su burro de camino al mercado, mientras caminaban a su lado pasaba un hombre de campo que dijo: '¿para qué es el burro sino para que montarse sobre?'. Así que el hombre puso al niño en el burro y siguieron su camino, pero pronto pasaron un grupo de hombres, uno de ellos dijo: 'Mira ese joven perezoso, él deja a su padre caminar mientras el monta cómodamente'. Así que el hombre que ordenó al muchacho que bajara, y se subió el, pero no habían ido muy lejos cuando pasaron dos mujeres, una de ellas le dijo a la otra: '¡Qué vergüenza que patán perezoso como deja que su pobre hijo camine mientras él va en el burro!'.

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74 Bueno, el hombre no sabía qué hacer, pero al fin tomó su niño y lo subió delante de él en el burro. Para entonces habían llegado a la ciudad, y los transeúntes comenzaron a burlarse y apuntarles. El hombre se detuvo y preguntó de qué se estaban burlando y los hombres dijeron: '¿No te da vergüenza de la sobrecarga que lleva el pobre burro contigo y tu hijo?'. El hombre y el niño se bajaron y el hombre trató de pensar qué hacer. Pensó y pensó, hasta que por fin cortaron una vara, ataron los pies del burro a la misma, y levantaron la vara y el burro a sus hombros, iban entre las risas de todos los que los veían pasar hasta llegar al puente del Mercado, cuando el burro, con uno de sus pies sueltos, resbaló y cayó sobre el río, lo que provocó las carcajadas de todos los ciudadanos. 'Eso les enseñará', dijo un anciano que los había seguido. Moraleja: No intentes complacer a toda la gente, porque así nunca vas a complacer a nadie.

Sal y algodón en el rio Llevaba Nasruddin una carga de sal al mercado... Su asno tuvo que vadear un río y la sal se disolvió. Al alcanzar la otra orilla, el animal se puso a corretear, contentísimo de haber visto aligerada su carga. Pero Nasruddin estaba enfadado de veras. Al siguiente día en que había mercado Nasruddin cubrió los sacos con abundante algodón. Al cruzar el río, el asno casi se ahoga por culpa del exceso de peso. "¡Tranquilízate!", dijo alborozado Nasruddin. "¡Esto te enseñará que no siempre que cruces el río vas a ganar tú!".

Un plato de lentejas "Un día, estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas, sentado en el umbral de una casa cualquiera. No había ningún alimento en toda Atenas más barato que el guiso de lentejas. Dicho de otra manera, comer guiso de lentejas significaba que te encontrabas en una situación de máxima precariedad.

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75 Pasó un ministro del emperador y le dijo "¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas". Diógenes dejó de comer, levantó la vista, y mirando al acaudalado interlocutor intensamente, contestó: "Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador"

Las cuatro esposas Había una vez un rey que tenía cuatro esposas. Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Solo le daba lo mejor. También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro. También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para ayudarle a salir de los tiempos difíciles. La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y aunque ella le amaba profundamente, apenas si él se fijaba en ella. Un día, el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló: "Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero, cuando muera, estaré solo". Así que le preguntó a su cuarta esposa: "Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?" "¡Ni pensarlo!", Contestó la cuarta esposa y se alejó sin decir más palabras. Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo filoso. El entristecido monarca le preguntó a su tercera esposa: Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?" "¡No!", Contestó su tercera esposa. "¡La vida es

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76 demasiado buena! ¡Cuándo mueras, pienso volver a casarme!" Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío. Entonces preguntó a su segunda esposa: "Siempre he venido a ti por ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?" "¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!", contestó la segunda esposa. "Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte". Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al rey. Entonces escuchó una voz: "Me iré contigo y te seguiré doquiera tu vayas". El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Sé veía tan delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo: "¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!" En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas. Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando muramos. Nuestra tercera esposa es nuestras posesiones, condición social y riqueza. Cuando muramos, irán a parar a otros. Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos. No importa cuánto nos hayan sido de apoyo a nosotros aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro. Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará a donde quiera que vayamos. ¡Así que, cultívala, fortalécela y cuídala ahora! Es el más grande regalo que puedes ofrecerle al mundo. ¡Déjala brillar!

Cosas que Dios no te preguntara Dios no te preguntará qué modelo de auto usabas; te preguntará a cuánta gente llevaste. Dios no te preguntará los metros cuadrados de tu casa; te preguntará cuánta gente recibiste en ella.

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77 Dios no te preguntará la marca de la ropa en tu armario; te preguntará a cuántos ayudaste a vestirse. Dios no te preguntará cuan alto era tu sueldo; te preguntará si vendiste tu conciencia para obtenerlo. Dios no te preguntará cuál era tu título; te preguntará si hiciste tu trabajo con lo mejor de tu capacidad. . Dios no te preguntará cuántos amigos tenías; te preguntará cuánta gente te consideraba su amigo. Dios no te preguntará en qué vecindario vivías; te preguntará cómo tratabas a tus vecinos. Dios no te preguntará el color de tu piel; te preguntará por la pureza de tu interior. Dios no te preguntará por qué tardaste tanto en buscar la Salvación; te llevará con amor a tu casa en el Cielo y no a las puertas del Infierno.

¿Quién Mato al Amor? Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que ODIO, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a todos sus súbditos a una reunión urgente. Vinieron de todas partes del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión, con curiosidad por saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos reunidos, ODIO se puso de pie y dijo: Los he reunido a todos porque deseo con todo mi corazón matar alguien. Los asistentes no se extrañaron mucho pues era ODIO quien les estaba hablando y él siempre quería matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí quien era tan difícil de matar para que ODIO, los necesitara a todos. Quiero voluntarios que maten al odioso AMOR, dijo. Muchos sonrieron, ya que casi todos querían hacerlo de una u otra forma. El primer voluntario fue “Mal Carácter”. Yo iré y les aseguro que en un mes, AMOR habrá muerto. Provocaré tal discordia e ira que no lo soportará, les dijo a todos. Al cabo de un mes se reunieron otra vez para escuchar lo sucedido, pero

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78 “Mal Carácter” tenía malas noticias. Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, AMOR la superaba y salía adelante, les dijo. Fue entonces cuando, se ofreció “Ambición” que haciendo alarde de su poder dijo: En vista de que “Mal Carácter” fracasó, iré yo. Desviaré la atención de AMOR hacia el deseo por la riqueza y el poder, y no podrá vencer la tentación. No fallaré. “Ambición” inició el ataque hacia su víctima, quien efectivamente cayó herida, pero después de luchar ferozmente, renunció a todo deseo de poder y triunfó. ODIO se enfureció por el fracaso de “Mal Carácter” y “Ambición” y decidió enviar a “Celos”, quien burlón y perverso inventaba toda clase de artimañas y situaciones para despistar y llenar de dudas y sospechas infundadas a su adversario AMOR. Pero este no tenía ninguna intención de morir, y con valentía y fortaleza lo venció. Año tras año, ODIO siguió en su lucha y envió a sus más hirientes compañeros: “Frialdad”, “Egoísmo”, “Indiferencia”, “Pobreza” y a muchos otros, pero todos fracasaron, porque cuando AMOR se sentía desfallecer, tomaba de nuevo fuerzas y todo lo superaba. ODIO, convencido de que AMOR era invencible les dijo a los demás: Nada se puede hacer, hemos perdido la batalla. AMOR lo ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo hemos logrado. De pronto, de un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido, su rostro era poco visible, por lo que nadie lo reconoció. Con voz muy firme y con mucha autoridad, dijo: “Yo me encargaré de AMOR” Confundido, pero con mucha alegría, ODIO dijo: Ve y hazlo. Tan sólo habían pasado unos días cuando ODIO volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles que después de mucho esperar por fin: AMOR había muerto. El sentimiento poco conocido se puso de pie, se dirigió a los presentes y les dijo: Ahí les entrego el cuerpo sin vida de AMOR. Está muerto como deseaban todos ustedes, y sin decir nada más se marchó. Espera dijo ODIO: ¿Cómo has podido vencerle en tan poco tiempo? ¿Acaso no hizo el menor esfuerzo para sobrevivir? ¿Quién eres tú?

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El sentimiento mostró por primera vez su horrible rostro y dijo: “Soy LA RUTINA

El roble y el junco Cuentan que una vez crecieron juntos un junco y un roble. Al cabo del tiempo el roble se hizo un enorme y engreído árbol que menospreciaba al junco burlándose de esta manera:

– ¡Qué pequeño y débil eres! Ni siquiera tienes ramas y tu tronco no aguantaría ni un cuarto de kilo. Yo, sin embargo, soy grande, tengo poderosas ramas y mi tronco es mil veces más robusto que el tuyo. No sé ni siquiera por qué te hablo. El junco ni se inmutaba ante tales palabras, más se entristecía de que su compañero, el roble, estuviese tan pagado de sí mismo. Un día un tornado arrasó la comarca y mientras que el roble se oponía a la virulencia del aire con todo su vigor, el junco se plegaba. Tan fuerte era el tornado, que terminó arrancando el roble. Cuando llegó la calma, el junco se mantenía en pie por qué no se opuso frontalmente a la enorme fuerza que les atacaba, sino que la supo eludir, mientras que el roble cayó por creerse invulnerable, terminando por convertirse en leña para los leñadores. Al verlo el junco se decía: – Tanta vanidad y soberbia ¿de qué te han servido? Tu inflexibilidad ante

el tornado te ha llevado a tu propia caída.

El mismo traje Cierta vez un hombre visitó a su Rabí, y le relató su problema: - Rabí, soy un sastre. Con los años gané una excelente reputación por mi experiencia y alta calidad de mi trabajo. Todos los nobles de los alrededores me encargan sus trajes y los vestidos de sus esposas. Hace

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80 unos meses, recibí el encargo más importante de mi vida: El príncipe en persona escuchó de mí y me solicitó que le cosiera un ropaje con la seda más fina que es posible conseguir en el país. Puse los mejores materiales e hice mi mejor esfuerzo. Quería demostrar mi arte, y que este trabajo me abriera las puertas a una vida de éxito y opulencia. Pero cuando le presenté la prenda terminada, el príncipe comenzó a gritarme e insultarme. - ¿Esto es lo mejor que puedes hacer? Es una atrocidad. ¿Quién te enseñó a coser? - Me ordenó que me retirara y arrojó el traje tras de mí. Rabí, estoy arruinado. Todo mi capital estaba invertido en esa vestimenta, y peor aún, mi reputación ha sido totalmente destruida. Nadie volverá a encargarme una prenda luego de esto. No entiendo qué sucedió, ha sido el mejor traje que he hecho en años. El Rabí le contestó: - Vuelve a tu negocio, descose cada una de las puntadas de la prenda y cóselas exactamente como lo habías hecho antes. Luego, llévala al príncipe de nuevo. - Pero obtendré el mismo traje que tengo ahora -protestó el sastre-, además, mi estado de ánimo no es el mismo. - Haz lo que te indico, y Dios te ayudará, dijo el Rabí. Dos semanas después, el sastre retornó a donde el Rabí: - Rabí, usted ha salvado mi vida. Cuando le presenté nuevamente el traje al príncipe, su rostro se iluminó y exclamó: "¡Este es el traje más hermoso y delicado que haya visto en toda mi vida!" Me pagó generosamente y prometió entregarme más trabajo y recomendarme a sus amigos. Pero Rabí, deseo saber ¿cuál era la diferencia entre el primer traje y el segundo? El Rabí le explicó: - El primer traje, fue cosido con arrogancia y orgullo. El resultado fue una vestimenta espiritualmente repulsiva que, aunque técnicamente perfecta, carecía de gracia y belleza. Sin embargo, la segunda costura fue hecha con humildad y con el corazón quebrado, transmitiendo una belleza esencial que provocaba admiración en quien la veía.

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El anillo El joven se acercó a su maestro y con aire de desánimo le preguntó: ¿Maestro, por qué me siento tan poca cosa que no tengo ánimo ni fuerzas para hacer nada? Todos me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más? El maestro, sin mirarlo, le dijo: -Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, primero debo resolver mi propio problema. Quizás después... de pronto se detuvo y haciendo una pausa agregó: si quisieras ayudarme tú a mí, podría resolver mi problema con más rapidez y después tal vez pueda ayudarte. - Encantado maestro, titubeó el joven, pero sintió que otra vez se le tenía en poco y que sus necesidades volvían a ser desatendidas. -Bien-, dijo el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y se lo entregó al muchacho diciéndole: Toma el caballo que está allá afuera, cabalga hasta el mercado y vende este anillo. Necesito hacerlo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En el deseo de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y otra de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, montó en su caballo y regresó abatido por su fracaso. ¡Cuánto hubiera deseado el joven poder obtener una moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Pero había sido imposible. Al entrar en la casa, el Maestro le estaba esperando y el joven le

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82 explicó lo ocurrido: Lo siento Maestro, le dijo, no pude conseguir lo que me pediste. Quizás hubiera conseguido dos o tres monedas de plata, pero no he sido capaz de engañar a nadie sobre el verdadero valor del anillo. -Qué importante lo que dijiste, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Lo primero que debemos saber, es el verdadero valor del anillo. Vete a ver al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregúntale cuánto te daría por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas y tráeme de nuevo mi anillo. El joven llevó el anillo al joyero. Éste lo examinó con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Muchacho, dile al maestro, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo. ¡58 monedas! exclamó el joven. -Sí, replicó el joyero, -sé perfectamente que con el tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero... si la venta es urgente... El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido. -Siéntate, le dijo el maestro después de escucharlo: Tú eres como este anillo, una joya, valiosa y única. Como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto ¿Por qué permites que cualquiera te diga tu valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.

“Muchos pretenden decirnos quiénes somos y cuál es nuestro valor como personas, pero sólo quien nos diseñó, sólo nuestro Dios está calificado para hacerlo. Si quieres saber quién eres y cuál es el propósito de tu vida, tienes que preguntarle sólo a Él”

¿Existe Dios? Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y entabló una conversación con el barbero. En un momento de la conversación el barbero dijo: -Yo no creo que Dios exista. -¿Por qué dice usted eso? - preguntó el cliente. Es muy fácil, al salir a la calle se da cuenta de que Dios no existe...

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83 Y si no, dígame. Si Dios existe ¿por qué hay tantos enfermos? ¿Por qué hay niños abandonados? No amigo, si Dios existiera, no habría sufrimiento, ni tanto dolor para la humanidad. No puedo pensar que exista un Dios que permita todas esas cosas. El cliente se quedó pensando y no quiso responder para evitar una discusión. Al terminar su trabajo, el cliente salió del negocio y vio a un hombre con la barba y el cabello largo. Entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero. -¿Sabe una cosa? Los barberos no existen. -¿Cómo? ¿Y yo, que soy? -¡No! dijo el cliente, los barberos no existen repitió el hombre, porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre. -Los barberos si existen, el problema es que esas personas no vienen hacia mí. -¡Exacto...! dijo el cliente. Ese es el punto. Dios sí existe, lo que sucede es que las personas no van a Él y no le buscan, por eso hay tanto dolor, guerras, hambre, miserias...

Dios viene a cenar Era la noche de navidad. Un ángel se apareció a una familia de dinero y le dijo a la dueña de la casa: "Te traigo una buena noticia: Esta noche el Señor Jesús vendrá a visitar tu casa." La señora quedó entusiasmada. Nunca había creído que en su casa sucediese este milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó pavos, conservas y vinos importados. De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado por un embarazo muy adelantado.

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84 - "Señora ¿no tendrá algún trabajo para darme? Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo." - "¡Pero ésta no es hora de molestar! Vuelva otro día", respondió la dueña de la casa. "Ahora estoy muy ocupada con la cena para una importante visita." Poco después, un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta. - "Señora, mi camión se ha arruinado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja de herramientas que me pueda prestar?" La señora, ocupada porque estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se irritó mucho: "¿Usted piensa que mi casa es un taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así? Por favor no ensucie mi entrada con esos pies cochinos." La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso la champaña en el refrigerador, escogió en la bodega los mejores vinos, preparó unos coctelitos. Mientras tanto alguien afuera llamó a la puerta. "Será que ahora llega Jesús", pensó ella emocionada, y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús, era un niño harapiento de la calle. - "Señora, déme un plato de comida." - "¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado?" "Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada." Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita. Sin embargo, pasaba las horas y Jesús no aparecía. Cansados de esperar empezaron a tomar los coctelitos, que al poco tiempo comenzaron a hacer su efecto en los estómagos vacíos y el sueño hizo olvidar los pavos y los platos preparados. A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran espanto, frente a un ángel.

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85 - "¿Un ángel puede mentir?" Gritó ella. "Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me hizo esta broma?" - "No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver", dijo el ángel. "Jesús estuvo aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño hambriento. Pero usted no lo reconoció ni acogió".

Inscripción en las ruinas de Persepolis Nunca digas todo lo que sabes, nunca hagas todo lo que puedes, nunca creas todo lo que oyes, nunca gastes todo lo que tienes. Porque quien dice todo lo que sabe, hace todo lo que puede, cree todo lo que oye y gasta todo lo que tiene. Un día dirá lo que no debe, hará lo que no sabe, juzgará lo que no ve y gastará lo que no tiene.

EL ÁRBOL DE LOS AMIGOS Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren todo el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, más otras apenas las vemos entre un paso y otro. A todas la llamamos amigos y hay muchas clases de ellos. Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza cada uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro papa y nuestra mama, nos muestra lo que es la vida. Después vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer con nosotros. Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.

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86 Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuándo no estamos bien, saben lo que nos hace feliz. También existen aquellos amigos por un tiempo, unas vacaciones, o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro durante el tiempo que estamos cerca. Hablando de cerca no podemos olvidar a los amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre hoja y hoja. El tiempo pasa el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otra permanecen por muchas estaciones. Pero lo que nos deja más felices es darnos cuenta que aquellas que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son momentos de recuerdos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino. Te deseo hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad. Hoy y siempre…. Simplemente porque cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre dejan un poco de si y se llevan un poco de nosotros… Habrá de los que se llevaron mucho, pero no habrá de los que no nos dejaron nada. Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.

Jorge Luis Borges

DEJA SECAR LA IRA Mariana se puso toda feliz por haber ganado de regalo un juego de té de color azul. Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino bien temprano a invitarla a jugar. Mariana no podía pues saldría con su madre aquella mañana. Julia entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té para que ella pudiera jugar sola en el jardín del edificio en que vivían. Ella no quería prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié en el cuidado de aquel juguete tan especial.

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87 Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota. Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá "¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo? Le presté mi juguete y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo". Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo: "Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó. ¿Recuerdas lo que dijo tu abuela? Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil quitar la mancha. Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo". Mariana no entendía todo muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver el televisor. Un rato después sonó el timbre de la puerta...Era Julia, con una caja en las manos y sin más preámbulo ella dijo: "Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que a menudo nos molesta? Él vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té pero él se enojó y destruyó el regalo que me habías prestado. Cuando le conté a mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito, para ti. ¡Espero que no estés enojada conmigo! ¡No fue mi culpa!“ "¡No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó! Y dando un fuerte abrazo a su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo ensuciado de lodo". Nunca reacciones mientras sientas ira. La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como ellas realmente son. Así evitarás cometer injusticias y ganarás el respeto de los demás por tu posición ponderada y correcta delante de una situación difícil. Acuérdate siempre: ¡Deja la ira secar!

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Los tres consejos Una pareja de recién casados, era muy pobre y vivía de los favores de un pueblito del interior. Un día, el marido le hizo la siguiente propuesta a su esposa: Querida yo voy a salir de la casa. Voy a viajar bien lejos, buscar un empleo y trabajar hasta tener condiciones para regresar y darte una vida más cómoda y digna. No sé cuánto tiempo voy a estar lejos; sólo te pido una cosa: que me esperes y mientras yo esté lejos, seas fiel a mí, pues yo te seré fiel a ti." Así, siendo joven aún, caminó muchos días a pie, hasta encontrar un hacendado que estaba necesitando de alguien para ayudarlo en su hacienda. El joven llegó y se ofreció para trabajar y fue aceptado. Pidió hacer un trato con su jefe, el cual fue aceptado también. El pacto fue el siguiente: Déjeme trabajar por el tiempo que yo quiera y cuando yo encuentre que debo irme, el señor me libera de mis obligaciones. Yo no quiero recibir mi salario. Le pido al señor que lo coloque en una cuenta de ahorros hasta el día en que me vaya. El día que yo salga, usted. Me dará el dinero que yo haya ganado." Estando ambos de acuerdo, aquel joven trabajó durante 20 años, sin vacaciones y sin descanso. Después de veinte años, se acercó a su patrón y dijo: Patrón, yo quiero mi dinero, pues quiero regresar a mi casa." El patrón le respondió: "Muy bien, hicimos un pacto y voy a cumplirlo. Sólo que antes quiero hacerte una propuesta, ¿está bien? Yo te doy tu dinero y tú te vas, o te doy tres consejos y no te doy el dinero y te vas. Si yo te doy el dinero, no te doy los consejos y viceversa. Vete a tu cuarto, piénsalo y después me das la respuesta." Él pensó durante dos días, buscó al patrón y le dijo: "QUIERO LOS TRES CONSEJOS" El patrón le recordó: Si te doy los consejos, no te doy el dinero." Y el empleado respondió: "Quiero los consejos" El patrón entonces le aconsejó: * NUNCA TOMES ATAJOS EN TU VIDA. Caminos más cortos y desconocidos te pueden costar la vida. * NUNCA SEAS CURIOSO DE AQUELLO QUE REPRESENTE EL MAL, pues la curiosidad por el mal puede ser fatal

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89 * NUNCA TOMES DECISIONES EN MOMENTOS DE ODIO Y DOLOR, pues puedes arrepentirte demasiado tarde. Después de darle los consejos, el patrón le dijo al joven, que ya no lo era tanto: AQUÍ TIENES TRES PANES: dos para comer durante el viaje y el tercero es para comer con tu esposa, cuando llegues a tu casa". El hombre, entonces, siguió su camino de vuelta, de veinte años lejos de su casa y de su esposa que él tanto amaba. Después del primer día de viaje, encontró una persona que lo saludó y le preguntó: "¿Para dónde vas?" Él le respondió, "Voy para un camino muy distante que queda a más de veinte días de caminata por esta carretera." La persona le dijo entonces: "Joven, este camino es muy largo. Yo conozco un atajo con el cuál llegarás en pocos días". El joven, contento, comenzó a caminar por el atajo, cuando se acordó del primer consejo. Entonces, volvió a seguir por el camino normal. Días después, supo que el atajo llevaba a una emboscada. Después de algunos días de viaje, y cansado al extremo, encontró una pensión a la vera de la carretera, donde poder hospedarse. Pagó la tarifa por día y, después de tomar un baño, se acostó a dormir. De madrugada se levantó asustado con un grito aterrador. Se levantó de un salto y se dirigió hasta la puerta para ir a donde escuchó el grito. Cuando estaba abriendo la puerta, se acordó del segundo consejo. Regresó y se acostó a dormir. Al amanecer, después de tomar café, el dueño de la posada le preguntó si no había escuchado el grito y él le contestó que sí lo había escuchado. El dueño de la posada le preguntó "¿Y no le dio curiosidad"? él le contesto que no. A lo que el dueño le respondió: "Ud. es el primer huésped que sale vivo de aquí, pues mi único hijo tiene crisis de locura; grita durante la noche y cuando el huésped sale, lo mata y lo entierra en el quintal". El joven siguió su larga jornada, ansioso por llegar a su casa. Después de muchos días y noches de caminata, ya al atardecer, vio entre los árboles humo saliendo de la chimenea de su pequeña casa. Caminó y vio entre arbustos la silueta de su esposa. Estaba anocheciendo, pero alcanzó a ver que ella no estaba sola. Anduvo un poco más y vio que ella tenía sobre su regazo, un hombre al que estaba acariciando los cabellos. Cuando vio aquella escena, su corazón se llenó de odio y amargura y decidió correr al encuentro de los dos y matarlos sin piedad. Respiró profundo, apresuró sus pasos, cuando recordó el tercer consejo. Entonces se paró y reflexionó y decidió dormir ahí mismo aquella noche y al día siguiente tomar una decisión.

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90 Al amanecer, ya con la cabeza fría, él dijo: NO VOY A MATAR A MI ESPOSA. Voy a volver con mi patrón y a pedirle que me acepte de vuelta, sólo que antes, quiero decirle a mi esposa que siempre le fui fiel." Se dirigió a la puerta de la casa y tocó. Cuando la esposa le abrió la puerta y lo reconoció, se colgó de su cuello y lo abrazó afectuosamente. Él trató de quitársela de encima, pero no lo consiguió. Entonces, con lágrimas en los ojos le dijo: Yo te fui fiel y tú me traicionaste... Ella espantada le respondió, "¿Cómo? Yo nunca te traicioné. Te esperé durante veinte años". Él entonces le preguntó, "¿Y quién era ese hombre que acariciabas ayer por la tarde? Y ella le contestó, "AQUEL HOMBRE ES NUESTRO HIJO. Cuando te fuiste, descubrí que estaba embarazada. Hoy él tiene veinte años de edad". Entonces, el marido entró, conoció, abrazó a su hijo y les contó toda su historia, mientras su esposa preparaba la cena. Se sentaron a comer el último pan juntos. Después de la oración de agradecimiento, con lágrimas de emoción, él partió el pan y al abrirlo, se encontró todo su dinero: el pago de sus veinte años de dedicación. Muchas veces creemos que los atajos "queman etapas" y nos ayudan a llegar más rápido, lo que no siempre es verdad... Muchas veces somos curiosos; queremos saber de cosas que ni nos dan respeto ni nos traen nada de bueno Otras veces reaccionamos movidos por el impulso, en momentos de rabia, y después tardíamente nos arrepentimos... Espero que no nos olvidemos de estos consejos, no te olvides también de CONFIAR (aunque tengas muchos motivos para desconfiar).

Devuélveme mis manitas Una familia se había comprado un auto nuevo, cero kilómetros, hermoso de defensa a defensa, el tapizado, el color, todo… El padre amaba ese auto, todo su esfuerzo estaba concretado ahí, salieron en él, su esposa y el pequeño de ambos de solo tres años, al llegar a una estación de servicio bajaron los padres y dejaron al niño en el auto, cerrando las puertas por seguridad. El niño encontró un marcador y comenzó a escribir en todo aquel tapizado con un gran entusiasmo y amor, ya que los niños hacen sus cosas en esta inocente condición, después de un rato llegaron los padres y al ver la travesura, el papá comenzó a encenderse en furia, y al ver el hermoso tapizado de su auto nuevo todo rayado comenzó a golpear al niño en sus manos y a jalarlo con mucha fuerza hasta que tuvieron que sacarle al niño de

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91 entre sus golpes, el niño estaba en muy mal estado, tuvo que llevarlo al hospital inmediatamente. Las cosas se complicaron de tal forma que al final…debieron amputarle las manos al pequeño, ya que no había otra opción posible, al llegar a la habitación, el padre envuelto en lágrimas y arrepentimiento, escucho la dulce voz de su pequeño. -Hola papi, ya aprendí la lección, no lo voy a hacer más pero por favor devuélveme mis manitas

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La bolsa de clavos Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, el muchacho clavo 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: - Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.

El saco de carbón Un día, un escolar entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre, lo llamó. El niño, lo siguió, diciendo en forma irritada: - Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo, ¡Tengo ganas


92 de matarlo! Su padre, un hombre simple, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo quien continuaba diciendo: - Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que él se enfermara para que no pudiera ir más a la escuela. El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde tomó un saco lleno de carbón el cual llevó hasta el final del jardín y le propuso: - ¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó. El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones pero como la tendedera estaba lejos, pocos de ellos acertaron la camisa. Cuando, el padre regresó y le preguntó: - Hijo ¿Qué tal te sientes? - Cansado pero alegre. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa. El padre tomó al niño de la mano y le dijo: - Ven conmigo quiero mostrarte algo. Lo colocó frente a un espejo que le permite ver todo su cuerpo. ¡Qué susto! Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo: - Hijo, como pudiste observar la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos.

La bolsa de papas Un día, la maestra nos pidió de tarea que lleváramos papas crudas y una bolsa de plástico. Nos dijo que pusiéramos en la bolsa una papa por cada persona a la que guardábamos resentimiento. Nos pidió que durante una semana lleváramos con nosotros esa bolsa de papas en la mochila. El fastidio de acarrear esa bolsa a todo momento me demostró claramente el peso que cargaba a diario en mi corazón y en mi vida debido al resentimiento. Reflexión: Este ejercicio me hizo pensar sobre el precio que pagaba por no perdonar algo que ya había pasado y no podía cambiarse. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro, sin darnos cuenta que los primeros beneficiados somos nosotros mismos.

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93 La falta de perdón es como un veneno que tomamos diariamente a gotas pero que finalmente nos termina envenenando.

Como un papel arrugado Como un papel arrugado Mi carácter impulsivo, cuando era niño me hacia reventar en cólera a la menor provocación, la mayoría de las veces después de uno de éstos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado. Un día mi maestro, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me llevó al salón y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: - ¡Estrújalo! Asombrado obedecí e hice con él una bolita. - Ahora -volvió a decirme- déjalo como estaba antes. Por supuesto que no pude dejarlo como estaba, por más que traté el papel quedó lleno de pliegues y arrugas. - El corazón de las personas -me dijo- es como ese papel... La impresión que en ellos dejas, será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues. Así aprendí a ser más comprensivo y paciente. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado. La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar... Más cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras... Luego queremos enmendar el error pero ya es tarde.

El naúfrago El único superviviente de un naufragio llegó a la orilla de la playa de una lejana y deshabitada isla. Todos los días oraba fervientemente, pidiéndole a Dios que lo rescatara, y todos los días miraba al horizonte esperando que le rescataran, pero los días iban pasando y la esperanza se iba apagando. Aunque agotado y deprimido, logró construir una pequeña cabaña con la madera del naufragio para protegerse de los elementos y proteger las pocas pertenencias que con mucho esfuerzo había encontrado en la isla.

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94 Un día al regresar de buscar comida, encontró que la pequeña cabaña se había quemado, el humo subía hacia el cielo. Lo peor que le sucedió fue que había perdido hasta las pocas cosas que tenia. El pobre estaba consternado, desanimado, confundido y lleno de dolor. Herido, furioso lloró amargamente y le gritó a Dios diciendo: "¿Cómo puedes hacerme esto?" Lloró impotentemente lamentándose de todo lo que le había pasado y de cómo Dios le había quitado todo, aún sus pocas pertenencias. Desconsolado se quedó dormido sobre la arena. Al día siguiente, temprano, por la mañana, le despertó el sonido lejano de un barco que se acercaba a la isla. Cuando vinieron a rescatarlo él preguntó cansado y perplejo a los marineros: - ¿Cómo sabían que yo estaba aquí? Ellos le contestaron: - Vimos las señales de humo que nos hiciste.

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95 Índice Titulo - Pagina  ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café? 1  Las manos de tu padre 2  Como el lápiz 4  El chico del autobús 5  El brahmán astuto 5  Termínate tu café 6  El joven ciego 6  La túnica lujosa 7  Los monjes del rio 8  La prueba de la hoja en blanco 8  Día o noche 9  El secreto del rey 9  Una rápida decisión 10  Ilusión 11  La prisión del odio 11  El tigre y la liebre 12  El árbol que perdió su infancia 13  La pareja ideal 13  Pelea de lobos 14  Lo 1000 perros 15  Las paz perfecta 16  Historia idiota 17  El leñador 17  El sennyasi 18  El ratón y la ratonera 19  La estrella de mar 20  La rosa y el sapo 21  La olla embarazada 22  El águila y el halcón 24  El cielo 26  La silla 28  El regalo de los insultos 29  El sabio de la ciudad de Akbar 30  Estamos hechos de luces y sombras 31  ¿Qué tan dispuestos estamos a sufrir por alguien? 32  La serpiente 33  El Banquero y el pescador 34  La carroza vacía 36  La furia y la tristeza 36  ¿Buena suerte? ¿mala suerte? Puede ser 37

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La inmensidad del mar 38 El Cielo y el Infierno 39 La roca y el rey 40 El camino de la fuente 41 La carrera de sapos 41 Los tres leones 42 Todo lo que das a otro te lo estás dando a ti mismo 44 El águila dorada 44 El burro y el pozo 45 Un, dos, tres 46 Riqueza material 47 El árbol de los problemas 48 Piensa que el mundo es… 49 Nunca es suficiente 50 El Limosnero 51 Vivir como las flores 52 El reflejo de la vida 53 Jatun Sunqu (“Corazón Grande” en Quechua) 54 Huir de tus pasos y de tu sombra 54 El escondite secreto 55 Las 4 estaciones 55 Cuanto vales 57 La orilla de los sueños 58 El monje y el silencio 58 La isla de las emociones 59 La ultima casa del carpintero 61 La media cobija 61 Las galletitas 62 Tus hijos no son tus hijos 63 El saco de plumas 64 Las tres pipas 65 Las tres rejas 66 Los tres ancianos 66 Leyenda árabe 68 Empuja la vaquita 68 El viejo ermitaño 70 El vaso de agua 71 El frasco de piedras 71 No te pude esperar 72 El hombre, el niño y el burro 73 Sal y algodón en el rio 74 Un plato de lenteja 74

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 Las cuatro esposas 75  Cosas que Dios no te preguntara 76  Quien mato al amor 77  El Roble y el junco 79  El mismo traje 79  El anillo 81  ¿Existe Dios? 82  Dios viene a cenar 83  Inscripción en las ruinas de persepolis 85

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El árbol de los amigos 85 Deja secar la ira 86 Los tres consejos 88 Devuélveme mis manitas 90 La bolsa de clavos 91 El saco de carbón 91 La bolsa te papas 92 Como un papel arrugado 93 El naufrago 93


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