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dTRULENQUE
Sábado, 10 de marzo de 2018
BENJAMÍN REYES
Dayna Kurtz rehuye de los géneros musicales. Lo suyo es crear música que enardece el alma al estilo de Nueva Orleans. Esta versátil cantante, que sus seguidores definen como the real thing por su autenticidad, tan pronto actúa en el Primavera Sound de Barcelona como en el Festival de Jazz de San Sebastián. Le fascina rescatar tesoros musicales olvidados y cada versión que interpreta la hace suya. Mañana actúa en el lagunero Teatro Leal, a las 19.30 horas. -¿Dayna es the real thing? “Tengo una barra de metal en la pierna derecha por culpa de un accidente de coche cuando tenía 14 años, aparte de eso soy totalmente orgánica”. -En sus canciones está muy presente el sonido Nueva Orleans. “Nueva Orleans está presente en cada canción que se base en el blues, incluyendo el rock and roll. Una cosa que me encanta de Nueva Orleans es que la gente no clasifica la música como en otros lugares, y casi todos sus músicos tocan con el alma y no piensan en los géneros”. -¿Se considera una voz blanca con alma negra? “No creo que las almas tengan colores, pero sí es cierto que una gran parte de los artistas por los que estoy influenciada son de color negro”. -¿El componente nostálgico de su repertorio se debe a que nunca se ha sentido conectada con su tiempo? “Me siento muy conectada con el presente en todos los aspectos, excepto musicalmente. Me encantaría tener una máquina del tiempo para volver atrás y escuchar música en vivo del periodo que va de 1954 a 1962, pero estoy segura de que no me gustaría ser una mujer atrapada en ese momento”. -Me sorprende que hable de sus temores a no poder seguir viviendo de la música. “Amo mi vida, y me siento muy afortunada por lo que tengo. Sin embargo, el acceso de los consumidores a la música de forma gratuita está matando a la clase media creativa, y no solo a los músicos,
sino también a la gente que graba y mezcla la música o a los que diseñan las portadas. Nuestra modesta economía se está desmoronando, y estamos perdiendo grandes artistas y artesanos a causa de ello. Espero poder mantener este barco flotante, pero he estado en números rojos durante unos años”. -¿Por qué esa obsesión por cazar tesoros ocultos de la música?
“Es parte de mi naturaleza. También me encantan las ventas en garajes y tiendas de segunda mano. La emoción de encontrar una joya es muy adictiva. Como alguien que siempre ha estado fuera de los márgenes de lo comercial, la idea de que alguien por ahí pudiera haber escrito una canción perfecta y esta desaparezca por completo sin que la gente la reconozca o recuerde me entristece”. -¿Cuál es la razón por la que tardó 12 años en editar su primer álbum? “Durante algunos años
grabé casetes porque era más barato y más fácil de hacer en aquel entonces. Vivía prácticamente en la calle, no tenía dinero para grabar un CD, que en ese entonces era mucho más caro y difícil de lo que es ahora. No tengo ninguna queja de este momento. Mi primer disco real es mucho más sólido como resultado del tiempo que esperé. Soy una flor tardía como letrista, no escribí buenas canciones antes de cumplir los 30 años”. -¿Por qué es tan poco prolífica? “Cada cantante tiene su propio ritmo natural. He aprendido a vivir con el mío. Me funciona grabar un álbum repleto de buenas
“Soy una flor tardía“ DAYNA KURTZ COMPOSITORA Y CANTANTE
(c) Del documento, los autores. Digitalización realizada por la ULPGC. Biblioteca Universitaria.
canciones originales cada tres años, aproximadamente”. -¿Por qué cree que sus compatriotas no la valoran tanto como sus seguidores en Europa? “Hace una década disfrute de éxito en los Países Bajos gracias a una canción que giraba en torno al amor (Love Gets in the Way). Lo que me llevó a protagonizar una serie de conciertos en Europa. Así que durante unos años he descuidado América, que es donde está el mojo”. -¿Prefiere actuar ante un público minoritario que ante una gran audiencia? “Son experiencias totalmente diferentes y me encantan las dos. Prefiero actuar delante de 20 personas que están realmente allí conmigo que para 2.000 personas en un festival que están dando vueltas, charlando o viendo sus iPhone. No es la cantidad, sino la calidad, lo que importa”. -¿Por qué necesita componer en soledad? “Porque me distraigo con facilidad. Me gustaría poder escribir música en un aeropuerto o en la parte de atrás de la furgoneta de la gira. Siempre he sentido envidia de las personas que pueden crear en un espacio público”. -¿Alguna vez echa en falta la vida bohemia de sus inicios? “Siento como si estuviera todavía en ella. Tengo un poco más de responsabilidades, me siento responsable de más gente, pero sigo siendo una gitana. Incluso cuando estoy en casa tengo la maleta en el suelo a medio hacer”. -¿Cuál es el vínculo entre la música y la gastronomía? “La mayoría de los buenos músicos que conozco realmente se preocupan por los alimentos. Al igual que los buenos cocineros solo usan la receta como una guía e improvisan a partir de ella, en la música nos sentimos cómodos improvisando. Cuando interpretas música en lugares donde las personas están orgullosas de su cocina local, están ansiosas de compartirlo contigo, porque nosotros compartimos la música con ellos. El paladar se vuelve más amplio. No me fío de los músicos ni de los amantes que no saben cómo disfrutar de una buena comida”.