Afectuosamente, su comadre JosĂŠ Dimayuga
Afectuosamente, su comadre
Colecci贸n DRAMATURGIAS
Esta edici贸n es posible gracias al generoso apoyo de
Afectuosamente, su comadre JosĂŠ Dimayuga
Diseño de la colección: Benito López Martínez Fotografía de portada e interiores: Luis Zapata, de la versión cinematográfica protagonizada por Malena Steiner y Enock Rodríguez. Distribución mundial
Afectuosamente, su comadre/ José Dimayuga Primera edición en esta colección: febrero de 2010 D.R. © 1993, 2010 José Castañeda Dimayuga D.R. © 2010, de la presente edición en español para todo el mundo: Sergio José Rodríguez Téllez, editor (Quimera ediciones) Querérato 172-6, Roma, 06700, Cuauhtémoc, México. quimera@anodis.com Tel.: 55 64 43 38. ISBN: 978-607-00-2524-2 Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler, el almacenamiento o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa por escrito de los titulares de los derechos reservados. Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico
A Luis Zapata
Personajes:
La maestra Antonia, mujer de sesenta a単os. Vicky, travesti de treinta y cinco a単os.
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Primer día
Al abrir el telón, el público se encuentra ante la sala-comedor de un departamento sencillamente decorado: una salita de muebles viejos y un comedor con un mantel de estambre; una consola pegada a la pared y un calendario en otra. Del lado izquierdo hay una puerta que conduce a la única recámara del departamento; al fondo hay dos puertas: una del baño y la otra de la cocina. En el lado derecho está la puerta de entrada. Todo está en penumbras; se escuchan pasos y voces que vienen del exterior. Se oye el ruido de una llave que abre la puerta de entrada. Voz de la maestra: Ya llegamos... Espere, apóyese en el marco de la puerta mientras voy a prender la luz. Agárrese bien, se puede caer. (Enciende la luz y vemos a La maestra Antonia, una mujer de sesenta años con traje sastre. En la puerta espera Vicky, un travesti con cara compungida.) Ya está. Ahora apóyese en mi hombro. Vicky: Híjoles, fíjese que el dolor ya me subió hasta la cadera. Los dos se dirigen lentamente hacia la sala. La maestra: ¿No se habrá roto algún hueso? Vicky: Espero que no. La maestra: Pero qué bruta soy. Qué bruta. ¿Me cree si le digo que nunca había atropellado a alguien? Vicky: Le creo. La culpa fue mía; crucé la calle sin mirar a los lados. (Se sienta en el sofá.) Ay, ay, mi piernita. La maestra: Mejor acuéstese; así no tendrá que doblar la pierna.
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Vicky: La maestra: Vicky: La maestra:
Vicky: La maestra:
Vicky: La maestra:
Sí, ¿verdad? (La maestra trata de ayudarlo.) No se moleste, yo la subo. Voy a la cocina a buscar un poco de árnica. ¿No tiene alcohol? Creo que sí, pero déjeme preparar una infusión con esta hierbita. Los fomentos de árnica son muy buenos para estos casos. (Busca en la alacena.) ¿Sabe qué? Me late que no me rompí nada; yo pienso que es el puro dolor. Eso espero, porque si le fracturé algún hueso, no me lo voy a perdonar. No soportaría la idea de que usted quedara lisiada para el resto de sus días. Si así fuera, la culpa no sería suya. Yo fui quien andaba papando moscas. La otra vez se me atravesó un perro y a punto estuve de arrollarlo si no hubiera enfrenado enseguida. Aquí está, ya la encontré. (Prepara el árnica.) La dejaré hervir sólo cinco minutos y después la curo; ya verá lo bien que le cae.
La maestra se sienta al lado de Vicky. Vicky (mirándose la pierna): Casi estoy convencida de que nada más fue el puro golpe, porque no se me ve ningún hueso salido. La maestra: A ver, permítame revisarle. (Toca con la yema de los dedos.) Tiene razón, parece que no es nada grave. Se siente lisito, lisito. Vicky: ¡Ay!, me lastima. La maestra: Perdón. ¿Sabe qué estoy pensando, señorita? Mañana por la mañana quiero llevarla al ISSSTE para que la revisen. Una nunca sabe: a veces los malestares se complican más tarde. Vicky: No tengo ISSSTE. La maestra: Yo saco la ficha a mi nombre y cuando me toque el turno
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pasamos las dos. El doctor nos hará el favor de darle una revisadita, estoy segura. Vicky: No se preocupe. Voy a permanecer en su casa sólo un ratito más; espero mejorar con su remedio. Si no, aunque sea cojeando me iré a la calle. La maestra: ¿A estas horas? Ay, no, ¿cómo cree? Con el aire que hace afuera le puede dar un atrofiamiento muscular y entonces sí, hasta puede perder la pierna. Tan bonitas piernas y que las vaya a perder por una negligencia, ¡ni Dios lo quiera, señorita! Vicky: Es que tengo una cita importante y ya se está haciendo muy noche. La maestra: Precisamente porque es muy noche, de esta casa no saldrá. Le pueden dar un susto; ¡tanto criminal que anda suelto! Vicky: Yo creo que mejor me voy. (Tratando de ponerse de pie.) Uf, nada más ayúdeme a bajar las escaleras del edificio... Afuera tomaré un taxi. La maestra: ¿Y me va a dejar con la congoja? Vicky (intentando caminar): Ay, ay, ay, no puedo ca... uf, caminar. La maestra: ¡Claro que no puede caminar! Le digo que mejor se siente. (La ayuda a tomar asiento.) Vicky: Qué mala onda; la Dayana me va a andar buscando. La maestra: ¿La Dayana? Vicky: Sí, una amiga del... trabajo. La maestra: ¿Quiere que le avise? Vicky: Vive muy lejos. La maestra: Deme su número telefónico. La vecina del once me presta su teléfono sólo para casos de emergencia. Vicky: No tiene teléfono, apenas tiene en donde dormir la pobre. Además, quizá debe andar chambeando. La maestra: Ay, qué pena. ¿Y no quiere que les avise a sus padres o... a su esposo? Vicky: Ja, ja, ja, soy soltera y de amplio criterio, ja, ja, ¡ay!, ay, aich...
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D
esde las primeras frases de su primer diálogo, Afectuosamente, su comadre, de José Dimayuga (aparecida originalmente en 1993), crea la situación dramática, como un nudo de corbata logrado al primer tirón. El azar de un accidente automovilístico pone en íntimo contacto a dos personas que de otro modo jamás se habrían tratado, ni mucho menos entreverado: el joven travesti y la añosa maestra de escuela. La solitaria profesora cree haber atropellado en la noche a una mujer algo borracha y algo extravagantemente vestida. La lleva a su departamento, la cura. Se truena los dedos en la angustia de que ella, defensora de la bondad y el civilismo, le haya hecho daño. La mujer resulta una vestida... demasiado tarde. La conversación entre ambos solitarios ha calado, y sigue profundizando a cada momento, más allá de lo que cualquiera de ellos hubiera imaginado. La extrema (y falible) virtud de la buena profesora. La empeñosa (y falible) disolución del prostituto travestido. Todo un enfrentamiento de extremos desde el principio. José Dimayuga entrelaza la alegría y el cariño solidario, la farsa y los vuelcos del corazón, la perspectiva irónica y la cala sentimental: una historia de la noche urbana que acerca a dos alejados e identifica a dos diferentes; los contamina y hermana cual vasos comunicantes, convirtiendo el azar en un encuentro entrañable, y el accidente en un destino de reconocimiento y cariño. Esta comedia —brillante en el lenguaje, en el humor, en el contrapunto sentimental, en la creación de personajes— es al mismo tiempo un canto, no por regocijante menos sentido, a la amistad imprevista y perdurable con que las misteriosas calles nocturnas (ora risa, ora drama) anudan en ocasiones —y de un solo tirón— a las personas más ajenas y remotas. Afectuosamente, su comadre ganó el primer premio de un concurso nacional en Nuevo León y una mención especial en un concurso latinoamericano, en Venezuela; ha sido llevada a la escena con éxito en varias ocasiones y recientemente al cine, por Luis Zapata. Es probablemente la más alegre de las obras publicadas o representadas de Dimayuga. José Joaquín Blanco
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