Lenguas en erección

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Lenguas en erección


Colección BITÁCORAS


Lenguas en erección Juan Carlos Bautista


Diseño de la colección: Benito López Martínez Diagramación y formación: Ricardo Castillo Fotografía de portada: Carlos Abraham Slim Distribución mundial Juan Carlos Bautista / Lenguas en erección Primera edición: Cuadernos de Malinalco, 1990 Segunda edición corregida y aumentada: Agosto de 2007 D.R. © 2007, Juan Carlos Bautista Martínez D.R. © 2007, de la presente edición en español para todo el mundo:

Quimera ediciones Versalles 65, mezanine, Juárez, 06600, Cuauhtémoc, México. Tel. 10 54 32 14 quimera@anodis.com ISBN: 978-970-95563-0-8 Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler, el almacenamiento o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa por escrito de los titulares de los derechos reservados. Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico


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PALABRAS PRELIMINARES A ESTA SEGUNDA EDICIÓN Nunca pensé que se reeditaría mi primer poemario, este Lenguas en erección, impreso por primera vez en 1990 dentro de la serie Cuadernos de Malinalco que dirigían y financiaban Luis Mario Schneider y Sofía Urrutia. La edición era hermosamente austera, de papel revolución con forros de cartoncillo y su tiraje alcanzaba la cifra de 350 ejemplares. Pero no estaba mal para el poeta que yo era, casi un cristiano primitivo, lector de poetas místicos y guerrero homosexual. Estas Lenguas son, claramente, el libro de un poeta joven, con su gestualidad directa y su modo bruto de nombrar, su urgencia de decir y de exponer, con sus ripios como fluidos incontrolados. Pero quiero decir sin rubor que a pesar de la inexperiencia y la pretensión extrema fui un joven poeta que aún me gusto, y eso me basta para permitirme la presente reedición. Lo vuelvo a leer como se lee a un extraño. Si nos encontráramos hoy, a la manera de Borges, yo sería más ajeno para él que él para mí. Tendría ganas de abrazarlo a pesar de su suspicacia y su rechazo. Le diría que no dudara en ponerle ese título, Lenguas en erección, en contra de todos los consejos. Que el título explicaba bien su tentativa: esa confusión entre carne y poema, esa lengua que se yergue a la vez como un idioma en construcción personal y como un sexo. Que me gustan dos o tres poemas. Que la verdad textual es un asunto más técnico que personal. Sandeces de


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ese tipo. Seguramente él me iba a tratar de llevar a la cama o iba a dejarse conducir allá sin muchos remilgos. Pero yo le diría que mejor conversáramos. Un primer libro no debería retocarse porque es un pedazo de vida, un testimonio. Sin embargo, he decidido suprimir algunos poemas y agregar otros, que fueron surgiendo después, pero que sin duda pertenecen al mismo ciclo. Los cambios más evidentes están en la última sección, que incluso cambió de nombre. Ya no es sólo un tributo a mi madre, sino a mi clan. Un reencuentro con el otro que fuimos debería conducir a un juicio sumario. Pero los extraños son sumamente generosos y su manera de perdonar transige, incluso, las segundas ediciones. Juan Carlos Bautista México D.F., 14 de junio de 2007


“Y llamó Jehová Dios al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y escondíme. Y díjole: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo?...” Génesis. 3, 9-11



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Decir para no tocar: nombrar su cuerpo para conjurarlo. Mis palabras picotearon su carne antes de que mi deseo le alcanzara. Este texto ya lo suplantó, esparció su imagen como un montón de hojas por mi sábana. Escribir es el placer de los eunucos. Amores que saben a libro sólo son lenguas en erección.

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Al filo de su sexo escucho el crecido rumor de su violencia.


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Y dime: si te tocara de repente si nuestras ropas cayeran como rápidos rubores y luego enfrentados: ¿cómo sabríamos mentir sobre lo unívoco de lo fálico?


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Eres mío eres contrahechura de mi vigilia tu sexo tiene mi veneno yo dije: levántate tu brazo tu vientre: todo lo preví Eres mi angustia que se despereza.


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como si me ahogara el vino súbitamente derramado (a oscuras de rodillas bajo el árbol) como si me dieras un montón de uvas agrias y yo ansioso como un ebrio que bebe de la mano de un ángel o en la boca misma de un caballo (en el hocico de la sal) adentrándome en ese mar de limones y de espuma, dichoso de su maná curvo temblando ah temblando ahora que las semillas escapan de tu bruto para descolgarse –lenta espesa blanquísima amarga miel– hasta mi boca


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esta venida cómo me duele quién lo dijera, si no descubre una muerte ni tiembla para anunciar nada. ni siquiera viene a chorros para escupírmela en el rostro. ni siquiera es venenosa ni dulce ni amarga ni espesa como un jarabe quién lo dijera entonces que me duele que me arde que estoy a punto de llorar como un niño asustado.


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No hay piedad para el amor, óyelo bien. No hay excusas, ni postergaciones ni reposo. No hay sino hinchar los ojos, morder y arrancarse el corazón y la camisa. No se está más que para caer al suelo y revolverse en un tiempo apretado, para hundir el cuerpo en la dicha del odio. Que no hay tregua ni lástima, te digo. No alcanzan los minutos para matar el tiempo. Sólo hay este vértigo y esta apuración de meterse juntos en la olla del miedo, de oír el reloj comiéndonos las orejas y de repetir canciones que se nos escurren calientes y demasiado vivas. Te digo que no hay descanso: tenemos que tragarlo todo de una vez.

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Juan Carlos Bautista (…) logra a veces esos frutos difíciles: (…) Poemas eróticos que sobre todo sean poesía. Eso se debe a que sus poemas, por más engolosinados u obsesionados que estén con el erotismo, siempre son poemas amorosos, de instrospección y confesión honradas. (…) Cierta tristeza irónica recorre el libro: una reflexión autocrítica sobre los alcances de la verbosidad erótica: “Escribir es el placer de los eunucos./ Amores que saben a libro/ sólo son lenguas en erección”. Pero es sobre todo su fuerza honrada y ambiciosa, deseosa de verdades y expresiones justas y arriesgadas, lo que hace de este libro una experiencia cabalmente poética. José Joaquín Blanco, La Jornada, 26 de octubre de 1990 Siempre he admirado la vehemencia y la desnudez de la literatura de Juan Carlos, que tanto en verso como en prosa he podido leer en vigorosos borradores. Pero la lectura de este cuaderno me deja pasmado y apenas puedo adjetivarlo: es un libro en carne viva, es un libro amargo y adolorido, solitario por acumulación de marginalidades que se van superponiendo hasta que se disuelve el aliento de toda minoría y se queda sola la soledad misma. Es un libro tan de veras que deja de ser libro al primer contacto con el índice que lo hojea para ser una piel aterradoramente vulnerable por una historia de desollaciones. Más que leerlo quisiera acariciarlo, arrullarlo y, parafraseando a Villaurrutia, guardarle el secreto. Gonzalo Celorio, La Jornada Semanal, 26 de mayo de 1991

978-970-95563-0-8

No, el humor no lo salva de lo que dice. El humor es el espacio natural del maldito, espacio que se ensancha en este fin de siglo, pero que subraya el destino trágico. José Ramón Enríquez, La Jornada Semanal, 7 de abril de 1991


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