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Defecto 2000 (a casi 20 años
from Mefisto 24
by Benito Lopez
Defecto 2000 (a casi veinte años)
Daniel maisner*
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Cuando era niño, cerca de mi casa vivía una gitana que, cada vez que yo cruzaba por el portal de su casa, asomaba la cabeza y me preguntaba con un tono entre burlón y altanero, ¿quieres conocer tu futuro? Las primeras veces sentía algo de miedo y me alejaba acelerando el paso. Con el tiempo, me acostumbré a esa presencia, que se manifestaba cada que cruzaba una persona, y comencé a reírme para mis adentros imaginándome, mientras seguía mi camino siempre un poco apurado, que le respondía ¿pa qué quiero conocer mi futuro, si ya con mi presente tengo? Pero lo cierto es que, como a cualquier individuo, me intriga el futuro, que sin lugar a dudas es una de las preocupaciones permanentes del ser humano.
Aunque los tiempos han cambiado un poco y los anhelos de encontrar un gran amor, una enorme fortuna o un viaje maravilloso ya no son tan comunes e irrealizables, y han sido sustituidos por otros, los individuos seguimos intrigados por nuestro futuro y el de nuestra especie.
Desde la magia, la ciencia o el arte, estamos proyectando e imaginando permanentemente lo que sucederá en los años venideros. Nos interesa predecir todo, desde cuándo lloverá hasta los resultados del futbol y seguimos pendientes de los vaticinios que hacen los especialistas, o presuntos especialistas, que juegan el papel de adivinos modernos.
A las profecías tradicionales hemos sumado un tipo nuevo: las tecnológicas. Día con día escuchamos cómo la tecnología cambiará nuestras vidas y lo que se logrará en el futuro: el desarrollo de lentes con conexión automática a internet, pantallas de plasma que harán desaparecer los cines, tabletas que darán el toque de gracia definitivo a la letra impresa, coches con piloto automático que harán que saber manejarlo manualmente sea cosa del pasado, etcétera.
Las predicciones sobre la tecnología por venir, y los cambios que sucederán con su aplicación, tienen las mismas características que los auspicios tradicionales: junto a intuiciones geniales o amplios conocimientos de un tema que permiten tener una idea clara del futuro, conviven obviedades, ambigüedades, errores de percepción que provocan predicciones simplistas o erróneas y, por supuesto, las predicciones catastrofistas de las cuales presentaremos un viejo ejemplo en el presente artículo.
* Profesor de la UACM San Lorenzo Tezonco.
Rara vez se hace el recuento de las profecías incumplidas, mismas que pronto caen en el olvido, y se diluyen con facilidad en nuestro mundo moderno atado a la inmediatez. Salvo en algunas obras artísticas como las de ciencia ficción, pocas veces tenemos constancia de la distancia que hay entre lo profetizado y lo real, aunque a veces idealizamos las predicciones literarias y vemos en ellas más de lo que realmente plantearon.
Antes de entrar en el tema de este artículo hagamos una advertencia adicional: tener una buena noción de los alcances de la tecnología no es suficiente para hacer buenas predicciones sobre su impacto porque el hecho de que algo sea tecnológicamente viable no lo hace ni costeable, ni práctico, ni tan siquiera interesante. Por ejemplo, llevando al absurdo el asunto, todos hemos leído, maravillados, sobre las alfombras voladoras en los cuentos orientales; hoy, con la tecnología existente son perfectamente construibles, pero ni por asomo tendrían características interesantes de uso, salvo quizás en un set cinematográfico: ni baratas, ni prácticas como transporte y ni siquiera útiles mas allá de saber que se supera un reto histórico.
El catastrofismo, los anuncios de fin del mundo o de situaciones graves no están exentos en este tipo de predicciones, aunque en principio pueda parecer extraño. Un ejemplo, escogido entre muchos, de cómo los adivinos modernos no se alejan tanto de los clásicos como uno podría pensar, fue el llamado efecto 2000, que predecía un cataclismo informático nada más arribar al nuevo milenio.
Corrían los últimos años del siglo pasado y nos acercábamos al esperado y temido año 2000. En nuestra numerología social, los múltiplos de 10 siempre son propicios para los grandes eventos, los centenarios y milenios siempre serán más importantes que otros aniversarios y todo debido al hecho aleatorio de tener 10 dedos que son la base de nuestro sistema de numeración. El año 2000 no era la excepción, era un año mágico en el que debía suceder algo especial: un mega renacimiento para los optimistas y una catástrofe para los pesimistas, pero, de ninguna forma, se esperaba un simple cambio de año acompañado de una fiesta grande.
Ni siquiera se valía detenerse a pensar, aunque fuera un mísero instante, que cumplir 2000 años es simplemente una conmemoración arbitraria y descaradamente occidental. Recordemos, llegar al año 2000 parte de supuestos poco comprobables sobre cuál es el año cero de nuestro mundo, como el nacimiento de un ser divino en ese año, que, aún aceptándolo como acto de fe, no queda clara la fecha, aunque recurramos a los libros sagrados. De paso, mencionemos que aún si usamos el término laico después de nuestra era seguimos trabajando con un año cero arbitrario, ¿por qué el esplendor romano es de nuestra era y el griego no?
Metrópolis de Fritz Lang.