Palabras que no vencen mordaza
E
ntre las violencias sufridas en masa, está nuestro dañado vínculo con el lenguaje, nuestro idioma, la lengua materna. La desinformación nos ha violentado; y la “pseudoinformación”, “sobreinformación” arremete, sacude y distorsiona: cohabitamos en una batalla de acusaciones, declaraciones y demagogias. El lenguaje rarificado de la narcoguerra y los consumismos de todo tipo, revientan. Todo parece reventar sin reinventar la intimidad con la palabra. ¿Qué voz reúne, qué poesía hermana? Este material es hartazgo acumulado en una cotidianidad de ejecuciones, venganza, impunidad y miedo. Cotidianidad sin poesía. Del léxico del forense al del periodista. Una realidad de daños colaterales, en la que la palabra se deforma y se mina en un contexto sin contexto, o en contextos efímeros. Con “p” de publicidad, con “p” de periodismo, con “p” de pánico, ¿dónde la “p” de poesía, de puerta, de paso, de paz o de palabra? Pergeñamos tuits, enlistamos testimonios de las víctimas, recabamos firmas, leemos y reímos con memes y declaraciones políticas. Estudiantes y sicarios parlotean, demandan, prometen o amenazan en bitácoras virtuales de un mundo líquido. Este caos de palabra es también una mordaza. El material aquí reunido es una respuesta por instinto ante la saturación de encabezados de primeras planas, revistas y trending topics; intento de ralentizar la velocidad de las estampidas, las persecuciones y los disparos. Textos híbridos apilándose, la suma de testimonios verdaderos en el curso de una ficción insoportable. La realidad pide, además de memoria, consuelo. Duele, sé que nos duele donde ya dolía. Ni épica, ni lírica. La imaginación como trinchera. Punza con rabia la autocensura y la sensación de que la metáfora está muerta. La autora