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Experiencias

Antonia Perfetti es estudiante de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Javeriana y practicante en la JEP. Su trabajo de grado giró en torno al grupo Juventudes del Caquetá. Este nace para rebatir las estigmatizaciones respecto a lo que es ser joven en este departamento y la presencia de grupos armados. Agrupa cinco colectividades de jóvenes que crean proyectos de vida fuera de la economía de la guerra, procurando demostrar que sí hay futuro. Mediante actividades artísticas buscan consolidar su autonomía y su capacidad de decidir, participar y ser tomados en cuenta en los asuntos públicos. Definen la paz como la posibilidad de vivir tranquilamente con justicia social. Debido a esto, constantemente enfrentan amenazas y peligros.

Cristian Montaño (22 años) es entrenador de fútbol además de líder de construcción de paz en Buenaventura, un territorio atravesado por la violencia que hace que su tarea sea compleja. Cristian es presidente de la Fundación Pro&Paz, que combina el arte, la cultura, el deporte y la memoria para que niñas, niños, adolescentes y jóvenes vinculados a la violencia o cercados por ella tengan otras oportunidades. De la mano con la JEP y la Comisión de la Verdad, sus iniciativas buscan que las juventudes tengan a su alcance oferta cultural y deportiva antes de que se vean expuestas a las dinámicas de reclutamiento en el contexto de la violencia, mientras generan consciencia sobre los efectos de la guerra y la importancia de apostarle a la paz. Entre los obstáculos a su labor, Cristian menciona que no tienen confianza para acudir a la justicia o a la fuerza pública porque estas instituciones no son cercanas a las y los jóvenes; que la juventud del puerto carece de oportunidades, pasa necesidades, y por eso muchos jóvenes terminan enredados con los grupos al margen de la ley; y que muchos liderazgos terminan insertándose en las dinámicas políticas tradicionales, generando decepción entre la juventud. Y concluye: “Sin despertar a las juventudes y sin educación, esa violencia va a seguir”.

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Dailer Montoya (24 años) vive en Florencia, capital del departamento de Caquetá, conocido como la puerta de oro de la Amazonía colombiana. Durante el conflicto, las FARC-EP se ubicaron al norte del departamento e hicieron muchos secuestros y extorsiones, mientras que al sur estaban las AUC, que dejaron su huella con varias masacres.

Caquetá también es el tercer departamento en producción de hoja de coca del país. Por esta razón, los 16 municipios que lo componen están incluidos en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), cuyo objetivo es impulsar el desarrollo económico, social y ambiental en aquellas zonas del país más afectadas por el conflicto armado interno. Dailer, desde la Organización Comunitaria Campesina hace seguimiento al Pilar 3 de los PDET, Salud Rural, buscando que niñas, niños, adolescentes, jóvenes y grupos étnicos tengan representación en los Grupos Motor, que son grupos mixtos formados por personas técnicas de cada proyecto y personas delegadas por la comunidad para participar de manera activa en las diferentes acciones y fases de la intervención del PDET. Uno de los logros que destaca de su trabajo es que por iniciativa juvenil se reabrió el puesto de salud rural en el Corregimiento El Caraño. Sobre el acompañamiento institucional que reciben, Dailer explica que, en los municipios del Caquetá, la mayoría de sexta categoría, no hay presupuesto suficiente para brindar una oferta institucional sólida y que, por otra parte, no hay confianza en la institucionalidad por parte de los jóvenes.

María José Rubiano (22 años) vive en Medellín y recuerda el pasado violento de la ciudad, del cual hoy persisten cicatrices sociales, una violencia latente y mucha desconfianza, que se expresa en fronteras invisibles. En 2017, con el Programa “Madellín a la cabeza”, decide participar en la iniciativa “Caminantes que hilan paz en el territorio”, porque entienden que la ciudadanía debe habitar toda la ciudad, no solo los barrios de donde no suelen salir. Así buscan generar memoria territorial y colectiva, contar y resignificar historias silenciadas, y reparar el tejido social. Se enfrentan a retos importantes como la indiferencia y la presencia de bandas criminales con sus fronteras invisibles. Aún así logran que las y los jóvenes vayan a lugares que nunca habían visto o caminen territorios con los que no habían conectado, generando espacios de encuentro desde la diferencia. Recuientemente también ha participado en los eventos de reconocimiento organizados por la Comisión de la Verdad.

Laura Lozano es Trabajadora Social egresada de la Universidad del Valle y especialista en Gerencia Social de la Universidad Javeriana. Ha sido una lideresa juvenil nortecaucana, promotora de paz, convivencia y derechos humanos. Fue Secretaria de Bienestar Social y Participación Comunitaria en el municipio de Santander de Quilichao, y asesora regional de la estrategia Golombiao – El Juego de la Paz. Es vocera de la Agenda Joven de Paz del Cauca, un escenario de articulación territorial de paz e innovación social, de carácter participativo y juvenil, conformado por más de 13 organizaciones sociales, con 12 años de acción e incidencia departamental. Ha participado en escenarios nacionales, departamentales y regionales como referente y panelista invitada en la socialización de rutas y programas para jóvenes, construcción de políticas publicas de infancia y adolescencia e iniciativas juveniles sobre salud sexual y reproductiva. Actualmente hace parte de LABSUR, un laboratorio social que actúa sobre las áreas rurales y urbanas, tomando la arquitectura y el diseño como elementos para desarrollar intervenciones físicas sociales y culturales.

Angélica Ortiz Carvajal hace parte de “Tumaco Joven”, grupo que nació desde la iglesia católica para sacar a las y los jóvenes de la economía ilegal, buscando alejar del reclutamiento forzado a más de 1000 jóvenes. Para lograr esto era importante desnaturalizar que los niños quieran ser narcotraficantes y las niñas sus esposas o amantes. Había que deconstruir la cultura del facilismo y además lograr que la idea de organizarse para cambiar su vida alrededor de diversos intereses saliera de ellos mismos y no desde la institucionalidad. Las y los docentes han sido claves en esta deconstrucción, en la transformación de esas dinámicas. En esta tarea han recibido el apoyo de la cooperación internacional.

Íngrid Suárez Rubiano es una joven líder del programa Jóvenes Resilientes, que abarca 30 municipios a nivel nacional y es apoyado por USAID. Dicho programa tiene cuatro líneas de trabajo: la línea transversal visibiliza las dinámicas de los jóvenes en el marco del conflicto armado; la línea de fortalecimiento de las habilidades psicosociales está centrada en trabajar desde la familia y la comunidad para facilitar la construcción de resiliencia; la línea de fortalecimiento de las dinámicas comunitarias busca promover la participación comunitaria; y la línea de fortalecimiento de emprendimiento y empleabilidad atiende las necesidades económicas y de crecimiento personal de las y los jóvenes. Ingrid, desde su experiencia personal en los territorios, ha llegado a la conclusión de que si bien el Estado es garante de los derechos, debe existir una corresponsabilidad de comunidades, familias y jóvenes, quienes cuentan con suficientes capacidades que han sido invisibilizadas, pero que el programa busca fortalecer mediante una atención personalizada, donde cada joven construye su propio proceso de resiliencia.

Lady Penagos se prepara para ser maestra en la Universidad Distrital de Bogotá. Su experiencia en construcción de paz se condensa en las clases del área de educación comunitaria y en el activismo en tiempo extracurricular. En este sentido, valora mucho el apoyo de la profesora Liliana Galindo, quien les ha hecho ver a sus estudiantes que la labor docente puede impactar grandemente y de manera positiva la construcción de paz en el país. Compañeras y compañeros de Lady usan sus aprendizajes para participar en grupos como CAJAR, un colectivo de abogados que trabajan por los DDHH de víctimas del conflicto armado colombiano, y ACOOC, Acción Colectiva de Objetores y Objetoras de Conciencia, que desde la no-violencia y la objeción de conciencia forma a las juventudes sobre el servicio militar obligatorio. También han trabajado en preuniversitarios populares como Uduclan, gracias a lo aprendido en estas materias. Estas actividades les han expuesto a situaciones de riesgo. De hecho, debido a su trabajo en Uduclan, Lady fue amenazada por denunciar un caso de acoso.

Luis Felipe Ensuncho (22 años) está a punto de graduarse como Ingeniero Industrial. Es de familia paisa, pero vive en Montelíbano, Córdoba, municipio en el que tienen actividad importantes empresas extractivistas (níquel, oro, diamantes y carbón), hacen presencia grupos guerrilleros y de autodefensas, y además está atravesado por corredores de narcotráfico. Construir allí procesos de paz con jóvenes es difícil, pues las economías ilícitas les enredan de diversas maneras. La tarea que realiza desde la Plataforma Juvenil de Montelíbano, a la que Luis Felipe pertenece, es "blindar" a las y los jóvenes mediante un abanico de oportunidades que busca impedir que se vinculen a grupos ilegales. Oportunidades de formación y acción en temáticas como cultura ciudadana, derechos humanos y construcción de paz. En este último tema, ha promovido cursos, talleres y difusión de libros, en coordinación con la diócesis de Montelíbano.

Por otra parte, como la madre de Luis Felipe es cristiana evangélica, hizo los contactos para formar a los docentes de las escuelas dominicales de esta iglesia y lograr que, además de temas bíblicos, impartieran enseñanzas en construcción de paz. También se han acercado a entidades de cooperación para financiar estas acciones, pues la oferta formativa y recreativa para las y los jóvenes es escasa en el municipio por falta de presupuesto.

Marly Yiseth Reyes vive en Florencia, Caquetá. Tiene 19 años y ha vivido importantes experiencias gracias a la Plataforma Departamental de Mujeres de la que hace parte. Es lideresa en emprendimiento juvenil y reconocimiento de los derechos de las mujeres. Vive en la vereda Nueva Jerusalén y allí coordina un grupo de 15 niñas, adolescentes y jóvenes alrededor de un proyecto de emprendimiento y empoderamiento femenino basado en la bisutería. Producen collares, pulseras, cordones para las gafas y otros objetos de adorno. Su objetivo es que las jóvenes emprendan, que no se queden solo con el estudio, porque para seguir estudiando y tener autonomía se necesita plata. Cuando estaba en octavo grado, Marly conoció la plataforma “Estamos Listas” y desde ahí le empezó a gustar mucho lo de la igualdad de género, porque piensa que no es justo que la mujer siempre esté en la cocina, en la casa. “Es importante que se vea que mujeres y hombres valemos lo mismo”, dice. Marly está en embarazo y tendrá un niño; está claro que lo criará en el respeto hacia la mujer. Su trabajo en la plataforma la ha transformado. “Yo era sumisa”, cuenta, “pero ya no, pues ya conozco mi valor”.

Luisa Castañeda, María Paula Sierra, Sofía Celeita y Sofía Montealegre son estudiantes de Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Distrital. Cuentan con experiencia en la construcción de paz con las juventudes en escenarios pedagógicos como escuelas y colegios. Piensan en la docencia como un ejercicio de gestión de paz. Y en su labor como docentes y futuras docentes han buscado fomentar acciones como el diálogo en torno a la memoria, la convivencia pacífica y el respeto por las culturas. También mencionan que se han enfocado en la enseñanza de prácticas orientadas a desmilitarizar la vida de las juventudes, a través de prácticas como la objeción de conciencia.

Daniel Cohecha es estudiante de Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital de Bogotá. Participa en un proyecto de huertos urbanos en su barrio, que se caracteriza por tener liderazgos horizontales. Los recursos son autogestionados. Las herramientas que usan las prestan las personas mayores del barrio, que también son quienes saben cultivar la tierra. Siembran hortalizas, mora, lulo, legumbres. Lo que se cosecha se reparte entre quienes trabajan en el huerto. No todos los vecinos lo hacen, pero sí participan llevando los residuos orgánicos al compostero; que separen estos residuos es un avance importante. Los huertos incentivan la organización barrial y la soberanía alimentaria, son una manera de luchar contra el consumismo, de menoscabar la falsa creencia de que se necesita consumir para ser feliz. Adicionalmente, a su alrededor se construyen espacios seguros para otros jóvenes y así se contrarresta la violencia, la delincuencia, el consumo de drogas y el conflicto. Con el Jardín Botánico, la entidad encargada de estos temas en la ciudad, tienen una relación extraña ya que, por un lado, les impone reglamentos y prohibiciones, pero también les ha brindado talleres de agricultura y donado tierra y semillas.

Thalía Dayana Botache es una joven de La Montañita, Caquetá. Creció en medio del conflicto y ahora es mamá de un niño con autismo; lo tuvo a los 17 años. Estudia una licenciatura en atención a la primera infancia, pero ha hecho muchas otras cosas. Antes del Acuerdo de Paz con las FARC-EP de 2016, participó en una iniciativa llamada “Mil luchas, un sueño” que, con el apoyo de la ONU, se convirtió en la Fundación Jóvenes Estampando Paz. Cuando las FARC se desmovilizaron, desarrollaron con las y los excombatientes del ETCR actividades culturales y deportivas. Fue luego la primera Bibliotecaria de la Paz en San Vicente del Caguán, un proyecto del Ministerio de Cultura. Con Pastoral Social Nacional trabajó en prevención del reclutamiento forzado en zonas rurales.

Fue elegida al Consejo Municipal de Juventud por una lista independiente. Fue presidenta de la Plataforma Juvenil de La Montañita durante tres años. También lideró un proyecto de USAID llamado “Jóvenes construyendo identidad de género en la ruralidad” para atender las violencias basadas en género. Desde todos estos lugares ha buscado facilitarle posibilidades de participación e incidencia a las juventudes, y lo ha logrado pues ya son un referente para la comunidad.

“El proceso de paz nos cambió la vida, porque antes teníamos nuestros activismos, pero no eran tan potentes. Nos dio la posibilidad de emplearnos. Ha sido un cambio real en los territorios”, cuenta.

Sebastián Darío Gabalan es estudiante de Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Distrital de Bogotá. Está convencido de que se pueden cambiar las cosas. Durante el paro nacional del 2020, junto a sus amigos de Ciudad Bolívar abrió espacios de diálogo alrededor de las manifestaciones. Era un tema que polarizaba: en los barrios había personas adultas en contra del paro y, al mismo tiempo, jóvenes participando en las manifestaciones. Buscaban que no hubiera polarización y mucho menos ciclos de odio intergeneracional. Hicieron entonces el esfuerzo de informar sobre el paro y sus razones. No fue un ejercicio muy fructífero, “la primera semana éramos diez jóvenes, a la siguiente solo quedábamos tres”, cuenta; pero considera que lograron cambiar un poco la percepción de algunas personas. Otro ejercicio en el que participó ocurrió entre 2018 y 2019. Grupos criminales que se movían en la zona usaban a los estudiantes de los colegios como vehículo de microtráfico. Aunque hubo docentes que decidieron mirar para otro lado, algunos hicieron denuncias, pero fueron amenazados y se vieron obligados a dejar los colegios. Cuando se enteraron de eso, cerca de 2.000 estudiantes se movilizaron y bloquearon las entradas de los colegios para llamar la atención sobre lo que estaba pasando. Los resultados fueron muy positivos, las autoridades intervinieron para erradicar las redes de drogas alrededor de los colegios. Además, dieron ejemplo, pues hicieron algo que generó cambios. Los estudiantes fueron la clave; si solo hubieran sido los profesores, no hubiera habido tanto impacto.

Edward Torres estudia Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Distrital de Bogotá. En su tiempo libe trabaja en Soacha con madres comunitarias en búsqueda del reconocimiento de la verdad de los llamados “falsos positivos”, ejecuciones extrajudiciales realizadas por el ejército colombiano, ya que es una experiencia desconocida para muchas personas, lo que genera estigmatización. Buscan construir territorio desde la memoria y la búsqueda de justicia, pasando por la concientización alrededor de la injusticia que vivieron, no sin enfrentar la estigmatización desde gobiernos y grupos de poder.

Paula Morales actualmente es practicante en Redepaz y ha trabajado con la Alcaldía Local y las comunidades de Sumapaz. Desde su perspectiva la construcción de paz consiste en un marco de incidencia personal. Hace algún tiempo hace parte del grupo Cuerpo Suma Vida de esta localidad. Este grupo defiende los derechos sociales y territoriales, reivindica al campesinado y busca la transición de las afectaciones del conflicto armado a la consolidación de la paz en el territorio. Está organizado en tres comités: ambiental, pedagógico y de comunicación social, que trabajan para ir sembrando semillas de paz. Hace una semana ganaron la convocatoria de Jóvenes con Iniciativas 2022. Asimismo, ha participado distintos procesos. Con la Fundación de Procaps ha pensado estrategias de seguridad alimentaria para Sumapaz. El año pasado estuvo trabajando con la Comisión de la Verdad, generando enlaces con las víctimas y realizando homenajes a los líderes asesinados. Define su tarea como la de “facilitar la colaboración con las instituciones y las organizaciones locales e ir sembrando semillitas para convertir los territorios en lugares de paz”.

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