Revista de la Academia. Número 14

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Revista de la Academia

Director José Fernando García Editor de este volumen Raúl Zarzuri Consejo Editorial Domingo Asún (Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile) Graciela Batallán (Universidad de Buenos Aires, Argentina) José Bengoa (Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile) Jorge Larraín (Universidad Alberto Hurtado, Chile) Bérengère Marques-Pereira (Universidad Libre de Bruselas, Bélgica) José Luis Martínez (Universidad de Chile, Chile) Danilo Martuccelli (Universidad de Lille, Francia) Nancy Nicholls (Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile) Carlos Ruiz (Universidad de Chile, Chile) Ton Saldam (Universidad Libre de Amsterdam, Holanda) Augusto Bolívar (Universidad Metropolitana-Azcapotzalco, México)


Universidad Academia de Humanismo Cristiano Rector Francisco Vergara Vice-rector Académico Leopoldo Benavides Director Área Ciencias Sociales Pedro Mege

Revista de la Academia N° 14/2009 ISSN 0717-1846 Derechos reservados Ediciones de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano Condell 343, Providencia, Santiago de Chile publicaciones@academia.cl/www.academia.cl Queda prohibida la reproducción total o parcial de los artículos sin la debida autorización, salvo para citas o comentarios Diagramación e impresión Gráfica LOM Concha y Toro N° 25, Santiago Teléfono 672 22 36-Fax 673 09 15


Revista de la Academia Revista de la Academia es la revista del Área Ciencias Sociales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Es una publicación que recoge resultados de investigación y de crítica elaborados por académicos chilenos y extranjeros, en el ámbito de las distintas disciplinas y orientaciones de la filosofía, las ciencias sociales y las humanidades. Revista de la Academia aparece dos veces al año, junio (volumen otoño) y noviembre (volumen primavera). Quienes quieran publicar en la revista deberán enviar los trabajos por correo electrónico al director (jfgarcia@academia.cl), manifestando su interés de que estos aparezcan en Revista de la Academia. El director remitirá un aviso de recepción que indique el nombre del autor o autores y el título de la contribución. El envío de un trabajo a Revista de la Academia implica el compromiso por parte del autor o autores de que éste no ha sido publicado ni está en vía de ser publicado. El director informará de la decisión sobre las respectivas colaboraciones en un plazo no superior a 40 días. Si un trabajo no cumple las indicaciones formales de edición, será devuelto. La evaluación de cada contribución estará a cargo de dos académicos externos, competentes en el área temática respectiva, a quienes se les hará llegar sin identificación del autor o autores (sistema “doble ciego”). El resultado de la misma será comunicada a los interesados, indicando aprobación o rechazo, o bien sugerencias de modificaciones. Las colaboraciones para Revista de la Academia se reciben hasta el último día hábil de marzo (volumen otoño) y hasta el último día hábil de agosto (volumen primavera).



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La juventud en la época de la globalización Oscar Aguilera Ruiz Acción colectiva y movimientos juveniles en Chile. Reflexiones sobre un trabajo de campo ........................................................................................... 11 Jorge Baeza, Hugo Herrera, Mario Sandoval Uso/abuso de drogas. Trayectoria y prevención en jóvenes de contexto vulnerable ...................................................................................................... 29 Emilia Bermúdez La construcción de representaciones de identidades juveniles en tiempos de globalización. Algunas reflexiones epistemológicas, metodológicas y teóricas a partir de una experiencia de investigación ............................................................................................. 51 Humberto Cubides Cipagauta, José Aladier Salinas Herrera Modalidades educativas propiciadas por organizaciones juveniles de Bogotá ....................................................................................................... 73 Mónica Figueras Maz El consumo “reencantazo” de las adolescentes españolas ........................... 87 Rogelio Marcial Juventudes violentadas: escenarios y experiencias destacables ................. 105 Alfredo Nateras Domínguez ¿De las “Tribus Urbanas o Neotribalismos” a las identificaciones juveniles?; o lo mismo: el regreso al Estado desdibujado y al desencanto moderno .................................................................................... 121 Paulina Vidal Pollarolo La sexualidad juvenil y el carácter “laico” del Estado chileno .................. 133 Raúl Zarzuri Cortés Jóvenes, violencia y medios de comunicación ............................................. 151

Comentario de libros Javier Agüero A. La resignificación del vínculo. Comentario sobre el libro El tiempo de las tribus de Michel Maffesoli................................................. 173



La juventud en la 茅poca de la globalizaci贸n



Acción colectiva y movimientos juveniles en Chile. Reflexiones sobre un trabajo de campo Óscar Aguilera Ruiz1 “Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir”. Alicia en el País de las maravillas, L. Carroll

Resumen El artículo desarrolla un ejercicio reflexivo sobre los procesos epistemológicos, teóricos y metodológicos involucrados en la producción de conocimiento sobre el mundo juvenil, a partir de la realización de una investigación doctoral desarrollada por el autor. Se propone reconstruir el proceso de construcción de un objeto de estudio, las estrategias de producción de la información, las modalidades de análisis y las formas de escritura de una investigación etnográfica sobre acción colectiva y movimientos juveniles. Palabras clave: reflexividad, etnografía, teoría fundamentada, movimientos juveniles.

Abstract The article develops a reflexive exercise on epistemological, theoretical and methodological processes involved in the production of knowledge about the youth, from a doctoral research developed by the author. It intends to rebuild the process of construction of an object of study, the production of information, strategies, modalities of analysis and forms of writing ethnographic research on collective action and youth movements Keywords: reflexivity, etnografy, theory reasoned, youths movements

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Doctor en Antropología Social y Cultural (UAB, 2008). Académico Departamento de Sociología, Universidad Católica Silva Henríquez. Investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). E-mail: oaguilera@ucsh.cl Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 11-28 ISSN 0717-1846


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Construir el objeto El presente artículo se fundamenta en el proceso de investigación doctoral desarrollado entre 2003 y 2007, y que estuvo centrado en el análisis de la acción colectiva y constitución de movimientos juveniles en Chile en el periodo 2000-2007, particularmente en las ciudades de Santiago y Valparaíso, y en menor medida y sólo en la última fase de campo en la ciudad de Concepción. Dicha elección se justificó en que estas tres ciudades concentran el 63,5 % de la población juvenil a nivel nacional, y presentan una gran variabilidad sociocultural así como en la posibilidad de producción de información a partir de investigaciones aplicadas en las que pude participar. En tanto, el foco de la investigación remite a las dimensiones discursivas, tanto institucionales (Estado y Academia) como individuales (sujetos juveniles) como a las dimensiones prácticas en su relación con la constitución de la acción colectiva juvenil, asumiendo como supuesto teórico la condición de agente que poseen los jóvenes, y la posibilidad de ser analizados como movimientos. El concepto de agencia, y su campo semántico adyacente (acción social, actor social) es entendido como la condición de posibilidad de los jóvenes por transformar, simbólica y materialmente, sus condiciones de existencia, y supone el despliegue reflexivo de los recursos para dicha acción (Giddens 1995; Weber 1964; Faletto 1986). De allí que los propios jóvenes y sus puntos de vista (discursivos y posicionamientos prácticos) hayan constituido el material empírico central a analizar, y las teorías y conceptualizaciones desplegadas sean el resultado de un proceso emergente de producción de información-análisis-construcción de matrices interpretativas, siguiendo la lógica de la teoría fundamentada (Strauss y Corbin, 2002). Es necesario advertir que esta opción analítica es el resultado del propio proceso investigativo y se fundamenta en los hallazgos parciales que fueron constituyendo la guía orientadora de la investigación, y remiten en líneas generales al papel histórico asignado a la juventud en la historia de Chile, la problematización teórica del concepto de movimiento social y los múltiples lugares o sitios de indagación de campo, y a la concepción asignada a las construcciones teóricas existentes en lo referente con los procesos investigativos.

Contexto histórico: la juventud en la historia reciente de Chile La presencia de los jóvenes, hombres y mujeres, como actores sociales de la historia de Chile ha sido subsumida a partir de la pertenencia a la denominación de “estudiantes”, lo que tuvo como consecuencia la invisibilidad de aquellos sujetos que no actuaban desde/sobre lo estudiantil-educacional; en trabajos anteriores (Aguilera 2003) pude presentar una trayectoria histórica de actores juveniles que abarcaba desde las vanguardias literarias y la constitución de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, que tuvo como punto culmine la presentación de la candidatura presidencial del poeta Vicente Huidobro en 1925 en nombre de las juventudes progresistas, la acción de los jóvenes militares chilenos que, en paralelo a otros jóvenes militares (Faletto 1986), fueron la punta de lanza en la transformación del régimen oligárquico en los años 1920-1925 (en direcciones conservadoras y derechistas, y progresistas de izquierda), el surgimiento de un movimiento contracultural vinculado al movimiento hippie hacia fines de los años 60’s, etc. Esta línea de argumentación se ve refrendada en su


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hipótesis central, la diversidad de políticas de lo juvenil, por la publicación del libro Historia de Chile. Infancia y Juventud (Salazar y Pinto 2002), quienes en un minucioso trabajo historiográfico remiten la emergencia del actor juvenil a los tiempos de la colonia (Siglo XIX) con el surgimiento de las gravillas o grupos de muchachos campesinos que a menudo eran significados como delincuentes, hasta llegar a los años 90’s donde postulan la hipótesis de la reconfiguración del tejido asociativo juvenil. Aunque dicho trabajo es fundamental desde una perspectiva histórica, no incorpora un análisis empírico en profundidad que pueda dar cuenta de las actuales prácticas políticas de los jóvenes, y que han sido negados en su condición de actores y han sido construidos en el imaginario social como desmotivados, apáticos y no interesados en la política a lo largo de todos los años de la transición a la democracia (1990 en adelante, llegando incluso hasta el año 2003) y comprendidos fundamentalmente desde lógicas del control social y la peligrosidad (Goicovic 2000). Es así como el trabajo investigativo sobre el cual reflexionamos comenzó temporalmente allí donde los jóvenes todavía son (des) considerados como sujetos apolíticos; hablamos de años 2000, cuando en paralelo se desarrolla un profundo proceso de rearticulación del movimiento universitario a nivel nacional, y comienzan a emerger numerosas agrupaciones juveniles vinculadas con estilos como el punk, el hiphop, e incluso la cumbia villera, y que se traduce en variadas formas de grupalidades juveniles (colectivos, casas ocupadas, festivales musicales y de graffitis, entre otros), y que se mantienen hasta el día de hoy tal como lo recogen las últimas cifras de la V Encuesta Nacional de Juventud (INJUV 2007).

El Problema de investigación El estudio de las prácticas colectivas desde los jóvenes (así como del conjunto de actores sociales) puede ser abordado desde al menos dos grandes perspectivas, ambas inscritas en el terreno cultural. La primera de ellas se articula a partir del concepto de cultura política juvenil, y remite básicamente a la caracterización de las discursividades y prácticas respecto al campo político institucional, sus procedimientos, sus actores y sus prácticas, y cuenta con un gran desarrollo a partir de la sociología y la psicología social fundamentalmente, aunque existen trabajos desde una perspectiva socioantropológica entre los que se encuentran el de Fernández Poncela (2003) y el de Weinstein (1988), así como ciertas aproximaciones de Lechner (2002) a propósito de su preocupación por los procesos políticos desde lo que denomina la subjetividad social. Estas perspectivas enfatizan en la producción de sentidos que orientan las acciones de los sujetos, asumen la naturaleza intersubjetiva de los fenómenos sociales y en términos generales se inscriben en aquellas corrientes que desde las ciencias sociales se ha denominado como constructivistas. Sin embargo, este énfasis en el carácter discursivo de las prácticas ha descuidado el análisis sistemático de las prácticas de los sujetos y las formas en que esas estructuras objetivizadas respecto a lo social (lo que significamos como política por ejemplo) se producen y/o reproducen, así como las estrategias de los actores juveniles para transformarlas. Esta segunda perspectiva, que intenta leer los procesos culturales desde una perspectiva política, es la que orienta en términos


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globales esta investigación y nos permite señalar la importancia de las políticas de las culturas juveniles; proceso constituyente del orden social y político que evidencia las tensiones y el dinamismo de los procesos culturales que viven las sociedades contemporáneas. De allí que el problema de investigación remita al terreno de las lógicas de acción colectiva y la construcción de movimientos juveniles en un contexto de transición social, asumiendo hipotéticamente que; a) las acciones colectivas y los movimientos juveniles, lejos de constituir un punto de partida para el análisis de la política, debían ser considerados como un punto de llegada y resultado de un proceso que requiere ser (re)construido como forma de encontrar claves culturales e históricas de la formación de lo político; b) la acción colectiva se realiza en un contexto espacial y temporal que permite problematizar y resignificar la realidad, posibilitando consensos sobre los cambios del orden social y c) las acciones colectivas juveniles expresan, de forma metafórica, las tensiones constitutivas de una nueva forma de pensar y representar los vínculos sociales. Para ello, y a partir de los hallazgos iniciales, se procedió a identificar las dimensiones de análisis involucradas en lo que entendemos como acción colectiva y su relación con distintos planos (espacio-temporales) que permitieran indagar sistemáticamente en dichos procesos. Si la teoría de los movimientos sociales asumía como punto de partida la existencia de un movimiento a partir de sus manifestaciones empírico-observables (la protesta social, las institucionalidades sindicales, por nombrar algunas), y no asigna un papel preponderante a los distintos lugares y procesos de producción de la acción colectiva, el aporte teórico de autores como Melucci (1989 y 1999) y Morales (1999) nos lleva asumir la premisa teórica de que el “movimiento” es un punto de llegada para el investigador social y por tanto una tarea a conquistar que implica prestar atención a aquellos procesos instituyentes y menos visibles para el analista externo, y que se despliegan a partir de múltiples lugares por los cuales los sujetos transitan, se estacionan, piensan y sueñan. Es así como desde esta perspectiva procesual de pensar lo político, y de forma coherente con las premisas de incorporar tanto discursos como prácticas (lo subjetivo y lo objetivo), procedí a identificar tres planos espaciales y temporales presentes en las prácticas juveniles: las movidas, y que remiten a los procesos (simbólicos y materiales) que permiten a los sujetos el reconocerse y posicionarse como agentes, y que desde una perspectiva interaccionista nos aproxima a la construcción de la acción colectiva; en segundo lugar, las movilizaciones y que remite a aquellos planos observables de la acción colectiva y los movimientos sociales en los cuales los sujetos escenifican sus planteamientos, despliegan saberes y prácticas ubicadas históricamente y se presentan al conjunto de la sociedad; finalmente los movimientos, y que remiten al proceso de producción de significados y sentidos sobre la sociedad y la política que despliegan los actores juveniles.

Unidades de observación y análisis Es la observación participante la técnica de investigación utilizada de manera transversal a lo largo de la investigación. La posibilidad de realizar un proceso mediador entre los significados otorgados por los jóvenes a sus prácticas y el


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que pueda otorgarle el etnógrafo destaca como el hecho más relevante de la perspectiva que hemos adoptado. De esta forma nos proponemos generar la emergencia de nuevas categorías y significaciones sobre el proceso estudiado, y por esa vía reformular el propio sistema interpretativo del que dispondremos en un inicio. Por lo tanto, fue el trabajo etnográfico con grupos de jóvenes en sus propios territorios, mediante la participación activa e intensiva en sus actividades, lo que fundamentó la aplicación de las otras técnicas. Asumiendo que son los procesos micro-políticos nuestra unidad de estudio, agregamos a continuación que la etnografía será la herramienta metodológica central para cumplir con nuestro objetivo. Como señala Gledhill (2000: 203) “el estudio de procesos micropolíticos puede servir, pues, para iluminar determinadas situaciones locales que, de otro modo, resultarían algo oscuras, además de contribuir a comprender cómo los procesos de escala local no sólo reflejan otros procesos políticos mayores y conflictos de escala nacional, sino que pueden contribuir a ellos”. Los casos de estudio correspondieron a 3 agrupaciones juveniles que desarrollan su actividad a partir del proceso de transición a la democracia que se inaugura en Chile en 1988, y que durante el proceso de investigación mantenían una actividad pública permanente: 1. La Funa: Es una agrupación que funciona en forma de colectivo y que integran distintas organizaciones juveniles y políticas. Sus objetivos son denunciar (funar, en argot) a los militares y civiles que participaron en violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar. A través de acciones de denuncia pública y difusión del historial del funado en su propio barrio, pretenden subsanar la falta de enjuiciamiento de estas situaciones. 2. ACES: Es una coordinadora de centros de estudiantes secundarios de Santiago. Ha sido la principal protagonista de las movilizaciones estudiantiles desde el año 1998 en adelante. Su forma de organización en asambleas, el articular a estudiantes que provienen de colegios periféricos y su nivel de movilización callejera ha permitido que cobre mayor protagonismo que otras organizaciones estudiantiles del mismo sector y que responden más bien a patrones clásicos de representación estudiantil y política. 3. Legua York: Es un centro social y cultural que tiene aproximadamente 5 años de historia, y que reúne a jóvenes que realizan actividades culturales como el muralismo, los graffitis o la música Hip-Hop. Su ubicación en una zona de Santiago de alta estigmatización por el tráfico de drogas que tiene asociado, y la capacidad de gestión cultural y económica de La Legua Cork son elementos interesantes que nos permitirán evaluar de mejor forma las relaciones entre los colectivos juveniles y el mundo institucional. Las agrupaciones seleccionadas para comenzar el estudio fueron definidas en función de su ámbito de actuación espacial y la vinculación de sus componentes (territorialidades), los atributos de sus miembros (estudiantes, pobladores, productores culturales) y los “frentes político-institucionales” en los que desarrollan su actividad social. Esta primera fase, realizada en los años 2004 y 2005, se complementó con la aplicación de 5 entrevistas en profundidad a jóvenes parti-


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cipantes de las agrupaciones definidas anteriormente, y en un segundo momento a otros 6 jóvenes que participan de otras agrupaciones y que fueron resultado de los hallazgos preliminares y decisiones metodológicas que desarrollamos en el capítulo Trayectorias Metodológicas. En una segunda fase, el año 2006, la unidad de observación la constituyó en exclusiva la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) a partir de un trabajo intensivo en el Liceo Miguel Luis Amunategui (Santiago) y Eduardo de la Barra (Valparaíso) en el marco de las movilizaciones estudiantiles de ese año. La técnica de observación participante fue complementada con la realización de lectura y análisis de prensa y documentos producidos por los estudiantes, la realización de 3 entrevistas en profundidad y la realización de un grupo de discusión. Finalmente, la tercera fase, desarrollada entre 2006 y 2007, se desarrolló sobre la base de técnicas conversaciones grupales e individuales a través de la realización de 7 grupos de discusión y 3 entrevistas en profundidad.

Reflexiones sobre un trabajo de campo Las experiencias de vida, tanto en el plano militante como en el académico y profesional, me permitieron ir construyendo una ruta investigativa, no exenta de complicaciones, alrededor de aquella categoría que hemos denominado socioculturalmente y académicamente como “Juventud”; primero, a partir de la forma en que desde una emisora radial se “hablaba y construía” un imaginario juvenil muy específico, y que se constituyó en mi Tesis de Licenciatura en Comunicación Social (1997), posteriormente me ocupé de los discursos sociales sobre la juventud en Chile, focalizando el análisis en el periodo de transición a la democracia que va desde 1988 al año 2000, y que constituyó mi trabajo de Tesis de Máster en Antropología (UAB, 2003), y finalmente la preocupación por las prácticas políticas que los jóvenes chilenos desarrollan actualmente y que se tradujo en la investigación doctoral sobre la que reflexionamos en este artículo. Como una forma de exponer adecuadamente este proceso, he procedido a ordenar temporalmente sólo para fines analíticos y expositivos la estrategia metodológica utilizada en las fases de; a) diseño de la investigación, b) trabajo de campo y producción de la información y c) estrategia de análisis. Realizo esta precisión por cuanto a lo largo del proceso investigativo, y como expondré a continuación, los tres procesos metodológicas se desarrollaban permanentemente, siguiendo una lógica emergente y fundamentada al estilo de la Grounded Theory (Strauss y Corbin, 2002).

Del diseño inicial al diseño final El nudo central de este proyecto estuvo marcado inicialmente por la preocupación por analizar los vínculos entre juventud y política en el contexto del proceso de transición política y social en Santiago y Barcelona. Asumía que la pregunta por aquellos vínculos me permitiría comprender de mejor forma los procesos socioculturales que involucran a los jóvenes en los actuales procesos de cambio social,


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interesándome específicamente por: los discursos sobre la participación política juvenil construidos en el proceso de transición a la democracia, los espacios políticos legitimados discursivamente desde la institucionalidad, la percepción de los jóvenes respecto a esos espacios, las formas de acción política legitimadas discursivamente desde la institucionalidad, las formas de acción política legitimadas discursiva y prácticamente desde los jóvenes, las lógicas de constitución política en jóvenes, tanto al interior de sus grupos como en relación con otros, y las lógicas de acción política de los jóvenes ante la institucionalidad. Una triple hipótesis articulaba esa propuesta inicial de investigación: a. En el 2000, las prácticas políticas de los movimientos juveniles se encontrarían definidas por la retirada de un sistema formal de representación política y la fundación de un campo propio desde el cual negociar con la institucionalidad. b. A nuevas organizaciones juveniles, corresponderían nuevas formas de organización no sólo en virtud de temáticas o demandas específicas, sino especialmente en lo que a la organicidad interna se refiere. Estaríamos en presencia de una organización juvenil no jerárquica y horizontal en las relaciones entre sus componentes y que constituiría una forma de novísimos movimientos sociales. c. La carnavalización y la teatralidad serían las formas y contenidos propios desde los cuales se desarrollan las acciones políticas cotidianas de los jóvenes de Santiago de Chile y Barcelona. El resultado de estos propósitos teóricos y empíricos se tradujo en el proyecto presentado en abril de 2003 al tribunal de suficiencia investigadora con el título “Movimientos juveniles y procesos de transición política y social: estudio comparativo de los casos de Barcelona y Santiago de Chile”. En dicho tribunal se realizaron varias observaciones a esta propuesta, las que podemos resumir de la siguiente forma2; la ambigüedad del concepto de transición, el vacío teórico en lo relativo a las discusiones sobre las identidades, la necesidad de incorporar a la discusión bibliográfica lo relativo a la teoría de los movimientos sociales, mejorar la articulación metodológica de preguntas, hipótesis e indicadores y que apuntaban a la coherencia interna del proyecto. Muchas de estas observaciones fueron incorporadas al rediseño del proyecto de tesis doctoral, como resultante del trabajo mismo de investigación, que fue “obligando” a replantearse algunas cuestiones señaladas previamente por los integrantes del tribunal de suficiencia investigadora. No obstante, mi estrategia fue comenzar con el trabajo de investigación y en la medida que se avanzara en esa dirección iría retomando y precisando el diseño original. Sin embargo, y dadas las recomendaciones realizadas en conversaciones individuales con los integrantes de dicho tribunal, decidí acotar la investigación a la realidad chilena dadas las complicaciones que tendría plantearse un proyecto de naturaleza comparada, sobre todo a la hora de analizar la factibilidad de cumplir dichos propósitos; recién comenzaba a conocer la realidad catalana, no contaba con 2

En dicho tribunal asistieron como evaluadores la Dra. Silvia Carrasco, el Dr. Aurelio Díaz y el Dr. Jordi Roca. Agradezco sus certeros comentarios que visibilizaron cuestiones que inicialmente no formaban parte de mi agenda.


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apoyos económicos para realizar la investigación y mi proyecto futuro estaba más cerca de regresar a vivir a Chile que quedarme en Barcelona, como finalmente ocurrió.

Reformulaciones a partir de un trabajo de campo En agosto de 2003 viajo a Chile para desarrollar una estancia de investigación que me permitiera comenzar con la investigación doctoral y poner a prueba los puntos de partida contenidos en el diseño original. En ese momento, no sabía que lo que comenzaba era una lógica de investigación que tenía antecedentes precisos y documentados teóricamente, aunque en realidad sí lo tenía registrado en mi memoria pero en ese entonces no logré articular lo que hacía con referentes metodológicos pre-existentes en las ciencias sociales; de allí que inicialmente conceptualizara esta primera fase sólo como un paso mecánico que me permitía ajustar lo inicialmente planteado (poner a prueba) y no necesariamente convertirse en material de análisis como finalmente ocurrió. La fecha se prestaba para realizar el trabajo de campo, por cuanto en Chile se conmemoraban los treinta años del golpe militar, y por tanto la visibilización de las manifestaciones y movilizaciones se encontraría más fácilmente. Situación que efectivamente fue ratificada por la cantidad de organizaciones, manifestaciones y actos públicos a los que pude asistir y donde se realizarían foros y debates sobre la relación entre jóvenes y política. Sin conceptualizarlo de esa manera, comenzaba paulatinamente a incorporar una perspectiva teórico-metodológica “multilocal” (Marcus 1994, Pujadas 2002) que afirmaba el carácter relacional de los fenómenos sociales y culturales y por tanto me obligaba a rastrear en múltiples sitios la producción de lo político en relación con los mundos juveniles. De allí que esa primera etapa de puesta a prueba se fuera transformando, a la par que investigaba, en un proceso de diseño emergente al modo de la teoría fundamentada (grounded theory), y que se sustentó metodológicamente en las siguientes acciones y prácticas etnográficas: • Observación participante: me incorporé a las actividades de dos agrupaciones juveniles con las que mantenía contacto previo a la investigación y que por lo mismo me facilitaron, sin mayores inconvenientes, el acceso a las actividades internas y a las actividades públicas que realizaban. En una de ellas (Agrupación Sociocultural Legua York), por encontrarme en una posición asimétrica en tanto sus integrantes tenían edades menores a la mía y por encontrarme con mayores herramientas de tipo profesional, me convertí fundamentalmente en un asistente de la organización como forma de devolver la generosidad que tuvieron al recibirme y abrirme las puertas no sólo de su organización sino que también de sus mundos personales, sus afectos y sus proyectos individuales. Mientras que en la otra organización (La Funa), que tenía mayores niveles de organización y participantes más experimentados (política y profesionalmente) pude participar como uno más pero sólo en las actividades públicas y no en las internas por las particularidades propias de esta organización vinculada con la denuncia de las violaciones a los derechos humanos. • Selección y análisis de prensa: paralelamente, me dediqué a seleccionar información de prensa que me permitiera analizar los procesos juveniles


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que eran conceptualizados como “políticos” y aquellos que no recibían la denominación, así como ir analizando los discursos institucionales y que me permitieran “volver a situarme” en la realidad nacional, algo que sin duda contribuyó a precisar algunas cuestiones respecto a los modelos diferenciados que emplean los medios de comunicación para construir la relación juventud y política • Asistencia a eventos y foros: durante los meses de agosto a noviembre del 2003 se realizaron variadas actividades académicas y políticas en que la relación entre juventud y política aparecía explícitamente y que se constituyeron en un valioso aporte que incluso me permitió incorporar paneles de discusión a los que asistí como expositor y como público, como materiales de análisis específicos y que ayudaron a diseñar el proceso de investigación en el que me encontraba embarcado. • Observación directa de manifestaciones políticas y eventos culturales: otro plano de búsqueda del lugar de lo político (Abelés 1988) constituyeron las marchas, acciones de protesta y manifestaciones culturales como recitales de música, encuentros culturales de organizaciones juveniles, y que me permitieron poco a poco a comprender las dinámicas expresivas en la constitución de las prácticas políticas juveniles. • Entrevistas en Profundidad: mientras realizaba este conjunto de acciones, fui concertando entrevistas que primero fueron informales y después, por la riqueza de información que me aportaban, se convirtieron en las primeras entrevistas en profundidad que realicé a varios jóvenes participantes de las agrupaciones con las cuales me fui relacionando. Todos estos procesos de producción de información fueron siendo registrados y sistematizados en un diario de campo que incluyó notas de campo, panfletos y flyers, fotografías, y también en cintas de audio que contenían las entrevistas realizadas. Estamos a noviembre del 2004, y una vez ordenado y hecha una primera lectura del material de campo, vuelve a surgir con fuerza la necesidad de revisar el marco teórico y metodológico en el que se ha inscrito este proyecto desde sus inicios (2003). A ello contribuyó la escritura de cuatro artículos que daban cuenta parcial de los avances producidos; “Un Modelo Transoceánico” (2004), “Tan jóvenes, Tan viejos” (2003), “Nos habíamos amado tanto” (2005) y “Algunas Hipótesis” (2005), y que me permitieron encontrar la ruta a seguir en esta investigación doctoral considerando que: • Surge la necesidad de considerar las características específicas de los actuales movimientos juveniles en Chile pues entre ellos existen distintos niveles de desarrollo; algunos han madurado mucho más sus propuestas, en tanto otros se encuentran en estado de latencia3. Pero lo cierto es que a las actuales organizaciones juveniles corresponderían nuevas formas de organización no sólo en virtud de temáticas o demandas específicas, sino especialmente en lo que a la organicidad interna se refiere, por lo cual esta dimensión se constituye en estratégica para el estudio. • La noción teórica de “campo político”, si bien se constituye en una poderosa 3

Latencia, Emergencia y Maduración son tres nociones provenientes de la teoría de los movimientos sociales, y que ha sido utilizado recientemente por Feixa y Romaní (2002) para analizar el surgimiento del movimiento antiglobalización.


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herramienta de análisis heurístico, me había hecho prisionero de la necesidad de demostrar o refutar si existía un campo propio con lo cual las posibilidades comprensivas de las prácticas juveniles se reducían considerablemente, y esa reflexión implicó, entre otras cosas, discutir el lugar de las teorías y los conceptos en los procesos investigativos y desarrollar una comprensión epistemológica de lo teórico más cercana a su tarea de “analizadores” que como “explicaciones” de la realidad social. Esta particular sensibilidad respecto a la teoría no se encontraba en el diseño de investigación ni en mi propia capacidad comprensiva de la labor investigativa, inscrita más bien en modalidades clásicas, todo lo cual me obligó a replantear mi propio papel como investigador. • Era necesario incorporar conceptos y categorías teóricas coherentes con dicha “apertura al campo”, y en ese contexto se verifica la necesidad de incorporar los desarrollos teóricos producidos en el campo de los análisis de la acción colectiva y los movimientos sociales, que pasan a ser los ejes de lectura de las prácticas juveniles. • Todo ello me exigía una articulación metodológica lo suficientemente vagabunda o nómada (Maffesoli 2000) que permitiera que nuestro problema de investigación fuera construido y analizado, nombrado e interrogado desde distintas perspectivas teóricas, pero también desde diferentes dimensiones socio-espaciales; es así como se contemplaron análisis de las formas y relaciones sociales que proponen los medios de comunicación, las políticas públicas generadas por las instituciones del Estado, así como estancias de campo prolongadas con algunas organizaciones, profundizadas con entrevistas y técnicas cualitativas de conversación construyendo todo lo que se ha conocido como perspectiva etnográfica multisituada (Marcus 1994). Es así como a esa primera formulación del proyecto de investigación, se fueron sumando nuevas interrogantes, se incorporaron otras perspectivas de análisis, pero fundamentalmente muchas discusiones con las propias organizaciones juveniles y con otros investigadores del tema juvenil me condujeron a “abrir y no clausurar” la investigación. Todo ello me permitió ir analizando de mejor forma las características de la participación política juvenil en el marco de los procesos de cambio social, y precisar mejor las hipótesis de trabajo que fueron desplazando del centro la idea “del campo político propio” e instalando el nuevo problema de investigación en el terreno de las nuevas lógicas que adquieren las acciones juveniles en un contexto de transición social, en contraste con las visiones teleológicas de pensar la política juvenil, así como desarrollar tres hipótesis de trabajo respecto a la especificidad política de las prácticas juveniles: a. Las acciones colectivas y los movimientos juveniles, lejos de constituir un punto de partida para el análisis de la política, debían ser considerados como un punto de llegada y que es el resultado de un proceso que requiere ser (re)construido como forma de encontrar claves culturales e históricas de la formación de lo político. b. La acción colectiva se realiza en un contexto espacial y temporal que permite problematizar y resignificar la realidad social, posibilitando consensos sobre los cambios del orden social. c. Las acciones colectivas juveniles expresan, de forma metafórica, las tensio-


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nes constitutivas de una nueva forma de pensar y representar los vínculos sociales. Y a partir de estos encuadres teórico-metodológicos así como de los hallazgos preliminares del trabajo de campo realizado (2003-2004) nos propusimos un recorte analítico que señala tres dimensiones constitutivas de las agrupaciones juveniles que nos permitirían aproximarnos a las nuevas lógicas de acción colectiva juvenil: a) la gestión política de las organizaciones juveniles, b) las formas expresivas utilizadas para visibilizar su accionar y c) finalmente el proceso de construcción identitaria que se desarrolla al interior de los movimientos juveniles.

Trabajo de campo y producción de la información Como podemos apreciar, la primera fase del trabajo de campo que se extendió hasta mediados del año 2004 nos permitió no sólo producir información valiosa sobre las prácticas políticas de los jóvenes chilenos sino que aportó elementos suficientes que permitieran definir y precisar nuevamente el diseño del proyecto de investigación doctoral. De allí que una vez analizada la información resultante de dicho trabajo, procediéramos a construir los procedimientos metodológicos siguiente. En líneas gruesas, la estrategia metodológica estaría compuesta por el análisis de una experiencia organizativa particular (a través de la modalidad etnográfica de observación participante), y en segundo lugar por el despliegue de estrategias conversacionales (mediante entrevistas grupales y/o grupos de discusión y entrevistas en profundidad) que permitieran problematizar los hallazgos iniciales de la investigación. Entonces procedí a concentrarme en la experiencia organizativa de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) que por ese periodo (20012004) se había constituido en la principal organización estudiantil secundaria, fundamentalmente gracias a la espectacularidad y masividad de sus protestas; entrevistando estudiantes, asistiendo a sus movilizaciones y protestas, leyendo sus publicaciones virtuales e intentando comprender ese trabajo con el activismo cotidiano que realizaban en sus liceos. Todo ese periodo se extendió entre fines del 2004 y todo el 2005; mis propios tiempos me impedían trabajar más regularmente con esta organización, algo que en un principio me pareció una amenaza al propio cumplimiento de los objetivos que me había propuesto, dada la irregularidad de mis “entradas y salidas del campo”, pero que terminó jugando a favor de mis propósitos y enriqueciendo mucho el análisis final que realicé. El alargamiento del trabajo de campo con la organización de estudiantes secundarios coincidió con un proceso muy interesante de activismo juvenil que comencé a detectar a fines del año 2004: el surgimiento de numerosos colectivos de jóvenes que desplegaban una incesante producción de actividads públicas y a los que me encontraba en distintos espacios. De allí que hacia mediados del año 2005 estas experiencias organizativas habían alcanzado un desarrollo tal que comenzaban a ser reconocidas incluso por las autoridades ministeriales que


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los invitaban a dialogar a la par que se invitaba a las estructuras estudiantiles más institucionalizadas como eran los Centros de Alumnos. A inicios del año 2006 me propuse concretar la estrategia etnográfica de investigar un caso en profundidad, por lo que me decidí por analizar la dinámica de estas nuevas grupalidades juveniles al interior de un Liceo de Santiago de Chile en el que yo había estudiado y que suponía me facilitaría el acceso al campo de estudio al conocer a funcionarios y docentes del lugar, como finalmente ocurrió. Así fue como en abril de ese año comencé los contactos para realizar el trabajo etnográfico en el Liceo Miguel Luis Amunategui. Sin embargo, al comenzar el trabajo de campo a mediados de mayo ocurrió lo inesperado; los estudiantes ocuparon el Liceo, iniciando una ola de movilizaciones que no pararía hasta fines de junio de ese año. Sin dudarlo, dispuse todo el tiempo libre que tenía en acompañar en largas vigilias la toma del liceo, conversando en sus afueras con profesores, apoderados y otros alumnos que llegaban hasta allí para informarse de la situación. Si bien no tenía acceso al interior, porque sólo se permitía el ingreso a estudiantes del liceo, previo al inicio de la movilización había logrado contactar a los dirigentes del Centro de Alumnos los que con el correr de los días comenzaron a conversar y hablarme, siempre en las afueras, de lo que ocurría “dentro”. Todo ese proceso, al modo del serendipity (esos descubrimientos repentinos), me permitió acceder como testigo privilegiado a la más grande movilización estudiantil que recuerde la historia social chilena y observar, al decir de Melucci (1999), los sistemas de acción, en acción. Por lo general nuestras investigaciones son “post” y muy raras veces coinciden los procesos investigativos con la ocurrencia misma del fenómeno que se investiga, todo lo cual me obligó a suspender la secuencialidad estratégica que había diseñado, y que me exigía comenzar con las entrevistas grupales e individuales, y esperar a que estos hechos se desarrollarán y allí evaluar nuevamente los pasos a seguir; me había convertido en un antropólogo practicando la etnografía, en un contexto de emergencia del fenómeno que precisamente estudiaba y que posteriormente me llevó a conceptualizar la movilización de los estudiantes secundarios como un acontecimiento (De Certau 1995) que merecía toda la atención del mundo, como finalmente terminó ocurriendo. En agosto del 2006 pude, una vez decantado el proceso movilizador y con nuevos elementos que iban brotando del análisis de la experiencia de movilización de los estudiantes secundarios, retomar la estrategia conversacional que había contemplado como momento de cierre de la investigación y procedí a construir un diseño muestral cualitativo que me permitiera asegurar la fiabilidad y validez de la información producida; así es como diseñé la realización de siete grupos de conversación que se correspondieron con cada una de las modalidades de acción colectiva juveniles que había reconocido a lo largo del trabajo de campo. Para esto, fue necesario poder caracterizar las variables que me permitieran identificar las especificidades de las prácticas organizativas de los jóvenes urbanos; conocía la heterogeneidad que caracteriza a las nuevas grupalidades juveniles, su fluidez, sus transformaciones y movimientos. Por lo tanto, a partir de las dimensiones expresivas, de gestión política e identitarias procedí a construir un mapa que nos aproxime a la diversidad de prácticas


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agregativas juveniles y que denominé “finalidades de adscripción”, que no son excluyentes entre sí, pero que sí me permiten diferenciar y especificar los objetivos centrales que movilizan a la acción de los jóvenes en el Chile de hoy y a partir de la cual se estructuró la tercera fase de producción de información (grupos de discusión y entrevistas en profundidad); • La primera finalidad de adscripción reconocida es aquella que tiene como propósitos centrales la politización y el cambio social, y está compuesta fundamentalmente por aquellas agrupaciones juveniles ligadas a prácticas de la política más tradicional, encontrándonos en este caso con una diversidad de formas orgánicas como los colectivos, las juventudes políticas y las organizaciones estudiantiles. • La segunda finalidad de adscripción reconocida es aquella cuyo sentido central se orienta al trabajo comunitario en territorios claramente definidos, y que intentan poner en marcha procesos participativos con las comunidades, y está compuesto por diversos colectivos urbanos culturales, sociales y artísticos, que muchas veces transitan a contrapelo del sistema dominante y no necesariamente en contraposición (a veces incluso pueden dialogar con la institucionalidad, por ejemplo recibiendo financiamiento o apoyo de instancias gubernamentales). Nos referimos aquellos grupos que expresan su politicidad a través de prácticas de tipo cultural y social. Entre ellas podemos mencionar algunas experiencias de grupos okupas y casas libertarias, que han levantado algún tipo de trabajo comunitario especialmente a través de la implementación de diversos talleres artísticos y educacionales en los que participan tanto los jóvenes miembros de la organización como los vecinos circundantes. • La tercera finalidad de adscripción es aquella que está orientada a la satisfacción inmediata de ciertas carencias a través del trabajo de voluntariado. Está compuesta por agrupaciones con altos niveles de institucionalización y creados y dirigidos en su mayoría por personas adultas; aquí se ubican agrupaciones vinculadas a espacios religiosos como parroquias y templos evangélicos; quienes participan de centros deportivos; y los jóvenes que forman parte de organizaciones dedicadas a la beneficencia como un Techo para Chile, o el hogar de Cristo entre otros. • Una cuarta finalidad está definida por la expresividad de ciertos elementos simbólicos comunes y que se hace visible ante el resto de jóvenes y de la sociedad gracias a una estética que posee caracteres bien definidos, y que han sido vinculados con movimientos contra culturales denominados también culturas juveniles espectaculares o tribus urbanas. Estas agregaciones juveniles expresan la política de lo cotidiano, de la situación, del corto plazo, en quienes no hay (en general) una posición militante, que poseen un germen de politicidad distinto y diferenciado del germen de la politización; metaleros, dark, góticos, rasta regge, hip hoperos, punk, otaku, skin y todos aquellos jóvenes que utilizan el cuerpo como resistencia. Además expresan su parecer y desarrollan participación a través de acciones de tipo artístico vinculadas a los estilos a los cuales adscriben realizando tocatas, festivales, talleres de música, o simplemente encuentros en ciertos focos donde pueden consumir diversos productos culturales específicos.


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Análisis de la información El proceso investigativo desarrollado derivó, intuitivamente primero pero intencionadamente después de la “reformulación”, hacia una estrategia metodológica de tipo emergente4,donde las tareas de diseño y precisión conceptual se realizan en paralelo a la observación y producción de información empírica y a los procedimientos de análisis que permiten desarrollar un proceso articulado de pensar-hacer-pensar que refleja de muy buena manera una perspectiva constructivista en términos cognitivos-individuales pero también que sirve como espejo de los procesos de construcción social de la realidad (Berger y Luckmann 1972; Shutz1974). Esta estrategia desplegada es la que conocemos en las ciencias sociales como Grounded Theory, Teoría Fundamentada o Teoría Anclada (en los datos cualitativos). Y según Strauss y Corbin, “El valor de la metodología que entraremos a describir radica en su capacidad, no sólo de generar teoría, sino también de fundamentarla en los datos. Tanto la teoría como el análisis de los datos exigen interpretación, pero al menos se trata de una interpretación basada en una indagación que se realiza de manera sistemática” (2002:10). Así, por medio de un proceso interaccional entre datos e investigador, fui acotando y precisando la búsqueda, realizando las primeras descripciones del fenómeno que analizaba y por esa vía fui generando nuevas hipótesis como señalé anteriormente, así como procedí a generar los primeros ordenamientos conceptuales, todo con el soporte informático del software ATLAS TI que me permitió ir ingresando sucesivos materiales de análisis que me permitieron; a) no esperar a finalizar el proceso de producción de la información para comenzar con el análisis, b) incoporar grandes volúmenes de información compuesta por fichas bibliográficas, entrevistas grupales y colectivas, mis notas de campo, fotografías y archivos de prensa, y c) generar sucesivos ajustes teóricos y metodológicos, así como las primeras elaboraciones teóricas que quedaron expresadas en las publicaciones que realicé en este periodo (artículos, ponencias y conferencias realizadas). Debo señalar en este punto, que entiendo la producción teórica de la misma manera en que lo plantean Strauss y Corbin cuando señalan que la “(…) la teoría denota un conjunto de categorías bien construidas, por ejemplo, temas y conceptos interrelacionados de manera sistemática por medio de oraciones que indican relaciones, para formar un marco teórico que explica algún fenómeno social, psicológico, educativo, de enfermería o de otra clase. Las oraciones que indican relación explican quién,qué, cuándo,dónde, por qué, cómo y con qué consecuencias ocurren los acontecimientos” (2002:25). Para cumplir con dichos propósitos de producción teórica procedí a realizar un proceso en cuatro niveles de análisis, los que eran realizados siguiendo una lógica simultánea tal como iban emergiendo a partir de la interacción que se producía con las informaciones que analizaba, y que esquematizado estaría constituido de la siguiente manera; a) reducción de la información, b) proceso de codificación, c) ordenamiento conceptual, d) teorización. 4

De acuerdo a Valles (1999), el diseño emergente se caracteriza por ser un resultado intermedio del proceso de recogida de datos, producción de información y análisis preliminar, y por la flexibilidad que permite al investigador modificar (incorporar o restar grupos, tiempos, espacios estudiados) los recorridos de la investigación en función de los hallazgos relevantes.


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Cómo narrar la experiencia investigativa Una vez explicitada la situación biográfica que como investigador me llevó a interesarme por el campo de estudios de la cultura, la política y la juventud, y luego de haber expuesto los procedimientos analíticos y metodológicos que me permitieron desarrollar la investigación, tocaba hacerse cargo de la forma de presentación del informe y de la estrategia narrativa adoptada; • En primer lugar, en su estructuración interna de apartados y capítulos, el texto fue construido a partir de una secuencia que va desde los planos generales y abstractos (grado de apertura) hacia los planos específicos y concretos (grado de focalización). Consideración especial merece el haber optado por no desarrollar aquellos fenómenos sociales contiguos al campo de estudio y que podrían haber operado como marco de contextualización de la realidad chilena en este periodo, ni especificar los debates teóricos que se encuentran en el campo de las ciencias sociales y humanas respecto a la construcción del objeto juvenil y los movimientos sociales. Dichas decisiones se justifican en tanto la opción inicial fue conceptualizar la experiencia y la práctica política de los jóvenes antes que una re-elaboración teórica de las matrices analíticas como objetivo central de la investigación. • En segundo lugar, la construcción narrativa me lleva a ordenar la presentación de la información siguiendo una escritura de viaje y movimiento, en que cada nuevo apartado y capítulo va profundizando, ilustrando y anunciando el conocimiento alcanzado, de allí que nos encontremos siempre con referencias cruzadas hacia atrás y hacia delante, • En tercer lugar, me propuse desarrollar un estructura modular que permita que los apartados y capítulos sean; a) autosuficientes en términos interpretativos, y b) puertas de acceso diversas al mismo problema de investigación sin que la comprensión esté predeterminada por una linealidad en la lectura • En cuarto lugar, he intentado no abusar de la primera persona pero tampoco dar una apariencia de ausencia en los términos de mi subjetividad como investigador. De allí que he mantenido la coloquialidad en las expresiones juveniles, pero he intentado aclarar el significado de cada una de ellas cuando lo amerita, más aún por la cantidad de modismos (nacionales y generacionales) con que nos encontraremos. Estas decisiones de escritura, dan por resultado una estructuración en tres grandes partes, siguiendo la metáfora de un viaje: • Los Mapas, donde sitúo histórica, académica y socialmente la relación entre juventud y política, además de contextualizar las condiciones socioeducativas en que se desarrollan las y los jóvenes chilenos contemporáneos. Esta parte se compone de dos capítulos: en el primero, Estudios sobre juventud y política, desarrollo desde dimensiones espistemológicas las perspectivas y enfoques que se han construido respecto a la juventud en Chile, problematizo lo que he denominado como discursos mitológicos sobre lo juvenil y visibilizo la pluralidad de prácticas político-culturales que históricamente han desarrollado los jóvenes chilenos. En tanto en el segundo capítulo, Condiciones socioeducativas de la juventud, presento el plano estructural en que se ubican los sujetos juveniles, las modalidades comprensivas desde las


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cuales la institucionalidad educacional se relaciona con los y las jóvenes, así como las tensiones constituyentes de lo que conceptualizamos como culturas escolares en su relación con los sujetos juveniles. Si bien durante muchos años intentamos separar la homologación mecánica que se realizaba entre la condición de estudiante y la posición sociocultural del sujeto juvenil pues era negadora de la pluralidad de condiciones juveniles, el proceso socioeconómico chileno vuelve ineludible la pregunta por la institución escolar en tanto contiene en su interior, hoy por hoy, prácticamente a la totalidad de la población juvenil y es allí que se desarrollan un conjunto de procesos que permiten comprender los modos de acción colectiva que despliegan los y las jóvenes así como sus modalidades diferenciadas de inclusión social. • Las Rutas, apartado que incluye tres capítulos: el primero, Movidas, donde presento las principales características de la acción colectiva juvenil en Chile a partir del análisis de las dimensiones expresivas, políticas e identitarias que a la manera de vectores forman parte y constituyen aquello que denominamos como lógicas de adscripción. El segundo, Movilizaciones, presenta las modalidades de movilización y protesta social que desarrollan los y las jóvenes chilenos a partir del análisis en profundidad de las protestas del año 2006 que desarrollaron los estudiantes secundarios, así como los impactos que estos hechos provocaron en la subjetividad social tanto de jóvenes como de otros actores sociales. Y finalmente el tercer capítulo, Movimientos, donde presento las perspectivas teóricas de los movimientos sociales que me sirvieron de conceptos orientadores en la reflexión e interpretación de las prácticas políticas juveniles, el marco contextual de movilización social en que se inscriben las experiencias juveniles, para concluir con la producción de nuevos sentidos y significados que los propios jóvenes otorgan a sus prácticas y al sistema político vigente. • Los Arribos, apartado que contiene el capítulo De las culturas políticas a las políticas de las culturas juveniles, donde presento las conclusiones a las que llego en el marco de la presente investigación y que me permiten configurar un objeto de estudio y vislumbrar una agenda de nuevos viajes en mi proceso investigativo postdoctoral, específicamente en lo referido a las epistemologías de los juvenil, las culturas políticas juveniles y lo que refiere a las políticas de las culturas juveniles, con especial énfasis en las políticas de la visibilidad, la violencia y la identidad. Si he optado por esta forma escritural que recurre al viaje y la navegación como formas de pensar el mundo no es por simple afán literario, sino que tiene su origen en mi propio lugar como investigador que se ha ido formando en el proceso, que ha valorado los conocimientos teóricos tanto como el conocimiento etnográfico situado, lo que implica un proceso permanente de ubicación y enmarcado del contexto en/desde el cual escribo y que me ha permitido, parafraseando al poeta Antonio Machado, hacer camino al andar. Pero también la analogía con el viaje y la navegación obedece a mi propia biografía en tanto provengo de una familia de gente de mar, y muchos de mis proyectos vitales son inconcebibles sin una ventana abierta al horizonte, el sonido de las olas, y la imaginación de otros mundos, características que definen a mi juicio la sensibilidad que debieran conquistar los y las cientistas sociales para dar cuenta de los complejos procesos sociales de la contemporaneidad.


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Uso/abuso de drogas. Trayectoria y prevención en jóvenes de contexto vulnerable Jorge Baeza1, Hugo Herrera2, Mario Sandoval3

Resumen El presente texto, busca dar a conocer los resultados de un estudio que tuvo como objetivo investigar por qué jóvenes de similar contexto de vulnerabilidad poseen diferentes formas de vincularse con el consumo de drogas. Dichos resultados se refieren a los diferentes tipos de vínculos con el consumo de drogas, las formas de socialización que les son propias, las características de quiénes piden ayuda, el perfil de los consumidores esporádicos así como los motivos que expresan éstos y quienes consumen con frecuencia. Palabras clave: drogas, jóvenes, contexto, vulnerabilidad social The present text seeks to know the results of a research which aimed to research why young people of similar context of vulnerability, possess different forms of link with drug. Those results relate to different types of links with the consumption of drugs, forms of socialization they own, the features of who ask for help, the profile of sporadic consumers as well as the reasons they express in those who consume frequently Keywords: drugs, youths, context, social vulnerabiliy

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Doctor en sociología. Profesor de la Universidad Católica Silva Henríquez,investigador del Centro de Estudios en Juventud de la misma. Email: jbaeza@ucsh.cl

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Magister en educación. Coordinador del Area Social del Centro de Extensión y Servicios de la Univesidad Católica Silva Henríquez. Email: hherrera@ucsh.cl

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Doctor en sociología. Profesor de la Universidad Católica Silva Henríquez e investigador del Centro de Estudios en Juventud de la misma. Email: msandoval@ucsh.cl Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 29-49 ISSN 0717-1846


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Introducción La comunidad internacional y nuestro país, no han podido controlar las organizaciones y personas que manejan el comercio ilegal de las drogas, al mismo tiempo que el comercio de las drogas legales sigue gozando de un expedito y próspero mercado (oferta). Asimismo, no ha sido posible bajar los índices de consumo de aquellas drogas legales incorporadas y aceptadas social y culturalmente. Muy por el contrario, las drogas legales e ilegales están en todos los medios con muy fácil acceso, haciendo la situación más compleja y planteando un gran desafío a nuestra sociedad. La sociedad chilena ha venido enfrentando esta situación desde distintos niveles. El tratamiento y la prevención se han efectuado a través de distintas instancias y experiencias realizadas por el Estado, a través de sus Ministerios de Educación, Salud, Interior, Justicia, así como las Iglesias, y Organizaciones no Gubernamentales (ONGs). De igual modo, con menor intensidad la investigación del fenómeno realizada principalmente desde órganos del Estado da cuenta de la situación con muestras nacionales y principalmente cuantitativas. Según el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes –CONACE–, las estadísticas de Chile respecto del uso de drogas indican que el 23,8% de los escolares ha probado alguna droga como marihuana, pasta base o cocaína al menos una vez en su vida; el 15,5% lo ha hecho en el último año y el 8,5% el último mes. Las declaraciones de consumo de alcohol indican que el 39,2% ha probado alcohol en el último mes y el 61,7% lo ha hecho en el último año. De acuerdo a datos de la OMS, en nuestro país el tabaco es responsable de la muerte de 38 personas diarias, es decir 1,5 personas cada hora. Según datos de la OPS sobre Chile, el alcoholismo es responsable de 4,5% de los ingresos hospitalarios, de 7% de las muertes como causa principal y de 25% de las muertes como causa asociada. Se encuentra una alcoholemia positiva en 48,6% de los homicidios, 38,6% de los suicidios y 50% de los accidentes de tráfico con vehículos de motorizados. La mortalidad específica por cirrosis hepática fue de 20,8 por 100.000 habitantes en 1994, una de las tasas más altas de Latinoamérica. Chile posee un alto nivel de información sobre el uso / abuso de drogas. Desde la recuperación de la democracia (1990) a la fecha se han realizado encuestas nacionales a la población en general sobre la materia, además de otras específicas a la población juvenil en particular. Se une a lo anterior, una amplia y diversa experiencia de programas de intervención que trabajan con personas tanto en aspectos preventivos como de rehabilitación. No obstante lo anterior, aún hay poco avance en la transformación de los datos acumulados en conocimiento útil que permita mejoras significativas. Gran parte de la información recogida posee un carácter exclusivamente cuantitativo, constituye información extensa (de amplia cobertura) pero no necesariamente intensa (profundidad); se ha privilegiado, además, información sobre el qué y poco sobre el cómo, con lo cual se tiene una adecuada fotografía de la situación pero faltan estudios que caractericen los procesos, los sentidos, significados y trayectorias de las personas involucradas en la drogodependencia; por último,


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la prioridad en la intervención, y con ello en la acción directa, ha dejado poco espacio para la sistematización y evaluación de seguimiento e impacto de las experiencias. El presente texto busca dar a conocer los resultados de un estudio de poco más de tres años de duración, que tuvo como objetivo investigar por qué jóvenes, de similar contexto de vulnerabilidad, poseen diferentes formas de vincularse con el consumo de drogas. En este trabajo se consideró como población general del estudio a jóvenes de sectores vulnerables, entendiendo por ello a la población que posee una mayor probabilidad que se presente un hecho que afecte su salud, en este caso el consumo de drogas, sabiendo además, desde un principio, que la vulnerabilidad resulta de la interacción de una multiplicidad de factores que se concretizan en una determinada realidad de mayor o menor riesgo, de orden biológico, psicológico, social y del entorno. Como población joven se consideran a las personas ubicadas en el segmento de 15 a 29 años de edad (igual tramo consideran las Encuestas Nacionales de Juventud, y en general las estadísticas del país), que viven en comunas identificadas como estratos bajos (en una diferenciación entre cinco grupos socioeconómicos, corresponderían a los grupos 4 y 5), es decir población que habita pequeñas viviendas (en el grupo de material ligero) con un equipamiento mínimo (pocas piezas y con pequeño baño); de una escolaridad baja y labores manuales; a lo que se agrega, en el grupo de menor ingreso, la alta presencia de trabajos sólo ocasionales. En el trabajo de esta investigación se consideraron seis momentos diferentes, los cuales en secuencia permitieron ir profundizando sobre la materia. Una primera etapa de elaboración de un Estado del Arte, con referencia al conocimiento acumulado en Chile sobre jóvenes y uso / abuso de drogas. Una segunda centrada en conocer en jóvenes de similar contexto de vulnerabilidad, diferencias que presentan en el consumo de drogas, sentidos y significados que poseen sobre su uso y factores que conducen al uso/abuso drogas en unos y en otros no. En un tercer momento, se buscó establecer las trayectorias y etapas vividas por los jóvenes que se convierten en consumidores abusivos de drogas. El cuarto momento, pasa de lo cualitativo a lo cuantitativo, y se centra en identificar la prevalencia de los factores de riesgo y protectores, presentes en una población general de jóvenes que habitan en contexto de vulnerabilidad. Cerrando ya el trabajo, la quinta etapa validó con jóvenes de sectores vulnerables, los análisis e interpretaciones construidas por el equipo de investigadores, sobre las conductas de uso/abuso de drogas. El último y final momento, lo constituyó la elaboración del informe de cierre de la investigación. Para la realización del estudio se contó con el valioso apoyo de la Federación Internacional de Universidades Católicas y de la Universidad Católica Silva Henríquez, de la cual los autores son académicos. Este trabajo se inscribe en el proyecto mayor titulado “Universidad y uso/abuso de drogas. estudios locales, 2004 – 2007”, el cual fue coordinado y apoyado permanentemente por el Centro Coordinador de la Investigaciones de la Fede-


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ración Internacional de Universidades Católicas e involucró a diez instituciones académicas: cinco de América Latina (Argentina, Brasil, Colombia, Chile y Ecuador) y cinco de Asia y Oriente Medio (Filipinas, India, Indonesia, Líbano y Tailandia). Al momento de concluir realizaremos tres acciones. Una primera que resume las principales conclusiones, diez en total, que se desprenden en forma directa de los datos recogidos durante la investigación realizada. Un segundo momento será la lectura transversal de las 10 conclusiones parciales, que nos permiten encontrar –en términos dicotómicos– dos respuestas que posibilitan muchas variaciones intermedias. Este segundo nivel de conclusiones posee un carácter más interpretativo, ya que es un intento de una lectura más teórica de los hallazgos del estudio realizado. La tercera lectura, muy breve, apunta principalmente a listar un conjunto de consideraciones, resultantes de esta investigación, que se consideran importantes a tener presentes en las políticas públicas en el trabajo con jóvenes de sectores altamente vulnerables al consumo de drogas.

Conclusiones principales resultantes del análisis de los datos El listado de conclusiones que se presentan a continuación, por una necesidad de validación pero por sobre todo de respeto a quienes son los sujetos principales de este trabajo, se presentaron y discutieron con jóvenes de sectores vulnerables al consumo de drogas, en tres focus groups4. Los resultados obtenidos fueron los siguientes:

Primera conclusión: En contextos socioeconómicos similares, es posible encontrar jóvenes con vinculaciones muy diferentes respecto al consumo de drogas. De acuerdo a los resultados encontrados en la investigación, pudimos constatar que el contexto no determina el consumo de drogas; sin lugar a dudas que influye, pero no existe ninguna relación determinante entre medio sociocultural deprivado y consumo de drogas. Lo anterior se reafirma en los testimonios recogidos en los focus groups donde han participado personas de contextos socioeconómicos y culturales similares y sin embargo reconocen comportamientos muy disímiles frente al consumo de dogas: Además se debe agregar a ello, que el consumo de drogas es posible encontrarlo en diversos niveles socioeconómicos. Es decir, el consumo de drogas es transversal a la clase social. No podemos afirmar que la droga es producto de la pobreza y menos que mecánicamente ello se reproduce.. Los testimonios de los jóvenes entrevistados, todos de contextos similares, dan cuenta de que no existe un patrón común de consumo que establezca una relación directa entre pobreza y consumo; todo depende de las historias fa-

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Se realizaron tres focus groups, con una pauta que permitió conversar cada una de las conclusiones de este estudio a modo de validación. Sujetos similares a los estudiados fueron reafirmando o afinando las conclusiones que se comparten con ellos.


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miliares, de las características de personalidad, de la gestión que cada uno va haciendo de si mismo, de cómo cada uno se construye en sujeto de su propio desarrollo: En este caso el medio circundante es el escenario donde se verifican las conductas juveniles, dado a una diversidad de experiencias, cada una con un sello personal.

Segunda conclusión: Desde los propios jóvenes se tipifican cuatro conductas diferentes: (i) El que nunca ha consumido; (ii) El que no consume actualmente pero ha consumido en forma experimental; (iii) El consumidor esporádico (que se asocia al consumo en fiestas y fines de semana) y (iv) el consumidor diario. Esta clasificación empírica está en estrecha relación con las clasificaciones teóricas que se encuentran en los textos relacionados con drogas y responde a las diferencias realizadas por los propios jóvenes las cuales demuestran gestiones de sí diferentes. i) El que nunca ha consumido: Por una parte tenemos a aquellos jóvenes que operan por distanciamiento generando una conducta protectora respecto del consumo de drogas. Desde esta perspectiva, se objetivan las consecuencias nefastas que produce el consumo de drogas y se adopta una conducta de rechazo al consumo, es decir, son jóvenes que evalúan costos y beneficios y que concluyen que son muchos más los daños que pueden sufrir al entrar al camino de las drogas, que los beneficios o placeres que ésta les pueda reportar. Es así como en los focus encontramos testimonios como el siguiente: “Mi nombre es David, nunca he consumido drogas alcohol sí, pero en ocasiones, pero droga nunca; me han ofrecido todo tipo de droga, todo tipo de droga me han ofrecido en fiestas, en partidos de fútbol; en todo me han ofrecido drogas, pero nunca la he probado, nada, no me llama la atención tampoco”. Como se puede advertir en el caso de David, a pesar de las constantes ofertas de sus amigos, él toma distancia del fenómeno, no se identifica con los consumidores, y se parapeta en una identidad de no consumidor, construyéndose como un sujeto autónomo, maestro de su destino, sin depender de dichas sustancias para poder funcionar. Por su parte Nelly nos señala lo siguiente: “Mi nombre es Nelly y tengo dos hijos hermosos y nunca he consumido drogas, o sea mi droga pa’ mí son los cigarros y de ahí mas allá de drogas, de marihuana o de otro tipo de drogas, nunca las he consumido; sí las conozco pero nunca me ha dado por consumirlas, o sea nunca he tenido las ganas… o sea nunca me han dado las ganas como para decir –ha yo voy a probar un pito, a ver qué se siente, o voy a probar la pasta pa’ ver qué… qué vola’ es la que se siente, pa’ saber qué se siente– no, nunca me ha dado eso”. ii) El que no consume actualmente pero ha consumido en forma experimental: Este tipo de jóvenes inicialmente han operado por distanciamiento, valorando los efectos negativos que tiene el consumo de drogas, pero sin embargo, en algún momento de sus vidas se han “acomodado” al fenómeno, probando la droga


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de manera experimental, sin iniciar el camino de las drogas, sin transformarse en consumidores habituales. Las motivaciones que encontramos en el discurso de los jóvenes, reafirmadas en los focus, hablan más que nada de una conducta exploratoria: “Quería probar qué se sentía”. En uno de los focus, Pedro reafirma lo anterior, indicando: “Siempre me contaron que era rico, que se sentía bacán, pero quise probarlo por mí mismo, no que me contaran otros lo que se sentía; quise probarlo yo mismo (...) pero fue eso y nada más. No quedé con el gustito de seguir probándola; lo probé una vez y fue suficiente”. iii) El consumidor esporádico (que se asocia al consumo en fiestas y fines de semana): Una gran cantidad de jóvenes se inscribe en este “tipo”. Son jóvenes que necesitan de las drogas como un “lubricante” social. Para ellos el consumo de ciertos tipos de drogas (principalmente alcohol y marihuana) facilita las relaciones sociales, las hace más suaves, más cercanas. “Con copete se pueden expresar emociones de manera más fácil”, nos dice uno de los jóvenes participantes en los focus groups. Cuando uno observa el “carrete” juvenil chileno puede apreciar que en la mayoría de los casos el alcohol es el invitado principal a la diversión juvenil; pareciera ser que no se pueden divertir si no hay consumo de alcohol: La manera de gestionarse a sí mismo de estos jóvenes es por acomodación. El desfase que se les produce entre sus expectativas y sus límites los lleva a consumir como un medio para la entretención. El alcohol y la marihuana les facilitan las relaciones sociales y las utilizan con el fin de “sentirse bien”. (iv) El consumidor diario: Los jóvenes consumidores diarios necesitan del consumo para funcionar normalmente. Aquí generan una relación cotidiana con las drogas, hacen de su consumo diario parte de su vida cotidiana: “Yo con mis hijos consumía, yo dejaba a mis hijos, pongámosle, botados y yo salía a consumir” (Nelly). El testimonio de Nelly nos demuestra que cuando la droga se incorpora en la vida de una persona, son capaces de hacer cualquier cosa con tal de mantener la adicción. Con el fin de financiar el consumo, muchos de estos jóvenes comienzan robando enseres domésticos en sus casas, luego cuando son sorprendidos por sus familiares, comienzan a realizar pequeños actos delictivos con el fin de financiar el consumo. El relato de Rodrigo es muy clarificador de esta situación: “Bueno, mi nombre es Rodrigo (...) junto con mi hermano y al pasar el tiempo conocimos la calle y nos alejamos de los estudios y nos convertimos en unos delincuentes: empezamos a robar, ya después robábamos para, no robábamos para nuestros hogares ni para nosotros mismos, si no que todo lo que hacíamos era para la droga; llego en una condición muy fuerte que, de convertirnos en unos ladrones por fuera, de convertirnos incluso muchas veces en ladrones en mi casa, empecé a sacarle las cosas a mi madre, muchas cosas que a ella le costaron y a través de eso empecé a caer preso en presidios menores. Después al cumplir la mayoría de edad empecé a caer en la casa mayor, hasta que me vi sumido en la droga”.

Tercera conclusión: Entre los no consumidores, se encuentran (i) una socialización que introdujo valores y ejemplos de no consumo; (ii) presencia de expectativas personales y/o familiares y (iii) en algunos casos miedos por experiencias cercanas.


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En la mayoría de los casos de jóvenes no consumidores nos encontramos con lo que podríamos llamar “familias protectoras”, es decir, padres y madres presentes, preocupados por sus hijos, en comunicación permanente con ellos. Estos contenidos comunicacionales al interior de la familia contribuyeron a desarrollar valores como la honestidad y el autocuidado, y ejemplos de no consumo en estos jóvenes. Las expectativas familiares giran en torno al estudio, el hacer deportes, salir con los amigos, desarrollarse como persona, todas las cuales han impactado enormemente el abanico de expectativas personas; es decir, logramos establecer una relación directa entre las expectativas familiares y las expectativas personales. Lo que los jóvenes quieren y desean para sus vidas coincide en buena medida con lo que su padres esperan de ellos, generando un halo protector en función e objetivos vitales que todos comparten. Por otra parte el conocer experiencias de amigos que iniciaron el camino de las drogas ha actuado como freno del consumo. En particular, al conocer las consecuencias negativas del consumo adictivo (abandono familiar, deserción escolar, desempleo, deterioro de la salud, etc.): El testimonio de David nos ejemplifica esta situación: “... Yo sí quería ser alguien en la vida, sacar mi cuarto medio, tener mi título y todo, lo que todo joven quiere prácticamente; entonces yo veía las noticias y todo, veía la delincuencia, entonces si yo dejaba los estudios yo pensaba que podía caer en lo mismo, ¿me entiende?, entonces yo solo ya empecé en meterme en los estudios, meterme, saqué mi cuarto medio, mi título... entonces yo por eso gracias a ellos soy lo que soy, también he trabajado en la calle, en las micros sobre todo, vendía helados en las micros para costearme mis estudios también, y de ahí prácticamente de a poco fui evolucionando y pienso seguir surgiendo más adelante y apoyar los que están en las drogas”.

Cuarta conclusión: Los consumidores esporádicos viven en una fuerte tensión entre el convencimiento de que pueden salir en cualquier momento del consumo y el miedo a caer en la adicción por completo. Las expectativas de los consumidores esporádicos son pasarlo bien, pero sin secuelas. Disfrutar al máximo el momento grato que les brinda el consumo de droga, pero no sufrir las consecuencias negativas del consumo de éstas. Esta tensión existencial derivada del desfase entre sus expectativas y sus límites hace que muchos de estos jóvenes tengan personalidades verdaderamente desgarradas. Se mueven entre el placer del momento y la culpa de haber hecho algo indebido; sienten temor de caer en la adicción, pero al mismo tiempo buscan el consumo cada cierto tiempo para saciar la necesidad del placer que les brinda su consumo. La gestión de sí mismo es difícil y contradictoria puesto que se convencen a sí mismos que pueden detener el consumo cuando ellos lo decidan, pero se sienten culpables al sucumbir una vez más en las redes de la droga. Como podemos observar en los testimonios recogidos en los jóvenes, hay una ambivalencia en su conducta y el arrepentimiento esta siempre presente: “Bueno así, por ser ahora los pensamientos que tengo ahora son demasiado buenos,


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pero los pensamientos que tenia antes, a los que tenía un tiempo atrás, eran muy diferentes, porque antes estaba metido en la droga, (...), a lo mejor yo hubiera estado con mi profesión, estaría estudiando, no sé, pero las cosas pasan por algo y aquí estamos” (Christopher).

Quinta conclusión: Entre los consumidores, los consumos y abusos mayormente se concentran en: Alcohol /Tabaco; Marihuana; Cocaína y Pasta Base de Cocaína. Los cuales se mezclan muchas veces entre ellos. A cada una de estas drogas se le asocia un efecto diferente. Tal como fue señalado en el informe de investigación, la caracterología del consumo actual de los jóvenes dista de la de algunos años atrás. Hoy lo que pudimos observar en terreno es más bien una mezcla de consumos; todo depende del consumidor y de la disponibilidad de acceso a las drogas: es así como hay jóvenes que consumen alcohol, marihuana y a veces cocaína, mezclando el consumo, dependiendo de las circunstancias. Luisa nos señala el siguiente testimonio: “... Mi papá también le hace a la droga, le hace a la chicota, le hace de todo”. Los casos más diferenciados son los consumidores de pasta base de cocaína, los llamados “angustiados”, quienes se hacen rápidamente adictos y consumen para aminorar el síndrome de privación que les produce la abstinencia; en este caso el consumo se transforma en una necesidad fisiológica. En cambio los consumidores de cocaína son más bien activos, trabajadores, frenéticos, acelerados y necesitan de la cocaína justamente para mantener su estado de productividad. El alcohol y la marihuana están asociados a la relajación, a la armonía social entre amigos. Como fue dicho anteriormente, ambas drogas son utilizadas como un lubricante social y facilitan las relaciones sociales.

Sexta conclusión: Por lo general se coincide en un similar ordenamiento, en una escala, desde aquellas drogas menos adictivas hasta las más adictivas y más perjudiciales (a juicio de ellos). Desde el alcohol y tabaco a la pasta base de cocaína. A pesar de la mezcla en el consumo de drogas, los jóvenes reconocen que existe un poder adictivo diferenciado generando una especie de escala de poder de adicción. Esta escala se iniciaría en el alcohol y el tabaco y terminaría en la pasta base. Lo anterior les permite gestionarse con cierta libertad en el consumo de aquellas sustancias con menor poder de adicción; en cambio pareciera ser que el que “cae” en el consumo de pasta base no puede salir. “Otra cosa es la pasta, el que se mete no puede salir, o le cuesta mucho; la pasta es muy dañina, el que se mete no sale” (Luisa) La pasta base exhibe un alto poder adictivo, generando un fuerte síndrome de privación en quienes la consumen, lo que hace que se vuelva imperioso ingerir otra dosis de la droga para lograr un anhelado estado de bienestar. La gestión de sí mismo escapa al control de las variables que permiten manejarse con cierta autonomía, pasando a depender de las dosis de drogas para lograr


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ciertos estados de bienestar. Christopher nos confiesa: “No, nunca siempre fue por mí porque igual me sentía bastante solo y dije, como pa’ empezar a consumir, me sentía, o sea en el momento me sentía lleno, como que, tenía de todo pero después en el momento que ya no teníai más drogas y no queríai consumir más te llegaba esa... esa dolorosa angustia y es fuerte así, y lo único que me calmaba era la pasta”.

Séptima conclusión: Respecto a los motivos de consumo, hay una búsqueda de satisfacción, que va desde la superación del dolor (frustraciones, privaciones), para llegar a la “normalidad” y avanzar a la satisfacción, o de aquellos que desde la “normalidad”, utilizan la droga para avanzar a la satisfacción (retraídos y muchos miedos). El abanico de motivaciones para consumir drogas es enorme; hay quienes la han consumido o la consumen para aliviar estados depresivos, para lograr un estado placentero momentáneo, para mitigar un dolor determinado, para sentirse que “funcionan” normalmente o para lograr una satisfacción anhelada. “Yo cuando chica lo pasé muy mal, mi padre me rechazaba, no quería saber nada conmigo....mi mamá nos dejó también, prácticamente me crié sola y ahí vinieron las drogas, tenía mucho dolor, mucha pena por la situación que estaba viviendo y con un pito todo se me olvidaba, era un momento grato, agradable, donde los problemas no tenían cabida, donde la vida era color de rosa... la idea era olvidar el dolor que tenía en ese entonces” (Luisa). Dolor, normalidad y satisfacción pareciera ser una escala que va de lo paliativo a lo hedonista. No en todos los jóvenes se observa esta escala; algunos se quedan en la mitigación del dolor, la pena o la angustia, otros buscan funcionar normalmente y por eso necesitan de una dosis de droga y otros se mueven en la búsqueda del placer constante. Por lo general, en cada uno de ellos, se verifica un desfase entre sus expectativas y sus límites y se gestionan a sí mismo recurriendo a las drogas para lograr estados (pasajeros) que son imposibles de lograr sin el concurso de éstas. “Para mí las drogas es diversión, pasarlo bien, estar con amigos y bacanear, hacerse el choro, sentir placer, dejarse llevar por el gustito; o sea, cuando consumía drogas lo pasaba bien, es lograr un estado de ánimo que así solo no se logra” (Christopher).

Octava conclusión: Los factores protectores y los de riesgo nunca actúan separados; en ningún caso un factor se presenta solo, siempre es una mezcla de factores que ayudan a iniciar o evitar el consumo. Dependiendo de las historias personales, de los procesos de socialización, de las características de personalidad y de los modos como cada uno se gestiona a sí mismo es el peso con que los factores (protectores o de riesgo) actúan en cada uno. Por ejemplo, los amigos son un factor ambivalente (o doble); éstos pueden actuar claramente como un factor de riesgo si invitan al consumo, si presionan de alguna manera, si ellos mismos consumen; en cambio un amigo también puede actuar como factor protector (un amigo no consumidor).


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En otros casos el dejar de consumir es para dar el ejemplo a otros significativos, como es el caso de quienes tienen hijos/as: ¿Cómo te explicas la distancia o cuidado que tuviste con la droga? R: No sé, yo siempre he dicho que va en uno, la fuerza que tenga uno y lo que uno quiere dejarle … qué valores quiere dejarle a sus hijos po’ . O sea yo no voy a querer porque yo tengo un hombre y una mujer, y no voy a querer que mi hija me vea… drogándome y después el día de mañana, me diga –Ah... ¿y cómo tú lo estabas haciendo? como que tenga un respaldo pa’ ella decirme: yo voy a consumir, porque tú consumías po’ y no, nunca he pensado en meterme en eso tampoco, a pesar de todos los problemas que yo he tenido, nunca he dicho –Ah, yo voy a meterme en esto pa’ olvidarme un poco –no, nunca lo he hecho” (Nelly). El caso de la familia es lo mismo: una familia abandonadora puede transformarse en un factor de riesgo de consumo en los jóvenes; en cambio, una familia preocupada por sus miembros, una familia que se comunica actúa como factor protector en el consumo de drogas. Para otros es el miedo a las pérdidas el que actúa como aliciente para salir de las drogas: Luisa nos relata lo siguiente: “Es mentira eso que dicen que no pueden dejar la droga, es mentira; es mentira, eso es mentira. Eso de que no pueden dejar la droga, es mentira, uno tiene voluntad y la deja pana nececitai psicólogo, todo eso es una mentira, uno si quiere salir, sale, por las de él y quiere por uno, porque el problema que pasa es que uno pierde la familia, los hijos, como le pasó a mi hermana, mis dos hermanas, perdieron a su hijos y todo por la droga”. Ambos factores (protectores y de riesgo) pueden estar presentes simultáneamente en una persona; ahora bien, el peso que tenga cada uno va a depender de las características personales del sujeto y de la forma como se gestione a sí mismo. El testimonio de Víctor al respecto es elocuente: “O sea para empezar, las vivencias de mi madre, de que mi madre nos sentaba a la mesa a los nueve hijos y nos dijera pasa, esto, esto y esto, yo fui una mujer golpeada, yo sufrí esto y como siempre dice la mamá, yo quiero lo mejor para ti, si yo no tuve esto, yo quiero esto para ti y eso también te va dando un cargo de conciencia de tu mamá y de tus hermanos alrededor, porque tus hermanos van diciendo: puta, si mi hermana sacó el cuarto medio; cómo yo no voy a llegar allá y tú mismo te vai colocando metas, y lo importante que no te pongái tantas metas, colocarte una meta pero cumplirla, ir de a poco y así se van haciendo las metas de uno”.

Novena conclusión: No obstante lo anterior, sí es posible identificar que sí hay algunas asociaciones que potencian el ingreso al consumo, como por ejemplo el que los padres no se preocupen de uno y el no participar en organizaciones formales. Como fue dicho en un punto anterior, al conjugarse ciertos factores, como por ejemplo personalidad insegura, mala imagen de sí mismo y familia abandonadora predisponen al consumo. “No, nunca, nunca fui a la escuela, qué pasaba, cuando mi papá era cabro más joven siempre invitaba personas a la casa a volarse y nosotros íbamos a la escuela de acá y nunca… entre mi hermanos, los


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otros estudiaron todos y yo no po’; no pude porque los problemas eran todos pa’ mí, todos pa’ mí. Mi papá, cuando le daba el bajón de la droga, siempre me atacaba a mi…. Siempre me tocaba a mí, todo a mí, por eso no aprendí a leer, los golpes... todo eso (Luisa). Por el contrario, una familia que acompaña armoniosamente el crecimiento y desarrollo de sus hijos junto a una personalidad estable y segura, contribuye enormemente como factor protector en el consumo de drogas: “El tema de las reglas dentro de la casa yo creo que influyen mucho dentro del pensamiento de los niños y de los jóvenes que hay en el día de hoy, porque como decía Pedro, en la casa se te enseña todo lo que aprendís afuera también; los papás te dicen las reglas, te dicen los límites a los cuales podis llegar, con quién juntarte, con quién no, la decisión es tuya al fin y al cabo pero los consejos” (Víctor). Este tipo de personalidad se gestiona a sí misma de manera distendida, relajada, y aunque sufran presiones de su medio, no entrarán en el camino de las drogas. En términos más específicos, y considerando los datos cuantitativos del estudio, es posible apreciar que existe un conjunto de asociaciones, tanto en el individual como familiar y comunitario. A nivel individual hay más jóvenes: a) que no tienen metas, entre quienes han tenido problemas por su consumo; b) insatisfechos con su vida, entre quienes no les preocupa su nivel de consumo (marihuana), y c) que se sienten infelices, entre quienes no les preocupa su nivel de consumo (tabaco). A nivel familiar: a) entre quienes sus padres se interesan por sus actividades, hay más jóvenes que no han tenido problemas serios en la casa, escuela o trabajo; b) entre quienes sus padres consumen drogas, hay más jóvenes que consideran a las drogas como poco o nada peligrosas, y c) entre quienes sus padres les ponen límites, hay más jóvenes que no se han expuesto a algún peligro o riesgo. A nivel comunitario: a) entre quienes sus amigos no consumen drogas, hay un mayor porcentaje de jóvenes que considera a las drogas peligrosas o muy peligrosas; b) entre quienes sus amigos han consumido muchas veces alcohol o drogas en exceso, hay un mayor porcentaje de jóvenes que consideran a las drogas legales poco o nada peligrosas, y c) entre quienes sus amigos han consumido muchas veces alcohol o drogas en exceso, hay un mayor porcentaje de jóvenes que en situación de consumo, han realizado acciones que generan o pueden generar problemas con la policía. Se agrega a los anteriores, y aún siendo más específico en cuanto a asociaciones, que: -

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El 83,8% de los que fuman marihuana, algún amigo lo ha invitado a consumir drogas, contra un 16,2% que no han sido invitados. Dentro de los que han sido invitados, a su vez, ello es más acentuado en los hombres que en las mujeres (59,2% contra 40,8%). Dentro de estas mujeres, el consumo de marihuana sube de 46,2% a 53,8% si se tiene una mala relación con los hermanos. El porcentaje de los que han consumido cocaína alguna vez es mucho mayor entre quienes han recibido una invitación de sus amigos a consumir drogas


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(88,5% contra 11,5% que no ha recibido). Esta situación es más notoria en los hombres que en las mujeres; en ellos el 71,7% contra un 28,3% de las jóvenes. En los hombres, además, el no pertenecer a una organización social hace subir de un 18,2% a un 81,8% el porcentaje de consumidores de cocaína. En quienes consumen pasta base de cocaína, un 55,8% indica que sus padres no se interesan por sus actividades (contra un 44,2%). Entre los que sus padres se interesan por sus actividades, el número de aquellos consumidores que indican tener menor satisfacción con su vida es ampliamente superior (5,3% contra 94,7%). Dentro de los que indican tener menor nivel de satisfacción con su vida, aumenta los consumidores de un 33,3% a un 63,9% en aquellos que indican tener menor control de su vida.

Décima conclusión: Las personas que llegan al abuso y piden apoyo, hacen un recorrido que tiene como trayectoria: Familias descompuestas / Violencia intrafamiliar / Falta de cariño / Soledad. Inicio del consumo: Experimentación / Novedad / Aburrimiento. Consumo consolidado: Estado de Bienestar / Evasión / Dependencia / Violencia/ Delincuencia. Quiebre/pausa en la trayectoria: Deseos de rehabilitación / Inicio de “proceso” / Futuro nuevo / Cambio de vida / Incertidumbre. Esta trayectoria se repite en cada uno de los casos donde observamos abuso de drogas. Invariablemente nos encontramos con familias descompuestas, abandonos paternos, separaciones matrimoniales, abuso sexual de menores, violencia intrafamiliar, soledad afectiva, falta de cariño. En la mayoría de estos casos el consumo se inició para llenar un vacío; en este caso la gestión de sí mismo actúa por acomodación. De alguna manera se busca un sustituto que aplaque el dolor que se siente por el abandono; de esta manera se inicia el consumo de drogas por experimentación, por considerarlo algo nuevo que les puede brindar satisfacciones o simplemente para combatir el aburrimiento que sienten en los momentos previos al consumo. Estos consumidores experimentales pasan rápidamente a consumidores esporádicos y de ahí hay un paso al consumo consolidado, a la adicción. Con la adicción se busca un estado de bienestar negado en estado de normalidad por las características de la familia de origen: esta dependencia de las drogas lleva a un permanente estado de evasión. Algunos de ellos, por razones difíciles de precisar hacen un alto en el camino produciendo un quiebre en la trayectoria y buscan rehabilitarse, iniciando un “proceso” que los lleve a un futuro nuevo, a un cambio de vida; sin embargo lo que se impone es la incertidumbre. Tienen sueños en la vida que quisieran realizar, pero no están seguros de lograrlo porque las tentaciones son muchas y el medio sigue siendo el mismo; en este sentido el contexto juega un rol importante en el mantenimiento de las adicciones. En el lugar donde se vive se vende drogas (para muchos es su trabajo, y ello hace


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de esto un sector vulnerable), además las redes contacto y subterráneas siguen subsistiendo y hacen que la incertidumbre prevalezcan en estos jóvenes.

El juego entre dos lógicas de acción: interpretación de los hallazgos La lectura de las conclusiones recién reseñadas, validadas en los focus group, permiten descubrir un conjunto de aspectos que se reiteran, que llevan a sostener como posible interpretación teórica que las diferentes realidades de consumo de drogas en los jóvenes, en un contexto de igual vulnerabilidad, están dadas por la capacidad de gestionarse a sí mismos, situación que conlleva a dos lógicas de acción –en términos dicotómicos–: una lógica de auto-cuidado o una lógica de desconfianza de sí. Antes de profundizar sobre estas dos lógicas es necesario explicitar en mayor medida los dos conceptos teóricos que se están utilizando: “lógicas de acción” y “modos de gestión de sí”, los cuales pertenecen a G. Bajoit y a A. Franssen y están expuestos en sus obras “Por una Sociología Relacional”5, “Los Jóvenes en la Competencia Cultural”6 y “¿Qué es el Sujeto?”7. La gestión relacional de sí es la actividad psíquica por la cual el individuo trabaja sobre su condicionamiento social (es decir, sobre sus expectativas, sus límites y la tensión entre los dos), con el fin de forjar una identidad personal y de actuar sobre los otros. El resultado de este trabajo es doble: por una parte, el ser humano se constituye como individuo, como sujeto, es decir, ejerce “la voluntad del ser humano de llegar a ser y mantenerse maestro de su destino personal”8, en otras palabras, ser sujeto de su propia historia, y por otra parte, se convierte en actor social al establecer relaciones con los otros. Al estar las conductas referidas a los otros, surgen dos dimensiones fundamentales para el análisis: la identidad y la alteridad. Yo soy “yo mismo” y me reconozco igual o diferente a los otros. Cada uno vive en un mundo de intercambios en su espacio cotidiano. En este devenir incesante de juegos comunicacionales, todos, a su manera, tratan de ser auténticos, “sí mismos”. En este trabajo relacional, el ser humano coloca en acción tres capacidades fundamentales: a) La capacidad de administrar sus tensiones: En ese apasionante juego de la vida, dadas las expectativas, las presiones y los límites, cada uno debe administrar sus tensiones existenciales, el malestar que esto le produce, actuar sobre ella. Es un trabajo sobre sí mismo, donde se pone en ejecución la capacidad de reflexividad que opera por acomodación y distanciación. El trabajo de acomodación reduce la tensión existencial, la hace soportable y ayuda a vivir con ella y la distanciación permite separarse y objetivar. 5

Guy Bajoit (1992): Pour une Sociologie Relationnelle. PUF. Le Sociologue. Paris, France.

6

Guy Bajoit et Abraham Franssen (1995): Les Jeunes dans la Compétition Culturelle. PUF. Sociologie d’aujourd’hui. Paris, France.

7

Guy Bajoit et Emmanuel Belin (1998): Contribution à une Théorie du Sujet. L’Harmattan. Paris, France.

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Concepto de “sujeto” en Guy Bajoit.


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b) La capacidad de reconstruir su uni(ci)dad: Cada persona desarrolla la “capacidad de construir y reconstruir la uni(ci)dad de su ser”. Ser un “yo”, claro, definido; tener identidad. A través de ella el sujeto actúa sobre el yo para forjar su identidad y su proyecto como individuo. Se realiza un trabajo de individualización (¿quién soy yo?) y un trabajo de proyectividad (¿qué quiero?). c) La capacidad de estructurar sus lazos sociales: Paralelamente el ser humano actúa sobre otros, es decir, ejerce “su capacidad de estructurar sus lazos sociales”, como se sostiene en Guy Bajoit et Emmanuel Belin (1998: 3). Esta es una necesidad de sobrevivencia social. Gracias a esta capacidad el individuo actúa sobre los otros, construyendo sus lazos sociales y a su vez coloca en movimiento un trabajo de identificación y de diferenciación. A través de la identificación se construyen los lazos de gregariedad y de la diferenciación se construyen los lazos de alteridad Teniendo claro que en la medida que los unos actúan sobre los otros (o con los otros), todos necesitan apelar a ciertos recursos psico-culturales para lograr éxito en estas relaciones. Las relaciones humanas son dinámicas, siempre cambiantes. Surgen expectativas, se imponen coacciones y se construyen límites, y así, cada persona va por la vida gestionando su tensión existencial9, como motor centrífugo y centrípeto de sus relaciones sociales. No se trata de que hagamos todo lo que los otros nos dicen, nos piden o nos ordenen, también tenemos la capacidad de decir no, de rechazar, de oponernos, de discernir, de discriminar y, a la goffmaniana, “salvar la cara”. Actualmente el desafío consiste en ser sujeto en una sociedad en mutación, ya que la dificultad está precisamente en la existencia de un contexto normativo inestable, confuso, cambiante, en transición epocal. Según las características de cada uno, existen maneras diferentes de colocar en movimiento estas capacidades; de administrarlas, de ser sujeto. Para designar esas maneras, Bajoit et al. hablan de los “modos de gestión de si” o “las lógicas del sujeto”. Pero, ¿qué es ser sujeto?. “Ser sujeto es colocar en movimiento estas seis capacidades para actuar sobre sí mismo y sobre los otros, a fin de administrar como individuo y actor las relaciones con los otros”10. El telón de fondo del cual parten los autores señalados es la hipótesis que hoy día estamos viviendo un período de mutación cultural y que esta mutación dificulta que los jóvenes encuentren sentido a las cosas que hacen, y como consecuencia les resulta difícil vivir. En un mundo que se cosifica, que les exige cada vez más, se va produciendo un desfase entre las expectativas de éxito y los límites o los obstáculos que ellos perciben en el logro de esos objetivos ese desfase son las tensiones existenciales. 9

Los jóvenes experimentan sensaciones, deseos y contradicciones entre sus expectativas y las posibilidades reales de satisfacerlas. Toman conciencia de sus limitaciones y desarrollan mecanismos adaptativos que les permiten sobrevivir en su medio, surgen tensiones existenciales que afectan su identidad. Muchas veces, se ven obligados a dejar determinadas cosas (principalmente estudios), debiendo adaptarse a una situación de trabajadores precoces, lo cual acarrea problemas en la configuración de la identidad individual y colectiva. Se vive una juventud adultizada, una adultez prematura.

10

Bajoit (1992) op. cit. pág. 147.


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El problema del sujeto es un problema antiguo en la humanidad y en cada época y lugar el hombre busca ser sujeto apelando al modelo cultural reinante, traducido en valores superiores o supremos (Dios, la Patria, la Naturaleza, etc.). De esta manera “el individuo es siempre sujeto, cualquiera sea el modelo cultural en el que viva, pero, de un modelo al otros los principios de sentido a los cuales se apela para justificar su derecho a ser son diferentes”11. En un contexto cultural inestable, en mutación, el primer fenómeno que se produce es que las expectativas de los otros dejan de ser homogéneas y pasan a ser más o menos incoherentes, la socialización deviene paradojal. Los valores del antiguo modelo pierden su legitimidad progresivamente, por lo tanto, la vía conformista ya no tiene sentido, aumentando cada día la cantidad de personas que buscan ser sujetos por la vía contestataria o marginal. Por otra parte, los individuos escapan a las formas instituidas de contestación y marginalidad, intentando fundar sus proyectos personales en principios culturales nuevos. El ser sujeto por la vía realista (del conformismo y de la movilidad) ahora toma la forma de una reafirmación de valores del pasado. Por último, entre la concepción realista de la libertad, que se identifica con el modelo cultural antiguo y la concepción idealista que se apoya sobre el nuevo, se desarrolla, un “vacío cultural”. Es así como cada vez más individuos forman parte de una situación de aculturación: ellos no pueden adherir al antiguo modelo cultural porque lo encuentran indeseable e impracticable, pero a la vez no pueden adherir al nuevo, dado que su legitimidad aún no está asegurada, por lo tanto, se ven obligados a tratar de conciliar los dos modelos en sus prácticas cotidianas. De todo lo anterior, Bajoit et al., plantean la hipótesis de “que estaríamos pasando de un modelo cultural basado en la razón social (es legítimo aquello que es útil a la colectividad, es decir, contribuye a su progreso y obedece a su razón) a otro, fundado en la autorrealización autónoma (es legítimo aquello que el individuo juzga bueno para su desarrollo personal), en la medida que eso no impide a nadie hacer lo mismo”12 En el complejo trabajo de “gestión de sí”, los jóvenes se ven enfrentados cotidianamente a relaciones desiguales, asimétricas, en la cuales se ven obligados a obedecer, a conformarse con decisiones injustas que los afectan, a rechazar dictámenes con los que no están de acuerdo, a someterse a un poder que no pueden contrarrestar, a mostrarse indiferentes frente a ciertas instancias de poder, es decir, partimos de la base de descartar el mito de que los jóvenes son esencialmente rebeldes. De lo que se trató en la investigación fue de descubrir cuáles son sus mecanismos de adaptación, integración, rechazo y/o marginación. Considerados los dos conceptos teóricos explicitados, es posible volver a lo antes expresado que las diferentes realidades de consumo de drogas, en un contexto de igual vulnerabilidad, están dadas por la capacidad de gestionarse a sí mismo. 11

Bajoit (1992) op. cit. pág. 180.

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Bajoit (1992) op. cit. pág. 181.


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Toda persona debe ser capaz de: a) administrar sus tensiones, lo que implica trabajo sobre sí mismo (reflexividad); b) reconstruir su unicidad, lo que lo lleva a actuar sobre su propio yo para forjar su identidad y su proyecto como individuo, y c) estructurar lazos sociales, lo que posibilita identificación y diferenciación con relación a los otros, pero no toda la población presenta igual capacidad para a) administrar sus tensiones, b) construir su identidad y proyecto vital, y c) estructurar sus lazos sociales. Lo que lleva a la existencia de lógicas de acción diferentes. -

En términos extremos, existe una Lógica del Autocuidado: que da cuenta de personas que reflexionan sobre sí y resuelven sus tensiones; construyen una visión positiva de sí con un proyecto de vida que guía su accionar y generan lazos sociales que se estructuran sin negarse a sí mismos en la relación con los otros. - En el otro extremo, hay una Lógica de la Desconfianza de sí (que al parecer posee más confianza en las drogas), donde la reflexión sobre sí se construye desde un imaginario que invisibiliza las tensiones; donde no se construye una visión positiva de sí y se vive un fuerte apego al presente y en la relación con los otros se niega u olvida de sí mismo. Frente a estas lógicas de acción de los jóvenes, en la intención de profundizar sobre ellas, es necesario evaluar dos interpretaciones posibles. Por una parte, la propuesta de la “sociología de la experiencia” de F. Dubet13 y, por otra, la de la “mutación del modelo cultural” de G. Bajoit y A. Franssen, en parte ya mencionada. Según F. Dubet, no estamos en presencia de “un” eje articulador que define “el” conflicto central que posiciona a los actores colectivos en función de “intereses comunes” y que actúan bajo “una” lógica única. Lo que se advierte en el análisis cuantitativo y cualitativo y en las constataciones empíricas es, más bien, una separación entre la subjetividad individual y la objetividad del sistema, fragmentado en múltiples lógicas de acción. Desde esta óptica, F. Dubet nos proporciona un concepto clave para comprender las conductas de los jóvenes consumidores (sus lógicas de acción y sus modos de gestión de sí). Este es el concepto de “experiencia”, entendida como una “noción que designa las conductas individuales y colectivas dominadas por la heterogeneidad de sus principios constitutivos y por la actividad de los individuos que deben construir el sentido de sus prácticas en el seno mismo de esta heterogeneidad”. Como fue señalado anteriormente, estamos ante la presencia de dos lógicas de acción (del autocuidado y de la desconfianza de sí) que se mueven en un espacio cotidiano caracterizado por la pobreza, la marginación y la exclusión. En ese contexto, estas lógicas de acción les permiten a los jóvenes, sobrevivir, adaptarse, integrarse parcial y simbólicamente o conformarse a la exclusión forzada. Coincidimos con Dubet en el sentido de que, al observar las conductas de los jóvenes, no es posible reducirlas a un rol determinado ni tampoco a la perse-

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François Dubet (1994): Sociologie de l’experience. La couleur des idées. Seuil. Paris, France.


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cución de determinadas estrategias de interés, sino que –en sus conductas– se plasman tres características esenciales: a) La primera se refiere a la heterogeneidad de los principios culturales y sociales que organizan sus conductas. Todo pasa como si ellos adoptaran simultáneamente muchos puntos de vista a la vez, como si su identidad estuviera configurada de movimientos identificatorios sucesivos. Es por eso que la tipología propuesta debe servir como guía de referencia, no como “etiqueta social”; hacerlo sería un error y no permitiría comprender y aprehender el fenómeno en toda su complejidad. A partir de las definiciones de roles, de status o de pautas culturales rígidas, estables y preestablecidas no se puede comprender el comportamiento de los jóvenes (consumidores de drogas o no), ellos no constituyen una masa que cumple un programa determinado. Los jóvenes no construyen una unidad a partir de un vacío social. Ellos no son parte de un guión en blanco que van “improvisando”. Por el contrario, su espacio social, está lleno de contenidos diversos que se entrecruzan, dando origen a una multiplicidad de lógicas de acción, de modos de gestionarse a sí mismos. En este sentido, la identidad de los jóvenes no es un “ser” dado, a-priori, es un “trabajo”, un proceso de construcción siempre dinámico. b) La segunda característica de la conducta de los jóvenes es la distancia subjetiva que ellos mantienen con el sistema. Al respecto, cabe diferenciar las conductas de los jóvenes que adhieren a la lógica del autocuidado de los jóvenes que adhieren a la lógica de la desconfianza de sí. c) La tercera característica a la que se refiere Dubet, es que la construcción de la experiencia colectiva recoloca la noción de alienación en el corazón del análisis sociológico. Al respecto, compartimos parcialmente este punto de vista con el autor. El análisis nos parece válido y certero en lo que se refiere a la constitución de nuevos movimientos sociales, es decir, si desaparece la imagen clásica de “la sociedad”, los nuevos movimientos sociales que se constituyen y los antiguos que aún subsisten no pueden apelar a la combinatoria de intereses colectivos, de utopías compartidas en función proyectos globales que representen los intereses de “la clase”, del “pueblo”. Al respecto, la tipología propuesta por Dubet se encuentra sobrepasada, caduca. No tiene sentido pensar y pretender comprender el complejo accionar de los jóvenes actuales si se les analiza sólo en el cruce de sus acciones colectivas: populismo, defensa comunitaria, reivindicación y ruptura revolucionaria. La tendencia predominante es a alejarse de las acciones colectivas y a estructurar los lazos sociales de manera diferente a la forma como se hiciera en la década de los ‘80. La tendencia observada más bien transita en un cúmulo de acciones individuales, que circunstancialmente se nuclean en acciones colectivas esporádicas, las cuales se disuelven tan rápido como se constituyeron. En el caso analizado (jóvenes consumidores de drogas) las acciones sociales se relacionan y concentran en función del acceso y consumo de la droga.


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Aquellos que tienden a una lógica de autocuidado utilizan una serie de recursos como factores protectores (planes futuros, estudios, trabajo, deporte, familia acompañadora, etc.), en cambio aquellos que tienden a una lógica de la desconfianza de sí, se abandonan en la droga como un refugio frente a un contexto adverso, un contexto que no les posibilita desarrollarse adecuadamente, un contexto que los margina y excluye de los beneficios que éste genera. Dado que la pobreza, la autoexclusión de los estudios, la ausencia de una familia protectora, la soledad y el hastío los acompañan permanentemente, el uso y abuso de drogas permite estados de bienestar pasajeros que compensan en parte ese sentimiento de angustia y malestar que los acompaña. En ninguno de los dos casos (lógica de autocuidado y lógica de desconfianza de sí) se pudo observar la constitución de movimientos juveniles contestatarios, alternativos o “novísimos” movimientos sociales como les llama C. Feixa. Por su lado, según G. Bajoit, estaríamos viviendo un tiempo de mutación cultural. Los parámetros que les brindaron las certezas a las generaciones pasadas están siendo sobrepasados por un nuevo modelo que tiene como eje de articulación la “autorrealización autónoma”. Lo interesante de la propuesta de Bajoit es que le otorga un rol protagónico al sujeto mismo en el proceso de cambio. No son las estructuras que cambian y como acto reflejo los individuos cambian con ella, sino que –más bien– es un proceso conjunto que se retroalimenta incesantemente. Las acciones que realizan los jóvenes son acciones cargadas de sentido, en un contexto que les proporciona un conjunto de sentidos culturales vehiculizados por representaciones, normas, valores e ideologías, las que, en su conjunto, configuran el modelo cultural que progresivamente se impone y lucha en su irrupción en la escena nacional con otro conjunto de representaciones, normas, valores e ideologías que constituyen otro modelo que subsiste, pero que pierde vigencia día a día. De esta manera, el sujeto construye sus estructuras de sentido que forjan sus expectativas en los distintos campos en los cuales se desenvuelve cotidianamente. Sin embargo, en el desarrollo de sus conductas, el “yo” se encuentra con los otros, con las instituciones, con la legalidad vigente, con el “Estado de Derecho” y en sus intercambios cotidianos, el “sujeto-actor” se enfrenta a un conjunto de presiones sociales y materiales que configuran una estructura de control que genera los límites que le impiden lograr sus expectativas. La relación entre las expectativas y los límites da origen a incoherencias y contradicciones en cada ser humano, siendo la fuente de la tensión existencial que cada uno debe sobrellevar. El resultado es una sensación de malestar existencial que busca resolverse de alguna manera; en el caso analizado, a través de uso y abuso de drogas ilícitas. La tensión entre “querer ser” y “deber ser” está siempre presente y para gestionar esa tensión, el sujeto se defiende, se adapta, se reconstruye o salva su identidad personal.


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Como muy bien lo señala Bajoit, el vivir el tránsito de un modelo a otro, genera confusión, incertidumbre, ambigüedades, zonas poco claras, donde el comportamiento humano se fragmenta en una pluralidad de lógicas de acción, adhiriendo, en algunos casos, al modelo cultural antiguo, viviendo de lleno el proceso de transición en otros y finalmente, en una tercera posibilidad, adhiriendo con claridad a los valores del nuevo modelo cultural en proceso de instalación. En nuestro caso nos interesa saber si existen diferencias entre las lógicas encontradas, si se adhiere a modelos culturales diferentes y –de ser así– saber en qué consiste esa diferencia. Considerando lo anterior, a continuación procederemos a analizar la participación en el proceso de mutación cultural separado por lógica de acción. De las dos lógicas encontradas, la tendencia de los jóvenes es a adherir, en primer lugar, a la lógica de autocuidado y –en segundo término– a de la desconfianza de sí. Algunas características comunes de estos jóvenes son las siguientes: lo primero que se advierte en ellos es la distancia que marcan con los sistemas que conforman la sociedad; son jóvenes que recrean el lazo social en vínculos des-institucionalizados; sin existir ningún amarre con el sistema social a través de vínculos institucionales. La situación no es que cumplan roles y status internalizando el conjunto de valores y normas sociales ni que luchen contra “el” sistema. A este último, simplemente “no lo pescan”, se ubican fuera y marcan la distancia, en particular con el sistema judicial, con el sistema político y con el sistema policial. Del sistema educativo una buena parte se encuentra fuera y con el sistema laboral establecen relaciones esporádicas. Del análisis de sus discursos y de la observación realizada se deriva una crítica al mundo institucional. Para estos jóvenes, este es un mundo podrido, corrupto, materialista, regido por relaciones de fuerza y poder, frente al cual no tienen ninguna posibilidad de participar e incidir; por ello algunos se refugian en la droga como un paliativo a la frustración que esto genera. Es un mundo que aparece estructurado de tal manera que su cambio se visualiza como imposible. La lógica de funcionamiento social, económico y cultural que se impone en el país, releva los criterios de rentabilidad, eficiencia, rapidez y “performance”, todos ellos, criterios empresariales aplicados al conjunto de la sociedad. En ninguno de esos criterios se encuentran los jóvenes que adhieren a la lógica de la desconfianza de sí. Su lógica de funcionamiento, en la cual se articula el lazo social, está en función de otros criterios totalmente diferentes. En la lógica del autocuidado los jóvenes articulan el lazo social en función de criterios de cercanía, proximidad física, afectividad, expresividad, sinceridad, sencillez y apoliticidad; estableciendo relaciones plásticas, intensas, calurosas, verdaderas; relaciones cara a cara, que tienen como expectativa mantenerse sanos y ser útiles a la sociedad. Los jóvenes que desarrollan la lógica de la desconfianza de sí, mirados desde el punto de vista adulto/institucional, son jóvenes indisciplinados que manifiestan un desapego a las normas establecidas. A su manera, son subversivos. Esta es


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una subversión sin contenidos políticos, subversión que podrá, eventualmente, en un futuro incierto, desembocar en revueltas juveniles expresivas, sin llegar a articular movimientos sociales, al menos en el corto y mediano plazo, o en actos delictuales menores con el fin de conseguir dinero para financiar su consumo. Estos jóvenes rechazan el control social y quiebran el orden establecido con violencia ritualizada en los estadios, en los conciertos rock, en las calles nocturnas. No se trata, sin embargo, de conductas desviadas, ya que el fenómeno al que hacemos alusión se concreta en el flujo de las interacciones cotidianas entre pares, teniendo como objetivo la visibilidad social, marcando una distancia con el sistema, es decir, no está referido exclusivamente a un desfase entre objetivos a lograr y los medios socialmente adecuados para ello. ¿La integración social es el objetivo de todos los jóvenes? No necesariamente. La respuesta puede ser afirmativa para un determinado grupo que orienta sus conductas en función de un consumismo (real o simbólico) que los integra a un mercado y que –al integrarlos– los hace parte del corazón de la sociedad actual, estos serían los jóvenes que adhieren a la lógica del autocuidado. Para este tipo de jóvenes es válida la afirmación de D. Seissus14, quien afirma que –para los jóvenes– la única forma de integración viable es el consumo. Sin embargo, la integración simbólico/momentánea que éstos logran, tiene una característica esencial: es “desintegradora”, vale decir, es una integración que tiene una doble dimensión: por una parte, los integra individualmente (real/simbólica y momentáneamente) y –por otra y al mismo tiempo– los “desintegra” como colectivo, los desarma socialmente, atomiza el lazo social permitiendo sólo interacciones individuales, fomentando el egoísmo y la competencia con sus pares, destruyendo los lazos de solidaridad. Se cuidan para ellos, para sus familiares, para lograr participar de alguna manera en el mercado que los rodea. Sin embargo, para los jóvenes de la lógica de la desconfianza de sí, ese tipo de integración social no constituye un objetivo deseado. Sus expectativas no pasan necesariamente por ser parte de ese modelo. Estos jóvenes no están reclamando una cuota de participación en el modelo, están manifestando su desacuerdo, expresando su malestar sociocultural, “denunciando”, a su manera, la enajenación social producida por relaciones mercantilizadas. Gritan y golpean, pero no proponen, se drogan y manifiestan, pero no se integran. Como lo señala Jodelet15, estos jóvenes tienen la necesidad psicosocial de encontrar un chivo expiatorio en quien volcar la rabia, la agresividad y manifestar la violencia contenida. Sus aciones no cuestionan el orden vigente, ni mellan las bases estructurales sobre las cuales se edifica la exclusión de que son objeto; es sólo violencia expresiva, vehiculada a través de un chivo expiatorio como es el consumo de drogas. 14

Al respecto, ver: Dionisio Seissus, Consumo de los jóvenes en el Chile democrático, Cuadernillos de información, Departamento de Planificación y Estudios, Instituto Nacional de la Juventud, Santiago de Chile, Diciembre 1993.

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Al respecto, ver: Denise Jodelet (1996): “Les processus psycho-sociaux de l’exclusion”. En: L’exclusion: l’état des savoirs, Éditions la découverte/textes à l’appui, Paris, France.


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Estos jóvenes no tienen modelos alternativos que ofrecer. En este punto, experimentan un vacío proposicional que no se explica si admitimos la idea de que sus conductas son “desviadas” o simplemente anomicas. ¿Cómo podríamos definirlos como anómicos cuando la estructura normativa del sistema social está en cuestionamiento, en proceso de mutación? ¿En relación a qué referente normativo serían anómicos?. Lo que hacen, a nuestro juicio, es alejarse del mundo institucional, no responder a sus códigos. Al des-institucionalizarse, crean espacios propios de existencia, re-creando la simbología del poder y resignificando el proceso de mutación cultural que observan y que viven. Al marcar la distancia se separan sideralmente de la política y la pregunta por el sentido la colocan en los afectos, en sus relaciones de pares y en sus relaciones de pareja, en el mismo consumo de drogas. El mundo del amor se sobrecarga de expectativas y tensiona a las parejas, mientras la política se vacía de sentido y se queda en los juegos de poder, de los cuales los jóvenes consumidores están excluidos.

Algunas consideraciones importantes para las políticas públicas, resultantes de este estudio: Los resultados de este trabajo, prácticamente a modo de síntesis final, aportan un conjunto de consideraciones importantes para tener presente a nivel de las políticas públicas en el trabajo con jóvenes de sectores vulnerables al consumo de droga. -

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Es necesario un tratamiento diferenciado en las políticas públicas frente a sectores vulnerables al consumo de drogas. El estudio demuestra que a igual realidad de vulnerabilidad, no necesariamente hay respuestas similares, lo que exige atender la diferencia (no estigmatizar y homogeneizar). Reconocer que diferentes drogas de consumo exigen diferentes atenciones en las políticas públicas. El estudio indica que las diferentes drogas de mayor consumo en Chile están vinculadas a patrones culturales de comportamiento diferentes, lo que exige una atención más especializada. Aceptar la complejidad de que la mayor parte de los factores que se clasifican como de protección o riesgo, no lo son por sí mismo. El estudio demuestra que la familia, los amigos y el contexto no son en sí mismos factores de protección o riesgo, su despliegue puede tener diferente sentido. Lo que exige no simplificar. La valoración en la trayectoria de consumo o no consumo del proyecto de vida. El proyecto, el sentido de la vida, las expectativas futuras, son vitales en la forma de experimentar el presente, lo que demanda una atención de los aspectos simbólicos y no solo materiales en los jóvenes. La importancia conjunta del capital escolar y el capital relacional en el trabajo preventivo. Los datos indican que si se logra una buena autoestima y una adecuada relación con los demás, aumenta una lógica de acción más positiva, lo que en definitiva da cuenta de la importancia del capital social, en una sociedad como la chilena de bajos niveles de confianza en los otros y en las instituciones.



La construcción de representaciones de identidades juveniles en tiempos de globalización. Algunas reflexiones epistemológicas, metodológicas y teóricas a partir de una experiencia de investigación Emilia Bermúdez1

Resumen En el presente trabajo se recogen algunas de las reflexiones teóricas y metodológicas que se hicieron a lo largo de nuestra experiencia particular de investigación de tesis doctoral en torno a las maneras como, a partir del consumo cultural y en el contexto de espacios urbanos y globales como los malls, algunos grupos de jóvenes en la ciudad de Maracaibo, Venezuela, construyen las representaciones de sus identidades y diferencias. Se trata de un conjunto de ideas que ponen en evidencia la necesidad de repensar estas identidades desde una perspectiva cualitativa, compleja, transdisciplinaria y al mismo tiempo intuitiva, flexible, en donde se dé centralidad a las narraciones que construyen los jóvenes desde diversos lugares y temporalidades. Se concluye en la necesidad de dar impulso a las investigaciones empíricas para entender la lógica diversa y cambiante de las identidades juveniles y cuestionar las bases esencialistas y patrimonialistas con las que se ha pretendido examinarlas y que a nuestro entender se convierten en obstáculos para explicar las lógicas diversas de construcción de dichas identidades en tiempos de globalización. Palabras clave: investigación, experiencia, identidades juveniles, globalización 1

Socióloga, Doctora en Ciencias Sociales, Docente con categoría de titular en la Escuela de Sociología de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad del Zulia, Venezuela, e investigadora responsable de programa de investigación sobre jóvenes en el Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos de la misma Universidad. E-mail: emiber@cantv.mex Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 51-72 ISSN 0717-1846


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Abstract This paper discusses methodological and theoretical reflections that were made in our research experience of doctoral thesis on the ways in which some groups of young people in the city of Maracaibo, Venezuela, build representations of their identities and differences, in the context of cultural consumption and in the context of urban and global spaces such as malls. It is a set of ideas that highlight the need to rethink these identities from a perspective that is qualitative, complex and transdisciplinary and at the same time intuitive, flexible where is central to the narratives that young people construct from different places and temporalities. Findings suggest the need to give great impetus to empirical research in order to understand the diverse and changing logic of youth identities and the essential and foundational questions with which these identities have been examined and that become barriers to explain the different logics of construction of such identities in times of globalization. Keywords: research, experience, youth identities, globalization

Introducción Este artículo reúne algunas de las reflexiones teóricas-metodológicas que se realizaron en el trabajo de tesis doctoral titulado “Malls, consumo cultural y construcción de representaciones de identidades juveniles en Maracaibo, Venezuela”, cuyo objetivo general consistió en analizar cómo algunos grupos de jóvenes, en la ciudad señalada, construyen las representaciones de sus identidades y diferencias en un contexto de crecientes procesos de globalización y transformaciones de los espacios urbanos contemporáneos. En función de este objetivo se tomaron dos elementos centrales de análisis: por un lado, la apropiación que los jóvenes hacían de los malls y la tendencia creciente a convertirlos en sus espacios principales para la recreación y la socialidad; por el otro, los procesos de interacción y consumo simbólico que esos jóvenes establecen a partir de su encuentro en estos espacios. A partir de estos elementos se detectaron cuatro grupos de jóvenes distintos que de acuerdo a la propia clasificación que ellos establecían para reconocerse entre sí o diferenciarse se denominaron como: los “roqueros”, los “skaters”, los “gays” y los que se autodefinen como “normales” y que otros jóvenes denominan como “pavitos”, “fresitas” o “sifrinos”. Tratándose de una experiencia particular de investigación no se aspira a recomendar ninguna fórmula ni generalizar, sino compartirla con otros estudiosos sobre el tema de tal forma que, a partir de la discusión y reflexión crítica de esta experiencia, se pueda contribuir a soportar el camino de investigación que otros han emprendido. Asimismo, llamar la atención sobre la necesidad de revisar las posiciones que de manera dogmática siguen pensando el problema de las identidades bajo una visión patrimonialista y esencialista que no permite mirar la complejidad de estos procesos. Se hablará entonces, de la visión que se tiene acerca del conocimiento de un objeto que, a juzgar por la presente experiencia así como por lo planteado en otros estudios (Avello y Muñoz, 2002; Beck, 1999; De Garay, 1999; Feixa, 2003; Martín Barbero, 2002a; Zarzurri y Ganter, 2002; Muñoz, 2005), se torna cada vez más difícil de interpretar, debido al predominio de la complejidad de las


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interacciones sociales y simbólicas producto de los procesos de globalización y la aparición de otros referentes para construir los procesos identitarios. En este sentido, se considerarán algunos aspectos de la discusión epistemológica que sostienen diversos autores de distintas disciplinas acerca del conocimiento en general (Baena y Montero, 1995; Balandier, 1975, 1999; Focault, 1980; Geertz, 1995; Giddens, 1987; Luhmann, 1996) y sobre las identidades juveniles en particular (Maffesoli, 1997; Margulis y Urresti, 1998; Reguillo, 2000), además de las reflexiones a las cuales ha conducido la específica experiencia investigativa. También se expondrán algunas consideraciones sobre el método de investigación y la perspectiva metodológica. Para finalizar, se presentan las conclusiones a que, acerca de los procesos de construcción de identidades juveniles en tiempos de globalización, nos condujo esta manera de abordar el conocimiento.

Complejidad y transdisciplinariedad en el conocimiento de las representaciones de identidades juveniles en tiempos de globalización. Los procesos de construcción de identidades, y particularmente de las identidades juveniles, se han tornado cada vez más un objeto de estudio caracterizado por la complejidad por varias razones. Primero, porque se está hablando de un objeto cuyos referentes de construcción teórica se han puesto en duda para dar respuesta a nuevos y diferentes procesos de construcción de identidades que, como las juveniles, están caracterizados cada vez más por la transversalidad, la velocidad, lo efímero y por transformaciones en las ideas de espacio, historia, tiempo, comunidad, así como por cambios en las maneras de estar juntos y de construir la memoria colectiva. De hecho, en el caso de las identidades juveniles lo colectivo mismo se ha tornado distinto en la dimensión espacio-temporal y en los motivos de encuentro. Segundo, porque en lugar de las características de unidad, homogeneidad y regularidad que se adjudicaba a las identidades, lo que predomina actualmente es lo contrario. Las identidades juveniles en los espacios urbanos y globalizados se construyen a partir de la diferencialidad y sobre un mundo de experiencias y contextos disímiles que limitan las generalizaciones acerca de esos procesos. Los procesos de globalización han acentuado además la presencia de sistemas simbólicos abiertos, permeados por los flujos de intercambio de símbolos venidos de espacios y lugares diversos, que hacen fútil el planteamiento de la dicotomía entre lo propio y lo ajeno y que dan paso a identidades cada vez más heterogéneas, frágiles e inestables. En este sentido, el prestar atención al contexto de producción de las representaciones de identidades juveniles se hace cada vez más relevante. Tercero, porque se trata de identidades construidas sobre una lógica distinta a la lógica de la racionalidad moderna de largo plazo y de estabilidad, para tornarse diversas en sí mismas, al estar construidas sobre referentes que podrían ser considerados en dicha lógica racional como antagónicos (lo local y lo global, lo propio y lo ajeno, el territorio físico y el virtual) y sobre un tipo de socialidad fundada principalmente en la afectividad.


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Cuarto, porque los procesos de representaciones de identidades juveniles están cada vez más construidos sobre la base de una socialidad lúdica y afectiva que hace relevante el centrarse en el papel de la subjetividad en la construcción de esas representaciones y con ello el desafío de trascender los esquemas de interpretación de los paradigmas en los que predomina la objetivación. Quinto, porque se está en presencia de múltiples representaciones por parte de sujetos diversos que imponen superar las formas de conocimiento que enfatizan la causalidad y la linealidad. Desde esta forma de ver el “objeto de investigación”, y rompiendo con las maneras de leerlo desde algunas perspectivas académicas, políticas y de sentido común, es desde donde, epistemológicamente, se ubicó la investigadora en este trabajo, con la intención de buscar un camino que ayude a comprender las distintas maneras cómo los jóvenes construyen hoy las representaciones de sus identidades. Como lo plantea Maffesoli, “Una obra científica digna debe saber cuestionar todas sus certidumbres, incluso las más establecidas, y sobre todo las más seguras” (Maffesoli,1997:45). A partir de esa postura es que se sostiene que el conocimiento de las representaciones de identidades juveniles, como muchos de los objetos de investigación actuales, no puede ser abordado con la lógica de la racionalidad científica de los paradigmas tradicionalmente dominantes en las ciencias sociales. Se necesita replantear las maneras de pensar un fenómeno que desafía la lógica racional de la modernidad, siendo capaces de afinar el sentido de la intuición y de la interpretación para lograr el camino de la comprensión (Mafessoli, 1997). Por ello, también se asumió, al adentrarse en el proceso de investigación, que debía abandonarse el pensamiento simplificador en el que lo uno y lo diverso no pueden ser concebidos como un mismo movimiento, y se valoró la necesidad de aplicar una perspectiva del conocimiento caracterizada por un pensamiento complejo (Morin, 1997) y por un enfoque transdisciplinario. Dicha manera de asumir el conocimiento para estudiar las identidades juveniles permite dar cuenta de la heterogeneidad, la contradicción, la ambivalencia que les caracteriza y poner en duda lo que a los ojos de la “racionalidad intelectual” ha tomado la forma de “irracionalidad”, “frivolidad” o “banalidad”. Un pensamiento complejo es, según Morin (1997), aquel en el cual sujeto y objeto se vuelven mutuamente relacionados, son constitutivos el uno al otro, pero no en una relación de equilibrio sino profundamente perturbados el uno por el otro. El sujeto, al conocer, se transforma y es transformado en un sujeto reflexivo. El desarrollo de un pensamiento complejo respecto a lo social va asociado a la ruptura de los enfoques del conocimiento articulados en torno a una determinada disciplina, porque el conocimiento no puede estar relacionado a un sólo marco teórico-metodológico ya que eso haría imposible el acceso a la comprensión de las múltiples formas y maneras de estar juntos y de las experiencias diversas y disímiles que viven los sujetos y, a partir de las cuales, construyen las representaciones de sí mismos y de los otros.


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Pensamiento complejo y enfoque transdisciplinario, por sus propias características, forman parte de una postura de rechazo a las visiones que creen en la existencia y la necesidad de ceñirse a un único enfoque para producir el conocimiento. Se trata de un esfuerzo por pensar y producir conocimiento más allá de los límites que impone una u otra disciplina, especialmente en el mundo actual en que lo que reina no es precisamente el orden sino, para decirlo con palabras de Balandier (1999), “el desorden”, en el sentido de que lo simple se hace complejo, lo múltiple prevalece sobre lo singular, las temporalidades se cruzan y todo adquiere el carácter de transitorio, de lo instantáneo. Así, el “desorden” prevalece en la experiencia cotidiana de las generaciones jóvenes que viven en sociedades donde no hay certezas sino movimientos, cambios constantes y temporalidades diversas. Por ello, es necesario un camino en la investigación que permita superar la separación individuo/sociedad, tradición/modernidad, simbólico/estructural, afectivo/“racional”, para pensar estos términos juntos, como parte de un mismo proceso que mantiene una relación de equilibrio/desequilibrio. Un camino que permita centrarse más en la naturaleza de lo que se estudia y menos en los métodos con los que se mide. Como lo expone García Canclini (1995), el estudio de las identidades no puede ser hoy tarea de una sola disciplina debido a que –y en contra de la idea de identidades apuntaladas en el discurso de la tradición, del patrimonialismo y del naturalismo– ellas están soportadas en diferentes dispositivos culturales y se definen en múltiples lugares, lo que va dando paso a una mayor hibridación cuya comprensión amerita la intervención de teorías y métodos de diversas disciplinas. Por supuesto, una perspectiva transdisciplinar pasa por despejar la duda legítima que sobre esto tienen investigadores como Follari (2001), quien, al criticar la justificación que hace García Canclini sobre la pertinencia de la perspectiva transdisciplinaria para los estudios culturales y para la investigación de fenómenos como el multiculturalismo, se hace la pregunta sobre si puede creerse plausible que la “síntesis” operada por un autor no sea aquella funcional a su propia y especifica formación. En este sentido, la respuesta que desde esta investigación se dio es que, sin medir cuánto de plausible puede tener la síntesis de un investigador, lo cierto es que en problemas como el de las identidades, y en particular las identidades juveniles, no se trata de sumar varias disciplinas, sino que, conscientes de los desarrollos de los estudios de diversas disciplinas sobre un objeto determinado, se realicen esfuerzos para lograr una visión de totalidad –entendida en los términos de Mauss (citado por Cazeneuve,1970)– que permita al mismo tiempo dar cuenta de los movimientos contradictorios y de las tendencias contrapuestas que caracterizan a la mayoría de los fenómenos sociales actuales. En el caso de esta investigación en particular, se recurrió a la discusión e integración de aportes de la sociología, las ciencias de la comunicación, la semiótica, el urbanismo, la antropología (particularmente la etnografía) y la psicología social, para construir un marco teórico-metodológico que permita comprender los procesos de construcción de esas identidades como un todo que se compone y recompone continuamente entrecruzando universos simbólicos distintos, así


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como temporalidades y lugares. Sin recurrir al aporte de esas diversas miradas disciplinares es casi imposible hacer la lectura de esos procesos.

Interpretación, comprensión y explicación en el conocimiento de los procesos de construcción de las identidades juveniles. Una perspectiva de análisis cualitativo Entendiendo que las representaciones de identidades se construyen en un ámbito de interacción simbólica, se decidió optar por una perspectiva que diera centralidad a los sujetos que las construyen para, a partir de sus narraciones, interpretar, comprender y explicar lo que los jóvenes informan acerca del cómo construyen sus identidades. En este sentido, se asumió conscientemente que el papel de los investigadores no era poner en evidencia ninguna “realidad” fuera de ellos (los jóvenes), ni siquiera la “realidad de ellos”, sino que, tomando como punto de partida la observación de sus prácticas y sus relatos, se debía interpretar, comprender y explicar el cómo construyen sus identidades y diferencias. Por supuesto, en este punto de partida se contó con un conocimiento y una teorización previa que permitió tener un referente inicial para poder interrogarlos. Marco conceptual inicial que en muchos casos terminó transformado por el discurso mismo de los jóvenes. Así que inducción, deducción, comprensión e interpretación formaron parte de un único proceso a partir del cual se centraron los esfuerzos para dar una explicación de lo estudiado. En principio, siguiendo lo que Maffesoli (1997) recomienda, el estudio estuvo guiado por la intuición. En este sentido se intentó como investigadora asumir el reto de convertirse en eso que él llama “husmeador social” para poder ver lo instituyente y no sólo lo instituido social y teóricamente. Es decir, para poder ver más allá de lo que institucionalmente, teóricamente y en el mundo adulto se dice acerca del “ser joven”. Esto no quiere decir que se enfrentó la vivencia de observar con la creencia de una supuesta neutralidad de parte del investigador y pensando que lo observado es exactamente lo que ocurre. Por el contrario, hubo conciencia de que se pertenece a ese mundo adulto, con hijos y temores, y que, aun como investigadores, se está cargado de las propias representaciones, lo que hace aun más difícil mantener una actitud de vigilancia sobre el proceso de conocimiento así como asumir que en los lentes que se usan para mirarlos hay un cristal hecho de los aprendizajes sociales de quien investiga. En este sentido, y en el caso particular de los estudios sobre los jóvenes, uno de los retos epistemológicos básicos para el investigador es trascender sus propias representaciones acerca de los sujetos-objetos que investiga, las cuales están edificadas sobre la vivencia en un mundo adulto y desde el lente de una generación distinta que, en muchos casos, si no se sostiene una vigilancia sobre ello, se convierte en un obstáculo para la comprensión e interpretación de esos procesos de interacción social y simbólica que ocurren en el mundo de los jóvenes. Esto amerita una constante reflexión y cuestionamiento acerca del conocimiento que se está produciendo para estar atentos a los juicios personales y no perderse y confundir las representaciones propias con las de ellos.


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Por supuesto, se tiene la conciencia de que en el sustento de la perspectiva adoptada está la influencia de enfoques como el de la fenomenología de Husserl, Schutz y otros (Briones, 2000) y también de autores más contemporáneos como Geertz (1995), Giddens (1987), Luhmann (1996) y Mafessoli (1997) cuyas posturas epistemológicas más importantes pueden resumirse en las siguientes ideas: Primero, el rechazo a la separación de sujeto y objeto en el proceso de conocimiento. Ambos forman parte de un mismo proceso si se toma en cuenta que, por una parte, el objeto es también sujeto puesto que nada de lo que se sucede en el “mundo real” sucede fuera de la acción del sujeto y, por otra, esa acción del sujeto que crea objetos al mismo tiempo transforma al sujeto en la medida que actúa sobre él. Segundo, la idea de que existen múltiples realidades construidas por múltiples sujetos, lo que hace que el conocimiento sea relativo y que, por lo tanto, no exista una única verdad sino tantas como sean las representaciones construidas a partir de las distintas experiencias y contextos en los que se desenvuelven los sujetos. Tercero, el investigador se ocupa de un universo que ya está constituido por los sujetos y los reinterpreta dentro de sus esquemas teóricos, para de esta manera poder comprenderlos y explicarlos, aunque sin apartarse de las significaciones particulares que las acciones sociales tienen para los sujetos. Esto conllevó, en el proceso de investigación, a tener conciencia del problema planteado por Geertz (1995) sobre dos hechos importantes acerca del estudio de los procesos culturales: Uno, que las descripciones que se hacen de determinada cultura deben encararse atendiendo, por una parte, a los valores que se supone tienen los sujetos de esa cultura y, por otra, a lo que ellos usan para definir lo que sucede. En este sentido es necesario, entonces, tener en cuenta que son realidades producidas en un contexto determinado y por lo tanto situadas. Asimismo, que la significación varía de acuerdo al mundo de vida que lo informa. Dos, que hay que estar conscientes que sólo se tiene acceso a esa pequeña parte a la que los informantes refieren, por lo tanto es imposible creer que pueda establecerse “la verdad” o buscar la esencia de una determinada cultura para generalizar. Cuarto, y esto es especialmente importante en el caso de los estudios culturales, la idea de que el investigador construye una lectura del proceso mediante el cual los hombres elaboran los significados. En este sentido la idea de “acción simbólica” (Geertz, 1995:24) adquiere relevancia en la medida que se entiende que toda acción humana es construida simbólicamente y está llena de significaciones que proveen de sentido a las acciones. Pero, para evitar caer en el subjetivismo, no debe perderse el contacto con el contexto –como dice Geertz, con “las duras superficies de la vida” (1995: 40)–, que posibilita situar estas acciones dentro de un marco comprensible y significativo. Considerar las dimensiones simbólicas de la acción social no es, según Geertz, caer en el esteticismo sociológico, ni “apartarse de los problemas existenciales de la vida para ir a parar a algún ámbito empírico de formas desprovistas de emoción” (Geertz, 1995:40). Por el contrario, se trata, según él, de sumergirse en ese contexto para tener acceso a las respuestas dadas por otros.


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Por ello, desde la perspectiva de Geertz, la lógica de funcionamiento de la teoría en una “ciencia interpretativa”, en el caso del estudio de la cultura, consiste en “establecer la significación que determinadas acciones sociales tienen para sus actores y enunciar, lo más explícitamente posible que se pueda, lo que el conocimiento así alcanzado muestra sobre la sociedad a la que se refiere y, más allá de ella, sobre la vida social como tal” (Geertz 1995:37). La doble tarea del investigador consiste entonces, dentro de esta perspectiva, en “descubrir las estructuras conceptuales que informan los actos de nuestros sujetos, lo ‘dicho’ del discurso social y en construir un sistema de análisis en cuyos términos aquello que es genérico de esas estructuras, aquello que pertenece a ellas porque son lo que son, se destaque y permanezca frente a los otros factores determinantes de la conducta humana” (Geertz, 1995:37). Esta posición de Geertz acerca del conocer hay que matizarla con la idea de que hoy esas estructuras de sentido son cada vez más precarias y que la acción social tiene una mayor tendencia a estar orientada por la incertidumbre y el cambio, lo que hace difícil de sostener la idea de permanencia del sentido y de inmanencia de las estructuras que informan la construcción del sentido. Sin embargo, lo que interesa destacar es esa idea de que el acceso al estudio de esas significaciones es posible a través del discurso social, y apuntar que tal idea ayudó en esta investigación a centrarse en el papel de las narraciones y a entender que, al narrar, el sujeto se construye a sí mismo y al otro. También contribuyó a entender el cómo estas narrativas pueden ponerse en escena a través de diversos dispositivos que, en el caso de las identidades juveniles, están inscritos tanto en los cuerpos como en otros lenguajes creados por ellos mismos y a través de los cuales se comunican entre sí y con el resto del mundo. En el caso de este estudio, además, en el momento en que entraron en juego las narrativas de los jóvenes, la descripción y la comprensión fueron revalorizadas como elementos claves para la construcción de la lectura acerca del proceso mediante el cual los jóvenes construyen y comunican su mundo simbólico. Al mismo tiempo, se comprendió la importancia que tiene saber escucharlos en sus múltiples lenguajes. Ahora bien, la accesibilidad a esas narrativas corporales, gestuales y habladas fue posible gracias al poder de la observación y a las entrevistas; aportes fundamentales que las metodologías cualitativas han realizado a la investigación en ciencias sociales y particularmente desde la antropología, con el desarrollo de procesos metodológicos como la etnografía, cuyas técnicas de recolección de datos son hoy utilizadas en diversas disciplinas y en contextos distintos para el que originalmente fue creada: El “mundo nativo”2.

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En este cambio han tenido mucho que ver las variaciones que se han dado en los estudios antropológicos acerca de la concepción del otro. La antropología y en particular la etnografía ya no se ocupan sólo del otro extraño, lejano, sino que al interesarse por las sociedades modernas ese otro forma parte del mismo mundo del antropólogo o el etnógrafo y en este sentido ha cobrado fuerza la idea de la intersubjetividad y el valor de las técnicas etnográficas en diferentes disciplinas.


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Por último, es importante hacer explicito que, tanto por sus supuestos teóricos como por lo que desde el inicio se ha expuesto acerca de la orientación epistemológica y metodológica, lo que se propuso es una investigación principalmente de carácter cualitativo, aunque –y esto es muy importante– sin descartar el recurrir a algunas generalizaciones de carácter cuantitativo cuando se creyó necesario y posible. En este sentido, se desea dejar claro que no se piensa que el uso de datos provenientes de la aplicación de técnicas de las metodologías cuantitativas este reñida y sea un pecado para los análisis cualitativos; por el contrario, se sostiene que esa discusión que se centra en la separación de ambas no tiene sentido, y que lo correcto es pensarlas no como confrontación sino como complementariedad. Para la autora de este trabajo, si bien lo que define el carácter de una investigación es la naturaleza del problema en estudio, así como la perspectiva de investigación y los supuestos epistemológicos que subyacen al proceso de producción de un determinado conocimiento, también considera que esto no puede manejarse con criterios que terminen convirtiéndose en una camisa de fuerza tal, que impidan la utilización de un dato, producido por uno u otro tipo de técnica, que el investigador crea necesario para ayudar a clarificar e ilustrar un aspecto determinado de su descripción, interpretación, explicación o para mostrar la tendencia de un fenómeno determinado. Así el trabajo de campo fue entendido en los términos expuestos por Díaz de Rada y Velasco (1997) es decir, como “una situación metodológica y también en sí mismo un proceso, una secuencia de acciones, de comportamientos y de acontecimientos” (Díaz de Rada y Velasco, 1997: 18). Por ello, el trabajo de campo pasó a constituir no sólo un procedimiento para producir los datos sino toda una situación metodológica y de experiencias en las cuales la investigadora se vio involucrada. Desde ese punto de vista, el trabajo de campo implicó una constante y necesaria tensión entre la proximidad y la distancia necesaria para, aún formando parte de la misma escena, no perturbar el proceso de investigación y poder distinguir entre lo importante y lo accesorio, especialmente en el momento de la observación. La observación se convirtió en la clave para identificar los distintos grupos y poder captar los usos del espacio y las prácticas simbólicas a partir de las cuales los jóvenes se apropian de los espacios del mall, se comunican e interactúan. En este sentido fueron establecidas dos dimensiones en la guía de observación. Una que llamamos dimensión de uso, a través de la cual se construyó una cartografía del mall y se identificaron los días de mayor afluencia de público joven, las horas de llegada y salida, los medios de transporte para trasladarse al sitio, los espacios de encuentro, los itinerarios, los lugares de mayor concentración y reunión, las vitrinas y las tiendas preferidas y el tiempo de permanencia. La otra dimensión, la constituyó la observación de las prácticas simbólicas de los grupos de jóvenes estudiados y en las cuales se incluyeron el look3, las prácticas de socialidad, los recorridos por las vitrinas, los gestos, los ritos, el uso del cuerpo como lenguaje, el consumo de productos, y todo el conjunto de iconos y símbolos que acompañan sus procesos de interacción simbólica.

3

El look se refiere a la imagen corporal que los jóvenes construyen a partir del vestuario, los cortes del cabello y el peinado, el maquillaje, los objetos con los que adornan o tatúan su cuerpo. El look es un medio –quizá el más eficaz y expedito– para establecer sus distinciones.


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Se trató de una observación participante, en la medida en que la investigadora actuó como parte del conglomerado de personas que diariamente van a esos centros comerciales, incluyendo el ejercicio de algunas de sus prácticas con la finalidad de poder tener acceso a ellas, tal como es el caso, por ejemplo, del recorrido por las vitrinas y detenerse al mismo tiempo que ellos, el consumo de algún producto en una tienda o en la feria de la comida, sentarse en los mismos sitios o en sitios cercanos a ellos y en algunos casos establecer conversaciones informales. Este trabajo de observación se vio limitado debido a que en algunos momentos la investigadora no encajaba dentro de las prácticas de los jóvenes por el contrario, cualquier intento muy cercano en algunas ocasiones resultaba contraproducente debido a la condición de adulta o de extraña al grupo, produciendo desconfianza y temor. Pero aunque la situación señalada anteriormente funcionó como limitación, se convirtió en un aprendizaje importante en el sentido de que, por un lado, permitió corroborar cómo el conflicto generacional puede funcionar como un obstáculo en el proceso de investigación y por otro, en el caso específico de esta investigación, ayudó a entender en parte la importancia que adquiere el conflicto intergeneracional en la producción del otro (como extraño y diferente) en el proceso de construcción de las identidades y diferencias juveniles. Además, frente a esa desventaja es importante expresar que esta situación, al mismo tiempo, favoreció el mantener cierta distancia, también necesaria, con algunas situaciones observadas y estudiadas. Aparte de la guía de observación, también se usó un diario de campo que se escribió en dos tiempos. Unas primeras anotaciones hechas in situ sirvieron para registrar de manera muy rápida y breve las situaciones y conductas más significativas para el trabajo. Otras fueron hechas una vez finalizado el tiempo de observación de cada día y consistían en una descripción más densa, es decir, una descripción más detallada de lo observado y al mismo tiempo las reflexiones, lecturas e interpretaciones que sobre esas situaciones habían surgido. Para finalizar, respecto a la observación es importante apuntar que ésta también fue hecha en dos momentos. Una inicial, más libre, menos sistemática, con la finalidad de explorar situaciones e ir entrando al campo, y una sistemática, soportada en la guía de observación. Esta observación sistemática fue antecedida por la elaboración de un registro acerca de los días y horas de mayor afluencia del público joven, con el fin de hacer el muestreo de días y horas de observación. 4 La observación, además, estuvo apoyada por la elaboración de una cartografía del mall para tener un mapa de cada uno de los malls y para registrar la intensidad de la presencia del público joven en los espacios en observación, así como sus itinerarios y recorridos. En algunos casos, como el del Centro Sambil 4

El resultado fue que los días de mayor y variada afluencia de jóvenes eran de jueves a domingo y la intensidad se incrementaba los días viernes y sábado. Respecto a las horas, se detectó que la llegada de mayor cantidad de público joven se iniciaba a las 6 pm, aumentando su intensidad entre las 7 y las 8 pm para luego disminuir un poco. Los jóvenes en su mayoría permanecen allí hasta alrededor de las 11pm, que es la hora de cierre. Este registro se realizó por espacio de tres semanas en distintos días y horas. Con esta información se seleccionaron entonces los días y horas de observación más adecuados a los propósitos de la misma.


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Maracaibo, esta tarea se facilitó porque existía un mapa interno elaborado por la administración de ese centro comercial, pero en el resto de los malls, es decir Galerías Mall, Centro Lago Mall y Doral Center Mall fue necesario hacer la cartografía completa debido a la imposibilidad de tener acceso a algún mapa o a los planos del espacio. La otra técnica usada para producir información fue la entrevista no estructurada. Esta también fue diseñada y realizada en dos momentos: Un momento inicial de la investigación en donde se hicieron conversaciones con los jóvenes que fueron grabadas y que ayudaron en principio para acercarse a los grupos de jóvenes, seleccionar los informantes, contactarlos y elaborar la guía de las entrevistas, y un segundo momento en el que, seleccionados los informantes, se aplicaron entrevistas en profundidad. La escogencia de la entrevista como herramienta de producción de información obedeció, al igual que la observación, a la perspectiva epistemológica y metodológica adoptada, pero además, a la concepción teórica sobre las identidades, es decir a la concepción de que las identidades son construidas y recreadas por los sujetos a través del relato de sus experiencias y de las imágenes que tienen de sí mismos y de los otros. En este sentido, se consideró que la entrevista era la técnica adecuada, porque en ella se le otorga centralidad al relato del sujeto entrevistado y, como lo exponen Blanchet y Gotean (citados por Baeza, 1999), en la entrevista la persona solicitada “no entrega un discurso ya constituido sino que lo construye hablando, operando una transformación de su experiencia cognitiva” (Baeza, 1999:51). Elaboración en la cual es muy importante que el investigador tome en cuenta que se trata de una experiencia situada en la cual el sujeto construye un discurso para el investigador y, por lo tanto, éste esta mediado por elementos tales como las intenciones, los prejuicios, las barreras culturales y la atribución de roles y status que el sujeto percibe –o más bien, imagina– en la interacción entre él y el investigador. Así, aunque en las entrevistas se intentó restringir el rol de la investigadora a la invitación a un relato y a un saber escuchar, también ésta se reservó la posibilidad de hacer preguntas para orientar los relatos hacia los temas establecidos inicialmente en la guía de observación y como elemento motivador para seguir profundizando en el tema o la situación narrada. En este último sentido, en algunas ocasiones hubo que volver a recurrir a los entrevistados para repreguntar sobre aspectos de los relatos en los cuales se sintió esa necesidad. Las entrevistas se iniciaron exponiendo a los entrevistados de qué se trataba la investigación, cuáles eran sus propósitos, con la finalidad de lograr su aprobación y poder establecer una cita. Esta manera de proceder a través de citas se debió a las barreras que se encontraron inicialmente para que los jóvenes atendieran la petición de aislarse del grupo para conversar con la entrevistadora, especialmente cuando estos se percataban de que las entrevistas tenían un tiempo de duración mayor a una hora. En cambio, eran más colaboradores cuando se les planteaba la libertad de escoger el momento y el lugar que ellos quisieran. Aquí resultó muy importante comprender sus prioridades y algo fundamental: sus deseos de hablar y narrar sus experiencias.


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Esta manera de proceder trajo como dificultad que el tiempo estimado para hacer las entrevistas se alargara por espacio de unos seis meses, ya que en repetidas oportunidades sucedió que algunos jóvenes suspendían sus citas, lo que obligaba a esperar o a buscar otro informante. Sin embargo, se ganó en profundidad ya que los jóvenes que accedían en su mayoría lo hacían ansiosos de contar sus experiencias; especialmente los “roqueros”, los “skaters” y los “gays”, quienes expresaron sentir que acceden a una oportunidad para hablar de ellos a un mundo que los ignora. Otro elemento limitador tuvo que ver con el contexto en el que se desenvuelven los informantes tal y como ocurrió con las dificultades para entrevistar a algunos jóvenes de los llamados “pavitos” o “fresitas”. Estos y estas jóvenes mostraron, cuando se estableció el primer contacto con ellos(as) en el mall, una actitud bastante recelosa respecto a las intenciones de la investigadora; incluso algunos de estos y estas jóvenes que accedieron a la entrevista y proporcionaron sus números de teléfono para acordar una fecha de la entrevista, posteriormente se negaron a conversar y confesaron que suspendían la entrevista porque sus padres no estaban de acuerdo con que ellos dieran información a extraños. Esta muestra de desconfianza y en algunos casos de miedo llevó a indagar con los propios jóvenes acerca del porqué se negaban a acceder a las entrevistas y sobre la razón de estas actitudes. De esta forma se llegó a detectar que el contexto de desconfianza, incertidumbre y polarización política que existe en Venezuela estaba privando en sus negativas, puesto que muchos de ellos pensaban que, aunque se tratara de una investigación de la universidad, esta podía ser usada por el gobierno o algún otro grupo político para otros fines desconocidos. Para poder entonces conseguir las entrevistas con algunos jóvenes ubicados en este grupo se recurrió, en algunos casos, a jóvenes cercanos a nuestra familia para, a través de ellos, poder generar en otros jóvenes la confianza necesaria para lograr estos relatos. Otro factor que influyó en otros casos y que limitaba conseguir que los jóvenes narraran sus experiencias fue, al igual que en el proceso de observación, la brecha generacional entre ellos y la investigadora, así como la condición de profesora de ésta última; razón por la cual en algunas ocasiones se recurrió al apoyo de una socióloga joven y ex alumna que recibió el entrenamiento previo necesario para realizar esta tarea. La conclusión de esta experiencia en el proceso de investigación resultó ser la reafirmación de la idea de que cada proceso de investigación es único en las experiencias que se viven, así como la enseñanza de que no existen recetas y que la propia dinámica de investigación va pautando y transformando las estrategias para producir la información que se necesita. Para finalizar esta reflexión, es muy importante señalar que las experiencias vividas como limitaciones en este proceso de investigación se convirtieron en fortaleza al ayudar a comprender que el proceso de conocimiento es un proceso de producción intersubjetivo en la medida en que no se trata sólo de la elaboración de un discurso por parte de un determinado sujeto, sino también de la producción


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de sentido en una interacción situada y condicionada entre el sujeto estudiado y el investigador; situación en la cual ambos son transformados.

Del cómo mirar los procesos de construcción de identidades juveniles en tiempos de globalización. Algunas conclusiones teórico–metodológicas desde la experiencia de investigación empírica “La “juventud” sólo es una palabra”, expresó el sociólogo Pierre Bourdieu (2000) para referirse a que la juventud no es un dato, sino que se construye socialmente en la lucha generacional y en el contexto en que a determinadas generaciones les toca vivir. De allí que hablar de los jóvenes como una categoría homogénea resulta, como lo dice el propio Bourdieu, “un abuso del lenguaje” y un obstáculo para entender las diversas maneras como los jóvenes construyen sus identidades. Así, la primera idea que se desea rescatar aquí como conclusiones de los resultados del proceso de investigación, es que hay distintas maneras de ser joven, no sólo porque se mostró en la diversas formas de construir identidades por parte de los grupos que se estudiaron, sino por la conciencia de que ellos forman parte de un universo social diferenciado y de experiencias y prácticas distintas a las de muchos otros jóvenes que habitan en la ciudad. Esta conciencia conduce a invitar a realizar investigaciones de carácter empírico acerca de los jóvenes, pues sólo así se estará en capacidad de dar cuenta del universo desigual y diferenciado sobre el cual se construyen las identidades juveniles. Como lo expresa Reguillo (2000), el análisis empírico de las identidades juveniles “al colocarse etnográficamente en las interacciones y configuraciones que van asumiendo las grupalidades juveniles, permite entender la enorme diversidad que cabe en la categoría ‘jóvenes’ y salir así de la simplificación de lo joven como dato dado” (Reguillo, 2000: 50). Es por ello que en el trabajo de investigación que se realizó el concepto de identidades juveniles nombra la adscripción a una propuesta identitaria entendida como “el proceso sociocultural mediante el cual los jóvenes se adscriben presencial o simbólicamente a ciertas identidades sociales y asumen unos discursos, unas estéticas y unas prácticas” (Reguillo, 2000: 55). Así, “roqueros”, “skaters”, “pavitos”, “gays”, son sólo algunas de las diversas maneras en que pueden encontrarse expresadas esas adscripciones en Maracaibo, y se dice que son sólo algunas maneras, puesto que hay muchos otros jóvenes que viven la ciudad y crean adscripciones a partir de otros espacios, como es el caso de los propios “roqueros” y “skaters”, que no se agotan en los grupos que observamos en los malls, sino que cuentan la ciudad desde la construcción de otro lugar, como el Paseo Ciencias5 o la calle, tal y como narra un joven “skater”, cuya experiencia transcurre en estos dos lugares mencionados:

5

El Paseo Ciencias se ubica en el llamado centro de la ciudad, al lado de la Plaza Bolívar, frente al Teatro Baralt.


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[…] para todos los patinadores su espacio por origen es la calle, la calle es tu lugar y es una consigna para todo el que patina [...]6 Las palabras citadas de este joven resaltan además otra de las conclusiones importantes. En esas adscripciones el espacio y las temporalidades son elementos claves para captar y entender las transformaciones que se han venido dando en las distintas maneras como los jóvenes construyen sus identidades. El barrio, la plaza, el centro de la ciudad siguen estando allí, algunos jóvenes los habitan, pero, junto a esos, otros espacios –incluso en algunos casos superpuestos, como es el caso de los malls– empiezan a desplazarlos como “territorios juveniles”. Como lo expresa el propio joven cuya entrevista se cita anteriormente, este proceso de desplazamiento ocurre porque: […] no tienes un lugar definido [...] y ellos van a patinar donde sea porque no hay lugar. [...] 7 y porque la inseguridad los expulsa de esos lugares. La calle es el peligro. Para él, sólo algunos desafían ese peligro y se encuentran, en sus propias palabras con “esa realidad” pues: […] vas a ir a encontrarte con gente que fuma crack, con gente que fuma marihuana, con las putas, con el coño8 que está al lado, así es la calle de aquí, la calle aquí es así, este es el ambiente y hasta que no haya un parque, una institución o cualquier cosa, no va a cambiar […]9 Los malls, en contraposición a la calle, son para los jóvenes esos lugares purificados a los que se refiere Bauman (2006). Pero, al contrario de lo planteado por Bauman respecto a que en estos lugares las diferencias de afuera están “sanitarizadas” (Bauman, 2006:107), para algunos de los jóvenes estudiados, en estos lugares no desaparece la diferencia y el conflicto. Por el contrario, como se evidenció a través de algunas de las narraciones de “roqueros” y “skaters”, la apropiación de estos espacios implica vivir cotidianamente el conflicto de enfrentarse a los guardianes del orden en los malls, para defender un territorio que no poseen en otros lugares de la ciudad por la inseguridad y la falta de políticas adecuadas en cuanto a la construcción de espacios de recreación. Así que la permanencia de muchos grupos de jóvenes en los malls no puede ser explicada sólo por la lógica del consumo y el mercado globalizado, sino que es necesario mirar la existencia de condiciones locales que hacen propicio el desarrollo de ese proceso de expulsión de los espacios tradicionales de encuentro y que dan lugar a procesos de “glocalización”. En esa “realidad” del peligro que es la calle, como lo describe el joven “skater” citado anteriormente, es que los malls, para los jóvenes que aquí estudiamos, se

6

Entrevista a joven “skater” en el Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos de la Universidad del Zulia, el día 21 de mayo del 2005.

7

Ibidem.

8

En Venezuela, esta es una palabra “malsonante” de uso difundido, y es sinónimo de “tipo”.

9

Ibidem.


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convierten no sólo en espacios para la acción (Bauman, 2006), sino en espacios de interacción social y simbólica, en espacios de socialidad. Bauman (2006) afirma que en los malls, por muy atestados que estén de consumidores, no hay nada de colectivo, y describe los encuentros en estos lugares como “breves y superficiales: ni más prolongados ni más profundos que lo que desean los actores” y agrega que “El lugar está protegido contra todos los que puedan transgredir esta regla” (Bauman, 2006:106) y que “Las personas no se apiñan en estos templos para hablar y socializar” (Bauman, 2006:106). Pero, sin pretender quitar la razón a los planteamientos de este importante intelectual en cuanto a la lógica del consumo que predomina y se impone a quienes van a estos “templos del consumo”, como él mismo los denomina acogiendo la expresión de Ritzer (2000), lo cierto es que si el investigador sólo se detiene en la observación de la lógica dominante pierde la posibilidad de ver aquellas prácticas de sentido que desafían a dicha lógica y que la contradicen, tal y como es el caso de las prácticas de apropiación y de socialidad que establecen algunos grupos de jóvenes analizados en la investigación realizada. Para los jóvenes, los malls no son “espacios vacíos” (Bauman, 2005:111) a los que no se les adscribe sentido alguno. Por el contrario, con sus prácticas se apropian de ellos para llenarlos de sentido a través de sus experiencias de encuentros plenas, paradójicamente, de afectos y conflictos, que en algunos casos finalizan bien sea con la defensa de lo que consideran su territorio, como por ejemplo ocurre con los “gays” en Galerias Mall o con el abandono del espacio y/o con su combinación con otros itinerarios en la ciudad “llena de peligros”10, así como en otras ocasiones con la implementación de estrategias de negociación con el personal de seguridad para su permanencia en el mall, tal y como ha ocurrido en algunos casos en el Doral Center Mall. En este contexto de análisis de las prácticas espaciales y de la producción de sentido del espacio que hacen los jóvenes estudiados es que se consideró esclarecedor el debate acerca del concepto de “desterritorialización” y el aporte que algunos autores (Mato, 2004) han hecho a este respecto. Así términos como “re-territorialización”, “transterritorialización” o “multiterritorialización” se han considerado más apropiados para comprender la dinámica de relación entre producción y transformación de espacios, prácticas espaciales, apropiación de territorios y los procesos de construcción de las identidades juveniles en el contexto de una dinámica urbana signada por procesos crecientes de globalización. Estos conceptos permiten comprender, como expresa Mato (2004), que ningún fenómeno o proceso por muy alejado que esté geográficamente está flotando en el espacio sideral y que lo que ocurren son transformaciones tanto en los referentes territoriales como en las prácticas espaciales de los actores. También permiten mirar la producción del espacio más allá de las oposiciones global /local en la medida en que se considere la idea de que la dinámica de producción de los espacios urbanos en el contexto de la mundialización cultural está caracterizada, como lo expone Ortiz (1998), por la “transversalidad” en donde no existen pares opuestos, sino un “conjunto de planos atravesados por procesos sociales diferenciados” (Ortiz, 1998:34).

10

Para usar una expresión del joven “skater” que hemos citado anteriormente.


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Desde la perspectiva planteada es que se puede entender tanto las transformaciones que con sus prácticas espaciales y simbólicas hacen los jóvenes estudiados de los espacios de los malls para llenarlos de sentido e inventar nuevos territorios para encontrarse y estar juntos en lo afectivo, como la coexistencia que ellos establecen entre estos espacios y otros de la ciudad, como la plaza, la discoteca, la calle, una vez que el conflicto con el personal de seguridad les obliga a regresar a estos lugares, como es el caso encontrado en las narraciones de algunos “skaters”, o para seguir juntos divirtiéndose en la noche, como es el caso por ejemplo de algunas “pavitas”, “roqueros” y “gays”. Otro aspecto importante a rescatar en la comprensión de las prácticas espaciales de estos jóvenes en el mall, es que se trata de una apropiación física y simbólica en donde opera una identidad con el espacio construida a través de determinadas prácticas de socialidad y de la vivencia cotidiana y la experiencia afectiva con el grupo. Pero, para no caer en romanticismos que poco ayudan a ver la otra cara de la moneda, es importante apuntar que también las prácticas de estos jóvenes son absorbidas por el mercado a través de estrategias comerciales para atraerlos a sus espacios y en este sentido, por ejemplo, los encargados de la gerencia de mercadeo en algunos malls, propician encuentros de “roqueros” a través de la organización de eventos en donde se presentan grupos de rock de los más populares entre los “roqueros” y skaters11 de la ciudad. El observar las dos caras de la moneda permite rescatar para el análisis lo significativo de la complejidad de estos procesos en donde no hay sujetos pasivos, sino prácticas simbólicas de apropiación de espacios tanto apegadas a la lógica del mercado, como de producción y transformación de dichos espacios por los mismos sujetos. Tales prácticas están a veces incluso caracterizadas por el predominio de resistencias y conflictos, tal como se vio principalmente en las narraciones de algunos jóvenes “roqueros”, “skaters” y “gays”. Así, no todos los que van a los malls forman parte de esa “comunidad ideal imaginada” de consumidores que, según Bauman: “no conoce la diferencia” (2005:108) o diferencias que impliquen enfrentamiento con la otredad del otro, negociación, esclarecimiento. Por el contrario, los jóvenes construyen, a partir de la apropiación de estos espacios y de sus prácticas, sus diferencias e identidades, razón por la cual resulta imposible hablar de una masa homogeneizada y compulsiva entregada al placer del mercado. Se determinó que la frecuencia con la que la mayoría de los jóvenes van a los malls no obedece, al menos conscientemente, a la necesidad de ir de compras, sino a las necesidades de socialidad, y que en sus prácticas el consumo es fundamentalmente simbólico. A través del valor asignado a los objetos se construye la diferencialidad que no se queda en el vestir mismo, sino en la elaboración de representaciones sobre lo que cada uno desea comunicar de sí mismo a los otros y viceversa. Los objetos se tornan valiosos en la medida en que se les atribuyen significados y sirven para tal fin. Así, piercings, tatuajes, cadenas, franelas unicolores “Ovejita” –icono de lo “local”-– o bien con motivos “globalizados” 11

Es importante recordar que las adscripciones de los jóvenes a un grupo no necesariamente descartan su interacción con otros, como ocurre con los “skaters” y “roqueros”, cuyo gusto por la música es compartido.


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que van desde la imagen del Che Guevara, hasta Madonna, Marilyn Manson, o Eminem; peinados con crestas, pintados, largos, con gelatina, despeinados o secados de peluquería, faldas cortas, largas, pantalones ceñidos al cuerpo o anchos, franelas cortas o largas, maquillaje gótico o colores pasteles forman parte de una escena en la que el cuerpo adornado adquiere centralidad en los ritos de encuentro y de aceptación. “Las mercancías sirven para pensar” (Douglas e Isherwood, 1990:77), porque los objetos adquieren valor en la medida en que sirven para construir la imagen que les identifica y que desean comunicar. Al mismo tiempo, estas escenas que reiteradamente se entrecruzan en los espacios del mall hablan de la heterogénea manera de vivir y ser joven que existe en el complejo mundo de las identidades juveniles. Al look y al estilo se agregan el gusto por la música, las patinetas, los programas de televisión y los ídolos compartidos como símbolos de identidad grupal. De esta forma, el vestuario, la música, los objetos que adornan el cuerpo no sólo sirven para exhibirse y marcar sus adscripciones, sino que portan, para ellos, una manera de entender el mundo y su diferenciación con otros, tal como se observa en las opiniones que unos jóvenes expresan sobre otros a partir de las maneras como cada uno se viste o incluso la forma como se colocan los objetos en el cuerpo. Los objetos pasan a formar parte de las mediaciones necesarias para construir una comunidad que incluso transciende lo local para permitirles formar parte, gracias al poder de los medios y las tecnologías de comunicación, de nuevas “comunidades imaginadas” (Anderson,1997) o “comunidades hermenéuticas” (Martín Barbero, 2000), esto es, nuevas maneras de sentir y expresar la identidad. Se es y se pertenece al grupo local con el que a diario se comparten las experiencias, pero al mismo tiempo, se es y se pertenece a otras comunidades de jóvenes en otros lugares con las que pueden comunicarse, o simplemente pueden imaginarlas a partir de lo que consumen por medio de la televisión o la Internet. Este es por ejemplo, el caso de los “skaters” y los “roqueros” quienes constantemente hacen referencias al surgimiento y desenvolvimiento de grupos similares a ellos quienes han conquistado en otros lugares lo que ellos desean para su grupo: un parque para “skaters” o la posibilidad de espacios y oportunidades para el rock. La mundialización de los imaginarios, como diría Ortiz (1998), opera aquí ligada a imágenes, música y valores que representan modos de vida distintos ligados a territorios que físicamente están fuera de lo nacional pero que los jóvenes resignifican y viven en lo local. El seguimiento y las narraciones de los grupos estudiados ayudó a entender cómo en un contexto urbano y de crecientes procesos culturales globales los imaginarios se cruzan y las identidades son múltiples. Se puede ser “roquero(a)”, “pavita(o)”, “skaters” y “gays” y al mismo tiempo ser y estar orgullosos de ser maracuchos. Lo anterior significa que la existencia de referentes juveniles tomados del mercado globalizado de mercancías y símbolos culturales no implica necesariamente la desaparición de los referentes locales. Esta cuestión es significativa para entender que los jóvenes pueden pertenecer a distintas “comunidades imaginadas” en el espacio de lo global y lo local, pero también son capaces de construirlas en los espacios intersticiales, en donde todos los objetos y símbolos se cruzan.


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Esto quizá se deba a esa “plasticidad neuronal” que caracteriza, según Martín Barbero (2002b) a las generaciones de los jóvenes de hoy. El concepto de consumo cultural, entendido como el sentido que quienes consumen atribuyen a los objetos y/o prácticas de consumo, se convierte así en una categoría clave para comprender las identidades y diferencias juveniles. De allí la importancia, para los objetivos del trabajo tuvo recordar el carácter ambiguo del uso que se ha dado a este concepto, con el cual se ha creado la idea de que existen bienes que son culturales y otros que no los son. Por el contrario, desde la perspectiva teórica asumida en este trabajo, no existen mercancías que al ser apropiadas por los sujetos no sean investidas de una dimensión simbólica, razón por la cual todo consumo es un proceso cultural. Por ello se propone entonces que la atribución del adjetivo “cultural” a ciertas prácticas de consumo dependa del sentido que quienes consumen le otorguen a los objetos (Mato, 2001). Así, pudo observarse que para los jóvenes estudiados el “valor” de los objetos va en función de sus adscripciones identitarias. Como se observo al analizar las prácticas de consumo de los jóvenes que van a los malls y la relación de esas prácticas con la construcción de representaciones de identidades, los jóvenes a partir de sus necesidades de aceptación, reconocimiento y diferenciación buscan en ese mundo de bienes globalizados los referentes necesarios para constituir una parte de su yo que le permita ser igual o diferente a los otros. Desde el consumo se construyen distintas y variadas maneras de ser joven así como sistemas de representaciones y símbolos compartidos a partir de los cuales comunicarse con otros iguales o diferentes. Entre estos últimos se incluye a los adultos, a quienes, a través de sus maneras de vestirse, peinarse y su lenguaje corporal, comunican en muchos casos su voluntad de ser trasgresores del orden instituido. La perspectiva que en la investigación se asumió sobre el consumo cultural y su relación con la construcción de las identidades juveniles ayuda, además, a presentar una visión distinta a aquellas que reducen a los jóvenes a seres hedonistas y consumistas, y a distanciarse del planteamiento simplista de quienes creen y sostienen que estas maneras de ser y estar de los jóvenes en esos espacios de consumo llamados malls sólo son parte de la cultura de una clase media “aburguesada” y atontada por el mercado, los medios y las trasnacionales Las diferencias juveniles no vienen dadas solamente por la “clase”. Tampoco se trata de jóvenes “sin ideas, ni valores”; son jóvenes de una generación diferente con distintos modos de entender el mundo y valores en torno a la política, la religión, la educación, la solidaridad. Ciertamente, ellos no se plantean, en su mayoría, grandes trasformaciones del mundo; no son, ni pretenden ser, los salvadores de la humanidad a partir de la participación política. Como pudo verse en las narraciones de los jóvenes entrevistados para la tesis doctoral, la política, desde su experiencia, divide, crea conflicto. En este sentido, defienden el derecho a su individualidad y a no situarse en la polarización política que existe en Venezuela. Rechazan la ideologización que les resta libertad de pensamiento, manifestando por ello el deseo de no someterse a la pertenencia a credos políticos. Sin embargo, no se les debe juzgar desde esquemas que los etiqueten como “individualistas”, puesto que más allá de su posición hostil a la política se afirman los valores de la solidaridad, del afecto, de la aspiración de un mundo más justo. Están dispuestos


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a comprometerse con cosas más cercanas, como la lucha contra la explotación del carbón que contamina y afecta a las comunidades indígenas de la Sierra de Perijá12, o a formar voluntariados para atender necesidades sociales, pero no a renunciar al derecho de pensar y de escoger ser “skater”, “roquero”, “pavita” o “gay”, aunque en muchos casos, como quedó en evidencia, esa escogencia forme parte de los procesos de homogeneización y diferenciación mediados por el mercado y los medios de comunicación. Frente al “desencanto” y “malestar en la cultura” (Rodríguez, 1998), surgen otras formas de socialidad, maneras y motivos para estar juntos. Son, siguiendo a Maffesoli, (1996) “comunidades emocionales”, en cuya socialidad predomina la dimensión sensible y afectiva; idea que permite entender la forma de “masas tribus” en donde la agregación es por grupos. Aquí, el estar juntos es el motivo principal tanto para ir al mall como para realizar otros recorridos en la ciudad. Alrededor de las experiencias y sentimientos compartidos con el grupo ocurre y se define la existencia. Lo lúdico domina en la socialidad, no hay otra finalidad que no sea encontrarse y compartir con el grupo las experiencias de su mundo íntimo y cotidiano, pasarla bien, ser aceptado y sentirse libre del mundo adulto lleno de críticas y reglas. En este mundo desarrollan redes a nivel local y global, lo que les permiten estar con el otro física o virtualmente a través del chat. En resumen, nuestra experiencia de investigación no hizo otra cosa que poner en evidencia las transformaciones y la complejidad de abordar el estudio de las identidades juveniles debido a las transformaciones en la centralidad de los referentes culturales para construirlas. Complejidad que a veces toma la forma o apariencia de contradicciones debido a que el pensamiento convencional y educado en clichés, que ha permanecido en algunos estudios sobre los jóvenes, no permite analizar un mundo tan complejo como es el de las identidades juveniles, donde el signo es, precisamente, la ambivalencia y la contradicción. En el mundo de los jóvenes nada es lineal. Son rebeldes y al mismo tiempo se acomodan, se apropian de los espacios y de los signos y les dan nuevos significados, critican la religión y son creyentes, se definen como apolíticos y expresan su malestar contra las formas de ejercicio de la política y quienes la ejercen. Lo único cierto es el presente y ese presente más seguro es el afecto. En definitiva, oírlos y escucharlos es la mejor política cultural que se puede tener y una vía, quizá fructífera, para entender desde dónde y en qué están ellos dispuestos a comprometerse con lo colectivo, en una cultura en donde predomina lo efímero. Igualmente, ello hace falta para poder transformar las instituciones que mayormente inciden en la construcción de sus referentes simbólicos y desde donde se generan muchos de los estereotipos equivocados sobre ellos: La familia, la escuela, los medios y los cuerpos represivos del estado. Por último, se considera importante retomar la idea de que la apropiación, por parte de estos jóvenes, de ciertos espacios para convertirlos en nuevos territorios, invita a repensar sobre las distintas maneras en que se están construyendo nuevos itinerarios, nuevos territorios juveniles y nuevos imaginarios urbanos. 12

La Sierra de Perijá esta ubicada en el extremo suroccidental del Estado Zulia (estado cuya capital es Maracaibo), en la frontera con Colombia. Contiene un diverso ecosistema y es el hábitat de los pueblos yukpa, Barí y Japreria.


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Por ello se sostiene que entre lo global y lo local, las dinámicas de producción del espacio se dan en un contexto determinado y tienen como protagonistas a los sujetos sociales y sus prácticas. De esa manera, los sujetos imprimen particularidades a ciertos espacios globalizados transformándolos y conectándolos incluso a su experiencia diaria, tal como, por ejemplo, ha ocurrido con la específica dinámica urbana y de prácticas espaciales y de apropiación que se observan por en ejemplo en un centro comercial de la ciudad denominado Galerías Mall, en donde los pobladores de la parte sur y noroeste de la ciudad lo han convertido en un lugar de tránsito a otros lugares de la ciudad, en una especie de terminal y le han impuesto las prácticas comerciales de los mercados populares e informales de la ciudad. Este y otros ejemplos acerca de las transformaciones de los espacios urbanos en la ciudad de Maracaibo y sobre la dinámica de producción de algunos espacios, específicamente respecto a los territorios juveniles, llevan a plantear la necesidad de volver a mirar la ciudad más allá de sus cambios arquitectónicos. Se devela la importancia de considerar la dimensión inmaterial de estos cambios, en especial los imaginarios urbanos que están surgiendo.

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Modalidades educativas propiciadas por organizaciones juveniles de Bogotá1 Humberto Cubides Cipagauta2, José Aladier Salinas Herrera3

Resumen Se presentan aquí distintas modalidades de educación propuestas por grupos de jóvenes de la ciudad de Bogotá, ubicados en los ámbitos estético-expresivo, socio-comunitario y ético-ecológico, en donde se interpela constantemente lo social mediante la expresión de otras formas de ser y de ver el mundo. Estas prácticas educativas se relacionan con producciones relativamente autónomas de la subjetividad y con el ejercicio de un claro potencial formativo, en donde se acude a múltiples estrategias, lenguajes y recursos, en general, más o menos distantes de la idea de conducir o gobernar la conducta de los demás, idea que desarrollan los programas educativos convencionales. Así, estos colectivos muestran que existe otra ciudad, menos injusta, más compleja y articulada social, espacial y temporalmente. Palabras clave: jóvenes y educación, constitución subjetiva, autonomía, ciudad y comunicación

1

Este artículo es resultado de la investigación Jóvenes, participación política y formación democrática, desarrollada en Bogotá por el IESCO de la Universidad Central, con la cofinanciación de COLCIENCIAS. El equipo de investigación está integrado por Humberto Cubides (investigador principal), Patricia Guerrero y José A. Salinas (coinvestigadores), y Catherine Peña, Yenny Vargas, Mónica Vargas, Arley Daza y Francy Moncada (auxiliares). Un estudio paralelo se realizó en la ciudad de Medellín con el concurso de un grupo de investigadores pertenecientes al Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.

2

Colombiano, Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Coordinador de la línea de Comunicación-Educación del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos de la Universidad Central de Bogotá. Correo electrónico: hcubidesc@ucentral.edu.co

3

Colombiano, Licenciado en Filosofía de la Universidad Santo Tomás y Magíster en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Director de la especialización de Comunicación Educativa de la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Correo electrónico: jasherrera@ gmail.com Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 73-86 ISSN 0717-1846


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Abstract Some proposals of education are presented here by some groups of youths in Bogotá. From the aesthetic- expressive, social-community, and ethical-ecological approaches these different forms constantly question society through expressing alternative ways of being and interpreting the world. These educational experiences are related to some relatively autonomous subjectivity productions and with the expression of a clear formative potential. Through multiple strategies, languages and resources they try to keep away from the conventional educational curricula aim of ruling the peoples’ behavior. This way, these groups make evident that there is another city, less unfair, more complex, and social and space-time joined. Keywords: youths and education, subjective constitution, autonomy, city and communication Para hablar de lo educativo en las dinámicas de las organizaciones juveniles es necesario reconocer que el sentido de la educación pasa hoy por el descentramiento de los procesos formativos del sujeto contemporáneo. Actualmente la educación se comprende como un asunto que se presenta en distintos escenarios: espacios públicos, medios de comunicación, dispositivos virtuales, ámbitos socio-comunitarios, y por supuesto, en los institucionalmente reconocidos. No obstante, educar es un concepto asociado a la constitución de subjetividad, constitución en la que entran en juego las relaciones del sujeto con su entorno, en particular, con los colectivos a los cuales pertenece y que lo definen de distinta manera: la familia, el trabajo, los amigos, la escuela. Al respecto, Hugo Zemelman (1987) señala como “nucleamientos de lo colectivo” a las articulaciones dadas en el sujeto entre los ámbitos en los que se mueve y la relación con los planos de su realidad; proceso que impulsa la construcción del sujeto; de tal manera que la interacción con otros en la sociedad no produce una suma de individuos, sino espacios de reconocimiento común4. Pues bien, pensar la educación como “formación de sujetos”, nos permite hacer referencia a los procesos que impulsan unas maneras particulares de ser y de expresar la visión que se tiene del mundo; lo educativo se explica, siguiendo a Rosa Nidia Buenfil Burgos (1993), como una práctica de interpelación, es decir, de invitación a asumir o a compartir ciertas visiones de mundo, las cuales se traducen en posturas críticas, de resistencia o compromiso frente a los sistemas imperantes, o frente a las políticas sociales5. 4

Según el texto de Hugo Zemelman, citado en: La construcción de cultura política en Colombia, Proyectos hegemónicos y resistencias culturales, Autores varios, publicación de la Universidad Pedagógica Nacional, 2005.

5

Buenfil Burgos (1993: 18-19), citada por Huergo, plantea sobre lo educativo: “Lo que concierne específicamente a un proceso educativo consiste en que, a partir de una práctica de interpelación, el agente se constituya como un sujeto de educación activo incorporando de dicha interpelación algún nuevo contenido valorativo, conductual, conceptual, etc., que modifique su práctica cotidiana en términos de una transformación o en términos de una reafirmación más fundamentada. Es decir, que a partir de los modelos de identificación propuestos desde algún discurso específico (religioso, familiar, escolar, de comunicación masiva), el sujeto se reconozca en dicho modelo, se sienta aludido o acepte la invitación a ser eso que se le propone”.


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La categoría de interpelación nos lleva, desde la perspectiva de Althusser, a la explicación de la producción del sujeto desde lo lingüístico, es decir, se asocia con el plano de lo discursivo, y en últimas de la comunicación6. No obstante, de manera más general, tal como lo propone Judith Butler (1997), tal producción subjetiva expresa la paradoja de un exterior que impone una cierta curvatura, una determinación, en síntesis, una forma del poder, la cual está vinculada a los mecanismos e instituciones de socialización, y al mismo tiempo la existencia de un pliegue interior, una fuerza que se afecta a sí misma, una voluntad vuelta sobre sí, esto es, una formación autónoma. Entonces, existe, simultáneamente y en distintos grados, un devenir subordinado al poder y un proceso de devenir subjetivo, un sometimiento necesariamente asumido por el sujeto y la jurisdicción propia del mismo7. Precisamente, los jóvenes al actuar en escenarios urbanos desde sus intereses y motivaciones, construyen nuevos espacios de comunicación, de expresión y prácticas diversas mediante los cuales interpelan a la sociedad; es decir, desde su postura frente al mundo asumen un cierto poder que les permite plantear a la sociedad una manera distinta de entender y de asumir lo real, particularmente en los temas que convocan su atención, lo cual constituye la expresión de una ruptura frente al discurso del poder oficialmente instituido y sus múltiples expresiones en lo económico, cultural y político. Por tanto se evidencia en su actuación un doble proceso que integra la pertenencia a un discurso del poder establecido y la efectuación de la potencia de acción juvenil en contra del orden que intentan cambiar. Específicamente, encontramos que las agrupaciones de jóvenes, gracias a una fuerte sensibilidad social y a su preocupación por el destino del mundo, están muy comprometidas por generar acciones educativas que promuevan no sólo la formación de otros y la interpelación social desde los ideales que los movilizan, sino también su propia transformación subjetiva; para ello acuden a distintas estrategias y propuestas, más o menos distantes de la idea de conducir o gobernar la conducta de los demás que gestionan los programas educativos convencionales, y establecen modalidades de relación que les permiten mantener una relativa autonomía, hacerse visibles en la ciudad y, sobre todo, en las comunidades en donde centran su labor8. 6

En esa perspectiva, Daniel Jorques Jiménez, referencia a Louis Althusser, quien plantea que: “La interpelación es, en síntesis, la repetición del procedimiento enunciativo, la plural penetración de las conciencias sociales de los interlocutores, lo que deja la sensación de interacción y encaramiento. Ser interlocutor no es ser emisor o receptor, es ser ambos desde una relación de auto-conocimiento y conocimiento del otro. Un usuario en proceso de interacción es un sujeto que ve y verbaliza el mundo tan bien –o tan mal, según se mire– como el sujeto que verbalmente se le enfrenta”.

7

Judith Butler señala que “el sometimiento consiste precisamente en esta dependencia fundamental ante un discurso que no hemos elegido pero que, paradójicamente, inicia y sustenta nuestra potencia.” (1997:12). Véase, especialmente, la Introducción al texto Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, pp. 11-41.

8

Como lo sugiere Amanda Cortés (2009), siguiendo a autores como Dussel, Caruso y Saldarriaga, es necesario estudiar las modalidades de comunicación y gobierno de la escuela como parte de la historia de gobierno de las sociedades modernas. Según su tesis, el sistema educativo funcionó como dispositivo estratégico para reconfigurar lo social y acudió a la escuela como instrumento que permitió multiplicar y difundir las técnicas pastorales del estado laico. Allí se combinan las tecnologías disciplinares individualizantes y las formas de regulación de la población escolar.


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Para dar cuenta de estas dinámicas, acudimos a cuatro categorías que permiten describir y comprender las manifestaciones de lo educativo en las organizaciones juveniles estudiadas9. La de “educación propia” se refiere a la formación que propician los miembros de un colectivo al interior de sus propias relaciones y en las actividades que realizan con miras a transformarse y a habilitarse para desempeñar de la mejor manera su actuación. La “educación con otros” relaciona la educación que se apropia a partir de instancias, colectivos o instituciones externas a cada organización. “Educación de otros” señala las propuestas y acciones educativas que construye cada agrupación de acuerdo a la proyección de su actuar específico en la ciudad. Por último, “educación en la ciudad” identifica la manera como la ciudad y sus distintos ámbitos (comunales, barriales, locales, etc.) posibilitan la formación de estas organizaciones desde el punto de vista cultural, político y social.

Modalidades educativas de las organizaciones juveniles estéticoculturales Existe un proceso de formación interna de cada agrupación, dado desde las mismas acciones que la configuran como tal y por la manera como se vinculan a las redes de las cuales hacen parte. En las organizaciones que integran en sus procesos expresiones estéticas, artísticas, o actividades relacionadas con la cultura, toda actividad se constituye un motivo de formación, de construcción de subjetividad, lo cual es consecuente al hecho de que el arte, y lo artístico en general, requiere perfeccionamiento constante a nivel individual y colectivo. Así, en estos grupos se presenta un entrenamiento continuo en las destrezas que hacen parte de la creación estética que los convoca. La sensibilidad que despierta lo artístico promueve en ellos procesos de autoformación y formación conjunta, es decir, desde y con los demás, pues la creación estética supone un perfeccionamiento específico. En este sentido, se aprende o se forma de la creación de otros con mayor experiencia o habilidad, a quienes se considera maestros, o por el reconocimiento que se hace a la trayectoria que tenga una agrupación determinada, local o foránea. Otro factor lo constituye la exigencia de calidad en sus presentaciones ante el público, lo cual está mediado por la destreza y en el manejo del código estético que se promueva. Por ejemplo, la preparación física para el manejo adecuado de los zancos y de la actividad de lanza fuegos se asocia a la necesaria calidad

Se produce entonces la paradoja que, según Saldarriaga, aún acompaña a la institución escolar: disciplinar en la norma a los individuos para que ejerzan su libertad. Esto como expresión de lo que Foucault ya había denominado la “articulación diabólica” del estado contemporáneo en la que se combinan la “libertad” y la sujeción, en donde se ata el concepto de gobierno con el de poder. 9

En un trabajo de campo que abarcó, aproximadamente, diez meses se acompañó a nueve agrupaciones de distintas localidades de Bogotá, las cuales, con cierto grado de simpleza, hemos clasificado de la siguiente manera: Socio comunitarias (Génesis-Rades, Sentido Opuesto, Thimos y Fundación Vida y Liderazgo); Ético-ecológicas (Casa Asdoas y Activegan) y Estético-culturales (Retórica, OKC y Estado Joven). No obstante, el tipo de actividad desarrollado por ellas no se ajusta totalmente a esta división; por ejemplo, la última de las agrupaciones mencionadas tiene claramente un enfoque comunitario.


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de las presentaciones públicas comprometidas10. En otros casos, dicha formación puede estar mediada por referencia a las expresiones estético-artísticas de otras agrupaciones, como en el caso de un grupo de Rap, pues el estudio de la producción musical de otros se considera parte del proceso de evolución de un estilo singular, lo cual se suma a los ensayos y al análisis de nuevas letras11. Este proceso de cualificación propia se evidencia también en el hecho de realizar las acciones del grupo junto a otros, pues como en los graffiteros, existe un mecanismo de autoformación, promovido desde la acción misma de pintar y al observar el trabajo del otro para aprender de sus experiencias, ideas y opiniones, de modo que se impuse el avance personal en el manejo de una técnica. Esta clase de “educación con otros” se expresa con más fuerza a partir de la actividad artística. Un grupo de Rap, por ejemplo, atrae a otros jóvenes desde su labor musical; la interacción se convierte en un motivo de formación en la producción musical, y el deseo de aprender de unos y otros genera relaciones entre la organización y otros jóvenes o grupos, lo cual les permite ampliar el conocimiento del género, juntando la experiencia propia con la ajena12. En cuanto a la educación que reciben este tipo de organizaciones por parte de otros, por lo general proviene de talleres y programas a nivel de diplomados que organizan entidades privadas y estatales, ya sea desde programas financiados por las alcaldías locales, o por participación en proyectos de la ciudad, entre otros. No obstante, en algunas ocasiones, se vincula la formación profesional que se elige con la actividad singular del grupo, como en el caso de los graffiteros, así la vida no se desliga del rol que se pretende asumir socialmente, de modo que aquello que se extiende a la ciudad pueda ofrecerse como don estético cualificado13. Para este grupo, también es relevante la experiencia que brindan los grandes artistas del oficio, lo cual es una forma específica de formación que incluye el conocimiento y análisis de la técnica propuesta por ellos como maestros reconocidos14. En estas organizaciones fue menos relevante la preocupación por una “educación de otros”, en el sentido de tener planes concretos de formación hacia una comunidad o un colectivo específico. Buscan, más bien, crecer dentro de la expresión de la composición estética, consolidar la figura creativa que comu10

Como lo menciona el líder de un grupo juvenil: “Los voy a poner a hacer ejercicio para que cojan fuerza en las piernas y se les haga más fácil caminar en los zancos”, en: Diario de Campo, documento 7:18.

11

“… porque la música está evolucionando cada vez más, y es como esa competencia, yo vengo y lo escucho, ¡uy! está bueno el tema … y comienzo a escribir también lo mío y me concentro en que tiene que ser mejor... Expresión de uno de los integrantes del grupo (documento 64:34).

12

“… Acá vienen y les muestran las letras, vienen a ensayar a mostrarnos las pistas. Él [refiriéndose al compositor] ayuda a cuadrarlas con la música”.

13

Lo común en este caso es que el estudio del diseño, la arquitectura o la publicidad sirven para ofrecer mayor calidad en lo que se pinta en los muros de la ciudad, particularmente al difundir el propio nombre.

14

De esta manera se observó en OKC que la experiencia en la creación estética junto a artistas experimentados es una posibilidad de formación relevante para este tipo de organizaciones: “Loomit es más rígido, usa colores fuertes, duros, como el rojo, el negro y el gris, maneja la perspectiva; mientras la pintura de Peeta, sin perder la disciplina, muestra un arte más fresco, con colores suaves, cálidos, neutros …”. Ver documento P 136:12.


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nican a la ciudad y en ello imprimen su sentir, lo que quieren decir al mundo. En el caso del grupo de rap sucede algo distinto pues en ellos fue evidente la idea de cambiar la imagen de esta cultura formando a otros mediante talleres en donde el dominio de la técnica se traduzca en una elaboración positiva del género, articulando, incluso, otras modalidades de expresión emparentadas, como el caso del esténcil. Adicionalmente, la práctica cotidiana se asume desde la experiencia de vivir lo estético, lo artístico, lo cultural, en relaciones de encuentro con pares para discutir y opinar sobre los procesos de crecimiento a nivel individual y colectivo, en lo que puede reconocerse cierto proceso de formación de otros. Distinto es el caso de la agrupación que, acudiendo a la expresión estética, tiene como propósito la formación político-social de su comunidad de origen. Entonces, las actividades culturales y artísticas que realizan se dirigen a “crear conciencia”, aun cuando no se desligan del aprendizaje propio que esto conlleva; al intentar pensarse y hacerse políticos se pretende enseñarle a otros lo que se sabe de ello, es decir, el significado que le dan a lo político. En consecuencia, asumen el papel de educadores bajo la manera de un deber ser, lo que resulta coherente con el reconocimiento de la importancia otorgado al liderazgo, al punto que ello implica dejarse orientar por quienes ejercen esta condición15. Ahora bien, la categoría de “educación en la ciudad” nos permitió establecer la trascendencia del contexto urbano para las organizaciones que integran en su acción la expresión estética; estos, son colectivos que dirigen a la ciudad su entusiasmo y sensibilidad artísticas. A la vez, la experiencia de ciudad que viven a nivel local, o de la urbe en general, les permite un proceso de crecimiento, de formación, ya sea por los elementos urbanos que objetivan en su arte o por la utilización de los espacios públicos para ejercitarse en el oficio o sencillamente para lograr presencia pública. En este sentido, el grupo con orientación comunitaria tiene una experiencia local de la ciudad, de barrio, y por ello el escenario de expresión o formación puede ser una calle o un parque de uno de los suburbios del sur de Bogotá16. Para los raperos los espacios urbanos son fundamentales en cuanto que el encuentro con su público y con grupos similares en los festivales a nivel local y de la ciudad, les permite realizarse, reconocer la evolución que tienen como conjunto y asumir planes para mejorar su producción musical. Por último, es evidente que la expresión de los graffiteros no puede apartarse de los muros de la ciudad, pues en ellos encuentran el lugar de evolución permanente: la ciudad es el espacio vital para la composición de la estética que los define; lo particular en este ejemplo es convertir cualquier muro en una especie de lienzo que el público en general puede observar en su transitar cotidiano, de modo que alcance a ser capturado por una experiencia estética singular; asimismo, el muro, los muros, son el lugar 15

Expresiones como “ellos [los líderes] tienen derecho a que uno los escuche”, y “nos tocó lo de la formación de líderes”, dichas por los integrantes más chicos del grupo, manifiestan claramente esta actitud. En acuerdo, el miembro mayor del grupo asume como su misión la de formar y preparar a sus compañeros más pequeños.

16

Como lo deja ver uno de los diarios de campo: “Pasadas las 6.30 de la tarde, los muchachos compraron mil pesos de ACPM para ensayar una rutina de lanza fuego. Salimos a la calle y una tras otra vez lanzaron llamaradas al viento mientras un nutrido grupo de personas los observaban” (documento 14: 5).


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de encuentro y sentido de la agrupación. De allí que la idea que los marca es la de abarcar cada vez más ciudad.

Apuestas educativas socio-comunitarias Estas organizaciones tienen una decidida postura educativa hacia la comunidad, ya que su actuar está centrado en la idea de mejorar las condiciones sociales del contexto en el que desarrollan sus actividades y generar conciencia sobre dicho tema17. El asunto de lo social comunitario impulsa a cada uno de estos grupos a asumir procesos de formación; es decir, son colectivos que demuestran inquietud por una orientación académica, de profundización sobre las diversas temáticas que abordan, por ejemplo el clima, la tierra, las políticas públicas relacionadas con la ecología, historia y desarrollo local, etc. La educación al interior de la organización, “educación propia”, es una necesidad permanente en estos grupos impulsada por los problemas que los convoca, debido a ello asisten a seminarios, diplomados o programas de capacitación a nivel local, o son beneficiarios de proyectos financiados por la Alcaldía. En aquellos grupos en donde el nivel intelectual es más alto, en virtud de que sus integrantes tienen un promedio de edad mayor, cada uno aporta sus conocimientos en las discusiones de carácter formativo, lo que les da claridad respecto de los temas y asuntos públicos que abordan y les permiten definir planes y acciones propios de la organización. Así, formarse en la disertación y poner en juego especialidades académicas diferentes se convierte en una ventaja; de por sí agruparse significa crear un espacio para dilucidar ideas que permitan actuar conjuntamente con propiedad. En un caso distinto, la organización conformada por gente menor, explícita permanentemente la necesidad de cualificarse, ya sea buscando asesoría e información que les permita fundamentar sus acciones, o al crear sus propios espacios de auto-formación, acudiendo a estrategias distintas como grupos de estudio y cine foros. Esto les ayuda a comprender los problemas que enfrentan y prepararse para formar a otros; así, se educan en la interacción, el encuentro, la amistad, alrededor del trabajo sobre temas que hacen parte central de su preocupación: el consumo, el cuidado ambiental, la defensa de los humedales, la venta ilegal de tierras. Se trata de un grupo en donde la pasión por la información y el conocimiento sobre los temas que los atrae no se desliga de su conducta práctica18. Alrededor de la producción de un medio de comunicación, uno de los grupos asume “la educación propia” desde el interés por temas de la localidad y en los 17

Tal como lo afirma una integrante de Génesis Rades: “…como lo dijo Andrea, es desde abajo desde donde se puede empezar a generar cambios y revoluciones, así sea de estructuras mentales”. Cfr. documento P47: 4

18

Así, uno de los integrantes de Thimos afirma: “Todos sienten una gran necesidad de aprender más y de saber cosas que en el colegio o en la calle no podrían aprender. Un día dijo Lourdes que ellos trataban de empaparse de diferentes temas para defenderse y poder enfrentar problemáticas actuales” (documento P38: 9).


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ejercicios de redacción del periódico; puede decirse que la “educación propia” aquí tiene dos componentes: por un lado hay una formación constante en la escritura apropiada para la producción de los artículos publicados en el periódico, y por otro lado, una formación en la comprensión crítica de la realidad local, pues las reuniones asumen como problemas a analizar los temas objeto de edición. Es claro, también en este ejemplo, que la formación del grupo se da al tiempo que se desarrolla la práctica comunicativa hacia fuera. En aquellos grupos en donde el nivel intelectual es más alto, en virtud de que sus integrantes tienen un promedio de edad mayor, o ser universitarios, cada uno aporta sus conocimientos en las discusiones de carácter formativo, lo que les da claridad respecto de los temas y asuntos públicos, ello les permiten definir planes y acciones propios de la organización. Así, formarse en la disertación y poner en juego especialidades académicas diferentes se convierte en una ventaja; de por sí agruparse significa crear un espacio para dilucidar ideas que permitan actuar conjuntamente con propiedad. En cuanto a la “educación con otros”, estas organizaciones asumen procesos de formación desde instancias gubernamentales y, en algunos casos de ONG’s; ello está motivado por la necesidad de adquirir información y capacitación relacionada con el tema que abordan y desde el cual estructuran su acción. En el caso de quienes atienden al tema ecológico, su actuar los mueve a conocer los programas de la administración local y de la ciudad, y a participar en charlas y cursos más formales como diplomados organizados por algunas universidades; en otros casos se realizan consultas bibliografías o búsquedas de información sobre los temas de su interés en el medio académico en el que se desenvuelven. Quienes asumen directamente como tarea la educación popular participan en actividades formativas específicas en el medio universitario; mientras que los responsables del medio de comunicación local reciben formación específica en competencias de escritura periodística y en gestión, desde un programa de apoyo a este tipo de agrupaciones por parte de las alcaldías locales, en este caso el proceso responde a una programación externa, pero se incorpora sin desatender los propósitos que ha construido la organización juvenil, por tanto su aporte se sopesa en esa perspectiva. También, otro colectivo educa a través de campañas, por ejemplo de reciclaje, dirigidas a la comunidad; en este tipo de actividades utilizan distintas estrategias didácticas como títeres, lunadas o encuentros grupales. Desde el tema ambiental conectan otros asuntos que tocan su fibra social, por ejemplo el maltrato infantil, la violencia intrafamiliar, el uso del tiempo libre, el consumo de sustancias psicoactivas en la juventud etc. El gran interés que tiene este grupo en la educación de niños y jóvenes los lleva a la búsqueda permanente de asesoría e información que les brinde los elementos necesarios para su actuar como organización, en ese sentido, no descartan la vinculación a instituciones formales, como tampoco la realización de acciones educativas en la escuela convencional. La “educación de otros” es relevante en el actuar de estas agrupaciones dado que su interés, como lo manifiestan todas, de una u otra manera, es formar a la sociedad para generar conciencia y cambio social. Algunos grupos coinciden en centrar su objetivo en lo educativo, acudiendo al usual concepto de “educación integral” de niños y jóvenes, concretado desde


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actividades que les pueden resultar llamativas como el deporte o la formación artística. Pero en un caso el énfasis se coloca fuertemente en la formación en valores, con la idea de que educar axiológicamente permite enfrentar los riesgos a los que están expuestos los menores actualmente19. Extender el proyecto educativo a las familias es la manera que encuentran de fortalecer los lazos familiares y la integración a la comunidad. En otro ejemplo las acciones educativas se dirigen a propiciar la construcción de un “proyecto de vida” para los chicos desde el fomento de distintas potencialidades, mediante acciones que integran componentes físicos, lúdicos, artísticos y culturales, los cuales se unen en la apuesta académica que orienta toda la labor educativa, sustentada en estrategias didácticas que se apoyan en la formación especializada de los integrantes de la organización. En consecuencia, la propuesta se define como “contra cultural”, pues busca cambiar la perspectiva a la que se ven abocados los jóvenes desde los estereotipos fomentados por los medios masivos de comunicación, para que descubran sus propias capacidades y valoren lo que su medio particular les ofrece; de allí se explica los ejes de la acción educativa del grupo: territorio, memoria e identidad20, de igual manera, el hecho de acudir al conocimiento ligado a la experiencia de la gente. La formación asume su carácter crítico al realizar un cuestionamiento permanente de lo “real” y defender los derechos de los marginados, mostrando a cambio la necesidad de construir una vida digna, concepto en el que se combina lo económico, lo cultural y lo social21. De otra parte, otro colectivo educa, principalmente, a través de campañas, por ejemplo de reciclaje, dirigidas a la comunidad; en este tipo de actividades utilizan distintas estrategias didácticas como títeres, lunadas o encuentros grupales. Desde el tema ambiental conectan otros asuntos que tocan su fibra social, por ejemplo el maltrato infantil, la violencia intrafamiliar, el uso del tiempo libre, el consumo de sustancias psicoactivas en la juventud etc. El gran interés que tiene este grupo en la educación de niños y jóvenes los lleva a la búsqueda permanente de asesoría e información que les brinde los elementos necesarios para su actuar como organización, en ese sentido, no descartan la vinculación a instituciones formales, como tampoco la realización de acciones educativas en la escuela convencional. La “Educación de otros” se ejerce también desde la producción de un medio de comunicación, por ejemplo un periódico de circulación local, pues se consideran que la publicación genera a nivel local una posible formación en cuanto que puede forjar conciencia social, desde los temas que integran los artículos 19

En este caso, Thimos, el nombre de la agrupación, se asocia a la perspectiva griega que alude a la voluntad y tesón de transformar las situaciones: “…es que es una manera de ayudar a combatir la problemática de la localidad y brindarle a esos muchachos otra actividad para hacer”, documento P 65:6.

20

Esta es una forma de respuesta a las necesidades que ellos mismos han vivido desde niños en un contexto similar, tal como lo manifiestan: “…la mayoría de nosotros somos pelados que venimos de las mismas condiciones, que hemos pasado por las mismas situaciones, pero pues gracias a este tipo de trabajo nosotros hemos salido de cierta manera de ese riesgo que nos implicaba estar en esas condiciones…” (documento P146: 7).

21

Este actuar de la Fundación Vida y Liderazgo parte de reconocer la ausencia estatal en cuanto a programas de formación en los contextos urbanos marginados, alejados y, hasta cierto punto, olvidados: “…si no hay un estado que la haga, si no hay quien lo haga, pues entonces intentemos en hacerlo nosotros…” (documento P147:17).


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realizados, según sus propias palabras, con autonomía, análisis y sentido crítico. Para ellos, asumir los problemas bajo una óptica propia es ya un aporte en la educación ciudadana de los lectores, a la participación, a la veeduría sobre los temas de la administración y la política local. No cabe duda que para las organizaciones reconocidas en el estudio como socio-comunitarias la educación en la ciudad es un tema fundamental, pues la ciudad, y en particular el tejido social local, constituyen los escenarios en donde realizan y dirigen la acción que los define como colectivos. La ciudad les ofrece la posibilidad de formarse dentro de los planes educativos que tiene la administración pública y la oferta académica de diversas entidades; pero también la ciudad dispone de espacios sociales de los cuales los grupos se apropian para realizar sus acciones y proyectos educativos. De este modo, algunos grupos no sólo acuden a escenarios urbanos como parques, espacios naturales, recreativos y deportivos, sino que demuestran de manera acentuada un interés por la formación política desde el re-conocimiento de la ciudad, sus problemas y posibilidades, y cómo estos son asumidos por la administración y la planeación pública; este propósito lo evidencian en la realización de recorridos locales junto a otras grupos e instancias a nivel local. De estas experiencias las organizaciones adquieren un conocimiento sólido sobre la realidad en que se desenvuelven, la estructura social correspondiente, sus problemáticas, los proyectos de la ciudad; entonces integran con mayor certeza estos conocimientos en los propósitos de la organización. En otros ocasiones la realidad local y sus componentes están en un proceso de observación permanente, se despliegan entonces capacidades como la reportería y el análisis social, en busca de asuntos que ameriten tratamiento o difusión pública; consiste en un ejercicio que forma doblemente a los jóvenes: por un lado identifican los vacíos y contradicciones de las políticas públicas en relación con la realidad local y sopesan la validez de los canales de participación que se ofertan; por otro lado, emerge la oportunidad de afianzar conocimientos, destrezas, capacidad de reflexión, y de gestión conjunta para enfrentar por su cuenta los innumerables desequilibrios de la ciudad y las injusticias sociales que emergen de allí.

Iniciativas ético-ecológicas: por un estilo de vida singular Aquí nos referimos a dos grupos para quienes su actividad, junto con los conocimientos que incorporan y propician, no se desligan del cambio personal y la búsqueda por un estilo de vida más auténtico. En un ejemplo, se trata de un colectivo que intenta rescatar el saber ancestral de la comunidad muisca, precolombina, como forma de preservar un territorio, antes sagrado, desde una visión amplia de lo ecológico manifiesta en la consigna que orienta su labor: no hacer daño, que para ellos “significa tener buenas relaciones con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza”. Este principio marca tanto las acciones dirigidas a otros jóvenes del sector marginado bajo su influencia, como las actividades académicas propias que integran indagación, lectura y profundización en los temas relacionados con los proyectos que emprenden con la comunidad; en ese


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sentido reconocen la necesidad de un aprendizaje mutuo, constante, múltiple, que conlleve una evolución personal y colectiva permanente. En el otro caso, la organización despliega una propuesta educativa particular en cuanto su acción está centrada en la creación de estrategias de interpelación a la sociedad, de cuestionamiento a la ciudad, mediante expresiones y manifestaciones que integran mensajes centrados en los derechos del no humano, es decir de las especies animales. El colectivo se define como un grupo que busca educar sobre problemáticas de discriminación, tales como el sexismo, el racismo, el especismo, para mostrar alternativas a ello22. Su filosofía y estilo de vida “vegano” genera en sus miembros una “educación propia” en cuanto están en permanente búsqueda de información sobre estos temas, información a la que acceden a través de internet, de charlas y encuentros; pero sobre todo por la capacidad de auto reflexión que ello provoca: sus activistas despliegan un cuestionamiento permanente sobre sus costumbres y la mala educación que los marca, de tal manera que ello les dé autoridad para enseñar a otros. Así, tienen claro que deben estar en un proceso de formación permanente23. Al mismo tiempo, su obsesión por diferenciarse de otros movimientos locales que, según su opinión, aun cuando tienen objetivos parecidos no son coherentes en su conducta, impulsa también su formación y el cambio personal. En ambas propuestas la educación se dirige especialmente a jóvenes y niños en el tema ecológico. Uno de los grupos realiza actividades que incluyen propuestas lúdicas, didácticas y recreativas, y en especial, itinerarios por la localidad en los que se acude al conocimiento tradicional para comprender el pasado y el presente de la zona. Integra, entonces, a los “Ecoamigos”, grupo infantil con el cual busca acrecentar su presencia, ampliar la sensibilidad sobre los temas abordados y garantizar la continuidad de su acción24. Asimismo, el grupo realiza campañas de orientación ecológica dirigidas a la comunidad en general, las cuales son bien estructuradas, documentadas y, algunas veces, cuentan con apoyo institucional. No desestiman tampoco llevar sus propuestas educativas a las instituciones formales, pues encuentran allí un público atento y una organización que provee soporte a sus actividades. El otro colectivo pretende formar a otros “atrapados” en el consumo, por eso enfatizan la educación de los menores y el hecho de acudir a propuestas que vinculen lo artístico. Para ellos no basta adquirir un conocimiento y ser vegano, es necesario desarrollar un trabajo que muestre “la verdad del capitalismo”, en cuanto atenta contra la vida del planeta, y las opciones de cambio que se presentan desde las propias personas cotidianamente. Se consideran jóvenes con un alto ideal, lo cual les exige estar informados y actualizados en temas como el 22

Como lo menciona uno de sus integrantes. “Lo genuino es generar conciencia: mostrar lo que hay detrás de las costumbres. Mostrar a otros la verdad del capitalismo: como atenta contra la vida del planeta”, documento P 99: 53).

23

“Carlos habló sobre los objetivos del colectivo haciendo énfasis en tres momentos para el activista vegano: la formación, la educación y la manifestación como baluartes de los integrantes…”. Documento P93: 10.

24

Los propios niños asumen su tarea como una lucha por mantener los recursos: “Que la gente recapacite y no contamine más…todo el mundo se hace esta pregunta: ¿cómo? Y yo respondo con algo muy sencillo: reciclando”. Tomado de un diario de campo.


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abolicionismo, especismo e individualismo25. En consecuencia, tienen una clara postura de interpelación ante la sociedad y no de imposición o subversión: “…los activistas veganos poseen mentes inconformes más no mentes rebeldes”26. Esto los lleva a acudir a diversos lenguajes para ampliar la difusión de sus ideas: la radio, los sitios virtuales, fanzines, volantes, presentación de videos, en donde se ponen en juego distintas competencias y habilidades de sus integrantes, lo cual propicia riqueza y pluralidad de las prácticas educativas. Para ellos todo lugar o situación es buena para exponer su visión; no obstante su preocupación por el destino de las jóvenes generaciones hace que le den cierta relevancia al trabajo en instituciones educativas. Entonces se proponen abrir espacios en colegios y universidades para dar conferencias, cuestionar y motivar al público escolar en la importancia de sus planteamientos. Se trata de una manera de combatir la “mala educación” a la que están expuestos los menores. La perspectiva de “educación con otros” de esta agrupación está definida por el carácter global de sus acciones, de esta manera su visión se configura en diálogo con movimientos similares a nivel mundial, en una interacción permanente a través del acceso que tienen a las tecnologías de información y comunicación, acorde al nivel del estrato social al que pertenecen la mayoría de los miembros. La otra propuesta educativa integra el sentido histórico para comprender el actual caos ambiental27; en consecuencia entiende que no puede actuar de manera aislada, por eso se conecta con otros colectivos e instituciones, sobre todo locales, pues la relación con la naturaleza la comprende desde la valoración del territorio y la remembranza de los pueblos nativos28. También participan de la discusión y estructuración de políticas públicas ambientales, a pesar de que tienen claro que se trata de una acción limitada29. Reconocen, además, que la ciudad y sus espacios públicos son el escenario de la actuación grupal, en lo que ellos definen como un “activismo de protesta … de concienciar más que todo”. Todas sus actividades de expresión, a través de los distintos medios a los que acuden, encuentran en la ciudad el escenario correspondiente para cuestionar, y a la vez, para promover sus principios. Consideran que sus acciones son importantes para generar un proceso de formación en la sociedad en la que viven: “Es como que la gente coja conciencia de que 25

Abolicionismo: es la meta última a la que aspiran los veganos respecto al maltrato animal; especismo: es cualquier prejuicio o discriminación basada en la especie; individualismo: es el reconocimiento que se le ha de dar a todos los seres vivos como únicos e irreemplazables y como poseedores de derechos tan valederos como los asignados a los animales humanos (Explicación de un joven de Activegan, tomado de diario de campo).

26

Ver documento P93: 10.

27

De allí que la primera iniciativa de los fundadores del grupo fue crear un Centro de Información Histórico sobre la cultura muisca, empeño que ha terminado en un pequeño museo sobre este tema.

28

“Estamos en territorio sagrado muisca, el ecosistema sagrado era en las montañas junto al agua, eran sitios prohibidos para cazar, para construir, para vivir. Los muiscas venían acá era a tener sus cultos en ofrenda a su madre tierra a la ‘Icha Waya’. Las madres se metían en el agua fría de la laguna hasta la cintura, se les adormecían las caderas y ahí parían a sus bebes. Primer contacto con el agua, que la dadora de vida”. Documento P109:9.

29

Como lo expresa uno de sus líderes: “No nos podemos quedar en acciones de movilización y resistencia, porque realmente lo político es un espacio de decisión”. En documento de entrevista, No. 01.


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cuando come determinados alimentos, determinados productos, le hace daño a otro ser”30. Se trata, en todo caso, de una ciudad unida al planeta en razón de los problemas que comporta: la discriminación, el deterioro, la desigualdad. En el otro caso, se busca re territorializar la ciudad, recuperar el sentido de lo local y del valor que tiene conservar tradiciones y conocimientos ancestrales (por ejemplo el significado de la palabra nativa), quizás más acordes con una idea de cuidado, anticipando las consecuencias del maltrato a los ríos, las montañas, y en general, los recursos de la tierra. Pero puede entenderse esta orientación también como otra forma de cosmopolitismo, pues la acción no se cierra a una comunidad en particular, lo cual se demuestra en el permanente establecimiento de nexos con grupos semejantes, con redes de trabajo en distintos espacios locales, de la ciudad y nacionales, igualmente con la apertura que conlleva el reconocimiento de otras propuestas ecológicas y culturales.

Conclusiones De manera un tanto sorpresiva, el estudio ha mostrado que existe en los grupos de jóvenes una gran preocupación por llevar a cabo propuestas educativas a la ciudad, y una gran variedad en ellas. Sólo en los colectivos de expresión estética esta clase de intención es difusa, quizás porque el eje de su interés es el goce de la creación, pero este goce se extiende a la ciudad en un intento por componer el territorio de otra manera. En las demás agrupaciones se presenta una decidida actitud de formarse al tiempo que se forma a otros, disposición que si bien está vinculada a fines específicos (los problemas ambientales, el rechazo al consumo, potenciar ciertas capacidades, etc.), en la mayoría de casos no pretende dirigir la conducta hacia un modelo específico, y menos definir un tipo ideal de sociedad a alcanzar. Lo que sí resulta notable en estas prácticas es la búsqueda por enfrentar las difíciles condiciones de sectores marginados socialmente y por prepararse para los cambios que ello reclama. En esa tarea, los colectivos despliegan su capacidad de encontrar nuevas formas de relación, establecer múltiples redes y alianzas para educar(se), y crear modalidades de comunicación y articulación, distantes de formas autoritarias y jerarquizadas, aunque algunas veces se apoyen en dispositivos institucionales. Acuden por tanto, a diversas estrategias, recursos comunicativos, expresivos y prácticos que puestos en juego dan fuerza a sus propuestas, al punto que permiten cuestionar permanentemente la legitimación de aquellos proyectos educativos dirigidos a regularizar sus conductas y a minimizar las problemáticas de las que los jóvenes son, principalmente, las víctimas. No cabe duda que con sus iniciativas educativas los jóvenes están aportando a la reconfiguración de lo social, en especial, al transformar las interacciones con sus pares y al plantear otras modalidades pedagógicas, lenguajes más apropiados a la formación y otros fines que no se ajustan, necesariamente, a la sincronización de las ideas y a la estandarización de la conducta, propios del capitalismo contemporáneo y evidentes en la ciudad global fragmentada y caótica. Estos jóvenes muestran que existe otra ciudad, menos injusta, más compleja y articulada, tanto social, como espacial y temporalmente. Llama la atención, 30

Ver documento P 101:5.


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en particular, cómo desde sus acciones educativas algunos grupos vinculan al presente otros tiempos y otras costumbres, inventando nuevas formas de sentido común y recuperando desde su presencia pública la dimensión política de lo plural, de lo diferente. Por supuesto, no se trata de la existencia de una novedad absoluta, pues en varias ocasiones se dan prácticas y acciones muy cercanas a lo convencional, pero en buena medida el potencial imaginativo de estos colectivos les lleva a construir nuevas combinaciones de lo real, en donde aparecen y se efectúan otras visiones de mundo. Por último, con sus procesos formativos las agrupaciones dan cuenta de que emergen continuamente formas de colectividad y comunidad que no anulan la singularidad subjetiva, sino que, más bien, gracias a la interpelación constante, a la problematización de realidades, acciones y conductas, al compartir conocimientos y experiencias diversas, y al colocarse en circunstancias de mutua afectación, se abre la posibilidad de construcciones subjetivas singulares y autónomas, aquellas que la modernidad, precisamente, no ha propiciado.

Bibliografía AA.VV. (2005), La construcción de cultura política en Colombia, Proyectos hegemónicos y resistencias culturales, Ediciones Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá. Butler, Judith (1997), Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Ediciones Cátedra. Universitat de Valencia, Instituto de la Mujer, Valencia. Cortés Salcedo, Ruth Amanda (2009), “La noción de gubernamentalidad y su uso en la investigación educativa”, Bogotá (mimeo). Jorges Jiménez, Daniel (1996), Interpelación y espacios comunicativos, Tesis doctoral publicada en Anexa 10, Universitat de Valencia, Valencia. Huergo Jorge (2005), Una guía de Comunicación/Educación, por las diagonales de la cultura y la política, Universidad de La Plata, La Plata Foucault, Michel (2006), Seguridad, territorio y población, 1ª reimpresión, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Virilio Paul, Paul (2006), Ciudad pánico. El afuera comienza aquí, Libros del Zorzal, Buenos Aires. Zemelman, Hugo y León, Emma (1997), Subjetividad: umbrales del pensamiento social, Anthropos, Barcelona.


El consumo “reencantazo” de las adolescentes españolas Mónica Figueras Maz1

Resumen El consumo se ha convertido hoy en día en un elemento socializador de primer orden. A través del consumo los adolescentes van experimentando y construyendo su identidad; se trata, por tanto, de un acto menos pasivo de lo que pueda parecer. Este artículo analiza el significado del ocio y del consumo para los adolescentes españoles y, específicamente, para ellas. Después de una primera parte teórica donde se repasan algunas contribuciones al concepto de “reencantamiento” y de consumo como acto reflexivo, se recogen algunos resultados de investigaciones basadas en grupos de discusión y entrevistas en profundidad sobre el significado del consumo de productos y actividades de la industria del ocio y de medios de comunicación tradicionales y de las nuevas tecnologías. Palabras clave: adolescencia, consumo de drogas, socialización, identidad

Abstract Consumption has today become a socializing first order element. Through consumption adolescents are experiencing and building their identity; it is, therefore, an act passive of what may seem. This article discusses the meaning of the leisure and consumption for Spanish adolescents and, specifically, for women. After first theoretical part where some contributions to the concept of “reencantamiento” and consumption as reflective act is review, it reflects some results of research based on discussion groups and depth interviews about the meaning of the consumption of products and traditional entertainment and media industry activities and new technologies. Keywords: adolescence, drugs use, socialization, identity

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Doctora en periodismo por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y licenciada en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Profesora del Departamento de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. E-mail: monica.figueroa@unpf.edu Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 87-103 ISSN 0717-1846


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Introducción La generalización del tiempo libre en las sociedades occidentales a finales del siglo pasado provocó la creación de una industria muy potente. La democratización del ocio entre todas las clases sociales y entre todas las edades ha generado el nacimiento de grandes empresas en un nuevo mercado, el del tiempo libre. El ocio está inmerso en la cadena de producción y consumo y, por lo tanto, funciona con las mismas leyes del mercado, es decir: mucha producción a bajo precio; la ley de la oferta y la demanda o la acción del marketing. Esta generalización del consumo afecta significativamente a los jóvenes por tratarse de un colectivo con cada vez más poder adquisitivo y autonomía de compra. Los adolescentes de las sociedades occidentales disponen de tiempo y de dinero, hecho que marca profundamente un nuevo tipo de socialización. Ya no sólo influyen las instituciones tradicionales, como la familia o la escuela, sino que surgen en esta etapa de la vida nuevos agentes informales inmersos en la industria del ocio que intervienen en el proceso de construcción de su identidad con igual o más fuerza que los anteriores.

Racionalización, encantamiento y reencantamiento Desde finales de la Segunda Guerra Mundial han aparecido escenarios nuevos que han hecho variar drásticamente la naturaleza del consumo. Se trata de los espacios donde se puede consumir todo tipo de productos y actividades, por ejemplo, los parques temáticos, los grandes centros comerciales, los restaurantes de comida rápida, los casinos o los complejos deportivos. A estos nuevos medios Ritzer (2000) los denomina indistintamente “catedrales del consumo” porque se caracterizan por el encantamiento necesario para atraer a los consumidores. En estas catedrales los jóvenes son protagonistas porque, por una parte, disponen de más poder adquisitivo que en épocas anteriores y, por otra, influyen en las decisiones familiares respecto al consumo, por ello muchos de estos nuevos servicios se dirigen a ellos indirecta o directamente, como los restaurantes de comida rápida o los parques temáticos; saben que apelando a ellos pueden llegar al resto de la familia y, en definitiva, a un número mayor y diverso de consumidores. Según Ritzer (2000), si los “medios de producción” son para el marxismo aquellas instituciones que velan para que los trabajadores produzcan mercancías y, a la vez, sean controlados y explotados, los “medios de consumo” pueden definirse del mismo modo: aquellas entidades que hacen posible que las personas adquieran bienes y servicios y, a la vez, sean controladas y explotadas. Actualmente el consumo ha desplazado en importancia a la producción, por eso el control y la explotación ha pasado de los trabajadores a los consumidores. Por lo tanto, desde el punto de vista marxista a los consumidores no se les puede permitir decidir por si mismos si consumen o no, ni cuánto o qué consumir. Los neomarxistas han ofrecido una explicación diferente. Después del encantamiento, como en cualquier enamoramiento, suele venir el desencanto –como suele llegar el desenamoramiento– tras un proceso posterior de racionalización. Esta racionalización del proceso de consumo tiende por definición al desencanto, a producir escenarios fríos que son cada vez menos


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atractivos para los consumidores. Weber (1994) veía pocas posibilidades de encantamiento en el mundo moderno; defendía que la racionalización de la sociedad occidental ha convertido el mundo en un lugar desencantado donde han desaparecido los elementos mágicos del pensamiento. Para Colin Campbell (1989), en cambio, algunos elementos continúan presentes. Este autor avanza en el análisis de Weber y afirma que a diferencia de los primeros calvinistas que necesitaban signos de éxito para saber si se salvarían o no después de la muerte y por ello su gran capacidad de trabajo, ahorro y austeridad, las siguientes generaciones buscaban el “buen gusto” en el consumo porque se vinculaba a bondad. Por lo tanto, se relacionaba la búsqueda del placer a los ideales del carácter; ir a la moda quería decir tener buen gusto, entonces, era lícito consumir productos de lujo. Para Campbell el espíritu del consumo moderno no es antagónico al espíritu del trabajo capitalista sino que pueden convivir; el uno depende del otro. Esta ética protestante tardía trajo casi involuntariamente el espíritu del consumismo moderno, que Campbell define como un “hedonismo autónomo e ilusorio”. Este hedonismo implica sueños y fantasías, un mundo de encantamiento que puede ser más gratificante que la propia realidad. El consumismo lleva a un capitalismo encantado, lleno de ilusiones: el soñar despierto con imágenes placientes. Este capitalismo romántico se basa en el espíritu del consumismo, entendido como creativo, hedonista, emocionante, autónomo... Por su parte, otro autor, Ritzer (2000), desarrolla los aspectos encantados de los nuevos medios de consumo pero más a nivel colectivo. Si el consumidor es consciente que está siendo controlado y explotado se producirá un desencanto y será necesario el reencantamiento y el riesgo de un nuevo desencanto. La implosión de las catedrales ha servido para reencantar el consumo uniendo diferentes medios de consumo en un único espacio. En la sociedad actual el consumismo aparece como nueva forma de tiempo libre. “Ir de compras” es una actividad que declaran hacer como parte del ocio muchos de los ciudadanos. El consumismo encuentra su expresión en los centros comerciales que mezclan grandes superficies con espacios lúdicos y de relación. Pasear por un centro comercial, comprar alguna pieza de ropa, cenar en un restaurante de comida rápida y ver una película en un cine multisalas es un itinerario de actividades muy habitual entre los jóvenes porque la oferta actual de ocio está dominada por la lógica del consumo “reencantado”. Además, la implosión del consumo en el hogar ha creado nuevas formas aparentemente mágicas (canales de venta por televisión, compra por Internet...). Se ha creado nuevamente un mundo encantado donde se puede consumir las 24 horas. Este uso espectacular del tiempo y del espacio ha servido para “reencantar” las catedrales del consumo. Es como si se superaran las barreras de espacio y tiempo y se estuviera en todas partes y en un tiempo en suspensión. Se trata, como afirma Ritzer, de vivir una vida dotada de mayor sentido en una sociedad cada vez más definida por el consumo aunque hay motivos para la preocupación en un mundo dominado por el consumismo y las catedrales del consumo, “esperan muchas batallas por librar” (Ritzer, 2000: 227).


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El consumo, mucho más que consumismo La industria del consumo es, pues, uno de los nuevos agentes que intervienen en la socialización de las nuevas generaciones: la creación de la demanda y, en definitiva, la cultura del hedonismo. “La cultura del consumo recapitula así, en su tendencia fundamental, a la anterior socialización provista por la familia” (Lasch, 1999: 222). A la actual “desfamiliarización” que se está produciendo en las sociedades occidentales hay que añadirle el hecho que la escuela pierde sentido ante la crisis del sistema laboral. Vivimos en un momento de cierta desreponsabilización de los agentes tradicionales de socialización y una delegación en otros nuevos, consciente o no. Ante la incorporación de la mujer al mercado laboral aparecen nuevas instituciones encargadas de la educación de los hijos. En España son la mayoría de los abuelos y, en su ausencia, “canguros” quienes se encargan de buena parte de las tareas hasta hace poco competencia exclusiva de las madres. Pero, además de estos nuevos agentes, en las nuevas generaciones está cobrando cada vez más peso en la socialización el material proveniente de la cultura de masas (música, belleza, moda, cine, televisión, viajes,...) y los jóvenes se convierten, en palabras de Gil Calvo, en “insaciables depredadores audiovisuales”2. El grupo de iguales suministra informalmente a la juventud todo este material que los capacita para incrementar las oportunidades de promoción e inserción social. Dice este autor español que la cultura de masas es mucho más educativa que la enseñanza académica puesto que se aprende mucho más de aquella que de ésta: “aprendizaje de informaciones útiles para el desempeño futuro de responsabilidades ocupacionales, conyugales, domésticas y paternas (Gil Calvo, 1985: 32). Casi de forma independiente del nivel económico, los adolescentes y jóvenes están inmersos en este consumismo que funciona como indicador de estatus o distinción. La actual generación poco tiene que ver con las anteriores donde se producía un conflicto entre la sociedad de consumo y la autonomía, hecho que provocaba que los jóvenes buscaran fórmulas para escapar de esta presión consumista. La generación de jóvenes españoles nacidos a partir del 1968 están enculturizados desde la infancia por la televisión y por ello asocian la autonomía y la realización personal con el consumo. Por lo tanto, la autoimagen no la crean ya en relación con la posición política, como hacían sus hermanos mayores, sino que “queda todo el espacio de representación libre para ser llenado con la mitificación juvenil que sugiere la publicidad y la moda” (Martín Serrano, 1994: 44)3. El tiempo libre, pese a ser un espacio común a todos, no es bien cierto que sea un espacio de igualdad porque interviene la capacidad económica de cada

2

Gil Calvo utiliza el concepto “audiovisual” no sólo en relación con el consumo de medios de comunicación sino con todos los productos de la cultura de masa (ropa, música, belleza...).

3

Martín Serrano elabora un estudio diacrónico de cuatro generaciones de jóvenes españoles desde el 1960 al 1990 a partir diferentes investigaciones realizadas. El autor hace una clasificación en tres etapas axiológicas: La primera generación (60-68) se centra en la utopismo y en la elaboración de proyectos ideales; la segunda (69-82), en el dogmatismo y en la confianza en la emancipación colectiva; y la tercera (83-90) pierde la confianza en la transformación de la realidad y es la era del pasotismo y las actividades puntuales.


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uno4. Este tipo de vivencia del ocio es, de entrada, individualista, pasivo, poco participativo, por lo que puede convertirse en un tiempo alienando y, por lo tanto, contrario a la esencia de tiempo libre como liberador y enriquecedor. En palabras de Jesús Ibáñez, “no consumimos, somos consumidos” (1994: 221). Ahora bien, las industrias de ocio y diversión, sobre todo entre los jóvenes, también pueden en cierto modo desarrollar la libertad individual, fomentar la comunicación y el desarrollo creativo. Durante el fin de semana los jóvenes son reconocidos y admirados por una prenda de ropa, un tipo de gesticulación o una acción determinada. “Ese modo de recreación puede ser vivido, para bien o para mal, como su forma de creación” (Martín Serrano y Velarde, 2001: 32). El consumo es un acto de adhesión al grupo de iguales y un acto de hostilidad y rechazo a los que no forman parte de él. Un producto simboliza muchos conceptos elaborados y el acto de comprar no es nada insignificante: de hecho, requiere mucha atención porque, presionado por los otros, exige una vigilancia constante, sutileza y recursos (Douglas, 1998: 104). Y es que el consumo se relaciona directamente con la identidad: “el tener (y el no tener) es lo que más se relaciona con el ser (y con el no ser)” (Martín Serrano y Velarde, 2001: 247). Un producto tiene una carga simbólica que se crea en el grupo y no tenerlo puede suponer la exclusión. Pero no sólo son artículos de consumo, entran en juego también otros signos de identidad como comportamientos (fumar, transgredir...) o gustos y opiniones. La experiencia de ocio no es tan pasiva como de entrada pueda parecer porque del consumo siempre se busca algo, ya sea una emoción, un placer, un reconocimiento, una aceptación... un rasgo identitario, en definitiva.

El consumo como elemento identitario Las prácticas y hábitos de consumo no son neutrales para los jóvenes sino que suponen un escenario donde ensayar su papel con autonomía. Este papel es la búsqueda de un estilo de vida en el marco de un grupo con unas características determinadas; un juego de socialización donde se negocia la identidad en cada actividad de ocio y en cada producto de consumo. “Con los bienes y productos que compran, con las actividades a que se dedican, entran en un campo simbólico en el que se acaban proyectando, expresando y afirmando su propio estilo vital” (Andrés Orizo, 1996: 70). Los jóvenes son activos en el momento que aplican la creatividad al acto de consumo; las actividades de ocio están “reencantadas” y ofrecen momentos de placer a los jóvenes consumidores. El consumo ayuda a aceptarse a un mismo y sentirse seguro en la vida social, por lo tanto, no es una simple cuestión de consumismo, de comprar por comprar y someterse al control del mercado, sino que se trata de una acción con una fuerte carga simbólica. La ropa para las chicas, por ejemplo, facilita la posibilidad de transformarse, de experimentar el rol femenino en este 4

No sólo la variable clase social entra en juego sino que el género también interviene: así las chicas buscan diferenciarse (de los chicos y de otras chicas) y los chicos buscan asemejarse a los otros luciendo algún tótem del grupo; ellas siguen la moda y ellos exhiben bienes como coches o marcas (Martín Serrano y Velarde, 2001: 255).


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caso. Ir de compras es un acto placiente y la excusa para hablar con las amigas no sólo de ropa, sino también de amores, padres, complejos…La ropa es pues no sólo una acción expresiva de la identidad sino también constitutiva; con la elección de una prenda se pone en marcha un complejo mecanismo identitario y no sólo la simple manifestación de una personalidad. Los productos comerciales de los jóvenes connotan múltiples significados, desde la adscripción a la clase social, la edad, el género o la ‘tipología’ de joven a la cual se pertenece o se quiere pertenecer y, a la vez, sirven para sentirse dentro o fuera del grupo. Estos significados los propone el mercado pero se negocian entre los jóvenes y se generalizan de forma que son en buena parte compartidos. No se trata ya de la imposición por parte de la industria a través de la publicidad de una determinada identidad a los objetos sino que a menudo el significado se lo confieren los propios consumidores. El mercado propone pero son los jóvenes los que disponen del poder de cambiar el significado, cuando menos de negociarlo. Piénsese si no en el auge que está teniendo la figura en investigación de mercados del coolhunter o cazador de tendencias; son estos especialistas los que salen a buscar las modas entre los jóvenes y no es ya la industria de la moda la que se impone al joven. Claro está que posteriormente los hallazgos sirven para esa imposición comercial y, en definitiva, son una herramienta más de la sociedad de consumo pero el cambio de paradigma parece significativo. Tradicionalmente el gusto, el consumo o el uso de los medios de comunicación, se han considerado como un simple espejo reproductor de la situación ocupada, no sólo con respecto al capital económico sino también al social y cultural5. Es decir, la posición en la estructura social determinaba el gusto o consumo. Así, desde esta perspectiva, los procesos de movilidad social se basan en aspectos vinculados a la clase social. El consumo compartido de determinados productos y el imaginario unificado entre grupos sociales tiene un papel simbólico que confiere una sensación de movilidad social. Esta tradición se basa en un concepto de identidad mecánico y reduccionista que no sirve para explicar el cambio de gustos y de identidad personal y por ello es necesaria una explicación más compleja. El interaccionismo simbólico, por ejemplo, con Goffman (1978) al frente, parte de la idea que la identidad cambia según el contexto; se representa una versión del yo y se guarda para un mismo el auténtico yo. La teoría de la reflexividad de Giddens (1993, 1995a y b, 1997) aporta elementos de interacción del consumidor; los individuos no son simples agentes pasivos sino que piensan conscientemente en aquello que hacen6. Tras una larga tradición crítica con la Escuela de Frankfurt, Baudrillard (1999, 1974) o Bauman (2003, 1999), entre otros, sobre el consumo como manipulación y fin de la autenticidad del sujeto, autores como Riesman (1981) o Maffesoli (1990, 2000) han enfatizado el consumo como espacio de identidad y posibilidad de autonomía del individuo y nueva socialidad en el consumo. Desde la aportación antropológica de Douglas (1990), Miller (1991, 1999) o McCraken (1990) el consumo se considera como un ámbito de construcción intersubjetiva del yo y de apropiación simbólica de los significados de los productos. Ya no se trata de cuestionar el sistema de 5

Es la tesis defendida, por ejemplo, por Bourdieu en todas sus obras (1977, 1988, etc.).

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Giddens aplica también el concepto a los espectadores de los medios de comunicación. En este sentido, otros autores que defienden la audiencia activa son Thompson, 1998; Morley, 1996; Hartley, 2000; entre otros.


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producción capitalista, sino la práctica de consumo como ritual para resolver parcialmente el extrañamiento del individuo. En la sociología española Gil Calvo es un de estos autores que defienden un modelo más interactivo y dinámico, donde el consumo de objetos es un recurso estratégico que se usa relacionadamente para adaptarse al contexto microsocial y para controlar reflexivamente el curso de la vida personal. El consumo no tiene porque ser el reflejo de la posición que se ocupa en la estructura social sino que entre la realidad social y el reflejo cultural no hay una correspondencia unívoca. Aquello que se compra o se mira en la televisión puede intervenir y reconstruir la realidad social porque se aplica reflexividad, es decir, se interviene en la realidad y se puede modificar. En este sentido, los gustos y consumos son reflejo y a la vez reflexividad transformadora. En definitiva, actualmente y gracias a la proliferación de la industria del consumo se puede mucho más que en épocas precedentes trascender al “habitus” y al capital cultural y social heredado (Gil Calvo, 2003). Explica Lipovetsky que la moda es un buen ejemplo de cómo ya no se relaciona con la estructura de clases ni con las lógicas de diferenciación de Veblen sino que se convierte en una actividad transversal. En la moda es más importante, por ejemplo, el valor “juventud” o “innovador” que no mostrar una determinada posición de clase. La imitación vertical da paso a la horizontal y los gustos tienden a homogeneizarse de forma interclasista. Los significados que elaboran los jóvenes a partir de los productos de consumo se cruzan con las variables de clase social o nivel educativo pero puedan también tener autonomía7. Las variables en juego, incluido el género, se incorporan de forma inconsciente en la actuación cotidiana de los jóvenes en sus usos y consumo de tiempo libre; “este es el gran poder de la cultura: la cultura fija el sentido de la vida de los individuos en un ámbito cotidiano y a menudo esconde las implicaciones estructurales y las relaciones sociales y culturales macrosociales que hay detrás” (Martínez, 2002: 85). El estilo del joven tiene que ver, pues, tanto con elementos estructurales como relacionales, o sea, el grupo.

La metodología cualitativa para comprender a los jóvenes, incluso mejor que ellos mismos Las técnicas cualitativas se presentan como las más adecuadas para estudiar a los jóvenes en su relación con el consumo porque permiten comprender los motivos que se esconden bajo la apariencia externa. La encuesta cuantitativa condiciona las respuestas, las preguntas cerradas limitan el acceso al universo simbólico, a las razones o significados más ocultos de sus acciones, a veces, quizás, porque ni siquiera se los han planteado. Los grupos de discusión y las entrevistas en profundidad ofrecen a los jóvenes la posibilidad de expresarse con sus propias palabras y marcar su ritmo. A través de una conversación informal en un ambiente agradable los jóvenes pueden expresar libremente sus vivencias y preocupaciones. Estas técnicas exploran el inconsciente y permiten descubrir sentimientos que difícilmente se conseguirían con otras técnicas.

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Así lo demuestran Martínez y Pérez (1997) en un estudio sobre el gusto juvenil en Terrassa (Barcelona).


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En concreto, el grupo de discusión aplicado a participantes jóvenes adquiere máximo sentido porque se trata de un colectivo donde el gregarismo es la práctica dominante. La gente joven consume en grupo y para el grupo. Con un funcionamiento natural y espontáneo, esta técnica consigue diluir la racionalización de una encuesta y la presión de un investigador. Es el mismo grupo el que hace de provocador y las reacciones individuales se multiplican la interacción social. Con los grupos de discusión se consiguen respuestas a preguntas que no se han formulado pero que aparecen en su desarrollo seguramente por que son las que más preocupan. Por otra parte, las entrevistas permiten profundizar en las razones personales en temas más íntimos, como las motivaciones reales del consumo, que se escapan en la otra técnica por la presión que pueda ejercer el grupo. Ambas se complementan para obtener el significado simbólico de sus acciones y la carga socializadora que puedan tener y, en definitiva, comprender a los jóvenes incluso mejor que ellos mismos. Este artículo sobre consumo se basa en una investigación más amplia realizada en Barcelona durante el 20058 y otra realizada en Barcelona y Madrid durante el 2008, donde se aplicaron tres grupos de discusión y siete entrevistas en profundidad en la primera, y cuatro grupos de discusión en la segunda. Los participantes eran jóvenes entre 14 y 19 años, en su mayoría mujeres, y de distinta clase social y lugar de residencia. A continuación se analizan algunos de los resultados de esta investigación cualitativa referentes al consumo. Para ilustrarlos mejor se ha creído oportuno recoger algunas declaraciones de las participantes en las entrevistas y grupos de discusión.

Identidades radicales pero efímeras La imagen externa es básica para las jóvenes españolas. Las respuestas explícitas a las preguntas sobre identidad giran alrededor del carácter, la personalidad o incluso de aquello que valoran, como los amigos (se autodefinen en función de la relación con los iguales). En este sentido se valora por encima de todo el “ir de cara”, la sinceridad en ellas y en los otros. -

“Yo soy demasiado sincera ¿Directa, quieres decir? Sí, las cosas las digo en la cara, y a quien le siente, bien, y a quien no... Es que se tiene que ir así”.

Entonces, no se perdona a los que no son como ellas pero pretenden serlo: es la necesidad de ser “auténticas”. Se trata de ser genuino y diferente ante los otros, es, pues, una identidad cerrada y radical, o eres de los míos o no lo eres. En el siguiente fragmento del grupo de discusión se muestra claramente esta radicalidad en la identidad, que se asocia a determinadas marcas de ropa.

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La primera investigación tenía por objetivo analizar la identidad corporal (Figueras, Mónica. Premsa juvenil femenina i identitat corporal) y la relación con los medios de comunicación y la segunda el significado del consumo televisivo (La imagen de los/as adolescentes en el prime time televisivo. Transmisión, consumo y recepción, financiada por el Instituto de la Mujer de Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales dentro del Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica 2004-2007, inédita).


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“(...) en la discoteca, por ejemplo, ahora se lleva lo pijo y ahora hay unas chicas que quieren cambiar y queda fatal porque no son así. De ir toda la vida a ‘Escorpia’ ahora quieren ir a ‘Pachà’ y ‘Up & Down’, pues no9. (...) ahora van de pijos y claro, si tú has estado odiándolos durante muchos años, no puedes ahora cambiar y serlo. (...) por ejemplo, en Cornellà, tengo amigos de la clase que quieren ir de pijo y no lo son, son unos pelados10. No, No (CONTUNDENTE) Porque la gente que se compra las camisetas Pitbull no se las compra Ralf Lauren, no porque vaya a un lugar se debe cambiar la camiseta”11.

A diferencia de la dificultad de definirse ellas mismas, no les cuesta demasiado etiquetar otros grupos de jóvenes diferentes, incluso las que no corresponden a ningún grupo marcado tienen una etiqueta, la de “normalitas”. “Si veo alguien con ‘rastas’ o así digo mira un hippy... o con chándal, los cabellos así y la cruz así, digo mira un gitano. A las de aquí (en referencia al resto de participantes) no las puedo etiquetar, muy normalitas, no marcan”. Es el mecanismo identitario de oposición a los otros. En cambio, se quejan de que la identidad la otorgue la estética: “yo aquí no lo parece pero yo soy ‘heaviata’, a mí me gusta la música heavy. En cambio si llevara una camiseta de ‘Iron Maiden’ dirías, mira, tú eres ‘heaviata’”. Las identidades, en definitiva, son efímeras a lo largo de la etapa adolescente pero, en todos los casos, tienen relación con la imagen externa y no necesariamente tienen una fundamentación ideológica detrás; la identidad, más que ética, es una cuestión estética. “Es que antes estaba de moda ser pelado y ahora es ser pijo y la gente cambia (...). También hay la moda pija, no sé como decirlo, antes la gente que era pija iba de pelado, porque era la moda”. Se trata, pues, de una aparente autenticidad y frágil coherencia porque las chicas no dudan en cambiarse la máscara cuando conviene. Pese a la ficha que las chicas llenaban al iniciar la sesión del grupo de discusión y, por lo tanto, la constancia escrita de sus gustos y aficiones en el tiempo libre, durante el desenlace de la reunión son capaces de mentir por la presión del grupo, aunque no se conozcan entre ellas ni se vayan a ver nunca más después de la sesión. Es el juego identitario: mantienen identidades provisionales o de ‘alquiler’ durante el paso de la identidad familiar a la propia y, por tanto, en la etapa juvenil 9

‘Escorpia’ es una discoteca cercana a Barcelona donde según las chicas suelen frecuentar jóvenes de clase baja, de ideología nacionalista española y estética skin, en cambio, ‘Pachà’ y ‘Up & Down’ los pijos (sinónimo de jóvenes con dinero y a la última en moda).

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Cornellà es una localidad cercana a Barcelona donde residen muchos emigrantes de los años 70 del resto de España. Para las chicas entrevistadas es un municipio donde existen muchos jóvenes de estética skin (sinónimo de pelado).

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Pitbull es una marca asociada a los pelados, mientras que Ralf Lauren se asocia a los pijos.


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se pasa por muchas, todas parciales. De este modo experimentan diferentes identidades y van construyendo la ‘verdadera’, si es que hay una. Por otra parte, autodefinirse con alguna de las múltiples identidades les sirve para fijar las fronteras entre el yo y los otros.

La lógica de la distinción El consumo de productos de la cultura de masas es muy simbólico, lleno de significados compartidos entre los jóvenes. El producto tiene, además de un valor instrumental, un valor simbólico evidente. Artículos de consumo (ropa, música…) y medios de comunicación les otorgan placer a nivel personal y les facilitan la adaptación a nivel social. Noche, ropa, discoteca... son muy significativos para crear y mostrar la identidad. “Soy un animal nocturno, por la noche me animo, aunque esté en casa, puedo ver la tele hasta las 4 y entonces por la mañana me duermo, me levanto al mediodía”. La comunicación no verbal es clave: la ropa, los gestos, los movimientos de baile... confluyen en un ritual de intensa y expresiva actividad emocional, sobre todo en los locales nocturnos. Aflora el sentimiento de estar vivos, el contacto corporal... es el presentismo en la máxima expresión (“cuando bailo estoy en una nube, es una sensación...”). La música, en un concierto o discoteca, puede ser lo menos importante de todo lo que allá se produce. “Yo voy (a la disco) a divertirme, a ir con los amigos, a reír, la música me da igual”. Hay que decir que el consumo de productos y actividades de ocio depende de diferentes variables como la edad (en relación al grado de permisividad de los padres y al dinero disponible), la existencia de otros estímulos socializadores (actividades extraescolares como música o excursionismo) o la clase social originaria y el tipo de ocio de los padres (“voy a pasear a La Maquinista12 con mis padres”) y, evidentemente, los amigos. Los gustos se determinan en grupo. El gusto está insertado en la lógica de la distinción social, en el marcar las posiciones sociales a través de las diferencias estéticas, sentirse dentro o fuera del grupo simplemente por el hecho de llevar una prenda de ropa, un tatuaje o un peinado. Las chicas con un gusto inserto de pleno en la industria del consumo y que está poco legitimado en su entorno, tienen cierto temor a reconocerlo y se buscan estrategias para compensarlo. Como en el caso siguiente, donde junto a un gusto “comercial” poco reconocido entre sus compañeras, la participante enseguida deja claro que también tiene otros gustos no comerciales y más legitimados. “Me encanta Enrique Iglesias13, ya sé que... (ríe), junto con el manga son las dos cosas que me gustan”. 12

Gran centro comercial de Barcelona.

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Cantante cuyos fans no están bien reconocidos en muchos círculos de la sociedad catalana.


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Por otra parte, las jóvenes con gustos alternativos critican a las de gustos comerciales porque creen que están en un nivel superior del gusto, que ellas son las auténticas. Con la elección de medios alternativos (ropa, música o maquillaje) se crean una identidad que las diferencia de otras jóvenes. “Nos gusta ir de marca y allá (en Cornellà) son pelados (...). Son unas ‘garrulas’ de barrio14”. “Últimamente me he descolgado bastante de la música de masas (…), ahora escucho músicas bastante más alternativas”. “Si tú ves a la gente es excesivo, da vergüenza y todo... se ve el cambio de maquillaje y... si tú quieres maquillarte, maquíllate pero hazlo bien, que no se note”. Dos posibilidades entre las críticas, las que no pueden acceder al consumo (por edad, dinero...) y adoptan una postura contraria pero en el fondo lo querrían, y las que realmente fundamentan su oposición y ven la moda como algo superficial. -

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“En la calle, en cualquier lugar ves que el estilo ha cambiado, esto es como la música, cada cierto tiempo se pone una cosa de moda y todo el mundo lo acaba llevando... mucha gente cae en la moda, y vas viendo que la gente cambia de estilo e incluso de forma de pensar por la ropa que lleve... (...) Son personas que no tienen estilo propio, que les falta personalidad, que se rigen sólo por las tendencias…”. “A mí si en el cole me dicen: ¿que no traes los pantalones de campana? Pues, mira, chato, háztelo mirar (...) Me gusta más ser yo y no subordinarme a lo que la sociedad pida. Si quieren que vaya superceñida o con pantalones acampanados así, a mí no me gusta y quien diga que voy anticuada pues muy bien”.

Los medios de comunicación como mecanismos de “reencantamiento” Los jóvenes disponen de un amplio abanico de medios de consumo a su alcance; se trata, no obstante, de opciones no excluyentes, es decir, de la posibilidad de un consumo paralelo o acumulado. De una parte, disfrutan de un ocio extradoméstico (cine, conciertos, discoteca...) y, por la otra, de un ocio intradoméstico (lectura, música...)15. En cuanto a las aficiones, se detectan diferencias importantes entre chicas y chicos. Mientras que a las chicas les gusta ir de compras a los chicos no, y prefieren que sean sus madres las que compren por ellos. En cambio, a los chicos les gustan los deportes (“las chicas son más negadas”) y jugar a la play station. 14

“Garrulo”, sinónimo de no muy inteligente

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Aunque el ocio homogeneice en cierta medida a los jóvenes, todavía se reproducen los roles tradicionales. Así los chicos hacen más actividades de proyección exterior, como el deporte, y las chicas, actividades relacionadas con el ámbito de la intimidad, como la lectura de libros, tiendas, paseo, mensajes de telefonía... (Casal y otros, 2004).


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Es frecuente que el consumo de medios de comunicación no sea individual ni en el propio hogar, sino que se dé colectivamente, con amigos, y en otros espacios (escuela, calle...). Paralelamente, se producen diferentes niveles de lectura, es decir, según qué temas se leerán en la intimidad, y otros, en el grupo de iguales. Un caso de exhibición pública de la lectura de las revistas o series de ficción es pegar en las carpetas escolares los pósteres de famosos que regalan las revistas y un caso de exhibición privada, colgarlos en la habitación. McRobbie (1994) habla de la “Bedroom Culture” (cultura de la habitación), un espacio donde, además de colgar los pósteres, se puede interactuar con amigas, probarse ropa, escribir poemas, en definitiva, crear el propio estilo... Ganetz (1995) recupera la idea de la habitación de la chica y la sitúa al mismo nivel que el probador de la tienda (“Fitting Room”), un espacio creativo donde experimentar con ellas mismas y libre del control de los adultos. Si el probador es la demarcación dentro de la esfera pública (industria del consumo) para crear el estilo femenino, la habitación es la demarcación dentro de la esfera privada, el backstage donde refugiarse y experimentar la identidad, sola o con las amigas. Cuando el probador o la habitación se examina a todos niveles aparecen, como las cajas chinas, cuatro espacios más: identidad, relación, libertad y creatividad (Ganetz, 1995: 95). Las jóvenes quieren satisfacer las necesidades de adaptación a la moda generadas por el mercado y esta información la obtienen a través de mirar los escaparates, salir de fiesta pero sobre todo, a través de los medios de comunicación (especialmente las revistas juveniles femeninas y la publicidad) y las nuevas tecnologías como los blogs o las redes sociales. Estos medios les permiten estar conectadas con el exterior sin salir de casa. Se convierten, pues, en un espacio intermedio entre ellas y los otros que les posibilitan acercarse al exterior vicarialmente y que les generan gratificaciones emocionales por la información que aportan. Conocer los cánones estéticos imperantes, los actores de moda o las actividades de ocio que se llevan le da una tranquilidad que les ayuda a estabilizar su estado anímico. Por este motivo, pese a ser conscientes del interés comercial de muchos de estos medios, las aceptan. En general critican la publicidad porque les molesta para poder seguir su serie de televisión favorita o leer los artículos que les interesan, pero en realidad la ven. De hecho es imposible no hacerlo, pero es que además les aporta datos útiles para su integración en el grupo de iguales: lo que se lleva y lo que no, argot y gesticulaciones en boga, productos novedosos, famosos del momento... Aunque afirman que no miran la publicidad y que cambian de canal en las pausas, en realidad están al día de todas las novedades y de todos argumentos, protagonistas o músicas de los anuncios dirigidos a ellos. Los espots que sí reconocen explícitamente que les gustan son aquellos originales, espectaculares o con sentido del humor, aunque no sean ellos su público objetivo. La mayoría coincide en que la publicidad les infantiliza y que la imagen de los chicos y chicas de su edad es más infantil de lo que son en realidad. Por ejemplo, comentan que las chicas de su 13 y 14 años salen jugando a muñecas, cuando en la realidad hace tiempo que ya no lo hacen, es decir, son conscientes de la utilización de la imagen adolescente para vender productos a los niños. Un participante hace una observación respecto a la madurez con que se muestra a las chicas que aparecen, más mayores de lo que son, mientras que a los chicos se les muestra


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“más jóvenes de lo que realmente son”. En general consideran que la imagen que muestra de ellos la publicidad es muy “irreal” y que aparecen siempre como “demasiado felices”, “todos son muy guapos” (“porque de lo que se trata es de hacerte comprar, y que pienses que si tienes eso que anuncian serás igual de guapo”) pero se perciben algunas diferencias por género. Consideran que las chicas “siempre salen muy desnudas, o vestidas muy extremadas”, mientras que los chicos no tanto. Los jóvenes, pero especialmente ellas, encuentran satisfacción en estar “conectadas” a la realidad desde casa y de este modo poder “crearla” y “recrearla” a su gusto; la información de revistas, publicidad, ficción televisiva, blogs o redes sociales les permiten soñar despiertas y hacerse una vida a medida. Por este motivo los temas esotéricos y, especialmente el horóscopo, tienen tanto de éxito: de una forma sencilla y divertida permite, en el fondo, especular sobre si el sueño se cumple. Y en este sentido los tests también tienen éxito porque generan la ilusión que marcando una simple cruz se puede descubrir la propia identidad y autojuzgarse, sin moralinas de adultos. Ante una sociedad posmoderna, sin grandes líderes morales y el predominio del relativismo, los foros en internet o secciones específicas de revistas como éstas tienen la función de “reencantar” de nuevo a los jóvenes. El test y horóscopo son las secciones más leídas en las revistas. Los motivos alegados son que son un divertimento o por curiosidad y aunque las jóvenes sea totalmente conscientes de su poca validez, les atrae muchísimo su lectura, sobre todo si se realiza con amigas y amigos. Con ellas, para compartir el sueño de que sus pronósticos se conviertan en realidad; con ellos, para “reírse” juntos y analizar las reacciones del sexo contrario ante los temas tratados. Es una manera de provocar un diálogo identitario. -

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“El horóscopo, es una tontería… Sí, todo es bueno, todo lo que va a pasar ese día es bueno y en todos los horóscopos. También los tests, que también todo es bueno, te suben la moral, te toque lo que te toque. Resultado A, B o C, todo es bueno. Lo de los tests es.... “a ver si le gustas o no”, yo a veces lo he hecho pensando en un buen amigo y el resultado es “estáis hechos el uno para el otro, una gran pasión...”, venga hombre... Sí pero es entretenido”.

Tanto el test como los horóscopos los leen por una necesidad de reafirmar la identidad o de descubrirse (“siempre descubres algo más de ti que no te das cuenta o no te quieres dar cuenta y entonces al hacerlo sí”), incluso hay quien vuelve a hacer los tests tiempo después a ver si ha cambiado. “Cuando no tengo nada a hacer y no tengo dinero para comprar y me aburro, las vuelvo a leer, miro los tests, por ejemplo, a ver si he cambiado”. El horóscopo es la ilusión de prever el futuro a corto plazo, de reducir la incertidumbre de su vida y poder ir preparada a lo que les tiene preparado el destino para aquel día; responde al presentismo. Todas coinciden en decir que es “una tontería” pero, de una manera u otra, como que siempre son orientaciones positivas, se busca que la profecía se autocumpla. Por ejemplo, incluso los horóscopos recomiendan qué ropa ponerse para estar más atractiva o cuál es el mejor día para


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hacer deporte. Entonces, pese a ser conscientes de la inutilidad, si los consejos están al alcance de las posibilidades, no se pierde nada por probarlos. -

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“Es la chorrada más grande del mundo pero me gusta leerlo, el Cáncer que encontrará el amor de su vida, el Escorpio que yo que sé... y vale, yo sé lo que es pero me encanta y tiene la gracia de que muchas veces coincide. Es una curiosidad como otra, es una chorrada, te lo puedes creer o no pero tú te lo lees igual. A ver qué me dirá a mí esta semana. Tú sabes que no te puedes fiar porque no pero te hace gracia leerlo y es lo típico que estás en un bar charlando y dices va a ver que dice Tauro... lees y pasas el rato”.

Es de este modo como juegan a crear identidades imaginarias que les otorgan bienestar psicológico y ayudan a pensar la identidad “definitiva”. Estas secciones pero, en general, todo el contenido de las revistas (secciones de consejos, reportajes de moda, del cuidado del cuerpo, etc.) o algunos medios de las llamadas nuevas tecnologías, les sirven de excusa para reflexionar sobre ellas mismas: la ropa que llevan, la interacción con las amigas y los chicos, el propio cuerpo y a partir de aquí reorientar sus acciones. Por lo tanto, para bien o para mal, intervienen en el proceso de construir la identidad y se convierten en una especie de “manual de texto” sobre la esfera privada de la adolescencia femenina, más significativas que las lecciones que pueda dar la madre o la escuela que, en la mayoría de casos, ni siquiera tratan algunos de estos temas. Estos medios posibilitan acceder a un mundo de sueño y evasión a las chicas que no tienen otros mecanismos para hacerlo. Una revista juvenil es como un centro comercial impreso en papel donde “reencantarse” y pasear mentalmente por sus páginas observando modelos donde identificarse, eligiendo el final feliz del cuento de su vida (Figueras, 2007). Algunos formatos de las nuevas tecnologías producen el mismo efecto. En las redes sociales, por ejemplo, tienen a su alcance y desde el anonimato la posibilidad de observar, analizar y redefinir su identidad a partir de las imágenes e informaciones que sus amigos, y amigos de sus amigos, exhiben en ellas. El miedo a hacer el ridículo que se da con tanta fuerza en esta etapa de la vida, queda de alguna manera amortiguado con el bienestar que les produce conocer lo que hacen otros y, así después, en el contacto presencial, disponer de toda la información necesaria para relacionarse de igual a igual. Las redes sociales son también catálogos pero no solo de moda sino de comportamientos y valores donde practicar la propia identidad; son, en definitiva, nuevas “catedrales del consumo” donde los jóvenes consiguen “reencantarse” en un momento donde las catedrales que definía Ritzer están empezando a “desencantar”.

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Juventudes violentadas: escenarios y experiencias destacables Rogelio Marcial1

Resumen Tratando de tomar como hilo conductor lo que tiene que ver con los llamados “mundos juveniles” contemporáneos y los ámbitos en los que la violencia social está apareciendo con mayor fuerza, afectando con ello a miles de jóvenes en diferentes contextos sociales, el presente artículo busca un acercamiento analítico a partir de la identificación de la violencia en cada uno de estos ámbitos (social, comunitario, grupal e individual), tratando con ello de centrar la atención en las experiencias y expresiones de violencia pero sin renunciar a una concepción que asume que tales ámbitos son parte integrante de una realidad compleja. Palabras clave: juventud, violencia social, estigmas, Guadalajara (México).

Abstract Trying to take as center argumentation those called contemporary “youth worlds” and the spaces where the social violence is appearing with major force, affecting with this to thousands of young people in different social contexts, the present article search for an analytic approach by the identification of violence process in the social, community, peer groups and individual scenes, trying to put the attention in the experiences and expressions of violence but without leave a conception that assumes that these scenes are integrant parts of a complex reality. Keywords: youth, social violence, stigmas, Guadalajara (Mexico)

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Rogelio Marcial es mexicano, dedicado al estudio antropológico de la juventud. Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Jalisco. Profesor-Investigador de El Colegio de Jalisco. rmarcial@coljal.edu.mx. Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 105-119 ISSN 0717-1846


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La violencia siempre tiene que ver con la poca claridad que tenemos como sociedad de generar procesos de inclusión social. Raúl Zarzuri.

Palabras iniciales Hablar de violencia social resulta problemático y difuso, no sólo porque muchas de sus manifestaciones logran pasar desapercibidas para quienes no la sufren “en carne propia”; sino porque además, aún cuando tales procesos logran salir a la luz pública, el silencio precisamente de quienes no la sufrimos (especialmente de las instituciones y sus representantes) oficializa su aceptación como una forma de relación social lacerante, pero plenamente vigente y altamente funcional, en una sociedad que tiende a violentar cada vez más las estructuras, los procesos y los espacios de convivencia social. Ciertamente, mucha de esta violencia social se produce como parte de una lucha por el poder institucional, caracterizada por los discursos y prácticas de sujetos que son incapaces, y lo saben, de proponer una sociedad caracterizada por la fraternidad, la solidaridad, la equidad y la inclusividad. La violencia es un recurso muy empleado por quienes se aferran en mantener situaciones de privilegio dentro de relaciones jerarquizadas, y no es de extrañar que quienes se resisten a ello recurran a la violencia, generando con ello aún más violencia. Pero no sólo allí, en la lucha por el poder público, irrumpen las posiciones y las acciones violentas. Y no sólo la violencia se presenta en espacios institucionales cuyo control se torna estratégico para esos intereses de privilegio. En el día a día, en la calle, en la casa, en la cama, en el barrio, en la oficina, en la escuela, en muchos espacios y de muchas formas, la violencia aparece, irrumpe, se impone y atemoriza; todo ello para lograr su objetivo: imponer la fuerza y desestimar el consenso como una forma democrática de relación y organización social. Por lo anterior, resulta indispensable problematizar esas experiencias para poder comprender los complejos procesos sociales y culturales que sirven como contexto, ámbitos de creación y recreación, y fundamentos formales e informales de discursos y prácticas violentas de hombres y mujeres con nombre y apellido, con intereses particulares identificables y con objetivos definidos por la carencia total de ética y responsabilidad sociales. Por falta de tiempo no es recomendable ahora reconstruir el contexto social amplio y los orígenes culturales que podrían explicar de forma histórica el surgimiento, presencia, existencia y arraigo de relaciones basadas en la violencia. Existe una amplia y certera literatura que se ha encargado de este reto, aportando reflexiones dignas de tomar en cuenta.2 Lo que trataré de tomar como hilo conductor tiene que ver con los llamados “mundos juveniles” contemporáneos y los ámbitos en los que la violencia está apareciendo con mayor fuerza, afectando con ello a miles de jóvenes en diferentes contextos sociales. Para lograr un acercamiento analítico, he decidido dividir mi exposición a partir de la identificación de la violencia en cada uno de estos ámbitos, tratando con ello de centrar la atención en las experiencias y expresiones de violencia pero sin renunciar a una 2

Al respecto, y entre muchos otros textos, me parece muy pertinente el trabajo de Tasso 2004.


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concepción que asume que tales ámbitos son parte integrante de una realidad compleja. Esto es, acercaré el enfoque en cada uno de estos ámbitos sin olvidar una de las grandes enseñanzas de Pierre Bourdieu: la imperiosa necesidad de “pensar relacionalmente” al analizar los fenómenos sociales.

Un contexto necesario: procesos de “violentización” de la pobreza, la raza y la disidencia Aunque resulta obvio que las raíces sociales de los aspectos relacionados con las manifestaciones de violencia social deben rastrearse muy atrás en el tiempo, me parece pertinente centrar la atención en lo que ya los expertos han mencionado sobre un evidente avance significativo de la violencia en nuestras sociedades contemporáneas. Este proceso ha estado tomando forma en distintas maneras de “violentar” las características culturales de los “otros” y sus formas de estar en el mundo, de organizarse y de manifestarse en sociedad, para propiciar con ello su control y en ocasiones hasta su aniquilación. Quienes intentan imponer un modelo de sociedad basado en las jerarquías y los privilegios, se han visto forzados a impulsar violentamente una homogeneización que en no pocos lados reaviva las resistencias a lo institucional, las inconformidades ante la exclusión y las apuestas por una diversidad inclusiva (Reguillo 2005). El “pasaje de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control”, según Deleuze (2000), supone a su vez el pasaje de un “universo reglado” a otro “desreglado”; y ello está implicando, de muchas formas, que la violencia como recurso pueda ser empleada (así, sin justificaciones ni rendición de cuentas) por quienes acaparan lo que Gramsci alguna vez nombró como el “monopolio del uso de la fuerza legítima”. Pensemos, por ejemplo, en la técnica llamada racial profiling (delito de portación de cara) que acompaña la estrategia contra la delincuencia llamada “Tolerancia Cero” que fue exportada por las autoridades de Nueva York (por el alcalde Rudolph Giuliani y su jefe de policía William Bratton) a varios países de Latinoamérica hacia los comienzos de la década de los años noventa, cuya cientificidad consiste en cruzar los datos provenientes del perfil racial del presunto delincuente para establecer, entre otras cosas, su grado de peligrosidad (Reguillo 2005: 282).3 Este tipo de medidas se presentaron dentro de una estrategia de alcance mayor: los países de la región latinoamericana, encabezados por las autoridades federales de los Estados Unidos, diseñaron una “nueva” política de seguridad pública a partir de una reunión del Grupo de los Siete en julio de 1996 (Sosa 2004: 119). La redirección que adaptaría esta “nueva” política se centró en considerar toda alteración del orden público, así como todo uso de la fuerza física o moral, como acciones de la delincuencia organizada. Y aunque su sustento apuntaba a acciones de los grupos armados en el continente (guerrillas y carteles de la droga), las implicaciones de ello caerían también sobre organizaciones civiles, movimientos sociales y expresiones culturales.

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Para un análisis detallado de la autora sobre lo que llama “la doctrina Giuliani” y los efectos que ha tenido en los procesos de estigmatización de cierto tipo de jóvenes en América Latina, véase Reguillo 1999.


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Millones de pobres serían tendencialmente más inquietantes que grupos armados, con el agravante de que buena parte de sus movimientos eran impredecibles y, sobre todo, no necesariamente concertados. ¿Cómo identificar, si no, a los cientos de miles de migrantes que año con año cruzan las fronteras –particularmente las del norte del continente– en busca de mejores condiciones de vida? ¿Qué hacer con los jóvenes carentes de opciones de estudio o empleo que pueblan los barrios de todas las ciudades? (Sosa 2004: 124). Ahora, sin que las “viejas” políticas de seguridad pública desaparecieran del escenario, el “novedoso” agregado al que llamo la atención convertiría a la pobreza y a la disidencia en motivos para encarcelamiento. Si eres pobre, eres delincuente. Si protestas, eres delincuente. No es de extrañar que por lo anterior, como ha sucedido en repetidas ocasiones con la actuación de algunas autoridades de Jalisco, la violación de los derechos humanos ha sido una constante cuando se han presentado manifestaciones que disienten de las políticas económicas y culturales implementadas a nivel local.4 La violencia y la criminalidad pueden constituirse para sectores de jóvenes desventajados o sometidos a mayores dificultades en su proceso de transición a la adultez en nuevas oportunidades de sobrevivencia económica, de socialización y de evasión. En este contexto, la violencia, pequeñas transgresiones o incluso actos delictivos pueden adquirir mayor centralidad en la vida de los jóvenes y una más larga duración en su curso de vida, o simplemente una más extensa aceptación social entre grupos de pares (Saraví 2004: 133). Pero este contexto, a mi parecer, debe de relacionarse con otro más que está implícito en el tema de la violencia juvenil: aquello que tiene que ver con la etapa adolescente de crecimiento

El otro contexto necesario: la importancia de algunos aspectos psicosociales en la presencia de la violencia entre jóvenes La adolescencia, por definición, constituye una fase especialmente difícil en el desarrollo de la personalidad del individuo. De esta forma, el menor que al final de la niñez había logrado una adaptación más o menos satisfactoria a sus padres, maestros y entorno inmediato, entra en una etapa de replanteamiento, de re-evaluación de todos sus valores. El adolescente inicia un periodo en el que le es evidente que tiene vida propia, comienza a ser introspectivo, a tomarse a sí mismo por objeto de sus pensamientos y juicios; aparece su sentido de crítica; busca entonces deshacerse de la sujeción a la que ha estado sometido desde que 4

Resulta necesario aquí recordar el actuar de las autoridades locales en sucesos como el “tlajomulcazo” (una fiesta rave en Tlajomulco intervenida por la policía en mayo de 2002, en la que se violó flagrantemente los derechos humanos de más de tres mil jóvenes asistentes); el “28 de mayo” (represión abierta a los manifestantes, entre los que destacaban miles de jóvenes pertenecientes a Colectivos y Organismos de la Sociedad Civil, que demandaron “otro mundo posible” ante la reunión de mandatarios en el marco de la III Cumbre de América Latina, el Caribe y la Unión Europea realizada en mayo de 2004 en Guadalajara), las manifestaciones de los “ahorradores” (principalmente adultos mayores que vieron perdidos los ahorros de toda su vida ante el cierre ilegal de varias “Cajas Populares de Ahorro”, y que no recibieron apoyo por parte de las autoridades), y la presencia de los “limpiaparabrisas” y otros trabajadores de la calle (a quienes el gobierno insiste en “sacar de la calle” para “limpiar Guadalajara”).


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tiene memoria y oscila en un esquema de ensayo-error, respetando las opiniones de sus padres y adultos que le rodean y menospreciándolas indistintamente. No es raro encontrar a jóvenes que, dentro de sus grupos de pares y sus “mundos juveniles”, reproducen valores basados en la agresividad y la violencia. Estas características son altamente valoradas por los códigos de comportamiento y modelos de conducta que se reproducen al interior de algunos de estos grupos. La valoración de tales códigos está fundamentada en el hecho de que es la violencia un recurso, en la mayoría de las veces infalible, para hacerse de elementos que aseguran la sobrevivencia cotidiana en las calles. Por ello, resulta fácil decir que “todo” joven es rebelde y agresivo; que aquellos que tienen el pelo largo o se lo han rapado es porque son agresivos; que si visten de una u otra forma es por querer provocar a los demás; y con todo ello vienen severos procesos que estigmatizan, marginan y castigan a miles de jóvenes que no hacen otra cosa que ejercer sus derechos de organización, manifestación y disidencia. Por lo anterior, no es extraño que cometan también actos violentos, incluso en los que ponen en peligro su vida, como si fuera que están obligados por algo o alguien a hacerlo, como si fuera que no existía otro camino, como si los acontecimientos sucedieran a pesar de ellos y no por ellos. […] situar la violencia juvenil en una perspectiva de curso de vida nos permite construir una visión más dinámica e integrada del problema. Ciertos niveles de trasgresión pueden considerarse como atributos socialmente aceptados de la juventud, ciertos contextos socioeconómicos, políticos y culturales pueden favorecer y estimular que la violencia y la criminalidad adquieran centralidad en la vida de los jóvenes, y esta centralidad de la violencia durante esta etapa de transición obstaculizará las posibilidades de una integración plena (Saraví 2004: 135).

Ámbitos de violencia juvenil Después de revisar someramente los contextos amplios (sociales) y cercanos (individuales) que tiene que ver con las manifestaciones de violencia en algunas expresiones juveniles, lo que sigue es un intento por ubicar, aunque quede en una simple esquematización, cuatro diferentes ámbitos en los que se están presentando e incrementando las manifestaciones de violencia dentro de los “mundos juveniles” contemporáneos. Como apunté al inicio de mi participación, lo anterior es un recurso heurístico para la comprensión de las expresiones juveniles en Guadalajara, teniendo claro que las manifestaciones de violencia de las que haré mención no pueden concebirse como algo “aislado” en cada horizonte de observación, sino que sus manifestaciones forzosamente implican una comprensión que debe atravesar con la mirada cada uno de estos ámbitos, y algunos otros que pudieran sumarse a los que aquí menciono. Estos cuatro ámbitos son el social, el comunitario, el grupal y el individual.

a) El ámbito de lo social La falta de información, sensibilidad, profesionalismo y tolerancia que ha prevalecido en funcionarios del gobierno ante expresiones y manifestaciones de la


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juventud, han provocado hechos lamentables que impactaron a la sociedad, y que son responsabilidad (aún no reconocida) de algunos de esos funcionarios de gobierno desde distintas oficinas públicas. Desde la intervención de festivales electrónicos como lo que sucedió en Tlajomulco en mayo de 2002, pasando por el asesinato de un joven en Unión de Tula a manos de la policía local en febrero de ese mismo año,5 las continuas detenciones arbitrarias a jóvenes en los barrios populares de Guadalajara tan solo por su aspecto,6 y la lamentable represión por parte de autoridades federales y estatales a los manifestantes conocidos como “altermundistas” el 28 de mayo de 2004; en todos estos casos las violaciones a los derechos humanos fueron seguidas por varias acciones y declaraciones que completaron la intervención injusta de los que precisamente están para impartir la justicia. Así, en el ámbito social la generación de violencia desde el propio poder institucional no tiene otro objetivo sino el de imponer los valores y concepciones de los grupos de poder de forma autoritaria, cuyo objetivo es salvaguardar la jerarquización de la vida pública con la que se garantiza la reproducción social y cultural, aunque lo anterior implique violar repetidamente los derechos más fundamentales de quienes insisten en vivir en diversidad. Bajo el argumento de que a los jóvenes se les desconoce, el poder institucional ha insistido en ordenar jerárquicamente la vida pública, imponiendo criterios de carácter autoritario y conservador, para mantener a los jóvenes fuera de las calles, de los bares, las fiestas electrónicas, del Tiangus Cultural, y de otros espacios de divertimento y expresión juveniles. Echar mano de “castigos ejemplares”; diseñar dispositivos de control y “marcar” a los transgresores; mantener como rehenes, encarcelados, a “chivos expiatorios”; imponer reglamentos a espacios que difieren radicalmente de aquellos vigilados por el poder público; y “acechar” intempestivamente generalizando el temor y la desconfianza; entre otros, son los recursos con los que el poder impone jerárquicamente el orden de las relaciones y las expresiones en el ámbito de lo público, aunque aún así se reserva el uso de la represión abierta cuando lo considera necesario. Es por esto que no dudo en absoluto que las respuestas institucionales están poniendo de manifiesto una visión conservadora y autoritaria para que los jóvenes no estén donde éste no quiere que estén. Se insiste en apegarse a una forma específica de concebir el “respeto a la ley” y el mantenimiento irrestricto del “orden” y el “estado de derecho” que, de manera oculta, implica una restricción significativa de la noción de ciudadanía, al menos para muchos jóvenes que están reinventando formas de expresión y diversión. En realidad, más allá de un control sanitario, hacendario o para evitar la delincuencia, se busca erradicar estos espacios juveniles del escenario local porque contradicen directamente el sistema de valores morales prevalecientes en las instituciones gubernamentales y que tratan de ser impuestos, a raja tabla, al total de la población como si ésta fuese homogénea. Las autoridades han instaurado un ambiente de violencia social hacia algunas expresiones juveniles al dar una respuesta totalmente ideologizada anclada en 5

En esa ocasión, un par de jóvenes “se atrevieron” a subir su camioneta en la plaza central durante las horas nocturnas. Resultado: uno de ellos murió baleado por un rifle R15 portado por un elemento de seguridad pública del municipio. Este suceso lo relato con mayor detalle en Marcial 2002.

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Por el llamado “delito por portación de cara”, comentado en párrafos anteriores.


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el conservadurismo más rancio y destinada a sacar a los jóvenes de las calles y de la noche, y así encauzarlos hacia un futuro de “ley y orden”, un futuro en que las personas deben mantenerse al servicios de la legalidad formal antes que cualquier otra cosa. Esto es, asustar no sólo a los jóvenes sino también a los padres de familia, quienes interiorizando el miedo a las funestas consecuencias que la participación de sus hijos pueden tener al asistir a lo que las autoridades entienden como “reventones”, “francachelas” y “orgías” (detenciones policiacas, multas, acusaciones públicas, encarcelamiento, antecedentes penales, etc.), se ven en la obligación moral de prohibir a sus hijos que asistan a este tipo eventos. Es, en pocas palabras, la evidencia de que la represión se destina a reforzar el poder de la auctoritas paterna que ha de imponer su jerarquía sobre sus hijos. Ello tiene, entre otras consecuencias, el notorio alejamiento juvenil de las instituciones de poder y la implantación de un contexto de violencia social difícil de enfrentar por jóvenes que lo que buscan es ejercer sus derechos ciudadanos. No puede existir mayor temor que el que produce este contexto basado en el castigo severo y la conciencia de que la fuerza pública puede, en cualquier momento, desatar toda su furia violentando la convivencia social y los derechos más elementales de la sociedad.

b) El ámbito comunitario La lucha por la apropiación de espacios y territorios por parte de los diferentes sectores poblacionales, ha hecho que muchos de los espacios urbanos adquieran, para ciertos habitantes, significados de peligro e incertidumbre; sea en algunos casos creados por la imaginación o por recuerdos personales de experiencias negativas. Además, no pocas veces el acceso a espacios o el movimiento entre ellos se torna difícil por la creciente concurrencia de una población en aumento, por el distanciamiento de los nuevos espacios creados, por la incertidumbre ante lo desconocido. Todo lo anterior ha obligado a que la mayoría de los habitantes de nuestras ciudades, aquellos que no viven en zonas elitistas, defiendan y se identifiquen con sus barrios, en tanto unidades urbanas diferenciadas y espacios públicos locales que mantienen especificidades a nivel de la problemática y los espacios físicos; pero sobre todo a nivel de la historia, territorios, vivencias y desarrollo de su principal elemento de formación: sus vecinos. La comunidad o el barrio como espacio de relación e interacción social se asocia a la noción de espacio público local. El espacio público representa el locus donde tienen lugar los encuentros, interacciones y relaciones sociales locales; sin embargo, los atributos que asumen estas prácticas sociales están definidos y dependen de las características de la vida pública local. Por un lado, la esquina, la placita, el parque, el kiosco o la tiendita, la puerta de la escuela o el club, representan espacios públicos donde el barrio se manifiesta. Por otro lado, el clima de seguridad o inseguridad, violencia o amistad, reconocimiento mutuo o indiferencia que resulte predominante moldeará las características que asuman las interacciones y las relaciones que se construyen en los espacios públicos locales. Sin embargo, sean estas relaciones basadas en la cooperación o el conflicto, e interacciones sustentadas en la amistad o la indiferencia mutua, el barrio constituye un espacio de prácticas sociales y culturales conocidas y familiares para los sujetos involucrados. Es decir, no se trata de un espacio


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público cualquiera, sino de un espacio de tránsito que separa (o une) el mundo de lo público y lo privado (Saraví 2004: 138). Concretamente con el asunto que aquí nos reúne, estos factores marcan severamente las formas comunitarias de convivencia que desembocarán en los procesos de integración armónica o de violentización de las relaciones sociales urbanas. Guadalajara se ha caracterizado por un ordenamiento urbano caótico, con falta de planeación, impositivo y poco propicio para la convivencia social armónica y la integración coherente de sus espacios y servicios urbanos. Las problemáticas barriales se han quedado “encerradas” en los barrios populares y se ha propiciado un proceso de “guetización” de estas unidades urbanas que está implicando que las situaciones negativas y de violencia urbana se quedan allí y no salgan a los espacios abiertos para la tranquilidad del gobierno y de los habitantes de otros sectores de la ciudad. Sólo como un ejemplo de lo anterior, que ha afectado directamente a algunos jóvenes en Guadalajara, tiene que ver con el fenómeno del grafiti. Esta expresión juvenil urbana no había preocupado a las autoridades de la ciudad hasta que “salió” de los barrios marginales y se instaló abruptamente en las avenidas principales, los anuncios publicitarios, las plazas comerciales, los puentes vehiculares, los templos religiosos y, especialmente, el primer cuadro de la ciudad. Aunque ello se debe a que el grafiti pasó de ser una expresión cultural de las bandas juveniles de barrios populares (territorial) a una expresión cultural de jóvenes taggers (enunciativa) que pertenecen a zonas populares, pero también a estratos socioeconómicos medios, altos y muy altos de la ciudad, para las autoridades resultó una preocupación hasta entonces que ocasionó que algunos funcionarios de diferentes niveles le “declararan la guerra” a los jóvenes grafiteros. El fracaso de las campañas oficiales para contrarrestar el grafiti ha implicado situaciones violentas para los jóvenes en las que el abuso de poder y la violación de sus derechos humanos se convirtieron en algo “normal” y “justificado” no sólo para los policías y las autoridades de gobierno, sino incuso también para la sociedad tapatía en general.7 Más aún, en los barrios que aún se atreve a entrar, distintos cuerpos policiacos no dejan de realizar “operativos” (redadas, razzias, “revisiones de rutina”), que con lujo de violencia se efectúan en estos escenarios urbanos, generando ambientes de violencia en los que el único idioma posible de comunicación son las agresiones, los toletazos, las pedradas, las corretizas y los zafarranchos entre ambos bandos (elementos de seguridad pública y jóvenes reunidos en las calles). Otro ejemplo de este proceso de violentización de los barrios populares de las ciudades contemporáneas es el que se ha presentado en torno al fenómeno del fútbol. Las barras más numerosas y de mayor presencia en Guadalajara que apoyan a los equipos de las Chivas del Guadalajara (La Irreverente y la Legión 1908) y a los Rojinegros del Atlas (Barra 51 y la Fiel) se han ido “profesionalizando” en el tema de la violencia. Estas barras encuentran en los jóvenes de los barrios marginales a los integrantes más escandalosos y dispuestos a “todo” con tal de “demostrar” que su equipo es el “mero machín”. Conocidas como “peñas”, estas secciones de las barras han convertido al fútbol en el nuevo “pretexto” para que 7

Para el fenómeno del grafiti en Guadalajara y la respuesta represiva por parte de las autoridades locales, véase Marcial 1999.


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miles de jóvenes “saquen” sus frustraciones invadiendo territorios enemigos, golpeando a rivales en el estadio, en las afueras de éste, en las calles de la ciudad, en antros populares y en los propios barrios de pertenencia, generando un clima de violencia juvenil que debería empezar a preocuparnos como sociedad, pero también a quienes dirigen a los equipos, a los medios de comunicación y, especialmente, a nuestras autoridades.

c) El ámbito grupal Si algo puede caracterizar hoy la diversidad de estilos y mundos juveniles, es una clara tendencia a agruparse entre ellos según intereses colectivos a nivel de lo económico, de lo político, pero sobre todo de lo cultural. En este ambiente, las imágenes de “grupos juveniles violentos” destacan entre los imaginarios sociales debido a que si en general la violencia preocupa a la sociedad, más le preocupa que sean menores quienes estén involucrados en tales asuntos, sea como víctimas o victimarios. Aún cuando estoy consciente de que la violencia grupal entre jóvenes aparece en diferentes contextos culturales y estratos sociales, centraré mi atención en aquella imagen que es, por mucho, la que prevalece en el imaginario social sobre la violencia juvenil: las bandas o “pandillas” de barrios marginados, tratando de seguir con la idea expuesta antes sobre el proceso de violentización y criminalización de la pobreza que ha caracterizado a las políticas de seguridad pública. El argumento aquí no apunta a identificar como origen de la violencia juvenil a este tipo de grupos, sino precisamente a destacar que dentro de la violencia institucional hacia las expresiones y formas de organización de los jóvenes, el principal “blanco” a exterminar son precisamente los jóvenes de barrios marginados que se integran en bandas juveniles. Los jóvenes al integrarse a una pandilla manifiestan que a ellos la sociedad les niega las oportunidades educativas, culturales y económicas para desarrollarse como personas y vivir una vida satisfactoria. De ninguna manera idealizan su “vida loca” y dan muestras de un comportamiento ambivalente en relación con su manera de actuar, pero no ven otra posibilidad de vivir su vida y afirmar una identidad propia. Ellos ven en sus actos criminales y en la violencia que practican un medio legítimo para satisfacer sus necesidades básicas, emocionales y materiales, y conservar un cierto nivel psíquico y económico. Para ellos es mejor sentirse importantes y valorados bajo circunstancias peligrosas, que ser “nada” o “nadie” […]. La pertenencia a una pandilla se entiende, finalmente, como intento de restablecer un espacio social que se ha perdido o que en la vida “normal” es inalcanzable. Los jóvenes intentan con la pandilla “crear una sociedad para ellos mismos en medio de una donde no existe nada adecuado a sus necesidades. Lo que los jóvenes obtienen por medio de las actividades de la pandilla es lo que les es negado en el mundo de los adultos: protagonismo” (Liebel 2004: 101).8 La respuesta violenta a la violencia percibida, entonces, suele orientar muchas de las actividades de este tipo de grupos. Lo que sigue es el establecimiento de un estado permanente de mutuas agresiones que generan la construcción de identidades agresivas, en el que la capacidad para aparentar y demostrar mayor violencia es la única posibilidad para existir y sobrevivir cotidianamente. El uso 8

Sobre esta temática, resulta muy ilustrador Perea 2007.


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de la fuerza pública, la criminalización de la pobreza y de la edad, así como los procesos que marginan y estigmatizan a estos grupos suele producir, en muchos de los casos, un complejo proceso de apropiación del estigma impuesto como “estandarte” de lucha por la sobrevivencia cotidiana. Y tal estandarte sirve no sólo para enfrentar la violencia policiaca e institucional, sino también como una forma de relación hacia grupos similares dentro del barrio, o de otros barrios y zonas de la ciudad. En Guadalajara, el enfrentamiento entre estos grupos ha alcanzado niveles de violencia preocupantes. Los “pleitos” se transmiten de generación en generación, la aparición de nuevas bandas y el incremento acelerado del número de sus miembros (que tiene que ver con el aumento de la población infantil y juvenil dentro de estos barrios), la presencia de los cárteles de la droga en sus calles, el acoso persistente de los cuerpos de la policía municipal, el incremento de la violencia doméstica y de género, la nula atención institucional a estos jóvenes y la falta de espacios de esparcimiento, “alimenta” día a día la rivalidad entre ellos y los niveles de violencia que generan.

d) El ámbito individual Aún cuando los escenarios de violencia en los que están involucrados jóvenes, y que a continuación revisaré, no pueden pensarse sin considerar los contextos sociales más amplios, he decidido situarlos en un ámbito individual por la manera en que afectan a dichos jóvenes. Éstos tienen que ver con cuestiones de salud pública (enfermedades de transmisión sexual, embarazo adolescente, consumo de sustancias, suicidio) y de organización social (educación, empleo, jóvenes en conflicto con la ley, violación de derechos humanos), pero me parece que colaboran en muchos en los escenarios de violencia referidos en los ámbitos hasta aquí revisados y afectan directamente y de forma individual a muchos jóvenes. Es precisamente la falta de sensibilidad por parte de las autoridades locales para diseñar políticas y programas específicos al respecto, que brinden una atención especial, integral y expedita a los jóvenes afectados, lo que me lleva a considerarlos como una forma violenta de relación entre el poder institucional y este sector de la población. Son, pues, algunos los “puntos rojos” de un tablero imaginario en el que se esbozan algunas de las principales problemáticas que enfrentan los jóvenes jaliscienses. Por ejemplo, y a pesar de la infraestructura educativa local, la educación no es uno de los ámbitos que escapa de ser un problema para muchos jóvenes, puesto que cerca del 10% de los jóvenes ubicados entre los 12 y los 29 años de edad9 en Jalisco no saben leer ni escribir. Pero no sólo eso: el nivel de escolaridad es bajo. La mayoría de los jóvenes deja las instituciones educativas en la enseñanza media, siendo muy pocos los que logran cursar y terminar grados de licenciatura y posgrado (no más del 4%). Por su parte, los mundos laborales juveniles se caracterizan por ser ámbitos de trabajo en los que se dan pocas prestaciones (inclusive en algunos casos son nulas, como el “ambulantaje” y buena parte de los trabajos domésticos), además de que en todos ellos se ofrecen sueldo bajos. El bajo nivel educativo y la dificultad para obtener una ocupación dignamente 9

Según el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ), ésta es la edad oficial de los jóvenes en México.


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remunerada que permita a los jóvenes desarrollarse de forma integral, así como la creciente propagación de la “narco cultura” y los altos niveles de impunidad, son algunos de los factores que intervienen en el resquebrajamiento de la idea que sostiene que la educación, y el trabajo formal, son los principales medios para alcanzar la realización personal. En cuanto al tema de la salud juvenil, éste es uno de los ámbitos en los que destacan una mayor cantidad de problemáticas por atender, y con mayor premura. Ello, entre otros factores, porque en algunos casos se relacionan con altos índices de mortalidad u otros problemas sociales. Cerca del 50% de los jóvenes jaliscienses ubicados entre los 15 y 29 años de edad no son derechohabientes de alguno de los servicios de salud, tanto del sector público como del privado (INEGI 2006). Por parte, el embarazo adolescente es considerado de alto riesgo, puesto que el desarrollo biológico de las jóvenes no ha culminado y no está su cuerpo en las mejores condiciones para la procreación. En la inmensa mayoría de los casos, el embarazo adolescente es un resultado no deseado o, al menos, no planeado. A lo anterior deben sumarse algunas otras implicaciones que pueden llegar a padecer quienes son madres a tan corta edad: la deserción escolar, las carencias económicas o el retiro del apoyo familiar, entre otras más. Cabe señalar que se han documentado casos en que algunas estudiantes de nivel medio y medio superior han sido expulsadas de sus centros escolares al volverse evidente su embarazo, aun en centros escolares laicos. Jalisco se ha convertido, en los últimos años, en una de las cuatro entidades federativas con mayores índices de embarazo adolescente. En relación al VIH-SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual, Jalisco ocupó en el 2005 el quinto lugar a nivel nacional en el rubro de las defunciones de jóvenes relacionadas con esta pandemia, con 62 casos (SEED 2006). En el mismo año, nuestro estado subió un lugar en el número de casos acumulados a partir de 1983, con 9,088. Sin embargo, y sin negar lo alarmante de ello, también deben ser atendidas de manera apremiante otras infecciones que han experimentado un alto incremento durante los últimos años, como sucede con el Virus del Papiloma Humano, el que puede llegar a convertirse en un causal de cáncer cérvico-intrauterino y rectal. A su vez, uno de los problemas sociales de salud entre los jaliscienses que ha experimentado un notable crecimiento en los últimos años (aun cuando su punto más elevado fue en el año 2002), son los casos de suicidios. Entre ellos, desgraciadamente, se ha presentado una tendencia a la disminución de la edad de quienes los realizan; es decir, los perpetrados por jóvenes y, entre ellos, los menores de edad. Durante el 2002 se reportaron 286 suicidios. El 53.1% de ellos ocurrieron en menores de 29 años, y de éstos, el 48.2% aconteció en jóvenes entre los 15 y 29 años de edad (INEGI 2002). Para el 2005 el número de suicidios (128 casos, en su mayoría dentro de la zona metropolitana de Guadalajara) sólo fue superado por las muertes que resultaron de accidentes automovilísticos (397). Para el primer trimestre de 2006, el primer lugar de las defunciones de jóvenes continuaban siendo causadas por los accidentes de automóvil. Sin embargo, los asesinatos pasaron al segundo sitio y el suicidio bajó al tercer peldaño, presentándose 42 casos (SEED 2006). En el tema del consumo de sustancias legales e ilegales, Jalisco es uno de los estados en México con mayor número de consumidores. Este fenómeno se encuentra relacionado con cuestiones que van más allá del daño personal que puede causar su uso o abuso. Por ejemplo, y como ya lo indiqué líneas arriba, la relación entre bebidas alcohólicas y ac-


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cidentes vehiculares se ha convertido en la principal causa de muerte entre los jóvenes jaliscienses. Asimismo, en el caso de las bebidas embriagantes debe destacarse que éstas se relacionan con otra de las causas de mayor mortalidad entre los jóvenes jaliscienses, como la cirrosis y otras enfermedades crónicas del hígado (SEED 2006). Dentro del rubro de los jóvenes en conflicto con la ley, es un hecho contundente que la mayor parte de los detenidos y procesados en Jalisco son jóvenes. En 2004 se registró un total de 4.247 menores de 18 años recluidos en el Centro de Observación de Menores Infractores (COMI) o en las instalaciones de la Granja Juvenil de Readaptación Social. En el primero, se mantuvo a 3.853, de los cuales 785 fueron hombres y 16 fueron mujeres. En la llamada Granja Juvenil no hubo mujeres menores de edad privadas de su libertad. Los principales delitos por los que fueron detenidos estuvieron relacionados con el “hurto” (robo simple, calificado y en calidad de tentativa) y los denominados “contra la salud”. Sumados ambos representan la causa de detención en poco más de la mitad de los casos. Para colaborar en la deconstrucción de los estereotipos sociales que pesan sobre la juventud, hay que resaltar aquí que el 83.1% no pertenencia a una “banda juvenil” o “pandilla” y un 78% no se había decorado el cuerpo con tatuajes (SEED 2006). Tomando como referencia los dos últimos datos mencionados, podemos inferir que menos del 25% de los menores y jóvenes en conflicto con la ley pertenecen a la cultura juvenil de los “cholos”, y ni siquiera podrían ser catalogados como “pandilleros”; dato que resulta interesante si tomamos en cuenta que es una de las adscripciones identitarias más satanizadas en el ámbito de la inseguridad pública. De igual manera sucede con los jóvenes en situación de calle. Con relación a los jóvenes mayores de edad, hasta el 2003 poco más de la mitad de los presuntos delincuentes y de los sentenciados en los Centros de Readaptación Social de Jalisco, fueron jóvenes entre 18 y 29 años. En los dos casos anteriores (presentados y consignados), la proporción anterior prevalece sólo en los delitos del fuero común, porque en los federales disminuye pocos puntos del 50%. En el caso de los delitos del fuero común, al igual que con los menores infractores, el robo fue la causa de más de la mitad de las 9,995 detenciones (no se diferencia por grupos de edad). En orden descendente le siguen las lesiones, el daño al patrimonio, el homicidio, el fraude, la portación de armas prohibidas y la violación. En lo concerniente al fuero federal, poco menos de la mitad de las sentencias giradas por los jueces fueron por delitos contra la salud (1.062 de 2.212), seguidas por la violaciones a la Ley Federal de Armas de Fuego, de Equilibrio Ecológico y Vías de Comunicación (SEED 2006). Finalmente durante el año 2005 como en el 2006, para el caso de los jóvenes, el número de quejas por la violación de derechos humanos interpuestas por hombres ha sido casi el triple que las realizadas por mujeres. En el primer año mencionado se contabilizaron 3.249 de varones y 1,177 de mujeres. Hasta la mitad del 2006 se registraron 1.605 y 574, respectivamente.10 Dos de los casos más polémicos a nivel nacional en el ámbito de los derechos humanos de los jóvenes acontecieron en Jalisco. Como ya mencioné, el primero recordado como el “Tlajomulcazo” y sucedido en mayo de 2002, con la intervención de cuerpos el policíacos en un festival de música electrónica, operativo por el cual se levantaron varias quejas ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos Jalisco; 10

Tomado de: www.cedhj.org.mx/estadist/edades.html


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así como el realizado en contra de los altermundistas, el cual se recuerda como el “28 de mayo”, sucedido en 2004 durante la III Cumbre de Jefes de Estado de América Latina, el Caribe y la Unión Europea11, caso en que intervino la misma Comisión Nacional de los Derechos Humanos (Marcial 2006). Por esta razón urge también en Jalisco la profesionalización de los cuerpos policíacos y el respecto irrestricto a los derechos humanos de los jóvenes jaliscienses.

Palabras finales No me queda mucho por agregar. Sé que para muchos de ustedes es claro que el fenómeno de la violencia en nuestras sociedades se ha incrementado a niveles que ponen en entredicho la convivencia armónica y por ello preocupa a gobiernos y sociedades. Al reflexionar sobre las experiencias violentas en las trayectorias de vida de millones de jóvenes debemos reconocer ambas caras de la moneda: los jóvenes destacan como víctimas de la violencia y también como generadores de actos violentos. Pero debemos atender esta realidad desde una visión amplia que no los condene por ello y, mejor, que identifique las posibles acciones que incidan en el decremento de los niveles de violencia juvenil. Y debemos apuntar la intervención hacia quienes destacan estadísticamente en esta realidad: la violencia juvenil es mayoritariamente masculina y se concentra en los estratos pobres de nuestras sociedades. Pero otra vez no se trata con ello de culpar y condenar al joven varón que vive en un barrio marginal. En nuestros jóvenes, en esos barrios, hace crisis un proceso más general de violencia social en la que las acciones de gobierno y de la sociedad tienen mucho que ver. Desgraciadamente, ante ello las políticas públicas insisten en aferrarse a las más tradicionales y añejas medidas represivas y al perfeccionamiento de los sistemas de control social. Es justo reconocer en algunos casos la implantación de medidas renovadas que han sabido tomar en cuenta los estudios que sobre el tema se han desarrollado (Rodríguez 2004). El trabajo, así, involucra necesariamente al menos a tres actores centrales: la academia, los operadores políticos y los promotores que trabajan directamente con la juventud, especialmente con jóvenes vulnerables (de sectores marginados, que no estudian ni trabajan, que se encuentran en movilidad migratoria dentro o fuera de sus países, expuestos a altos índices de violencia doméstica). En la academia debemos comprometernos a destacar en nuestras agendas proyectos y programas de investigación, con recursos importantes, para la generación de un conocimiento certero de los procesos que afectan a los jóvenes y que están influyendo en el incremento de los índices de violencia entre ellos. Los operadores políticos deben profesionalizarse para que sean capaces de pensar a largo plazo, esto es, que rompan con su matriz trianual o sexenal de pensamiento y acción; además de que logren sensibilizarse con respecto a esta problemática y comprendan que el fenómeno y su posible resolución va más allá de promesas de campaña y “logros” partidistas ampliamente publicitados. Y, finalmente, los promotores que trabajan directamente con la juventud necesitan de la solidaridad social y de mayores recursos materiales y humanos para lograr más de lo que ya logran de por sí. A problemas complejos soluciones complejas, no simplistas ni espectaculares. Y el tiempo apremia, pues cada día se nos están apagando muchas vidas de 11

Al respecto véase el informe presentado por la organización “Human Right Watch” que se encuentra en el sitio de Internet de la CEDHJ: www.cedhj.gob.mx


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jóvenes en encierros disciplinarios o médicos, en enfrentamientos callejeros con sus pares y con las fuerzas del orden y, por supuesto, en las frías mesas de los médicos forenses.

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¿De las “Tribus Urbanas o Neotribalismos” a las identificaciones juveniles?, o lo mismo: el regreso al Estado desdibujado y al desencanto moderno Alfredo Nateras Domínguez1

Resumen Este artículo tiene el propósito de resituar la pertinencia del término, o de la metáfora propuesta por Michelle Maffesoli, de las “Tribus Urbanas o Neotribalismos”, a partir de las vicisitudes emergentes de la vida social de una gran parte de las / los jóvenes en América Latina, inmersos en procesos de construcciones identitarias, o de adscripciones identitarias juveniles en resistencia, visibles a través de la diversidad de sus prácticas sociales y expresiones culturales. Dentro de las vicisitudes sociales más apremiantes a las que una gran parte de éstos jóvenes se están enfrentando, están los procesos de exclusión social, las violencias sociales, los flujos migratorios, la violación constante de sus Derechos Humanos y la cancelación de oportunidades en el presente, junto a un déficit en los horizontes de futuro posibles. Palabras clave: identidades, jóvenes, grupos, sociedad, cultura.

Abstract The purpose of this article is to replace the term or metaphor offer by Michelle Maffesoli, in “Urban Tribes o Neotribalism”, based in the social life emerging vicissitudes of great amount of young people in Latin America, immersed in their own identity construction processes, visible trough the diversity of their social practices and cultural expressions.

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Mexicano. Profesor-Investigador. Maestro en Psicología Social y en Ciencias Antropológicas. Universidad Autónoma Metropolitana-Ixtapalapa. Coordinador General del Diplomado: Culturas Juveniles. Teoría e Investigación. E-mail: tamara2@prodigy.net.mx. Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 121-132 ISSN 0717-1846


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Inside the pressing social vicissitudes in which great part of these young people are facing up, are the social exclusion processes, social violence, migratory flow, the Human Rights constant violation of the and the absence of opportunities in the present together with the deficit of possible future horizons. Keywords: Identities. Young People. Groups. Society. Culture.

Anclajes de partida Quizás uno de los términos (ligado a su matriz conceptual) que más uso ha tenido; en una parte de los estudios de las juventudes, en los medios masivos de información (electrónicos e impresos), en la retórica de los funcionarios públicos, en los gestores culturales, en ciertos académicos / investigadores, e instalado en las expresiones y, en el habla del sentido común de las personas, sea el concepto de las “tribus urbanas” o “tribus –juveniles- urbanas”. En algún momento de su reflexión / producción intelectual y teórica, Bourdieu, Chamboredon y Passeron (1987), advertían de la sociología espontánea (aquella del sentido común), caracterizada por no llevar a cabo, o someter al lenguaje y los discursos comunes a una “crítica metódica”, precisamente de ese andamiaje conceptual o teórico: la vía la vislumbraban a través de la “ruptura”. Al respecto, decían lo siguiente: “(…) los sociólogos que organizan su problemática científica en torno de términos pura y simplemente tomados del vocabulario familiar, se someten al lenguaje de sus objetos creyendo no tener en cuenta sino el “dato”. Las demarcaciones que efectúa el vocabulario común no son las únicas preconstrucciones inconscientes e incontroladas que se insinúan en el discurso sociológico, y esa técnica de ruptura que es la critica lógica de la sociología espontánea, encontraría, sin duda, un instrumento irremplazable en la nosografía del lenguaje común que se presenta, por lo menos como esbozo, en la obra de Wittgenstein” (Bourdieu,2 Chamboredon, Passeron, 1987: 39). Es más que claro que la metáfora de “Tribus Urbanas o Neotribalismos” se ha desgastado y desdibujado en su posibilidad hermenéutica y de comprensión con respecto a ciertas y novedosas modalidades de ser de los agrupamientos o de las adscripciones identitarias juveniles en las sociedades contemporáneas –me refiero– a las del desencanto Moderno, como libremente las podemos catalogar, a las de los países de las Américas o de América Latina. Gastón Bachelard (1982) –uno de los pensadores sociales más interesantes– sostenía que uno de los primeros obstáculos epistemológicos –aquellos que impiden la construcción del conocimiento y del saber científico–, se juega o se da en el acto y en la acción misma de conocer; en otras palabras: se conoce en contra de lo obvio, de los saberes previamente adquiridos. En este tenor, el primer obstáculo epistemológico a combatir o desmontar, sería el de “la experiencia básica”, es decir, el del sentido común.

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Al respecto, para una discusión más profunda, el lector interesado puede consultar el texto de Bourdieu y Wacquant, Respuestas. Por una Antropología Reflexiva, Grijalbo, México, 1995.


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Hagamos un sencillo y práctico ejercicio mental de ¿cómo? –en lo general-, tal término, ha emergido, circulado, incorporado o filtrado, en el habla del sentido común, vehiculizado en los discursos de una gran diversidad de los sujetos o actores sociales; al decir, leer o escuchar el término y/o la metáfora de “Las Tribus Urbanas –Juveniles–“. En el imaginario social, o en las representaciones sociales,3 entendidas fugaz y plásticamente como un pensamiento construido colectivamente (plagado de imágenes, actitudes y comportamientos), al aludir a las “Tribus Urbanas”, de inmediato se activan los mecanismos de la cognición social y, por lo regular aparecen / prevalecen las iconografías y las ideas de lo salvaje, lo primitivo, lo no moderno y lo incivilizado, ligadas a ciertos agrupamientos juveniles, o a determinadas adscripciones identitarias juveniles más visibles por su espectacularidad en los espacios públicos de las ciudades (la escena oscura, la del Hip-Hop, la Rastafari, por mencionar sólo algunas); y aunado al diseño particular de su estética corporal y su dramatización / puesta en escena y performatividad; recarga el estereotipo y satura el estigma como identidades deterioradas –al estilo Goffman (1993)–, desde los lugares de ser violentas y, en el umbral o los límites de lo ilegal, o incluso de lo criminal. A su vez, nos aproxima a una idea de lo “tribal” como si estas “tribus urbanas” estuviesen desligadas, o desvinculadas de los “otros sociales”, de la red de relaciones sociales, o dicho de otra manera, de su condición de sujetos o actores sociales, situados en un tiempo y en un espacio socio-histórico, producidos y reproducidos por los contextos en los que les tocó coexistir y vivir socialmente. Los contextos (políticos, sociales, culturales y económicos), en la discusión contemporánea en ciencias sociales, son cruciales, no sólo en lo que corresponde a su valor de historicidad, sino fundamentalmente como claves interpretativas (hermenéuticas) que favorecen a una comprensión más potente de las complejidades socioculturales, en virtud de ser un espacio geográfico, social y temporal, es decir, histórico. En este sentido, convenimos con la socióloga mexicana Laura Loeza cuando afirma: “Es preciso concebir el contexto como espacio geográfico temporal, donde ocurren las interacciones sociales que influyen sobre las actitudes y las percepciones de los individuos” (Loeza, 2008: 53), es decir, se coloca el acento y la centralidad en las relaciones intersubjetivas que producen sociedad y socialidades. Aunado a lo anterior y, a partir del discurso de la antropología, el término y / o concepto de las “tribus”, tiene una gran tradición en los estudios comparativos de lo que se ha dado en llamar las sociedades simples con respecto a las sociedades complejas como lo son las de nosotros –occidentales–. Esto implica que referir a “las tribus o lo tribal”, conlleva a pensar en una jerarquización, es decir, a una estructura de relaciones, ancladas a las relaciones de parentesco. 3

Se utiliza la referencia de las Representaciones Sociales como una categoría de análisis de lo social y concepto descriptivo, tal cual como lo proponen determinados psicólogos sociales: Maritza Montero y Tomás Ibáñez, Cfr. Montero, “Indefinición y contradicciones de algunos conceptos básicos en psicología social”, en: Montero, 1994; e Ibáñez, “Representaciones Sociales. Teoría y Método”, en: Ibáñez, 1988.


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En este plano o rostro esbozado del uso desde el sentido común de determinados conceptos y términos que se deben a una matriz conceptual o de significación, como es el caso de las “Tribus Urbanas”, se les debilita, desdibuja y deslava en detrimento de su posibilidad de interpretación y / o comprensión, en tanto su desgaste en el saturamiento de su uso; ya que a la menor provocación ante la emergencia de determinadas adscripciones identitarias juveniles contemporáneas, se les adjudica, describe y estereotipa, a partir de esos términos y metáforas. Siguiendo con el espíritu de “crítica metódica” y, con el afán de desmontar de una manera didáctica y quizás esquemática, para volver a rearmarlo desde otros lugares epistémicos, a continuación nos adentraremos en la propuesta teórico / metafórica de Michelle Maffesoli, en relación a la constelación de la riqueza de su bagaje terminológico-conceptual donde se sitúa la metáfora de las “Tribus Urbanas o los Neotribalismos”.

Los Territorios de la discusión En 1988, es publicado el libro del sociólogo francés Michel Maffesoli, llamado: Le Temps des Tribus y, no es hasta 1990 que se edita y traduce al español.4 Quizás este es uno de los textos que más han entusiasmado e influido a una parte de académicos e investigadores en ciencias sociales, especialmente a determinados colegas de la sociología de la cultura (la socio cultura) y de la denominada sociología y antropología de la juventud; en tanto que empezaron a incorporar el término como una dimensión de análisis en sus estudios de las grupalidades, o las adscripciones identitarias juveniles, particularmente en la década de los noventas y todavía aún en la del dos mil. Maffesoli es considerado como uno de los sociólogos posmodernos y de la vida cotidiana. En este sentido, propone una sociología vagabunda inspirada en el ambiente emocional o los sentimientos de una época; de un estado de ánimo (finales de los ochentas y principios de los noventas), es decir, situado en los contextos de la discusión de la crisis del discurso de la modernidad y el inicio de la retórica de la posmodernidad. Desde esos ambientes emocionales construye una armazón micro-teórica o micro-conceptual, propositiva, compleja y, abundante en metáforas: comunidades emocionales, tribus urbanas, tribalismos, policulturalismo, proxemia, socialidades, comunidades de destino, estética del sentimiento y demás términos considerados como descriptores posmodernos. Podríamos decir que sus influencias y deudas intelectuales más notorias están ancladas a una diversidad de teóricos y pensadores sociales: Durkheim, Weber, Simmel, Goffman, Baudrillard, Schutz y G.H. Mead. Para Michel Maffesoli, el neotribalismo o las tribus, son una especie de microgrupos que caracterizan a la socialidad del fin del siglo XX (y del milenio) y, principios del XXI. De tal manera que la tribu es una metáfora que trata de dar cuenta de los procesos de desindividualización o de la acentuación del rol o 4

Cfr. Michel Maffesoli, El Tiempo de las tribus. El declive del individualismo en las sociedades de masas. Ed. Icaria, Barcelona España, 1990.


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de los roles. Para él, las tribus se cristalizan en la masa, no son estables y las personas se mueven entre una tribu y otra: “(…) el constante vaivén que se establece entre la masificación creciente y el desarrollo de esos micro grupos que yo doy en llamar «tribus» (Maffesoli, 1990: 29). Digamos que a partir de la esencia de esta idea se ha usado excesivamente y extrapolado el término, el concepto y la metáfora de tribus, a veces sin un rigor epistemológico, lo cual conllevaría mínimamente a preguntarse ¿cuál es la patria de origen del concepto? ¿Hacia dónde se extrapolaría? ¿Cuáles serían las precauciones y la vigilancia epistémica a tomar en cuenta para su uso? Esta extrapolación se ha llevado, más abiertamente, al territorio de las ciencias de la comunicación (periodistas y medios masivos de comunicación), a una parte de la sociología y la antropología de la juventud, con la intención de analizar o comprender las configuraciones de determinados agrupamientos, culturas e identidades juveniles, en los espacios urbanos de las principales ciudades del mundo globalizado. Por lo que se les empezó a nombrar, a referir, a visibilizar y representar como “tribus juveniles”, o “tribus urbanas”, o “tribus juveniles urbanas”.5 En realidad, Maffesoli en contadas ocasiones habla o se refiere a las tribus urbanas, o al menos no es tan específico o contundente, aunque en varias ocasiones usa como ejemplos a determinados agrupamientos juveniles como los punks, las pandillas, las bandas, las sociedades secretas, las mafias y, a los jóvenes como tales. Considero clave e imprescindible que, a fin de entender con mayor profundidad la metáfora de las tribus o los neotribalismos “urbanos”, tenemos que remitirnos a la idea o al concepto de “comunidad emocional” y, para esto, simplemente marcaré cierto andamiaje terminológico que usa Maffesoli; él contrapone el término de la sociedad o lo social en la lógica de la racionalidad moderna con el concepto de la socialidad como afectividades desde la idea de lo posmoderno. Asimismo, cuando se refiere a atmósfera alude a la descripción de las relaciones que prevalecen al interior de los microgrupos sociales, situados en un entorno espacial, y el feeling sería la calidad de los intercambios. El autor retoma de Max Weber el análisis socio-histórico que hace de la “comunidad emocional” y lo usa como una categoría de análisis cuyas características serían las siguientes: un componente efímero, de composición cambiante, con inscripción local o territorial, una ausencia de organización y, estructurada en lo cotidiano, en la vida diaria y en la fuerza o la potencia de los sentimientos y las afectividades. En este sentido, es claro que las comunidades emocionales, a las que alude Maffesoli, son rasgos y cualidades demasiado generales, por lo que pueden aplicar para una gran diversidad de microgrupos, o microidentificaciones (las del vecindario, los condominios, lo deportivo, lo estudiantil, lo religioso, las 5

Algunos ejemplos bibliográficos los encontramos en el texto de Carles Feixa, De jóvenes, bandas y tribus. Antropología de la juventud. Ariel, Barcelona España, 1998; y el de, Pere-Oriol, JM Pérez y Fabio Tropea, Tribus Urbanas. El ansia de identidad juvenil: entre el culto a la imagen y la autoafirmación a través de la violencia, Barcelona España, Paidós, 1996.


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familias –no sólo consanguíneas–, las mafias, los amigos, las sociedades secretas y las de convivencia y demás configuraciones): “(…) la comunidad se caracterizaría menos por un proyecto (pro-jectum) orientado hacia el futuro que por la realización in actu de la pulsión por estar-juntos” (Maffesoli, 1990: 45). Quizás aquí se encuentren los gérmenes del uso tan amplio, fácil y rápido que alimenta el sentido común y, a la menor provocación de idea o imagen de cualquiera de los microagrupamientos contemporáneos, se les catalogan y refieren como evidencia de los neotribalismos urbanos, o de las tribus (juveniles) urbanas.6 Por lo tanto, la tribu o el tribalismo, son metáforas que usa Maffesoli, a través de las cuales trata de dar cuenta de varias cualidades de los microgrupos: “(…) propongo emplear, de manera metafórica, los términos «tribu» o «tribalismos» (…) el aspecto «cohesivo» del comportamiento sentimental de valores, lugares o ideales, que están (…) circunscritos (localismo) y que encontramos bajo modulaciones diversas en numerosas experiencias sociales” (Maffesoli, 1990: 50). O ampliando y extendiendo más esta idea “(…) yo postulo que estamos asistiendo a un verdadero reencantamiento del mundo, (…) ante unas masas que se difractan en tribus, o en tribus que se agregan en masas, dicho reencantamiento tiene como principal argamasa una emoción o una sensibilidad vividas en común” (Maffesoli, 1990: 66). Hay varias cuestiones que tendríamos que seguir resaltando con respecto a lo que se va a entender, o lo que se está entendiendo por “la tribu”, “las tribus urbanas”, “el tribalismo”, o “los neotribalismos” –posmodernos–, situados en nuestras sociedades modernas, o dicho de otra manera, de las sociedades emergentes y subdesarrolladas. Es claro que se trata de la configuración de nuevos agrupamientos desde las socialidades, o mejor aún, una suerte de urgencia y emergencia en los reagrupamientos como característica de nuestros tiempos (la crisis de la modernidad), el desdibujamiento del Estado Benefactor –en lo particular para el caso de las Américas o de América Latina–; lo cual daría cuenta de la saturación en lo económico-político y el retrotraimiento o el repliegue del individualismo en el fin de los metarrelatos (cuya centralidad estaría en Europa). Esto conlleva a que son microagrupamientos que no se visualizan o proyectan desde una imagen de lo lejano o del futuro; se vive el presente, con un relativismo exacerbado del aquí y ahora, y un énfasis en la dimensión afectiva y de las sensibilidades (colectivas), lo cual conlleva a una imagen del “nosotros”.

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Este uso indiscriminado de la metáfora, en el caso de México, quedó de manifiesto con la saturación mediática que llevaron a cabo los diarios del país, espacios radiofónicos y, programas de televisión –con todo y sus especialistas–, en relación al conflicto y la tensión entre el agrupamiento de los emos y los antiemos cuyos encabezados invariablemente referían a “las tribus urbanas”. Chequar la prensa mexicana escrita a partir del 9 de marzo de 2008.


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Este nosotros como agrupamiento o característica de los fenómenos de la grupalidad, se sustenta y, reivindica los lazos de solidaridad o el solidarismo, aún y con las tensiones y conflictos de cualquier configuración grupal contemporánea. “(…) la efervescencia del neotribalismo, que, bajo sus distintas formas, se niega a reconocerse en cualquier tipo de proyecto político, no se inscribe dentro de ninguna finalidad y tiene como única razón de ser la preocupación por un presente vivido colectivamente. Basta (…) con echar un vistazo a las investigaciones y monografías realizadas sobre los grupos de jóvenes” (Maffesoli, 1990: 138). En este sentido: “(…) el neotribalismo se caracteriza por la fluidez, las convocatorias puntuales y la dispersión. Sólo así se puede describir el espectáculo callejero de las megalópolis modernas. El adopta al jogging, el punk, el que tiene un look retro, el típico «niño pijo», los saltambaquis callejeros, todos ellos nos invitan a un incesante travelling” (Maffesoli, 1990: 140) Para Michel Maffesoli, entonces, el nuevo espíritu del tiempo es encarnado por lo que el llama o denomina como la socialidad,7 es decir, se está proclamando la finitud y la muerte del individuo como fue concebido y construido bajo la lógica de la modernidad: orden, progreso, racionalidad, desarrollo. Asistimos también, a la configuración de una especie de red de redes, es decir, la socialidad adquiere esta imagen que a su vez conecta los nodos y los nodos de la red serían precisamente las tribus que van y vienen, o se inscriben en las masas, es decir, el establecimiento múltiple de vínculos intersubjetivos y de interacciones diversas intra e intergrupalmente. El tribalismo, entonces, constituye a la socialidad, entendiéndola a ésta como la parte lúdica de la socialización, donde sus cualidades o tonos están marcados por la apariencia, lo afectivo, lo orgiástico, las afectividades y los sentimientos que se compartan entre sí (las sociedades secretas, las mafias, por ejemplo). Así, lo que representaría de mejor manera el futuro, o lo que lo encarnaría en su amplitud, sería el tribalismo. Con respecto a lo lúdico, Michel Maffesoli menciona que: “(…) lo lúdico sería eso que no se preocupa por ningún tipo de finalidad, de utilidad, de «practicidad», o de eso que se suele llamar «realidades», pero sería al mismo tiempo eso que estiliza la existencia, poniendo de relieve su característica esencial” (Maffesoli, 1990: 150). Es claro que existe una reivindicación, o diríamos una centralidad muy fuerte con respecto al grupo (pequeño), a las grupalidades que se van configurando en una gran diversidad de microgrupos, por lo que la mirada que mira apunta más a lo psicosocial, en tanto resaltar lo afectivo (“lo afectual”), la interioridad del

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Tal idea de la socialidad, la retrabaja y la retoma del concepto de Simmel de la sociabilidad, en tanto que alude justamente a la parte lúdica de la socialización.


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grupo (sus intimidades) y, en sí, al tejido de las relaciones intersubjetivas, o de las relaciones endogrupales. Una de las fuerzas y potencias de estas grupalidades están o residen en los lazos de solidaridad que articulan las relaciones intersubjetivas al interior de los microgrupos, especialmente a lo que Maffesoli refiere como las sociedades secretas (o los grupos ocultos),8 las mafias, la familia ampliada y, en esta lógica, agregaría también, a la configuración grupal de la Mara Salvatrucha (MS-13) y a la pandilla del Barrio 18 (B-18), centroamericanas, aunque en sentido inverso, es decir, a la luz de los cambios que han sufrido en sus dinámicas internas y como una respuesta al acoso, represión y persecución a las que han sido sometidos a partir de las conocidas Leyes de Mano Dura; han tendido a recrudecer sus afectividades al interior: volviéndose más rígidos y sin clemencia cuando de traiciones se trata, en tanto se leen como amenaza a la grupalidad y, por lo tanto, se pagan con la vida. Explico, al interior de estos “microgrupos”, existen una serie de reglas (por ejemplo, 18 en el caso de la pandilla del Barrio 18), encaminadas a preservar la integridad del grupo, normas de honor, valores de regulación, decíamos, las cuales al no seguirse, o ser violadas, se sabe que, en la mayoría de los casos, puede implicar la muerte (las mafias, la Mara Salvatrucha –MS/13). Asimismo, estos agrupamientos, cuentan con una solidaridad muy potente, incluso más que una familia consanguínea, ya que adquieren la cualidad de una familia ampliada, fincada en los lazos de lealtad y solidaridad que protegen a sus miembros de las amenazas del exterior y que pueden ser los otros agrupamientos rivales. Para Michel Maffesoli, una de las características importantes de la masa moderna, es la ley del secreto, ya que a través de él, las grupalidades se protegen del exterior, incluso, las sociedades secretas facilitan o permiten la resistencia. Estas sociedades secretas dan cuenta también de la saturación de la individuación y una manera de desarrollo de la comunicación; se recurre a las “máscaras”, a los simbolismos, ya que ayudan a reconocerse y ser reconocidos en la adscripción o en la pertenencia a una determinada grupalidad. En este sentido, el secreto ayuda metodológicamente, a la comprensión de los modos de vida contemporáneos. Asimismo, la constitución en red de redes de los microgrupos contemporáneos es la expresión más acabada de la creatividad de las masas. “La máscara puede ser una cabellera extravagante o coloreada, un tatuaje original, la reutilización de ropa retro o también el conformismo del típico «niño pijo». En todos estos casos, subordina a la persona a esa sociedad secreta que es el grupo de afinidad que ha escogido” (Maffesoli, 1990: 166).

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Desde la mirada de la psicología social, las sociedades secretas y, en clave de teoría de grupos, son nombradas como grupos ocultos. Para un planteamiento más extenso y profundo, Cfr. González, Marco Antonio, “Características psicosociales de los grupos ocultos: una definición inicial”. En: Salvador Arciga Bernal et al. (eds.) Del pensamiento social a la participación. Estudios de Psicología Social en México. SOMEPSO, UAT, UNAM, UAM, México, 2004, pp. 209-220.


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Aunque en determinados momentos pareciera ser que Maffesoli idealiza a los microgrupos o los neotribalismos, ya que a la tribu le otorga en lo automático una garantía de solidaridad, al mismo tiempo señala que tiene cierta dosis de control sobre sus miembros, ese matiz de sacrificarse por el otro, también podría convertirse en una fuente de racismo, o como él le llama, de ostracismo pueblerino (fanatismo por la pertenencia grupal y la adscripción identitaria juvenil, diríamos nosotros). Es claro que las tribus se diseñan o arman en función de las emociones y los afectos que reditúa en sus miembros esa sensación de calidez; se proveen de calor (humano), al estar juntos. En palabras del autor: “(…) el tribalismo, (…) esta impregnando cada vez más los modos de vida. Y (…) se está convirtiendo en un fin en sí mismo; es decir, (…), por mediación de bandas, clanes o pandillas, recuerda la importancia del afecto en la vida social” (Maffesoli, 1990: 178). Las tribus o los tribalismos (las masas tribales), llevan a cabo una serie de ritos o de ritualizaciones ancladas a una gran variedad de simbolismos, como por ejemplo, en las reuniones deportivas, el consumo en los grandes almacenes, en los supermercados, o centros comerciales, dice Maffesoli, obedecen, o se pueden leer o interpretar, por la furia por comprar, al deseo irreprimible por participar y al ansia de ser parte de esa comunión. Otro de los miniconceptos o términos que están estrechamente ligados con la armazón de los tribalismos, las socialidades y la masa, es el término de proxemia. Tal concepto es algo así como el componente relacional de y en la vida social (la comunidad). La proxemia sería visualizar al sujeto o a la persona en situaciones de relación, ligado a un territorio, a una ciudad, a un barrio, en los cuales se comparte con otros. Las grandes ciudades contemporáneas se caracterizan por lo heterogéneo y lo pluricultural: “(…) las distintas tribus urbanas «crean ciudad» porque son diferentes a veces hasta opuestas” (Maffesoli; 1990: 247). Esta idea es interesante, en cuanto al énfasis en el anclaje territorial, o a la relación entre el espacio, lo cotidiano, las construcciones identificatorias, o las configuraciones de una multiplicidad de micro grupos, o de tribus urbanas, como podrían considerarse a los vecindarios, los barrios y, las grupalidades en sí, incluyendo a las primeras generaciones de los agrupamientos de la Mara Salvatrucha, MS-13 y la Pandilla del Barrio 18, B-18 (décadas de los ochentas y los noventas). De nueva cuenta, lo que sobresale serían los mecanismos de la implicación afectiva, pasional, del deseo de estar juntos, los contactos breves y rápidos. Aún así, estas configuraciones no están exentas de que se establezcan relaciones difíciles, densas, contradictorias, conflictivas, e incluso, de rupturas. Así, el lugar, el territorio y la localidad se convierten en el vínculo entre el espacio y las socialidades (las comunidades de destino), es la inscripción espacial (el territorio) y lo emocional (junto con sus simbolismos) los que configuran


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el comportamiento de los afectos (lo afectual), es decir, la socialidad se puede leer como proxemia. Para Michel Maffesoli: “(…) la revalorización del espacio es correlativa a la de los conjuntos más restringidos (grupos, «tribus»). La proxemia simbólica y espacial privilegia el prurito de dejar huella; (…). Esta es la verdadera dimensión estética de tal o cual inscripción espacial: servir de memoria colectiva, servir a la memoria de la colectividad que la ha elaborado” (Maffesoli; 1990: 237). En estos sentimientos de pertenencia y en las redes de relaciones, los vínculos que se establecen tienen las cualidades de la necesidad, de la ayuda mutua y de cierto deber para con los demás y es lo territorial lo que estructura o configura, justamente, esas socialidades entendidas como proxemia. En sí, la tribu urbana, o los neotribalismos, plantean una nueva lógica social, en contraposición a la racionalidad de las sociedades modernas, se participa en una multiplicidad de tribus, en relaciones recíprocas donde se recuperan ciertos valores arcaicos, es decir, sería una socialidad posmoderna, con elementos prospectivos articuladas por el tiempo y la edad de sus miembros. Lo tribal y el tribalismo son metáforas, por lo que hay que entenderlas desde su valor heurístico: “(…) las metáforas de la tribu y el tribalismo aquí propuestas (…) traduce perfectamente el aspecto emocional así como el sentimiento de pertenencia y el ambiente conflictual inducido por este sentimiento. (…), permite ver, (…), la búsqueda de una vida cotidiana más hedonista, (…) menos finalizada y menos determinada por el «deber ser» y el trabajo” (Maffesoli; 1990: 248).

¿El regreso a la modernidad “fracturada”? Es importante decir y reflexionar que esta propuesta de metáforas que plantea Michel Maffesoli, en torno a los microconceptos de tribus (urbanas), tribalismos o neotribalismos, anuncia, en su momento, la finitud o la muerte de la modernidad, el saturamiento del individualismo (o el fin del individuo), el surgimiento de la persona (las máscaras), a través de una nueva configuración de relaciones sociales, las socialidades, alimentadas por los lazos de solidaridad, el deseo, las emociones, lo hedonista, y que, a su vez, ahí se inscriben las masas y el tribalismo, ancladas a un espacio, territorio o localidad. Habría varias consideraciones a hacer o interrogantes a plantear. Para el caso de las Américas (o América Latina), hay que repensar la propuesta de Michel Maffesoli, a la luz de que nuestros países se debaten entre una modernidad que no acaba de irse y una posmodernidad que no termina en llegar (parafraseando a Néstor García Canclini). Donde los aspectos estructurales cada vez más cobran relevancia para la comprensión de los acontecimientos sociales y, en particular, en lo que corresponde a las condiciones de las juventudes contemporáneas


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como lo podrían ser las violencias, los flujos migratorios, o los procesos de la exclusión social. Según como lo plantea Michel Maffesoli, queda la impresión de que los “microgrupos”, o las “tribus urbanas”, o “las comunidades emocionales”, están descontextualizadas, es decir, no aparecen claramente los contextos a partir de los cuales tendríamos algunas claves heurísticas para su comprensión, es decir, se requieren los contextos a fin de comprender los textos juveniles, en especial lo correspondiente a la Mara Salvatrucha (MS-13) y a la pandilla del Barrio 18 (B-18), o de alguna adscripción identitaria juvenil visible a través de sus prácticas sociales y expresiones culturales en los espacios públicos de las ciudades. Asimismo, pareciera que hay un énfasis demasiado fuerte en los aspectos de las emociones, los afectos y las sensibilidades al interior de estos agrupamientos, ya que es el articulador o el organizador de las “tribus urbanas” o los “neotribalismos”. Sin embargo, y sin negar que en el caso de las adscripciones identitarias de “los cholos” y “las maras”, esto aplica con algunos matices y tonos, ya que la constitución de la grupalidad está fuertemente anclada a los mecanismos de los afectos, vía las lealtades, “el carnalismo”, o “la hermandad”, en realidad no es esto lo que los reúne o hace como grupo, en términos de ese deseo de fugacidad e inmediatez por estar cerca del otro. Esos lazos afectivos son algunos mecanismos que estructuran al grupo y le dan cierta longevidad ante el déficit de procuración psicológica de su ámbito familiar, e incluso, de la función de contención social de la escuela y demás instituciones. Máxime de que el Estado, cada vez más, se está alejando de cumplir sus funciones sociales de procuración real y simbólica de benefactores materiales como simbólicos, es decir, ya no está mediando en las tensiones y el conflicto social. Esto conlleva a que determinados fenómenos de las grupalidades (como las revueltas de los jóvenes franceses, o de los chilenos –la rebelión de los pingüinos–), se expliquen en sí mismos, a partir de los símbolos, los flujos y las trayectorias; es decir, el hecho de prender fuego a los autos en los barrios parisinos, desde esa lógica discursiva, sería por el deseo de estar agrupados, sentir el calor de la muchedumbre o la calidez que procuran las llamas saliendo de los tambos de basura, o representar un ritual de tribu al estar alrededor del fuego. Estamos, pues, ante explicaciones en donde todo es flujo, simbolismos, deseo; el registro histórico se ha expropiado, más aún, no hay historia, no hay sujeto, tampoco objeto; todo se reduce a un simple ir y venir de la grupalidad, a las masas como sistemas de flujos, torrentes de emociones y afectividades que van recorriendo las explicaciones de las nuevas tribus urbanas, o de los nuevos neotribalismos posmodernos. Además y, como lo mencionábamos al inicio de este artículo, desde los imaginarios colectivos o públicos, cuando se alude a la metáfora de las “tribus” o los “neotribalismos”, rápidamente se asocia a lo salvaje, lo primitivo, las violencias y, de ahí, por extensión y amplitud, a la criminalización de las prácticas sociales y las expresiones culturales de esos agrupamientos juveniles llamados “tribus urbanas”.


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Por otra parte, las tribus o los neotribalismos connotan una suerte de desvinculación, o apartamiento con respecto a la sociedad como tal, a sus vicisitudes, es decir, se desprende una imagen de aislamiento con los otros sujetos (personas), agrupamientos o adscripciones identitarias, no-juveniles.

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La sexualidad juvenil y el carácter “laico” del Estado chileno Paulina Vidal Pollarolo1

Resumen Desde el retorno a la democracia, los gobiernos de la Concertación no han logrado implementar –desde la perspectiva de un Estado laico– las políticas en salud y en educación que respondan a las necesidades actuales de la población juvenil en el ámbito de la sexualidad. Las presiones de poderes religiosos y políticos han obstaculizado, permanentemente, las iniciativas tendientes a crear las condiciones para que las y los jóvenes puedan ejercer el derecho a decidir, libre e informadamente, cuándo y en qué condiciones iniciarán su vida sexual, y a contar con los medios disponibles para vivir la sexualidad sin riesgos de salud. Abrir este debate puede tener un potencial político para el desarrollo de un proyecto de sociedad más democrático, más participativo, que reconozca y asuma el pluralismo y la diversidad. Palabras clave: sexualidad juvenil, estado laico

Abstract Since the return of democracy to Chile, the various Government administrations have not succeeded in the implementation of policies –from a lay state point of view- that could cope the present needs of the youth in the sexual chomp. The strong pressures of religious and political forces have been able to obstruct several initiatives that aimed to create the conditions that could let the youth to exercise their right to take free and well informed decisions as to when and under which conditions they may initiate their sexual life without putting at risk their health. Such a debate may have a political interest in the development of a society design more democratic and more participative, a society that aspires to ensure the pluralism and diversity. Keywords: youth sexuality, Lay State

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Chilena, Socióloga Universidad de Ginebra, Diploma de Estudios Avanzados DEA Universidad de Valencia, docente e investigadora Universidad Academia de Humanismo Cristiano. E-mail: pvidal@academia.cl Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 133-149 ISSN 0717-1846


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Introducción En este artículo se aborda a la población joven desde una perspectiva de derechos, según la cual la noción de joven, en tanto sujeto, se relaciona con un proceso de constitución del individuo en actor social, proceso asociado al desarrollo de la libertad y autonomía respecto a los mandatos culturales y sociales vigentes. A partir de esta aproximación que considera a los y las jóvenes como sujetos de derechos, se deriva el principio de libertad individual que permite establecer la propia responsabilidad del joven ante sí y ante los demás en ámbitos como la sexualidad, que competen a su desarrollo como persona. Se entiende, por tanto, al hombre o mujer joven como un sujeto en permanente construcción y que, en Chile, se encuentra siempre en tensión con la lógica de un orden social denominado laico, pero, en la práctica, tutelado por la jerarquía de la iglesia católica y por otros grupos de poder extremadamente conservadores en lo cultural. Esta tensión se pone en evidencia cada vez que los gobiernos de la Concertación han intentado implementar políticas preventivas en salud sexual y reproductiva, abordando los problemas relativos al mundo juvenil a partir de lo que piensan, respecto a sus necesidades relacionadas con sexualidad, los y las jóvenes. Es en relación a este punto que en este artículo se considera relevante avanzar y aportar a la construcción de una mirada que plantee que los y las jóvenes también deben tener “derecho a tener derechos” en relación a los temas que los involucran, como la libertad respecto al manejo de su propio cuerpo. Apropiarse del derecho a decidir cuándo y en qué condiciones se iniciará la vida sexual y contar con los medios para hacerlo, puede favorecer una mayor autonomía en las decisiones que atañen la intimidad, y, por ende, promover en aquellos grupos que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad una sexualidad más libre y sin riesgos de salud.

La construcción de derechos en el campo de la sexualidad La sexualidad es un concepto complejo y dinámico que hace referencia al conjunto de experiencias humanas atribuidas al cuerpo sexuado. Comprende dimensiones biológicas, psicológicas y sociales, abarcando no sólo lo relacionado con la anatomía, sino también, significados, deseos, emociones, todo lo cual constituye un proceso de construcción sociocultural permanente y, por ende, sólo se puede comprender en un contexto sociocultural e histórico particular. (Weeks, 1998) Es así como la construcción de derechos en el ámbito de la sexualidad constituye conceptos dinámicos en permanente revisión. Actualmente, se entiende por derechos sexuales y reproductivos el derecho que tienen todas las personas, independiente de su edad, de decidir libre y responsablemente el número e espaciamiento de sus hijos e hijas, y para ello el derecho a disponer de la información, educación y del acceso a todos los métodos anticonceptivos existentes para prevenir embarazos no planificados. Además, se considera el derecho a vivir una sexualidad libre de maltrato y riesgo para la salud, y para ello el derecho a la información y al acceso a todos los métodos preventivos, como el preservativo, para prevenir infecciones de transmisión sexual y SIDA. El Estado debe ser capaz de asegurar que cada joven pueda ejercer, informadamente, su


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libertad de pensamiento y pueda optar por aquel método que le parezca más apropiado a sus convicciones. Los derechos sexuales y reproductivos constituyen una nueva generación de derechos cuando se consideran desde el punto de vista de su formación, pero son indivisibles de los derechos humanos, ya que no son separables ni separados de los derechos civiles, políticos y sociales. Se relacionan con la libertad individual, libertad de pensamiento, de conciencia y religión, de opinión y expresión, de información y educación, de privacidad o intimidad, de tener los beneficios del progreso científico para decidir de forma autónoma y responsable respecto de la reproducción, así como también para vivir una sexualidad sana, sin riesgos de salud. De esta manera, los derechos humanos sexuales y reproductivos apuntan a rescatar el poder sobre el cuerpo, recuperándolo como territorio propio, promoviendo la capacidad de cada persona a tomar sus propias decisiones, interpelando a los Estados a la protección de tal autonomía y a garantizar aquellas condiciones mínimas de bienestar que hacen posible y dan sentido a dicha libertad. De ahí que, el respeto de los derechos humanos sexuales y reproductivos sea condición fundamental para el cumplimiento pleno e igualitario de los derechos humanos y libertades fundamentales. El origen de estos derechos se remonta a la década del 60 cuando, en un contexto de políticas de control de natalidad dirigidas desde Estados Unidos hacia mujeres indígenas y pobres en América Latina, el movimiento feminista internacional defiende una concepción de derechos en relación al comportamiento reproductivo de la población. Desde 1968, en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Teherán, esta visión de derechos del movimiento feminista logra instalarse en las Conferencias Internacionales organizadas por Naciones Unidas, revirtiendo así el enfoque de las políticas de población orientadas al control de la natalidad. En 1974, en la Conferencia de Bucarest y en 1975 en la Primera Conferencia de la Mujer en México, con el desarrollo de los métodos anticonceptivos comienza a instalarse la idea de derechos reproductivos, basada en cambios socioculturales relacionados con la separación entre erotismo y fertilidad. De gran importancia es la Convención para la Eliminación de toda Forma de Discriminación contra la Mujer en 1979, ya que después de ser ratificada por los Estados, le da un estatuto jurídico de fuerza de ley. Así como también las Conferencias de El Cairo el año 1994 y de Beijing en 1995 marcan la consolidación de un largo proceso de construcción de derechos, estableciendo una serie de mecanismos como el Programa de acción de El Cairo y la Plataforma de Beijing para que estos derechos sean reconocidos y puedan ser ejercidos por la ciudadanía. Es relevante destacar que en las Conferencias de El Cairo y Beijing y en la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, el Estado chileno se comprometió a prestar especial atención a las necesidades de información, educación y acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva de las y los jóvenes. Sin embargo, el monitoreo realizado a estos acuerdos por parte de ONGs chilenas arrojan como resultado que todavía subsisten una serie de obstáculos para que la población juvenil sea reconocida


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“como sujetos plenos de derechos, en especial con respecto a su sexualidad”. (Maturana, 2004: 54). Para que la población joven pueda ejercer estos derechos humanos se debe contar con órganos del Estado que consideren a esta población como sujeto de derechos en el campo de la sexualidad, reconociendo, por ende, una ciudadanía juvenil.2 Aunque existen acuerdos internacionales que comprometen al Estado chileno a generar las condiciones –sanitarias y educativas– para que la población joven pueda ejercer sus derechos sexuales y reproductivos, no se han implementado los mecanismos necesarios para difundirlos, obstaculizando con ello que la juventud se apropie de estos derechos. Además, tanto los programas de educación como los servicios de salud muestran grandes debilidades, especialmente en crear las condiciones para que las y los jóvenes puedan ejercer estos derechos. (Vidal, 2007) Esta situación obedece, principalmente, a las debilidades que han mostrado las políticas de salud y educación para responder, desde una perspectiva laica, a las necesidades en el ámbito de la sexualidad del conjunto de la población juvenil.

Las tensiones de un Estado “laico” frente a la sexualidad juvenil La sexualidad juvenil ha sido un campo de disputa política en el cual los Ministerios de Educación y de Salud, de los gobiernos de la Concertación, no han logrado implementar políticas públicas basadas en el carácter laico del Estado chileno. Por el contrario, todos ellos han terminado aceptando, algunos más temprano y otros más tarde, las presiones de poderes religiosos y políticos que imponen su mirada conservadora respecto a la sexualidad juvenil. Basta recordar la suspensión de las Jornadas de Conversación sobre Afectividad y Sexualidad –JOCAS– diseñadas en el Ministerio de Educación o la eliminación de la Anticoncepción de Emergencia, para jóvenes desde los 14 años, en las Normas Nacionales de Regulación de la Fertilidad del Ministerio de Salud. Pero ¿qué significa un Estado laico? Un Estado laico está constituido por instituciones libres de la influencia religiosa; por ende, con capacidad de elaborar políticas teniendo en cuenta las necesidades del conjunto de la población, para que la ciudadanía, informadamente, pueda optar en utilizarlas o por el contrario guiarse según sus convicciones religiosas. En un Estado laico los tribunales de justicia fallan conforme al mérito del proceso y en ningún caso conforme a valores religiosos, como ha ocurrido en Chile en diversas oportunidades. De hecho, uno de los obstáculos para la difusión y ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos se observa en la 2

El concepto de ciudadanía se define como la condición otorgada a aquellos que son miembros de una comunidad, que incluye derechos y obligaciones. Hace referencia, desde una perspectiva histórica, a la relación entre el individuo, el Estado y la sociedad. Quienes son considerados ciudadanos o ciudadanas varía de acuerdo a lo que, en cada período y en cada sociedad, se considera que deben ser derechos y obligaciones de determinados grupos de personas, como las y los jóvenes.


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llamada “judicialización de la sexualidad”, en relación a medidas que deberían tomarse en el área de salud, como el acceso a la anticoncepción de emergencia, por ejemplo,3 y que finalmente son decididas por instancias judiciales. Debido a esta situación se han creado obstáculos para que el Ministerio de Salud diseñe e implemente las políticas sanitarias que corresponden a las necesidades de la población, imponiendo medidas que desconocen la realidad de la sexualidad juvenil y que restringen el derecho a la libertad de decidir respecto al uso de métodos anticonceptivos. Se debe tener en cuenta que para que las reglas legales sean acatadas deben ser adoptadas luego de una deliberación pública, cuestión problemática en un país como Chile, en el cual no existe un verdadero debate, amplio, pluralista, democrático, capaz de asumir los cambios culturales expresados en la manera de vivir de las nuevas generaciones. Por otra parte, las reglas inspiradas en la fe o las creencias religiosas no pueden obligar a nadie a acatarlas si estas reglas se encuentran bajo un Estado de carácter laico, en consecuencia basado en principios éticos no en dogmas religiosos. Al tener en cuenta los principios éticos, en el plano de las políticas de salud o de educación relacionadas con sexualidad, se pone en evidencia que lo que está en juego es la laicidad del Estado chileno. La separación republicana entre Estado y religión. Entre decisiones que dependen de la conciencia individual de cada ciudadana (o) para ejercer el derecho a vivir una existencia plena y libre y los intereses de la jerarquía de la iglesia católica de imponer su visión de mundo al conjunto de la sociedad. Una moral pública laica es necesaria para garantizar un ejercicio de la sexualidad basado en el mutuo consentimiento entre personas jóvenes informadas y empoderadas, con capacidad de discernir en qué momento y en qué condiciones iniciarán y desarrollarán su vida sexual. Las dificultades para desarrollar una moral pública laica, ocurriría, según Nugent (2002) en toda América Latina donde, con la formación de repúblicas, se crea un nuevo orden muy propio de la región, insuficientemente teorizado: el tutelaje. Según este autor, en los países latinoamericanos, la figura del tutelaje tiene como consecuencia una elaboración cultural oficial según la cual la ciudadanía es incapaz de hacerse cargo de sus intereses, lo que fue generando una muy sostenida forma de pesimismo cultural. Es así como “el bloqueo para un espacio de intimidad autónoma quedó en manos de una cultura clerical que sistemáticamente dictó prescripciones sobre la

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La historia del intento por colocar la Anticoncepción de Emergencia (PAE) en las políticas sanitarias es bastante larga y da cuenta del poder de la jerarquía de la Iglesia Católica, así como también del proceso de judicialización que se ha construido en torno a la sexualidad. El conflicto de la PAE se inició el año 2001 con un recurso de protección de grupos conservadores ante la Corte de Apelaciones de Santiago. El año 2007, 36 diputados de derecha recurrieron al Tribunal Constitucional para rechazar la entrega de la PAE, en condiciones de confidencialidad, a jóvenes desde los 14 años. Cabe señalar que el año 2008 el Tribunal Constitucional rechazó (en fallo inapelable) la entrega de la PAE en los Servicios de Salud, restringiendo su distribución exclusivamente a las mujeres que denuncian violación o a quienes puedan comprarla en las farmacias.


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manera como las personas debían conducirse en su fuero íntimo, en especial el de la sexualidad.” (Nugent, 2002: 17) De esta manera el encuadre cultural que se formó en el orden tutelar consistió en una sostenida renuncia a una cultura republicana, democrática y laica. Es así como existen opiniones privilegiadas “donde unas voces están en condición de sustraerse a un debate público porque se creen poseedores de un estatuto tutelar” (Nugent, 2002: 4). El ordenamiento tutelar sistemáticamente ha saboteado la posibilidad de una plena legitimidad cultural de la libertad de pensamiento, por lo que en el campo de la sexualidad no se ha logrado establecer una cultura pública civil, laica y democrática que favorezca la formulación de la opinión propia, que, por principio, aboga por una legitimación de las individualidades. Esta situación se pone de manifiesto en relación a la legislación que prohíbe el aborto en todas sus circunstancias. En Chile, una mujer no tiene libertad para decidir, informadamente, respecto a un embarazo que pone en riesgo su salud física o mental, situación extrema que sólo existe en muy pocos países del mundo. A diferencia de lo que sostienen los grupos conservadores, no se trata de casos excepcionales, sino por el contrario ocurren todos los días en alguna maternidad del país: embarazos tubarios, huevo roto infectado, cáncer en una mujer embarazada, cardiopatías severas, malformación fetal severa, embarazo por violación, entre muchos otros casos. Frente a embarazos dramáticos como estos las reacciones de las personas involucradas son diversas. Algunas mujeres, con su pareja, optan por conservarlos, otras, en cambio, lo viven como una tortura insoportable y solicitan interrumpirlo. Cuando esto ocurre se pone en evidencia la inequidad en el acceso al derecho a la salud. Mientras en el sector privado esta decisión queda bajo el secreto de la relación médico – paciente, en los servicios públicos los principios de la ética médica, según los cuales se debe priorizar por la salud y la vida de la mujer, entran en contradicción con la legalidad vigente que impide el aborto en todas sus circunstancias. Como siempre ocurre en relación al aborto, son las mujeres pobres y sus familias las que deben soportar las consecuencias de la legislación vigente. ¿Por qué obligar a una persona a mantener un embarazo cuando existe certeza de malformación fetal severa y, por ende, de la muerte “del que está por nacer”? ¿Por qué obligarla a soportar un embarazo que es fruto de una violación? ¿Por qué obligar a una mujer embarazada a retardar su tratamiento de quimioterapia cuando se le descubre cáncer? ¿No constituye un derecho humano básico la libertad de decidir respecto a un embarazo en estas condiciones? (Vidal, 2008) El Informe de Desarrollo Humano de este año señala que frente a las opiniones convencionales, en Chile se han vivido estos últimos años grandes cambios culturales tendientes a “un fuerte sentimiento de individualidad, es decir, de la capacidad y el derecho de cada uno de construir el modo de vida que desea, y una mayor tolerancia hacia la diversidad de opiniones y estilos de vida” (PNUD, 2009: 29) Según este informe, la sociedad chilena ha vivido cambios culturales significativos, en la medida en que se tiende a la opinión propia, a valorar la pluralidad y diversidad. Es así como en la sociedad civil existen discursos que se oponen


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a la opinión conservadora de la jerarquía de la Iglesia Católica. Sin embargo, estos discursos no son difundidos por los medios de comunicación convencionales ni reivindicados por los partidos políticos “progresistas”, obstaculizando el desarrollo de una opinión pública que pueda ejercer sus derechos humanos más básicos, como es la libertad de pensamiento, de conciencia y de opinión en temas que atañen su intimidad. Siguiendo el planteamiento de Guillermo Nugent (2002) esto obedecería a la factura moral que se tiene respecto a la iglesia católica. En Chile, el rol jugado por la Vicaría de la Solidaridad durante la dictadura y la crítica al modelo económico neoliberal que impide un sueldo ético, durante los gobiernos democráticos, permite la existencia de una factura moral que otorga ciertos privilegios políticos para imponer la opinión convencional como la única opinión válida. En los hechos, la actual jerarquía de la Iglesia Católica, que responde a la jerarquía instalada en el Vaticano desde el Papa Juan Pablo II, cuenta con grandes prerrogativas tutelares. Mientras aborda el tema de la desigualdad social y denuncia situaciones de injusticia social, elude la dimensión de los derechos y libertades individuales y cuando es necesario obstaculiza la políticas públicas que van en esa dirección. Para enfrentar la factura moral se debe proponer una defensa del pluralismo como algo diferente de la mera fragmentación. El pluralismo supone una legitimación de la diversidad de ideas públicas, lo que no ocurre con los procesos de fragmentación de opiniones, por lo que estos procesos resultan funcionales para la reproducción del orden tutelar. El pluralismo de opiniones y propuestas no puede quedar bloqueado por la fragmentación. Debe existir un real debate de ideas, de discusión de propuestas frente a los temas como la educación sexual en los colegios, el derecho a la confidencialidad en la atención en salud sexual y reproductiva de jóvenes, el acceso a la anticoncepción de emergencia, el aborto por razones de salud, entre otros temas relacionados con sexualidad. Para que ello ocurra se requiere contar con una ciudadanía bien informada, con opiniones razonablemente fundamentadas y, en Chile, esto es particularmente difícil. La falta de convocatoria –por parte de los poderes políticos– para abrir un debate verdaderamente informado en los temas relacionados con sexualidad, como el tema del aborto terapéutico, por ejemplo, se relaciona con la institucionalidad vigente desde el retorno a la democracia, basada principalmente en la política de los consensos y en la desmovilización social. Desde el retorno a la democracia, bajo el criterio del pragmatismo y de la estabilidad social, los partidos políticos de los gobiernos de la Concertación han logrado instalar en el país la idea de la necesidad de subordinar los principios progresistas a la gobernabilidad (tanto en lo económico como en lo cultural) restringiendo su acción a las “políticas de lo posible”. En este contexto político y cultural se obstaculiza la posibilidad de debatir, entre otros temas, sobre los derechos sexuales y reproductivos, como derechos humanos de la población joven cerrando, con esto, las posibilidades enriquecedoras que tiene la diversidad cultural, en la perspectiva de la profundización de la democracia.


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A la falta de un debate amplio, informado, sobre estos temas se agrega la fragmentación del mundo juvenil. Al respecto, es necesario señalar que “las transformaciones producidas por la modernidad adquieren una particular complejidad en nuestra sociedad en la medida en que es un proceso no acabado, ni homogéneamente distribuido, tanto en términos materiales como discursivos. Por una parte, existen sectores ajenos a este influjo modernizador, y por otra, conviven en el universo simbólico de la sociedad discursos heterogéneos, fragmentarios y contradictorios”. (Valdés, 2005: 313) En la última encuesta nacional del INJUV4 los resultados respecto a cuán conservadores o liberales son las y los jóvenes señalan que existe una compleja diversidad de posiciones –desde el polo más conservador al más liberal– siendo todas ellas equivalentes en términos de porcentajes. Las diferencias obedecen a variables sociodemográficas ya que “los más cercanos al polo conservador son más típicamente residentes rurales, mujeres, de 15 a 19 años. Mientras que los más cercanos al polo liberal son de preferencia residentes urbanos, de género masculino, jóvenes adultos, de educación universitaria superior y de nivel socioeconómico alto y medio alto.” (INJUV, 2006: 218) Esta compleja diversidad de posiciones obedecería al hecho de que la vida de una persona joven transcurre en conflicto entre diferentes culturas, la cultura de la familia de origen y la cultura actual. Ulrich Beck (2003) utiliza el concepto de individuación para señalar este proceso de destradicionalización y al mismo tiempo de permanencia de elementos tradicionales. Según este autor, debido a que la contradicción se apodera del proceso de construcción de identidad de cualquier persona, es necesaria una gestión activa para conducir “nuestra propia vida” en un contexto de demandas encontradas y en un espacio de incertidumbre global. Si en la “primera modernidad” el individuo estaba constituido en consonancia con una serie de roles dentro de una variedad de instituciones, actualmente estos roles están mucho más abiertos y las instituciones que servían de soporte (desde la familia nuclear al Estado) están en crisis. En Chile, los jóvenes se encuentran insertos en un contexto socioeconómico caracterizado por la desigualdad social y, al mismo tiempo, en un contexto cultural que les señala la importancia de “ser uno mismo” y que el camino para lograrlo radica en el esfuerzo personal. Sin embargo, la distribución desigual de la calidad de los soportes tiene un papel relevante en la presencia o ausencia de oportunidades para cumplir con estos nuevos mandatos culturales. Además, “las identidades que surgen de sus actividades, aunque son intensas, tienen un alcance restringido al momento de sostener una idea de ciudadanía e integrarse a la sociedad” (PNUD, 2009: 161). Esta construcción de identidad –que al quedar restringida en lo biográfico, local o tribal, no está representada por una imagen de sociedad que permita sustentar una idea de ciudadanía– se explicaría por las prácticas a través de las cuales los jóvenes la conforman. De hecho, “los referentes suelen ser personas cercanas que están insertas en los espacios comunes en los cuales se convive (…) no es 4

La 5ª Encuesta Nacional del INJUV fue aplicada en noviembre-diciembre 2006 a jóvenes entre 15 y 29 años. Se trata de la última encuesta realizada y los resultados son públicos recientemente.


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un proceso de elecciones ideológicas frente a ideas abstractas (por lo que) los referentes que aparecen son muy cercanos y no muy variados: la madre, los amigos, el padre, los profesores, algún líder de organización comunitaria (En consecuencia) La identidad de cada joven es el resultado de los referentes y soportes específicos de que dispone, y de la forma práctica en que los combina y se relaciona con ellos” (PNUD, 2009: 162). Con referentes familiares y soportes muy desiguales, la construcción de identidad queda delimitada por el contexto social en que se lleva a cabo. De ahí que los estudios enfatizan en la necesidad de considerar la heterogeneidad del mundo juvenil, ya que incluso en un mismo sector socioeconómico la juventud que allí existe es diversa y plural (ACHNU, 2001). Además, “la manera en que los propios jóvenes se reconocen a sí mismos como sujeto social, es también ambigua y contradictoria. Se perciben distintos de los adultos, pero no reconocen aspectos comunes a todos los jóvenes” (Contreras, 2001: 55). Es así como, la existencia de diferentes grupos juveniles, los que encierran las contradicciones y las tensiones de una época caracterizada por la coexistencia de elementos tradicionales y emergentes en las prácticas cotidianas, obstaculiza la construcción de sujetos ciudadanos, individuales y colectivos, con capacidad de apropiarse de sus derechos en el ámbito de la sexualidad. Es necesario tener en cuenta que para ejercer el derecho a decidir sobre la sexualidad y la reproducción no sólo se debe contar con un Estado que implemente servicios adecuados en salud y educación, sino también, con una ciudadanía juvenil activa con conciencia de derechos y capacidad de presionar a los órganos estatales para que implemente las condiciones que hagan posible el ejercicio de estos derechos. De hecho, para que el Estado cumpla con los compromisos internacionales, se requiere de organizaciones juveniles con conciencia de derechos y capacidad de presión hacia los órganos del Estado para exigirlos. En esta perspectiva, puede ser importante la autogeneración de condiciones de participación –a través de internet por ejemplo– por parte de jóvenes organizados políticamente desde la sociedad civil. Pero también es necesario reconocer, como señala Beck (2003) que cualquier movimiento colectivo tiene que partir del reconocimiento que el individualismo, la diversidad y el escepticismo forman parte de la cultura juvenil actual.

Una aproximación al abordaje de la sexualidad juvenil, desde el paradigma libertario y el paradigma de derechos Al abordar la sexualidad juvenil es necesario tener en cuenta, por una parte, las transformaciones en las prácticas juveniles tendientes a una mayor liberalización de la sexualidad, así como también que, debido a la influencia del discurso conservador, las y los jóvenes no son considerados sujetos de derechos5 en este ámbito.

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La expresión sujeto de derecho se refiere a la titularidad que cualquier ser humano, por el hecho de serlo, tiene de gozar y ejercer los derechos establecidos en los textos jurídicos, tanto internacionales como nacionales.


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Al respecto, como señala Kathya Araujo (2008), en el debate feminista sobre sexualidades, existirían dos formas de concebir y abordar este ámbito de la intimidad. Por una parte el paradigma libertario, cuyo acento está puesto en la liberalización de la sexualidad, en la experiencia concreta de las personas, en el goce, en la visión del sexo como placer. Mientras que otra forma de abordar las sexualidades es a través del paradigma de derechos el que aboga por una regulación de las sexualidades, ya que constituye un campo de ejercicio y de prácticas de opresión de las mujeres y da cuenta del sexo como poder. Al contrastar estos paradigmas se observa una tensión entre regulación y libertad.

¿Por qué abordar la sexualidad juvenil a partir de estos dos paradigmas? Como se ha señalado en este artículo, a pesar de un inicio sexual más temprano, no se han creado las condiciones para el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos juveniles. Cada vez que las políticas sanitarias intentan colocar la necesidad de la confidencialidad de la atención en salud sexual y reproductiva de los y las jóvenes, la visión conservadora, que responde a los dictados de la jerarquía de la Iglesia Católica, logra imponerse. Esto obedece, principalmente, a que los partidos y los gobiernos de la Concertación han priorizado las políticas de los consensos con los partidos de derecha, así como también al hecho de que en los temas relacionados con sexualidad la Democracia Cristiana ha impuesto una visión conservadora al interior de la Concertación. Por otra parte, esto obedece también a la ausencia de organizaciones juveniles que presionen hacia los órganos del Estado para que generen las condiciones que hagan posible el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos, especialmente en un tema tan sensible como son los derechos sexuales y reproductivos de las y los jóvenes. Debido a esta situación, actualmente cobra gran relevancia la demanda por una cultura pública laica, basada en un discurso democrático capaz de sostener un pensamiento crítico frente a los poderes fácticos, que logran obstaculizar aquellas políticas en educación y en salud tendientes a crear las condiciones para el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. Esta demanda es necesaria, también, para promover una mayor equidad de género, especialmente en los sectores populares. Esto es necesario, ya que en relación a las mujeres jóvenes de estos sectores, “el conjunto de la socialización que reciben, más la experiencia en su entorno, las hace creer mayoritariamente que el embarazo es algo “inevitable” y que difícilmente se podrán sustraer a la maternidad, disfrutar una vida sexual y controlar la fecundidad con eficacia” (Valdés, 2005: 334). Al respecto, la encuesta del INJUV, señala que “en los niveles educacionales más altos de la población existe mayor apertura hacia la distribución equitativa de roles. Por el contrario, a medida que descendemos en el nivel educacional tiende a prevalecer una opinión más tradicional” (INJUV, 2006: 216).


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De hecho, al analizar las relaciones entre los géneros en la población joven, los estudios señalan importantes cambios culturales, que se expresan en una mayor autonomía y empoderamiento de las mujeres, pero estos cambios están mediatizados por la pertenencia a una clase social. Algunos sectores –de mayor capital cultural– están más permeables a los cambios; otros, sin embargo, no cuentan con las condiciones sociales para la realización del principio de autonomía. De ahí que el abordaje de la sexualidad juvenil desde el paradigma de derechos tenga gran vigencia. Es necesario reconocer, sin embargo, que el paradigma de derechos tiene límites, porque al estar basado en la intervención institucional, tiende a la judicialización de la vida sexual. Además, “la sexualidad excede los marcos del derecho y de la justicia distributiva porque el goce sexual no es posible de ser administrado por sanción externa” (Araujo, 2008: 37). En cambio, analizar las prácticas juveniles desde el paradigma libertario permite dar cuenta de los procesos de mayor liberalización que caracterizan a la sexualidad juvenil actual. De hecho, “las trayectorias y prácticas sexuales de las y los adolescentes y jóvenes en nuestro país se han tornado cada vez más amplias. Así, algunas parecen transitar indistintamente desde el polo de la heterosexualidad al de la homosexualidad y bisexualidad, dependiendo de las circunstancias” (INJUV, 2006: 187). Por otra parte, a pesar de no exceder el 10% de los casos, un hallazgo revelador de la encuesta señala que las mujeres tienen una mayor apertura a experimentar prácticas sexuales precoitales con uno u otro sexo, respecto de los varones, específicamente “el sexo oral es la práctica precoital que congrega el mayor porcentaje de mujeres que declara haberlo experimentado con personas de ambos sexos (dando cuenta) de una diversificación de los patrones de comportamiento sexual de las y los jóvenes en Chile, quienes parecen exhibir una creciente conducta de exploración de nuevas experiencias y prácticas sexuales, que les permiten ampliar sus repertorios” (INJUV, 2006: 187). Si bien la mayoría (71,1%) declara que la iniciación sexual penetrativa ha implicado sólo penetración vaginal, un 24.3% declara haber experimentado penetración vaginal y anal, “quienes señalan la experiencia de ambas prácticas muestran una tendencia mayoritaria de los varones (30,8%) respecto de las mujeres (17,%) (…) Al considerar los niveles socioeconómicos de la población joven, se observa que las y los jóvenes de nivel socioeconómico alto y medio alto (ABC1 y C2) declaran mayoritariamente la experiencia de ambas prácticas penetrativas (en torno al 30%)” (INJUV, 2006: 188). Al considerar los niveles socioeconómicos de la población joven, los datos de la última encuesta del INJUV (2006) son consistentes con las encuestas anteriores, así como también, con otros estudios realizados sobre sexualidad juvenil, en el sentido de que son los sectores de menores ingresos quienes se encuentran más expuestos al riesgo en salud sexual y reproductiva debido a un inicio sexual más temprano y menos protegido. De ahí la gran necesidad de promover derechos en sexualidad.


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Es importante hacer referencia a los últimos datos disponibles, según los cuales el 71,8% de la población joven está iniciada sexualmente, considerando penetración coital. A esta cifra se agrega un 9,6% de la población que se declara no iniciado pero con experiencias precoitales, por lo que sólo un 18,6% de esta población declara no haber tenido ninguna experiencia sexual (INJUV, 2006: 185). Además, aunque la mayor parte de la población joven tuvo su primera relación sexual penetrativa con su pololo (a) se registra un importante porcentaje de vínculos ocasionales en el primer encuentro sexual, 18.,2%. “Resulta sensato suponer que el contexto de una relación sexual ocasional pueda estar desprovisto de tecnología preventiva contra las infecciones de transmisión sexual y el embarazo (…) la identificación de este vínculo, sobre todo en el caso de la primera relación sexual, permite abrir el debate en la sociedad en torno a la disponibilidad de métodos de protección y entrega señales acerca de los escenarios y condiciones en los que se despliega la sexualidad juvenil actual” (INJUV, 2006: 190). Abrir este debate es particularmente importante al tener en cuenta que “el promedio de edad de inicio de las relaciones sexuales penetrativas es de 17 años para ambos sexos, mientras que la edad modal en los varones es de 16 años y en mujeres es de 18 años (…) A los 18 años, los varones acumulan un 81,5% de sujetos que declaran haber iniciado este ámbito de sus vidas sexuales, mientras que a esa misma edad son un 73,2% las mujeres que señalan haberse iniciado sexualmente mediante relaciones sexuales penetrativas. Ahora bien, antes de los 18 años, las y los jóvenes de los segmentos socioeconómicos C3 (63,3%), D (69,0%) y E (62,2%), son quienes representan las más altas proporciones de casos que han iniciado sus prácticas sexuales con penetración respecto de aquellos de los grupos socioeconómicos C2 (59,6%) y ABC1 (54,8%). Ello evidencia con claridad la temprana iniciación sexual de aquella población joven que proviene de los sectores más desprotegidos de la sociedad” (INJUV, 2006: 189). Al respecto, resulta preocupante que un 52,5% de las personas encuestadas declare no haber usado ningún método de prevención en la primera relación sexual penetrativa, especialmente preocupante resultan los trece puntos porcentuales de diferencia entre las mujeres que sí lo hicieron (42,1%) y quienes no lo hicieron (55,5%). Reafirmando los resultados de encuestas anteriores, la del 2006 da cuenta de la incidencia de las variables socioeconómicas y culturales en la determinación de las conductas de riesgo, ya que la prevención corresponde en su mayoría a jóvenes con nivel educativo universitario y de sectores socioeconómicos altos. “En cualquier caso, los resultados respecto del uso de tecnología preventiva en la primera relación sexual coital son conclusivos. Existe un bajo nivel de uso de estos métodos en el primer encuentro sexual penetrativo de la población joven, aún cuando este uso supera en 10 puntos porcentuales al registrado en el 2003 (34,0%)” (INJUV, 2006: 191). Además, también resulta preocupante constatar que al comparar lo señalado en relación al uso del preservativo en la primera y última relación sexual se observa una reducción a la mitad, 88,1% y 42,6% respectivamente, reflejando con esto que en la población joven no existe un uso consistente del condón, para prevenir no sólo embarazos no planificados sino también infecciones de transmisión sexual y SIDA (INJUV, 2006: 195).


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Por otra parte, aunque las y los jóvenes sean los mayores exponentes del proceso de individuación y, especialmente aquellos (as) que por su posición social, están más dotados de recursos personales que les brindan más oportunidades de autonomía, las personas se enfrentan hoy a la tensión entre esos nuevos mandatos culturales “de ser autor de su propia vida” y las condiciones sociales para realizarlos. Esta tensión se expresa en toda su potencialidad cuando el carácter laico del Estado chileno no se traduce en generar las condiciones para que la población joven pueda ejercer sus derechos en el plano de la sexualidad. Mientras los cambios culturales, que caracterizan a las sociedades occidentales, promueven procesos de democratización de la intimidad los que, como señala Giddens (1995), implican relaciones libres e iguales y, lo que es fundamental para la vida personal, implican la idea de autonomía, en tanto la capacidad de los individuos de reflexionar por si mismos y de autodeterminarse, en Chile la debilidad de las políticas públicas no crean las condiciones necesarias para llevar a cabo esas promesas, afectando principalmente a las y los jóvenes más vulnerables socialmente. A partir de estos datos se puede señalar, por una parte, que el pensamiento conservador en materia sexual entra en contradicción con la práctica concreta de jóvenes que no están dispuestos a aceptar la homogeneización en sus estilos de vida, sino por el contrario, jóvenes que están abiertos a la diversidad de modos de vivir la intimidad. Como señala Carlos Peña, en una sociedad verdaderamente democrática “–la sociedad que debemos esforzarnos por construir– las preferencias sexuales de las personas deben ser tratadas con neutralidad, sin considerar a ninguna de ellas como intrínsecamente mejor que otra. Si usted ejerce su sexualidad mediando consentimiento, entonces la sociedad no tiene nada que reprocharle (…) Y es que una cosa es la condición sexual de cada uno y otra sus disposiciones morales o de carácter”. (Peña, 2009: D 14) A partir de estos datos se puede dar cuenta, también, de una sexualidad marcadamente desprotegida por parte de la juventud chilena. Esta situación es particularmente grave en la población juvenil de menores ingresos que, como se ha señalado anteriormente, tiene un inicio sexual más temprano y más desprotegido. De hecho, en estos sectores tanto en la primera como en la última relación sexual existe un bajo nivel de uso de métodos de prevención. Al respecto, la inequidad social existente en el país se refleja en el acceso al uso de los métodos preventivos y, en consecuencia, en la problemática de los embarazos no planificados, los que afectan muy mayoritariamente a las adolescentes de escasos recursos económicos. Cada año en Chile siguen naciendo alrededor de 40.000 hijos o hijas de madres menores de 19 años, 74% de los cuales pertenece a los dos últimos quintiles de ingreso. Además, poco más de 1.100 son de madres menores de 15 años y cerca de 4.000 son el segundo hijo o hija de madres de entre 15 y 19 años. (Vidal, 2007)


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Como señala Irma Palma, el fenómeno del embarazo adolescente en la sociedad chilena adquiere su centralidad, fundamentalmente, a partir de su particular ubicación sociodemográfica en los estratos populares y en las implicaciones que esto tiene para madres y padres jóvenes. La distribución social de esta problemática “expresa inequidades en materias de habilitación de los sujetos y acceso a medios de prevención de riesgos y reducción de daños, y conlleva efectos que profundizan desigualdades sociales y de género (Debido al hecho que) la transmisión intergeneracional de patrones de maternidad adolescente generan condiciones para que estas jóvenes mujeres, y con ellas, sus hijos conformen un tipo de hogar especialmente vulnerable desde el punto de vista económico y social” (Palma, 2003: 166/ 167). En un país de progresiva disminución de la tasa de natalidad, resulta preocupante el elevado número de adolescentes que son madres, no solamente porque a menor edad del embarazo existe un mayor riesgo de salud física para la madre y el hijo/a, sino también porque el embarazo adolescente puede tener graves consecuencias psicológicas al competir necesidades diferentes, e incluso opuestas, de dos seres humanos que se encuentran en desarrollo. Pero no sólo las mujeres, sino también los padres adolescentes enfrentan la tensión entre sus propias necesidades personales de desarrollo y las de sus hijos/as. Estas consecuencias obedecen, principalmente al hecho que la maternidad y paternidad adolescente se observa muy mayoritariamente en los sectores de mayor pobreza, carentes de redes de apoyo social. Es necesario señalar que la problemática del embarazo adolescente no se relaciona sólo con las debilidades de las políticas en educación y salud, en la medida en que obedece a factores económicos y culturales relacionados tanto con la dificultad para construir un proyecto de vida centrado en el estudio y en el desarrollo profesional, como con la alta valorización de la maternidad. En algunos casos la maternidad temprana es la única opción disponible que permite a la joven adquirir un status social valorado que funciona como puente hacia la edad adulta. Cuando a la pobreza, a la falta de redes de apoyo social y de acceso a sistemas de salud, se agregan factores familiares (violencia, por ejemplo) y personales (como bajo rendimiento escolar) se dan mayores condiciones de vulnerabilidad social para embarazarse siendo adolescente, lo que a su vez profundiza los obstáculos para salir de la pobreza. A pesar de los cambios en el sector educativo, favorables a la permanencia en la escuela de la adolescente embarazada, un porcentaje importante de madres y padres adolescentes no continúa estudiando, por lo que se ven limitados posteriormente a acceder a empleos muy precarios y muy mal remunerados (Olavarría, 2007). Por lo señalado anteriormente, un abordaje de la sexualidad juvenil debe tener en cuenta los cambios culturales, tendientes a una mayor diversificación de los patrones de comportamiento sexual, así como también, debe considerar el riesgo en salud sexual y reproductiva en que se encuentran, principalmente, los y las jóvenes de sectores populares.


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Conclusiones Impulsar en Chile un debate sobre los derechos sexuales y reproductivos de los y las jóvenes, en tanto derechos humanos y, por ende, relacionados con la libertad de decidir, de pensar y de actuar libremente respecto al cuerpo y a la intimidad, constituye un debate necesario para el fortalecimiento de la democracia. Las demandas por derechos sexuales y reproductivos juveniles pueden tener un potencial político para el desarrollo de un proyecto de sociedad más democrático, más participativo, que reconozca y asuma el pluralismo y la diversidad. Uno de los aspectos político-culturales de mayor potencial innovador de la afirmación de los derechos sexuales y reproductivos, en tanto derechos humanos, es que simultáneamente permite abrir una discusión sobre la libertad de decidir en el espacio de la intimidad y también abordar el diseño e implementación de políticas públicas. La interrelación entre lo privado y lo público se ve reflejada claramente en este tema. Al respecto, es necesario señalar, que si bien la interpretación de las necesidades en sexualidad y reproducción y la decisión sobre el modo de satisfacerlas no es prerrogativa de las políticas estatales, sino de las y los jóvenes cada vez más abiertos en el campo de la sexualidad, un Estado de carácter laico debe dar cuenta de estas transformaciones y crear las condiciones para que el conjunto de la población juvenil pueda vivir la sexualidad de manera más libre, más autónoma y sin riesgos de salud. En Chile, sin embargo, la falta de coherencia en la interrelación entre lo privado y lo público se observa en la contradicción existente entre una mayor liberalización de las prácticas sexuales y, por otra parte, el hecho que la población joven no sea reconocida como sujeto de derechos en sexualidad Como se ha mencionado en este artículo, esto obedece a la debilidad de las instituciones públicas y del discurso público laico para cumplir su función de regulación, para diseñar e implementar políticas en salud sexual y reproductiva a partir de las necesidades de la población joven. Esta situación afecta principalmente a los sectores de menores recursos económicos, quienes tienen un inicio sexual más temprano y prácticas sexuales más desprotegidas, y por otra parte quienes son los menos permeables a los cambios culturales de democratización de la intimidad, porque no cuentan con las condiciones materiales para llevar a cabo sus procesos de individuación, de construcción de trayectorias individuales de vida. A la falta de regulación, la sexualidad queda relegada al ámbito doméstico y, por ende, a la transmisión de patrones culturales tradicionales, lo que se pone en evidencia en las cifras de embarazos adolescentes. En este contexto económico y cultural tiene gran relevancia una regulación institucional pública, sostenida en un discurso laico, para de esta manera entrabar la reproducción de lógicas familiares basadas en relaciones jerárquicas entre los géneros. Esto implica no sólo desarrollar políticas para que las y los jóvenes puedan ejercer sus derechos sexuales y reproductivos, sino también, llevar a cabo políticas sociales de carácter integral para enfrentar el problema de inequidad social, que está a la base de la reproducción de patrones tradicionales de género.


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Para que las y los jóvenes puedan defender sus derechos ciudadanos, en este caso sus derechos a una sexualidad libre y sin riesgos de salud, se necesitan organizaciones ciudadanas. Se necesita la construcción de sujetos ciudadanos, individuales y colectivos, capaces de interactuar en la esfera pública para expresar sus opiniones y participar en las decisiones que afectan sus vidas. Al respecto es importante tener en cuenta que la consigna “Por la libertad de decidir”, levantada por organizaciones de mujeres, logró congregar, en las principales ciudades del país, el 22 de abril del 2008, a una gran cantidad de organizaciones juveniles, en una de las marchas más numerosas que se han realizado desde el retorno a la democracia, para protestar frente a la resolución del Tribunal Constitucional que prohibió entregar en los consultorios la anticoncepción de emergencia, a personas mayores de 14 años. Sin desconocer el hecho que lograr introducir en la agenda pública debates en torno a la sexualidad juvenil puede dar lugar a nuevos consensos donde se acepten interpretaciones de signo conservador, la apropiación del lema “Por la libertad de decidir” podría constituir un paso importante en el fortalecimiento de organizaciones juveniles, capaces de presionar a los órganos del Estado para que generen las condiciones que permitan ejercer los derechos sexuales y reproductivos, promoviendo, de esta manera, una mayor coherencia con el carácter laico que dichas instituciones dicen tener.

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Jóvenes, violencia y medios de comunicación Raúl Zarzuri Cortés1 Resumen Este artículo entrega una visión de la relación entre jóvenes, violencia y medios de comunicación. Aborda la construcción de ciertos tipos de jóvenes como “monstruos sociales” y por lo tanto estigmatizados por los medios de comunicación como jóvenes no deseados socialmente por medio del análisis de las movilizaciones de los estudiantes secundarios que tuvieron su auge en la denominada “revolución pinguina”, que puso en el tapete de la opinión pública las desigualdades e iniquidades existentes en la educación chilena. Se destaca el rol de los medios de comunicación, particularmente la prensa escrita y la televisión, en la construcción de un imaginario de los jóvenes como “jóvenes violentos”, y se realiza un breve ejercicio interpretativo de la violencia juvenil entendida como una “performance” que es utilizada por los medios para vender y tener rating. Palabras clave: Jóvenes y violencia, medios de comunicación, violencia preformativa

Abstract This article presents an account on the relation among the young, violence and the media. It approaches the construction of certain kinds of youngsters as “social monsters” and, therefore, stigmatized by means of communication as socially undesired youngsters by means of the analysis of secondary education students, which has raised the discussion of public opinion about the inequality and unfairness that exist in Chilean education. It highlights the means of communication role, particularly the one of the press and television, in the construction of an imaginary of the young as “violent youngsters” and it also does a brief interpreting exercise of young violence understood as a “performance” that is used by the means to sell and increase their audience. Keywords: youth and violence, means of communication, performative violence

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Investigador del Centro de Estudios Socioculturales (CESC) en el área de estudios culturales y culturas juveniles. Actualmente se desempeña como profesor de la Escuela de Sociología en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Sociólogo y Magíster (c) en Antropología (U. de Chile). Email: rzarzuri@gmail.com Revista de la Academia / Nº 14 / Otoño 2009 / pp. 151-169 ISSN 0717-1846


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Raúl Zarzuri Cortés

En nuestra sociedad, la juventud está presente cuando es un problema, o es considerada como un problema. Más precisamente, la categoría “juventud” aparece en el discurso de documentos oficiales, en editoriales o publicaciones que expresan preocupación, o en supuestos tratados desinteresados emanados de las ciencias sociales en aquellos tiempos donde la gente joven hace sentir su presencia al irse “fuera de los límites”: resistiendo a través de rituales, vistiéndose de forma extraña, tomando actitudes bizarras, rompiendo reglas, botellas, ventanas, cabezas, haciendo públicos desafíos retóricos a la ley. Henry A. Giroux

Antecedentes De un tiempo a esta parte, han surgido en nuestro país una serie de cuestionamientos a ciertas manifestaciones juveniles que han venido paulatinamente asomándose y adquiriendo fuerza en nuestras ciudades. De esta forma, ciertas expresiones culturales juveniles que han sido llamadas “tribus urbanas” (por ejemplo: hip-hoperos, punkies, dark/góticos, skin-heads, etc.) y otras expresiones que se mueven más en el plano de “lo político” –como es el caso de los mal llamados “anarquistas o neo-anarquistas” por la prensa– han sido catalogados como situaciones problemas que escapan al control normativo de la sociedad. Por lo tanto, como formas de expresión juvenil, han sido objeto de cuestionamientos, identificándolas como fuente de peligro y riesgo para el orden social con la utilización de rótulos como violentos, delincuentes, drogadictos, entre otras cosas. Por otra parte, en nuestro país se comenta frecuentemente en los medios de comunicación la importante ausencia de la juventud en el ámbito de la participación y la política. Los jóvenes no se inscriben en los registros electorales, no participan significativamente de la vida político-institucional del país y, por el contrario, el imaginario que circula de algunos jóvenes es que estos aparecen ligados principalmente a grupos vandálicos y a la violencia. Así, muchos jóvenes estigmatizados por su adscripción a una cultura en particular –desconocida y por tanto incomprendida por el mundo adulto– o cercanos a ideologías radicales se convierten en noticia toda vez que se relacionan con hechos de violencia. Salvo excepciones, no existe la intención de profundizar en las características socioculturales que se expresan tras estas prácticas. De esta forma, se intentan explicar hechos delictivos a partir de la adscripción a cierta estética particular que marca la diferencia entre los jóvenes que son parte de una tribu o cultura particular y los jóvenes que no pertenecen a ninguna de ellas. Los medios de prensa, perdidos en este mundo de la diversidad cultural juvenil, sólo saben que los llamados “jóvenes tribales” y los “anarquistas” son “antisistémicos”, que sus críticas no son conocidas por la mayoría de la población, pero que frecuentemente utilizan la violencia para expresar su rabia y descontento. De esto se deduce que la construcción de lo juvenil – o de un cierto segmento de jóvenes– en nuestro país tiene una fuerte carga negativa, y es un acercamiento


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que en estos momentos se da marcado por la violencia, lo que en palabras de Jesús Martín-Barbero nos está revelando, […]que la preocupación de la sociedad no es tanto por las transformaciones o trastornos que la juventud está viviendo, sino más bien por su participación como agente de la inseguridad que vivimos, y por el cuestionamiento que explosivamente hace la juventud de las mentiras que esta sociedad se mete a sí misma para seguir creyendo en una normalidad social que el desconcierto político, la desmoralización y la agresividad expresiva de los jóvenes están desenmascarando (1998, 23). Por otra parte, habría que señalar que la violencia juvenil es un fenómeno muy complejo y que en estos momentos es objeto de preocupación a nivel societal –en todo el mundo– pero que ha sido simplificado especialmente por los mass-media, los cuales, lejos de contribuir a entender la violencia (para estar en mejores condiciones de enfrentarla), contribuyen a su expansión sin límites visibles y manejables. De esta forma, las respuestas que tradicionalmente se han implementado y que han estado centradas en enfoques puramente represivos no sólo han dado pocos resultados, sino que además han provocado el efecto de hacer crecer desmedidamente este problema, cuestión que no ha ayudado a bajar la intensidad de éste. Por otra parte, parece interesante referirse al fenómeno de la violencia no en términos singulares, sino que es más propio de hablar de violencias e incluso, más que hablar de violencias es mejor hablar de manifestaciones de violencia para dar cuenta de una serie de procesos sociales que desembocan en una diversidad de violencias. Así, se puede destacar una amplia escritura sobre la relación entre jóvenes y violencia, especialmente desde los medios de comunicación, no así desde el ámbito de las ciencias sociales en nuestro país2. Sin embargo, este tipo de escritura ha transitado por el camino de la estructuración de un discurso negativo y estigmatizador sobre este tipo de manifestaciones, llevando incluso a la demonización de ciertas prácticas juveniles, donde el uso de la violencia es un recurso más o menos recurrente pero no exclusivo de este segmento de edad. De esta forma, la demonización y el estigma se transforman en la antesala del destierro para un grupo significativo de jóvenes, dado que este concepto es un atributo profundamente desacreditador que hace a sus portadores ser y sentirse extraños a los ojos de quienes se sienten normales; es alguien que no es “apetecible socialmente”, lo que puede reducir a una persona –en este caso los jóvenes– a un ser menospreciado, profundamente desacreditado. La opinión pública y principalmente los mass media, en un contexto de alarma social e insegurización permanente, tienden a atribuir a ciertas grupalidades juveniles todos los males sociales de los cuales la sociedad intenta alejarse (Abarca; Sepúlveda, 2005). Por otra parte, podemos decir que el mundo adulto tiene ciertas obsesiones con los jóvenes que denotan una cierta miopía e hipocresía, ya que precisamente ellos (la sociedad) no son capaces de darse cuenta que el problema no está tanto en los jóvenes, sino en la sociedad que se ha construido. 2

Hay que señalar que en una rápida revisión por Internet en las principales bibliotecas de universidades y centros de investigación y estudios no fue posible encontrar estudios que relacionaran la violencia juvenil con la política. En general, se puede encontrar una abundante bibliografía sobre la violencia juvenil relacionada con la delincuencia y la seguridad ciudadana.


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Por lo tanto, como lo señala Jesús Martín Barbero, los jóvenes “están haciendo visible lo que desde hace tiempo se ha venido pudriendo en la familia, en la escuela, en la política” (1998, 23). Frente a todo lo que se ha descrito anteriormente, solamente cabría la posibilidad de una sola forma de entender a los jóvenes: la mirada de la violencia, cuestión que no es así. De esta manera, habría que señalar que los jóvenes de hoy son muy activos y diversos, y no pueden ser clasificados sólo bajo el rótulo de la violencia. Proliferan las organizaciones juveniles de diverso cuño, promoviendo iniciativas y creando vivencias de comunidad joven novedosas y sobretodo diferentes. Ya sea como okupa, gótico, rapero, punk, malabarista3, “garrero”4 o como miembro de algún colectivo universitario o como joven realizando actividades de voluntariado, los jóvenes se organizan, construyen identidad y participan de su sociedad, transformándola poco a poco, constituyéndose en uno de los principales motores del cambio cultural. Hay que señalar también que las organizaciones gubernamentales, a través de sus instancias orientadas a la creación de políticas juveniles, han iniciado un proceso tendiente a lograr un mayor conocimiento de estos fenómenos. Sin embargo, el análisis acerca de lo juvenil se ha centrado generalmente en el discurso sobre la integración, sin tomar en cuenta la especificidad en los modos de ser joven. Tal como plantea Pérez Islas (1998), desde la institucionalidad solo se piensa en los jóvenes cuando tensionan el orden hegemónico. En otras palabras, cuando sus manifestaciones, prácticas y expresiones no se hallan dentro de los cánones que desde la institucionalidad se han establecido como ‘normales’, por lo que se los define en la mayoría de los casos como anómicos, rebeldes, delincuentes, contestatarios. En ese sentido, concordamos con aquellos autores que han dado cuenta de una suerte de criminalización de estos grupos, planteando la necesidad de mirar también aquellos aspectos que desde lo cultural5 son expresivos de una construcción identitaria, en tanto ellos indican configuraciones o modalidades a través de las cuales se sitúan como sujetos juveniles.

Para entender a los jóvenes: breves apuntes Está claro que hoy en día vivimos en un espacio sociocultural distinto –producto de la emergencia de las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC’s)– que da origen a una nueva era en nuestras sociedades, que puede ser leído en clave de “mutación cultural” (Bajoit, 2003). En esta era, la cultura, lo social, lo político –por señalar algunas dimensiones– mutan, se transforman, posibilitando así a la emergencia de un nuevo tiempo que se caracteriza más por sus incertezas que sus certezas, lo cual deviene en incógnitas de futuro, constru3

Práctica callejera que proviene de las actividades de circo y que requiere de juegos de manos, equilibrio, etc., lo cual exige destreza y agilidad.

4

Jóvenes que militan en una barra de algún equipo de fútbol.

5

De acuerdo a N. García Canclini, lo cultural hace referencia al ámbito de la producción, circulación y consumo de significaciones (J. Pérez Islas, en H. Cubides y otros, 1998). En esa misma línea, entenderemos por cultura, “la trama de significaciones en la que el hombre conforma y desarrolla su conducta” (C. Geertz, 1996).


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yendo un tiempo y mundo que se identifica con las crisis y el desencantamiento con muchas cosas (la política, la educación, etc.). Por otro lado, se instala como una de las cuestiones centrales para entender este nuevo tiempo la idea de que el proceso modernizador se visualiza como un espacio de cambio simbólico y cultural más que material (Habermas, 1991; Touraine, 1995 y 1996; Meluccci, 1999), y como bien apunta Mardones (1988), con esto no se está negando la existencia de desigualdades e injusticias sociales, sino que hay un desplazamiento del núcleo central de las contradicciones sociales. Por lo tanto, Mardones –siguiendo a Touraine y Habermas–, señalará que, “lo puesto en cuestión es el control de los modelos culturales, allí donde se juega la identidad personal y el sentido de la vida” (1988, p. 20). Este nuevo contexto, posibilita la construcción de sujetos distintos, situación que se radicaliza en los jóvenes, los cuales tienen “una carta” más amplia sobre la cual construir sus identidades (Lipovetsky, 2000) porque, precisamente en estos contextos de crisis, los dadores de sentido tradicionales (los institucionales como la escuela, la familia, la iglesia, el partido político) comienzan a perder espacio, posibilitando un tipo de construcción identitaria que se caracteriza por realizarse a la intemperie o hacerlo a través de otros tipos de sociabilidad más culturales (tribus, barras, grupos de juego, entre otros) –cuestión que hace ver a estas identidades como más precarias, fragmentadas. Todo este nuevo contexto posibilita la aparición de un sujeto juvenil distinto; podríamos decir, de un sujeto generacionalmente distinto que viene a colonizar un mundo nuevo que se ha construido, producto de todos estos cambios y donde ya no vale ese viejo dicho que los adultos solían decirles a los jóvenes “¿sabes una cosa? Yo he sido joven y tú nunca has sido viejo”, porque, en estos momentos, los jóvenes pueden responder a estos adultos diciendo: “Tú nunca has sido joven en el mundo en el que soy joven yo, y jamás podrás serlo.” Esto estaría dando origen a un proceso de división entre generaciones, que podríamos llamar de ruptura generacional. Brevemente hay que señalar que el uso de la palabra generación remite a una cierta condición etaria que se articula y es procesada con fenómenos culturales e históricos. Así, es posible señalar que cada generación puede ser considerada como adscrita a una cultura diferente, ya que precisamente esta entrega códigos, destrezas, lenguajes y socializaciones, pero que son distintas de generación en generación. Esto permite señalar que ser joven no depende sólo de la edad, ni tampoco del sector social al que pertenece el joven (la clase social), sino que también hay que considerar lo que Margulis (1996) llama el “hecho generacional”, “la circunstancia cultural que emana de ser socializado con códigos diferentes, de incorporar nuevos modos de percibir y de apreciar, de ser competente en nuevos hábitos y destrezas, elementos que distancian a los recién llegados del mundo de las generaciones más antiguas.”(1996, 19). Así, ser integrante de una generación más joven, señala Margulis (1996; 1998; 2003), implica diferencias en el campo de la memoria –no se comparte la misma memoria–, en las experiencias vividas, la historia y las formas de percibir el mundo, distinciones entonces que llevan a construcción de mundos y estructuraciones de sentidos diferentes, de acuerdo a la generación que se pertenece.


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Se asiste entonces a la construcción de un sujeto que se predica desde la pluralidad más que de la singularidad, por lo tanto no se puede hablar del “joven” ni de la “juventud”, sino de los “jóvenes” y de las “juventudes”, cuestión que es descrita bastante bien por Rossana Reguillo, al señalar que […]en ninguna parte del mundo la juventud representa un bloque homogéneo que pueda hoy en día hacerse caber en un conjunto de categorías fijas. Al igual que otros segmentos de la población, los jóvenes constituyen grupalidades diferenciales, adscripciones identitarias que se definen y organizan en torno a banderas, objetos, creencias, estéticas y consumos culturales que varían de acuerdo al nivel socioeconómico, a las regiones, al grado de escolaridad, entre otros factores que la investigación empírica apenas comienza a desentrañar.” (1996, 58)

Algunos ejes comprensivos de las llamadas “violencias juveniles” La naturaleza arma a la juventud para el conflicto con todos sus recursos a su alcance –velocidad, poder de hombros, bíceps, espalda, piernas, mandíbulas– reforzando y alargando el cráneo, tórax y cintura, lo que hace al hombre más agresivo y prepara a la mujer a la maternidad (Stanley G. Hall, Adolescence, 1905). Una primera pregunta que surge es si es tan natural la relación jóvenes y violencia como aparece señalada por los medios de comunicación o si esta relación es producto de una construcción que se ha naturalizado. Esta pregunta nos sitúa en los orígenes de lo que podemos entender por jóvenes o inicialmente por adolescencia. Brevemente hay que señalar que en la literatura –especialmente norteamericana– la categoría psicológica de adolescencia se construyó a partir de una definición que caracterizaba un tiempo específico dentro del ámbito del desarrollo humano, identificada por ser una edad conflictiva, la cual se equiparaba en términos de registro evolutivo de los seres humanos a la prehistoria, marcada por la crisis de identidad y que se manifestaba por las conductas agresivas y violentas propias de seres primitivos no civilizados. Como señalan Ferrándiz y Feixa (2005, p. 210-211) respecto de esta definición acuñada por Stanley G. Hall a principios del siglo XX, de base darwinista, […]la adolescencia corresponde a una antigua fase de barbarie por la que pasó la especie humana, previa a la civilización (la inevitable sedentarización que vendrá con la vida adulta)….[de esta forma] las patologías personales expresadas en comportamientos neuróticos, autolesiones, tatuajes, toxicomanías y suicidios (reconstruidas por las variadas tendencias de la psicología desde el psicoanálisis al conductismo) se corresponderían con patologías sociales expresadas en comportamientos agresivos, bandas gregarias, peleas, delincuencia (analizadas por las variadas tendencias de la sociología desde la Escuela de Chicago a la de Birmingham). De este modo no sólo se naturalizó la juventud, sino también la violencia (que aparecía como el resultado lógico e inevitable de determinados factores psicológicos, ecológicos y sociales).


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Demás está decir que esta idea de una adolescencia (o juventud) conflictiva es puesta en entredicho. Otros estudios de carácter antropológico comienzan a señalar que al parecer la forma en que se manifestaba esta etapa y a la que se le atribuía la agresión y la violencia como características centrales, era más propio de las sociedades occidentales, y no así de otros tipos de sociedad, como las que estudiaría Margared Mead en su inserción en Samoa Occidental y posteriormente en Papúa, Nueva Guinea. Las observaciones de esta autora, muestran que el tránsito de los/las llamados/as adolescentes a la vida adulta no tenía nada de conflictivo, por lo menos en las categorías expresadas por Hall y desarrolladas posteriormente por sus seguidores, introduciendo así, la idea de que estos procesos pueden estar definidos y asumir características en función del entorno cultural en donde se realiza el desarrollo de estos adolescentes, por lo tanto, la adolescencia se definía de acuerdo a necesidades específicas de las culturas en las cuales se insertaba. Sin embargo, a pesar de estos matices, “el daño” ya estaba hecho, se había naturalizado la juventud y también se había naturalizado la relación entre los jóvenes y la violencia, pero también se había introducido un matiz que permitía complejizar esta relación y situarla y/o contextualizarla desde la cultura, cuestión que permitía realizar un ejercicio más compresivo de las relaciones entre jóvenes y violencias. Si entonces la relación binomial entre jóvenes y violencia es una construcción que se ha naturalizado, la pregunta que surge es cómo se ha producido esa naturalización. Para algunos autores como Jeffey S. Juris (2006), al proceso de naturalización han contribuido poderosamente los medios de comunicación de masas. Hay que entender –como señala Juris– que la violencia es un poderoso icono simbólico que es utilizado por la industria de los medios de comunicación para captar audiencias. En el fondo, se trata de vender o tener más sintonía de público a partir de la construcción de la violencia juvenil por lo menos en dos ámbitos: la construcción de un sujeto joven violento, que tira piedras y/o bombas molotov, que se encapucha y destruye espacios públicos, etc.; y la violencia vista como una “violencia sin sentido”. Evidentemente que esta mirada muy superficial de estos fenómenos, de por sí complejos, no hace más que construir un imaginario de este tipo de jóvenes como el “nuevo bárbaro o primitivo”, que es incivilizado y que atenta contra el orden establecido.

La llamada violencia performativa Jeffey S. Juris (2005) ha escrito un interesante artículo basado en sus experiencias de trabajo de campo realizado en Génova en el marco de las manifestaciones antiglobalización siguiendo a los militantes del Black Block (Bloque Negro), que se caracterizaban por las tácticas de acción directa, que este autor llama violencia performativa. Juris señala respecto de la violencia –y citando a Antón Block– que esta no debía ser definida a priori como algo irracional o sin sentido, sino que habría que “considerarla como una forma cambiante de interacción y comunicación, como un patrón cultural de acción significativa históricamente desarrollada.” (Block, 2000, p. 24; Apud Juris, 2005, p. 188). Así, Juris ve la violencia como una forma de interacción social mediante la cual se va construyendo realidad con los modelos culturales de los cuales se dispone y, siguiendo a otro autor como Riches (1986 apud JURIS 2006), va a señalar que la violencia se caracteriza por poseer componentes práctico-instrumentales


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que intentan modificar el entorno social y componentes simbólico-expresivos que “enfatizan la comunicación y dramatización de importantes ideas y valores sociales” (JURIS, 2006, p. 188), aunque la diferencia entre estos dos componentes es sólo de grado. De esta forma, la violencia performativa es vista por Juris como una representación de rituales simbólicos que se manifiestan de forma violenta y que se manifiesta como un mecanismo de comunicación y de expresividad cultural mediante el cual los participantes en estos rituales intentan hacer efectiva la transformación social mediante una confrontación de tipo simbólico que se da en lo que se denomina performances violentos, donde la violencia adquiere dimensiones de espectacularidad icónica y la utilización de un lenguaje no verbal. Así, la violencia performativa es un recurso con que cuentan estos grupos que están limitados en recursos (materiales), lo que habla de una economía de recursos a nivel simbólico (la violencia), que es utilizada dentro de una lucha simbólica. De ahí que la violencia contra ciertos “iconos del sistema capitalista” (bancos, trasnacionales, etc.) sea la forma más llamativa y económica de lograr una victoria a nivel simbólico contra el poder hegemónico y de hacerse visibles mediáticamente, encontrándonos frente a lo que el autor llama “guerras mediáticas de interpretación simbólica”, donde los jóvenes […]llevan a cabo performances violentas espectaculares, en parte para ganar acceso a los medios de comunicación comerciales, que buscan constantemente historia e imágenes sensacionales. Las formas cotidianas y rutinarias de la protesta no son noticia, mientras que las imágenes icónicas de coches en llamas y batallas callejeras entre manifestantes enmascarados y cuerpos policiales militarizados son retransmitidas al instante a través de las redes globales de comunicación. (Juris 2006, p. 190). De esta forma, el acceso a los medios de comunicación es a través de la violencia o el performance violento señalado por Juris, como se aprecia en estas citas, […] por lo que te digo, que a veces es la única forma de llamar la atención [la violencia], o sea es como la única forma de solucionar. Yo te digo si hací una protesta ciudadana, no sé pos se paran puras señoras con carteles de cartulina y no sé, queremos más micros, no sé, no van a pescar, tenís que dejar una cagá muy grande para que pesquen; entonces igual están motivando para que haya más violencia, porque tampoco reaccionan con protestas ciudadanas, puta, juntan firmas y las mandan, tampoco pescan mucho; tiene que quedar la cagá para que pesquen, los wueones esperan que les quede la cagá y ahí recién escuchan a la gente” (Gabriel, Acción Directa6). [A raíz de la violencia en la movilización estudiantil del año pasado] Y a mí me sorprendía ver las noticias de todos los canales, nos mostraban todo, las estadísticas de todas las cagás que habían hecho, pero no decían qué estaban pidiendo los cabros ¿cachai?, hay un morbo, también hay un morbo por la violencia y tampoco buscan por qué estaban protestando y al final fue tanto el movimiento que al final salieron los cabros leyendo 6

Jóvenes pertenecientes a los denominados grupos anarquistas o neo-anarquistas.


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lo que pedían, pero fue una wueá que tardó, que desde el comienzo que empecé a ver en las noticias los desmanes, ese era el tema, los desmanes, pero no el tema de las exigencias (Estudiantes Secundarios, 20077). De esta forma, se puede ver la violencia como una forma de visibilidad y de presencia en el marco de una cierta ritualidad expresiva en el cual la performance adquiere relevancia. Siguiendo a Rodrigo Díaz (2002) –quien sigue al antropólogo Max Gluckman–, la ritualización puede ser entendida como los comportamientos convencionales y estilizados que segregan y/o se distinguen en un sistema jerárquico de posiciones y relaciones, particularmente en las sociedades simples y también complejas que ayudan a comprender las acciones sociales. Sin embargo, Díaz señala que Gluckman, influenciado por Durkheim, enfatizó demasiado en la estructura de status, posiciones y roles para un desempeño “correcto” en la sociedad (los aspectos normativos/ritualización domesticada) en desmedro de otros usos que tienen las características de ser situacionales y que no están apegados a las normas y reglas (ritualización salvaje), como sería en este caso el uso de la violencia. Un ejemplo menos complejo sería el tatuaje –como señala Díaz–, que segrega pero a la vez identifica e integra, por lo que esta práctica emite muchos mensajes además del simple tatuarse, cuestión que se debe tener en consideración cuando nos enfrentamos al recurso de la violencia por parte de ciertos jóvenes. De este modo, se puede afirmar que el acto de ritualización está “configurado por acciones simbólicas que segregan e integran, que expresan algo y que las interpretaciones posibles de ese algo gestan tensiones, están en conflicto […]” (Díaz, 2002, 26). Así, como señala Díaz, la ritualización se puede ubicar en el ámbito del performance (como uno de sus casos singulares), esto porque los rituales no son solamente redes de acciones simbólicas que emiten mensajes, sino que además son una construcción social de la realidad que nos remite a hábitos y técnicas corporales. Ambos, performance y ritualización, están articulados por la creación de la presencia (recreación y un hacer presentes situaciones ya vividas que pueden reforzar a alterar disposiciones). La performance se puede entender, entonces, como “un hacer que describe ciertas acciones que están transcurriendo, ejecutados en sitios específicos, atestiguados por otros o por los mismos celebrantes: es un hacer que focaliza esa presencia en tanto acto de creación […]” (Díaz, 2002, 27), pero es un hacer que también conlleva campos discursivos preexistentes como las convenciones de género, tradiciones, tensiones políticas y sociales, etc. Entonces no es sólo un “repetir”, sino que es un repetir en un “presente performativo” que no está cerrado, sino abierto. Por lo tanto, posibilita interpelar esos campos discursivos existentes. De esta forma, los grupos se van haciendo visibles a través del performance, haciendo y creando un acto de presencia, el cual puede ser entendido también como una “ceremonia definicional”, señala Díaz (2002). Así, […]la cualidad distintiva de las ceremonias definicionales es que se despliegan ahí donde un grupo, por ejemplo una banda, sufre de crisis de invisibilidad, de inexistencia, de marginalidad, de inferioridad estructural, de dominio y desconocimiento por una sociedad u otro grupo más 7

Jóvenes que están estudiando la educación media.


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poderoso. Por eso constituyen estas ceremonias “dramas simbólicos”: no son meras representaciones de condiciones y formas de vida, sino que aluden a agentes creativos autoperformativos, que elaboran, organizan y recrean prácticas, discursos, creencias, valores y actitudes, memorias y proyectos políticos y culturales para hacerse visibles y existentes (Díaz, 2002, p. 36). Entonces, a partir de estos actos performativos ritualizados que (re)crean dramas simbólicos, los jóvenes son capaces de trastocar el orden normativo en el plano cultural-simbólico más que en el político-social, constituyéndose estos actos performativos en una clase de poder; como actos de “reinvocación y resistencia” que apelan a la creación y la imaginación de un futuro deseado. Por lo tanto, dramatizan las identidades de los grupos, por lo que no es posible o no se puede concluir que al realizar estos performances los grupos sean efectivamente así. En el fondo, instalan la necesidad del reconocimiento y del derecho a la diferencia.

La violencia, los jóvenes y los medios de comunicación Un ejemplo de la relación entre violencia y medios de comunicación es la que existe cuando la televisión y la prensa escrita informan sobre hechos de violencia. En el caso de la televisión, estudios realizados por el Consejo Nacional de Televisión muestran que el tema de la violencia a partir del concepto de seguridad ciudadana asociado a la delincuencia ocupa el segundo lugar en las noticias de los noticiaros nacionales, señalando, además, la “existencia de una tendencia general de incluir el tema de seguridad ciudadana dentro de las ‘primeras notas’, estructurando así la agenda informativa de los canales” (CNTV, 2006). Este es un indicador interesante a la hora de analizar qué se ve en televisión, más aún considerando que la gente se informa más por este medio que por medios escritos. Entonces, evidentemente, hay una fuerte presencia de la violencia en la televisión. Por otro lado, la prensa escrita ha desarrollado un extraño interés por los jóvenes, particularmente a partir de su relación con la violencia que no se condice con la cantidad de hechos violentos que cometen los jóvenes, descontando por supuesto los hechos catalogados de delictivos. De esta forma, los medios de comunicación –a través de las noticias– son vistos por los jóvenes como creadores de la violencia, en el sentido de que la realzan, la visibilizan, porque es lo único que muestran. […] en las noticias se ve po’ [la violencia], la hora que dan de noticias, aparte de los comerciales, son 45, son 40 minutos, 30 minutos de pura violencia del país, 10 minutos de violencia a nivel mundial y 5 minutos que te dan de un recital o de cultura y nada más” (Gabriel, Acción Directa). Y los medios de comunicación en el mundo entero, lo único que muestran, por lo menos aquí en Chile, del mundo es violencia, no muestran otra cosa… las noticias son violentas en todo lados… El mayor porcentaje de cosas que muestran en las noticias del mundo, cachái, que violencia, que Irak, que acá,


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cachai y lo único que están mostrando: violencia, violencia, violencia... Es lo único (Secundarios 2007). Por otra parte, si se toma el trabajo que realiza el Centro de Estudios Socioculturales (CESC), en relación al seguimiento de noticias escritas para monitorear la forma en que la prensa se aproxima al tema de los jóvenes, se puede señalar que, para el año 2006, de un total de 3.3778 noticias analizadas, se pudo encontrar que solo un 5% de ellas (171) remitían a situaciones de violencia, lo que es un porcentaje bastante bajo como para atribuir a los jóvenes o catalogarlos de violentos como lo ha hecho la prensa. Brevemente se puede señalar que las grandes noticias sobre los jóvenes fueron las movilizaciones del denominado “movimiento de los pingüinos”, la visibilización de los “grupos neonazis” y la emergencia del joven antisistema identificado con el anarquismo, todas las cuales fueron presentadas con gran espectacularidad desde la lógica de la violencia. Para el caso de la movilización de los estudiantes secundarios, las primeras semanas de cobertura mediática estuvieron marcadas por una presentación de carácter violento, obviando el fondo del asunto: las demandas por una mejor educación, imagen que tuvo que cambiar cuando las manifestaciones fueron ganando simpatía en la población9. Respecto de la visibilización del movimiento neonazi o skin, estos fueron presentados como ultraviolentos sin hacer distinciones entre los distintos tipo de skin que conforman este universo, alcanzando ribetes de histeria colectiva como también sucedió con los denominados jóvenes “anarquistas o neo anarquistas”10, 8

El CESC viene realizando un seguimiento de prensa desde el año 2005, que se muestra a través de un boletín de análisis mensual llamado “JÓVENESADIARIO” al cual se puede acceder a través de la página web: www.cesc.cl. Este análisis no es exhaustivo ya que sólo responde a las noticias publicadas en la Región Metropolitana, correspondiente a todos los diarios y revistas que circulan en la región. Sin embargo, es bastante representativo a nivel nacional.

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La cobertura de las primeras manifestaciones estudiantiles por parte de los medios de comunicación puso el énfasis en el número de detenidos y en los incidentes “violentos” que se producen en las primeras marchas secundarias. La protesta estudiantil se construyó en la prensa como un conflicto callejero y “vandálico“, como espacio de violencia y de desorden y no como expresión válida de un descontento con el sistema educacional. Es más, se intentó restar validez al movimiento publicando frases como “la gran mayoría (de los escolares) desconocía las propuestas que presentarían ante el ministerio” (El Mercurio, 7 abr. 2006). De esta forma, la violencia se convirtió en el hilo conductor de las informaciones publicadas sobre los jóvenes, desde las manifestaciones callejeras, las agresiones y delitos cometidos por los grupos neonazis e incluso la discusión en torno a la puesta en marcha de la ley de responsabilidad penal juvenil. Sin embargo, al avanzar los días, la visión de la prensa comenzó a variar, cuestión que llama la atención para entender cómo en 20 días una protesta pasó de ser un acto vandálico a una expresión válida que logró instalar el debate sobre la educación en Chile y hacer demandas concretas y cambiar la agenda de la presidenta. De hecho, esta situación (de la violencia a la veneración), fue titulada por el sociólogo Antonio Cortés Terzi en una columna del Diario La Nación: “De la vandalización al apologismo (o el caradurismo nacional).”

10

Sobre los neo-anarquistas, por ejemplo, se les identifica como una extraña y heterogénea mezcla de jóvenes provenientes de diversas tribus urbanas, vinculándolos a manifestaciones de anarquismo en la actualidad y con el resurgimiento de grupos antisistema en Sudamérica, los cuales han sido generadores de violencia y, por lo tanto, objeto de atención por parte de los sistemas de seguridad: “En Chile, la policía recién está abocada a investigar más el posible surgimiento de movimientos anarquistas con base política y una postura violentista, ya que hasta ahora se sabe que son grupos que no tienen una orgánica ni líderes conocidos, y sus huestes son una extraña y heterogénea mezcla de jóvenes provenientes de diversas tribus urbanas, entre ellos punks, marginales y barras bravas” (La Segunda).”


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dando cuenta de supuestas hordas de sujetos violentos que estaban amenazando la ciudad, transformándola en territorio sin ley, cuestión que tuvo su corolario en la molotov lanzada contra el Palacio de La Moneda en septiembre. Por último, un dato no menor a estas construcciones periodísticas, es lo que ocurrió durante la conmemoración del día del joven combatiente11 este año, cuando, con días de anticipación, los medios de comunicación y el gobierno comenzaron a pronosticar un día de extrema violencia, lo que llevó a situaciones apocalípticas, como un centro de Santiago casi vacío o el pánico desatado para retornar temprano a las hogares por parte de la gente. Así, la profecía que había sido profetizada se cumplió.

Un análisis de caso: la movilización de los estudiantes secundarios y la construcción del estigma, de “monstruos sociales” y violentos por parte de la prensa chilena A modo de recuento durante el inicio del nuevo siglo respecto de las movilizaciones de los estudiantes secundarios en Chile, hay que señalar que estas comenzaron a gestarse a inicios del año 2000 y que tiene su punto culminante en el año 2006 con una serie de manifestaciones masivas, lo que permite en el imaginario comunicativo acuñar o denominar este proceso de “la revolución de los pingüinos”. Por otra parte, hay que destacar que la actitud de los estudiantes secundarios en el año 2006 demostró a la opinión pública y a las autoridades de gobierno la capacidad organizativa y la elaboración de un diagnóstico bastante certero del estado de la educación en Chile. Este había pasado de ser un problema de “cobertura educacional” a un problema de “calidad de la educación”, lo que posibilitó la organización de una serie de demandas por parte de los estudiantes a las autoridades y también a la sociedad chilena en general por cambios de esta situación, que implicaba la modificación de la Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE), cuestión que motivó una serie de movilizaciones durante el año 2006. Habría que decir también que las movilizaciones acaecidas en el año 2006 no tienen parangón respecto de las escasísimas movilizaciones acaecidas desde el año 1990 hasta la fecha12, o sea, desde la llegada de la democracia al país. Como señalaban algunos medios informativos –avanzadas las manifestaciones (protestas y paros)– más de un millón de personas se movilizó a finales de mayo,

11

Día que recuerda el asesinato de los hermanos Vergara Toledo, dos jóvenes que pertenecían al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de 18 y 20 años, que fueron asesinados por la policía en el año 2005. Desde ese año, todos los 29 de marzo se realizan actividades conmemorativas por la muerte de estos jóvenes.

12

En este ámbito, hay que señalar las movilizaciones en contra del uso de armas nucleares en el Atolón de Mururoa, que congregó en un parque de la ciudad de Santiago a cerca de 12.000 mil personas (septiembre 2005). También está la movilización en contra de la APEC, que congregó a cerca de 60.000 personas (noviembre 2004). Por último, se puede mencionar las movilizaciones en contra del fallo del Tribunal Constitucional que prohibía la entrega de la píldora del día después en instituciones públicas, que reunió cerca de 12.000 personas (abril 2008).


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continuando con la caracterización de manifestaciones de carácter violento13. Hay que señalar que la convocatoria no solo aglutinó a estudiantes, sino también a profesores, apoderados o padres y otros actores, como trabajadores del cobre, de la salud, etc., constituyéndose en una movilización –por lo menos en sus inicios– cada vez más transversalizada a nivel de actores y poniendo una interrogación no solo sobre la educación, sino también sobre el país o la sociedad que se quiere construir. Esto originó una serie de presiones sobre las autoridades del Ministerio de Educación, pero también sobre el gobierno, el cual, frente al nivel de las movilizaciones, tuvo que modificar su agenda, integrando obligatoriamente las demandas estudiantiles, pese a que se habían negado inicialmente. Así, se dio origen a la formación del denominado Consejo Asesor Presidencial para la Educación14 con representación de secundarios y universitarios, quien tuvo que llevar a cabo el trabajo de presentar una propuesta para modificar la actual ley de educación, lo que bajó la intensidad de las movilizaciones de los estudiantes secundarios. Posteriormente estos se retiraron, dado que el documento final de conclusiones de este organismo fue considerado poco representativo del sentir de los estudiantes secundarios. Durante el año 2007, las movilizaciones fueron escasas a pesar de las críticas que se mantenían al sistema educativo y particularmente a los resultados que se habían llegado con el consejo asesor. Quizás una de las posibles explicaciones –claro está que no es la única– sea la entrada en vigencia de la nueva Ley de Responsabilidad Penal Juvenil, que fue presentada como ley en el año 2000. Julio Cortés15 nos recuerda que la presentación de este proyecto de ley en el año 2002 se produce contemporáneamente a las primeras movilizaciones secundarias contra el pase escolar que corresponden a uno de los antecedentes de la rebelión estudiantil del año 2006. En esta época el “vandalismo” y los actos delictivos de estos jóvenes son lo destacado en la primera plana de algunos periódicos. Respecto de la gran movilización ocurrida en el año 2006, hay que señalar que los medios los medios de comunicación que comenzaron a cubrir las 13

El 6 de mayo, La Tercera, La Nación, El Mercurio y La Hora, informaron de los resultados del llamado a paro. Hubo más de 200 detenidos, saqueos y desmanes. Algunos titulares que describieron la jornada: • “Desmanes y saqueos marcan paro nacional de alumnos secundarios”, La Tercera, 6 de mayo •

“El paro nacional fue más estudiantil que social”, La Nación, 6 de mayo.

“Saqueos y violencia marcaron paro nacional de secundarios”, La Hora, 6 de mayo.

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Este consejo estuvo compuesto por 74 personas entre especialistas del área, técnicos, docentes y representantes estudiantiles. Estos últimos eran sólo 12, la mitad lo constituían estudiantes secundarios y la otra estudiantes universitarios de universidades públicas y privadas. Los principales temas que abordaron fueron la institucionalidad de la educación, considerando que este ha sido el aspecto menos trabajado durante los últimos 16 años, además de la revisión de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, para hacerle los cambios correspondientes para asegurar que las exigencias realizadas a los establecimientos y a los sostenedores sean suficientes para producir calidad y equidad en este ámbito. Esta comisión evacuó un informe a finales del 2006.

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Abogado de un organismo NO Gubernamental dedicado al trabajo con menores llamado OPCION, y parte del equipo del Observatorio de Justicia Juvenil del Centro de Estudios SocioCulturales (CESC).


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movilizaciones de los estudiantes secundarios que perseguían el cambio de la antigua ley de educación, inicialmente pusieron el énfasis en el número de detenidos16 y en los incidentes “violentos” que se produjeron en las primeras marchas secundarias. De esta forma, la protesta estudiantil se construyó en la prensa como un conflicto callejero y “vandálico“, como espacio de violencia y de desorden y no como expresión válida contra un sistema educacional que legitima la segmentación de clase y que distribuye diferencialmente la calidad de la educación de acuerdo a los ingresos, no posibilitando la movilidad social, cuestión promocionada y validada por el gobierno y ciertos sectores de la sociedad. Así, los medios de comunicación, comenzaron a cubrir las primeras manifestaciones estudiantiles dentro del denominado marco de la “violencia estudiantil”. Saqueos, desmanes y enfrentamientos con la policía fueron las imágenes que se mostraron a los lectores o televidentes, cuestión que ponía en segundo plano las demandas estudiantiles. • “Violentos incidentes entre escolares y carabineros”, Publimetro, 27 de abril. • “El rock del peñascazo fue hit en la Alameda”, La Cuarta, 28 de abril. • “Secundarios volvieron a las calles”, Diario Siete, 5 de mayo. • “Violencia callejera marcó la jornada”, El Mercurio, 6 de junio. • “Movilización estudiantil culmina con incidentes, destrozos y heridos”, La Tercera, 6 de junio. De esta forma, la prensa tanto escrita como televisiva, intentó restar validez al movimiento publicando frases como “la gran mayoría (de los escolares) desconocía las propuestas que presentarían ante el ministerio” o centrándose –como ya señalamos– en la violencia que se convirtió en el hilo conductor de las informaciones publicadas sobre los jóvenes. Tampoco las autoridades de gobierno estuvieron ajenas a esto, dado que, al inicio de estas movilizaciones, las autoridades intentaron bajar el perfil a estas demandas, tratando de construir una imagen de niños chicos, infantilizándolos y tratándolos de poco maduros, por lo tanto, considerados como no actores, no sujetos y poco dignos de ser considerados en las conversaciones sobre los problemas nacionales. Sin embargo, al avanzar los días y semanas, la visión de la prensa tuvo que comenzar a variar, dando un giro en sus pautas informativas –cuestión que llama la atención para entender cómo, en un lapso corto de tiempo, una protesta catalogada como un acto vandálico pasó a ser considerada como una expresión válida casi de veneración por estos jóvenes que lograron instalar el debate sobre la educación en Chile, hacer demandas concretas y cambiar la agenda de la presidenta Bachelet–. Así, se pasó del estigma a la veneración de las movilizaciones, cuestión que un columnista de la prensa escrita tituló en un artículo De la vandalización al apologismo (o el caradurismo nacional). Lo que el autor quería mostrar e intentar explicar era cómo se pasó de la imagen de jóvenes 16

Estas movilizaciones de estudiantes fueron altamente masivas, al contrario de lo que ocurre con otros actores movilizados (trabajadores subcontratados, pescadores, etc.). Por lo tanto, respecto de los “volúmenes de detenciones”, estos son mucho más grandes, tal como se puede apreciar a modo de ejemplo en el siguiente cuadro.


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violentos a jóvenes reflexivos, capaces de remecer al país y cambiar la agenda de la política y la política educacional en tan corto plazo. Así, el sociólogo y columnista del diario La Tercera Antonio Cortés Terzi culpará a la televisión de construir una imagen negativa al inicio del movimiento. Estos ejemplos que hemos señalado nos indican algunas cosas interesantes al momento de analizar la relación entre medios, jóvenes y violencia. Como señala Juris (2005), la violencia es un extraordinario icono simbólico, utilizado tanto por los jóvenes como por los medios de comunicación. Estos últimos, nos dice el autor, utilizan la violencia para captar audiencias o como señala Juris leyendo a Glitin (1980) y Hall (1974). Las imágenes de confrontación violenta utilizadas por los medios sirven para descontextualizar las performances violentas y reinsertar estas en ciertas narrativas hegemónicas que lo único que hacen es marginalizar, en este caso a los jóvenes, pero también a otros actores, como criminales y desviados, posibilitando así la realización de un ejercicio reinterpretativo de la violencia, donde esta es leída como una “violencia sin sentido”, por lo que siguiendo a Juris, los medios actúan de cierta forma como filtros ideológicos al servicio de la hegemonía dominante. Por otro lado, el decaimiento de las noticias sobre la violencia demanda hechos más violentos y espectaculares, constituyéndose así un círculo vicioso que no tiene fin, donde los medios demandan cada vez más violencia para poder vender y alcanzar altas sintonías, cuestión que se puede apreciar en las siguientes citas de estudiantes. [la violencia se utiliza] […] para llamar la atención yo creo. Porque en las primeras protestas nosotros nos pudimos dar cuenta que en una marcha pacífica, igual sale en los medios, sale en los medios pero como que no pescan mucho, pero cuando se ve que los estudiantes o las personas que están marchando son más violentas, eso como que llama la atención […] yo vivo hace 3 años en Maipú, mira, no sé, con la Coordinadora de secundarios de Maipú, que ya se disolvió hace rato ya, pero sacamos dos marchas pacíficas, super pacíficas, o sea, nos sentamos en la calle a lo más 5 minutos pa’ llamar la atención un rato y después ya, todos pa’ la casa, cuando llegué a la casa y prendí la tele, no llegó prensa, no llegó nada... Pero en cambio salis a la Plaza de Maipú y hacís mierda la Plaza de Maipú, estái 6 horas combatiendo con los pacos y sale dos días en la tele…Y en todos es igual. […] Lo que nos pasó a nosotros es que fuimos, nos sentamos en la calle, qué pasó, no llegó, iba a llegar la prensa, todo, cuando ya había quedao la tremenda embarrá...” (Estudiantes Secundarios 2007) “Ya había pasado todo, pero después de que pasó la embarrá llegaron [la prensa], cachái, en el momento en que estaban todos sentados en Avenida Larraín, nadie llegó” (Estudiantes Secundarios, 2007). De esta forma, la visibilización de la violencia por parte de los medios y sus asociados (delito, delincuencia, crimen, etc.) no hace otra cosa que objetivar el miedo en la sociedad, el cual “se proyecta en una minoría, la de los portadores del miedo y la sospecha” (Bonilla; Tamayo, 2007). Asistimos entonces a la construcción de una otredad que es vista primero como extraña y después como monstruosa, desatando una ola de “pánico moral”, particularmente porque el miedo a ese otro (los jóvenes violentos) es un miedo por no poder controlar a una


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otredad, o sea, se le teme a aquello que no se puede controlar, lo cual siguiendo a Baumann (2001) –quien sigue a Lévi Strauss– implica la adopción de tres posibles estrategias: la primera es la asimilación, o sea, el aniquilamiento del otro como otredad; la segunda es la expulsión, propio del vomitar a las otredades rebeldes, por lo tanto incomunicarlas y excluirlas; y, por último, simplemente la eliminación. Todo esto nos lleva, como Bonilla y Tamayo (2007) nos señalan, a una “criminalización mediática” de cierto tipo de jóvenes. Es importante recordar que, más allá de que efectivamente algunos secundarios protagonizaron hechos de violencia, el año 2002 fue la primera vez en mucho tiempo en que los secundarios se manifestaban en masa en las calles de Santiago con demandas bien particulares, lo cual también constituía un hecho noticioso digno de destacar. Así, paradojalmente, un actor minusvalorado por la sociedad chilena; un actor secundario, que en términos estrictos no es un ciudadano pleno; que está en términos biológicos entrando a la juventud (adolescencia para otros) o ya está en esta etapa, o sea, a medio camino de la adultez, lleva adelante una serie de movilizaciones con sentido de país, criticando fuertemente el sistema educacional imperante bajo una lógica de libre mercado. Pero una de las particularidades de estas movilizaciones es que supuso la convergencia con otros actores: profesores, apoderados, trabajadores, convirtiendo las movilizaciones en una cuestión inédita y transversal a la sociedad chilena.

A modo de conclusión Se puede concluir que hablar de la violencia no es nada de sencillo; definirla tampoco. Por otro lado, la violencia en la sociedad siempre ha existido, por lo que es difícil afirmar si hoy en día existe más violencia o no. Al parecer, sí se puede señalar que la violencia hoy en día asume diversas caras, o sea, han cambiado sus manifestaciones. En esta misma línea, la Organización Mundial para la Salud (OMS) señala, en un informe evacuado el año 2003, que las expresiones de violencia son múltiples y que estas realidades requieren ser abordadas de manera multidimensional, y por sobre todo como un asunto de salud pública, donde deben estar todos los actores sociales (estado, autoridades locales, policías, sociedad civil, etc.) involucrados y comprometidos de manera activa en la búsqueda de soluciones eficaces e integrales para superar este problema. En ese sentido, hay que destacar –a partir de dicho informe– que una de las formas de violencia más visibles en la sociedad resulta ser la violencia juvenil. Es así que en casi todos los países son los adolescentes y los adultos-jóvenes las principales víctimas y perpetradores de dicha violencia. Por otra parte, la violencia juvenil daña profundamente no sólo a las víctimas, sino también a sus familias, amigos y comunidades en general. Este tipo de violencia provoca un fuerte deterioro de la calidad de vida de quienes se encuentran expuestos cotidianamente a sus efectos; un incremento de los costos de los servicios de salud; una reducción de la productividad; una disminución del valor de la propiedad; y en general una desorganización de los servicios esenciales, socavando –a veces– la estructura misma de la comunidad.


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De tal manera, no es posible considerar el problema de la violencia juvenil aislado de otros comportamientos problemáticos, como por ejemplo: la deserción escolar, el abuso de sustancias psicotrópicas, la violencia intrafamiliar, el maltrato infantil, etc. Abordaje que necesariamente debe considerar no sólo factores cognoscitivos, sino sociales, comportamentales, y –por cierto– a los propios sistemas sociales que configuran esos factores. Por otra parte, Ramos, González y Bolaños (2002), señalan siguiendo a Sellers (1995) que los jóvenes viven en un sistema legal, social y político que es muy restringido culturalmente, donde precisamente la imagen que se tiene de ellos es que no son suficientemente capaces de administrar su vida. Por lo tanto, gozan de pocas libertades y recursos, lo que lleva a un cierto malestar entre los jóvenes que puede desencadenar en hechos violentos que paradojalmente van a ser utilizados para tratarlos con menos respeto y más castigo. Como se puede apreciar, la violencia es un concepto polisémico al igual que la juventud o los jóvenes, por lo que, al hablar de violencia hay que realizar distinciones, lo que lleva a pluralizar el concepto, pasando de la violencia a las violencias como única forma de entender este fenómeno.

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Comentario de libros



La resignificación del vínculo. Comentario sobre el libro El tiempo de las tribus de Michel Maffesoli Javier Agüero A.1 “La posmodernidad no va a ninguna parte en particular aunque puede ir a cualquier parte”. Esta frase de Jesús Ibáñez sostenida en el prólogo del libro de Michel Maffesoli El tiempo de las tribus (M. Maffesoli, 1990), permitiría comenzar una incipiente hilvanación respecto de este pretencioso ejercicio de comentar libros ajenos. ¿Qué significa no ir a ninguna parte? ¿Qué significa no tener proyecto? Inicialmente una imposibilidad hacia el por-venir, pero, al mismo tiempo, una ausencia de soporte previo o discurso fundante que favorezca esa misma pro-yección. Es precisamente la condición inversa que habría caracterizado y dado contenido a la modernidad, es decir, una filosofía de la historia que, desde Kant, Descartes, Hegel y otros insignes pensadores de la razón, identificó a esta última como la única posibilidad de emancipación (J. Habermas, 1989). En pocas palabras, el proyecto de la modernidad fue, primero, augurado y ponderado y, segundo, desplegado hacia el futuro como una locomotora histórica cuyo motor era la razón misma. Si la modernidad ha tenido –tiene aún según algunos– proyecto, es precisamente por su vocación hacia la trascendencia, la posmodernidad no lo tendría, por su vocación a la inmanencia. La incapacidad de pro-yectarse, sin embargo, no inhabilita el despliegue y distribución de sentido, de filiación y nexo. Por el contrario, revela en su permanente aquí y ahora la consecución reiterativa de la vinculación misma. La posmodernidad ya no se arraiga en primeros augurios o en una filosofía de la historia, tampoco en promesas mesiánicas hacia un futuro nutrido de razón; es una vinculación resignificante, un lazo inspirado en contextos que, no por esa misma contextualidad, se sustraen del sentido. Este es el axioma central que parece articular al texto de Maffesoli. La inmanencia construye y distribuye sentido, ya no desde un plexo de significaciones históricas referidas a un cógito, sino desde un crisol fragmentario que tiende, en su misma dispersión, a anexar desde los afectos. Esta condición posmoderna (sin proyecto) que al mismo tiempo es nómada y resignificante en términos de los sentidos que impulsa, haría que el lazo social -tal y como se entiende desde la modernidad- se disuelva. Cómo sostiene Jean Luc Nancy en su Comunidad desobrada: “El individuo no es más que el residuo de la experiencia de la disolución de la comunidad” (J. L. Nancy. 1983). 1

Chileno. Sociólogo, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, magíster en filosofía con mención en axiología y filosofía política por la Universidad de Chile. Docente Escuela de Sociología de la Universidad Academia deHumanismo Cristiano. Email: eaguero@academia.cl Revista de la Academia / Nº 13 / Otoño 2009 / pp. 173-175. ISS 0717-1846


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¿Qué queda entonces después la comunidad y de lo social? Maffesoli dirá que sujetos tribales que adhieren correlativamente, desde la tragedia de la pérdida del ligamen moderno, al tribalismo. El tiempo de las tribus se ofrece en esta perspectiva, como una posibilidad de repensar a un sujeto que, efectivamente, es la expresión trágica de un núcleo disuelto. Cuando la unidad se escinde y da paso a la dispersión, entonces se nos revela un individuo que debe re-ligarse. Este es precisamente el sujeto tribal, aquel que, penetrado por la fragmentación y la incertidumbre, redescubre en las emociones y los afectos una nueva posibilidad para la filiación. Maffesoli es optimista respecto de las rutas que abriría un pensamiento de la posmodernidad. A diferencia de autores como Baudrillard, por ejemplo, que veía en esta condición la muerte de lo social y el triunfo maligno del objeto en éxtasis (extático) (J. Baudrillard. 2002), Maffesoli evidencia una nueva zona. Esta sería, particularmente, la emergencia de lo múltiple y la heterogeneidad que arrastra el tribalismo en su sistemática e inmanente re-fundación del nexo. El sujeto tribal –o posmoderno– no se soporta sobre un sin-sentido como plantean algunas críticas, lo que ocurre es que no se captura en uno, se abre a todos. Al mismo tiempo debe multiplicarlos, los sentidos, en función del aquí y ahora permanente que le exige un contexto radicalmente resignificante. El individuo tribal entonces, desde el lente maffesoliano, se incorpora en un espiral afectivo urgente y permanente, a tal punto que se constituiría lo que denomina una “comunidad emocional”. (M. Maffesoli. 1990) Maffesoli permite comprometer un nuevo imaginario en relación al tejido epistemológico que sostiene al sujeto posmoderno. Esto es, el desplazamiento de un sujeto de derechos a un sujeto ético. Aquel sujeto de la modernidad, primogénito de la razón y de su proyecto, desaparecería en favor de un tipo de individuo que se funda y re-liga desde la implicación afectiva que tonifica decisivamente el axioma tribal. Aquí emerge también una estética-ética, una performance afectiva que implica definitivamente una respuesta –ética y resignificante– a la comunidad de las emociones. En el Tiempo de las tribus Maffesoli responde a estas emergencias y transformaciones, dando cuenta de una serie de nuevos conceptos y nociones que permiten el despliegue de un pensamiento atento, coyuntural e inmanente como la posmodernidad misma. Potencia subterránea, proxemia, policulturalismo, entre otros, son términos que expresan y distribuyen comprensión respecto de éste nuevo plexo de significaciones sociales y culturales al que denomina tribalismo. Este espiral afectivo al que se hace referencia, no indica precisamente una disposición ontológica al individualismo, sino más bien un canon epistemológico que favorece al agrupamiento. Las tribus, y el fundamental espacio que ocuparían dentro de la posmodernidad, son referencias sociales y culturales relativas a la identificación conjunta, como lo sostiene el mismo Maffesoli. No existen intersticios ni campos en la configuración de la sociedad posmoderna para el uno individual, sino para el uno tribal. Éste último entonces, en su estar permeado por individuos agrupados, recupera y hace circular los afectos de manera inmanente, actuando como pegamento y tejido relacional vinculante al centro de la dinámica tribal.


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En esta línea, la condición efervescente de las tribus, es decir, ese efímero tránsito que parece caracterizarlas, no es desde la mirada del autor una determinante para anular su potencial de sentido y de pro-yecto. Por el contrario, la tarea de la sociología en esta línea, es capturar ese sentido inmanente que se desprende de la praxis y lexis tribal. Los sujetos de la tribu sacrifican un futuro transformador y revolucionario por un presente reiterativo que los obliga a resignificar sus afectos. Esto revela un vínculo, no su ausencia o fracaso, sino su renovación y actualización constantes. Para concluir, nada más señalar que, si bien Maffesoli no inaugura el pensamiento posmoderno o pos-estructuralista, siendo más bien un brillante heredero de una serie de pensadores que probablemente descubren antes que él la relevancia de la différance, El tiempo de las tribus es un complejo y fino análisis filo-sociológico respecto de las configuraciones y expresiones que determinan a la sociedad posmoderna. Maffesoli no es precisamente un pensador anti-modernidad –como equivocadamente se cree en algunos círculos académicos latinoamericanos– sino un atento y sensible observador de la dinámica de su tiempo, en donde, y cómo él me reafirmó una vez, es posible una pragmática del descentramiento.

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