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Nº1 CASAS HABITADAS
Índice Editorial 4 5 6 7 20
Casas habitadas CasAbiera: LITERATURAS FUNZANAS Bibliotecas en prueba La casa de adentro: Luis Aguilera Cabra Recitales de poesía Cartografías del silencio 2020
Cuento 8 13 15 16 22 25 31 35
Agua en tajadas El intruso Once once La arena y el viento Decisiones Pueblo entre nubes La tacita de madera
Reseña 14 De regreso al túnel 24 El Extranjero de Camus, un heterónimo sin pies
Artículo 27 Te leo, nos leemos
Poesía 12 12 17 23 30 32
Grietas Convulsión oceánica Yenny, el zorro me traga Eco Raudal de ella
Oralitura 9 12 25 30 32 36
Anécdota de Yolanda Cepeda Anécdota de Victoria Ramírez Anécdota de Victoria Ramírez Anécdota de Sarahi Niño Anécdota de Victoria Ramírez Anécdota de Gloria Morales
Genealogía 10 Rosalbina 18 Cruz para el puerperio 28 Telar de lágrimas 33 A punto de estallar
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PRESENTACIÓN Alondra, la nueva expresión literaria de los funzanos
omo ciudadano y como alcalde de Funza, me es muy grato presentar el primer número de la Revista Alondra, un medio de comunicación que pretende descubrir, a través de un formato innovador, el talento que poseen nuestros funzanos para la escritura de cuentos, crónicas y poesía, entre otras formas narrativas. La ilustración de la portada, por ejemplo, elaborada por Alefes Silva, es tan solo una muestra del grado de abstracción y los contenidos de excelente nivel que publicará este nuevo medio, abriéndose paso para exponer otros horizontes a la comunidad funzana, desarrollados a partir de los diferentes programas ofrecidos por la Escuela de Literatura y el Biblioparque Marqués de San Jorge. Es por ello que no nos equivocamos al elegir esta revista como punto de encuentro, donde concurrirán todas las entidades y personas que trabajan en el ecosistema de la lectura, la escritura y la oralidad de nuestro municipio. Y es que, bajo la dirección y liderazgo del Centro Cultural Bacatá, se escribe, se narra y se cuenta el trabajo del Biblioparque Marqués de San Jorge, de la Escuela de literatura, del Plan Lector Municipal y del Programa de bibliotecas escolares. Un compromiso conjunto y armonizado, que ha logrado traducirse en acciones concretas, como el Simposio Nacional de Escritura Creativa, el Festival Internacional de Poesía, sinergias en procesos de lectura, escritura y oralidad, optimización y cualificación del recurso humano disponible, nueve recitales poéticos de alto nivel; fortalecimiento de la agenda académica en tiempos de pandemia, con talleres y actividades interactivas por plataformas virtuales; pódcast literarios y, como estrategia de extensión, la Beca de publicación de antología de talleres literarios del Ministerio de Cultura, así como el Concurso Municipal de Ortografía 2020, el cual se realizó cien por ciento virtual.
Sin lugar a dudas, las publicaciones literarias siempre han sido un termómetro de la capacidad de discernir entre las personas y las comunidades; por ello, este medio cobra tan importante relevancia, sobre todo, en el contexto de la pandemia del siglo, que nos ha obligado a reinventarnos, a experimentar cambios en la forma de comunicarnos y acercarnos; a medir y aprovechar más el tiempo, reflexionando frente al papel que debemos cumplir al servicio de nuestro grupo social. En este sentido, las publicaciones literarias están en sintonía con otra de nuestras metas, la de bautizar a Funza como la Ciudad Universitaria de Colombia, que abre las puertas a diferentes instituciones de educación superior para convertirse en eje del desarrollo académico de la región. Para lograr tal objetivo, entre otras acciones y con el fin de ampliar el acceso a la información bibliotecaria, próximamente haremos una inversión en bases de datos de consulta remota, con la cual los usuarios inscritos al Biblioparque Marqués de San Jorge tendrán acceso a libros, revistas y contenidos en línea. Seremos la primera biblioteca pública –de una ciudad no capital del departamento o del país– que ofrece este servicio gratuito a la comunidad. Logros que nos colman de satisfacción y nos alientan a seguir apoyando a esos hombres y mujeres funzanos que ven en las letras su máxima expresión de comunicación. A todas y cada una de las personas que han hecho posible escribir una nueva historia intelectual en Funza, les extendemos nuestro saludo y gratitud por esta primera edición de Alondra. A nuestros habitantes, los invitamos a vincularse a los diferentes programas formativos en el área de literatura. Dios les bendiga.
Daniel Felipe Bernal Montealegre Alcalde 2020 - 2023
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Talento literario funzano
ste año el programa Funza para Contar cumplió 11 años de existencia. En dicho contexto, la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá ha brillado, siendo una de las más antiguas y estables del Departamento de Cundinamarca y al reintegrarse a la Red de Nacional de Escritura Creativa -RELATAdel Ministerio de Cultura. En ese marco de logros de las letras funzanas hoy nos complace, dando continuidad a las estrategias del Plan Municipal de Lectura, Escritura y Oralidad -PMLEO- presentar la Revista Literaria Alondra, un medio que anticipa ser una voz para todos los amantes del cuento, la poesía y otras expresiones del arte literario. El Centro Cultural Bacatá con el apoyo de la Administración Funza Líder, se ha puesto la meta de impulsar como nunca las letras funzanas, porque sabemos del gran talento y disposición de los escritores y narradores
locales, talento que ya empieza a ser conocido a nivel nacional e internacional. Como lo reconocía nuestro alcalde, el Plan Municipal de Lectura, Escritura y Oralidad -PMLEOha demostrado ser una estrategia valiosa para el sector de las letras y la memoria de nuestro municipio y de nuestro país. Como es de conocimiento de todos, el Ministerio de Cultura declaró al 2020 como el año Manuel Zapata Olivella, dada la celebración del centenario del natalicio del autor, médico y antropólogo afrocolombiano de Lorica, Córdoba. Zapata Olivella, quien documentó, preservó y divulgó la cultura afrocolombiana a través de la literatura, la investigación académica y social y la difundió en distintos medios de comunicación, dejó un amplio legado a los colombianos. Desde el Centro Cultural Bacatá, nos unimos al homenaje por el centenario del natalicio del escritor de las obras literarias Changó, el gran putas; Chambacú, corral de negros y En Chimá nace un santo, rindiendo homenaje a
través distintos espacios y actividades; por ejemplo, con el Muro conmemorativo al autor en el Biblioparque Marqués de San Jorge donde se puede leer: “Tambores de América para despertar al viejo mundo”, en honor al título de uno de sus ensayos. La Escuela de Literatura también realizó dos pódcast lite rarios en homenaje a Manuel Zapata Olivella y así mismo, el 21 de mayo cumplió con el tercer Recital de Poesía del año Cartografías del Silencio, como celebración del Día nacional de la afrocolombianidad, recordando la vida y obra del escritor y artista. El evento contó con la participación de los invitados: Rómulo Bustos Aguirre (Premio Nacional de Poesía, Ministerio de Cultura, 2019), Angélica Hoyos (escritora y docente) y Francisco Amín Mosquera (escritor). En Funza, la literatura también es líder de cultura. Los invitamos a disfrutar de los contenidos de la Revista Alondra, primera revista literaria de nuestro municipio.
Juan David Barbosa Silva Director Centro Cultural Bacatá
Ilustración por: Juan Ruiz
Taller Imagen y palabra, Escuela de Literatura
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CASAS HABITADAS Víctor Manuel Mejía Ángel
Director Plan Municipal Lectura, Escritura y Oralidad de Funza
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uando era niño, a mi perro Paco y a mí, de la sala, a oscuras, cuando ya todos se habían ido a la cama. Entraba la luz
el piso. Los muebles de madera café-amarilla brillaban de manera dramática y esa estancia lo
cuando salíamos, esperaba nuestro regreso para ser de nuevo habitada. En los últimos meses, las protagonistas han sido las casas, las estancias, los apartamentos, las habitaciones. Hemos tomado conciencia de cada lugar, de cada pequeño espacio de nuestros hogares, lo hemos reclamado y lo hemos habitado. Las ventanas, otrora frías, se han calentado con el paso por sus cristales de miradas anhelantes. El encierro nos ha enseñado a resistir, pero también nos ha enseñado a tolerar. ¿Cuántos de nosotros salíamos a la calle para ahogar un desconcierto, un desamor o una rabieta? Por mucho tiempo hemos tenido que quedarnos a bordo de nosotros mismos, caminando hacia nuestras almas y regresando de vuelta sin salir de las 4 paredes de nuestra casa. La casa dejó de ser un espacio inhabitado y se impregnó de vida, se contagió de nuestro desconcierto y de nuestra rabia por no poder solucionar el gran problema microscópico que se cierne en las calles y que sube como araña por cualquier hilo de aire para meterse en las entrañas e intentar ahogarnos. Es muy grato para todo el equipo del Plan Municipal de Lectura, Escritura y Oralidad -PMLEO-, presentar a toda la comunidad lectora del municipio de Funza, del departamento de Cundinamarca y de todo el país, el primer número de la Revista Alondra, proyecto que reúne cuentos,
poemas, reseñas, genealogías, oralituras y otros productos literarios realizados en los diferentes espacios de creación de la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá y el Biblioparque Marqués de San Jorge. Nos llena de orgullo presentar tanto talento en nuestros colaboradores, pero, sobre todo, un ejemplo tan grande de resiliencia y de capacidad de atestiguar el devenir de nuestro querido municipio, desde una perspectiva panorámica y creativa. La Revista Alondra no sería posible sin el apoyo decidido de nuestro alcalde Dr. Daniel Felipe Bernal Montealegre. Su visión joven, razonada, coherente, nos ha permitido pensar y soñar con una Funza inteligente, proyectada como ejemplo en la región y en el país. Por otra parte, ha sido muy relevante el apoyo misional y confianza del director del Centro Cultural Bacatá, Maestro Juan David Barbosa quien con su visión de artista consagrado ha contribuido a darle forma a muchas ideas y proyectos en todos los campos artísticos para bien de la comunidad funzana. Si bien la pandemia mundial ha sido una tragedia en muchos aspectos, en el ámbito creativo ha sido una generadora de ideas y una liberadora de creatividad, lo que ha permitido que la palabra “reinventarse” tan de moda, sea de verdad una motivante de procesos, así lo hemos entendido en el Plan Municipal de Lectura, Escritura y Oralidad -PMLEOEsperamos que las siguientes propuestas generen en los lectores temas inspiradores, nuevas maneras de pensar y logren el objetivo de construir una Funza cada vez más lectora y critica, una ciudad que se piense a sí misma y siga siendo modelo a seguir para muchos municipios del país. Porque en Funza Ciudad Líder ¡La literatura nos libera!
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CasAbierta:
LITERATURAS FUNZANAS Aura García Fontecha Coordinadora Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá “Necesito regar con toda especie de abonos violentos el jardín interior para no sentir tan intensamente el vacío de esta vida» José Asunción Silva, Carta a Baldomero Sanín Cano (1894)
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ste ha sido un año de pluralidades, de aprendizajes y toma de riesgos, como Plan Municipal de Lectura, Escritura y Oralidad (PMLEO), iniciamos usando un lema que, poco a poco fue cobrando mayor sentido, desde marzo repetíamos una y otra vez: “En Funza Ciudad Líder, la literatura nos libera” sin saber que determinaría la importancia social de nuestra labor. 2020 ha sido el año de explorar e irrumpir los límites de la literatura tradicional; hemos comprendido los garabatos, los cantos, las oralituras, hemos fortalecido nuestras habilidades comunicativas descubriendo y puliendo nuestra ortografía, redacción y estilo, nos atrevimos a explorar las distintas posibilidades que ofrece la escritura creativa, emprendimos el reto de editar nuestros propios libros, revistas y fanzines, además debimos usar nuestra voz, a través de distintos medios para difundir el amor por las letras, en un sentido amplio, a través de podcast que superaron las fronteras del territorio, para hacer de este albergue virtual una CasAbierta donde compartir nuestras lecturas del mundo. Nuestro objetivo como Escuela de Literatura en la Ciudad líder, ha sido democratizar la práctica de la escritura, donde sin importar la procedencia, la edad, el género, el nivel de alfabetización, pudiéramos reconocer nuestro oficio como un Arte que requiere guía, aprendizaje de técnicas, herramientas y trabajo constante de exploración de las individualidades y estilos, para materializar los mundos que habitan las casas, a veces saturadas por los pensamientos. Reclamamos la habitación propia, el espacio que, según Virginia Woolf todo escritor necesita para crear. Sin lugar a duda, en nuestro Funza la literatura es un agente práctico de transformación social, esta es una maravillosa oportunidad para agradecer el apoyo de nuestro Alcalde Daniel Bernal Montealegre, lector y creyente de los procesos de formación artística, cuya
gestión ejemplar y confianza han fomentado el impacto de nuestra labor sobre la comunidad, también exalto el compromiso del Director del Centro Cultural Bacatá Juan David Barbosa Silva, Barbosa, quien ha impulsado el crecimiento de la Escuela de Literatura, un artista que comprende y fomenta otros modos de entender la cultura, agradezco también a nuestro Director del Plan Municipal de Lectura, Escritura y Oralidad (PMLEO) Víctor Manuel Mejía Ángel, escritor y docente, fundador del taller de escritura creativa Funza para contar, que lleva más de 11 años reuniendo cada sábado a los narradores de nuestro
Ilustración por: Luisa Valero
Taller Imagen y palabra, Escuela de Literatura municipio, también a todo su grupo de colaboradores del Biblioparque Marqués de San Jorge. Finalmente, agradezco a mi equipo de trabajo de la Escuela de Literatura, a los docentes: Jorge Valbuena, quien ha impregnado de poesía cada rincón de Funza, Andrés Susatama, quien ha acompañado los primeros arrullos de nuestros niños y niñas, fortaleciendo las relaciones familiares y Cindy Martínez quien con creatividad dirigió los semilleros de escritores infantil y juvenil. La Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá de Funza Líder se enorgullece en presentar a la comunidad de nuestro municipio y de municipios aledaños la primera Revista literaria producida totalmente en nuestro territorio, con el nombre de un ave endémica del humedal Gualí y la imagen poética de la portada
creada por el gran ilustrador colombiano Alefes Silva. En las páginas que encontrarán a continuación, verán una muestra significativa de las obras realizadas en los 14 procesos de formación de nuestra Escuela: cuentos, poesías, reseñas, genealogías, oralituras e ilustraciones terminadas por estudiantes de 0 a 100 años, que asumieron el reto de formarse a través de la virtualidad con nosotros. Como Coordinadora de la Escuela de Literatura, estoy agradecida con todos y cada uno de ellos, por su constancia y fortaleza, por permitirse el espacio en medio del trabajo, el estudio, o la falta de ambos, para crear y compartir sus casas habitadas. Ha sido un ciclo de muchísima producción literaria y en general, de catarsis artística, en este punto del año podemos decir con orgullo que hemos descubierto una cantidad significativa de escritores nuevos en nuestro municipio (poetas, cuentitas, oradores, narradores gráficos etc.). Sin romantizar la situación actual, hemos visto y escuchado la polifonía de nuestro Funza, más allá del hermoso eco de la biblioteca, han llegado a nosotros diversas personas, que no tenían el tiempo o las comodidades suficientes para asistir presencialmente y, ante la necesidad de expresar por lo que todos estamos pasando, de habitar el exterior con palabras, les hemos visto tomar su propia voz: sembrarla, abonarla, cosecharla y compartirla. Debo aceptar que, como equipo editorial, fue difícil elegir entre la gran cantidad de trabajos valiosos que recibimos para esta publicación, sin embargo, nos decidimos por una selección variada en cuanto a géneros y temáticas, pensando en los lugares que la misma habitará. Esperamos pronto hacer parte de las bibliotecas de la fincas, casas y edificios, de las instituciones de educación públicas y privadas, poder ser leídos en el Biblioparque Marqués de San Jorge, como un testimonio, pero más que nada, como un recordatorio de lo que podemos lograr desde el encierro literal. Somos casas habitadas por la palabra y hoy, ante ustedes, abrimos puertas y ventanas.
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BIBLIOTECAS EN PRUEBA Steven Grajales
Promotor de Lectura y escritura, Biblioparque Marqués de San Jorge
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una civilización granjeó a partir de los años.
Un ejemplo es la destrucción de la Biblioteca de Alejandría a causa del incendio de los navíos de Julio César, en pleno año 48 A.C, o las innumerables bibliotecas bombardeadas por la Alemania Nazi y las Fuerzas Aliadas cuando emprendían sus campañas bélicas. Ni qué decir de los ataques que convirtieron en cenizas la famosa Biblioteca Nacional de Irak por parte de tropas estadounidenses. No solo la barbarie o las guerras han puesto en jaque a las instituciones bibliotecarias, también las debacles económicas. En el año 2008 España sufrió una crisis económica que llevó a sus ciudadanos a crear movimientos sociales exigiendo una renovación democrática. Bajo dicha coyuntura, el presupuesto de las bibliotecas públicas fue reducido notoriamente y esto las puso en peligro. El bibliotecólogo José Hernández observa el contexto y teca ante la crisis. Hernández (2009) dice: Es necesario plantear este tema en primer lugar porque la biblioteca pública es una institución cuya actividad debe adecuarse al contexto, a las necesidades comunitarias y las de sus lectores. Y en segundo lugar porque hay circunstancias como la reducción en los presupuestos o cesidades de los usuarios o la llegada de nuevos grupos y personas a la biblioteca, que fuerzan a ésta a reaccionar, tomar decisiones y actuar. (p. 72) Son muchos los embates que ha recibido y superado el sector bibliotecario a lo largo de la historia. Sin importar lo anterior se mantiene su misión, que tiene que ver con la conservación y transmisión de información clave co de la humanidad. Ahora las bibliotecas se encuentran enfrentando otro desafío: Una pandemia global que impide continuar con sus procesos normales
de manera presencial y que obliga a honrar blioteca Tomás Navarro Tomás ha llevado la palabra de moda: “reinventarse”. Lo cierto todo su campo de investigaciones y ayudas es que muchas bibliotecas no se encontraban para la información de sus usuarios a distinpreparadas para semejante cambio. cionamiento durante la situación. De manera Si bien la tecnología ha avanzado a pasos agigantados, hay que decir que países y el número de usuarios han aumentado, y como el nuestro no han logrado adaptarse que la situación los encaminó a reconocer el complementamente a las nuevas reglas de valor de lo digital. Al respecto Pérez-Montes juego. Murray (2020) plantea: (2020) dice: Al respecto, nos encontramos ante la presencia de lo inesperado, de la fuerza del ahí y el ahora, del paso de lo conocido y cotidiano a la readecuación forzada, sin el previo consenso, ni discusiones de qué puede hacerse o debería hacerse, dentro del marco organizacional en cuestión: la biblioteca. (p. 1) Las bibliotecas deben asumir el cambio de lo presencial a lo digital para continuar funcionando. Todos sus procesos de promoción y difusión de lectura, escritura y oralidad, tienen que buscar un nicho en la dimensión digital para seguir en contacto con los usuarios que esperan frente a las pantallas. Los servicios de préstamo deben ser pensados nuevamente y contemplar las bases de datos como un medio para llevar a cabo dicha gestión. Los promotores culturales y los guías de servicios bibliotecarios deben estar en completa disposición para resolver dudas y direccionar a los interesados a realizar sus consultas. Las bibliotecas no pueden parar, mucho menos en tiempos de cuarentena. Ya estamos por alcanzar ocho meses de cuarentena, donde bibliotecas y otras instituciones gubernamentales han acelerado el traslado de sus servicios a la virtualidad, un espacio al que no se le daba la debida impor tancia hace algunos años. Esta coyuntura nos llevó a reconocer la virtualidad de inmediato. Lo mismo está ocurriendo en España con sus bibliotecas públicas, por ejemplo la Bi -
El aprendizaje de esta experiencia nos ha hecho ver el valor de lo digital. En el futuro los servicios, la colección física y nosotros mismos deberemos estar preparados para completar la transición digital. Se ha consumido la información y los servicios accesibles en línea. En ese contexto la inversión en formación y la adecuación tecnológica jugarán un papel fundamental en nuestro futuro próximo. (p. 39) Como la biblioteca Tomás Navarro Tomás, de España, El Biblioparque Marqués de San Jorge de Funza, reconoce en la virtualidad el progreso del presente y el camino del mañana. La Biblioteca Pública de Funza ha logrado trasladar todos sus servicios de promoción y difusión de lectura al campo digital por medio de su equipo de trabajo. Los usuarios han estado acompañados por cada uno de los promotores y guías de servicio. Esta es una función loable que se ha conseguido en poco tiempo durante los primeros días de cuarentena. No podemos negar que han sido muchos los baches históricos y coyunturales que ponen entre la espada y la pared a las bibliotecas, pero, hasta el momento ninguno ha vencido. Las instituciones bibliotecarias siguen en pie resguardando todo el patrimonio intelectual y cultural de la humanidad para el conoci-
que parafrasear a Nietzsche al decir que: “Lo que no nos mató nos hizo más fuertes”.
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uis Aguilera Cabra es un funzano que le ha dado la vuelta al mundo, desde adentro y desde afuera. Su vida y su obra reúnen un amplio compendio de momentos, personajes y experiencias que, vistos en retrospectiva, configuran un mapa estético e histórico en el que su voz literaria demarca el recorrido en espiral de un tiempo compartido, desde la mirada de la poesía, la novela, la crítica.
Nació en 1945 en Funza, Cundinamarca, vivió parte de su infancia en la Sabana de Bogotá, entre los verdes senderos y las nubladas estampas de Madrid, Mosquera, Funza. Entre sus primeros juegos aprendió a leer y escribir en este territorio, a planear sus entornos imaginarios, sus primeros trazos, rondas, coplas, versos, relatos; momentos de inocencia y asombro, pero también de sospecha de un mundo complejo y lleno de historia ante su vista sensible, así recuerda la infancia en su casa de Funza, en su texto: “Funza por Luis Aguilera”, enviado por correo electrónico a la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá, en marzo de este año: “Nuestra casa, que para entonces era grande, después pude comprobar que no, que era un asunto de estatura, estaba a la entrada del pueblo, sobre la carretera a Tres Esquinas. Tenía una verja y un antejardín, bien cuidado por mi madre, con rosales, sobre todo, además de muchas macetas en el frente, bajo las ventanas, moyas de barro cocido y los clásicos tarros amarillos de aceite Penzoil o de pintura. ” Su recuerdo aún mantiene vigente un vapio que lo vio nacer y dio sus primeros pasos, y en las márgenes de sus cuadernos. Vivió el Bogotazo a sus tres años de edad, y lo recuerda entre el estrépito y afán de una infancia de la que tendría que desprenderse y migrar después a otros lugares. Así recuerda el oscuro y luctuoso eco del 9 de abril de 1948 en las calles funzanas: “Hay un suceso muy fuerte, inolvidable por la angustia demudada de mi madre. Podría rehacer la escena ahora mismo. Fue el 9 de
LA CASA DE
ADENTRO Semblanza del escritor funzano Luis Aguilera Cabra Jorge Valbuena Montoya Docente Escuela de Literatura
abril del 48. Yo tenía 3 años, pero me marcó como marcan las hondas cicatrices. A papá lo cogió el asesinato de Gaitán en Bogotá. Y tenía que haber llegado en el bus de una hora ya sabida, no sé cuál. La Flota Funza tenía entonces ses – pintados de azul y alguna franja -, uno lo manejaba don Carlitos Pinzón, atento y decente del tallo del corazón hasta la médula y, el otro, más serio, don Pedrito Benavides. Por ahí hubo otro que era reemplazante o de domingos, no lo enfoco bien, apenas me llega la onda corta que le decían Pellizco, sobrenomhizo noche y papá no llegaba. Por la carretera pasaban volquetas y camiones repletos de gente armada con palos, hoces y machetes, vociferando y amenazando puño en alto." Momentos que con su mirada de memoria telescópica retrata como un poema en prosa de los rastros de otros tiempos. Como si ese quiebre que significó para Colombia este episodio histórico de 1948, también hubiera delimitado nuevos rumbos para su familia justo en sus primeros años, ya que después iniciaría un largo viaje que lo llevaría por los caminos de la literatura, los clásicos, las grandes obras de la literatura universal, el diseño, la publicidad, hasta conocer ya en sus épocas de bachiller y universitario, los movimientos literarios que se estaban gestando entre los jóvenes artistas e intelectuales, Los Nadaístas, La Revista Mito, La Revita ECO, y los escritores de la que sería su generación en el coro de la historia: La generación sin nombre, que tuvo que vivir la aparición de un país complejo, con nuevos retos y conflictos por sobrevivir, pero con la esperanza del cambio desde el arte.
Sin
pretensiones,
ni
teniendo
la
grupos literarios, Aguilera es reconocido en la historia de la literatura colombiana como uno de los poetas de esta importante generación, por su atinada mirada crítica y estética a su tiempo, ya que la Generación sin nombre precisamente recibe este nombre, entre otras cosas, por ser los sucedáneos de la llamada “Literatura de la violencia”, que confrontan la postura conservadora y el aparataje político del llamado “Frente Nacional”, así su poesía, lejos de los convencionalismos, retrató y retrata con un ímpetu constante, la condición humana de quien mira al universo como a una casa sin fronteras. Es por ello que poemas como “Waldina”, o “Historia para contar a un niño bengalí”, son un referente en la poesía colombiana, que desde la poética de Aguilera ha podido verse a los ojos de una historia que aún está escribiéndose. Luis Aguilera se fue de Colombia en 1984. Ha vivido en Argentina y en Tenerife, España, donde se encuentra en la actualidad. Ha trabajado en agencias de publicidad en Bogotá y en Islas Canarias. Su primer libro: “Poemas”, lo publicó en 1964. Es autor de los libros: Quítenme estos versos de aquí (1993); Fulanitos de tal, Zutanitas de tul (Novela, Planeta, 1996); Aún así. Poemas reunidos. (Universidad Nacional de Colombia, 2006); El inesperado (relato, Caza de Libros, 2013); El ser Unánime y la Sociedad y el Estado dis tributivos (2012); El salto del salmón (Ar tículos de opinión en el diario La Opinión, Canarias, 2000 – 2003); Voz que se queda, 2014. En el año 2016 escribió en Argentina la novela Una situación muy esponjosa. Su obra convoca desde cada latitud, desde cada orilla de su voz, entre arpegios líricos y trazos libertarios, retrata el sendero de una imaginación sin tiempo único y total, registra la presencia de la nostalgia con la humana esperanza de un mundo mejor. Sus versos evocan sus momentos más ellos caminando de la mano del viento que en coro respiramos, en sus letras latentes y llenas de abrigos, para ser en la palabra, el mundo. Aquí uno de sus poemas:
EL SILENCIO DE LA PIEDRA He pensado sobre el extraño silencio de las piedras.
Pido que me sean devueltos todos los cielos
Por qué los he de perder ahora que me marcho.
que pasaron. Si míos fueron, en la lentitud del viaje La memoria de algún océano que me abarca
también les pertenezco. Ya hechos noche,
se sutura en ellas. Debieron llegar por ahí
en ninguna otra ventana se apagaron.
quedó sobre mi almohada y que cualquier adiós en la mano que lo agita, para caer vendrá conmigo.
los días que fueron antes y el siguiente. En la respiración de sus cristales he visitado Algo de su universo en esta tarde me conmueve.
Ahora que el hueco perfumado de un amor ausente
a su contraluz de niebla mi cara y mi recuerdo.
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AGUA EN TAJADAS Wilson Amado Gamboa, 53 años Taller de narrativa Funza para contar, Escuela de Literatura –¡El agua, el agua!– Se escuchaba el grito todas las mañanas a lo largo de las dos calles que conforman el caserío. –Negro! Traéme un galón de agua. –¡Ya mismo niña Ceci! Y corrió con sus pies descalzos hasta el desvencijado triciclo que le regaló su abuelo, cargado de canecas plásticas rebosantes de agua que recogió del río. Llenó el galón de plástico y se devolvió en carrera, marcando el camino con una línea de gotas que caían del recipiente, hasta donde lo esperaba su clienta. –¡Cien pesos niña! –No hay monedaj mi negro. Pero ¡ajá!, toma ejtaj tajadas de pan. –¡Gracia! –Respondió perdiendo su mirada en tres tajadas de pan duro, en tregadas por la inmensa señora que tomó la jarra y se metió en la casa. Recorrió las arenosas calles, como todos los días, desde el río hasta la salida del caserío, desde el amanecer hasta el mediodía. –¡El agua! ¡El agua! –¡Hola negro! Déjame diej galone. Hoy me vo’a bañá. –¡Sí don José! –Toma. Ejtas tajada de plátano para tu almuerzo, como paga por el agua –Y descansaron estas, al lado de las tajadas de pan y de una papaya casi entera, pero en rodajas. Y de regreso a casa, algunas veces una que otra moneda, pero con bolsas llenas de tajadas de pan, tajadas de plátano, otras frutas y alguna vez una tajada de carne o un pedazo de pescado. Y a la siguiente mañana, hasta el río y hasta el caserío, –¡Negro, el agua! –¡Voy! De ida, de regreso, un día, otro día. –¡El agua! ¡El agua! Una mañana el señor alcalde, muy temprano, le pidió cien galones de agua. El muchacho fue y volvió cuatro veces para cumplir con el pedido de su gran cliente. Tendría, en la tarde, una reunión con invitados especiales que llegarían de la ciudad. El triciclo estaba más limpio que nunca para no chillar con las organizadas y decoradas calles, para las que trajo decenas de galones de agua, pues hubo que rociarlas, ya que, si las barrían, abrirían hueco en el polvo. No era el día de la independencia, ni el cumpleaños del alcalde, ni había nuevas obras para inaugurar, pero todo estaba para celebrar algo. Los invitados llegaron en dos carros más lujosos que la casa de doña Ana, la única con televisión y que la casa del alcalde, la única que tenía reja para que no se entraran los perros a orinarse en el antejardín donde crecían dos matas de ñame. Con sus carros levantaron todo el polvo de la calle y este cubrió todos los adornos que se habían puesto. Entraron en la casa del alcalde tapándose boca
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y nariz como si el caserío oliera a feo. Estuvieron allí dos horas. Las mismas que el negro esperó para venderles el agua que trajo del río en el desvencijado triciclo que le regaló su abuelo, y que ese día limpió para verse como todo un empresario ante los invitados del alcalde. Estos salieron luego y subiéndose a sus carros, arrancaron dejando las casas cubiertas con tanto polvo, que nunca antes se habían visto tan blancas. Hacían juego las paredes, con todas las personas que, frente a la casa del alcalde, aplaudieron a los invitados a pesar del polvo que les cayó y los dejó más blancos que las casas. Ahora parecían un pueblo de gente blanca con casas blancas y ropa blanca. El agua en las canecas ahora blancas, en el triciclo ahora blanco, combinaban con su dueño, ahora un muchacho blanco con la cara negra, pues puso sus manos para no recibir el tierrero que dejaron los carros de los visitantes y no pudo aplaudir. El alcalde, que sí conservaba su color, salió a la puerta y les anunció que, en poco tiempo, el preciado líquido de vida, llegaría en una gran tubería que recorrería completo el caserío. Y todo a cambio de unos cuantos billetes documento, como una hipoteca o algo así, para entusiasmar a los visitantes que habían llegado desde tan lejos a solucionarles el eterno problema de la falta de agua sin más interés que un simple voto. Los aplausos y los “ ¡Viva el alcalde!” no dieron espera.
–Se te va a acabáel negocio, negro –¿Qué vaja ce ahora, negro? –Tiene que pensá qué te va a poné a ce, negro Y de manera hostil y vulgar, patearon el viejo triciclo que diariamente llegaba a las puertas de las casas a cambiarles agua por tajadas. Pasaron unos días y un inmenso tanque con ruedas entró en la calle principal, tapando otra vez las casas con polvo. Se detuvo frente a la casa del alcalde y con una gigantesca manguera en la mano, el conductor se paró al lado del mandatario y dijo a grito herido: –¡EL AGUA, EL AGUA!–. El muchacho vio cómo la gente se volcó hacia aquel monstruoso tanque y llevó más agua que nunca. Todos tenían en sus manos billetes y muchas monedas para pagar las canecas de agua que recibían. El carro ya vacío, arrancó y, dejando un barrial debajo de la polvareda, se marchó para volver tres días más tarde. Se repitió la escena con intervalos de cinco días y luego de ocho, y luego de quince, y luego
fondo el calor la deformaba en el aire y los hipnotizaba. El carro no regresó y volvieron a sus puertas, con las canecas que diariamente debían voltear bocabajo para evitar que se llenasen de polvo. El pueblo, con el trato del alcalde y sus visitantes de la ciudad, ahora no tenía billetes, ni monedas, alguien no tenía casa y nadie tenía agua. Solo tajadas de pan, de papaya y alguna de carne. Pero la visita ya se había llevado la tajada más grande. Una silenciosa mañana de sol como todas las mañanas, de canecas bocabajo arrinconadas en los patios, de tajadas de pan y frutas en la mesa, o de carne, o pescado, despertaron muy temprano y la sonrisa volvió al rostro. –¡El agua, el agua! –Gritaba el negro que, días antes, reparó el desvencijado triciclo que le regaló su abuelo. Había cargado el vehículo de canecas plásticas rebosantes de agua que recogió en el río para recorrer las dos polvorientas calles del caserío y convertirlas en tajadas de pan, frutas en rodajas y una que otra tajada de carne y ¿por qué no? un pescado.
entrada de la calle principal, con sus canecas vacías que se comenzaban a cubrir de polvo. El alcalde respiró hondo y miró al suelo, dio la vuelta y con las manos en los bolsillos, se metió en su casa. Los habitantes, esta vez no tenían monedas ni billetes para pagar el agua con sus canecadas de polvo a sus casas.
Ese día, el negro vendió tanta agua que tuvo que ir tres veces más al río y volvió a casa con
Amaneció y, de nuevo, todos en la calle, miraban al final de la carretera cómo en el
CANTO DE ALONDRA
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Oralitura recopilada por Yolanda Cepeda, 37 años Programa para oradores, Escuela de Literatura
e contó el abuelo que su Bisabuelo, José María, quien huyó de Bogotá, cuando las guerras de la independencia (pues él pertenecía al ejército que perdió con el ejército de Bolívar) se radicó en una de las veredas de Ramiriquí, donde fue colono y desplazó a comunidades indígenas para radicarse con su familia y adquirir las tierras que no tenían títulos, aún era selva por entonces cuando las colonizó y cortó los árboles. Cuando José María murió se le apareció a uno de sus familiares y le comentó que sus obras buenas y malas estaban empatadas, que había una en especial por la cual podría ir al cielo, pero la había efectuado en Tunja en sus años de servicio, esta consistió en echar a un
reunirse y viajar a Tunja rezando hasta la catedral, él viajaría con ellos. La familia hizo como él ordenó y fueron caminado hasta Tunja rezando. En una posada se detuvieron a descansar y alimentarse, luego continuaron el viaje hasta Tunja. Cuando regresaron, José María volvió a conversar con el familiar y le dijo que él solo pudo viajar con ellos hasta cuando pararon a comer, ya que mientras comieron el diablo robó su alma y no pudo continuar el viaje. Volvieron nuevamente a realizar recorrido y esta vez se dividieron en dos grupos. Mientras los primeros comieron los otros rezaron y luego se intercambiaron, después continuaron su viaje hasta Tunja, como lo había solicitado. Finalizada esta experiencia, el familiar con quien se comunicaba el Bisabuelo de mi Abuelo tuvo una visión donde lo vio viajar al Cielo.” José María (79 años)
Ilustración por: Luisa Valero
Taller Imagen y palabra, Escuela de Literatura
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Diana Trujillo Trujillo, 50 años Círculo de la palabra femenino, Escuela de Literatura
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ecuerdo la casa de mis padres, tengo grabado en mis sentidos el agradable olor del árbol de durazno, el sabor de frutos carnosos, dulces y enormes, solía pasar mucho tiempo subida en ese árbol mirando el hermoso paisaje, recuerdo mis años de juventud en el hogar de mi infancia, saltando por lugares relevantes, más allá de la linealidad del
la memoria y los instantes, las riquezas fugaces que permanecen como la vida y el propósito del pasado que nos construyó. Yo fui hija única, mi padre era el jefe de policía de Pasca-Cundinamarca, una vereda de Fusagasugá. Mi madre, Isabel Lanza, era una mujer sencilla, hogareña y poco ostentosa que cocinaba mucho porque debía tener lista la comida para los peones encargados de recoger la cosecha. Ella era cariñosa conmigo. Mi padre, en cambio, era un hombre temperamental: recuerdo que alguna vez me había ordenado hacer aguepanela en la estufa de carbón y por estar jugando, se me olvidó, la olleta se quemó y él se enfadó tanto que me castigó golpeándome con un cinturón. La escuela era para todos los niños de la vereda, teníamos que presentar las evaluaciones con respuestas orales frente a una comisión conformada por el profesor, el cura, el jefe de policía y el alcalde. También hacíamos presentaciones a las que asistía toda la comunidad; bailes, coplas y demás. En las procesiones era la encargada de llevar el estandarte e ir al frente de la marcha, no olvido una ocasión en
de mi casa porque mis padres no le prestaban atención a esto; decoraba el pesebre con musgo, quiches, lama y plantas, cosía a mano
fianza en la vereda. Mi papá, como conservador, tuvo que huir con la mayor parte de los hombres. Ellos se ocultaron en la maleza de los liberales que los estaban buscando para matarlos, mi mamá y yo, junto a otras mujeres, íbamos a escondidas a llevarles comida y a contarles cómo estaba todo. Los liberales trataban de averiguar dónde se encontraban, pero nosotras jamás dijimos nada, solo bajábamos la cabeza y mirábamos al suelo y no contestábamos, eso los enfurecía. Escuché a mi madre decir “¿Qué más podemos hacer?” Por tal motivo, tiempo después, mi padre no me permitía usar ninguna prenda de ropa de mi color favorito: el rojo.
me emocionaba. Recuerdo que en la vereda se nombraban varios alféreces para hacer la novena cada noche; eran los encargados de recolectar el dinero para la pólvora, el licor, los dulces y demás requerimientos. Se hacían representaciones vivas del pesebre en las que algunos nos disfrazábamos de los personajes y se bailaba hasta la media noche, se echaban buscaniguas y volcanes.
Un sábado en la mañana llegó un primo en cuarto grado de consanguinidad llamado Manuel Trujillo. Era muy amable, atento y bien parecido, pasaba mucho tiempo conversando con él y, cuando volvía para verme, las otras mujeres de la vereda decían: “ya llegó el míster a visitar a la Rosi”. A mi padre esto no le gustaba porque decía que él ya tenía con quién casarme.
A pesar de todos los inconvenientes que tuve porque mi padre quería un varón en vez de una mujer, siento que tuve una infancia feliz. Aprendí a frentear culebras y muchos otros animales de campo y junto a mis primas jugábamos golosa, trepábamos árboles, comíamos frutas, a veces ordeñaba la vaca y tomaba leche pura calientica de la teta a la boca,
Cuando tuve oportunidad me decidí a vivir en Bogotá, donde mis primas Lanza, sobrinas de mi madre, ellas me acogieron en su casa, pude estudiar costura y corsetería y después de un tiempo ingresé a trabajar en una fábrica. Las sensaciones de libertad, autonomía e independencia me hacían sentir satisfecha y esa entereza me permitió avanzar en todas las cosas que logré en mi vida, los sueños, los anhelos que conquisté en mi pasado. Actualmente pienso que, a pesar de que tuve un padre intransigente, mantuve el coraje para salir adelante.
la que el profesor y el cura le dijeron a mi padre que me dejara ir a estudiar a Bogotá con mis primos porque yo era muy inteligente y despabilada, pero él dijo que no, y el único libro que me compró fue el Catecismo de Astete. Las navidades que conocí en aquella época eran muy diferentes a las de ahora, eran más alegres; el árbol de navidad se vestía con rasilvestres, todo era mucho más natural que
los días de mercado en Fusagasugá bajaba con mi papá al pueblo a venderlas, mientras él se iba a hacer sus negocios y a comprar algunas cosas que llevaba a casa. Con el dinero de la venta de las plantas me compraba adornos para el cabello, pues era largo y solía peinarlo con trenzas, compraba también dulces y en general lo que yo quisiera. Como mi padre era jefe de policía me enseñó a disparar, decía que yo debía tener buena puntería; él usaba revólver colt caballito 38 y en alguna ocasión hasta me hizo comer pólvora diciendo que debía ser fuerte. Recuerdo una vez en que mi padre llegó furioso, no sé por qué, e iba a golpear a mi madre, pero como ella estaba cocinando se defendió hábilmente con el cucharon de palo y terminó rompiéndoselo en la cabeza, eso hizo que él se fuera a la pieza y se echara a dormir, al otro día amaneció más tranquilo.
Tras un tiempo me encontré de nuevo con Manuel, él era un joven muy agradable y también tenía sueños para su futuro. El estudiar me fue muy útil, y salir con Manuel me hizo feliz, él lograba hacerme reír y, aunque desde un inicio notó que yo era de temperamento fuerte, jamás le molestó ni intentó cambiarme. Nos casamos en la iglesia del barrio Restrepo. Tuve mi primera hija, la llamamos Blanca Isabel en honor a su abuela, los tres vivíamos en arriendo junto a mi madre porque, cuan-
do mi padre murió, la finca apareción vendida. Fue muy extraño porque nunca creímos que mi padre dejara a su única hija y esposa en la calle, además él siempre llevaba dinero En la época de La violencia, cuando mataron en sus bolsillos y el día que falleció me dijea Jorge Eliécer Gaitán, hubo una gran descon- ron que no tenía nada en ellos. A los dos años
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nació nuestra segunda hija, Rosa Helena, Rosa como yo. A los cuatro mi hijo Leonel Antonio, por su padre Manuel Antonio. Mi esposo era muy trabajador y apreciaba a mi madre como si fuese la suya porque, cuando él era muy pequeño, su mamá murió y él y sus hermanas se criaron separados. Finalmente logramos tener una casa propia en el barrio Marco Fidel, la construimos poco a poco, pero el lugar no me gustaba para criar a mis tres hijos, así que convencí a Manuel de vender y compramos un lote en el barrio Country Sur. Allí edificamos nuestra casa y, después de 10 años desde mi último hijo, nació mi hija menor. Mi esposo estaba feliz, pero yo no sabía si sentirme contenta o llorar porque, tras tantos años, volver a criar resultaba duro para mí.
retorno, decía que el vuelo parecía como si anduviéramos por una carretera destapada en medio de una tormenta y que los truenos los sentía encima de su cabeza, que sería mejor volver por otro medio. Finalmente pudimos persuadirlo de tomar el avión de regreso Como una evocación de mi infancia y de la vida en mi vereda, me esforzaba porque los diciembres en familia fueran especiales; me maravillaba arreglar la casa en navidad y a mis hijos les enseñé a decorar siempre, les de color rojo, verde y dorado; así realizábamos unos adornos muy bellos que caían desde el techo, también armaban el árbol rellenando con algodón un arbusto grande y seco que Manuel traía cada año. Para el pesebre, que ocupaba media sala, utilizábamos un telón en la parte trasera con el cielo diurno azulado y un paisaje que incluía camellos, además se repintaban y reparaban algunas tiempo se habían desgastado. Invitábamos a varios parientes para la Noche buena, la cuadra se adornaba de luces, los niños y jóvenes jugaban en la calle, entre vecinos se convidaba unas copitas, mientras el sonido de los volcanes y totes, el colorido de las luces y el olor a navidad quedaban tallados con alegría en mi pensamiento. Todos los vecinos nos conocíamos y se compartía bastante en invitó a su casa para la novena, esto era muy común por la época, recuerdo la cara de mi hija, melindrosa e inapetente, cuando nos sirvieron, me hizo reír, pero la comida estaba esplendida. Ellos eran vecinos de la cuadra y su hijo fue amigo del nuestro por muchos años, a juntos les gustaba ir al Campín a ver los partidos de Millonarios.
Siempre trabajé en casa haciendo muñecos de peluche, con el dinero que ganaba compraba cosas lindas para la casa. Manuel nunca me quitó el dinero, ni fue rudo conmigo porque desde un principio marqué los límites y él los respetó. En ocasiones discutimos como todos los matrimonios por situaciones que se presentaban, pero cuando alguno de los hijos pedía algo, él siempre consultaba mi esposo, nosotros viajamos mucho, fuimos a Cartagena para celebrar el grado de bachiller de uno de nuestros hijos, también por Santa Marta y Barranquilla; viajar y conocer me pegábamos la rodadita así fuera a Honda, Flandes, Girardot o Melgar. En una ocasión fuimos a San Andrés Islas. El viaje estuvo muy complicado porque hubo turbulencia, Manuel se enfermó y la azafata le dio unas pastillas. Después, para regresarnos, él volvió a sentirse mal, él no quería tomar el avión de
Fue para una de estas navidades que compré una gran jaula, en ella tuve turpial, toche, mirla, canarios, azulejos y periquitos; siempre me han fascinado los pájaros. En mi imaginación siempre estaba el hermoso campo donde crecí y por este motivo quería escuchar el canto de las aves, también por esa razón tenía muchas plantas en casa, ambos elementos me transportaban y recordaban aquellos lejanos tiempos de mi niñez, me hacen sentir acompañada y emocionalmente relacionada con el pasado. A partir de una tarea de mi hija menor en la que debía realizar un sombrero de bruja, se me ocurrió la idea de hacer en serie y ofrecerlos en las papelerías del barrio. Mis hijos
fui notando el brillo plateado en mis cabellos, siempre fui una mujer muy cuidadosa, por eso me gustaba arreglarme, apreciaba mucho la belleza y dureza de mis uñas y, a pesar de realizar en casa las labores, siempre pensé que debían cuidarse las manos. Además, usaba mis cremas y perfumes procurando siempre estar arreglada y verme bien, porque el tiempo deja caer sus enseñanzas, sin embargo, eso no quiere decir que una deba estar desaliñada. Cuando Manuel salió pensionado, me preocupaba que se deprimiera por estar en casa, pero él se puso a reparar cosas, repintar y hacer arreglos. Los chicos se burlaban porque muy frecuentemente se levantaba las gafas para ver algo y luego comenzaba a buscarlas desesperadamente. También organizó un sitio para guardar sus herramientas que incluían pinturas, lijas, cables, taladro, villabarquín, nivel, equipo de soldadura, destornilladores, pinzas, probacorrientes, segueta, el serrucho y tacos para luz, como buen electricista le gustaba dejar lejos de los hijos lo que le pertenecía. A mi parecer era muy bueno tener en casa quien hiciera los arreglos, a Manuel le gustaba y sabía hacer las reparaciones locativas, e incluso trató de enseñarle a uno de nuestros hijos, pero fue mi hija menor quien más atención prestó a ese conocimiento. Blanca Isabel se casó con un profesor. Recuerdo el día en que mi yerno pidió la mano, llegó muy temprano con el propósito de hablar con Manuel. Mi esposo le dijo con seriedad que le otorgaba casarse con ella pero que el lazo era para siempre, después sonrió porque conocía la formalidad del yerno.
sobre las decisiones tomadas, no fueron nada simples como se podría creer, llevan consigo la expectativa de lo que será o lo que no pudo ser y al ver a mis otros hijos conocer personas, encontrar pareja y formar sus propios hogares, pienso en lo que trae la vida, enfrentar vicisitudes, alegrías y luchas. Afortunadamente he podido conocer a los hijos de mis hijos, todos salieron muy sanos y hermosos, los he visto crecer, formarse como personas y he creado gratos recuerdos con todos ellos; las mujeres Bibiana, Angie y Stefany y los hombres Javier, Erwin, Sebastián y Fabián, además de un biznieto llamado Dylan. Verlos crecer y madurar me ha llenado de orgullo pues son la prolongación de la familia que construí e imaginé desde aquél árbol de durazno que hoy se ha convertido en mi propio rosal. De todas las espinas,
pegábamos, se adornaban con papel crepé de entusiasmo, color y orgullo de los logros que color naranja y así vendimos algunos. Cuando forjé en estos años con mis propias manos de Manuel se enteró le causó gracia. En esa época trabajar en casa, teniendo a mi madre y a mis hijos conmigo, me dio tranquilidad. A ella Rosalbina Trujillo Lanza la vi envejecer, a ellos crecer, y poco a poco (1930 - 2015)
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Ilustración por: Catalina Ramírez Bacca
Taller De la tierra a la luna, Escuela de Literatura
CANTO DE ALONDRA
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Oralitura recopilada por Victoria Ramírez, 39 años Programa para oradores, Escuela de Literatura
GRIETAS Gladys Yaneth Moreno Ochoa, 52 años Taller de poesía Cartografías del Silencio Escuela de Literatura
sta es la anécdota de un grupo de jóvenes universitarios que trabajaba en contra jornada a sus estudios, unos trabajaban en la mañana, otros en la tarde. Poco a poquito, por temas académicos o personales, debían cambiar su turno de trabajo y es ahí donde empieza esta anécdota. Después de muchos cambios de horario laboral, se empezó a hablar con los compañeros y la lista de personas conocidas para compartir se
Hoy recordé
variado grupo de expertos estudiantes universitarios que diariamente compartían un saludo, una sala de exposición, unas papitas en McDonals, celebraciones de cumpleaños en Crepes and partiendo con amigos como en el colegio pero con más plata para las onces, pues ya se podía ir a lugares sin tener que pensar en pedirle plata a los papás.
La llegada del sábado
En el primer viaje de exploradores la idea era irnos echando dedo hasta Pereira. El viaje inició un viernes en la tarde esperando una pizza para almorzar. Por más de una hora esperamos la pizza y qué decepción, con tanta hambre acumulada que teníamos las porciones no calmaron ni la mitad del ayuno involuntario que habíamos hecho en ese restaurantucho. Libardo era quien más nos acosaba pues no hallaba las horas de estar en su tierra y presentarnos a su familia y reencontrase con ellos después de tres años, él nos insistía en que nos lleváramos la pizza para el camino, nadie acolitó la idea de él. Terminado el almuerzo se emprendió el viaje hasta la 68 para tomar el bus que nos llevaría hasta Soacha para empezar a echar dedo. Efectivamente llegamos a Soacha, duramos dos horas desgastando el pulgar hasta que una volqueta de la basura se conmovió del grupo de escuincles y nos acercó hasta la entrada de la represa del Muña. Fue demasiado divertido porque tres de las chicas que íbamos en el grupo nos subimos a la cabina y los demás en el “volco” (platón de la volqueta), casi no se pueden subir, le tocó al conductor bajarse y decirles cómo subirse y luego cómo bajarse. Cuando fue el momento de bajarse, la volqueta tuvo problemas mecánicos y el conductor tuvo que hacer una maniobra para que frenara, al frenar mis amigos que estaban en la parte de atrás se cayeron y se bajaron todos untados de basura. Las que íbamos adelante partimos la tabla que había acomodado el señor para que nos sentáramos. hecho un favor, pues desde hacía rato quería cambiar la tablita. El viaje no se terminó en modo mochilero porque nadie nos quiso llevar por carretera. Llegamos a Pereira con aroma a basura y sin mi maleta, la boté en el terminal de Armenia, la ventaja es que tenía más plata que en el colegio y pude comprar algo de ropa y unos tenis. Ah, y conservé por más rato el olor a basura del primer viaje echando dedo con mis nuevos amigos.” Victoria (39 años)
aquella vieja casa donde crecí. El adobe en las paredes los cuadrados en el piso la blanca marquesina el arribo de los tíos. La consabida reunión al medio día venían para recordar tiempos más tranquilos. Mientras tanto el cerezo y el durazno, junto con el galpón de gallinas, se convierten en aliados. en el juego de los primos. Hoy recordé cómo te añoro vieja casa mía.
CONVULSIÓN OCEÁNICA Claudia Alejandra Rodríguez Arias, 29 años Taller de poesía Cartografías del Silencio Escuela de Literatura Todo y nada sentado en la otra orilla de la playa el oleaje enfurece ahoga la distancia.
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EL INTRUSO Jessica Alexandra Obando Bejarano, 28 años Taller de narrativa Funza para contar Escuela de Literatura
3AM: Despierto. El hall es iluminado por la luna que entra majestuosamente por los ventanales del salón, las baldosas a cuadros beige con café están dispuestas para que mis ojos siempre hagan el mismo recorrido, directo a esa habitación. El ¡Tic - tac! marca cada paso que doy mientras avanzo sigilosamente por la estancia, ¡Tic tac! dos pasos más me acercan a la entrada, la gran pesada y antigua puerta negra. El eco me persigue, ¡Tic - tac! entro a la habitación. Siempre a esta hora, despierto del sueño que parece eterno, parece que un chasquido de dedos invita mi alma a regresar. Sin duda es mi habitación, es diferente, es moderna, hay baratijas sobre los estantes,
pero su mirada solo me atraviesa, sus ojos se mueven de lado a lado, pero parece que mi presencia no es vista. Sus manos se mueven violentamente —¡No más! No hagas eso, no te estoy haciendo daño. ¿Qué haces? ¡BASTA! Me subo encima suyo, aprisiono sus brazos con mis piernas, sus manos y su cuerpo se tensan, sus dedos y rodillas se contraen fuertemente con movimientos anormales, y de sus ojos solo caen lágrimas, mientras la pupila dilatada ve al vacío a través de mí. Por un segundo se queda quieta, suelto su boca y dejo de paralizarla.
golpeo su rostro y pregunto de nuevo:
autores desconocidos y, al mirar a la cama, —¿Qué haces en mi cama? respira está ahí. Un ansia ¿Qué es esto? ¿Será una pesadilla? No, no es posible soñar lo mismo tantas noches seguidas, es como si hubiese soñado esto por años.
sus extremidades y se cierra nuevamente. Me acerco para comprobar que un ser femenino duerme plácidamente.
Se limita a llorar mientras su plegaria se detiene. Me conmueve un poco, la miro de cerca, presiona sus parpados mientras siento el calor de cada respiración en mi rostro, aspiro su olor mientras observo su cabello regado por toda la almohada. —Perdón, no quería golpearte, no te haré daño ¿Qué haces aquí?... Su agitada respiración empieza a bajar lentamente, sus latidos se normalizan.
Es una belleza, no hay duda. 3:33 AM: A esa hora retumba mi reloj. también quiero que se vaya!, es más, me siento furioso, ¡histérico! Arrojo por el suelo algunas de las cosas que tiene en su mesa de noche ¿Quién eres? ¿Qué haces en mi cama?
Sonará tres veces, un campanazo, se coordina con mis latidos.
Aprieto su boca con la palma de mi mano justo cuando abre los ojos para comprobar qué había ocasionado el ruido, mira exaltada y aunque lo intenta, no puede gritar, la miro con odio y le pregunto:
Un campanazo más y me arrastro afuera del cuarto mientras intento sujetarme del borde de mi cama, veo el rostro asustado de esa chica mientras se incorpora y enciende la luz y me busca en cada esquina.
—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?
Tres, un sueño profundo...
Sus ojos buscan, pero no me encuentran, aprieto aún más sus labios contra mi palma y miro sus ojos, buscando una respuesta,
3AM: Despierto.
Siento un empujón hacia atrás.
Fotografía por: Isidro Gómez Ayala
Taller Cartografías del silencio, Escuela de Literatura
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DE REGRESO
Taller Imagen y palabra, Escuela de Literatura
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n 1948, el escritor, ensayista, físico
(Rojas, Argentina, 1911- Santos Lugares, 2011), publicó en la revista literaria Sur, en la ciudad de Buenos Aires, esta novela corta —o según las palabras del mismo Sábato, un cuento largo—. Tiempo después fue editada por Seix Barral y en 1985, Planeta Colombiana Editorial S.A., sacó una edición de 95 páginas, en tapa blanda de color beige,
doradas. Con este ejemplar me encontré metida en este túnel, siendo solo una adolescente que iba por la vida. Trataba de no deshacerme en mis pensamientos, tragándome un dolor intenso; lloraba en silencio y sonreía hipócritamente cuando alguien preguntaba alguna banalidad, escondiendo el deseo profundo de gritarles a todos en la cara el hastío que me producía la futilidad de su presencia, la mediocridad de sus actos, la cegada falta de libertad con que vivían y más aún, cuánto me odiaba por dejarme contaminar de esa forma de ir por el mundo llena de inutilidad y de falsedad. Para ese entonces, me resultó muy fácil empatizar y hasta entender las acciones del pintor Juan Pablo Castel. Años después, de vuelta al túnel, ese artista fascinante que vivía la vida de acuerdo a su propia visión del mundo y sin seguir lineamientos de ninguna clase, que pensaba como yo y con el que siempre tuve una profunda relación, se convirtió en un ser desconocido para mí. Castel es un hombre aislado de la sociedad a voluntad propia, se dice para sí que está mejor en soledad porque nadie puede entenderlo, pues considera que todos los demás son intelectualmente inferiores a él. Oculta con esto su total incapacidad para cocia la sociedad, rasgos que provienen de esa constante obsesión de buscar explicaciones lógicas a cada situación que se presenta en su vida y que lo llevan a crear un sinnúmero de escenarios posibles que él ve como reales y lo
AL TÚNEL
Claudia Esperanza Cruz Acosta, 47 años Taller de Literatura universal, Escuela de Literatura envuelven en un mundo de sombras, miedo y paranoia; percibe a los demás como sus adversarios a derrotar. María sigue siendo un misterio para mí, no porque esté en su esencia serlo o porque así lo pretenda, sino porque todo cuanto llego a saber de esta mujer procede de la versión sesgada que me presenta Juan Pablo, solo encuentro en toda la novela un acto que podría ser reprochable en María y es precisamente cuando toma la desacertada decisión de tener un romance con Castel, todo lo demás que se me devela de ella es el resultado de los incontables racionamientos que hace este hombre. Las vidas de estos personajes se entrelazan, como casi todas las historias, de la forma más común y hasta trivial, entablan una relación que los envuelve en un vaivén de circunstancias fatales que terminarán con la muerte de la joven mujer a manos de Castel, “Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne” (Sábato, 1985, p.1). Concluido el relato de los hechos, de la propia voz del protagonista, surgen diversas opiniones acerca de Juan Pablo Castel: para muchos es un demente, para otros un sociópata, otros opinan que es un misógino. Existen los que, como mi joven yo, lo ven como un artista de alma sensible, enamorado e incomprendido. Podría decirse que algunas de estas interpretaciones, sino todas, son válidas para describir a este complejo personaje. En mi segunda entrada al túnel pude entrever algunos aspectos en la vida de Juan Pablo que me llevan a pensar en este hombre como un héroe. Sí, un héroe que termina abandonando su misión, que consistía en el descubrimiento de su propia alma, de ese ser interior que él no podía ver por sí mismo. Como todo héroe reconoció las señales, visualizó la ruta a seguir, aceptó emprender
un camino junto a la diosa que lo guiaría al pero llegó la tentación y cedió ante ella; paradójicamente su perdición estuvo en lo que creemos que debe predominar en los seres humanos, su racionalidad. Al entender que María era un ser individual y que era imposible fusionarse con ella como lo había maquinado desde el principio, se sumió en la desolación y creyéndose engañado, apeló a aquello que nunca le había fallado, su raciocinio. Analizó, creó hipótesis y concluyó que tomando la vida de su diosa, obtendría el conocimiento de sí mismo y estaría atado a ella eternamente como complemento de su existir. Cometido este vil acto y con profunda convicción de haber hecho lo correcto, Castel no muestra arrepentimiento, tampoco busca redención, solo nos cuenta los hechos para que veamos por qué llegó a esa fatal conclusión, como un matemático que nos presenta una respuesta y procede explicarnos paso a paso una ecuación para que entendamos de dónde viene el resultado antes expuesto. Y es así como Castel se ha transformado ante mis ojos en un antihéroe o en un simple mortal que encarna todo lo malo y todo lo bueno de la humanidad. Este arquetipo no es ajeno a la literatura, lo Señor de los Anillos de Tolkien, que siendo un enviado para ayudar a dar forma al mundo y detener a Sauron, termina uniéndose al enemigo, que llevado por la ambición de poder, usa además su sabiduría en el dominio de la ciencia, la tecnología y las artes oscuras para destruir todo aquello que estaba destinado a proteger. Esta nueva interpretación de los hechos me ha llevado a descubrir una historia muy distinta de la que recordaba. Creo que la novela es ese primer grito de Sábato contra el camino equívoco que estaban tomando la ciencia y
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EL FLACO IDIOTA
la tecnología y que él percibió tempranamente hacia mediados del siglo XX cuando ejercía como físico, profesión que abandonó con un inmenso sentimiento de culpa y Veo en Juan pablo Castel un acto de rebeldía del escritor, en contra del uso excesivo de la lógica y la analítica que me lleva a pensar en la espantosa realidad que impera actualmente, en la que un individuo es sometido a una racionalidad extrema, donde todo debe ser analizado y comprobado para saber que algo es real y no hay otro. Debo decir que en este punto coincido con lo expresado por el escritor en una entrevista para la televisión española, en 1977: “El hombre es razón pura, pero además es sinrazón, como hubiera dicho Cervantes. Es mito, es símbolo, es sueño, es pasiones y sentimiento. Todos elementos irracionales. La parte más importante del hombre es irracional” (A fondo - Ernesto Sábato, entrevista por Soler Serrano, 3 abril de 1977). Eso sí, agradeció siempre a la ciencia por brindarle la disciplina y el rigor necesario para escribir. Manifestaba así, un poco, su relación amor-odio con el
No cabe duda que esta novela marcó un antes y un después en la vida de Ernesto Sábato, quien al renunciar a la ciencia vivió momentos muy difíciles, pero motivado por el amor de su familia, logró publicar esas páginas en medio de muchas críticas, unas a favor y otras contra, para llegar a convertirse en uno de los escritores más importantes de la corriente existencialista. En cuanto a mí, puedo decir que también hay un antes y un después, no solo por la nueva interpretación de la obra, sino porque coincido con muchas de las ideas que expresaba Sábato. La tecnología y la ciencia han creado un sistema totalmentotal de los individuos, convirtiéndonos en seres abstractos, en un mundo de ceros y unos, donde ya ni siquiera importa tener un nombre. Como se puede ver, esta novela llega a cautivar diversos tipos de audiencia, puede interpretarse desde diferentes géneros literarios: va desde la novela policiaca, hasta la trama profunda y sicológica del existencialismo o simplemente el estereotipo de novela romántica. Las diversas interpretaciones de obra están dadas por la forma directa y a veces cruel con la que el escritor nos cuenta los hechos. El lector encontrará personajes con los cuales puede estar o no de acuerdo en su forma de pensar o de actuar, pero ante los cuales inevitablemente no podrá evitar sentirse conmovido.
Fanny Margot Díaz Vargas, 53 años Taller de narrativa Funza para contar, Escuela de Literatura
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llegas por las noches a interrumpir mi dulce sueño con tu melodiosa voz, ese sonsonete tuyo, no sabes la alegría y dicha que me da. Me encantas, cuando al apagar la luz de
anunciarte o tocar la puerta, sólo ingresas, te pones al lado de mí oído y empieza tu sonsonete, quisiera entenderte, pero mi cansancio es más fuerte. Me volteo de un lado a otro, me acobijo, me pongo la almohada para no escucharte, pero tú no logras entenderme y sigues con tu mismo sonsonete dando vueltas igual que yo, a un lado, al otro; parecemos jugadores de Ping pong uno aquí, otro allá. Me levanto, prendo la luz y tú te haces el indiferente, te escondes y yo, buscándote. Miro al techo, al lado del bombillo, sobre mi mesa de noche, muevo la caneca de la basura y nada; tú escondite es perfecto. Al no hallarte, simplemente vuelvo a cobijarme y por supuesto a no soñar contigo.
parece que te encanta mi hermosa oreja porque no dejas de tocar tu sonsonete; trato de imaginarme que no estoy aquí, que con mi silencio e indiferencia te irás, pero no, sigues allí insistente a un lado y a otro con tu sonsonete.
espera un día lleno de cosas por hacer y tú sólo interrumpes mi descanso, quiero hacer un trato contigo. ¿Qué quieres?, de pronto quieres que te componga una canción a tu sonsonete; en mi imaginación solo se me ocurre “ZZZZzzzzzzzzzzz”; pero tú, “pzzz,
Finalmente, después de dar vueltas en mi cama, de pegarme cachetadas en la cara, en la cabeza, de taparme con cobijas y
Se me olvidaba que tú eras un diminuto animal invertebrado.
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ONCE ONCE
Fotografía por: Isidro Gómez Ayala
Taller de poesía Cartografías del Silencio, Escuela de Literatura
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Sandra Jimena Bacca Rivera, 42 años Taller de narrativa Funza para contar Escuela de Literatura
sa mañana cuando te llamé únicamente quería oír tu voz. No contaba con que te habías despedido sin darme cuenta. No veía sino tus cualidades, era tal el enamoramiento que nunca pude ver tus defectos. Ese día saliste de tu casa algo disperso, pensando en huir un poco de la ciudad en bicicleta, hacer deporte era lo que más te gustaba.
después, un mañana donde se materializa
Como no me contestabas alcancé a pensar
Lo pienso y ni te conozco. Solo sé la fecha de tú nacimiento, el lugar, y que te gusta el café. Me pregunto si quisiera que fueras mi amigo, hablar de cualquier cosa, sentirte mi cómplice. Hemos intercambiado un par de fotos, ya que la distancia no ha permitido un reencuentro. Intento volver a concentrarme en el trabajo, no me rinde cuando no sé de ti. Trato de distraerme, tengo muchas cosas que hacer, ¿De cuándo acá me importa saber qué estarás haciendo?
te intereso. Cada uno ya tiene a alguien en su vida, para qué complicarnos enrollándonos. Pasé de pensarte a cada momento a querer no haberte conocido. Odiaba lo brillante que eras, lo mucho que me alegraba el día escucharte. Llegué a pensar ser como tú, arriesgado, egocentrista, solo pensabas en ti, todo el tiempo. ¿Cuándo me empecé a dar cuenta de que te gustaba? te veía merodear en el piso donde queda mi oficina y no captaba el mensaje, no tendrías que ir, con solo enviar un mensaje podías obtener cualquier información que necesitaras. Ahora tengo tiempo para mirar en retrospectiva, analizo cada encuentro, cada palabra, como si te importara. En este momento quisiera no tener tan buena memoria. También desearía transportarme en el tiempo, a veces hay cosas que haríamos de otra manera. Desde que inició el año miro el reloj a las 11:11, al principio era una coincidencia, con el pasar de los días toma sentido. Al empezar el año la frase era “todo se puede en año nuevo” y vaya que sí, todo puede pasar. Una vida normal donde te levantas y sales a trabajar, ves gente sin mirarla citas, aplazas sentimientos porque hay un
pudo hoy se podrá al otro día. “Te quiero, te quiero, te quiero…”… La canción más romántica para iniciar año. Escucho la radio y empiezo a relacionar todo contigo. Aún sigo sin saber de ti.
Empiezan a llegar mensajes a mi celular, hoy tenemos varios pedidos por resolver, último día de la semana, cierre de mes, todos quieren tener sus productos en casa. de tecnología, cuando hay lanzamientos no damos abasto. Mejor voy a bañarme y sucede de nuevo, mientras me ducho, sigo escuchando la emisora. —El top de las relaciones tóxicas: eres la única que llama, la única que escribe. Me describe, ¿sabías que soy una idiota? Ahora te permito entrar hasta mi mayor momento de relajación. ¡Maldito, mil veces maldito!
Ya ni como de tanto pensar en que no me llamas. La rabia no me deja. Prendo la tele y no encuentro qué ver. Llueve fuerte, muy fuerte. Vuelvo a trabajar, tomo mi celular 11:11 y veo que uno de los chicos me ha enviado un video donde me dice que un hombre armado enloqueció en la vía, mató un ciclista y empezó a disparar. Lo veo y me llama la atención que se requirieron una docena de policías para poderlo controlar. —Richard, que imprudencia al grabar ese video —Lo triste fue saber que el ciclista atropellado era un proveedor conocido, me respondió, sin recordar su nombre. Empecé a sentir escalofrío. Encendí la tele con la esperanza de que pasaran la noticia. La conexión a internet no era buena. Volví a ver el video, pero fuera de carros, escuchar disparos, uniformados y el angustiante sonido de la ambulancia, no veo nada más. Saqué de mi cabeza la idea de que fueras tú, no puedes morirte sin que te bese, no puedes morirte sin que sepa más de ti, sin que te haga un reclamo. Es más, te prohíbo que te mueras y si lo haces no cumplas lo que me dijiste en la última conversación: “que no jugara con querer saber del mundo de los muertos”; nunca hablábamos más de cinco minutos y cuando lo hicimos fue para decirme justo que no creías volver sobre tus pasos si llegabas a morir. Pasan las horas y me desespero, ya tu celular pasa a buzón. No tengo otra manera de ubicarte: ¡Antonio, aparece!
ALONDRA
17
Nov.2020
Ilustración por: Daniel Matías Rojas Ospina
Taller Litoaventuras, Escuela de Literatura
Es mi asistente, trato de estar calmada, pero al escuchar su nombre, empiezo a sollozar sin contestarle. Cuelgo y me voy a la cama, quiero dormir, ¡No! quiero despertarme de esta pesadilla. Destapo una botella, solo hay whisky en esta casa, los obsequios de navidad de los proveedores. Miro el reloj. Son las 11:11
LA FOTO COMO EL FIN Miguel Ángel Riveros, 35 años Taller de poesía Cartografías del Silencio Escuela de Literatura La foto estaba volteada y amañada, ya no miraba más la sala ahora solo miraba lomos de libros en su propia penumbra La foto testarudamente decidía dar la espalda al presente
Hay una sombra en la ventana, es él. Se ve tan calmado, tan guapo. Sonríe y me transmite paz. Desde ese día empezamos a conocernos, ya se cuál es su color favorito, a qué le tiene miedo, cómo se llamaba su mascota de niño, cuál era el nombre de sus abuelos. Todos los días el reencuentro es a las 11:11 de la noche, no me puede hablar del lugar de los muertos, porque no lo ha conocido, desde que murió está deambulando sin prisa por los lugares que ya había visitado. —Antonio, quédate o llévame contigo. Su respuesta es una sonrisa. Mi esposo no comprende qué me pasa, lo he abandonado sin quererlo. —Abuela, despierta, abuela por favor no nos dejes. Ya no escucho. Hoy, luego de años, he viajado buscando tus brazos. ¿Cuánto debo deambular para encontrarte?
dar la cara y pedir refugio a su amargura entre letras y papeles. Ahí en su nueva posición esperaba observación, salvación o entendimiento Para su desdicha la consideraron tarde, cuando ya el mensaje no tenía urgencia. Ahora su destino es permanecer apoyada sobre una pared de antes sin poder ver su sala y sin la espalda llena de libros y letras.
ALONDRA
18
Nov.2020
CRUZ PARA EL PUERPERIO Rosa María Garzón Montaño, 36 años Círculo de la palabra femenino, Escuela de Literatura
N
ací en 1887, siendo la mayor de 11 hermanos, tuve que atenderlos desde pequeña, ellos no hacían más que molestarme, empujarme y pisarme hasta hacerme llorar y cuando yo corría detrás de ellos para hacerles lo mismo, mi madre me golpeaba por comportarme como ellos. Mis padres me hacían sentir como de su propiedad, deseaba que mi vida cambiara, ya que todo eso me había convertido en una mujer tímida y sumisa. Así pasaron los años y mis hermanas y hermanos se fueron casando muy jóvenes uno a uno, pero yo en cambio seguía en casa evitando conseguir esposo; no quería ser maltratada por un hombre como ya le pasaba a una de mis hermanas.
Cuando cumplí 28 años mi padre llevó a casa a Hortensio, uno de los trabajadores de zonable más allá del corazón, me enamoré de él y de la ilusión de cambiar mi vida y de ser feliz para siempre, pero no sabía que me equivocaba. Cuando quedé en embarazo el parto se complicó y perdí a mi primer hijo, desde ese momento me interesé por salvar vidas, pero como no tenía posibilidades de estudiar, empecé a aprender desde mi propia experiencia y la de mi familia y conocidos con hierbas medicinales, masajes y demás prácticas. Después de perder a dos niños más, estaba tan devastada que pensé en que Dios no me daría la alegría de sentirme una mujer completa, capaz de criar a mis propios hijos; masajeaba mi propio vientre, preparaba infusiones y compresas deseando sanar mi cuerpo para poder dar a luz un niño sano, no pasó hasta a mi primer hijo, era un varón de ojos grandes y azules y aunque estaba muy feliz, también estaba asustada de perderlo, sin embargo, el tiempo pasó y cada vez que lo veía recordaba la magia de la vida. Posteriormente tuve dos mujeres y tres hombres más, todas esas experiencias hicieron que aquella mujer tímida y sumisa desapareciera, ahora tenía un carácter muy fuerte y quería que mis hijos hicieran lo que yo ordenaba sin protestar, quería que vivieran una vida respetable y muy en el fondo sé que nunca superé totalmente la pérdida de mis primeros tres hijos, estaba resentida y empecé a golpearlos para desahogar mi propia frustración. Mi hijo maera independiente y altivo; jamás mostraba sufrimiento ni dolor alguno, salía a trabajar con su padre y mientras que mi esposo regresaba con el sustento diario, él se quedaba con sus amigos tomando guarapo hasta perder los alientos, me enfurecía su actitud pues llegaba borracho y no podía ni entrar al rancho, ni mantenerse de pie. En una de esas ocasiones enloquecí y lo golpeé con un rejo hasta que mi esposo me detuvo, con tan solo 14 años mi hijo mayor decidió irse con un tío para otra vereda, tardaron 3 días en llegar a su destino y aunque me sentía muy arrepentida de mi conducta de esa noche, debía atender a los otros hijos, a mi esposo y continuar. Mi hijo nos visitaba de vez en cuando, después de 4 años decidí viajar para visitarlo, pero me sorprendí al descubrir que no estaba allí, se había ido con una
muchacha de apenas 15 años y ella estaba en embarazo, hablé con mi hijo y le aconsejé que se casaran. Después de 6 meses me convertí en abuela por primera vez, el parto fue complicado y la muchacha murió, mi hijo estaba solo. Viajé nuevamente y traje conmigo al bebé para velar por su bienestar, pero luego de 9 meses se enfermó; no comía, vomitaba y lloraba mucho y aunque era partera curaba dolores y sanaba huesos partidos, no sabía qué hacer, así que lo llevé al pueblo que quedaba a tres horas de camino para ver a un médico, lamentablemente en la mitad del camino el niño se estremeció entre mis brazos y murió. Nuevamente la tristeza invadió mi alma, nuevamente la muerte sin compasión alguna me arrebataba a otro ser indefenso de entre las manos, y yo no podía hacer nada. Con cada sufrimiento me hacía cada vez más fuerte, pues nadie, ni siquiera mis hijos me vieron llorar jamás. Los años pasaron y mis demás hijos se fueron yendo a formar sus propios hogares, nuevamente recibí malas noticias de mi hijo mayor. Un familiar me contó que se había casado de nuevo con una mujer que ya tenía un hijo de 5 años y que estaban pasando necesidades junto a otros dos hijos que habían tenido. Decidí viajar y cuando llegué me asombré al ver que además había otra bebé de dos meses y su esposa estaba nuevamente embarazada, aunque me molesté les ofrecí mi apoyo y les dije que tan pronto pudieran se regresaran a nuestra vereda pues yo les podía ayudar si estaban cerca, mi hijo y su esposa me pidieron ayuda con Carmen, su bebé de apenas 2 meses, ya que estaba enferma y no contaban con los recursos para garantizar su vida. Me la entregaron, pero antes de aceptar les reiteré que tan pronto pudieran regresaran para reunir a todos sus hijos, me fui con la promesa pues yo ya tenía 63 años y mi esposo estaba enfermo y perdiendo la vista. Ambos vivíamos de los trueques que yo hacía atendiendo partos, realizando masajes e infusiones con plantas medicinales, a cambio de cualquier alimento. Regresé a casa con la bebé que por su talla parecía recién nacida, al enterarse de la situación mis demás hijos me cuestionaron: ¿por qué se hace cargo de la responsabilidad de mi hermano?, ¿le parece poco haber criado a sus hermanos, a sus propios hijos y ahora también a los hijos de sus hijos? yo solo les conteste: ¿quién soy yo para negarle
ALONDRA
19
Nov.2020
la única oportunidad de vivir a una criatura que se aferra a la vida? Con estas palabras mis hijos comprendieron y no volvieron a decir nada del tema, yo me dediqué a criar a Carmen esperando que pronto sus padres cumplieran su promesa y se reunieran con ella, pero no los vi sino hasta después de 8 largos años. De los 4 niños con los que los dejé, sólo trajeron a 2; el niño mayor vivía con otra familia y otro más había fallecido, yo tenía miedo de que me quitaran a la niña y evité con determinación que ella se relacionara con sus padres y hermanos, ni siquiera le permitía jugar o ir a la escuela con ellos, a ella también la eduqué con dureza.
muy mal, la increpé sobre la razón por la que no había venido antes y ella sólo supo decir que mi ahijado se ponía de mal humor si viajaba sola, lo regañé por no cuidarla, por no entenderla y no darse cuenta de que ella estaba mal. Le preparé una aromática especial y, como si el bebé supiera que su abuela estaba ahí, inició el trabajo de parto y recibí a un niño varón muy pequeño.
Un año después vinieron a la casa, a punto de parir, nuevamente con Carmen enferma y a mis 82 años preparé todo como de costumbre, pero al ver sudor frío corriendo por su espalda debí advertirles que era señal de que uno de los dos iba a morir, con una tristeza incomparable Una tarde, mi nieta se fue a escondidas a jugar con sus hermanos en observé la escena: yo tenía razón, luego de varias horas de trabajo la casa de mi hijo, aparentemente mi nuera sufrió un ataque cardiaco y recibí a su segundo hijo, el pequeño José no sobrevivió. murió súbitamente frente a sus 3 pequeños hijos. No pude hacer nada, otra vida que se iba delante de mis manos impotentes, acostumbradas Tuve que vivir la magia de la vida y lo inexplicable de la muerte a recibirlas, pero nunca a verlas partir. Desde ese momento tuve que tantas veces en mi existencia, ejercí mi profesión como médico sin ver a mi hijo mayor sobrevivir solo, salía a trabajar cada mañana al título hasta los 90 años y espero que mi legado ayude a comprender campo con el niño de tres años cargado en su espalda, mientras dejaba que la vida es muy frágil y que todos de una manera u otra debemos a los demás niños a cargo de su hija mayor de tan solo 12 años. estar dispuestos a ayudar a los demás, aprender de nuestros errores y recibir con los brazos abiertos tanto el primer suspiro, como la La rueda de la vida seguía girando y ahora era el turno de Carmen, última expiración. con 17 años me contó que quería casarse con mi ahijado de 32, yo los apoyé y 8 meses después recibí su visita con una panza de 7 meses de Cruz Montaño embarazo, trabajo en esto hace años y pude notar que ella se sentía (1887- 1988)
Ilustración por: Luisa Valero
Taller Imagen y palabra, Escuela de Literatura
ALONDRA
22 20
Nov.2020
“Escribe solo aquello que sea más importante que el silencio”, con este proverbio oriental surge el nombre del Taller de poesíade Funza, Cartografías del silencio, y se delimita también su intención primordial de darle un lugar a la palabra desde el acto contemplativo, la
A lo largo del 2020, la poesía en Funza ha sido un refugio y un punto de encuentro ideal para sortear el tiempo que somos y compartimos. En el Taller de poesía de la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá, en los Recitales de poesía mensuales y en los pódcast de “Voz en vuelo – Literaturas funzanas”, este objetivo ha sido un eje fundamental para llegar a esos lugares internos que llevamos ca da uno de
Homenaje a Emilia Ayarza con: Henry Alexander Gómez y Laura Castillo
MARZO
Para celebrar el Día internacional de la poesía, se realizó la inauguración de los recitales “Cartografías del silencio”, con un homenaje a la poeta colombiana Emilia Ayarza de Herrera (1919 – 1966), en la voz de los poetas Laura Castillo y Henry Alexander Gómez, lectores, editores y conocedores de su obra, integrantes de la Revista Latinoamericana de poesía La Raíz Invertida, quienes con una emotiva semblanza y lectura de los poemas de Ayarza, nos acercaron al lugar que le corresponde a esta autora en la historia de nuestra literatura, a la luz de los fenómenos sociales, culturales y estéticos de su tiempo.
Luis Aguilera Cabra
El aniversario de Funza fue motivo para celebrar la memoria de nuestro municipio y la poesía de todos sus tiempos. Tuvimos la maravillosa compañía del escritor Luis Aguilera Cabra (Funza, 1945), poeta funzano residente en España, quien con su voz cruzó el océano para retornar a sus primeros pasos, a este lugar de la Sabana de Bogotá, donde aprendió a leer, escribir y maravillarse con las palabras, sendero que lo ha acompañado a lo largo de su vida. Aguilera Cabra hace parte de la reconocida Generación sin nombre, referente de la literatura colombiana en el Siglo XX. Con sus anécdotas y versos hicimos un viaje en el tiempo a la Funza de los años 50´s y 60´s.
ABRIL
Día de la Afrocolombianidad con: Rómulo Bustos Aguirre, Angélica Hoyos Guzmán y Francisco Amín Mosquera La diversidad es nuestra mayor riqueza, manifestó William Ospina, y así quedó comprobado en nuestro recital del mes de mayo, en el que celebramos el Día de la afrocolombianidad, con la participación de los poetas colombianos Rómulo Bustos Aguirre (Premio Nacional de Poesía MINCULTURA – 2019), Angélica Hoyos Guzmán y Francisco Amín Mosquera,
MAYO
sobre el universo literario de la afrocolombianidad y los escenarios socioculturales de la tradición. Una jornada majestuosa, entre el ritmo, el oleaje y el calor de la palabra.
Homenaje a José Saramago con: Fadir Delgado y Joao Vanderlei Moraes Filio (Brasil) Hace diez años falleció José Saramago, quien es referenciado y conocido con mayor relevancia en los entornos de la narrativa pero quien dejó una amplia e importante obra poética, en la que exploró el lenguaje desde muchas aristas estéticas. Este autor fue recordado en la voz de los poetas Fadir Delgado (Colombia) y Joao Vanderlei Moraes Filio (Brasil), poetas conocedores y especialistas en la obra literaria de Saramago, quienes nos acercaron al esplendor poético del premio Nobel, por medio de la lectura de sus poemas y un conversatorio en el que se pudo acceder a los universos de sus versos, también habitados por múltiples personajes.
JUNIO
ALONDRA
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Nov.2020
nosotros, en forma de vuelo sonoro, expresión de la vida y la esperanza, universos musicales que deben ser explorados y conocidos por medio de la poética. Un amplio número de invitados y voces literarias, locales, nacionales y de diversas partes del mundo, han acompañado estos espacios, acercándonos a la poesía en sus diversas voces y manifestaciones. Recorrido que nos ha traído a cerrar este gran año con el Primer Festival Internacional de Poesía, en el marco de la versión XXIII del Festival de Arte y Cultura Zaquesazipa 2020 – Vida y tradición – donde estuvieron 27 poetas; 11 internacionales y 16 nacionales en actividades como talleres, conversatorios y recitales para toda nuestra comunidad. En Funza – Ciudad Líder la palabra sigue siendo brújula y catalejo, sendero que nos traza.
Homenaje a la poesía colombiana con Santiago Mutis Durán La poesía en el mes de julio estuvo presente en la voz del poeta colombiano Santiago Mutis Durán, quien nos acercó al lenguaje poético desde la sutileza de la mirada, la posibilidad de mirar con detenimiento, detalle y asombro la esencia de lo que nos rodea. Su lectura alusiones a los senderos de la historia del país y las evocaciones a las lecturas de los clásicos. Mutis Durán, poeta, editor y académico tuvo un acercamiento fraterno y cálido con la comunidad participante, quien manifestó por medio de sus preguntas e intervenciones el disfrute estético que brinda la poesía.
JULIO
Yirama Castaño Güiza
Agosto fue un poema luminoso en la voz de la escritora santandereana Yirama Castaño Güiza (Socorro, Santander, 1964) quien con la lectura de sus versos y los acercamientos la que se le escriben sus ventanas, sus fantasmas, sus compañías. Desde la majestuosidad que provee el asombro del lenguaje, Yirama Castaño nos brindó un conjunto de consejos y diálogos más secretos. Un recital que nos invitó a leernos sin perder los aciertos de nuestros milagros cotidianos.
AGOSTO
“Apalabrar el amor, versar la amistad”con: Malena Martinic Magan (Chile) En esa ocasión contamos con la participación de una de las poetas chilenas más importantes en la actualidad, Malena Martinic Magan, reconocida a nivel internacional por su valioso trabajo literario y sus relevantes obras en la poesía y en la narrativa. Con ella se realizó un recital de poesía en el que se leyeron algunos poemas de su autoría, se dialogó sobre su proceso creativo y se articuló una interlocución con el público participante, a partir de las preguntas que se generaron en la plataforma virtual. El tema de este mes es fue El amor y la amistad, las palabras de Malena fueron un abrazo que transformó las distancias.
SEPTIEMBRE “Versos con caramelos para nuestra infancia” con Guillermo Quijano Rueda “Las niñas y los niños son poetas por naturaleza”, dice el adagio popular. En cada una de sus expresiones se revela la condición de asombro, la magia que en ellos habita está hecha de poesía. Por ello el recital del mes de octubre estuvo dedicado a este esplendor de la infancia. El invitado fue el poeta Guillermo Quijano Rueda, quien con una amplia trayectoria mira con los ojos de la poesía. Contamos también con la grandiosa participación del mago “Cachivache”, quien con sus trucos nos contagió de asombro.
Ilustraciones por: Ela Enia Montañera- @fenacosaurio
OCTUBRE
ALONDRA
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Nov.2020
LA ARENA Y EL VIENTO Sebastián Fonseca Trujillo, 21 años Taller de narrativa Funza para contar - Escuela de Literatura
L
a nave, los vitrales, la biblioteca, su silencio, las oscuras paredes, las velas que morían ante el fuego, eran elementos cruciales de lo que otrora fue mi vida. Sus muros cual océanos de piedra, vastos e inmarcesibles, son las sórdidas cavernas a las que mis cavilaciones me amarran, amargando el espíritu y soñando entre cadenas, son los pensamientos el ácido veneno que ensombrece el delirio de mis noches, de pesadillas y sufrimientos, de hambre y muerte, de la arena y el viento.
Al entrar había murmullos de conmoción, algunos creían que era obra de algún espíritu pagano que vagaba por la arena, otros que Dios nos castigaba por nuestros pecados, algún otro solo podía pensar en que el mal se ocultaba en posesión de algún monje. El hermano Juan preguntó por Estuardo, para él probablemente existían motivos terrenales para la muerte del abad y el poder era el principal candidato. Tras escucharlo hablar nadie quiso partir para ayudar, fuera por la contundencia de su argumentación o por la superstición
Dejo estás notas para un futuro, a la espera de que los montículos abandonada cuando yo muera, sirva de refugio a los libros y manuscritos a los que dediqué mi tiempo, mi momentánea existencia. Siento pesar, he vivido en el interior del terror, he visto demasiadas muertes en un espacio que construimos para la tranquilidad, solo espero aquí sentado a que llegue la nada por mí. Estábamos alejados del mundo, dando nuestras vidas a un conjunto de creencias sin más sustento que nuestra fe, en un desierto donde el sol imponente mataba con la sed a todos los que osaban cruzar sin provisiones ese árido valle; un abismo ardiente nos alejaba de la mundanidad. La muerte llegó a la abadía como una sombra remota que habíamos olvidado en la constante monotonía de trabajo, oración y ascetismo. Esa triste y horrible noche sonaba el viento, un murmullo suave que se vio trastornado por los gritos. Todos nos despertamos, la agitación se evidenciaba en cada rostro, las mejillas enjutas ante los pálidos haces de luz que se extinguían tan pronto como la existencia
Volví al refectorio casi de forma instantánea, el cuerpo del hermano Estuardo se encontraba tirado sobre el del abad en las mismas condiciones. La palidez de mi cara no era evidente por la oscuridad, pánico lo inundara todo. El hermano Juan fue el primero en lanzarse a través de las dunas para escapar de la muerte, un par de monjes más lo siguieron, sabia decisión. Los que quedaban se sentaron a orar. Yo sentía un fuerte dolor de cabeza. El alba llegó, en la conmoción nocturna olvidamos juguete para el tiempo, tal vez las únicas cosas que se resistía a la que sobrevivirían más que sus vulgares creadores. En la tarde todos volvimos a las labores. Las caras escondidas en el hábito, los corazones temerosos, los pasos arrastrados, solo acompañados por la voz del viento, nadie hablaba. La carreta fue dejada junto al altar, frente al osario con los restos del santo patrono que cargamos hasta ese inhóspito paraje en busca de la paz. Sueño pasajero que se desvaneció de forma vertiginosa en las garras de la nada.
afuera la arena y el viento.
misma nada a la que ahora pertenecía.
Traté de limpiar la sangre de mi ropa en la gruta por donde corría un riachuelo subterráneo de donde nos abastecíamos. Bajé con una antorcha, la luz creaba sombras en los muros, la silueta de las estalactitas se movía al compás de las llamas. Los pasos hacían eco en la cueva, sentía que alguien me seguía, que se escondía entre las grietas oscuras esperando, atento a cada movimiento. Justo cuando había recorrido medio trecho y la única iluminación era la que portaba en mi mano, decidí volver.
Las ideas se perdían en la demencia del momento, algunos murmuraban, otros permanecían atónitos, nadie se acercaba al cuerpo. Junto con el hermano Estuardo, el segundo en jerarquía, alcé los despojos, nuestras vestiduras se untaron de sangre, se sentía el calor de la fugaz vida humana y el frío que la remplazaba. Salimos al sereno, dejando el cuerpo en la entrada, tomamos la carreta que usábamos para transportar los baldes con agua desde una gruta subterránea y subimos al hermano Jeremías.
Mi función era la de guardar los libros de la abadía; además era el único copista que teníamos. Preferí encerrarme tras las puertas de la biblioteca, uno de los pocos lugares con una puerta que podía trancarse. Tomé una edición de La Biblia en la que trabajaba, seguí transcribiendo el Libro de Las Revelaciones, cada renglón me generaba mayor intranquilidad, veía similitudes con lo ocurrido en la abadía. La noche volvió, decidí ir a los dormitorios, iba por un pasillo cuando perdí el conocimiento.
El espacio dispuesto como cementerio de los miembros de la orden estaba a un día en dirección a occidente; esa noche recibiría a su primer huésped. El hermano Estuardo se ofreció a llevarlo para enterrarlo, yo buscaría algún voluntario para que contribuyera a cavar la tumba en el desierto.
El hermano Jaime, el carpintero de la abadía, fue encontrado con un cincel clavado al cuello en el tiempo que yo permanecí sin consciencia. El terror de la noche anterior se volvió desesperación, los rezos se interrumpieron por el miedo, la muerte se adueñaba de los muros y amenazaba con exterminar a los monjes, llenando con su sangre el
La violencia del acto nos horrorizó. La sangre sobre las losas aún estaba tibia, el cuerpo del hermano Jeremías, el abad, estaba tirado con los brazos abiertos hacia el cielo, su mandíbula se quebró por la vehemencia del alarido que lanzó, su vientre agujerado era una
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Nov.2020
frío suelo de piedra. Temían a la muerte, aun sabiendo que esta siempre los alcanzaría. La mayor parte de los monjes tomaron las provisiones, los caballos y partieron dejando al tesorero que se negó a irse, al hermano Juan el viejo, quien por su edad no podía soportar el viaje, y a mí. Ellos continuaron con los ritos de exorcismo, recorriendo la abadía, gastando el poco incienso que trajimos al inicio de nuestro peregrinaje y llenando con sus cantos los pasillos vacíos, donde alguien los observaba.
cabeza, de forma poco clara, el profundo grito del abad cuando lo apuñalé, el tomar el martillo del hermano Jaime para clavarle el cincel al cuello. Me lancé de rodillas a los pies del anciano, diciendo que el demonio mismo habitaba en mí. Los monjes me alzaron, me llevaron al lugar donde reposaban los restos del santo, me ataron de pies y manos, para continuar con el exorcismo. Durante horas oraron sin que yo sintiera algo. Cuando se agotaron decidimos dormir; se me encerró en la biblioteca para evitar que causara más daño.
Cuando recuperé el conocimiento me encontraba en la biblioteca, sentado, tranquilo leyendo. Estuve ojeando sin prestar atención al texto, sumido en una desconcentración leve que se sentía pesada en el alma, intentando recordar las horas anteriores a mi estancia en aquel mueble. Después hubo un momento atemporal, congelado en el pensamiento que se hacía pesado y crispaba los nervios. Me aterré al levantarme y ver caer un cuchillo ensangrentado que estaba sobre mis rodillas. Grité.
Soñé con los asesinatos anteriores, sudaba en la oscuridad, mi corazón latía con violencia y giraba sobre las mantas que tenía por cama. La noche en el desierto era fría, sin embargo, un ardor salía desde el interior de mi cuerpo. Por un instante todo se calmó, quedé plenamente dormido. Cuando volví a estar con plena consciencia, caminaba de un lugar a otro ante el altar del santo, silbando una canción, respiraba paz, aunque un sombrío temblor clamaba en el fondo de la apariencia.
Juan, el viejo, y el tesorero Llim vinieron a la biblioteca. Yo me encontraba arrinconado mirando con horror el cuchillo del suelo, la sangre seca, el olor a muerte y podredumbre, los recuerdos empezaron a agolparse en mi
Los cuerpos de los monjes que se habían quedado se encontraban en el suelo, su sangre mostraba el camino por el que fueron arrastrados. Amontoné los cadáveres y los incineré en el desierto. Busqué agua en la
gruta, algo de alimento en las bodegas, las migajas olvidadas que no cargaron quienes desertaron y partí hacia la ciudad. En la noche perdí la consciencia, para hallarme caminando bajo el sol del desierto sin tener claridad. Como pude regresé a la abadía; llegué casi desahuciado. En varias ocasiones me he perdido en la noche al caminar sin ser yo, encontrando refugio volviendo aquí, mi prisión. En la biblioteca jamás hubo un homicidio. La construcción de conocimiento intergeneracional subsistiría más que el fugaz respiro de un solo hombre. Cada sujeto era como cada grano de arena, que desaparece en la vastedad; eran como los huesos que se perderían con un soplo del viento que los cubría. No eran nada, eran un momento efímero a esfumarse en el olvido, salvo aquella parte legada en la roca y el papel, el resto solo sería consumido por el desierto. En mi cabeza todo se tornaba confusión, perdiéndose en la penumbra un instante marcado por la irracionalidad y la locura. ¡Oh monstruo desgraciado!, ¡Oh ser perdido condenado a la nada! Salí al desierto, su me vi efímero, diminuto, pequeño ante las inexistente frente a la gloria del mundo.
JENNY, EL ZORRO ME TRAGA Nicolle Pérez, 18 años Taller de poesía Cartografías del Silencio Escuela de Literatura La casa en adobe huele a humedad el moho adorna las paredes y la mesa, el roce de las palmeras, en la noche se escucha mucho más lúgubre. Cuando el tejado baila con el ventarrón, las ramas se quiebran las gallinas cacarean, agitan sus alas y caen al zarzo mis ojos se abren y respiro en secuencia. Ratones husmeando costales se abren camino por el café verde que reposa en el suelo. Los brazos de mi hermano cual sogas tan delgadas me abrazan el torso, con un gesto de compasión le acaricié las suyas, sus robustas, pero infantes manos, que se adherían a mi piel como piedras entre tierra.
Registro familiar
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24
Nov.2020
“EL EXTRANJERO” DE CAMUS: UN HETERÓNIMO SIN PIES Marian Estefanía Barreto Garzón , 30 años Taller de literatura universal, Escuela de Literatura “Y todo está hecho bajo el sol. Crees en el fondo: ¡todos son asesinos! ¿Quién estaba equipado con collar y cadena?, ¿Quién se estaba separando de la manada?
L
a primera novela de Albert Camus, novelista, dramaturgo y ensayista argelino, fue publicada en el año de 1942: momento de invasiones militares que profanaban territorios y acuerdos entre los propios países aliados en plena segunda guerra mundial. La beligerancia del siglo xx fue el escenario con que Camus lanzó su obra, fue la atmósfera perfecta para narrar la disonancia con que estaba siendo tratada la condición humana.
universal, incluso dentro de los 100 libros del siglo xx según el diario Le Monde. Tuvo un intento de adaptación al séptimo arte, sin que consiguiera mayor resonancia; quienes sí tuvieron ovaciones fueron los miembros del grupo The Cure, banda británica de rock, quienes compusieron acertadamente Killing an arab, que traduce al español Matando un árabe, con ritmos vertiginosos que hacen un buen ambiente musical al discurso de la novela. Esta obra literaria es un desencuentro con la ética y la moral, un sobrevuelo a la percepción de la muerte, una cavilación sobre el amor como cordón umbilical humano, también a la amistad como puente a las tragedias; es una amonestación contra la religión por su deseo absolutista y una contemplación de la libertad como un código genético: irrepetible y sin concordias. Por lo anterior y otras categorías de análisis,
Se le ha señalado también como literatura del absurdo, que resulta siendo una etiqueta cierta cuando conocemos que El mito de Sísifo gran roca aplastante y cíclica pero satisfactoria para sus penitentes. Su título también ha sido traducido como El extraño, lo cual me parece más pertinente: un tipo desconocido, carnada de prejuicios y un hombre ajeno a los cánones sociales. Necesitamos la ambigüedad del verbo to be de la lengua inglesa, para hablar de Meursault y de Camus: ser y estar. El extraño es un ser de otra parte y de otra manera; no visitante, ni migrante. Es mi capricho comparar al autor, al protagonista y al vencejo, un ave “sin pies”. No es que propiamente el vencejo no los posea, sino que evolutivamente se han empequeñecido debido a su falta de uso. El vencejo come, duerme y copula en el aire playero, de altamar y continental; Meursault es mar y sol al tiempo, estos elementos naturales determinaron su destino. Camus voló entre los contextos euroafricanos constantemente; ellos son un hibrido de sensaciones de la naturaleza, la sociedad y la guerra. Aquello de tener pies deformes e inadaptados, me parece el leitmotiv de esta obra: un hombre argelino que vive en un continuo sensorial, pero sin aprehensión, un hombre sin raíces societarias. Con el tema sensorial quisiera defender a Meursault, un personaje que conoce a través de sus sentidos, le deleitan y se queda en aquel plano, pero no institucionaliza los valores morales de la sociedad que le correspondió; la moral es entendida como normas de convivencia y respeto bajo parámetros del sentido común y a veces media la “Ley del talión”. A Meursault no le
Dogs – Pink Floyd.
La mayoría de los seres humanos seríamos cordiales y diplomáticos al responder la pregunta con que María, su coprotagonista, sorprendió a Mersault: "Cuando rió, tuve nuevamente deseos de ella. Un momento después me preguntó si la amaba. Le contesté que no tenía importancia, pero que me parecía que no. Pareció triste” (Camus, 2005, p. 16). Lo anterior da cuenta de lo que comúnmente podríamos juzgar como un acto de frialdad; para Camus, es un dispositivo que demuestra lo ajeno universales. Kant propone que es posible que exista una conciencia moral, es decir, la presencia de un número de principios, en virtud del cual el hombre regula su vida, a lo cual llama “razón práctica”, porque es la razón no encaminada a indagar cosas en sí, sino es la razón aplicada a la acción. (Góngora & León, 1980, pág. 127) De tal manera que mal haríamos en reprobar doblemente al protagonista: la moral y las leyes argelinas lo condenaron a pena de muerte y el lector le castiga por ser él mismo. Dice Martha Nussbaum que “La sociedad no puede defenderse sin hacer leyes que respondan a las reacciones de repugnancia de sus miembros, y toda sociedad tiene el derecho de preservarse” (Nussbaum, 2006, pág. 92). Es el caso que aplica a la Argelia de El Extranjero: el abogado, los jueces, los testigos, la comunidad en general, la iglesia y el sistema carcelario, que ve como repugnante la vida de un hombre aparentemente “sin sentido”, que no llora, no clama, no gime, ni se arrepiente. Albert Camus es Santo Tomas escribiendo esta novela; comprueba que hurgar en el dolor de los hombres es necesario para seguir viviendo. Y hace del estigma un elemento que representa el dedo acusador de los humanos sobre las acciones ajenas. Leer El extranjero es encontrar la esencia del escritor, la piedra angular de vidas paralelas, amasijadas por la extrañeza, la incertidumbre y unas cuantas desgracias.
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DECISIONES
CANTO DE ALONDRA Oralitura recopilada por Victoria Ramírez, 39 años Programa para oradores, Escuela de Literatura
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uando yo tenía como entre diez y once años, tal vez, fuimos desplazados de allá del pueblo donde vivíamos que era Boyacá, El Cocuy, porque hubo mucha violencia allá y tuvimos que salir apenas con la ropita que teníamos puesta. Mi papá fue a parar por allá a un pueblito que se llama El Cerrito – Santander, adelante por allá de Málaga. Allá mi mamá me llevó, pero no me dejó donde estaba mi papá, sino donde vivía un medio hermano mayor. Él vivía en una casa muy grande que tenía como treinta y pico de piezas, era sumamente inmensa y decían que eso había sido un cuartel del ejército del Simón Bolívar. Entonces mi hermano me dejaba todo el día a mí ahí con un perro que se llamaba Capitán, él me dejaba una ollada de comida para el pelejos de ahí, al mismo dueño. Yo todo el día mantenía ahí sola con el perro, pero por la tarde el perro, cuando empezaba a oscurecerse, salía corriendo por toda la casa, ladraba, aullaba, bueno, era como loco ese perro. Mi hermano nunca me quiso decir que por qué era. Entonces una vez llegó un amigo de mi hermano y le comenté, él me dijo que ahí hacía miedo y el perro espantaba los espíritus. A mí al principio me empezó a dar miedo, pero ya después empecé con la curiosidad por conocer los espíritus, empecé a ir a donde iba el perro llamando a los espíritus, diciéndoles que se dejaran conocer que yo los quería ver. En la casa había solares con muchos árboles de manzanas de esas pequeñitas, duraznos y papayuela; el perro se metía a veces por ahí y yo también, pero yo nunca vi nada. Unas noches mi hermano me mandaba a la cocina por ollas o por cosas. La cocina quedaba afuera de la casa, siempre bajando como tres alcobas grandes fuera de la casa y pues ahí sí me daba miedo, me mandaba por leña que se dejaba detrás de la cocina en un recoveco y eso era oscurísimo. Una noche me puse a llorar del miedo y, para que no me fuera a regañar y a pegar, le dije que había visto un hombre grande, blanco, que andaba en la parte de abajo de la casa, allá había un potrero inmenso donde tenían conejos y patos en un pozo; él se puso a buscarlo y casi duró toda la noche el pobre buscando al hombre blanco pero nunca encontró nada, yo dije eso para que mi hermano no me volviera a mandar por leña y que no me fuera a castigar.” Mercedes (77 años)
Fotografía por: AuH
Juana Valentina Caicedo Téllez, 21 años Taller de narrativa Funza para contar, Escuela de Literatura
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l sol comienza a salir como es costumbre. En la ciudad ya se divisan las personas que van a sus trabajos, se escuchan las voces de las personas en la plaza promocionando sus productos y los niños hacen competencia para ver quién compra el pan. El señor que vende mazamorra a veces funciona como despertador pasando por todos los barrios y en el fondo se logra escuchar un buen son colombiano, a todo volumen, que en alguna casa suena mientras hacen aseo. En el barrio Ricaurte un hombre, Carlos, abraza a su hija y le da un beso en la mejilla para decirle que el desayuno está servido. En la cocina se escuchan las burbujas del agua que está hirviendo y el batido de los huevos que están por echarse al sartén y que la esposa bate con tanto amor. Al otro lado da la ciudad, Juan sigue haciendo los trabajos que se le ordenan, tiene 20 años, nunca hizo caso de los consejos de su madre, por lo tanto, nunca estudió, hizo hasta octavo de bachillerato y se dedicó a ganarse la vida con trabajos que fueran surgiendo, pero nunca nada estable. Acaba de salir de una casa de unos viejos, donde acabó de cobrar el “pagadiario” que los pobres viejos llevan pagando hace cinco años y, como se sabe, son cuentas que nunca cesan. La señora del hogar cierra la puerta con gran tristeza y Juan se pone el casco para subirse a su ruidosa moto sin darse cuenta de que lo están siguiendo.
Terminan de desayunar, todos en familia, y como es de costumbre los sábados, juegan a los bomberos y después de corretear por toda la casa, se bañan con una manguera todos en el patio y bajo la luz del sol, hasta el perro, Lucas, que nunca disfruta bañarse, se permite darse un chapuzón antes de que Carlos, su amo por más de cuatro años, se vaya a trabajar. Carlos busca qué colocarse, desea irse mejor vestido de lo normal, cumpliendo así el sueño de que su hija pueda conocer el mar las vacaciones siguientes sin necesidad de tener una deuda adicional. Entre todas sus camisas, elige una camisa roja que su esposa le regaló el día de su cumpleaños y que no se había estrenado, un esposa por los zapatos que tenía destinados para ese día, ella con gran preocupación responde que los lavó el día anterior y que aún están muy mojados. Él con gran una gran sonrisa, le dice que no se preocupe, que él pasa por el Centro Comercial y compra unos antes de presentarse a su trabajo. Se despide con gran amor de todos, su perro llora desconsolado y aun no hallan la razón, quizá es el único que sabe que es el último día que verá a su amo, y quisiera que de ninguna manera fuera a salir de la casa. El semáforo está en rojo, es el centro de la ciudad, al cambiar el semáforo suena el ruido ordinario de una moto de carreras de las viejas al acelerar, pues la vía por delante está completamente sola. Tres cuadras más adelante se detiene, su teléfono suena y por el tono que se escucha, sabe que es su jefe, y a él le molesta esperar. La primera pregunta apenas contesta es “¿Los cuchos pagaron la cuota?”, él con total serenidad, cualquier persona diría que no miente, responde que ni siquiera se tomaron la molestia de abrirle la puerta. Desde la camioneta que le está siguiendo, notan que acaba de colgar y que nuevamente acelera, se supone que debe ir a la siguiente parada para cobrar, pero curiosamente toma otro camino. Quince minutos más adelante se dan cuenta de que se detiene en un burdel, se parquean detrás de la moto sin problema. Dos horas más tarde, sale y se dirige a la siguiente parada, una panadería que paga su última cuota.
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Carlos se dirige al Centro Comercial más cercano, pero resulta que la tienda de zapatos abre treinta minutos más tarde, toma la decisión de ir al que queda como a diez minutos caminando. Al mismo tiempo el jefe recibe una llamada con las descripciones de la ropa de Juan, pues él, en varias ocasiones, se ha robado las cuotas de los préstamos así que decidió darle piso, como suelen decir ellos mismos. Juan recibe una llamada de su jefe, quien le ordena que le compre un reloj para su hijo en el Centro Comercial de La Avenida Primera. Enciende su moto y se dirige al lugar, segundos más tarde, la camioneta sigue detrás. Se parquea en la entrada principal y entra a buscar una relojería abierta, relojería “Donde el mono”, justo al lado de una zapatería. Al lado de la moto de Juan y
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justo delante de la camioneta, se parquea una así que sale corriendo y toma su moto para moto con la orden de pegar un tiro de gracia dirigirse rápido hacia donde su jefe lo espera. a un hombre con una camisa roja que saldrá dentro de poco del Centro Comercial. Los diarios se inundan con la noticia de que han matado a un hombre saliendo de un Centro Carlos ve con gran ilusión la zapatería Comercial, toda la ciudad se conmociona. Pero llamada “La primera avenida”, al lado de al día siguiente todo sigue como si nada, o eso una relojería llamada “El mono”. Entra y es lo que uno cree. ¿Qué será del perro sin su se mide los zapatos, le quedaron bien a la amo? ¿Quién le dice a una niña que a su padre primera, pero se mide otros dos pares por si lo mataron y que no podrá ir al mar en las acaso alguno le luce más. Juan elige un reloj siguientes vacaciones? ¿Quién le quita la culpa de Spiderman, que sabe que el hijo de su a una esposa que lavó los zapatos de su esposo? jefe adora. Por puro azar del destino, salen ¿Y qué hubiera pasado si el primer Centro Comercial hubiera abierto más temprano para ambos al mismo tiempo y caminan a la par, aun sin conocerse, dirigiéndose a la entrada, que Carlos comprara sus zapatos? Así es pero Juan se agacha y se amarra el zapato, la vida, compleja, hasta el simple color de el primero que se asoma es Carlos, y aun sin una camiseta puede marcar la diferencia entre hacer nada malo, recibe un tiro de gracia todo y nada, a su vez es tan cruel, que nunca que lo deja sin alientos segundos después. quita el sin sabor de que ojalá esa mañana se Juan sabe que no debe estar cerca de la poli, le hubiera hecho tarde.
Ilustración por: Juan Luis Gamba
Taller Liteaventuras, Escuela de Literatura
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Leydi Viviana Guevara, 34 años Taller Leer e investigar para la academia Escuela de Literatura
TE LEO, NOS LEEMOS: EXPERIENCIAS PARA LA PRIMERA INFANCIA EN EL BIBLIOPARQUE
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n las Bibliotecas Públicas del país se brindan oportunidades de inclusión y desarrollo cultural, social y económico para que los ciudadanos participen activamente en su comunidad, accedan, usen y generen información y nuevos contenidos para transformar su vida y su entorno. Allí circulan las ideas, se rescata la memoria colectiva y se reconocen las diversas identidades y expresiones culturales de nuestros territorios. El Biblioparque Marqués de San Jorge, de Funza – Cundinamarca, se encuentra adjunto a la Red Nacional y Departamental de Bibliotecas Públicas y se encarga de fomentar y brindar estas oportunidades de inclusión.
Al interior de las bibliotecas encontramos las Ludotecas, su nombre viene del latín “ludus” que hace referencia al juego y a los juguetes, y teca: “teke”, al espacio donde se guardan. Es un lugar que tiene como objetivos: motivar, promover e introducir a la primera infancia con actividades (juegos), en el desarrollo psicopedagógico y la integración familiar. Pero ¿qué diferencia a la ludoteca de la bebeteca? Este término no aparece en los artículos pedagógicos, revistas, libros especializados o en el Diccionario de la RAE, por lo tanto, aún a riesgo de errar, la Bebeteca es un espacio diseñado especialmente para llamar la atención de sus visitantes, siendo agradables a la vista y al tacto, donde los materiales de lectura, los muebles están al alcance de los niños y niñas, acompañados la mayoría de las veces por su familiar y /o cuidador, semejando al método Montessori donde el niño explora, analiza, descubre y construye su propio saber y conocimiento sin un maestro, pero cuenta con la guía de quienes lo acompañan. Las actividades que se realizan en este espacio tienen el objetivo de involucrar a este grupo de niños en la introducción de la lectura y la escucha de las habilidades comunicativas, para que puedan desarrollar su lenguaje oral y escrito (dibujos-garabateo como primera forma de escritura) haciendo uso de los diferentes textos como cuentos, rimas, retahílas, poemas, canciones, secuencias entre otros. También están pensados para integrar a sus familias en un proceso de conocimientos y aprendizajes que otorgan oportunidades de fortalecer lazos educación formal. En el Biblioparque Marqués de San Jorge, y desde la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá, se proporciona el personal profesional para estas actividades. Por un año, una vez a la semana, una hora, se encuentran un grupo de niños, de 3-5 años, en un espacio diseñado especialmente para esta población, donde el más mínimo detalle está pensado para ellos y sus clases. Orientados por un docente de la Escuela de Literatura se realizan diversas actividades, haciendo uso de las diferentes técnicas y estrategias para integrar al niño y a la familia a la lectura utilizando recursos manuales, de oralidad, gestual, títeres, rondas, entre otros, siendo una clase activa y alegre en la cual pueden dejar volar su imaginación y creatividad. Las actividades son preparadas por el profesional, que utiliza diferentes estrategias didácticas y lúdicas, involucrando a padres y niños en el desarrollo de las dinámicas estructuradas y guiadas, usando gran variedad de recursos en materiales para que los niños comiencen a manipular y explorar, permitiendo conocer y usar estos elementos que se integran en su cotidianidad escolar, al fortalecer su motricidad y su lenguaje. Al comenzar a involucrar la familia y la lectura, se evidencia que los principales beneficiados son las mismas familias, porque una vez en la semana se reúnen a aprender de sus hijos y estos de sus padres, quienes también comparten con otros padres, reciben así consejos en la crianza donde todos aprenden en ese intercambio de ideas. Como observadora, estudiante de pedagogía infantil y madre, participé de este curso con mi hija el año pasado, en el programa “Te leo, nos leemos” de la Escuela de Literatura, fui testigo de los cambios que en ella se realizaron en su desarrollo del lenguaje cognitivo y social, porque ella en un principio no compartía los elementos para el desarrollo de las actividades o participaba. Sin embargo, vi en el transcurso del proceso los cambios que fueron muy notables, que cada ocho días ella anhelaba encontrarse con su profesora de la Bebeteca, y que levantaba la mano saltando para participar, generando en ella una autonomía por querer asistir, intervenir y colaborar con sus amigos, ayudando a entregar y recoger el material utilizado durante la sesión. Para “aprender a aprender”, como hacen referencia la mayoría de pedagogos y psicopedagogos, es necesario contar con la ayuda de personas y espacios que permitan este tipo de saberes que no son casuales o fortuitos, sino que cuentan con una planificación y proceso, por ello tienen resultados palpables y eficaces.
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TELAR DE LÁGRIMAS Laura Benavides Gómez, 32 años Círculo de la palabra femenino Escuela de Literatura
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a bella Catalina tenía el mar y su profundidad en los ojos, impactaba con su belleza; tenía los hombros suavemente
elegancia, los vellos de sus brazos eran brillantes y dorados, los cuales cuidaba en sus obligaciones de la cocina, envolviéndolos con trapos para evitar que fueran calcinados por el fuego que producía la leña de los hornos, la vanidad parecía venir originalmente de ella, yo era su consentida, soy la cuba, la menor de ocho hermanos, cuatro hombres Mundial y posteriormente, presenciamos el magnicidio en Bogotá. La abuela Catalina me alcahueteaba cualquier travesura, me mimaba y me defendía de las fechorías de mis hermanos mayores. En aquellos días en que todo parecía ser perfecto, mientras organizaba el mercado en uno de sus baúles, actuando de manera traviesa quise robar uno de los exquisitos chocolates que solía darme y puse mi mano imprudentemente en el preciso instante en que ella soltaba la tapa del pesado cajón, quebrantando el dedo pulgar de mi mano derecha; fue un dolor físico indescriptible, rompí en llanto, mi abuela angustiada logró curarlo envolviéndolo con telaraña de seda, así logró reconstruir los tejidos rotos de mi dedo, con una práctica ancestral para este tipo de heridas. Esta historia me gusta contársela a mis nietas, quienes quedan anonadadas cuando les relato los hechos, me preguntan una y otra vez y yo con un recuerdo emotivo les muestro además la cicatriz que dejó este acontecimiento que me recuerda cómo los tejidos se restauran con amor y un poco de paciencia. En los años de mi juventud, en medio de una época muy romántica, profundas letras me llevaban a soñar con ese hombre, cómo me dolió ese 24 de junio de 1935, cuando escuché en la radio sobre su fallecimiento en la Ciudad de la eterna primavera en un accidente aéreo, lloré de nostalgia y guardé el duelo como si lo hubiese conocido personalmente, como se llora a una persona muy cercana, ¡qué épocas aquellas! Entre boleros y tangos un hombre conquistó mi corazón con
Benito era una persona llena de virtudes, apuesto y elegante, logró entrar en mi familia mostrando que era apto para el compromiso tal y como lo dictaba la tradición de la época: el hombre debía contar con la aprobación de la familia de la novia, sentarse en la sala a charlar de temas diversos, así fue como celebramos nuestra boda. Este fue un acontecimiento con una celebración por todo lo alto, a partir de los esfuerzos de mis padres, ya que se casaba la menor de sus hijas y eso ameritaba todo un evento. Ambos eran bogotanos, mi padre era un hombre noble con ascendencias distantes alemanas, evidentes en sus rasgos físicos; mi madre era una citadina muy bien puesta, de ojos azules y una ternura
en el cabello, un ramo de lirios, algo viejo, algo prestado, algo nuevo y algo azul tal y como lo describe la costumbre, era el escenario perfecto, natural. Benito me daba seguridad, sentía que a su lado simplemente estaría bien, creía que envejeceríamos juntos, desde ese momento soñábamos con ver los logros de nuestra descendencia, sentados frente a un paisaje de tierras conseguidas con nuestros esfuerzos sumados, trabajando juntos para darle un futuro a nuestros hijos. Los frutos de nuestro matrimonio fueron cuatro hijos, en medio de una vida tranquila disfrutamos de los momentos que Dios y la vida nos regaló, yo adoraba pasear en tren junto a él, conocimos el mar y caminábamos siempre agarrados de la mano, a veces llegaba con obsequios para mí; maquillaje, cremas para el rostro y perfumes que él sabiamente escogía conociendo mi gusto, nunca nos faltó la buena comida, sobremesa, postre y vino en la mesa, mis hijos siempre estuvieron bien vestidos y educados, nos catalogaban como una familia ejemplar. Pasados los años, mis hijas mujeres ya se habían convertido en todas unas señoritas recién graduadas, mi esposo siempre fue muy sobreprotector con ellas, pues eran las niñas de sus ojos, también estaba un hijo varón en la etapa de juventud y un cuarto hijo que por ser el menor era el consentido y aún estaba viviendo su niñez, próximo a empezar su adolescencia. Un día que parecía ser normal, amaneció con un cielo azul y los ires y venires de las ocupaciones diarias, en medio de los preparativos para una visita de las amigas de mis hijas, me gusta marcar la diferencia con detalles que dejan huella en los demás, una buena impresión en dicen que exagero en la atención, es algo inherente a mí, hace parte de lo que soy y tal vez de lo que vine a ofrecer al mundo: -Tengan todo listo para la visita, que no se olvide ningún pormenor -les dije a mis hijas, mientras alistábamos todo. Benito salió a ver a los ciclistas de la competencia que pasaría por nuestra calle, no sin antes tomarme por la cintura y entregarme un beso de dulzura y amor, lo vi correr
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hacia la multitud, dio unos cuantos pasos imprudentes convirtiéndose en la víctima de un grave accidente; fue atropellado por aquellos que se encontraban en competencia entregando todo con su máxima velocidad sobre ruedas. Verlo tendido en el piso fue un instante congelado, se escuchaban de fondo clamores de angustia y voces de aliento a los deportistas, dentro de mí sentía que se avecinaba lo peor, no sé cómo, no recuerdo, pero llegamos al hospital, los médicos lo vi irse por una puerta que me prohibía la entrada, y me dejé caer al suelo en llanto, lo aislaron en una sala de cirugía, el diagnóstico fue que quedaría hecho un vegetal, en menos de una hora el médico con un gesto de compasión tomó mi mano derecha, dejando en todo el centro la argolla que mi esposo con orgullo llevaba siempre como símbolo de nuestro pacto eterno. Lo vi partir en un lugar blanco e inmaculado, pero todo a mi alrededor se hacía oscuro, era un momento donde no había luz, no había esperanza, literalmente se fue para siempre el amor de mi vida. El duelo permaneció durante meses, y su recuerdo por el resto de mi existencia, la vida me había quitado el mejor regalo que me había
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querido Funza, se hizo una nueva apertura, parte del nuevo renacer, comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas. Los días iniciaban a las 4:00 a.m. había que preparar los sabores representativos del lugar: tinto fresco y agua aromática con hierbas y frutas, había que cuidar los detalles. A las 5:00 a.m. la tienda abría sus puertas, para que todo marchara en orden, tanto en el negocio como en la casa, las responsabilidades eran repartidas entre mis hijos y yo, teníamos que apoyarnos y ellos lo entendían perfectamente, la jornada terminaba a las 8 p.m., entre a nosotros se nos doblaba el trabajo, la jornada era más larga, la cantidad de gente y de actividades se multiplicaban y nosotros no podíamos parar. Fue de esta manera, gracias a la constancia, la unidad entre mis hijos y la identidad de nuestros productos preparados, que pudimos salir adelante. No fue una época fácil, había muchas responsabilidades económicas: pagar a los proveedores, las deudas personales, el estudio de mis hijos, cuentas de la casa. Hoy me doy cuenta de qué fui una buena administradora en aquella época.
Siempre enseñé a mis hijos a compartir de lo que teníamos así fuera poco, todos los días al cerrar la puerta del negocio la labor continuaba, pues compartía la cena con mi amiga y vecina que tenía siete niños y un marido que no ayudaba en lo más mínimo a su familia, aquellas criaturas no tenían la culpa y ver su cara de felicidad disfrutando de la cena me llenaba de alegría, sin esperar un lugar en el cielo lo hacía de corazón, también visitaba a los enfermos y ayudaba a los más necesitados con lo que más podía, pues me nacía hacerlo, haber pasado por una situación tan difícil, me hizo entender lo valiosa que es una ayuda en esos momentos difíciles. De las amistades puedo decir que tuve muchos conocidos pero pocos amigos reales, tuve una amiga muy sincera con la que nos veíamos en ocasiones especiales o cuando Una de las tantas noches que pasaban sin afán y sin esperanza en ella acudía a visitarme, nunca llegaba con las manos vacías, y a mí medio de la depresión y las preocupaciones, me quedé profundamente me afanaba poder atenderla como se merecía, el tinto y la mantecada dormida, esto no ocurría hacía mucho tiempo, así que aún lo pienso hecha en casa no podían faltar, charlábamos de todo un poco, desde como un último obsequio de Benito. Al abrir los ojos tuve la sensación contarnos y guardarnos los secretos más profundos, pasando por criticar las novelas y sus personajes, hasta los acontecimientos de las familias funzanas, ¡Ay Aurorita, cuánto extraño aquellas desde la ventana de mi habitación, era como un nuevo renacer, no sé conversaciones, nos debemos un café en el cielo!. qué pasó pero ese día pude ver la belleza que me rodeaba, entendí que Por otro lado, las humillaciones de la familia de mi esposo hacia el que había muerto era mi esposo, que yo seguía viva, que tenía hijos por los cuales debía seguir luchando y una familia con la que podía nosotros no paraban, mi suegro era el único que me apoyaba; era un contar, tenía una vida por delante y debía asumirla con valentía y esa hombre con una nobleza innata en su mirada y una elocuencia en mañana una fuerza invadió mi cuerpo frágil y pequeño, me levanté, sus palabras que transmitía tranquilidad a quienes le rodeaban, él sequé mis lágrimas y me arreglé; me di un baño haciendo conciencia me apoyó como si fuera una de sus hijas y tal vez esto hacía crecer de cada gota que rosaba mi cuerpo, abrí la puerta del closet que había el odio que estas mujeres sentían hacia mí, en especial una de ellas: Registro familiar dejado en el olvido casi por un mes, escogí uno de los mejores atuendos Elvira, una mujer con una apariencia tosca y una mirada incómoda, y lo combiné con mucho cuidado y detalle, abrí lentamente el cofre su cuerpo era grande, yo me sentía indefensa frente a ella, pero de las joyas guardadas para ocasiones especiales, elegí el prendedor jamás le demostré miedo, pues siempre ignoré sus actitudes, nunca en forma de mariposa, recuerdo de uno de nuestros viajes juntos, me respondí a sus ofensas y eso seguramente le hacía hervir la sangre. senté en la silla del tocador y observé mi rostro empoderándose de Tuvimos muchos problemas con ellas; entre asuntos de herencias y la situación y tomando las riendas para la lucha que se venía, tomé sucesiones, siempre les enseñé a mis hijos que cuando uno actúa de mi perfume de aroma versátil entre cedro y rosas, peiné y adorné mi manera justa gana la victoria, yo siempre les recalcaba que ignoraran cabello que radiaba con hilos de oro, salí con la frente en alto y con los sus comportamientos pero es que a veces era realmente inevitable zapatos de tacón bien puestos. Salí a darles abrazos a mis hijos, a ser dejarse llevar por la ira, nos decían palabras hirientes al pasar frente ejemplo de valentía y resiliencia para ellos, para mi propia vida, para a ellas y en ocasiones llegaron a escupir al suelo a pocos pasos de los que me rodeaban y para mis futuras generaciones. mi caminar, me llenaban sentimientos de rabia y dolor, no puedo imaginar lo que sentían mis hijos. A veces cuestionaba lo que decía Fue así como junto a mis hijos tomamos las riendas de este nuevo mi propia familia, ellos querían que fuéramos a vivir cerca de ellos, camino, nos teníamos entre sí como apoyo y de esta manera decidimos mis siete hermanos estaban dispuestos a ayudarme pero yo sentía darle continuidad al negocio que junto con mi esposo habíamos que era una situación que debía afrontar yo misma, sin embargo iniciado; se trataba de una pequeña tienda de abarrotes y licores donde dibujaba en mi mente aquellos recuerdos de niña donde lo tuve todo y ofrecíamos diferentes productos, algunos hechos con recetas propias crecí en un ambiente totalmente diferente, y me preguntaba por qué que fueron guardadas como secretos de la familia, empezamos a ver tenía de vivir esto, tuve también la oportunidad de elegir irme con el apoyo de muchos de nuestros amigos y familiares quienes llegaban un hombre acomodado económicamente, seguramente me hubiese a la tienda, ubicada sobre una de las calles más transcurridas de mi brindado muchos lujos y un estatus muy alto, pero ¿dónde quedaba comenzaron los problemas con su familia, sin conocer nunca la razón, su madre y sus hermanas se habían llenado de odio hacia nosotros; ella era una mujer dura, falta de delicadeza y compasión, reconocida en ese entonces por la sazón de su restaurante en Funza, lugar que desde que contraje matrimonio se convirtió en el pueblo de mi familia. Después de la muerte de mi esposo tuvimos que soportar humillaciones y en medio de ese desierto mi vida se derrumbaba, pues sentía que no tenía a quien acogerme, veía solo una nube de problemas, un laberinto donde no encontraba la salida, para mí se había vuelto todo oscuro, había perdido las esperanzas y hasta las ganas de vivir.
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mi valentía, mi fuerza y ejemplo hacia mis hijos? así que mantuve mi posición, y decidí quedarme para ponerle frente a cada situación, no sé si fue la mejor decisión pero hoy estoy satisfecha de saber que pude afrontarlo con gallardía y que no me dejé vencer. Algunos años después, mientras me alistaba para abrir la tienda, escuché un llamado de urgencia tocando fuertemente a mi puerta, sentí angustia pues a esa hora todo parecía estar en paz, al atender rápidamente se trataba del inspector del pueblo, me pidió que lo acompañara a la casa de mis cuñadas. Entramos al baño de la habitación principal y encontramos tendido el cuerpo grande y pesado de Elvira, el Inspector me pidió que reconociera el cadáver y yo accedí sin dudarlo, pude ver cómo terminó su vida en soledad en medio de un ataque fulminante al corazón mientras se bañaba, sin importar el daño y el dolor que había causado en mi vida y la de mis hijos, estuve ahí para ayudar a arreglarla, sentía tanta nostalgia en el corazón de solo pensar que hubiese muerto sin nadie a su lado, sin un aliento y sin un último adiós, “¿qué pasaba por su mente al morir?, ¿tendría tiempo de arrepentirse y perdonar?”, pensaba mientras que buscaba cómo cubrirla. Estuve con ella hasta que el fiscal y el forense dieron su dictamen, sentía que debía protegerla, sabía que ya no estaba ahí en alma pero sí en cuerpo y no quería que la maltrataran, ni abusaran de su frialdad, posteriormente elegí su último atuendo, ese con el que muchos la recordarían y al terminar abandoné la habitación, nunca recibí ningún tipo de agradecimiento de parte de sus hermanas y este gesto no hizo que la relación cambiara con ellas, tampoco lo esperaba, le pedí a mi gran amigo el Inspector que guardara el
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secreto y así lo hizo, entre sus amistades, el resto de la familia, vecinos y conocidos del pueblo nunca se supo quién estuvo a su lado para cerrar sus ojos y es algo que hoy agradezco, fue la mejor manera de enseñar a mis hijos a hacer el bien sin recibir nada a cambio y como dicen por ahí, “No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha” Escribo estas palabras porque ya soy abuela, y quiero ver en mis nietas unas mujeres llenas de seguridad y nobleza a la vez, enseñarles lo que valen, transmitirles lo que a lo largo de mi existencia pude conseguir; a ser fuertes sin perder su dulzura, a ser buenas personas y lo más importante a ser solidarias, aunque mal les paguen. El bien siempre llega, aunque el panorama sea desalentador y eso sí que lo he experimentado, siempre les aconsejo que no lloren a pesar de que yo misma no logro controlar las lágrimas, es una situación que con los años se ha vuelto incontenible; mi excusa es que lloro de emoción, pero ellas no saben cuánto me invaden los recuerdos, los sentimientos, la tristeza y la alegría también. No hay palabras para describir lo que siento por estos tres tesoros nacidas de mi hija mayor, una mujer hermosa e impactante, con una personalidad algo rebelde pero muy sensible a la vez. Ahora veo que las lágrimas además de traer todos estos sentimientos de melancolía, también vienen llenas de inspiración y quizás de ahí la razón del nombre que le dimos a mi querida Magdalena. Rebeca Cuervo de Gómez (1925-2007)
ECO Fotografía y poema por: Isidro Gómez Ayola, 28 años Taller de poesía Cartografías del silencio, Escuela de Literatura
CANTO DE ALONDRA Oralitura recopilada por Sarahi Niño, 14 años Programa para oradores, Escuela de Literatura
“Ie jira mei ua afe bai yoyena bie uai jenodikue.”* Leo tus palabras Hacen vibrar la panza El plexo solar, Chakra manipura. Resuenas como las voces, del dolor vivido y oído. Haces eco en el cariño, En la pasión. Dejar ser, Fluir, Correr. Que la vida son dos días y ayer, ya fue. Figora, ama**. _______________________
*“Por eso, para enseñar estoy investigando esta palabra”. Anastasia Candre: escritora, pintora e investigadora okaina-uitoto. **Gracias, hermano.
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ecién separados, mis tíos comenzaron a pelear por quién se iba a quedar el carro, mi tío lo compró, pero no lo manejaba porque le tenía miedo, pero mi tía sí lo manejaba. Un día, mi primo le pidió prestado el carro a mis tíos para darle una vuelta y pues él, literal, le dio la vuelta al carro: quedó llantas arriba. Lo más chistoso es que no llevaba ni dos metros cuando le dio la vuelta. Así se terminó la pelea por quién se quedaba el carro, y gracias a dios el carro está bien junto con mi primo, a quien no le pasó nada y me pudo contar esta anécdota.” Sarahi (14 años)
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PUEBLO ENTRE NUBES Fabián Fonseca Trujillo, 16 años Taller de narrativa Funza para contar Escuela de Literatura
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as nubes se cernían bajas sobre los techos de las casas, en la carretera andaba un solo auto con destino a un pequeño pueblo. Una canción sonaba dentro de este, Fernando miraba el camino absorto en sus pensamientos, mientras su único hijo, Carlos, jugaba con un muñeco de madera en el asiento trasero, a instantes miraba hacia afuera. Fernando no conocía mucho del lugar, sabía que sus casas estaban a bajo costo y él no tenía mucho dinero, además era un escritor y ese un pueblo tranquilo, perfecto para concentrarse en sus obras.
Su hijo fue el primero en bajar, la casa se veía igual al resto, una entrada con un escalón, dos pisos de altura, el techo construido en tejas de barro, la puerta de madera gruesa y vieja, las ventanas pequeñas y cubiertas de polvo. Acomodaron las pocas cosas que tenían y luego de comer un poco se acostaron a dormir. Al día siguiente, unas gotas sobre el cristal de la ventana despertaron a Fernando, llovía ligeramente y las nubes continuaban bajas con pequeños rayos de sol que a momentos se se separaba. Carlos continuaba durmiendo y su padre salió a buscar algo para comer. Los pasos de los demás se escuchaban por la calle, al no haber carros que hicieran ruido, los que caminaban eran tres junto con él. Cada característica alrededor, las pequeñas gotas que caían, la tierra del suelo arrastrada en pequeños torbellinos por el viento, ese sentimiento de tranquilidad en un lugar tan solitario; la soledad era un buen tema para la construcción de un texto. Llegó hasta una tienda, donde compró algunos alimentos. En su casa, luego de desayunar se sentó sobre una cómoda silla, donde empezó a crear un cuento. Comenzó por hablar del lugar: “Las nubes siempre bajas, la ligera instante recordó algunos momentos en su anterior trabajo, todo el día revisando cuentas, queriendo escribir tranquilamente.
Ahora tenía mucho tiempo para hacer eso. Tal vez escribiría otra obra sobre un personaje solitario, que cuestionaba su papel de esas historias de las que están repletos los libros. Luego de un par de horas durante las que se detuvo pocas veces, terminó la historia con el protagonista estático en el suelo, luego de haber saltado de una torre. Salió de la casa para ir hacia el lugar donde por la mañana había comprado las cosas para hacer el desayuno. El comerciante que ya había notado que Fernando estaba por primera vez en aquel pueblo, le preguntó el motivo por el cual se había mudado, y luego de conocer la respuesta indagó por la actividad a la que se dedicaba, le interesó al dueño de la tienda saber que era un “literato”; pidió que le leyera un escrito. Fernando había llevado las hojas que había redactado por la mañana, las cuales leyó rápidamente. Al tendero le pareció un buen texto, le interesó que alguien escribiera, pues en ese pueblo a casi nadie le interesaba la literatura. Pasaron toda la tarde dialogando sobre distintos temas, principalmente sobre las personas que llegaban al pueblo, porque no les importaba casi nada. Fernando aseguró que haría que les gustara, pues era un buen cuentista. Luego, caminando a casa una sola pregunta azotaba su conciencia, ¿cómo haría para lograr lo que había dicho? Llegó hasta la puerta sudando. Siempre hablaba sobre la importancia y reconocimiento de su labor, pero nunca había logrado publicar sus textos y dudaba mucho de su calidad. Sin embargo, no podía dejar de decirse a sí mismo y a las personas, que sus obras eran buenas. A veces solo se dedicaba a leer libros y replicar las situaciones. Al entrar en la casa y ver a Carlos correr, gran cantidad de recuerdos llegaron hasta él. Vio claramente la imagen de la madre del niño, quien ya había muerto. Fernando le componía algunos poemas de vez en cuando, los cuales rompió cuando supo de su muerte. Carlos también pensaba en ella bastante, pero solo se quedaba
Durante algunos días, Fernando se dedicó a redactar textos y un mensaje de correo electrónico que tardó un día completo en escribir. Mientras tanto, Rubén, el tendero, les hablaba a algunos clientes para realizar un evento, en el que el escritor pudiera presentar sus obras. Por las tardes este último pasaba por la tienda para saber qué opinaba la gente sobre la idea, sin embargo, no conseguía buenos resultados.
reunión se hizo en la tienda. Asistieron tres personas, para conformar un total de cinco y aunque Fernando se sentía mal por el tamaño tan compacto del grupo, Rubén decía que haber logrado esos resultados en aquel pueblo era bueno. Comenzó a leer tan pronto todos prestaron atención: “Las nubes que se encontraban bajas no dejaban penetrar los rayos del sol. En medio de la carretera, despacio y tranquilamente dos jóvenes caminaban historias en las que el personaje ama a una mujer, pero debido a los sucesos del
Cuando finalizó la lectura, las palmas empezaron a moverse con un ritmo lento, el sonido seco, los rostros sin expresión, las manos batidas por un sentimiento general que los obligaba a mostrarle al cuentista algún síntoma de emoción, así no lo sintieran. Pero era demasiado notorio, generó una situación bastante incómoda para Fernando, quien se fue primero de la tienda, mientras el resto se despedía de Rubén. Las personas no habían apreciado lo que él había escrito, pero quizás alguien que sí supiera de literatura valoraría la calidad del trabajo. Pasó sus letras a formato digital y envió una copia a una editorial en la que antes había trabajado, justo en los tiempos en que empezó a interesarse por la literatura. Pasaron algunos meses, Carlos enfermó, permanecía pálido, recostado sobre la cama de los textos no había llegado y Fernando se veía rápidamente sin dinero, mientras Sin embargo, tenía problemas más graves, en el pueblo no había médicos y el hospital más cercano estaba muy lejos. Le preocupaba bastante que no mejorara la salud de su hijo, se mantenía con la misma temperatura. Como todas las tardes encendió su computador para buscar la respuesta de la editorial y cuando entró a su correo, efectivamente tenía un mensaje, pero no era referente a las obras. Hace algunos días le había comentado a su hermano que se estaba quedando sin dinero y no había logrado conseguir un nuevo trabajo (cosa que no había intentado), ni había podido publicar sus obras, en un correo que le costó mucho escribir. El mensaje que le había llegado lo invitaba a quedarse un tiempo, junto con su hijo, en la casa de Camilo, el hermano de Fernando. Desde el cuarto de Carlos llegó un ligero quejido hasta los oídos del padre, este se levantó asustado y corrió hacia la habitación.
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Lo encontró mirando el techo y moviendo los labios lentamente, la palidez de estos y de las manos junto con los débiles susurros lo hacían ver como un personaje de los cuentos de Fernando en su lecho de muerte. Él se acercó y tocó sus muñecas y su frente y sus mejillas, todo el cuerpo estaba frío, el pulso casi no se sentía. Carlos lo miró, ninguno de los dos dijo nada, solo se quedaron mirándose hasta que el hijo no tuvo ninguna expresión en el rostro. Solo Rubén asistió al funeral, a las familias de los fallecidos no les gustaba enterrarlos en el cementerio del pueblo, solo muy pocos cuerpos reposaban en la árida tierra, donde Carlos se les uniría. Ese día, una pesada lluvia golpeó el suelo que cubría al sayal. Por la tarde del siguiente día, luego de beber un poco en la tienda, Fernando se despidió de Rubén, diciéndole que se quedaría algunos días en la casa de su hermano. Por la noche, mientras el carro dejaba atrás los viejos edificios carcomidos por eltiempo, Fernando pensaba en el sentimiento que le generó aquel lugar durante los últimos meses, ya no era simplemente tranquilidad, era soledad. No podía creer que hubiera un lugar donde no se valorara el arte. La función del arte en la vida de los hombres era expresar ideas, generar pensamientos nuevos o recordar anteriores, simplemente era un ejercicio cultural, también mostrar la belleza de distintas cosas que conforman la vida de los seres humanos. No simplemente era un instrumento para pasar el tiempo, ni solo la belleza de las de las obras, era una mezcla de lo que es el hombre, algo baladí y sublime al mismo tiempo, algo mediocre y perfecto, algo real y onírico, algo humano y bestial. Después de todo, el carro solo andaba solitario bajo el cielo de la noche, con Fernando sumido en sus pensamientos, sin saber bien lo que hacía. Dejaba ese pueblo y solo iba a un nuevo lugar a escribir más de lo que ya fue hecho muchas veces en el trasegar del tiempo, a ser una mediocre repetición de lo que la historia guardaba en profundos rincones.
Oralitura recopilada por Victoria Ramírez, 39 años Programa para oradores Escuela de Literatura
RAUDAL DE ELLA Marian Estefanía Barreto Garzón, 30 años Taller de poesía Cartografías del Silencio Escuela de Literatura
Taller De la tierra a la luna, Escuela de Literatura
Carmelina, (70 años)
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CANTO DE ALONDRA
Ilustración por: Santiago Sarmiento Méndez
oy de Apulo. Me casé en la Mesa, Cundinamarca, con un señor que manejaba una mula en ese tiempo, porque ya pues a estas alturas de la vida no puede hacerlo. Fuimos a pasar la luna de miel a Neiva, porque él iba a cargar el petróleo en un lugar que se llama Campo Dina y llegamos de noche al Hotel Plaza, de esa ciudad. Llegamos y, en la recepción, él solicitó la habitación con cama doble, al llegar a la alcoba tuvimos una sorpresa, dos camitas como de un metro cada cama, él enseguida se devolvió y le dijo a la señorita recepcionista que había pedido una habitación con cama para matrimonio y ella le contestó: “¿Señor y usted necesita una habitación con cama doble?” Él respondió que sí, la señora dijo: “Pues fácil señor, únalas y verá que le queda como una cama doble”. Nos tocó la misma habitación porque todo estaba ocupado, entonces yo me entré a bañar y él se recostó a esperar que desocupara el baño. Cuando salí, se había dormido y tocó seguir esperando para disfrutar la luna de miel en una cama matrimonial. A mí me parece eso como chistoso. Al otro día cargó la mula y nos fuimos para La Dorada a descargar el petróleo, allá duramos otros días y luego me devolví para mi casa porque él tenía que venir a Bogotá que era el centro del trabajo de él. Ahora tenemos 40 años de casados, felizmente, claro que, a ratos como todo, con algunas diferencias. Vamos bien, ya él tiene setenta y un años y yo voy a cumplir setenta.”
Cómo nombrarla sin recurrir a la sangre cómo verla sin que aparezca en el espejo hay que pedirle a la memoria que migre para que alumbre su consejo La veo morena, ave de fuego complexión fuerte, desde acá escucho sus quejas en la tumba gime destierro Campo de labranza, se parece a mi cuerpo ninguna joya la adorna, ni aun el cuello no presagiaría el desafuero
Güio constrictor del sueño r e p t ó p o r d o n d e v i n o… sin cejas delata el ceño de Braulia un bebé sin apellido.
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A PUNTO DE ESTALLAR Sandra Jimena Bacca Rivera, 42 años Círculo de la palabra femenino Escuela de Literatura
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ojos grandes verdes aceituna y rizos dorados cayendo sobre mis hombros, era la muñeca de mis padres; jamás tuve la
me castigaban porque no estaba de acuerdo con todo lo que nos imponían, me amarraban en un pilar del gran salón pero Sor Julia Álzate se indignaba y me llevaba a la rectoría, que se conectaba con el altillo en donde me enseñaba a pintar y a coser, mientras comíamos algunos de los deliciosos hojaldres que se habían hecho en la cocina, solo para que las monjas no olvidaran su procedencia francesa y que, por supuesto, no eran manjares para ninguna otra alumna. En uno de esos recorridos lo vi, su nombre era Fanor Domínguez, un hombre buen mozo, alto, fornido, de unos veintitantos que nos llevaba los víveres al internado. El universo de nuevo me concedía otro encuentro casual para que nuestras miradas se cruzaran: me sentía enamorada. Pero pronto terminé el colegio y tuve que volver a la casa de mis padres. Me habían enviado de interna con la llegada de la hermana de mi madre, quien a los 10 años quedó sola al morir la abuela Carlina; 5 años atrás había muerto el abuelo Gentil que le hacía honor a su nombre, un caballero como pocos. Cuando Miriam llegó, se había acabado mi reinado de hija única, al ser unos años menor que yo, no necesitaba sino emitir una palabra para que mi madre se pusiera a su favor, me recordara que ella era huérfana y yo una desconsiderada. Para mi padre sí fui su preferida, le gustaba pronunciar mi nombre con una musicalidad que hasta hoy resuena en mis oídos: Heybar, lo eligió gracias al libro francés que leía en esa época y mencionaba una fábrica de pólvora con ese nombre, mi madre con frecuencia me recordaba que no podía tener otro, me decía que yo vivía como dinamita a punto de explotar, creyendo que siempre podía salirme con la mía. Una tarde de brisa caleña, mientras me encontraba en la puerta, llegó a buscarme Fanor y desde ese día empezó el cortejo
campesinos conservadores del Valle del Cauca, principalmente de Tuluá, defensores del gobierno de turno que se derivaban de los “chulavitas”, boyacenses ultraconservadores, los segundos eran liberales denominados comunistas. Mi padre era un acérrimo liberal. Mi madre, al enterarse de que mi novio era conservador, me exigió finalizar la relación. Fanor se precipitó y me pidió matrimonio, al no obtener ninguna respuesta, trató de convencerme con la promesa de que no me faltaría nada. El padrino de la boda sería Don Hernán Rivera, un terrateniente que se ofrecía a cubrir todos los gastos con tal de ver triunfar el amor. Por primera vez sentí miedo y no pude más que complacer a mi madre quien ya tenía un candidato para enfocarme en la vida que una muchacha decente debía llevar y, de paso, asegurar mi futuro. Se trataba del único hijo varón de una prestante familia de Palmira, dueña de la funeraria y la fábrica de jabones de la región. Me dediqué a ser simplemente una espectadora de mi propia vida, la rebeldía estaba oculta en el despecho que sentía y sólo me dejé llevar. Mi madre, costurera de profesión, se encargó de hacer el vestido de novia y la familia de él de dar un gran festejo en el club, los invitados eran miembros ilustres de la sociedad. Jesús María trabajaba como detective de la alcaldía, era un hombre galante, culto, alto, bien parecido, con la estabilidad económica mi matrimonio escuchando a mis amigas que me admiraban por haber alcanzado el cielo con las manos. Cada dos años tuvimos un hijo; no encontraba la manera de evitar el embarazo, aunque hacía cuanto me aconsejaban: desde tomar aspirinas en ayunas, beber agua de cabeza, hasta tomar té de ortiga, realmente nada funcionaba. Chucho, como le decían sus amigos, era un mal esposo, bebía en exceso, se la pasaba en billares siguiendo su vida de soltero, me maltrataba y me exigía dormir con él. No supo administrar la fábrica de jabones que heredó y terminó poniendo una de velas que tampoco prosperó y acabamos viviendo con una de sus hermanas ya que él no podía mantenernos.
la violencia entre “pájaros” y “Cachiporros”; los primeros eran
Ilustración por: Luisa Valero
Taller Imagen y palabra, Escuela de Literatura
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Nunca había trabajado, pero con 4 niños que alimentar, una noche decidí ir a donde el Dr. Navia Belalcázar, quien me había atendido muy bien cuando llegué con un brazo herido luego de una fuerte discusión con Chucho. Le dije que deseaba trabajar y él me dio una carta de recomendación para llevársela al político Eurípides Vernaza, conservador a morir, así que mentí diciendo que era del mismo partido y él me consiguió un trabajo en una vereda como profesora suplente. Para ir a trabajar dejaba los niños con su tía, fue difícil porque la muñeca que fui no tenía ni qué vestir, engañaba a mis padres diciéndoles que el matrimonio era todo lo que habían soñado y que mis hijos eran fruto del amor. Para llegar, debía tomar un bus y luego caminar un buen tramo. Al cabo de la primera semana, el conductor me acercaba casi al frente de la escuela y solo caminaba de regreso hasta el paradero, con el sol de mediodía, para tomar el bus hacia la cabecera municipal. No pasó un mes cuando al salir vi el bus frente a la escuela y además de recogerme, dejaba a algunos niños en el camino y a nadie le cobraba. Llegaba a casa a atender a mis hijos y cada vez veía menos a su padre, cumplía con dejarle la cena en la mesa por si llegaba. Sin darme cuenta, había empezado a sonreír de nuevo e incluso tenía una amiga que hasta hoy conservo, ella también era profesora. Terminó el año escolar y ya contaba con un nuevo hijo en casa. Chucho vivía ebrio y ni sabía que estaba embarazada, menos, porque desde hacía un año no le permitía que se me acercara. Una mañana salí a trabajar con gafas oscuras para tapar los golpes y llevando una pequeña maleta, me despedí uno por uno de mis cinco hijos con un largo abrazo y la promesa, en silencio, de algún día volver por ellos. El bus me recogió esta vez frente a la casa y en el pueblo no tardó en conocerse el escándalo: —¡la maestra viajó a la capital con el conductor, dejando a sus 5 hijos!—. Ante la incompetencia de su padre, mis hijos fueron repartidos y criados por tres tías muy estrictas, como sus nombres, alusivos a pudo resistir la vergüenza de ser abandonado y se mudó a una ciudad cercana, aunque visitaba a sus hijos con frecuencia. Al cabo de dos años regresé con mi nuevo esposo, Humberto, el conductor, a reclamar al último de mis hijos. Chucho no quiso colaborar en su entrega así que acudimos a las autoridades y el niño, lado de la misma ciudad y bautizamos a mi hijo menor, quien 60 años después, justo en mi cumpleaños número 90, descubrió gracias a su hermano mayor que tenía 2 partidas de bautizo con 2 apellidos distintos. A pesar de haber vivido una década con Chucho, él nunca volvió a permitir que se pronunciara mi nombre mientras vivió, le aguanté
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demasiado pero había agotado mi llama interior. Al pasar los años fui acercándome a mis otros hijos, fue difícil porque no podía visitarlos y tampoco entregarles los obsequios que les compraba para las navidades o cumpleaños. Con mi hijo mayor tuve una aliada que fue su esposa, volví a verlo en Popayán cuando él cursaba su carrera universitaria de ingeniería electrónica y ya tenía un bonito hogar con sus propias hijas. Recuerdo que gracias a mi nuera, que trabajaba en el hospital departamental de esa ciudad, me operaron de una mano y fue ella quien insistió para que me dieran la salida, salvándonos de donde me habían operado. Luego se mudaron y los visitaba en la ciudad de los parques, para consentir a mis tres nietas, mientras Humberto se la pasaba de la ceca a la meca haciendo trabajos ilegales entre Estados Unidos y México. Mi segunda hija estudió en la normal de señoritas para ser maestra. Mi madre siempre estuvo pendiente de sus estudios y me llevaba los uniformes del colegio para que se los bordara con su nombre, aunque no podía verla. En el fondo, mi mamá no me perdonaba que me hubiera separado y me comparaba con la bisabuela Filomena, que a pesar de tener tres hijas mujeres, abandonó al bisabuelo Leopoldo, según ella por “miserable”, así que me decía que debí llamarme como ella. Mi hija ejerció como maestra gran parte de su vida y me dio dos nietos, se pensionó y actualmente, vivo con ella en una hermosa casa campestre. Mi otra hija se graduó como administradora de empresas, tiene una compañía, se casó y solo tuvo una hija con la que poco hablamos. Mi cuarto hijo se fue a vivir a Bogotá con la tía paterna que lo crió cuando ella ganó la lotería, tiene 3 hijos, pero no nos vemos casi nunca. Con Humberto, que murió hace poco menos de un año, duré más de 6 décadas, él tampoco fue un ejemplo de esposo, incluso tuvo un hijo de otra mujer y por eso lo saqué de mi casa, pero nuestro hijo intercedió para que regresara. Ese hijo está muy pendiente de mí, algunas veces lo visito en Cartagena donde vive actualmente. Solo vine a tener a mis hijos juntos cuando celebraron mi cumpleaños noventa, hace tres años, guardo como un tesoro la
Hoy repaso mis vivencias y pienso que, si pudiera regresar en el tiempo, de nuevo volvería al internado de El Cerrito a coser y a pintar, allí aprendí el buen comer y la devoción a la Virgen de Guadalupe. Fue una época tan feliz como cuando fui maestra en Bogotá, y aunque nunca terminó de gustarme la ciudad, adoraba enseñar. Tengo claro que no me casaría, pero sí sería madre, tendría hijos que traen en los nietos la mayor felicidad. Quisiera que me recordaran por el amor que he dado, por la amistad sincera que brindo, por ser una mujer rebelde, jamás resentida, que disfruta de la música, la poesía, la fotografía, el cine, la moda, viajar, que no deja que su llama se apague, que cree en si misma y se arriesga a vivir.
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Wilson Amado Gamboa, 52 años Taller de narrativa Funza para contar Escuelaa de Literatura
LA TACITA DE MADERA
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acinto golpeó la puerta de madera tres veces con la palma de la mano, mientras hablando duro dijo: —¡A comer!
Y por una rendija en la parte de debajo de la puerta empujó una pequeña taza de madera que contenía una porción de comida. Julito, de tan solo siete años, había visto durante casi toda su vida cómo su abuelo recibía los alimentos del otro lado de la puerta a causa de una enfermedad, de su vejez, o tal vez solo porque sí. De todas maneras, no podía entender, pero ya estaba acostumbrado y pensaba que así era como debían ser las cosas. En varias ocasiones observaba cómo Juana, su mamá, abría la puerta del pequeño cuarto debajo de la escalera y ayudaba con impaciencia a salir a su padre, el abuelo de Julito, para poder darle un baño con agua tibia, casi fría, en el patio. No se le permitía acercársele al anciano a menos de metro y medio aunque, por su curiosidad, el niño varias veces se ganó un regaño. En ocasiones Julito se sentaba en una pequeña silla a su medida, frente al abuelo y miraba con detenimiento cómo le caía el agua desde la cabeza haciéndolo temblar del frío. El jabón en sus pocos pelos y en la cara bastante llena de arrugas y, sin embargo, una leve sonrisa le regalaba al pequeño. Julito devolvía, casi a escondidas, esas sonrisas enviadas por el abuelo. —Quédese quieto. Si no, le cae jabón en los ojos. Al poco rato, Juana le ponía, de afán, una camisilla, una camisa y un saco de lana que no siempre se encontraba limpio. Luego, ayudándolo a medias a caminar, lo llevaba hasta su pequeña habitación debajo de la escalera que llevaba al segundo piso, justo debajo de la habitación de huéspedes. Un día, entre juegos aquí y allá, en que Julito pasaba de la sala a la cocina y volvía, escuchó a sus padres que decían sentados en la mesa del comedor: —Esta hedionda taza de madera ya está muy vieja. —Sí. Pero yo no voy a hacer otra y mucho menos a comprar una. Al fin y al cabo, no creo que sea por mucho tiempo —Respondió Jacinto con cierto tono de mal genio. Y luego gritó desde allí: —¡Julio! El niño dejó sus juguetes en la sala, se levantó del suelo y corrió hacia la cocina, llegó y se detuvo tranquilo ante su papá. —¡Señor! —Dijo con su delicada voz infantil. —Tome. Llévele la comida a su abuelo Y estirando Jacinto la mano hacia el niño, le entregó la vieja taza de madera mal lavada y conteniendo sopa de la misma que Julito había comido la noche anterior. El niño miró la taza, miró luego a Jacinto a la cara y después a Juana, quizás con el deseo de preguntar algo, pero como sabiendo la respuesta o la forma en que vendría, decidió mejor callar y dirigirse a la escalera, caminando lento con el cuidado de no regar la fría comida. Llegó hasta el frente de la puerta, la miró con detenimiento y luego observó la taza en sus manos. La madera era igual de vieja y descuidada, miró la rendija abajo a sus pies y se agachó con gran cuidado para colocar la comida en el suelo, mientras pensaba qué estaría haciendo el abuelo adentro y por qué le dejaban allí y no como a los demás, en un cuarto normal. Además, por qué se le daba el alimento de esa manera. Recordaba que en alguna oportunidad les preguntó esto a sus padres y solo recibió gritos y órdenes, pero nunca una respuesta satisfactoria. —¡Abuelo! —Dijo casi en silencio.
Ilustración por: Luisa Valero
Taller Imagen y palabra, Escuela de Literatura
No tuvo necesidad de golpear cuando, de pronto, una mano huesuda y arrugada, con los temblores que ya conocía de su abuelo, salió despacio y a medias por la rendija y al querer tomar la tacita de madera, tomó también la mano de Julito. El niño no se asustó, ni sintió desprecio alguno y esperó mirando con detenimiento aquella
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mano que como un indefenso y pequeño animal explorando, lo acarició con suavidad, lo apretó muy delicadamente, luego le dio tres pequeñas palmaditas, tomó la taza y se entró. El niño apenas sonreía cuando sentía y veía la mano del abuelo haciendo un juego que jamás había tenido la oportunidad de hacer, pues quienes siempre le habían llevado la comida en la tasita de madera al abuelo habían sido sus padres. Desde esas muestras de afecto del abuelo, Julito ocasionalmente se ofrecía para llevar la tasita de madera ante la vieja puerta, especialmente cuando los regaños de Jacinto y Juana lo hacían sentir solo. Un día en el comedor, mientras desayunaban los tres, Jacinto dijo: —Desayuna bien hijo, para que crezcas grande y saludable como yo. Cómete siempre todo y así no nos sacarás el mal genio y no tendremos que pelear.
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—¡Hola mi amor! ¿Dónde te habías metido? Fueron las palabras de Julia, respirando hondo con la tranquilidad de haberlo hallado. —Aquí. Haciendo una cosa. Julio, estaba haciendo una nueva tasita, con un cuchillo en un pedazo de madera y Jacinto y Juana se miraron desconcertados. Entonces Juana acariciando la cabeza de su hijo y quitándole con cuidado el cuchillo de la mano, dijo con una levemente dibujada sonrisa: —Julito. No es necesario hacer otra taza. La que hay todavía dura un tiempo. No te afanes por eso. Además esa que estás haciendo, te está quedando muy grande y tu abuelo no come tanto. —dijo Jacinto en tono burlesco de pie al lado de ambos y con los brazos cruzados. Fue entonces que Julito tomó de nuevo el cuchillo con cuidado de la mano de su madre y sin dejar de moverlo en el palo y sin alzar la mirada hacia sus padres les contestó:
—¿Y qué voy a hacer cuando sea grande como tú? Preguntó el niño con las imágenes puestas en la pared, mostrándole su futuro, incierto para su edad. —¡Ah! Pues va a ser grande y muy fuerte. Y vas a tener una familia.
Respondió Jacinto dándose palmadas en el pecho, doblando los brazos para mostrar sus músculos y terminó recogiendo los puños sobre la mesa. —¿Muchos hijos o poquitos hijos? Preguntó Julito mientras tomaba una cucharada de avena en leche, a una velocidad que solo se hace para demostrar que está comiendo. —¡Bueno!... no muchos – Respondió dudoso Jacinto sonriendo y mirando a Juana a la cara y continuó —Con uno o dos nietos que nos des ya seríamos unos abuelos muy felices.
—Es que no tengo afán por que para eso falta bastante tiempo. Pues no es para mi abuelo sino para ustedes dos cuando sean abuelos. *** La mañana del domingo, Julito se levantó apenas comenzaba a clarear y corrió hacia la habitación contigua. Abrió despacio la puerta y pasó sigilosamente pisando el blando tapete que llegaba hasta la cama. Se acercó a la cabecera y, mirando a su abuelo como dormía profundamente con la cabeza apoyada en una mullida almohada, se le quedó viendo la noble sonrisa que le hacía más tierno para el niño. —¡Abuelo! -dijo en voz muy baja, pero haciendo que abriera los ojos despacio. El anciano sonrió y sacando una de sus manos de debajo de la cobija, acarició suavemente la cara de su nieto y sonrió.
—¿Abuelos? Juana asintió sonriendo y masticando un trozo de pan. Pero para eso falta bastante tiempo, hijo. Julito los miró y quizás no podía imaginarlos siendo abuelos. Poco rato después se ofreció para llevar la tacita de madera que esta vez le pareció más vieja y sucia que de costumbre. Sería necesaria una nueva y así lo decidió una tarde. Jacinto y Julia, extrañados por el silencio de Julito, lo buscaron por casi toda la casa hasta que lo hallaron en un rincón del patio.
—Buenos días abuelo. —Le dijo el niño apoyando su cabeza sobre el pecho del anciano, que mirando a todos lados, vio como entraba la luz suavemente por la ventana, cubierta con una sedosa cortina mientras, en su mesita de noche, reposaba aun el plato vacío en que la noche anterior su nieto le trajo un grande y delicioso bocado de comida caliente.
CANTO DE ALONDRA Oralitura recopilada por Gloria Morales, 53 años Programa para oradores, Escuela de Literatura
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s un recuerdo de mi padre, que cumplirá 80 años, me lo contó cuando era niño, y lo volvió a recordar para compartirlo con nosotros. Cuando era joven, acostumbraban a ir de paseo al río con sus amigos más cercanos, el paseo era de olla, las gallinas para el sancocho las obtenían de los corrales de las casas, bajo la estrategia de dormirlas con polvillo de éter, para que mi abuela pensara que estaban enfermas y se diera la orden de enterrarlas, orden que mi padre y sus amigos aprovechaban para tener qué echarle a la olla.” Raúl (80 años)
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Ganadores Concurso Municipal de cuento en familia FUNZA 2020 UN PRETEXTO PARA EL ENCUENTRO Familia Charry Rico —Nos vemos a la vuelta —dijo él con ese característico tono jovial y jocoso. Sin embargo, esta vez no estuvo acompañado de la familiar carcajada que le proseguía a expresiones como estas; por el contrario, después de que las palabras emigraron de su boca, a un ritmo pausado, lo siguió un aire atravesado por un ronquido: como ese sonido que hacen las personas con dificultad para respirar. Su nombre es Pretexto, más adelante se hablará de él, a la vuelta caminarás con él. ¡Sí! Virtual, en la pantalla del celular, computador o desde dónde sea que nos leas. El reloj marca las doce de la noche, en el firmamento las explosiones iluminan el rostro de quienes lo contemplan, la algarabía entre la gente crece, entre abrazos y sonrisas se da la bienvenida a un año nuevo. Se renuevan las promesas no cumplidas en el 2019, con proyectos, sueños, anhelos y deseos iniciamos 2020. Recuerdo que mis planes eran viajar al interior de Colombia en una RV camper Van (aunque primero debía entrar a Colombia luego de vivir dos años en Minnesota, Estados Unidos) en abril viajaría de regreso a casa.
(yo) nos quedamos “encerrados” en un país lejano sin la certeza de un pronto regreso. El virus, al igual que una enredadera que trepa y se expande a lo largo de una superficie, ya estaba expandiendo sus tallos hasta llegar y afectar directamente a mi familia.
Unos hicieron huertas, otros tejían y bordaban, todos sacaron a flote sus respectivos talentos para convertirlos en emprendimientos. Por mi parte, tuve que ser paciente a la espera de un vuelo humanitario que finalmente se dio en el mes de septiembre.
Ningún sector estaba preparado para una situación de orden mundial como una pandemia. Sin embargo, es rescatable el rápido accionar de muchos gobernantes y alcaldes locales, quienes entendieron las consecuencias de un confinamiento y lo que significaba para muchas familias, así que pusieron no sólo la razón, sino también corazón en sus planes.
Con diabetes controlada a sus 55 años, Don Pretexto, es un hombre alegre, fuerte y con pasión desbordante por la unidad familiar. Esposo amoroso, padre exigente y abuelo alcahueta lleno de vitalidad; sin embargo, helo ahí entubado y con medicamento para el corazón.
“Quédate en casa” abrió un espacio virtual, emocional y espiritual para afianzar vínculos con nuestros familiares y allegados. Nos alejó del consumismo, las cosas innecesarias, nos empujó a priorizar y ayudar más.
Ilustración por: Karoll Dayana Rivera Cruz
Taller Liteaventuras, Escuela de Literatura
El 30 de enero de 2020, en las noticias nacionales Uber se despedía del país, el precio del petróleo mostró bajas y a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarase emergencia internacional ante el brote de un nuevo virus denominado COVID-19 e iniciado en China; aquí (e incluso allá en EEUU) no se hablaba de una pandemia; salvo un virus allá, en otro continente.
Las labores del hogar adquirieron otro sentido y pasaron a ser responsabilidad de todos los que estuvieron las 24 horas del día en casa. Durante los cinco meses que duró la cuarentena nacional obligatoria, la casa se convirtió en un espacio de trabajo mancomunado; a cada uno de los socios de esta empresa, llamada familia, se le asignaron roles con semanas rotativas en los oficios.
Don Pretexto fue trasladado a la Clínica Olaya Herrera; mi hermana llegó a saludarlo, pero ya le habían dado ingreso. "¡Por dos minutos tarde!", cuenta ella que no pudo verlo ese día.
Volver a las tradiciones familiares como cenar juntos alrededor de una mesa, despertar a los padres con un tinto en la cama, reconocer las virtudes y cualidades de cada miembro de mi familia y ponerlas en práctica, se convirtieron en rituales propios de la cuarentena. Necesitábamos movernos, sentirnos activos para no caer en la angustia que significaba estar encerrados, dice el guache de mi padre, como suele llamarlo mi abuela.
*** Anunciaron el cierre del Aeropuerto Internacional el Dorado y muchos colombianos, no sé cuántos guapucheros, al menos uno
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Nuestras casas se convirtieron en verdaderos hogares. Adecuando espacios físicos como aulas de enseñanza y oficinas de trabajo; pero lo más importante fue haber podido adecuar nuestros tiempos para acompañar el proceso de aprendizaje en nuestros hijos. Aunque con momentos de angustia y pánico ante el crecimiento progresivo en los tallos y ramas arrasadores de la COVID-19, con la incertidumbre del mañana, y con las tensiones familiares a causa del mismo encierro, podemos decir con seguridad que durante este tiempo fueron más las experiencias positivas y el aprendizaje colectivo, incluso después de esa llamada. En una semana el deterioro de su salud fue vertiginoso. Sin embargo, nos aferramos a la esperanza, hasta que ese 22 de agosto a las 11:18 am nos informaron que se le iniciaría una diálisis especial. Alrededor de la 1:00 pm una llamada nos robó la paz: "Lamentamos informarle que su tío entró en paro, lo reanimamos durante 40 minutos y no salió..."
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Sentir en carne propia el dolor y la impotencia de despedir un ser amado en estas circunstancias no tiene comparación. Las personas que fallecieron en tiempo de pandemia no tuvieron derecho a un sepelio digno, salían del hospital en coche fúnebre directo al horno crematorio envueltos en bolsas plásticas. Al llegar a la puerta del cementerio, el
carro se detuvo por 5 minutos para que sus dolientes le dieran un último adiós con todas las medidas de seguridad y distanciamiento (con el coche cerrado y desde la otra acera). Diez días después se reclamaban las cenizas con la incertidumbre si correspondían o no.
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Y así, en una reunión por medio de la plataforma Zoom, tuvimos que caminar con él siguiendo su último paso por la tierra, rogando que el camino se hiciera eterno. No obstante, el momento de decir adiós llegó y pasados los cinco minutos, el coche fúnebre ingresó al cementerio, giró y a la vuelta no lo volvimos a ver nunca más.
EL NO CUENTO Familia Jaimes Rincón Los rumores habían llegado al comenzar diciembre, las noticias internacionales afirmaban que un monstruo diminuto se apoderaba de los cuerpos para impedir que el aire circulara por los pulmones de las personas con libertad. Mi hija y yo veíamos algunas noticias pasar, pero nos distanciábamos al corroborar que los hechos acontecían a miles de kilómetros de nuestro país. Por lo tanto, continuábamos jugando, asistiendo al jardín, armando el arbolito de navidad, comiendo buñuelos, entre otras prácticas colombianas que por esa época se realizaban con completa normalidad y diligencia. Pasaron los meses y las noticias empezaron a ser más reiterativas, ahora aquel monstruo no se encontraba sólo en el país ancestral de Asia, se había escabullido por entre los viajeros a otros territorios. Sin embargo, a nuestro continente, que se le reconoce por ser “subdesarrollado”, no llegó sino hasta principios de marzo. Fue allí donde todo cambió. Las políticas de estado empezaron a promover algunas prácticas preventivas en aras de frenar el contagio in situ, pero, pese a todo esto entramos en cuarentena. Eso significó, para mi hija de cuatro años, clausurar las salidas al parque, mitigar las carcajadas y olvidarse de la sensación de vacío y risa nerviosa del columpio. Nuestra casa poco a poco se convirtió en la escuela, el patio de juegos, la calle y la diminuta posibilidad de ser una niña con rostro, pues se consideraba obligatorio el uso del tapabocas. Así, poco a poco, nos fuimos distanciando, no conseguíamos ver a los abuelos, tíos, tías y menos jugar con las primas. Mis jefes lograron mantener mi vinculación en la empresa por un mes más, pero era claro que las actividades que se desarrollaban de manera presencial iban a acabarse o a someterse a la virtualidad y, así, me quedé sin trabajo.
El miedo llegó a las pantallas, a los juegos, a la profesora del jardín, a la casa. La muerte empezó a visitar a conocidos, familiares y amigos. Las calles se vistieron de desolación, las personas empezaron a ser distantes y frías. Algo estábamos perdiendo. Un día, al llegar de compras, mi hija asomó su delicada mano por la puerta de la calle y gritó:
perfeccionando otras características: la posición satelital, el tiempo en que las personas lo retiraban de sus rostros, entre otras cualidades aberrantes.
Nos acostumbramos al encierro, al trabajo virtual, pero no al uso del tapabocas, nos ahogaba. Era la obligación más contundente para contribuir al silencio y sumisión de todos. Nos obligaron a usarlo, incluso dentro de nuestros hogares.
Pasaron los años y todo empezó a verse gris, el trabajo empezó a ser más extenuante. En los espacios considerados como “públicos” encontrábamos varios carteles con el siguiente texto: “En boca cerrada no entran monstruos”. Mi pecho se llenaba cada vez de más de rabia, hasta que un día decidí escapar de esa horrible ciudad. Había visto algunos panfletos que anunciaban la existencia de lugares en la montaña y que se encontraban libres, ya no del monstruo que impedía que las personas respiraran, sino de aquel que, entre gobiernos y dirigentes, se habían inventado para contenernos. Pasar los límites de la frontera de aquella ciudad no era una tarea fácil, una pared de varios metros de altura nos reprimía.
Después de unos meses, una empresa con logos malévolos lanzó al mercado el peor de los inventos, un tapabocas que lograba detectar la presencia del monstruo. Era negro y se expandía desde el hueso cigomático hasta la quijada y parte del cuello, se acoplaba casi de manera automática a todos los cuerpos y, al detectar al monstruo, una pequeña luz sobre la parte derecha cambiaba de verde a rojo. Pareció muy buena idea, pues reducía de manera contundente el tiempo de los protocolos de bioseguridad, e incluso su inversión. Entonces los entes públicos empezaron a donarlos a todas las familias. Después de unos pocos días todos habíamos cubierto nuestros rostros de negro. Las personas se asumieron sin rostro. Los ojos grandes y profundos de mi hija empezaron a entristecerse, intentaba quitarle el tapabocas mientras dormía, con el fin de recordar su sonrisa y sus carcajadas, pues nuestras conversaciones se hacían cada vez más cortas debido a este dispositivo. Nos controlaron por medio de él; después fueron
Los días eran fríos y silentes, pocos transitaban por las calles pavimentadas de aquella ciudad. Sin embargo, una noche decidimos escapar con mi hija, que para ese entonces ya era una adolescente. Con una vestimenta negra y cómoda empezamos a subir la enorme muralla, nos tomó varias horas detectar el punto ciego de las cámaras, intentábamos corroborar la información que, de manera exhaustiva, habíamos recopilado desde aproximadamente un mes atrás. Duramos otra media hora intentando romper desde la cima todos los alambres que protegían el borde de aquella inmensa y gruesa pared. Al atravesar el dique de casi veinte centímetros, descubrimos la peor de las verdades, estábamos al borde de un abismo que terminaba en rocas filudas.No recordaba los límites así. Ignoraba cuánto tiempo pudo haberles tomado construir esa mezquina obra maestra. Mi hija y yo habíamos olvidado el cambio de guardia, fue allí cuando nos detectaron, prendieron las alarmas. Nos mi-
—¡Estás ahí monstruo malvado! —No supe si reírme o llorar. Habíamos establecido algunos protocolos y ella los había asumido con mucha responsabilidad.
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ramos a los ojos por un momento que pareció eterno, nos abrazamos y, después de un rato, tomadas de la mano, nos lanzamos al vacío. Durante la caída me suspendí en pocos
recuerdos que parecían repetirse. Apreté su mano con fuerza. Al llegar al final no había dolor, ni sangre, ni rocas, era un lugar blanco y poroso, una hoja de papel. Me encontraba
sola. Descubrí que mi realidad era la simple invención de una mujer que escribía a tinta en su cuarto, junto a una taza de café y sin tapabocas.
ALCOHOL Y TAPABOCAS EN CASA Familia Amado Cantor Mi amiga Paula me escribió temprano. Su novio, Diego, le dijo que saliéramos a dar una vuelta a escondidas. —¡Si no les da miedo! —comentó, me contó ella. En verdad sí me da algo de miedo porque el confinamiento está al máximo y los contagiados y muertos van en aumento. Le dije a mi hermano que iría y él, por no dejarme sola, a regañadientes aceptó acompañarme, luego de reclamarme. —Tome, lleve estas aspirinas en su bolso. —¿Para qué? —le pregunté haciéndole caso. —Eche este alcohol también —y me pasó un frasco mediano y nuevo junto con unos tapabocas que teníamos sobre la mesa. Salimos a las nueve de la mañana y las calles estaban tan solas como en una película de zombis, pero, aun así, nos encontramos con Paula y Diego para irnos caminando por entre las cuadras de los barrios. Ese muchacho es muy voluntarioso y se cree rebelde, pero con mi hermano lo vemos como un idiota sin ideas propias. Anda por todas partes con su vieja patineta, como si fuera un símbolo contra las normas o yo qué sé, pero creo que trata de imitar a los muchachos mayores que él. Cuando llegamos a la plaza principal, al voltear en la esquina de la iglesia, dos hombres maduros se chocaron contra nosotros y uno de ellos estornudó preciso frente a Diego. El otro no tenía el tapabocas y nos miró de arriba abajo como pensando en robarnos. Mi hermano me jaló del brazo alejándonos rápido, varios pasos hacia atrás. Diego y los hombres se enredaron en insultos y entonces Paula lo jaló pidiéndole que nos fuéramos. —¡Miren! Una moto de la policía —gritó mi hermano. —¡Corra, marica! —dijo una de los hombres y salieron en carrera hacia la calle trece bajando por detrás de la alcaldía. —¡Vámonos rápido! —balbuceó Diego agarrando su patineta y su cigarrillo, y corrió dejando atrás a Paula. —¡No! ¡Venga! —llamó mi hermano— ¡No es verdad! Era para que no nos molestaran más —aclaró Paolo sin soltarme del brazo y mirando cómo Diego corría, como si lo estuvieran persiguiendo. Paula dejó de correr y nos miró, al tiempo que veía cómo su novio la dejaba tirada. Entonces se devolvió y los
tres caminamos de vuelta a casa por los rincones de la calle trece. —Pensé que era más caballero —dijo Paolo sonriendo, y refiriéndose a Diego mientras miraba de reojo a Paula. —¡Y yo! Le importó más la patineta que tú —dije tomando a Paula de la mano. Ella, a su vez, miraba seria el camino. Parecía que ya no le importara si llegábamos tarde o temprano a la casa, o si nos descubría la policía.Su mirada de ojos negros solo le servía para mostrarle a su cerebro el camino frente a ella, pues la rabia no le dejaba ser mi amiga pícara y sonriente que a mi hermano le gustaba. —Lo que más rabia me da, es que él fue el que me convenció que saliéramos —dijo por fin Paula. —¡Bueno! Eso ya no importa. Ahora miremos cómo vamos a regresar sin ser descubiertos —comentó Paolo mientras miraba a todos lados sin dejar de caminar. Cuando cruzamos la avenida novena y subimos por la calle trece frente a la sala de velación, vimos dos motos de la policía que atravesaban la quince por el semáforo, entonces corrimos hacia la casa de Paula, que nos quedaba ya a tres cuadras. Allí podríamos escondernos mientras nos tranquilizábamos. Pero una cuadra antes de llegar, volvieron a pasar las motos, esta vez por la trece. —Yo creo que nos vieron y nos están buscando —dijo Paolo. —¡Vamos rápido y se quedan en mi casa un rato! —dijo Paula jalándome de la mano mientras mi hermano corría detrás de nosotras. Llegamos a la casa de Paula y abrió con afán, pero cuando entró, llegaron las motos y nos llamaron. —¿Qué hacen en la calle ustedes dos? —nos reclamó uno de los policías que se bajó de la primera moto con su radio en la mano. Rápido se nos acercó amenazante y miró a la puerta de la casa de Paula, que ella mantenía a medio cerrar. La otra moto esperó a unos diez metros.
—Vinimos a visitar a un familiar que es adulto mayor y le hacen falta unos medicamentos —respondió Paolo. —¿Y tenían que venir los dos? —preguntó el policía con voz fuerte— ¡déjenme ver sus documentos! Nos miramos con mi hermano y él sacó su tarjeta de identidad, pues es mayor que yo, pero menor de edad. El policía, con voz más tranquila, explicó: —¿Ustedes sí saben el problema en el que se están metiendo por salir a la calle en un toque de queda siendo menores de edad? Yo me los puedo llevar para la estación y usted, hermano, se va para un lado, y a usted, niña, se la llevan para otro. Son lugares diferentes y quedan alejados. A parte no se sabe cuándo los dejen salir. ¿Entienden? —¡Sí señor! —respondió mi hermano apretándome la mano y acercándome más a él. —Y ahora, ¿dónde están las tales medicinas? ¿Es mentira, cierto? Yo saqué de mi bolso las aspirinas, el alcohol y los tapabocas que Paolo me dio antes de salir. —¡No! Es cierto. Son estos —dijo Paolo con voz baja, pasándoselos al policía, que nos miró a la cara algo sorprendido. —Ellos vienen a traer esas cosas, señor agente —dijo entonces Paula, que abrió lentamente la puerta. El policía nos miró a los tres y suspiró con los medicamentos en la mano. —¿Dónde viven ustedes? —Cerca de la iglesia de Méjico —respondió Paolo. —Entréguenle eso a la niña y caminen adelante rápido. Nosotros los acompañamos a la casa. Cuando llegamos, le pedimos que no les contara a mis padres. —¡Bien! Por esta vez, pero... ¡Quédense en casa! ¿Entienden lo que siginifica eso? ¡Adiós! —y se marcharon. Cerramos la puerta y nos tiramos al suelo recargados en ella, respirando muy hondo. "A Diego lo cogió la policía", me escribió Paula.
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Escritores
Ilustradores
Claudia Alejandra Rodríguez Arias
Catalina Ramírez Bacca
Claudia Esperanza Cruz Acosta
Daniel Matías Rojas Ospina
Diana Trujillo Trujillo
Isidro Gómez Ayola
Fabian Fonseca Trujillo
Juan Luis Gamba
Familia Amado Cantor
Juan Ruíz
Familia Charry Rico
Karoll Dayana Rivera Cruz
Familia Jaimes Ricón
Luisa Valero
Fanny Margoth Díaz Vargas
Santiago Sarmiento Méndez
Gladys Moreno Ochoa Gloria Morales Isidro Gómez Ayola Jessica Alexandra Obando Bejarano Juana Valentina Caicedo Téllez Lady Viviana Guevara Laura Benavides Gómez Marian Estefanía Barreto Garzón Miguel Ángel Riveros Nicolle Pérez Rosa María Garzón Montaño Sandra Jimena Bacca Rivera Sarahi Niño Sebastián Fonseca Trujillo Victoria Ramírez Wilson Amado Gamboa Yolanda Cepeda
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