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Muertos
Muertos
Los muertos tampoco se soportan. Mantienen sus vulgares rencillas como cualquier comunidad de vecinos mal avenida, en su bloque de nichos de escasos metros y paredes mal aisladas. Los muertos de amor nunca son bienvenidos porque suelen montar escenas de melancolía y llanto desesperado. No hacen gracia a los muertos de aburrimiento, más dados al soporífero descanso eterno. Ni a los muertos de risa que no comprenden el dramatismo de la angustia apasionada. Tampoco gustan a los muertos de hambre, que están más centrados en el canibalismo al descuido. Apenas tienen la cordialidad de los muertos de miedo, por simple empatía de opuestos. Porque el amor no entiende de miedos, y el miedo no se atreve al amor, ni a nada. Solo los muertos a secas van y vienen, discretos, a sus cosas, sin molestar a nadie, convencidos de su filosofía de muere y deja morir.
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Mar Horno García Torredonjimeno (Jaén)