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Sin papeles
Sin papeles
Bajaron de la camioneta dóciles como corderos. Al pagar, ya les advertí que deberían recorrer solos el último tramo hasta la frontera. Lo que desconocían es que no tendrían agua suficiente para soportar el calor sofocante del desierto; que caminarían durante varias horas rodeados de escorpiones y buitres y que, con el sonido de las sirenas y los disparos, echarían a correr hasta que sus corazones se acelerasen desbocados.
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Cuando los recogimos, tenían un subidón de adrenalina. Ahora que todo ha pasado, dejaremos que se relajen en el jacuzzi y les ofreceremos un ágape de lujo como final de la experiencia. Pero lo mejor llegará ya en casa, cuando, con un guiño de complicidad, puedan decirle a la mujer que limpia su mugre que ya saben cómo se siente.
Lluís Talavera Barcelona