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Hombre de confianza

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El amor justo

El amor justo

Hombre de confianza

La flaca Nuria, desnuda contra el paredón. Las tetitas aplastadas, la cara hundida casi entre los ladrillos, vuelta para mirarme. El desconcierto en su expresión me dolió más que si hubiera ofrecido un semblante acusatorio, insultante. Fui yo quien cerró los ojos cuando sonó la descarga. Hubiera dejado para siempre los párpados sellados; el comandante me obligó a despegarlos, al venir a felicitarme. Estreché la mano con gusto a pólvora, sonreí cobarde, eludí la vista del pálido cuerpo decorado con sangre. Me marché el primero. Tenía prisa. El comandante estaba en lo cierto, había nuevas pistas esperando en el confesionario. Además, debía preparar un buen sermón; la mamá de la flaca Nuria confiaba en su cura, merecía escuchar de mi boca lo maravillosa que había sido su hija, condenada a una muerte tan injusta.

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Juan Pablo Goñi Capurro Olavarría (Argentina)

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