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Estudiante de intercambio

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El amor justo

El amor justo

Estudiante de intercambio

En el momento en el que nuestra hija nos anunció que esta noche iba a venir a cenar con su novio sueco y los padres de él, ya sentí pereza. No me acostumbro a ver que se ha convertido en una adulta. Han llegado puntuales y les hemos ofrecido tomar una copa en el salón antes de la cena. Les observo mientras hablan y beben. Él, el padre, debe rondar los cincuenta, tiene un acento extraño y me cuesta entender su inglés; en cambio ella estuvo en nuestro país cuando era joven y sabe nuestro idioma. Mi mujer parece encantada con la idea de unos consuegros suecos, incluso explica un chiste sin gracia de Ikea. Será por los nervios. Nuestra hija también está inquieta, ambos lo están, parecen muy enamorados. Y ahora me planteo cómo explicarles que lo suyo no va a poder ser. Dicen que las hijas suelen buscar a un chico que le recuerde al padre. Debo reconocer que existe bastante parecido si lo comparamos con una fotografía mía con su edad. Qué poco queda de aquel chaval. Pero ella, su madre, la sueca, aún conserva el encanto de entonces; aunque se haga la disimulada riéndose del chiste de Ikea.

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Beatriz Díaz Rodríguez Barberà del Vallès (Barcelona)

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