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Madre

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El amor justo

El amor justo

Madre

Decidí parir un niño pelirrojo. Tan precioso que casi siento impulsos de matar a la matrona, de puro ansia por estrecharlo. Y tan dulce que luego, en casa, al dejarlo entre mis muñecos, lo vi abrazado a uno de ellos (el pecoso), como para consolarlo. Igual sentía calor, o le gustaba su olor. Pero eso me hacía odiar también al muñeco. Mi niño precioso de pelo rojizo, le repetía siempre, no crezcas nunca.

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Pero creció, reptó, gateó. Y a veces intentaba alejarse unos metros. Y otras llegaban personas, para verlo, o cogerlo, sin entender que era solo mío. Que se alimentaba de mí.

Y aquel día, cuando volvió a intentar alejarse, sucedió algo extraño: su sedosa piel de repente se volvió rígida; sus movimientos se enlentecieron; y sus ojos, tan inquietos, decidieron quedarse fijos en los míos. Así, quietecito, cariño. Cerquita de mamá todo es mejor. Descansa.

Esta mañana he decidido parir un niño de pelo negro. Tan hermoso y dulce que, al llegar a casa y dejarlo entre mis muñecos, se ha abrazado a uno de ellos, al pelirrojo. Como si quisiera consolarlo, como si aún sintiera su calor.

Alberto Moreno Sánchez-Izquierdo Talavera de la Reina (Toledo)

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