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Selva de interior

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El amor justo

El amor justo

Selva de interior

Mientras riego la frondosidad de las plantas que crecen sobre la mesa de la sala, microscópicos cocodrilos nadan en el agua que rebosa los platos de las macetas. En el aire de la tarde resuenan rugidos y algo se agita entre las hojas. Las aparto y encuentro un Tarzán diminuto sujeto al tallo del anturio: se cuelga de una liana, aterriza en la flor, donde Jane lo espera y salta a su espalda. Sujetos a otra liana, como trapecistas salvajes, desaparecen en el verdor de un helecho vecino. Ya me había advertido el jardinero que no abusara del humus de jungla, pero no le hice caso.

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Carmen de la Rosa Moro Santa Cruz de Tenerife

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