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Dudas

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El amor justo

El amor justo

Dudas

Me llamo Adrián, hoy cumplo quince años y todavía no tengo claro qué quiero ser de mayor. Dice la psicóloga que eso es porque carezco de referentes importantes en mi vida. Soy hijo único y de mi padre solo conservo un mal sabor de boca. Mi madre se esfuerza para que nunca me falte un plato caliente en la mesa. Le agradezco mucho todo lo que hace por mí, aunque cada vez me agobia más su afición desmedida por los hombres. Le gustan todos, excepto los que tienen pecas y cicatrices. Esos no. Que se le atragantan, dice con una mueca de disgusto. Ya he perdido la cuenta de todos los que han desfilado por casa; no me da tiempo a cogerles cariño y de la mayoría ni siquiera recuerdo el nombre. Cuanto más le gustan, menos le duran. El último se llamaba Luis. Era electricista, creo. Demasiado joven, le advertí algo incómodo cuando me lo presentó, pero al final ella tenía razón: estaba tan bueno que solo hemos dejado los huesos. Dice que los va a aprovechar para hacer un caldo. Como homenaje. ¿Te parece bien?, me pregunta con una sospechosa voz seductora. Asiento tímidamente con la cabeza. No sé, empiezo a sentir unas ganas inmensas de hacerme vegetariano.

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