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Gloria de Cervantes Saavedra

GLORIA DE CERVANTES SAAVEDRA

No comenzaré este cuento diciendo, érase una vez. Mucho menos reproduciré el truco literario con manías de conflictos novelescos, repitiendo de memoria como tantos otros: Este era un país lejano, hermoso y bendecido por las Hadas.

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No soy producto social de vanidad de vanidades. No vivo del perdón de una divinidad que no existe. Que no me vengan con que nadamos en dopamina o el reino de la felicidad obligada. Nada de eso. Me espanta la mentira. No mentiré para adornarme flor de un día que mañana el tiempo me pediría cuentas.

No soy del montón, político fariseo, mentiroso, demagogo, trásfuga, corrupto. Me engañaría a mí mismo. Si dijera una mentira más que nada añade a la vida, salvando distancias con el viejo filósofo griego Sócrates, que murió bebiendo cicuta por defender sus convicciones, viviría el resto de mi vida, repitiéndome: “Qué diría de mí la humanidad”.

Hablo de la Bolivia del 1972, durante la dictadura del general Hugo Banzer Suárez, cuando a los estudiantes universitarios nos hacían corretear, que terminamos dispersándonos. Este no es un cuento de Hadas. Mucho menos es un cuento escrito por el hermano menor de Dios que se cree niño Jesús que duerme en pesebre de oro. Este es el verdadero síndrome de la realidad: Masticar los

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hechos. Porque no podemos olvidar las heridas todavía sangrantes.

El tiempo es padre de la filosofía y el ser humano, flor del día, polvo y ceniza. “Porque nosotros los hombres, hoy somos y mañana, no”. Fueron tiempos cuando cantaba el canta-autor guerrillero Benjo Cruz, tomando la letra del libro de Don Miguel de Cervantes Saavedra, “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” .

Que se nos jure a fe ciega quién se salva de lo fatal. El tiempo devora reyes, monarcas, emperadores, gobiernos, dictadores, fortunas y amigos. Por suerte alguna vez queda un nombre aquí, un fantasma allá, una sombra acullá y muchas veces, ni eso. También el tiempo cobija el dolor, la pena, la tristeza, la amargura, la memoria de los pueblos y el silencio que es el lenguaje más sencillo que usa. Por ejemplo, Totora, Arani, Punata, Cliza, Tarata, y muchos más. Pueblos que recogen en sus verdes campos, el alma de la juventud.

A mí me es imposible olvidar Totora del 1972, donde fuimos hombres y quién sabe, mañana no.

Pudimos haber sobrevivido a los desastres de la dictadura, pero apenas somos polvo y ceniza que se lleva el viento. Tú cargada de tu fresca sonrisa maravillosa y yo, oleaje de mar que no sabe dónde va. Bien que los dos armados del único escudo con que cuenta la juventud, el amor. Fuerza creadora que edifica la vida. Que a veces, depende de la voluntad indomable de los personajes en

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cuestión. Pero arrojados en los oleajes del mar por la fuerza incontenible de las dictaduras.

El amor construye y edifica. La muerte, destruye cuanto toca. Los políticos buscan poder y dinero. Las mujeres y los hombres, les valen. En política puedes adornar y decorar con belleza de discursos la sucia alfombra que crea la política y justificar lo injustificable las acciones de los dictadores. Para cuentos de Hadas, jueces, abogados, fiscales, médicos y policías, que justifican lo injustificable.

Los grandes amores deben definir su situación filosófica, tomar posiciones. Para los filósofos que tienen sangre en la cara, la condición humana está por sobre todas las cosas. Y los enamorados, solo tenemos un camino: Luchar por un mundo mejor.

“Ay, amor”. “Alma del alma mía que me robas el corazón, que de mí dependiera, daría mi vida por ti”. Me repetías cada vez, con voz temblorosa, el espíritu revolucionario dueño de verdades. Allá en la normal Dr. Manuel Asensio Villarroel, Paracaya, Punata— Cochabamba. Perdiéndonos de cuando en cuando entre los maizales, porque no hay nada más maravilloso que el amor a campo traviesa.

Nada como un escenario de libertad con los ojos revolucionarios dispuestos a la lucha por la vida. A favor de los pobres. Los marginados de todos los tiempos, que

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hoy y mañana, seguiremos marchando por las calles luchando por un mundo mejor. Éramos jóvenes pues, amor. En un abrir y cejar de ojos devoramos el libro “Los condenados de la Tierra”, de Franzt Fanon. Que habla de colonizadores, colonizados, manipuladores de la vida y los otros, que puntualiza: “Los esclavos quieren parecerse a sus amos”. Nada como las manos abiertas luchando por la igualdad de oportunidades. Saldando cuentas con la injusticia social. Pero nada como la vida puesta al servicio de nuestros semejantes que piden paz a los hombres de buena voluntad entregados a las luchas sociales.

Por suerte para bienaventuranza de los vulnerables, el tiempo padre de muchas virtudes, cobija la lucha de los pueblos de la mano de la revolución: María del Rosario Rodríguez Medrano, la de los ojos hermosos estrellas binarias que me cautivan hasta hoy; Mónica Surreal Salvatierra, la de los labios en flor recitándome cada día el madrigal de Gutiérrez de Cetina; Rosa Flor del Valle Moreno, de la que nunca sé a ciencia cierta qué milagros producen sus hermosos ojos negros y grandes en mi corazón desgarrado por siempre; Sandra Díaz de Oropeza Valencia, alma de mi alma que se abre paso noche y día en mi existencia ajetreada por largas penas y tristezas; Gloria de Cervantes Saavedra, que desde el 1972 no te me quitas de encima, que me tienes loco de amor.

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Ayer fueron nuestras vidas, convicciones invencibles. Hoy son nuestras vidas, cada cual por su lado. Mañana, quién sabe. Polvo y ceniza. El mundo marcha como debiera. Aquellos tiempos vivimos de los ideales de la juventud entregados el uno al otro. Pobres, pero alegres. Siguiendo a Heráclito de Éfeso, ya no podemos bañarnos dos veces en el mismo río y en las mismas aguas.

Qué verdad más grande sobre los devoradores de libros. Ahora que ha pasado más de medio siglo, tenemos otro concepto de la pobreza. Para mí pobre es el que carece de cosas y tú y yo, necesitamos cosas distintas. Tú necesitas cada vez más dinero y yo, necesito libros para llenarme el espíritu revolucionario de conocimientos.

Tantas veces me repetías: “Tienes que elegir para vivir”. “O eres rico, o eres sabio”. Tú elegiste el camino de la riqueza y yo elegí, el camino de la sabiduría.

Volvemos al viejo filósofo griego de Sócrates que decía, “solo sé que nada sé”, como siempre filosofando por las calles de Atenas abarrotadas de mercadería, dijo algo más maravilloso todavía: “Tantas cosas de las que no tengo necesidad”. Tú que te traicionaste a ti misma, me decías desde los Estados Unidos, tu país sustituto: “La gente es metalizada”. Refiriéndote que solo viven para ganar dinero, sin importarles la sabiduría.

De jóvenes cuánto admiramos al escritor francés Víctor Hugo, autor del libro “Los miserables”, con el

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personaje Jean Valjean que sufre condena de 20 años por robar un pan. Enfrenta el sistema opresor del poder con la sola luz de la redención, y la filantropía que se eleva al heroísmo. En nuestra juventud amábamos estas acciones y dimos la cara por los pobres que viven en las cárceles por robar un pan.

Gloria que te amo todavía, los dos estuvimos hechos del hambre y la pobreza. Luego, tú dejaste Bolivia en busca del sueño americano y hoy, eres mujer rica, fuerte, poderosa, presuntuosa y soberbia. Quién sabe, lo mereces. Porque la muerte es la paga

Yo he cambiado mucho en todo este tiempo, por el cambio y la transformación del que habla el filósofo griego Heráclito de Éfeso, uno más de los mortales del común, soy romántico, soñador, desmedido hijo de tu cintura e inquilino de la vida, que no sabe dónde va, pero que sí sé bien de dónde vengo y qué espero del futuro de la humanidad, la hermandad universal de la raza humana.

Los rasgos elementales que refiero de la dictadura de Banzer, definen posición respecto a ti y hablan de mi posición filosófica y ética, valores humanos que en tu debe y haber ya no existen. ¿Verdad que no es cuento de Hadas? Qué genial Don Miguel de Cervantes Saavedra, que escribió con letras de oro: “Nosotros los hombres hoy somos y mañana, no”. Por las pisadas se conoce al león y esta aventura de vivir, está escrita con el fuego de la juventud. Que sepa a

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ciencia cierta, por nada del mundo pretendo remover la tierra donde nos amamos. Si te recordara las calles que pisamos y si te nombrara los sueños de juventud que nos arrastraron a los movimientos sociales, entregados a la defensa de los recursos naturales de los pueblos, las piedras gritarían más fuerte que yo.

Gloria de Cervantes Saavedra. Verdad que cada cual elige el infierno que le hace bien y tú, gozas del infierno que cargas. En lo que a mí concierne, sin Hadas madrinas ni el sueño americano, digo: “La única joya que lucen los sabios es su dignidad”.

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