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Rosa María Mariscal

ROSA MARÍA MARISCAL

Ocurrió en el pasado cercano, que todavía me duele en todo el cuerpo. Cuando Rosa María Mariscal vino al mundo, puentes, calles, avenidas, plazas, plazuelas, parques, patios de la casa, barrios viejos, barrios recientes y los campos felices de Punata, quedaron alfombrados de maravillosas rosas blancas. Los punateños enterados del nacimiento de la belleza de la Perla del Valle, dijeron esto solo sucede cada mil años y la abundancia de las rosas blancas, atribuyeron a la recién nacida. Hasta que la trágica muerte de la “Cholita milagrosa”, enlutó con rosas negras toda Cochabamba.

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En T’ika Llaqta o pueblo de las flores, amar con el alma es la expresión mágica de la poesía valluna. Uno vive en Punata sin costo alguno, con vacaciones pagadas bajo la noche perlada de estrellas, disfruta del canto de los pájaros madrugadores, goza de la vida al amparo de un sol radiante, feliz de haber nacido en medio de tanta belleza y sin darte cuenta terminas ardiendo con el corazón romántico, escribes todo el día poesías de amor, escribes cuentos, publicas novelas de amor, te das la buena vida que tu sangre se alborota de la mano de la belleza punateña, trabajadora de sol a sol, luchadora social cuando alguien abusa de su bondad, te da de comer y beber gratis, te llena la vida de amor y te contagia con ese espíritu guerrillero, habituada a luchar a brazo partido por un mundo mejor.

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Punata goza admirable don de gentes, de dulce mirar que te roba el corazón, tiene misteriosas lunas de abril que te enredan en amores inolvidables, estrellas binarias vecinas de la Próxima Centauri, el Sol más cercano a cuatro años y medio años luz de nosotros que te sorben los sesos, maravilloso Sol de septiembre de verdes pastizales, campos floridos que perfuman el alma con aromas de lirios, jazmines y siemprevivas, aguas claras que bañan de frescura poética los ríos caudalosos y los cultivo de maíz y trigo dorados.

Cuántos punateños creemos ser los primeros en plantar en la luna la bandera blanca antes de la era espacial, cuántos nos sentimos dueños de la luna de Valencia, de la luz de las estrellas que alimenta la vida, sabiduría común del pueblo o el espíritu guerrillero que domina en nosotros, no estamos contentos con nada o cuanto se mueve dictatorialmente irrita nuestro espíritu iconoclasta, jamás alimentamos cuervos negros con nuestros cuerpos, respetamos que la inspiración creadora sea hermana gemela de la poesía surrealista, lo que explica la serenidad de nuestros espíritus poéticos.

Porque tenemos sangre en la cara que recomienda lógica saludable, no entramos en discusiones inútiles que cansan. Hablamos de la chichera cantautora primera voz del grupo folklórico “Las voces de oro”, escritora y abogada recién recibida por excelencia. Famosa desde sus quince años en que apareció deslumbrante el día de sus cumpleaños, moviéndoles el piso a los conservadores

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recalcitrantes que viven de la rutina repetitiva, la llamaron “Cholita milagrosa”, ella que incansable repetía qué importa la belleza, lo importante es el amor, la humildad y la solidaridad humana, inesperadamente a los treinta y tres años apareció asesinada entre Punata y Cliza.

Sorprendiendo a todo el mundo a los dieciocho años publicó su primera novela, “No existe mayor delito que ser mujer bella”; con menos de veinte años publicó su segunda novela, “Hombres que dan vueltas sobre sí mismos”; a sus treinta años presentó en público su tercera novela, “Verdadera filosofía del amor”; para festejar sus treinta y tres años preparaba la novela, “Morir por amor” y al trote que va la vida, escribía letras para cuecas, bailecitos y wayñus, composiciones que el grupo “Las voces de oro” combinaba con rock latino, con folkchicha, música que se baila en locales de mucho prestigio donde se come y se bebe hasta reventar.

Rosa María Mariscal, belleza sin desperdicios que representa la belleza de la mujer cochabambina, reina de las flores. Cuando tenía un año de vida la llevaron a Arani, pueblo del viento y la dicha de ver el cielo siempre azul; a los cinco años, vivió con los padres en Tiraque, provincia acantonada en las faldas de la cordillera del Tunari al frente del cerro Juno o el cerro de dos caras; a los ocho años vivió en Cliza, tierra de la etnia de los kilizas, de donde proviene el gentilicio de la provincia; a los diez años, conoció Tarata, la Ciudad Colonial de los cuatro presidentes, el general Mariano Melgarejo, el abogado, político y escritor

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polémico José Quintín Mendoza, el general René Barrientos Ortuño y el abogado, político y escritor Walter Guevara Arze, según aseguran historiadores tarateños que sacan pecho por su pueblo; Rosa María, quiso salir bachiller en el Cercado de Cochabamba, cuna de guerrilleros y guerrilleras, que las mujeres hicieron correr a los españoles durante la Guerra de la Independencia, diciéndoles, si no hay más hombres para defender la patria y la libertad, aquí estamos las mujeres que se las verán con nosotras.

Experta en razonar, analizar, argumentar y deslindar responsabilidades con ojos filosóficos desde la niñez, la adolescencia y la primera juventud, Rosa María desarrolló una personalidad indomable. Se reía de los que decían dura es la vida, pero es la vida. Creía a pie juntillas en el optimismo creador, vivía de ponerle alegría a la mala suerte, decía debemos hacer florecer rosas en el desierto, agregaba no todo es llorar y sufrir en la vida. Luchar a brazo partido y ponerles alegría a las horas de tristeza le da sentido a la vida, donde quiera que nace un niño viene con marraqueta bajo el brazo, colmaba su sed de infinitos pensando, soñar en grande, pensar en grande y obrar en grande.

Enamorada de la vida, enamorada de la literatura y enamorada de la filosofía, con una sonrisa abierta se burlaba de su belleza, considerando que la inteligencia es obra del trabajo duradero y creía que su deber era compartir lo que tenía con quien necesitara de sus fuerzas

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y alegrías. Desde niña pensaba que la inteligencia comunitaria, la vida compartida en común y la olla grande al servicio del pueblo, acabaría con pobres y ricos. Los primeros años de la escuela, había memorizado la sabiduría andina que se le anticipó a Carlos Marx, de cada cual según su fuerza de trabajo y a cada uno según sus necesidades con las mismas oportunidades para todos.

Ni bien sintió en el cuerpo la energía floreciente de los quince años, Rosa María les dijo a sus padres, mis cumpleaños festejamos en Punata o no habrá fiesta. La familia pasó una semana entera ocupada en los preparativos y las invitaciones. La fiesta tenía que ser memorable. Se vive una sola vez, decía su madre María y el padre, de aquí al resto de la vida quién sabe. Movieron tierra y cielo para asegurarse de que no faltara nada para semejante ocasión. El día de sus cumpleaños estuvieron prestigiosos grupos folklóricos bolivianos: Khorimarka o Ciudad del oro, Khonlaya o estirpe del rayo, los Rupay, los Caminantes, los Jairas o los flojos, los Ch’ascas y los Payas de la ciudad de La Paz, y para que nadie se queje, se presentó Bim-Bam-Bum, el conjunto electrónico más famoso que tuvo Punata, después de mucho tiempo, no sin dificultades se reagrupó, el pueblo recordó viejas canciones, viejos y jóvenes bailaron dibujando figuras inclasificables y para cerrar la fiesta, Bartolomé Guillermo Mariscal, el padre de Rosa María, agarró su vieja guitarra y su viejo charango para amenizar los cumpleaños.

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Rosa María hizo de su vida lo que su voluntad mandaba. Organizó el grupo “Las voces de oro” y se lanzó de vocalista, acompañada de talentosos jóvenes folkloristas de su edad y pasearon cantando toda Cochabamba, pasando por La Paz, Oruro, Potosí, los centros mineros, sin descuidar las ciudades principales de Santa Cruz, Beni y Pando. Aprendido el dominio del público y el control del escenario, dieron memorables conciertos de música boliviana en Argentina, Colombia, Venezuela, Brasil, Chile y Perú.

A los veinticinco años abrió la chichería más famosa del Valle Alto: “Cholita milagrosa”. Con tanto ajetreo, la gente se preguntaba con qué tiempo hace tantas cosas y ella detallaba con gusto la administración de su tiempo. El amor a la vida mueve montañas, furor de amor, fuerte deseo, deseo férreo y decisión inquebrantable para cumplir nuestras aspiraciones. Cuántas veces había leído: “El genio es larga paciencia”, “el genio es resuelta determinación”, aprendió de Thomas Alva Edison, empresario y prolífico inventor, que dijo: “Diez por ciento de inspiración y noventa por ciento de transpiración”. La filosofía del trabajo, el estudio y la capacidad creadora.

Después de salir bachiller en colegio nocturno, estudió Derecho en la universidad en el turno de la mañana, graduándose con las notas más altas jamás conocidas. Del mediodía a las cinco de la tarde, estudiaba para ganarse su propio respeto y desde las cinco de la tarde a las doce de la noche, atendía la chichería compartiendo

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amigables y generosas conversaciones con los parroquianos, experimentados en lo de médicos, poetas y locos de remate sobran, que les gustaba repetirse a sí mismos amo con locura a esta mujer, para volver a casa con la frente en alto como todo infiel que se respeta.

Qué ritmo frenético imparable fue la existencia de la hermosa chola punateña. Los hombres cada día desde las cinco de la tarde hasta las doce de la noche, rondándola moscas a la miel a Rosa María, diciéndola, reinita, mamacita, belleza incomparable, dueña de mi corazón, por ti estoy loco de amor, si me amaras, te doy mi vida entera, contigo me moriría sin quejarme de la vida, teniéndote en mis brazos sería feliz, mi vida depende de ti, hermosa flor cochabambina. Menudeaban en la chichería abogados, arquitectos, policías, militares, políticos, filósofos y uno que otro poeta despistado que creía que mirándola fijo a los ojos la seduciría y la hermosa flor punateña de grande corazón, riéndoseles en la cara con una sonrisa de felicidad, que aumentaba la locura de muchos enamorados.

La conocí de cerca porque los dos nacimos el mismo año, el mismo día a las cuatro de la madrugada, en el mismo barrio florido de siemprevivas, lirios y jazmines, de padres agricultores punateños. Seguí sus pasos viéndola crecer cada vez más hermosa y a mis doce años yo andaba enamorado de María Rosa, bajo los sauces, los eucaliptos y los molles frondosos, tomados de las manos escribíamos versos de amor, mi vida, mi cielo, mi amor, alma adorada

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del alma mía, contigo tengo asegurada mi existencia y ella me susurraba al oído, amor de mis amores, mi vida, mi cielo, agua dorada de la vida, sal de la vida, mi existencia depende de ti y nos sumergíamos largas horas de amor en la pasión amorosa que nos devoraba.

Cuántas veces soñamos despiertos planificando nuestro futuro que creímos sería eterno. La hermosa chichera quería ser cantante, solista. Estudiaría Derecho en sus horas libres y saldría abogada para defender a los desheredados de la tierra. Con el paso del tiempo, abriría sucursales de chichería en el Cercado de Cochabamba, en Arani, Tiraque, Cliza, Tarata y Quillacollo, con insuperable calidad de chicha, acompañando la venta de chicha con tres platos de comida, k’ellu uchú o plato cusqueño aderezado de ají amarillo picante, el puta changa o comida de conejo cuwis súper picante con locotos relucientes y el infaltable chicharrón recargado de llajwa incendiaria. Encima, el más pobre pide chicha y se marcha a casa cantando y bailando de la mano de los viejos recuerdos.

Rosa María Mariscal, creció en la palma de mis manos amorosa bella flor, floreciendo amores pétalo tras pétalo, atareada por los muchos quehaceres, de donde sea sacaba tiempo para encontrarnos en los pastizales y los maizales, verde paraíso con susurrar de vientos poéticos que parecen cantar, con esa voz musical de suave paloma blanca de eterna primavera, amar es llenarse la vida de alegría a flor de piel y cada vez que nos encontrábamos, cantábamos largos himnos de felicidad, amor me tienes

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loco de amor, vida de mi vida, mi vida no te cambio por nadie, tuyo es mi corazón contento por toda la vida, contigo tengo la felicidad en la palma de las manos, soy hermano de los desheredados y tanto que me amas tú, yo te amo con toda el alma y el corazón.

Algunas veces al mismo tiempo, en papeles distintos, agarrados de las manos, escribíamos parecidas letras poéticas, verde valle de amor, Punata tierra de mis amores, valle fecundo que produces bienestar cotidiano, en tus campos de verdes manzanales y maizales mi corazón florece rosas blancas y yo que tengo corazón comunicativo, te amo tanto que mi corazón es tuyo, te entrego mi corazón con toda el alma, mi pueblo querido te amo tanto que no puedo amarte más. Comparábamos nuestros versos, y eran papas partidas y gotas de agua salidas de la misma fuente de alegría o de la misma fuente de amor, parecíamos gemelos nacidos del mismo vientre materno y nos reíamos a gusto que nos cansábamos de reír, tanto más ella reía a flor de labios muñequita color canela y pasábamos horas besándonos largamente para terminar diciendo, claro que hemos nacido del mismo vientre de la Pachamama.

Devorador de libros encerrado en la biblioteca que armé desde mi juventud, hijo del pueblo y revolucionario de manos limpias, hombre extraño pinto Cochabamba con pinceles surrealistas, que algunas veces las dudas me asaltan, mientras que ella llenaba su vida de vistosos quehaceres cotidianos. Iba a la universidad y volvía llena

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de entusiasmo, estudiaba todos los días con puntualidad religiosa, vendía chicha riéndose que parecía haber nacido para sonreír todo el día, a las doce en punto de la noche dormía como piedra, a las cinco de la mañana correteaba por la casa dando órdenes a los trabajadores que la ayudaban en la elaboración de la rica y tumbadora chicha punateña. Después, viviendo de alguno que otro recuerdo cantaba la cueca, “punateñita querida, de buen plantar y derecha, no me prives de la dicha de caminar por tu vera”, unas veces vestida de hermosa chola valluna y otras veces, vestía pantalón mezclilla color azul, con una blusa escotada que dejaba boquiabiertos a los hombres.

La escuché muchas veces decir con orgullo altivo, vestiré según mi santa voluntad. Unas veces salía a la universidad vestida de pantalones apretados, tacos altos de cuero fino importado, puestos en las orejas faluchos con perlas netas, adornada de gargantilla de oro, larga cadena de oro que circundaba su cuello fino, medallones de oro incrustados de plata en el pecho, anillos de oro en cada uno de los dedos, pulsera de reloj de oro incrustado con diamantes, manillas de oro en las muñecas de las dos manos, dientes blancos de choclo fresco con chispas de oro, blusa escotada que dejaba al descubierto unos pechos del tamaño de la catedral metropolitana, repiqueteando me quieres mucho, poco o nada. Otras veces vestía polleras rojo—amarillo—verdes, blusas combinadas con colores arcoíris y lencería de seda fina colores estampados, repitiéndose que no se cansaba, mañana Bolivia será un país multicultural, multiétnico y plurilingüe y sin decir

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palabra imponía en mí el deseo de sonreír, que me llenaba el alma de felicidad.

Entre ir y venir de la Casa Superior de Estudios, sonreír en la chichería, jugar con la literatura y darle duro en el grupo “Las voces de oro”, canto de grito rebelde y la sonrisa a flor de piel, Rosa María la guerrillera le dio vida propia a su personalidad literaria, impuso nuevas técnicas narrativas a la novela, por ejemplo, en partes iguales el narrador Dios que todo lo sabe y todo lo ve, el personaje narrador que participa, juzga y ve lo que les pasa a los personajes y los narradores múltiples que amplían la narrativa, enfrentó cara a cara al mundo unipolar injusto en el que vivimos, puso las cosas en su lugar diciendo, el día que conquistemos el egoísmo humano validos del amor solidario para con nuestros semejantes, habremos derribado las murallas del odio, el racismo y la violencia. Así me di cuenta que Rosa María Mariscal, soñaba con el bien común y el alma se me llenaba de contento, que la miraba admirándola y amándola cada vez más.

La bellísima punateña cambió por entero mi visión del mundo: me sumergí en la humildad requerido para ser filósofo capaz de compartir con el mundo la alegría de vivir, la felicidad de sonreír todo el día, trabajar por los desheredados la mitad de nuestro tiempo y la otra mitad, ganarnos la comida necesaria para vivir en comunidad. El tiempo es alegría, recordaba la frase feliz de Pablo Neruda en su libro “Odas elementales” y yo filosofaba la vida es un grano de trigo poético, el tiempo es amor y la lucha por

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la vida, compartirla con nuestros semejantes necesitados del bien, la verdad, la belleza, la humildad y justicia social.

La singular chola chichera Mariscal, voz musical con canto de eterna primavera, estudiante de Derecho con las mejores notas de la promoción, reina mía que me sorbe los sesos, se paseaba por el patio de la chichería, jugando con sus anchas caderas con los pobres enamorados hasta los tuétanos. Esto podía ver de lejos toda Punata, podía sentir toda Cochabamba y podían constatar los hombres de los países vecinos que visitó. Su belleza era abrumadora, abusaba a quemarropa, nos tenía sometidos a sus caprichos, que fue imposible librarnos de la belleza caníbal que era su cuerpo, sumados su inteligencia social, su inteligencia musical, su inteligencia amorosa, su inteligencia poética guerrillera, sin descontar las innovaciones literarias y filosóficas que introdujo en la literatura boliviana.

De este modo muchos hombres, se perdieron tras las polleras multicolores, los pantalones apretados y la ropa interior colores estampados de Rosa María Mariscal. Políticos, abogados, arquitectos, policías, militares, futbolistas, comerciantes y uno que otro poeta insomne que soñaba con llenarse la vida con la bellísima punateña. No eran pocos los enamorados de la voz de oro que fueron cayendo y levantándose en la chichería de la “Cholita Milagrosa”. Había que verlos, jóvenes y viejos rendidos de rodillas a los pies de la valluna, rogando un poquito de amor.

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Conozco la condición humana que baila al ritmo de la voluntad de hierro que encumbra y la farsa que enmascara figurones de quinta categoría. Ocupado en mis largas meditaciones, no les perdía de vista a los bebedores, los vigilaba uno por uno perdidos en la oratoria febril de borrachos enamorados. Puede decirse por celos o por simple curiosidad, no me gustan las verdades a medias y las medias verdades o los cuentos que corren de boca en boca. Busco el origen de los hechos, me gusta conocer a las personas que aman el estudio, la observación, la comparación, la argumentación y la investigación que facilitan el conocimiento directo. Hasta que una noche me di cuenta que entre los bebedores cotidianos había un bebedor peso pesado, dado a los intelectuales que hablaba de dos o tres libros leídos en las tapas y de ciencia política con una ignorancia supina, que era para llorar.

Arturo Campusano Castejón, abogado, político y diputado de la oposición y el oficialismo según el carro vencedor, siempre gobiernista durante décadas, a leguas se veía que estaba enamorado de la hermosa chola punateña. Cada día a las cinco en punto estaba sentado en la misma mesa comiendo puta changa y con una jarra grande de chicha delante los ojos inyectados en sangre. De aspecto demacrado, envejecido y sin afeitarse, con la misma camisa descolorida color caqui, con el mismo viejo traje grasoso, con la misma corbata gris y con el discurso de siempre. Algunas veces silencioso y otras, hablaba hasta por los codos dándose importancia de ciudadano meritorio e hijo predilecto de diez provincias, según avanzaba su estado de

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borrachera, se las daba de docente universitario que juraba haber publicado libros de Derecho Romano y Filosofía del Derecho, nunca mostró el fruto del trabajo creador que exige prueba plena, porque en materia de Derecho, única prueba plena que vale, papeles, documentos, archivos literarios, manuscritos, que digan lo que saben sobre los libros publicados.

Arturo Campusano Castejón, repetía hasta el cansancio ser ex docente universitario, autor de los libros Derecho Romano y Filosofía del Derecho, sin prueba plena, se retiraba de la chichería puntual a las doce en punto de la noche, con resultados dramáticos para su estado de salud, cuántas veces se lo veía dormir a las seis de la mañana apoyado en alguna pared, arrimado en algún poste de electricidad clavado en cruz o la cabeza puesta por cabecera en alguna piedra de alguna plazuela, perdido en sus responsabilidades de diputado del carro vencedor—siempre gobiernista, pero que cobraba puntualmente el sueldo, de otro modo nunca habría tenido un centavo partido por la mitad para pagarse la chicha y la comida, en algunas ocasiones salido de sus siete cabales, costeaba comida abundante a los bebedores consuetudinarios.

Rosa María, lugar donde encontraba auditorio por buena compañía, repetía para que escuchen a los cuatro vientos, no es posible que los seres humanos sigamos viviendo divididos entre pobres y ricos. Recuerdo muy bien la fe que tenía en la vida y en nuestros semejantes,

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repetía las veces que le fue posible, no podemos cruzarnos de brazos viendo morir de hambre a la gente pobre, tenemos que aprender a vivir todos juntos, trabajar todos juntos y todos juntos repartirnos el producto del trabajo comunitario, tiene que acabar el egoísmo humano, tenemos que impulsar una sociedad cada vez más justa, compartir el pan de batalla todos juntos y vivir unos y otros del sudor de la frente de todos.

La noche que Rosa María Mariscal fue asesinada entre Punata y Cliza, vi claramente lo de la bella chichera punateña. Podría llamarse premonición, clarividencia y cierto toque mágico de neurociencia, jugar con el pasado, el presente y el futuro de manera excepcional. Vi los hechos con precisión y fui donde a la policía del Cercado para decirle, el diputado siempre gobiernista del carro vencedor, Arturo Campusano Castejón, intenta violarla y asesinarla a Rosa María entre Punata y Cliza, aprovechando que esta noche regresa a su casa luego de recibirse abogada.

El agente de turno de la policía de investigación se me ríe en la cara. Estos locos que no faltan, venirme con que conoce con anticipación que una chichera va a ser violada, asesinada o quién sabe no sé qué. Volvió a reírse en mi cara. Era de ver su ignorancia en premonición, clarividencia y neurociencia, conocimientos inclasificables para sus castos oídos, fruto de la conexión de las neuronas cerebrales de dos enamorados que nos amamos alma, vida y corazón. Las neuronas cerebrales de quienes nos

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adoramos están bien interconectadas, amartelados hablamos a distancia, nos comunicamos a cada rato porque las neuronas cerebrales hablan entre sí a distancia, tenemos argumentos necesarios para hacerlo, disponemos de experiencias comunes dueños de nuestros sentimientos porque somos almas gemelas, hablamos el mismo idioma, compartimos hechos palpables con la claridad del día, sentimos y olfateamos la realidad a distancia, producto del amor.

La fatídica noche en Punata en la chichería de la “Cholita milagrosa”, algo extraño sucede con Arturo Campusano Castejón, el diablo de la epilepsia anda suelto que nada lo detiene que se retuerce sobre la mesa donde bebe solo. No es la primera vez que padece los efectos dislocados de la epilepsia, que lo tiene vigilado desde su juventud. Pero esta vez algo concreto atormenta su mente, su cuerpo no responde, habla solo de manera desarticulada diciendo, o me amas o te mato, tienes que amarme, tienes que ser mía, si esta vez más me niegas tu amor, no respondo por mí. Sorpresivamente y sin más explicaciones, sale de la chichería a la calle, justo cuando por el lugar pasa un taxi. Arturo le pide al taxista que lo lleve camino a Cliza, por los alrededores de Laguna Sulti y Laguna Carmen.

El taxista se da cuenta que el hombre está borracho, enfurecido, enrojecido por la bebida, que habla sin parar. Primero, el taxista se niega a recogerlo, pero viendo cien dólares, no opone resistencia y acepta llevarle a

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Campusano Castejón al lugar indicado. Justo doce de la noche. Llegado al cruce de Punata y Cliza, delante del taxista punateño se aparece un taxi que viene de Cliza, vehículo que tomó Rosa María en la ciudad de Cochabamba, por ser el último taxi, con el juramento de dejarla en la plaza principal de Punata. Arturo Campusano Castejón, muñeco sin control sin poder contenerse, ordena al taxista que se detenga y ni bien baja del taxi, el primer disparo es para el taxista cliceño y el segundo disparo para el taxista punateño.

Dos taxistas muertos en el acto y Rosa María Mariscal, se pone frente a Arturo Campusano Castejón. Discuten por la suerte de los taxistas muertos y el diputado siempre gobiernista del lado del carro vencedor o el gobierno de turno al que se arrima, ignora la suerte que les espera a los huérfanos y a las viudas. A mí también que me coman los perros, acierta a decir.

— O me amas o te mato— son las palabras del diputado.

— ¿Acabas de matar a dos taxistas, y me pides amor? — la flamante abogada graduada por excelencia.

— Lo único que importa ahora es que estamos solos— vuelve a gritar el diputado.

— ¡Primero muerta antes que amarte! — la bella punateña demarca la línea sutil que separa la vida y la muerte.

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— Nada pierdo si me niegas tu amor— el hombre acaricia el revólver guardado en el cinturón izquierdo.

Llámese premonición, clarividencia o trabajo de las neuronas cerebrales, vi con anticipación cómo Rosa María muere defendiendo su vida y el diputado, al sentirse burlado por la joven, la asesina disparando el revólver que carga. Vi los hechos con mis propios ojos, luego me vi a mí mismo bañado en sudor. Estupefacto, mudo de espanto, impotente para hacer algo, me dije esa noche, salvando la distancia que me separaba de la Avenida 6 de Agosto y la Avenida Petrolera donde vivo, hago lo imposible para salvar a Rosa María.

Eran las once de la noche que desperté del sueño profundo bañado en sudor y salí corriendo a la Avenida 6 de Agosto para contratar un taxi, que los taxistas me cruzaban sin darme importancia, que felizmente, un taxista joven a mucho ruego aceptó llevarme al lugar de los hechos, entre Punata y Cliza. Sin embargo, de la velocidad con que corría el taxista, llegamos tarde, para entonces los taxistas ya habían sido asesinados, que no tuve más remedio que recoger el cuerpo sin vida de la punateña, dejando en el olvido el cuerpo de los dos taxistas, que no sé hasta ahora qué fue de ellos.

Cargué con el cuerpo de Rosa María a Punata, o por lo menos hasta ahora, esto es lo que creo que hice. En Punata me planté en la plaza principal, dejé el cadáver ensangrentado y di la alarma subiéndome a las campanas de la Iglesia. Eran las dos de la madrugada. El pueblo

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acudió a la plaza principal con el asombro pintado en los ojos. No es posible que Rosa María esté muerta, frase común que volaba de boca en boca.

Ya en la mañana, los punateños vieron el cadáver ensangrentado de la bella chichera víctima de tres tiros de revólver. Cruzaba la cabeza un agujero de cien a cien de izquierda a derecha, efecto del primer disparo, el segundo disparo había dejado profunda herida en el pecho derecho y el tercer tiro dio justo en el corazón de la hermosa cantautora. Era de ver la blusa escotada desgarrada y el pantalón apretado roto por aquí y roto por allí, prueba de que Rosa María se defendió con dientes y uñas. Ella estuvo peleando con el agresor con la dignidad que caracteriza a la mujer valluna.

La trágica muerte de Rosa María Mariscal enlutó el Valle Alto y Cochabamba. Los devotos hasta el día de hoy la llevan guirnaldas de rosas blancas en romería cruce Punata y Cliza, pidiéndola casas, camiones, trabajo, dinero, salud y bendiciones para la familia.

Rosa María Mariscal, me duele en todo el cuerpo que es imposible que se curen las heridas. Las últimas palabras de la lucha desigual todavía resuenan en mis oídos:

— Rosa María, te amo con el alma— Arturo Campusano Castejón, con voz ronca.

— Pero soy muy joven para ti— contesta la flamante abogada graduada con excelencia.

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— ¿Qué importa la edad cuando el amor nos devora? — se justifica el diputado.

— Yo no te amo porque soy libre de amar a quien quiera— Rosa María, da otro giro a los sentimientos del agresor.

— Rosa María, te amo tanto que no podrás ser de nadie— el agresor define a ultranza sus sentimientos.

— Soy dueña de mi cuerpo, mi vida no depende de que me quieras o no me quieras— la belleza punateña decidida a todo.

— Entonces, serás mía por la fuerza— el diputado se abalanza sobre el cuerpo de Rosa María con la violencia del bebedor consuetudinario que no entiende razones.

Rosa María Mariscal, con todas sus fuerzas derriba al agresor y defiende su cuerpo cuanto puede con razones honorables que no son escuchadas, resuelta a vencer o morir grita, primero muerta antes que ser violada, defenderé con mi vida mis derechos constitucionales. Arturo Campusano Castejón, se da cuenta que no puede con su víctima que es más fuerte que él, saca el revólver y dispara tres tiros sobre el cuerpo de la bellísima cantautora que deja de respirar. El asesino, luego del tercer disparo, por la lucha tenaz que opuso Rosa María, víctima de un ataque cardiaco, cae sobre una piedra del camino y muere.

¿Quién soy que conozco esta historia? Juan del Valle, que con el alma rota recorro Punata, sus puentes,

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calles, avenidas, parques, plazas y plazuelas enlutadas de rosas negras, porque amo con el alma a Rosa María Mariscal. Jamás olvidaré sus palabras de filosofía profunda: “La vida es amor, belleza y humildad”.

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Fuente: https://www.google.com/search?q=dibujo+de+Punata &tbm=isch&ved=2ahUKEwin8rWR5t7xAhV3s5UCHR ZpCMUQ2 Consulado Cbba.,12/07/2021

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