CARTAS GANADORA Y FINALISTAS DEL VI CONCURSO “PABLO NERUDA” DE CARTAS DE AMOR
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Prólogo: Rosa María Lencero Cerezo Maquetación y diseño: Juan José Chaparro
Primera impresión: abril de 2013
© Excmo. Ayuntamiento de Coria
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Agradecemos la participaci贸n desinteresada de todos los que han hecho posible esta VI edici贸n del certamen.
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ÍNDICE PRÓLOGO Rosa María Lencero Editora Regional de Extremadura (Plan de Fomento de la Lectura). ................................................. CARTA GANADORA “Una Razón para Respirar”. Amaia Barrena (Basauri, Vizcaya). ......................................................... CARTAS FINALISTAS “Carta en una Botella”. Ana Castro Pérez (Zaragoza). .......................................................................... “Sumaré”. Liliana Alexandra Lizcano (Valencia, Venezuela). .............................................................. “Sobre la Mesa Descansaba”. Rebeca Rullo Fernández (Villacañas, Toledo). .................................... “Querido Tú”. Ana Macías Cuenca (Gandía, Valencia). ....................................................................... “Carta de Amor Número Uno”. Sam Corcobado Moreno (South Australia, Australia). ................... “Reencuentro”. Javier Roces Rodríguez (Pola de Siero, Asturias). ....................................................... “De Príncipe Azul a Rana”. Juani Torrijos Díaz (La Solana, Ciudad Real). ...................................... “Nostalgia de Sáncho y Dulcinea”. Nieves Fernández Rodríguez (Ciudad Real). .............................. “Carta de N”. Simon Leonard (Bertamiráns, La Coruña). ...................................................................
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PRÓLOGO Leí hace tiempo de Luis Sepúlveda, escritor chileno y asturiano de adopción, Un viejo que leía novelas de amor. Aprendí de otros amores, entre ellos el respeto por la Tierra que nos cobija y alimenta. Volví a leer su La lámpara de Aladino y descubrí que Jan Skerenson apareció una mañana de lluvia, pidió un cuarto que no mirara a ninguna parte, una caja de botellas de cachaza, pagó cuarenta días por adelantado, y declaró que no debía ser molestado porque estaba en cuarentena de amor. Cuarentena de amor. El amor puede ser una enfermedad contagiosa, cierto. Benigna depende de como se mire, maligna depende de cómo se sienta la profundidad o sima del mismo. Todavía se debate la frase Amor sin besos es como chocolate sin queso. Todavía se debate porqué el amor es ciego, por eso El amor es como beber chocolate caliente antes de que se haya enfriado. Imaginemos un o una enamorada con una pluma en sus manos, un tintero de porcelana en forma de caracola y un pliego de papel: Amor mío, tiempo ha no te escribo, la lluvia repiquetea en los cristales y las del magnolio esparcen su fragancia por los rincones sombríos del patio. ¿Estarás tú también pensando en mí, con esta distancia? Contemplo mis manos y la huella de tus caricias son pálidos reflejos dormidos en silencio. Te extraño. ¿Me extrañas? Dicen los aguaceros que el sol se esconde tras las nubes de tristes presagios, los escucho bramar furiosos y tú no llegas como la primavera, como la floresta cuajada de anémonas y lirios blancos. Ven a mi, que estoy en la baranda del sueño, sin sosiego ni descanso… sólo te escribo y escribo cartas de amor para el viento que ulula soplando soledad en mis oídos. Más que amarte, que adorarte, que reverenciarte… te escribo al corazón secreto del enamoramiento: no hay sensación más eterna que esta. ¿Te has enamorado así tú de mí? Lee esta carta y aprenderás de arrullos, ternuras, regalos dulces de letras como escarcha de besos. Mientras la lees, de camino, abriendo el ventanal sobre el cielo que descampa para que llegue fresca y lozana la primavera de tus labios, te espero, amor mío. Leyendo esta carta de amor me estremezco, igual que con los ojos cerrados recuerdo los veinte poemas de amor y una canción desesperada del amigo Pablo, que duerme sepultado en Isla Negra con el amor de su vida, para siempre, como dos mascarones de proa fundidos en uno. Rosa María Lencero Cerezo Editora Regional de Extremadura Plan de Fomento de la Lectura 6
hojas
CARTA GANADORA
CARTA GANADORA: “UNA RAZÓN PARA RESPIRAR” Amaia Barrena (Basauri, Vizcaya).
No soporto la mirada de un folio en blanco. Quizá sea porque la nitidez de su color deja aún más en evidencia la confusión acrílica de las ideas. Tal vez se deba a que la ausencia de tonalidades, o la textura de su silencio, me recuerdan a la esterilidad de las palabras. Y te aseguro que no hay mayor desidia para un poeta que una pluma frígida que trata de fecundar sentimientos poco fértiles. No soporto la mirada de esta hoja blanca, que me desafía a vestirla de renglones, que acentúa mi miedo a haberme quedado muda. Haber perdido la voz del verso. Como tantas otras cosas que hace tiempo perdí. He perdido el miedo a las alturas desde aquel día que me dejé caer al vacío desde el balcón de tu boca. He perdido el equilibrio, a pesar de llevar una vida caminando en la cuerda floja. He perdido el norte, y ahora sólo puedo permanecer al sur de tu cuerpo. He perdido los papeles, a pesar de ser alguien que aspira a vivir de las palabras. He perdido los modales, y las instrucciones para mi biografía planificada. He perdido el juicio, a pesar de contratar al amor como abogado. Sí, lo cierto es que son muchas las cosas que en los últimos meses he dejado por el camino. Un rastro de migas de pan, para cuando estés hambriento de besos. Un zapato de cristal, para que recuerdes lo frágil que es a veces la intención de dar un paso. Una manzana envenenada, por si alguna vez quieres dormir en mis brazos. Una alfombra mágica, para que tus pies siempre caminen por mi casa descalzos. Un canto de sirena que llegar a tu oído se transforma en la caricia de un susurro. Un viaje al país de Nunca Jamás. Nunca jamás me dejes. Ya sabes que tan pronto soy poeta, me convierto en arquitecta de castillos en el aire. Y en ellos, en ese universo en el que tu amor danza con las palabras y en su baile las vuelve poesía, vivo cautiva desde que tus labios no me dejaron otra salida. En ese pequeño mundo en el que mirarte es mi único oficio, y yo soy alguien mejor sólo por estar a tu lado. En ese espacio, tuyo y mío, en el que tu sonrisa se traduce en verso, y un abrazo en un soneto. Desde hace ya varias hojas de calendario, vivo bajo la extraña ebriedad del poeta enamorado. Ese consciente de haber encontrado en un sólo ser humano el genio del verso inagotable y un razón para seguir respirando. Sin embargo, no debes caer en el error de confundir felicidad con ingenuidad. Sé muy bien que la poesía se reduce al papel, a pesar de ser mi lenguaje y el cristal por el que miro. Sé muy bien de las carencias, miedos y errores que ensombrecen al mundo real que te espera tras cerrar y doblar esta carta. Y por ello, además de migas de pan, un zapato de vidrio, una manzana envenenada, una alfombra mágica y un canto de sirena, tengo mucho más que ofrecerte. Prometo tener siempre algo que decirte, y que nunca será mentira. Darte acceso libre a mis pensamientos, a lo nunca dicho. Prometo echarte siempre de menos y nunca de más. Prometo que no habrá más razón para estar contigo que la de quererte. Te ofrezco de este modo caras sin maquillaje, desayunos con prisas los lunes, elaborados menús de microondas, aspiradoras que no se pasan solas y armarios que no se cierran ni con ayuda. Te regalo mi vida, para hacerla de los dos, para compartirla. Y aún así, con todo ello, me comprometo aún a algo más. 8
A que el don que me ha caído en gracia, ambos sabemos que no es el de la cocina ni el del orden, sino el de las palabras que moldean sentimientos, siempre estará a tu servicio. Siempre dejará leer tu nombre entre líneas. Ya lo sabes, me aterra un folio en blanco. Puede que tal vez sólo por eso me haya visto obligada a conquistarlo y vestirlo de carta. O puede quizá, que sea yo la que pretende desnudarse ante ti, y decirte que mi vida se perfila con las líneas de tu sonrisa.
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FINALISTAS
“CARTA EN UNA BOTELLA” Ana Castro Pérez (Zaragoza).
Mi querida Isabel: Hace más de tres meses que mi navío partió rumbo al dolor, a la desgracia y a la posibilidad de no regresar jamás a vuestro lado. He visto crueles actos que habrían hecho enloquecer de miedo al más fuerte de los coroneles y generales del ejército y sin embargo, no he perdido el juicio ni la razón. ¿Por qué?, os preguntaréis. Por vos, cuyos ojos llenan de esperanza al corazón perdido, por vos, cuyas delicadas manos alivian el dolor más agónico e insoportable, por vos, cuyo bello y angélico rostro promete un nuevo amanecer. Es mi anhelo por volver a tocaros, por volver a abrazaros lo que me mantiene con vida. Mas lamento ser portador de desagradables noticias. Nuestro buque fue abatido ayer bajo el acero y el cañón de las manos enemigas y nada pudo hacerse para evitarlo. Atónito y desconcertado observé a la muerte reclamar como suyas las vidas de los soldados de uno y otro bando, y en más de una ocasión me rozó al pasar por mi lado. En menos del tiempo que se tarda en pronunciar vuestro hermoso nombre, lo que hasta hace un atardecer era un imponente ejército es ahora un conjunto de despojos y cadáveres que flotan sobre el calmado mar. Sin embargo, no os horroricéis mi querida dama, no quiero que produzcáis una arruga de preocupación en vuestra fina frente, puesto que logré llegar a nado, exhausto pero inmensamente aliviado, hasta una diminuta isla cercana a la batalla. Y desde allí os escribo sano y salvo con el papel y la pluma que celosamente guardaba en uno de los bolsillos de mi desgastado uniforme. Gracias al cielo, he podido rescatar algunos enseres que en el navío transportábamos junto a nosotros y que me han servido para improvisar un rústico campamento, mas no permaneceré en este inhóspito lugar mucho tiempo. El deseo de volver a rozar vuestros suaves labios y vuestro grácil cuello me impulsa a escapar de aquí. Así pues, mi preciosa doncella, me dispondré a construir una balsa o barca con la poca madera que la desierta isla me proporciona y cuando termine de forjarla, partiré con los víveres que pueda almacenar en nuestro reencuentro. Soy plenamente consciente de que es una travesía imposible de finalizar con vida, nos separa una distancia de miles de nudos, mas no existe fuerza capaz de alejar dos corazones que se aman y por ello, no descansará mi alma hasta que pueda postrarse ante la vuestra. Tampoco existe sombra o trabajo que me haga olvidar la promesa que me pedisteis que os jurase antes de marcharme a la guerra y como podéis comprobar estoy cumpliendo con tesón. Me llevaré conmigo las hojas de los árboles y así, cuando falte el papel, podré seguir escribiéndoos cada día como vos me pedisteis, y cuando falte la tinta, correrán trazos y letras de sangre sobre el papel. Tan solo me resta pues despedirme de vos mi querida Isabel, dueña completa de mi alma y de mi amor. Espero que guardéis y contengáis bien mi corazón pues solo a vos os pertenece. Sueño con el momento en el que pueda al fin volver a contemplar vuestra belleza y vuestra sonrisa y con tal deseo entrego al mar esta carta refugiada en una botella, esperando que el destino y la suerte la depositen sobre tus perfectas manos. Te amo. 11
“SUMARÉ” Liliana Alexandra Lizcano (Valencia, Venezuela).
Sumaré la melodía que me regalaste hoy, Con la que tocó tu corazón el catorce de marzo, sumaré también los besos y haré con ellos un camino de caricias que mis pies recorran siendo cómplices de tu aliento. Sumaré los abrazos con los que arropas mi alma para ya no sentir temor. Sumaré nuestros sueños donde creemos las promesas divinas y al final multiplicaré el resultado: tú, con el peso, la longitud, la anchura, lo profundo de este amor que nos tenemos y el resultado será un siempre con sabor a nosotros.
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“SOBRE LA MESA DESCANSABA” Rebeca Rullo Fernández (Villacañas, Toledo).
Querida mía. ¿Recuerdas el día que nos conocimos? Estabas encima de la servilleta. Desde entonces, pocas veces te he visto quieta. ¡Y cuánto adoro vigilar tu movimiento! Me perdería observando tus ritmos acompasados; unas veces serenos, otras veces atropellados. Al caminar me rozas y no puedo enmudecer. Estoy acabando por comprender que te parezca ilusorio no tocarme. Cuando vienes, dulce momento. Quizás sepas un día que todo es más amargo si no me acompañas. Tú descansas después del primer sorbo. Y yo lo hago junto a ti cuando no hay un trago más. Cucharilla, sí, de alguna manera somos inseparables.
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“QUERIDO TÚ” Ana Macías Cuenca (Gandía, Valencia). Esta carta va dirigida a ti. Sí, a ti. A esa persona que está leyendo esto. En este momento, probablemente te parezca extraño lo que estoy diciendo. No me conoces. Ni yo a ti. Tampoco he dicho que quiera hacerlo. No me importa cómo eres. Si tienes la nariz puntiaguda o los ojos demasiado grandes. Si eres una persona agradable y charlatana o, todo lo contrario, huraña y reservada. Simplemente quiero escribirte. Me apetece hacerlo. Aunque no lo creas tenemos varias cosas en común. Una de ellas es que ambos estamos detenidos en el tiempo con esta carta. Tú leyendo. Yo escribiendo. Parece que las palabras nos apasionan. Por lo menos a mí. Me enloquecen. Y déjame decirte que creo que a ti también. ¿Por qué sino íbamos a estar aquí? Podríamos entretener a nuestros ojos de muchas otras maneras. Pero hemos decidido que se entretengan mirando estos trazos curvos que dicen llamarse letras. ¿Ves? Parece que tenemos algo en común.
Ahora déjame contarte algo. ¿Para qué sino iba a escribirte una carta?
Tengo una amante. Bueno, en realidad, más de una. Sí. No te extrañes por el plural que he utilizado. No me conformo con una. He estado y estoy- con ellas desde hace muchos años. Y lo sigo estando. Cada día siento la necesidad de verlas. Cada día el mismo ritual. Nada más me levanto desayuno un té bien caliente -me gusta sentir el escozor que me produce en la lengua- acompañado de dos tostadascon miel. Corro a vestirme y bajo a la calle. Ando durante unos tres minutos y ahí están. Donde siempre. Algunos días se sienten enfadadas. Otros vienen cargadas de alegrías y buenas noticias. A mí no me importa. Las sigo amando igual. Tienen...un nosequé. Sí, eso es. Sé que no soy su único amante -por fortuna-. Son muchos los que pasan horas y horas con ellas. Unos prefieren que las acompañen a la luz del atardecer. Otros son verdaderos adictos nocturnos. Jamás me ha importado compartirlas. Nunca he sido una persona celosa. Seguramente, tú también seas uno de sus amantes. Puede que incluso mejor que yo. Sinceramente, no me importa. Como acabo de decir, no soy una personacelosa. ¿Sabes qué? Muchos desconocen que existen varias formas de tratarlas. Algunos sólo se dedican a mirarlas durante horas -o segundos-. Son muchos los que mantienen duras y agresivas luchas con sus ojos para poder estar con ellas. Otros van más allá. Las tocan. Las sienten. Las borran de sus vidas -temporalmente-. Las hacen aparecer. Juegan con ellas. Éstos no se conforman con sólo mirarlas. Pretenden emocionar, provocar risas, hacer recordar,...enamorar. También están aquellos a los que les gusta tratarlas con la boca. No pienses que me estoy adentrando en el terreno obsceno. Pues muchas veces resulta muy bello este trato. A éstas les encanta romper silencios. Siempre que se haga con moderación y control, claro está. Desgraciadamente, en algunos casos también son maltratadas. O son utilizadas para dañar. Tengo que decirte que yo voy más allá. Por eso estoy aquí. Por eso estoy moviendo mis dedos provocando un ‘tic tic tic’ constante. Acabo lanzar un suspiro. Un suspiro de satisfacción. Me siento 14
realmente bien. Tengo que decirte que ya llevo un buen rato con ellas. Aunque te parezca extraño tú también. Las estamos compartiendo. Y no me importa. Es más, me apetece hacerlo. Tú las miras. Yo las toco. Ambos disfrutamos. De eso se trata. En fin. Creo que ha llegado el momento de despedirme. Aunque no te haya visto ni tú a mí, debo decirte que ha sido un placer conocerte. No me hace falta verte para saber que lo ha sido. A veces sobran las imágenes. No siempre las imágenes valen más que mil palabras. Tú lo sabrás bien. Te dejo a mis amantes. Haz con ellas lo que quieras. Antes de acabar me gustaría pedirte algo. Sé que no soy nadie para pedirte nada. ¡Ni siquiera me conoces! Pero me gustaría hacerlo. Te pido que jamás las abandones. Pasa con ellas todo el tiempo que puedas. Y más. Como he hecho yo durante todos los días de mi vida. Te prometo que no te arrepentirás. Trátalas con delicadeza. Juega con ellas. Haz que emocionen a niños, adultos, ancianos y ¡qué demonios! Haz que te emocionen. Míralas. Rápidamente o lentamente. Me da igual. Pero míralas. Sé buen amante... Porque, al fin y al cabo, palabras somos y en palabras nos convertiremos.
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“CARTA DE AMOR NÚMERO UNO” Sam Corcobado Moreno (Australia).
Querida Lorena, Cada mañana pensaba que si te hacía reír los cinco primeros minutos después de que abrieses los ojos, ya había ganado la primera batalla; y que si tú me tocabas la mejilla y no me decías nada, no tendría que afeitarme ese día. Ya sabes lo mucho que me cuesta afeitarme tres días seguidos, porque hasta ahora, cuando nos veíamos, llevaba la barba recortada con escuadra y cartabón, haciendo que midiese exactamente el tiempo que pasaba desde que me miraste por primera vez hasta que dejaba crecer mi barba para sentirme atractivo. Y eso sucedía casi siempre pasados tres días. Ahora ya sabes que esa barba que está siempre en la misma posición, como las figuras de un ejército de plomo, es muy difícil de conseguir. Mantener la misma posición en una barba requiere cinco minutos de espejo sin parpadear a menos de dos centímetros de la luz que me ilumina la calva que hay debajo de mi pelo. Así conseguía que te rieses antes de que pasasen cinco minutos de tener tus ojos abiertos y yo miraba a la calle, cruzando los dedos para que volviese a llover solo debajo de nuestra ventana. El resto del mundo podía disfrutar de un sol veraniego, pero yo cruzaba los dedos con tanta fuerza que volvía a llover, y caían aguaceros con rayos y truenos de tanta fuerza que el conserje del hotel nos recomendaba no salir en todo el día de la habitación. Y yo le sonreía con un billete de diez euros entre los dedos, para que la lluvia no parase en los próximos diez años. La pena, me decías, era que entonces los paseos marítimos de pueblos preciosos no se llenarían de turistas blanquecinos, vestidos con el mismo traje corto del año anterior, de esa gente que hacía lo imposible por clavar su bandera en el siguiente centímetro cuadrado que no estuviese conquistado; paseos marítimos llenos de flores alimentándose del sol y el agua de una manguera que sujetaba un tipo con los ojos rojos, cerca de esas playas atestadas (o apestadas) de toallas que todavía olían a polillas. Dibujos de cuerpos de mujeres medio desnudas que nunca se parecían al tuyo; porque tú, desnuda, me bastabas para vivir y morir en el mismo instante; y el resto de las horas te reías tres veces seguidas, con el pelo mojado que se pegaba en tu cara. Era cuando yo me quedaba un rato en silencio y me reñía a mí mismo por verte solo guapa, por no escuchar lo que me contabas. Tú hablabas y yo: “Cómo puede ser tan guapa, cómo puede ser tan guapa…”, solo eso en el cerebro, y las plantas que habían plantado debajo de nuestra ventana empezando a ahogarse el segundo día de lluvias ininterrumpidas. A veces comíamos los restos de la cena de la noche anterior para desayunar, o pedíamos el menú de degustación del mejor restaurante de la zona, con cuatro tenedores y cinco estrellas debajo del sombrero del chico que nos traía las bolsas del pedido a la habitación. Me quedaba sin billetes de cinco euros y de diez, y entonces tenía que sacar los billetes de veinte para que en nuestra ventana siguiesen cayendo 16
tormentas de mar. Las propinas parecían criticar todo lo que nosotros detestábamos, pero como te habías reído esos cinco minutos después de abrir los ojos, todo terminaba siendo superfluo, etéreo, como la espuma de una ola que no llega a la orilla y se queda anclada en medio del mar. Luego descontaba las noches que nos quedaban sin mirar el despertador y deseaba que la lluvia no solo cayera debajo de nuestra ventana, sino que el mundo sufriese una inmensa inundación que obligase a la gente a quedarse en el sitio donde estaban ahora. Nosotros encerrados con bolsas de patatas a punto de terminarse, galletas de chocolate, dos cocacolas y una bañera de hidromasaje llena de espuma y sales relajantes. Pero sólo llovía debajo de nuestra ventana, con las plantas ahogadas, y el conserje dándonos la cuenta de las cuatro noches alejados de todo. Entonces ya no servía nada, y me quedaba con tu risa a los cinco minutos de haberte despertado y con la espuma de una ola que no llegó a la orilla de la playa anclada todavía en medio del mar. Tengo que dejar de dar propinas de veinte euros, porque me voy a quedar sin dinero para folios y no voy a poder escribirte otra carta de amor como ésta. Además, el conserje del hotel va a dejar de colocar mangueras abiertas que empapen nuestro balcón, me lo acaba de decir. Así que voy a firmar esta carta con mi nombre para que sepas que nunca me gustó tanto oír la lluvia en verano junto a ti. Siempre tuyo, Sam.
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“REENCUENTRO” Javier Roces Rodríguez (Pola de Siero, Asturias).
Querido Luis:
Siempre supe que tú y yo estábamos destinados a compartir de modo incondicional nuestras vidas. Hoy recuerdo emocionada aquella infancia en la que careciendo de todo, nada nos faltaba. Éramos felices. No había límites entre lo tuyo y lo mío, teníamos los mismos propósitos, las mismas ilusiones, los mismos ritmos. Conocíamos cada palmo del pequeño bosque de nuestros juegos, cada olor, cada color, cada sonido, cada trino, y podríamos recorrer con los ojos cerrados la senda húmeda y mullida que conducía al remanso de nuestros baños furtivos o a la encina vieja que cobijaba nuestras confidencias. La adolescencia nos pilló desprevenidos y juntos experimentamos con sana naturalidad las alteraciones que sufrían nuestros cuerpos, la sensualidad, la sexualidad, la atracción. ¡Eras un chico encantador! Cuando nuestros padres nos impidieron seguir viéndonos porque, al parecer, la reconciliación entre vencedores y vencidos era una utopía, comprendí cómo aquella aciaga historia sembrada de yugos, flechas, novenas y rosarios aún tenía potencial para seguir produciendo víctimas, ahora tú y yo, seres inocentes y ajenos a aquel fragmento de la historia. Llevé muy mal lo del traslado de mi familia, y aquella decisión arbitraria y cruel produjo en mí una marca de la que nunca me redimí. Tu recuerdo era el único abrigo que podía arroparme del frío de tantas noches en soledad. Luego vino aquel matrimonio impuesto que me hizo vivir una muerte de cuarenta y dos años. Lloré mucho por dentro, pero nunca derramé una sola lágrima, ni por supuesto cuando mi marido falleció. Siempre le agradecí que me haya permitido vivir con cierta dignidad y que haya respetado mi decisión de no tener hijos. Constantemente mantuve una ventana abierta a la esperanza, y cuando recibí la noticia de que tú también habías enviudado, creí oportuno el momento de abrir la caja en la que había ido guardando mis sentimientos por ti durante estos años. Estaban intactos. Mi cuerpo recobró entonces el ímpetu aletargado durante tantos años. Juntos descubrimos que es posible conservar la lozanía a los sesenta años, y conseguimos recuperar nuestro amor, el erotismo y el entusiasmo por vivir. Estos diez años que llevamos viviendo juntos, sin papeles, sin contratos, sin religión- ya sólo creo en nosotros -, con esta pasión tan serena, compensan con creces los llantos interiores de la desconsolada y estéril vida que pasé sin ti. Y quiero que sepas-no tengo ninguna duda que me estás entendiendo- que estos últimos tres años, desde que esa enfermedad se adueñó de ti, están siendo tan gratificantes como lo fueron los siete anteriores. Tus hijos dicen que no conoces, que no te das cuenta de lo que sucede, pero ¡qué saben ellos! Tu semblante se alegra cuando me ves, y cuando tomas mi mano transmites paz y sosiego. Me miras, nos miramos. ¡Qué silencios tan expresivos!
En el amor las palabras son superfluas. Cuando éramos chicos, ¿recuerdas?, pasábamos horas sin 18
hablar, tumbados en la hierba contemplando las montañas, escuchando el murmullo del río, mirándonos con ojos limpios y alegres, tratando quizá de poner un poco de orden en nuestros confusos pensamientos. Soy muy afortunada por tener todo el tiempo del mundo para estar contigo, mimándote, acariciándote, consintiéndote,... A tu manera me dices que soy tu mejor terapia, y yo te digo que sigo irresistiblemente hechizada. Déjame aferrarme a ti, y descansa, querido.
Ya nada conseguirá separarnos. Jamás.
Tuya, Eloísa.
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“DE PRINCIPE AZUL A RANA” Juani Torrijos Díaz (La Solana, Ciudad Real).
Querido Príncipe Azul, el motivo de la presente es principalmente para comunicarle mi disconformidad con nuestra convivencia. Esa a la que fuimos abocados con aquel famoso final de cuento:”…y fueron felices y comieron perdices”. Primeramente porque nunca entendí que en nuestra felicidad tuviera que estar incluida una dieta a base de perdices, ya que ninguna culpa tenían de esta dicha esos pobres animales. Siempre fui ferviente defensora de ellos y por tanto, me niego a su cruel sacrificio por una absurda e injusta terminación de cuento de un caprichoso escritor. También decirle, que este castillo donde me trajo a vivir, y donde más que vivir permanezco recluida, me agobia, me falta el oxigeno aquí. Me supera estar todo el día rodeada de sirvientes que no me dejan ni respirar sola. Me enamoré perdidamente de un príncipe al cual apenas veo, que solo se dedica a la caza, a guerrear y a las grandes cenas con sus amigotes. Y que las pocas veces que coincidimos solo es para contarme la milonga de que me protegerá y rescatará de todo mal. Y si hay algún mal que me acecha y me atormenta de verdad es el de su indiferencia y lejano amor. Otra de las cosas que me incomoda en esta historia es la de mi indumentaria. Todo el día peripuesta de los pies a la cabeza, con estos pomposos vestidos y asfixiantes corsés, por no mencionar los zapatos de vertiginosos tacones que me hacen calzar y que son peor que una tortura china y que me tienen destrozados los pies. Porque digo yo que el hábito no hace al monje. ¿Por qué una princesa no puede vestir chándal y calzar deportivas? ¿Acaso hay alguna norma palaciega que lo impida? ¿Nadie ha oído hablar de esas princesas valientes que visten bata y zapatillas de andar por casa, que aman, cocinan, educan a sus hijos, abrazan, acuden al trabajo, lavan la ropa, pasan noches en vela, y hacen auténticos malabarismos para llegar a fin de mes? Mi querido Príncipe, creo que es a nosotros a quien toca cambiar las reglas del juego. Desde que era una niña soñé con construir una vida y un futuro junto a ti, pero lejos de estereotipos, de convencionalismos. El cuento de un príncipe y una princesa sin color, que educan, abrazan, que comparten las labores del hogar por igual, que salen cada mañana al trabajo, y que sufren, sienten, aman su vida, sus sueños y sus problemas cotidianos como si fuera el último día de su existencia. Ya sé que pensará que me he vuelto loca de remate, pero quería hacerle una proposición: escapar del cuento que nos encasilla, y vivir juntos una historia lejos de este castillo, los dos solos, sin coronas, sin vestidos ñoños, sin tacones, sin finales establecidos... Le propongo un punto y seguido diferente, rumbo felicidad…, amándonos desde lo pequeño, que es la única forma de engrandecer ese sentimiento tan bello. Espero sepa apreciar mi oferta y podamos llegar a un acuerdo lo antes posible, de lo contrario me veré obligada a romper el hechizo que le hace ser lo que es, con nuestro próximo beso, y con ello pensaré que el Príncipe nos salió rana...
Sin más se despide tu Princesa. 20
“NOSTALGIA DE SANCHO Y DULCINEA” Nieves Fernández Rodríguez (Ciudad Real).
Mi amado y desaparecido señor: Hasta El Toboso ha llegado la noticia de tu muerte y estoy soliviantada. Nunca creeré yo tan macabras y tristes palabras de aquestas malas lenguas. No puede ser verdad lo que e cuentan. O todos están locos la loca soy yo por no creerlos. No es posible que se acabe así, de cualquier forma, la dilatada vida de un hidalgo manchego. No hay derecho a que de un plumazo, tal vez emborronado por la torpe diestra de un escritor cansado, se volatilicen esos mundos fantásticos y aventureros soñados por vos para bien de mi discreta y amorosa compañía. No es posible que así termine la esperanza en el género humano, en la ilusión, en la vida. Vos no podéis morir, ni siquiera en los cuentos o historias noveladas. Sois inmortal a través de los siglos como así debe ser el más noble viajero que nos arregla el mundo para que lo habitemos y nos desface entuertos. El alma se me arranca si te mueres, mi noble caballero; el aire que respiro se tornará viciado si es cierto que te has muerto, mi adorado señor. Todos lloramos hoy en España tu muerte y en La Mancha de luto que tú nos has dejado ya no hay consuelo humano para mi corazón. No sé si podéis leer esta carta pero debo contaros cuanto antes que hay una persona que anda como loca por estos andurriales: Es Sancho Panza, amor. Él continúa recorriendo caminos y senderos buscando un caballero como vos para saciar su sed de fantasía, de la misma fantasía que vos le diste de beber en las múltiples andanzas que por tierras manchegas os recorristeis juntos. Sancho Panza te busca, mi señor, como yo misma lo hiciera si mi pésima salud de mal de amores no me impidiera vestirme de amazona o de dama encantada y salir presurosa al encuentro de tu infinito amor. Sancho te busca. La prueba la tengo aquí doblada y oculta en mi jubón, es prueba humedecida con lágrimas recientes del más fiel escudero que jamás haya dado la más gallarda historia de caballerías, lágrimas de nuestro mejor amigo mezcladas con las mías. La prueba de su pena y de su inútil búsqueda es un poema, amor. ¿Acaso vos sabíais que Sancho era poeta aun siendo labrador? En secreto le digo a mi señor, que aquí en mi corazón, junto a las cartas que vos me habéis firmado y enviado con él como correo, yo guardo un poema de Sancho para vos. Ignoro cómo ha llegado aquí, hasta El Toboso, no tengo explicación. Por su fidelidad me uno a la queja del escudero amigo, que si Sancho desea con vehemencia la vuelta del Quijote, Dulcinea la añora con pasión. 21
Dé señales de vida, mi señor o todos nos volveremos locos. Sancho se cree habitante de un siglo XXI, se siente escudero irreal de raras fantasías en historias futuras de la ciencia-ficción. Yo en El Toboso así lo espero, mientras intento no volverme loca por la ausencia de mi señor. Aunque digan que has muerto, sé que sigues ahí con Rocinante, cabalgando de nuevo. Sancho y yo te esperamos, ya sea en los versos de sus fieles poemas o en los renglones de mis sinceras misivas de amor. Como Sancho, me resisto a creer que te hayas ido por siempre. Aguarda, impaciente y desolada, tus buenas nuevas, Dulcinea.
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“CARTA DE N” Simon Leonard (Bertamiráns, La Coruña).
Querida E, Hay amores que mueren de un golpe y otros que se dejan estrangular con el tiempo, sin ofrecer apenas resistencia, como el nuestro. En la anestesia de la rutina vas confundiendo la normalidad con la necesidad, hasta que un día te das cuenta deque lo que eras tú ha sido engullido. Supongo que no lo notaste, pero tuve mi momento apoteósico el sábado pasado. Siempre decía que tenías mucha aptitud para la felicidad. Tus ambiciones caben en el catálogo de Ikea. Y nuestros fines de semana eran un rosario de centros comerciales. Ni te preocuparon demasiado las deudas ni te molestaba la fealdad de los emplazamientos. La tuya es una belleza interior de unos ochenta metros cuadrados vestidos exclusivamente en tonos de blanco y negro. Me regalaste una Playstation y me concediste la plus para que estuviera más en casa y no tuviera la excusa del fútbol para salir de bares. Hacíamos vida de pareja, si ésta se mide por el tiempo que dos personas pasan juntos. Nos quedaba una terrible cortesía, los gestos automáticos y formales, la conversación espartana en los intervalos de los programas de televisión, las tareas repartidas y sincronizadas. Llegamos a ser una sociedad limitada pero eficaz. No lo sé seguro, pero diría que las pequeñas infidelidades son los cimientos de una relación de años, como la nuestra. A medida que pasaba el tiempo empecé a notar que el interés común de la pareja era en verdad una tapadera por los intereses complementarios de dos personas. Al principio, sólo vislumbraba el matiz en momentos determinados que no pesaban contra la normalidad. Pero luego noté que si tú me dejabas rienda suelta era para luego tirar de la cuerda. Para serte honesto, no me molestaba tanto. Pensaba que iba ganando yo la partida privada, sacando los puntos que más me interesaban y haciendo el caso mínimo y necesario para que no me complicaras la vida. A fin de cuentas, vivía bastante bien. Tenía mis intereses y mi tiempo. Conocía tus horarios al dedillo y el riesgo de intromisión era remoto. Se podría decir que disfrutaba de una vida de soltero, estando en pareja. Y tal y como están las cosas, ¿cómo iba a pagarme un piso yo solo? Cuando estabas tú con el portátil, yo me echaba un partidoen la Play. Nunca preguntabas por la falta de historial por lo que suponía que tolerabas el derecho adquirido del macho solitario. Y así seguíamos, cómodamente atrapados, sin destacar por extravagantes ni por escandalosos. Hasta el sábado pasado. En un buffet restaurant en el centro comercial GranVía 2, l’Hospitalet de Llobregat ocurrió mi milagro. Un milagro cutre, tal vez, pero peor gusto habría mostrado si le diera por ocurrir en la cafetería de una área de servicios. Pero allí estuvimos, yo pagando el peaje de los sábados, una pareja zaratizada más entre la muchedumbre zaratizada, abusando de la excesiva generosidad del buffet libre.
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Fue cuando mi dirigí a la cola para repetir profiteroles que la vi y se me cayó la venda de los ojos. La ansiedad me comía hasta el lunes cuando pude porfin dedicarme a encontrarla en Facebook. Entiendo que esto sea un mal trago para ti, pero verás con el tiempo que a mi nunca me quisiste de verdad. A ella le he llegado a amar en menos de una semana porque nos entendemos a la perfección. La miro y me veo. Lo que querías tú era tenerme, pero podría haber sido cualquiera. Necesitas a alguien a tu lado, y decidiste que ese alguien era yo. Ella me ha recordado que no lo soy. Soy este medio loco medio poeta capaz de dejarlo todo por una cajera y cantante de orquesta que me lleva diez años, por amor. Entiendo que lo estarás pasando fatal, y me sabe muy mal por otra parte, pero yo no era más que un impedimento a tu felicidad. De hecho, de aquí a cierto tiempo, estoy seguro que me darás la razón y seremos muy buenos amigos. Lo que hemos compartido es un vínculo de años de convivencia que nos puede durar para siempre. Tendremos que ser capaces de mantenerlo y nutrir lo precioso e importante que sigue teniendo nuestra relación paralos dos. Me gustaría siempre estar allí por ti, si tú lo quieres, para escucharte, para ampararte... porque nunca permitiría que alguien te hiciera daño. ¿Quién te iba a entender mejor que yo, que te quiero en el fondo como la mejor compañera que jamás podría tener? Soy y seré tu cómplice del alma, Narcís
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El fallo del certamen tuvo lugar en Coria, el 14 de febrero de 2013, estando el jurado formado por: Miguel Alcalá García Laura Encinar Moreno Blanca Naranjo Rodríguez Mª Soledad Núñez Santos Mª Luisa Rodríguez Serrano Felipe Zapico Alonso
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