¿SUEÑO CUMPLIDO O POR CUMPLIR? Andrea Prado Pereira (2º eso)
A mí me gusta dónde y cómo vivo. No tengo queja alguna. He hecho amigos y amigas, tengo una familia, comida en la mesa y un techo bajo el que vivir (bueno, más bien cama o suelo amoldado: depende de cómo se quiera llamar), pero aún así, quiero algo más. Algo que a la mayor parte de los juguetes les parece una tontería y una pérdida completa de tiempo: viajar. Siempre he soñado con salir de esta habitación, de esta cama, de esta cárcel, pero nunca se me presentó la oportunidad de irme y vivir aventuras como algunos de mis amigos hicieron antaño. Me gustaría ir a otros dormitorios, conocer gente nueva, probar nuevos alimentos, todo nuevo. Pero este no es el momento de hacerlo, no ahora. En este instante mi dueña está en su escritorio estudiando para sus exámenes. Lleva ahí dos horas, y entonces no me está permitido moverme ni hablar con nadie; solo pensar. Personalmente, esta norma me parece estúpida ¿Por qué no nos podemos mover? Somos juguetes, sus amigos más íntimos, los que la vimos crecer, llorar, enamorarse, temblar… no nos haría nada malo. Me pregunto si en las demás casas y habitaciones pasará lo mismo. El líder de mi habitación es Ash, un tiburón muy grande que descansa en la almohada. Siempre me cayó mal. Es muy orgulloso y chulito, pero es el favorito de Saray. Yo no lo entiendo. No me cabe en la cabeza que alguien así sea el mejor de la habitación, y probablemente de la casa. Va con él a todos lados, a todos los viajes, a todas las aventuras. Ahí es donde le tengo envidia. En nada más. ¡Esperad! Mi ama se levanta. Es el momento ¡Debo marcharme! Salir de aquí. Espero a que salga de la habitación…ya está ¡Vamos! Salto de la cama y… ¡ay! caigo con la cabeza en el suelo. “Debes levantarte rápido. Puede regresar en cualquier momento”, me digo. Lo hago sin pensar más y cruzo la puerta sin hacer caso de los desesperados gritos de mis amigos desde sus respectivos sitios. Al hacerlo, me veo sumergido en lugar desconocido y extraño para mí, algo que, por los gritos que escucho en la casa, se llama “pasillo”. Este es alargado, con baldosas blancas y paredes a ambos lados, salvo cuando se abre una puerta a otra habitación. Decido ir hacia la derecha, donde se encuentra una entrada a otro cuarto. En él hay otra casita como la mía (cama) y unos grandes trozos de madera que van hacia el techo. En mi habitación, Saray los usa para guardar la ropa, pero no sé cómo se llaman. Me dirijo hacia ellos para verlos con detenimiento, pero de repente aparece un intruso: un juguete exactamente igual que yo se planta de1
lante de mí e imita mis movimientos y mis palabras. Me muevo hacia la derecha y él me sigue hacia la izquierda; muevo los brazos descontroladamente y, nada, sigue haciéndolo exactamente igual que yo. Salgo corriendo asustado y él me sigue, pero llega un momento en el que desaparece completamente ¿Quién era ese? ¿Qué quería de mí? “Menos mal que se ha ido, no me volverá a molestar”, me dije. Acto seguido, me dirijo de nuevo hacia la puerta para salir de aquí, y en cuanto paso delante de la “gran-madera”, vuelve a aparecer, pero esta vez no le hago caso y corro todo lo rápido que puedo con mis garras. Vuelvo a estar en el pasillo, y esta vez sigo recto hacia una habitación que tiene una extraña silla, una piscina muy pequeña y una especie de columna que tiene arriba del todo una manivela. Me adentro y me acerco a la silla. En el interior hay agua, igual que en la piscina. Dentro de esta última hay además burbujas que se mueven con el ir y venir de las olas del agua. Este lugar es aburrido, así que me voy y me dirijo a otra estancia en la que hay una casita, pero mucho más pequeña y alta. Desde el suelo puedo ver muchas mantas en ella, y un montón de peluches blanditos. Encima de la cama, hay un pequeño monstruo que patalea, grita y llora descontroladamente. Me acerco a él para ver de qué se trata, pero sin previo aviso la madre de Saray aparece y se lleva al monstruo a otra habitación. Yo los sigo. Entran en ella, pero la señora vuelve a salir, así que me deja tiempo libre para explorar. Encima de la mesa hay una caja azul sin tapa, con agua dentro, que contiene tres figuras borrosas en el interior: tres animales minúsculos. Me acerco temeroso y me encuentro fieras con el cuello y las patas estiradas a más no poder, con una concha, y que mueven los ojos investigándome. La más grande de ellas se empieza a mover, me da un zarpazo y me tira dentro de la caja. Las tres bestias me atacan, examinándome y tocándome con sus largas cabezas. Jamás había experimentado una situación tan rara y desagradable como esta. Harto de que se metan conmigo, les pego con mis garras una patada en el caparazón y en las patas y esconden las cabezas asustadas, por lo que me da tiempo a escapar y volver a mi casa, a mi habitación, después de estar 40 minutos investigando. Sé que aún me quedan lugares por explorar, pero por hoy es suficiente. Llego a mi casa, la escalo y quedo profundamente dormido. Al día siguiente, la familia se va de viaje y, como siempre, a mí no me llevan ¿Por qué? Es la única pregunta que me hago. A mí me encanta viajar, me porto bien, pero nada. No me lleva nadie. Ni siquiera el mini-monstruo de aquella habitación. En fin, nada puedo hacer al respecto. Como tengo tiempo libre, me dirijo al primer cuarto que visité para ver qué seres habitan en la cama. Esquivo, por una de las esquinas, el lugar en el que se burló de mí imitándome y me subo a la cama. En él no hay nadie, solo una 2
manta gruesa y unas mesillas a los lados en las que hay imágenes de mi familia. En una de ellas estoy yo con Saray de bebé… ¡Espera! ¿Con Saray? Nunca estuve tan unido a ella salvo cuando… ¡cuando era su favorito! Hubo una época en la que fuimos inseparables, hasta que, por Navidades, llego Ash y lo fastidió todo. Ya no volví a ser el favorito de Saray, ya no le gusta la película del Rey León, pero aún así, estoy contento. El trabajo de todo juguete es hacer feliz a su ama, y yo lo he conseguido. Mi niña es y fue feliz, me da igual con qué juguete.
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