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José y el jarrón
from Décimo séptimo Concurso de Cuento Infantil Pedrito Botero
by Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina
Finalista 2 José y el Jarrón
Dilan Abdyel Murillo Mosquera
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11 años
Institución Educativa Miraflores Medellín, Antioquia
Colegio Ferrini Bilingüe
Medellín
Érase una vez un niño llamado José. Él vivía en Norcasia junto a sus padres, su abuela y su gato.
Los papás de José trabajaban en una fábrica de chocolate artesanal por lo que siempre estaban por fuera de casa, mientras la abuela se quedaba cuidando de él.
A la abuela de José le gustaban mucho los jarrones, tanto que tenía una colección de 35 hermosas unidades desde hacía 13 años y a diario los limpiaba porque le encantaba verlos brillar.
Una tarde cualquiera, José le preguntó:
—Abuelita, ¿cómo has hecho para coleccionar tantos jarrones?
—Compré uno por cada ciudad que visité mientras recorría el mundo, este con color dorado es mi favorito. Respondió la abuela.
Días después, José decidió salir a jugar y salió tan temprano que no avisó en casa.
Ese mismo día, pero por la tarde, la abuela de José se preparaba para limpiar sus jarrones como de costumbre...
—¡Oh, por Dios! —exclamó al entrar al salón y ver su jarrón favorito roto en el piso.
Lloró por horas llena de mucha tristeza, pues ese jarrón era muy especial para ella, le recordaba el primer lugar que visitó en compañía de su esposo.
Pronto llegaron los padres de José.
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—Mira lo que le ha hecho José a mi jarrón —le dijo la abuela a la mamá del niño.
—No lo puedo creer... Esto es algo imperdonable, ese jovencito está en graves problemas —resaltó la mamá.
Cuando José llegó a la casa pudo notar que todos estaban enojados con él; sorprendido al no entender por qué, preguntó:
—¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
—Cómo te atreves, rompes el jarrón de tu abuela, ¿y llegas como si nada? ¡estás castigado! —dijoijo el papá.
El niño empezó explicar que todo era un malentendido, quiso contar qué había hecho en el transcurso de ese día, pero no le permitieron hablar, lo enviaron a su habitación.
José, muy confundido, pero también enojado, decidió que buscaría la manera de averiguar qué había pasado, fue así como planeó vigilar los jarrones.
Al día siguiente, desde que despertó, José estuvo observando los jarrones. Pasaron un par de horas y todo transcurrió con normalidad.
Cinco horas más tarde aún no encontraba información que lo ayudara a resolver su duda.
Justo cuando José decidió darse por vencido, vio cómo su gato se acercaba sigilosamente hasta el mueble en donde estaban los jarrones; la mascota estaba buscando la manera de coger lana, la cual la abuela de José había guardado en uno de los jarrones.
El esfuerzo del gato era tanto que se movía con fuerza, casi causando que uno de los jarrones cayera.
—Abuela, ¡ven a ver!, el gato va a tumbar otro jarrón.
—¡Gato necio!, fuiste tú quien rompió mi jarrón favorito.
Fue así como la abuela de José supo que él no había sido quien dañó su jarrón; explicó el malentendido a los padres del niño, quienes levantaron el castigo.
Abrazó a su nieto, lo besó en la frente y le pidió disculpas por haberlo acusado.
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