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Soy lo que como

Soy el el coco… coco…

foto: jamie chung/trunk archivo ¿Un fruto mortal? Para nada

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Kate Lowenstein y Daniel Gritzer En el año 2010 Barack Obama visitaba el museo dedicado a Gandhi en Mumbai, un lugar en el que abundan las palmeras llenas de mí. El presidente ya me conocía bien; los cocos son parte de la vida cotidiana en en Indonesia, donde él Indonesia, donde él pasó pasó su su in infancia. fancia. Posteriormente, un video de Posteriormente, un video de él él en Laos sorbiendo tranquilamente en Laos sorbiendo tranquilamente mi mi dulce dulce agua agua directamente de mi directamente de mi cáscara, como si lo hubiese hecho mi-cáscara, como si lo hubiese hecho miles les de veces antes, de veces antes, se se convirtió en un convirtió en un meme meme muy muy popular. popular. No No obstante, obstante, previo previo a a su su visita, visita, las las autoridades autoridades de de la la India retiraron hasta el India retiraron hasta el último último de mis parientes de de mis parientes de las las instalaciones. instalaciones. ¿Por qué? La ¿Por qué? La res respuesta puesta es sencilla, temían que es sencilla, temían que el el presidente de los Estados presidente de los Estados Unidos Unidos fuera abatido por fuera abatido por uno uno de los míos al caerle de los míos al caerle en la cabeza.en la cabeza. Ahora, quitemos esto de de la ecuación: la ecuación: Mi re Mi reputación putación como un “fruto como un “fruto mortal” mortal” que que ha ha terminado terminado con con incontables inocentes fue incontables inocentes fue en en ese entonces ese entonces y y continúa siendo continúa siendo solo un mito. Un estudio de 1984, quesolo un mito. Un estudio de 1984, que ha sido malinterpretado en repetidas ocasiones, exageró sobre la cantidad de muertes por golpes en la cabeza, ocasionados por mí, y los maliciosos rumores se esparcieron. En la actualidad, lo único de mí que está “para morirse” es la deliciosa comida que ustedes, los humanos, preparan a partir de su servidor, entre la que encontramos macarrones, piñas coladas, ricos

curris y pays cremosos. Hace cerca de diez años, los amantes de la nutrición dijeron que era bueno debido a que algunas de mis grasas saturadas, llamadas triglicéridos de cadena media, incrementaban los niveles de colesterol bueno, también conocido como HDL. Pero si usted le pregunta hoy día a un doctor, le dirá que el aceite de coco eleva su colesterol malo (LDL) tanto como el bueno (HDL). ¡Una muerte segura a causa del coco!

Otras ideas equivocadas sobre mí: no me veo café y peludo cuando estoy colgando de la palmera, contrario a lo que le han hecho creer las caricaturas. En realidad soy liso y de color verde, pero también somos amarillos, anaranjados, rosas, y a veces rojos. Incluso, aun conociendo estos datos, estoy casi seguro de que no sabe qué parte de mí es la que se come.

Imagínese un coco que no está maduro —ya sabe, esas cosas verdes que abren con un machete para que usted puedan beber el agua que hay dentro. La parte color verde es mi piel, y la parte fibrosa y beige es mi carne, así que en esencia tengo un increíble cascarón. Dentro de todo eso se encuentra la cáscara de mi semilla, dentro de la cual están los nutrientes de mi endospermo. Cuando soy joven, dicho endospermo es básicamente agua, ese dulce jugo con un, apenas perceptible, sabor a nuez, que desde el 2004 ha sido embotellado y vendido alrededor de los Estados Unidos, y es ahora una industria de 5 mil millones de dólares en todo el mundo. Conforme voy madurando los sólidos comienzan a depositarse dentro de la superficie de mi cascarón, hasta que solo queda un poco de agua y se ha formado una gran cantidad de carne con consistencia gelatinosa y de color blanco lista para comer. Así pues, aquellos “cocos” cafés y peludos que ve en la tienda no son precisamente yo, sino mis semillas. Soy nativo de las costas cálidas y húmedas de lugares como la India, Tailandia, Sri Lanka, Filipinas y, por supuesto, Indonesia, pero quizá llegué hace mucho más tiempo a América de lo que se creía antes. Por muchos años, los historiadores creyeron que la única forma en que los humanos podrían haber llegado a dicho continente era a través de puentes que conectaban a Rusia con Alaska, sin embargo, las teorías más recientes proponen que algunos migrantes intrépidos provenientes de la Polinesia arribaron navegando, probablemente confiando en mí. Y tiene sentido porque soy una fuente duradera de comida y agua, además de que mi parte fibrosa se utiliza para hacer cuerdas, alfombras, relleno para colchones y hasta redes para pesca. Mi cascarón puede ser transformado en carbón para encender fuego o como recipiente, e incluso como instrumento musical. Mis palmas son empleadas para hacer techos, escobas y cestos, mientras que mis troncos se utilizan en la construcción de casas, botes y tambores. Las raíces de mi palmera tienen una gran cantidad de usos medicinales

tradicionales. Incluso, luego de ser deshilachadas, mis raíces son reutilizadas como cepillos dentales.

Es tiempo de retirarme, pero antes permítame contarle una última historia sobre otro presidente. Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1943, un barco de la patrulla naval comandado por John F. Kennedy fue destruido por un buque de guerra japonés. JFK y la tripulación sobreviviente quedaron varados en una isla, y rápidamente comenzaron a quedarse sin opciones. Tenían hambre, sed y algunas lesiones que requerían cuidados especiales cuando, por fortuna, se encontraron con dos amistosos nativos que vigilaban la costa. Entonces, JFK tomó un cascarón de coco y talló en él un mensaje telegráfico que decía: “NAURO ISL ... COMMANDER ... NATIVE KNOWS POS’IT ... HE CAN PILOT ... 11 ALIVE ... NEED SMALL BOAT ... KENNEDY “ (“Isl Nauro … Comandante … Nativos saben posic … él puede pilotar … 11 vivos … enviar bote pequeño … Kennedy”).

Aquellos vigilantes entregaron el mensaje a las Fuerzas Aliadas. Estas lograron realizar el rescate y la recuperación de los tripulantes exitosamente. Años después, el Juez Ernest W. Gibson Jr., coronel en el Pacífico Sur durante la guerra, le entregó el cascarón de coco al recién electo presidente, quien hizo que lo convirtieran en un pisapapeles, mismo que permaneció en su escritorio, en la Oficina Oval, a lo largo de su período presidencial y es ahora

MACARRONES DE COCO SUAVES Y TIERNOS

Precaliente el horno a 175°C (350˚F). En una bandeja para hornear con bordes coloque una lámina de papel encerado. A continuación, mezcle en un recipiente 400 gramos de coco endulzado en copos con una lata de crema de coco de 150 g, 414 ml de leche evaporada, ½ cucharadita de extracto de vainilla y una pizca de sal, hasta que estén bien combinados. Bata las claras de dos huevos grandes e incorpórelas a la mezcla. (Es normal que las claras se desinflen, principalmente durante el proceso de incorporación). Con las manos limpias, forme montoncitos del tamaño que desee. Colóquelos en la bandeja ya lista y hornee girando la bandeja de adelante hacia atrás solo una vez a mitad del horneado, hasta que los macarrones estén dorados, unos 35 minutos. Deje que se enfríen, luego colóquelos en un recipiente hermético y guárdelos a temperatura ambiente.

una pieza importante en la Biblioteca y Museo John F. Kennedy, en Boston. Prueba de que los cocos no quitamos vidas, las salvamos.

Kate Lowenstein es editora de Tonic; y Daniel Gritzer es el director culinario del sitio de cocina Serious Eats.

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