Origen de la vida
AbiogĂŠnesis vs biogĂŠnesis
TEORÍA DE LA GENERACIÓN ESPONTÁNEA Uno de los primeros hombres que se cuestionó el origen de la vida fue el filósofo griego Aristóteles quien creía que la vida animal y vegetal podría haber aparecido de forma espontánea. La hipótesis de la generación espontánea aborda la idea de que la materia no viviente puede originar vida por sí misma. Aristóteles pensaba que algunas porciones de materia contienen un "principio activo" y que gracias a él y a ciertas condiciones adecuadas podían producir un ser vivo. Este principio activo se compara con el concepto de energía, la cual se considera como una capacidad para la acción. Según Aristóteles, el huevo poseía ese principio activo, el cual dirigir una serie de eventos que podía originar la vida, por lo que el huevo de la gallina tenía un principio activo que lo convertía en pollo, el huevo de pez lo convertía en pez, y así sucesivamente. También se creyó que la basura o elementos en descomposición podían producir organismos vivos.
La observación indicaba que surgían gusanos del fango, moscas de la carne podrida, cochinillas de los lugares húmedos, etc. Así, la idea de que la vida se estaba originando continuamente en la Tierra a partir de esos restos de materia orgánica se denominó generación espontánea. Para referirse a la "generación espontánea", también se utiliza el término abiogénesis, acuñado por Thomas Huxley en 1870, para ser usado originalmente para referirse a esta teoría, en oposición al origen de la generación por otros organismos vivos (biogénesis). La autogénesis se sustentaba en procesos como la putrefacción. Es así que de un trozo de carne podían generarse larvas de mosca. Hoy en día la comunidad científica considera que esta teoría está plenamente refutada.
Francesco Redi (1626-1697) Redi observó que las moscas se posaban en la carne podrida y que en ésta aparecían pequeños organismos blancos como gusanos. Al cabo de varios días los gusanos dejaban de moverse y se transformaban en pequeñas estructuras ovaladas y notó que de estas estructuras salían moscas parecidas a las que se posaron sobre la carne podrida. Redi formuló la hipótesis “que las moscas que se habían desarrollado de los gusanos eran la descendencia de las moscas originales” En 1668 Aplicó un método experimental para poner a prueba su hipótesis procediendo de la siguiente manera: Colocó una víbora muerta, un pescado y un trozo de carne de ternera en cuatro frascos, los cerró y selló. En otros cuatro frascos colocó los mismos componentes, pero estos los dejó abiertos. Los resultados fueron muy interesantes.
En los frascos cerrados y sellados no había gusanos, aunque su contenido se había podrido y olía mal. En los frascos abiertos, en cambio, se veían gusanos y moscas que entraban y salían. Por lo tanto, la carne de los animales muertos no puede engendrar gusanos a menos que sean depositados en ella huevos de animales. ¿Probaba esto que la carne por sí sola no generaba gusanos? Los que pensaban que podía generarlos de manera espontánea arguyeron que la falta de aire en los frascos cerrados impedía que los gusanos vivieran.
Redi repitió los experimentos, pero esta vez cerró unos frascos con gasa fina, que deja pasar el aire, pero impide la entrada de las moscas dentro de los frascos. Como en estos frascos tampoco aparecieron gusanos, concluyó que ello se debía a que las moscas al no poder entrar no depositaban sus huevos.
John Needham (1713 - 1781) En 1745 Needham, defensor de la teoría de la generación espontánea, llevó a cabo experimentos en los que preparaba unos caldos de carne y vegetales, y los dejaba reposar en envases con tapones de corcho que no estaban bien ajustados.
De hecho, creía que, al hervir los caldos, mataría todos los microorganismos que había en ellos. Pasados unos días, Needham observó que los caldos contenían microorganismos. Needham llegó a la conclusión de que los microorganismos tenían que haberse desarrollado de los caldos. Los descubrimientos de Needham apoyaron la hipótesis de la generación espontánea de los microorganismos.
Lazzaro Spallanzani (1729 - 1799) No aceptó la explicación de Needham y propuso que los microorganismos se encontraban en el caldo antes de que este fuera sellado. Para demostrar sus ideas, repitió en 1769 la experiencia con más rigor. Selló herméticamente la mitad de los frascos y observó que los seres vivientes solo aparecieron en los frascos que no estuvieron bien sellados. Presentó su experimento como evidencia de que no hay generación espontánea, pero los que la apoyaban insistieron que no se había permitido el ingreso de aire y su “principio vital” en los frascos sellados, y que, debido al calentamiento, el aire contenido en los frascos había perdido su capacidad para generar vida.
Louis Pasteur (1822-1895) La pugna entre la generación espontánea y la biogénesis permanecía latente en el debate entre los experimentos de Spallanzani y Needham Schwann (1837) pasó aire por potasa cáustica o lo calentaba y no crecía nada en el matraz. Louis Pasteur,, nació en Dôle el año 1822. Se ocupó de estudiar la fermentación alcohólica y puso a punto el método de pasteurización. Identificó numerosas bacterias como agentes patógenos. Sus últimos trabajos estuvieron dedicados a extender la vacunanación. Dirigió el instituto Pasteur, organización fundada mediante suscripción popular. Murió el año 1895
Experimentos semejantes realizó Von Dusen con aire arrastrado por ácido su.lfúrico o filtrado por un algodón. Su célebre experimento de 1861 con matraces de cuello de cisne logró superar la objeción de la ausencia de aire y desterró de forma definitiva la idea de la generación espontánea. En un informe a la Académie des Sciences de París, en 1860 (“Expériences rélatives aux générations dites spontanées”) y en escritos posteriores comunica sus sencillos y elegantes experimentos.
Calentó caldos en matraces de vidrio a los que estiraba lateralmente el cuello, haciéndolo largo, estrecho y sinuoso, y dejándolo sin cerrar, de modo que el contenido estuviera en contacto con el aire; tras esta operación demostró que el líquido, tras ser esterilizado, no desarrollaba microorganismos, con lo que eliminó la posibilidad de que un “aire alterado” fuera la causa de la no aparición de gérmenes. Antes bien, comprobó que los gérmenes del aire quedaban retenidos a su paso por el largo cuello sinuoso, en las paredes del tubo, y no alcanzaban el caldo estéril del interior del recipiente. Sólo si se rompía el cuello lateral o si se inclinaba el frasco de modo que pasara parte de líquido a la porción de cuello, los gérmenes podían contaminar la infusión y originar un rápido crecimiento
Calentó caldos en matraces de vidrio a los que estiraba lateralmente el cuello, haciéndolo largo, estrecho y sinuoso, (cuello de cisne) y dejándolo sin cerrar, de modo que el contenido estuviera en contacto con el aire. Tras ser esterilizado el caldo por calentamiento, pasados varios días, no desarrollaba microorganismos, con lo que eliminó la posibilidad de que un “aire alterado” fuera la causa de la no aparición de gérmenes. Comprobó que los gérmenes del aire quedaban retenidos a su paso por el largo cuello sinuoso, y no alcanzaban el caldo estéril del interior del recipiente. Sólo si se rompía el cuello lateral o si se inclinaba el frasco de modo que pasara parte de líquido a la porción de cuello, el caldo se alteraba.
“Permítanme darles un consejo que siempre he intentado seguir en mi propio trabajo: el permanecer el mayor tiempo posible con el mismo tema. Creo que el secreto del éxito es el esfuerzo prolongado. Mediante la perseverancia en un tema de investigación se llega a obtener lo que me inclino a llamar el instinto de la verdad.