Halloween

Page 1

Halloween (Hayden)

Una perfecta definición de lo que esta fiesta había llegado a convertirse era caos, pandemónium, desastre...Y acabaría como el rosario de la aurora. Ya me veía venir que acabaríamos todos en la comisaría por exceso de ruido. Con la excusa que Lydia y sus abejas obreras—lo que ella definía por amigas—cooperasen con la fiesta, me confié y me dedicándome exclusivamente a adornar la casa. Debí imaginarme que mi novia—mi bonita y superficial novia—sólo tenía organización para el maquillaje y los vestidos que se pondrían en el día, para lo demás siempre delegaba en alguien; tenía que haberlo hecho en Royce, era el único en aquella pandilla de cabezas huecas que tenía un par de neuronas funcionales, aunque sólo le sirviesen para realizar actos en su propio beneficio. Mientras el sonido de la estridente música que habían elegido se metía por mis oídos martilleando mi cabeza y me llegaban olores de muy diversa consideración—desde bebidas alcohólicas de variada calidad y graduación hasta vómitos, sin excluir deshechos humanos—, que me revolvían el estómago y me mareaban. Me acaricié las sienes intentando controlarme para hablar con Lydia y decidir como acabar con todo esto antes que se convirtiese en una orgia. Una pareja demasiado ebria, apenas unos escasos milímetros separado el uno de la otra, intentó acceder a la zona de las habitaciones, donde se había puesto el límite para entrar la gente, sin hacer demasiado caso a la señal de prohibición. Di un empujón al chico—ya medio desnudo de un disfraz difícil de reconocer—para hacerle retroceder. — ¡Joder!—Protestó. —Sólo queremos un poco de intimidad. Es un poco difícil que mi polla se concentre con tres mil personas. — ¡Lee el cartel!—Le ordené. —Está prohibido entrar aquí. Así que haz el favor de enfriar un poco ese calentón y bajar a la sala. O ir a un hotel si no lo consigues… — ¡Tranquilízate, tío!—Me exhortó la chica con la voz pastosa. Me echó el aliento y llevaba más de un par de copas encima. — Estamos en una fiesta… ¡Diviértete! —Va a ser mucho más divertido cuando os denuncie a los dos por allanamiento de morada y os manden a una estrecha celda. Ya me dirás el morbo para tu polla con veinte metros cuadrados y dos maderos vigilándote el culo. ¡Os quiero abajo ya! No sabía si mi amenaza o la expresión de mi cara fue lo que les asustó, pero, después de pedirme toda clase de perdones, bajaron con torpeza hacia la vorágine. ¡Tenía que encontrar a Lydia! Después de varios inconvenientes en mi camino, la encontré completamente sola, con cara de aburrimiento y mirándose las uñas. Con aquel traje de cabaretera de los años veinte parecía una reina bastante hastiada de sus súbditos. Seguramente, le habría costado unos cuantos miles de dólares. A mí me gustaba el lujo y no me importaba pagar de más por tener cosas buenas o experimentar sensaciones inolvidables, pero Lydia era despilfarradora por naturaleza y, por mucho que la riñese por eso, no podía impedir que malgastase el dinero por unos zapatos que sólo se pondría una vez o un estúpido traje de Halloween. Por primera vez, me hubiera gustado que Royce se encontrase con ella. Había amenazado a Avril y sabía que era más que capaz de cumplir sus amenazas. Con brusquedad, agarré la muñeca de Lydia y la arrastré hacia un lugar que estuviese menos concurrido para que pudiese entender la gravedad del asunto. Aunque dudaba que lo hiciese. — ¡Cuchifritin!—Se quejó masajeando su adolorida muñeca. — ¿Quieres tener más cuidado? ¡Estás un poco aprensivo! ¡Haz el favor de tranquilizarte! ¡Estamos en una fiesta! Me masajeé las sienes para permitir que la sangre llegase al cerebro y no me revolviese más de lo que estaba. ¡Pero era tan difícil mantener la compostura con Lydia! Me preguntaba si había hecho un intercambio de cerebros con el rey de las calabazas. —Esto es un descontrol absoluto—le dije. —Se nos está escapando de las manos. Ella se limitó a encogerse de hombros como si no comprendiese a lo que me refería. — ¿Tenemos un problema?—Arrugó la comisura de sus labios. Señalé con la mano todo lo que había abajo. —Creo que uno sólo no. Más bien, dos mil o tres mil. Aburrida, echó un vistazo hacia abajo y después se encogió de hombros. — ¿Y? Ya te he dicho que es una fiesta de Halloween. Es un poco molesto tanta chusma entrando y saliendo, pero la mayoría se irán a ver a Resurrection Mary a las doce de la noche. Y si no se van, pues se llama a la policía y después se contrata un servicio de limpieza. ¿Por qué no habrás pensado que tengamos que recoger todo esto nosotros?


Espiré e inspiré varias bocanadas de aire para tranquilizarme. No podía ser tan tonta como me estaba demostrando. Nadie podía tener ese nivel de estupidez. Al fijarse en la palpitante vena de mi sien, se asustó. Intuía que íbamos a tener una discusión muy a pesar del estado de su cutis y las canas que le saldrían. Estar con ella era tener la sensación de envejecer diez años. Bufó y empezó patalear con su caro zapato de tacón. —Me he equivocado, ¿vale?—Movilizó los brazos con gesto de impotencia. —No deberías haberme dejado la responsabilidad a mí. Me aburren los detalles y siempre delego en los demás. —Recuérdame eso cuando me pidas confianza—le reproché mordazmente. — ¡Eh!—Protestó. —Si quieres echar la culpa a alguien, habla con Royce. Él ha sido quien se ha encargado de todas las invitaciones. —Una buena idea. Voy a tener unas cuantas palabras con él. —Luego miré alrededor buscándole sin llegar a encontrarlo. No me gustó nada la sensación que me producía. Tenía un mal presentimiento. Pregunté intentado simular la ansiedad: — ¿Dónde está Royce? Arqueó las cejas aburrida. —Se ha ido a hacer travesuras. El concepto de Royce de hacer travesuras podía confundirse con actos que podrían rebosar los límites con la ley. Cuando Lydia echó una mirada hacia abajo, mis ojos siguieron la misma dirección que los suyos, topándome con una Avril, en medio de la multitud, observándonos con acritud. Pronto le cambió el semblante y empalideció. No sabía si se debía a la mirada de odio que Lydia le estaba dedicando, o al terror que se infiltró en cada facción de mi rostro, al intuir a quien iba dirigida la travesura de Royce. La misma Lydia me confirmó en voz alta mis temores, aunque, ella misma se consideraba la victima de la situación: —Me gustaría saber que encanto tiene esa pueblerina. Al parecer, Royce y tú estáis dispuestos a llegar a las manos por revolcaros con ella. Me siento tan infravalorada. Me pregunto que os habré hecho para que los dos le prestéis más atención que a mí. Ignorándola, volví a mirar hacia abajo y ya no la vi entre toda una masa de gente que hacían un esfuerzo por bailar…o por respirar en unos escasos milímetros de separación. El instinto me decía que debía encontrar a Avril antes de que lo hiciese Royce y ocurriese una desgracia. Bruscamente, dejé a Lydia a un lado y me dispuse a bajar las escaleras tan rápido como me dejasen las piernas. —Por favor, encárgate de que esto no se convierta en una bacanal y que no entre más gente. Si puedes hacer que se vayan unos cuantos, mejor—la indiqué mientras bajaba el primer escalón. —Pero, Haydie, yo no voy a ser capaz de encargarme de todo esto y… — ¡Por una puñetera vez en tu vida haz algo útil!—Me giré chillándola. No me molesté en ver su rostro compungido, ya hablaríamos en cuanto encontrase a Avril y la alejase de las garras de Royce. Sin darme cuenta, me encontraba en medio de una multitud que no dejaba de aumentar, y con la escasez de aire y la música a toda potencia, empezaba a descontrolarme y sentir como era incapaz de caminar en línea recta como si tuviese vértigo. Un fantasma, hecho digitalmente por Jim, pasó volando por delante de mí, logrando asustarme. Entonces, creí ver a Avril. Se encontraba de espaldas, con su pelo rubio recogido y sus grandes alas de súcubo, a varias personas de distancia de mi posición. Pronto, se empezó a mover entre la gente, y a grandes empujones y sin hacer caso a las protestas, caminé detrás de ellas, incrementado la velocidad de mis pasos cada vez más. Sólo la pude alcanzar cuando se paró a hablar con unas amigas. —Avril. —La agarré por el hombro y la giré bruscamente hacia mí. La chica me miró extrañada con sus pequeños ojos azules y la pedí perdón. No se trataba de Avril, después de todo. Aceptó mis disculpas con una risita tonta y volví a iniciar mi búsqueda. Aquello sería como buscar una aguja en un pajar. Jim se encontraba en medio de la sala, hablando animadamente con Nika, quien estaba echando las cartas a una pareja. Se había hecho una larga cola para consultarla. La cara de Jim observando atentamente a Nika daba a entender que estaba muy interesado en ella, y la propia Nika no era indiferente a las torpes maniobras de mi amigo para ligar con ella. En otras circunstancias, me hubiera alegrado por los dos, pero tenía otras preocupaciones en la cabeza. Se empezaron a quejar cuando me colé entre ellos para llegar a Jim, pero, ignorándoles, le di un par de toquecitos a Jim para que me atendiese. Le pregunté si había visto a Avril. Parpadeó un par de veces asimilando lo que le estaba preguntando. —Pues no la he visto por aquí—me respondió finalmente. —Creo que eres la última persona que me esperaba que me preguntase por ella. ¿Ha pasado algo? —Posiblemente no sea nada—intenté convencerle que todo iba bien. O más bien, lo intenté conmigo mismo. —Pero con toda esta gente, puede pasar de todo y sólo quiero asegurarme que se encuentre bien.


Me dedicó una sonrisa cargada de miles de intenciones. —No—contesté rotundo a su pregunta mental. — Nos hemos hecho amigos durante este tiempo. Tengo derecho a preocuparme por mis amigos, ¿no? —Si el desaparecido hubiese sido yo, no me estarías buscando. —Se rió. Luego se encogió de hombros sin saber que contestarme sobre el paradero de Avril: —Lo más probable que se haya ido a casa. Con todo este jaleo da ganas de irse. Se nos está descontrolando la fiesta, Hayden—me avisó con seriedad. Me encogí de hombros impotente ante la situación. —Habla con Royce sobre esto. Ha sido idea suya. De todas formas, también se encuentra en paradero desconocido. Esta vez, fue Nika la que habló. Su voz sonaba preocupada: —No creo que Avril se haya ido a casa. Me hubiese avisado. Y te agradecería que la encontrases cuanto antes. Por el brillo de sus ojos, comprendí que ella también tenía ese mal presentimiento. Era mucho más expresivo que su mueca en los labios amago de una sonrisa. Di un par de palmadas a Jim en la espalda. —Hazme un favor—le pedí, Jim accedió: —Encárgate de este desbarajuste, ¿vale? No me fio de Lydia. Éste se rió a mandíbula batiente. —Lydia no sabría cuidar ni de su colección de Barbies. ¡Tranquilo, Hay! Yo me encargaré de esta fiesta. Me pregunté si por casualidad hubiese salido de la casa. Por lo menos, fuera de todo aquel ambiente emponzoñado, me sentía más optimista. Tal vez, se tratase por respirar aire más puro y sentir el frío aire de la última noche de octubre en la porción de mi piel no protegida. Anduve un buen rato llamando a Avril entre las sombras de la noche y nadie me respondía. Por lo menos, nadie con ese nombre. Finalmente, mis pies me llevaron al cementerio de aquella casa. Me estremecí. Por muy blanco y limpio que estuviese siempre había un ligero toque supersticioso en el rincón más oscuro de la mente humana. Me reproché aquello mentalmente. Había pasado la época de tener miedo a los fantasmas. No era un sitio que invitase a pasear por él, pero uno nunca sabría que costumbres tenían los demás. Avril podría encontrarse allí, alejándose del mundanal ruido, tranquilamente. Pero en aquel inhóspito lugar, no parecía que se encontrase nadie. Una de las tumbas, —la que estaba llena de fressias—, tenía algo que llamó poderosamente mi atención. Se trataba de una pequeña mancha roja en una de sus esquinas. Se me encogió el estómago a la par que el sudor frío empezó a invadir mi cuerpo. Aún estaba húmeda cuando pasé uno de mis dedos por encima. No quería ponerme paranoico. La sangre podría haber sido de cualquier persona y además, ella no tendría que haber pasado por aquel lugar. No podía alterarme por algo que podría haber no pasado. Ella no tenía que importarme de aquella manera para ponerme al borde de la histeria. No debería sentirme así. Creí estar solo, pero algo que reconocí como susurros me indicaron que no era así. Y por lo menos, había dos personas. Al principio, sólo percibí una especie silbido bastante insistente; a medida que se iba acostumbrando mi oído, percibí una conversación en voz muy baja. —Me temo que es cierto, Jasper. La he visto transformar a ese pobre chico. Pero me temo que ya es demasiado tarde para actuar. El proceso ya ha empezado—comentó una chica. —Puedes estar equivocada—contestó un hombre. —Carlisle ha dicho que los factores psicológicos te afectan y eso influye… — ¡No!—Le interrumpió ella. —Carlisle lleva veinte años escuchando sólo lo que quiere escuchar. Está muy claro, pero esta vez no se trata de Edward. Vamos a tener dobles problemas a partir de esta noche si no la encontramos antes. La única respuesta que recibió por parte del chico fue un bufido de impotencia. Una vez que mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, pude visualizarlos a cuatro tumbas de donde me encontraba. Se trataba de un chico muy alto cubierto por una capa negra y que llevaba una guadaña en la mano. En cuanto a la chica, disfrazada de bruja, me era increíblemente familiar. Sólo que en aquel momento estaba increíblemente pálida. Mucho más que en otras ocasiones. Parecía agotada de un enorme esfuerzo. Venciendo mi aprensión, decidí acercarme a ellos y preguntar si habían visto a Avril. No perdía nada preguntando y además, parecían sensatos, ya que eran de los pocos invitados a la fiesta que no se habían disfrazado de vampiros. Me oyeron acercarme, ya que el chico—alto, fuerte y de expresión siniestra—se puso en guardia y me dedicó una penetrante mirada que me invitaba a irme. Sólo que me había quedado paralizado y era incapaz de hacer el más mínimo movimiento. No entendía por qué se había disfrazado de parca; era increíblemente siniestro por naturaleza.


Intentaba impartirme miedo—y lo estaba consiguiendo—, pero me propuse no dejárselo intuir, y fijé mi mirada en sus oscurísimos ojos. Inesperadamente, me proclamé ganador de aquel reto mental, ya que el chico se obligó a retirar la mirada y suspirar pesadamente. Notaba todo mi cuerpo en tensión y jadeaba. —No era mi intención molestaros, pero quería preguntaros si habíais visto a una amiga mía. Es rubia, algo pálida e iba vestida de negro llevando dos enormes alas en la espalda. Aquella descripción había sido patética. —Lo siento—se disculpó el chico bruscamente. —Posiblemente la hayamos visto, pero había demasiada gente en aquel sitio para fijarnos en alguien en particular. —Comprendo. —Me mordí los labios. —Yo sí la he visto. Nos volvimos hacia la chica, quien se había levantado, y se estaba dirigiendo a nosotros. A mí. —Debes encontrarla cuanto antes—me apremió. —Está en peligro. No tuve tiempo de reaccionar ante sus palabras y la evidencia de todos mis temores. Antes de poder hacerlo, ella me estaba agarrando de la mano y empezaba a cerrar los ojos pesadamente. Y como había hecho antes, empezaron a filtrarse imágenes en mi cabeza. Al principio nada significativo; todo niebla y borroso. Cuando empezaba a estar visualizarse algo, se interrumpió de repente. El chico había agarrado del hombro a la chica, dedicándole una mirada de advertencia. Ella no se dejó amedrentar por lo amenazador de su rostro. —Lo sabe, Jazz—le susurró. —Él está con nosotros. Él es de los nuestros. Ni Jasper—como ella le llamaba—ni yo comprendimos a que se refería. No importaba. Una vez se deshizo de él, volvió a cerrar los ojos y se concentró para mandarme imágenes a mi mente. Esta vez sí pude ver claramente lo que me quería mostrar por muy oscura que fuese la imagen. Una chica, malherida y calada hasta los huesos, corría torpemente a través de un bosque hostil. Podía oír los jadeos de una persona que la estaba persiguiendo. Mi corazón se puso alerta haciendo que la sangre empezase a correr frenéticamente por mis venas. Se trataba de Avril. En algún momento de aquella visión, Royce la atrapaba, y después de encontrarse con dos personas más, empezaban a inmovilizar a Avril con una cuerda. En todo momento, la chica me inmovilizó para que pudiese ver toda la clase de aberraciones y torturas a las que aquellos bastardo la sometían. Me rebelaba y gritaba que aquello parase pero ella permaneció impasible hasta que se fue borrando la última imagen. Aún así, sujetó fuertemente mis muñecas y abrió los ojos despacio. —Aún no ha pasado—me tranquilizó. —Pero debes darte prisa y encontrarla tú primero. Tienes que detenerles. Me soltó una vez que se aseguró que estaba más tranquilo. O por lo menos, no me sentía tan agitado. — ¿Dónde está?—Pregunté casi sin respiración. Se limitó a encogerse de hombros. — ¿Esa es toda la respuesta que puede darme?—Me enfurecí con ella. — ¡No podré ayudarla si no me dices claramente donde está! — ¡Ey!—Me tranquilizó. —No me ha dado tiempo a fijarme en más detalles, ¿vale? Respiré un par de veces para pensar con claridad. — ¿No hay ningún detalle que te diga donde se pueda encontrar? —Estaba oscuro—describió. —Los arboles…creo que la gran mayoría eran robles, pero no pondría la mano en el fuego para jurarlo… ¡Genial! ¡Robles en Chicago! Te los podrías encontrar en cualquier parque que visitases. Aún así, intenté recordar donde podría haber una gran cantidad de ellos. —El Witch Oak—contesté. Muy típico de las leyendas negras de Chicago, de esta época y de Royce para cometer travesuras. Hubiera sido adecuado dar las gracias, pero mis piernas habían obedecido al impulso de detener a Royce y salvar a Avril, y ya estaba corriendo hasta el coche. Y con la furia como motor de mis actos, puse en marcha el coche, poniendo el velocímetro de cero a cien. Sólo rogaba no llegar demasiado tarde y no tener que manchar mis manos con la sangre del cabrón de Royce.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.