Halloween (Hayden)
Una perfecta definición de lo que esta fiesta había llegado a convertirse era caos, pandemónium, desastre...Y acabaría como el rosario de la aurora. Ya me veía venir que acabaríamos todos en la comisaría por exceso de ruido. Con la excusa que Lydia y sus abejas obreras—lo que ella definía por amigas—cooperasen con la fiesta, me confié y me dedicándome exclusivamente a adornar la casa. Debí imaginarme que mi novia—mi bonita y superficial novia—sólo tenía organización para el maquillaje y los vestidos que se pondrían en el día, para lo demás siempre delegaba en alguien; tenía que haberlo hecho en Royce, era el único en aquella pandilla de cabezas huecas que tenía un par de neuronas funcionales, aunque sólo le sirviesen para realizar actos en su propio beneficio. Mientras el sonido de la estridente música que habían elegido se metía por mis oídos martilleando mi cabeza y me llegaban olores de muy diversa consideración—desde bebidas alcohólicas de variada calidad y graduación hasta vómitos, sin excluir deshechos humanos—, que me revolvían el estómago y me mareaban. Me acaricié las sienes intentando controlarme para hablar con Lydia y decidir como acabar con todo esto antes que se convirtiese en una orgia. Una pareja demasiado ebria, apenas unos escasos milímetros separado el uno de la otra, intentó acceder a la zona de las habitaciones, donde se había puesto el límite para entrar la gente, sin hacer demasiado caso a la señal de prohibición. Di un empujón al chico—ya medio desnudo de un disfraz difícil de reconocer—para hacerle retroceder. — ¡Joder!—Protestó. —Sólo queremos un poco de intimidad. Es un poco difícil que mi polla se concentre con tres mil personas. — ¡Lee el cartel!—Le ordené. —Está prohibido entrar aquí. Así que haz el favor de enfriar un poco ese calentón y bajar a la sala. O ir a un hotel si no lo consigues… — ¡Tranquilízate, tío!—Me exhortó la chica con la voz pastosa. Me echó el aliento y llevaba más de un par de copas encima. — Estamos en una fiesta… ¡Diviértete! —Va a ser mucho más divertido cuando os denuncie a los dos por allanamiento de morada y os manden a una estrecha celda. Ya me dirás el morbo para tu polla con veinte metros cuadrados y dos maderos vigilándote el culo. ¡Os quiero abajo ya! No sabía si mi amenaza o la expresión de mi cara fue lo que les asustó, pero, después de pedirme toda clase de perdones, bajaron con torpeza hacia la vorágine. ¡Tenía que encontrar a Lydia! Después de varios inconvenientes en mi camino, la encontré completamente sola, con cara de aburrimiento y mirándose las uñas. Con aquel traje de cabaretera de los años veinte parecía una reina bastante hastiada de sus súbditos. Seguramente, le habría costado unos cuantos miles de dólares. A mí me gustaba el lujo y no me importaba pagar de más por tener cosas buenas o experimentar sensaciones inolvidables, pero Lydia era despilfarradora por naturaleza y, por mucho que la riñese por eso, no podía impedir que malgastase el dinero por unos zapatos que sólo se pondría una vez o un estúpido traje de Halloween. Por primera vez, me hubiera gustado que Royce se encontrase con ella. Había amenazado a Avril y sabía que era más que capaz de cumplir sus amenazas. Con brusquedad, agarré la muñeca de Lydia y la arrastré hacia un lugar que estuviese menos concurrido para que pudiese entender la gravedad del asunto. Aunque dudaba que lo hiciese. — ¡Cuchifritin!—Se quejó masajeando su adolorida muñeca. — ¿Quieres tener más cuidado? ¡Estás un poco aprensivo! ¡Haz el favor de tranquilizarte! ¡Estamos en una fiesta! Me masajeé las sienes para permitir que la sangre llegase al cerebro y no me revolviese más de lo que estaba. ¡Pero era tan difícil mantener la compostura con Lydia! Me preguntaba si había hecho un intercambio de cerebros con el rey de las calabazas. —Esto es un descontrol absoluto—le dije. —Se nos está escapando de las manos. Ella se limitó a encogerse de hombros como si no comprendiese a lo que me refería. — ¿Tenemos un problema?—Arrugó la comisura de sus labios. Señalé con la mano todo lo que había abajo. —Creo que uno sólo no. Más bien, dos mil o tres mil. Aburrida, echó un vistazo hacia abajo y después se encogió de hombros. — ¿Y? Ya te he dicho que es una fiesta de Halloween. Es un poco molesto tanta chusma entrando y saliendo, pero la mayoría se irán a ver a Resurrection Mary a las doce de la noche. Y si no se van, pues se llama a la policía y después se contrata un servicio de limpieza. ¿Por qué no habrás pensado que tengamos que recoger todo esto nosotros?