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EL PAÍS QUE PERDIÓ A SUS HÉROES Fernando Vázquez Rigada
México ha vivido un drama recurrente en su historia. Es una tierra que, salvo contadas ocasiones, ha perdido a sus héroes. Sus grandes hombres, los que mueven gestas memorables, los que se levantan para enfrentar al enemigo, para convocar a momentos de gran valor cívico, terminan en sus propias caricaturas, víctimas de la seducción del poder. Las palabras malditas de las brujas de Mc Beth, “tú serás rey”, envenenan el entendimiento y diluyen los sueños de los héroes mexicanos. Hidalgo no logra entender el afán libertario del pueblo al que ha convocado a rebelarse. Decide no ir por la independencia total y rehusa tomar la ciudad capital, ignorando que el poder se vuelve con la misma fuerza, contra quien le rechaza. Agustín de Iturbide deja de ser libertador para convertirse en emperador de hojalata. Santa Ana, el héroe de Tampico, vuelve once veces a la presidencia hasta hacer que medio país se pierda. Díaz, el héroe de Puebla, se reelige hasta al hartazgo y da la orden terrible de Río Blanco al gobernador Teodoro Dehesa: -¡Mátalos en caliente¡ Álvaro Obregón, el vencedor de la revolución, el talento bélico y político que es capaz de arrasar a Villa, a Carranza y pacificar al país en nombre del ideario maderista, pronto lo traiciona. El camino que conduce a su reelección es el mismo que conduce a su tumba.
SAN LUIS
Los pueblos generan momentums históricos. Hidalgo generó el primero de la era independiente. Juárez el segundo. Madero el tercero. Fox el cuarto. Hidalgo, Madero y Fox padecen de debilidad. Hidalgo quiere independizar a México sólo mientras Fernando VII vuelve al trono de España. La fuerza del movimiento que generó le destruye. La debilidad, en la política y en la guerra, mata. Madero quiere una renovación del poder. Tras la desintegración del bloque político de Díaz y la vejez del dictador, Madero convoca a la clase media, terrateniente, a que se levante en armas y lo arroje del poder. Pone una fecha precisa al levantamiento: noviembre 20, 1910, 18:00 horas. Madero quiere una transformación política, no una revolución social. El Plan de San Luis apenas alude, incluido en su artículo cuarto, una referencia al problema de la tierra. El plan no pretende transformar la realidad social de México, sino su régimen político. Pla n d e S a n L uis 1
Se declaran nulas las elecciones para Presidente y Vicepresidente de la República, Magistrados a la Suprema Corte de la Nación y Diputados y Senadores, celebradas en Junio y Julio de 1910.
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Se desconoce al Gobierno de PorfirioDíaz.
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Se iniciará la formación de comisiones de investigación para dictaminar acerca de las responsabilidades en que hayan podido incurrir los funcionarios de la Federación, de los Estados y de los Municipios.
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A todos aquellos que fueron despojados de sus terrenos, se les exigirá a quienes los adquirieron de un modo tan inmoral, se les restituyan a sus antiguos propietarios además de pagar una indemnización.
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Se declara Ley Suprema de la República el principio de No Reelección de Presidente y Vicepresidente de la República, de los Gobernadores de los Estados y de los Presidentes Municipales.
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Madero asume el carácter de Presidente Provisional de los Estados Unidos Mexicanos con las facultades necesarias para hacer la Guerra al Gobierno de Porfirio Díaz.
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El nombramiento de los Gobernadores Provisionales será hecho por el Presidente Provisional. Este Gobernador tendrá la facultad de convocar a elecciones para Gobernador Constitucional del Estado tan pronto como sea posible a juicio del Presidente Provisional.
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Las nuevas autoridades dispondrán de todos los fondos que se encuentren para los gastos de guerra, contratarán voluntarios empréstitos voluntarios o forzosos. Fuente:www.colonial.com.mx
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Madero no entiende que los miles de hombres que lo secundan aspiran, precisamente, a un terremoto social y económico. Triunfa, pero pacta con los derrotados. No arrasa al porfiriato y sí a sus propios seguidores. Retira del mando militar a Villa, a Orozco, a Ángeles.
Ha prometido limpiar a México, sacudirlo, renovarlo. Usa botas, para machacar con ellas a los males de la nación. Utiliza el símbolo de Churchill, la V, de Vicente, de Victoria. Resume su urgencia con dos monosílabos: ¡YA! y ¡Hoy! Fox ha despertado a un México cívico que confía, que participa. Un alarido retumba en la rotonda de la independencia y se extiende a los televisores de toda la República la noche del triunfo: -¡No nos falles!
Fuente: P&E
En uno de los episodios más dramáticos de la historia nacional, el líder popular más valeroso y congruente, Zapata, se encuentra con él y su círculo en una residencia de la capital. Zapata se siente aplastado por lo que ve. Madero en levita, rodeado de hacendados y de poderosos. El líder del sur no habla. Sabe que desde el poder, los medios de la capital lo han etiquetado como un bandolero brutal y sanguinario. Hacia los postres, reclama la repartición de la tierra y la renovación económica del país. Sus palabras no tienen eco. En algún momento Madero le ofrece una hacienda. La respuesta es el primer rayo de los muchos que incendiarán a partir de entonces el país: -No hice, señor Madero, la revolución para volverme hacendado. EL ÁNGEL DE LA INDEPENDENCIA
2 de julio del año 2000. El PRI se ha ido. No ha habido fraude. El triunfo del PAN se ha reconocido. La multitud aclama al hombre que logró esa proeza.
Fuente: www.ipade.com.mx
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Pero falla. El cambio no llega. Hay alternancia, pero no transición. Llegan nuevos rostros, pero no nuevos métodos. Arriban nuevas palabras, pero no se van las viejas mañas. Aterrizan nuevos diagnósticos, pero no despegan nuevos programas. México no sabe, no puede saberlo, que cuando el escudo nacional se presenta cercenado es, en realidad, no una estrategia de marketing: es una premonición. El orden público languidece ante la fuerza de los intereses especiales. La iglesia, el gran empresariado, Estados Unidos, el crimen organizado, acaban capturando al estado. El cambio es sustituido por el caos, la esperanza por la decepción.
Con todo, el PRI se va, sin balas, en el 2000. La alternancia del 2000 no implica, sin embargo, un nuevo ciclo histórico. Este se abrió, precisamente, con la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. En 1988 se abre el ciclo de los gobiernos conservadores que se mantiene hasta hoy, tras el quiebre absoluto del nacionalismo revolucionario de Echeverría y López Portillo. Con de la Madrid, dos proyectos históricos se enfrentan y el presidente decide por la opción de las derechas.
DE SIGLOS Y DE CICLOS
La alternancia en México coincide con un cambio de siglo. México llega tarde a él. Los siglos son más que periodos cronológicos: son ciclos históricos. El signo del cambio, de la demolición autoritaria, comienza en Europa del Este, precipitando el fin del siglo XX. Este había comenzado justo donde termina: en Berlín. Ahí se decide iniciar la primera guerra mundial y ahí se padecen los estragos de la derrota. Berlín ve después de la derrota y la bancarrota el ascenso de Adolfo Hitler al poder. La sede del tercer Reich demolida hasta sus cimientos, ve la culminación del siglo XX con el derribo del muro de Berlín que es una cicatriz en su rostro. México busca coincidir con ese reloj político, pero el sistema priista se niega a irse y articula un gran fraude en contra de Cuauhtémoc Cárdenas. Los golpes autoritarios le dan un compás de vida artificial a un sistema agotado, sólo para ver su absoluta quiebra moral, primero, y financiera, después.
Fuente: P&E
El ciclo debió haberse cerrado en el 2006, pero un pacto de elites, en cuyos ejes descansa el poder conservador, articuló una estrategia para impedir que la izquierda renovara la composición de la clase política nacional. EL REVISIONISMO
Cuando Boris Yeltsin llega al poder, intenta arrasar hasta sus cimientos el régimen comunista. En su intento, la emprende contra todo lo que huela a pasado. Elimina estatuas, libros, persigue a los emisarios del pasado. La máxima expresión del revisionismo es su intentona de subastar el cuerpo embalsamado de Lenin, que reposa en un imponente mausoleo en la plaza roja.
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Pero el pasado no se va por decreto. Vive en el genoma de los pueblos. La memoria histórica es más persistente que los afanes del poder para borrarla o distorsionarla. Uno es, en buena medida, lo que fue. La derecha mexicana, de igual forma, ha intentado hacer un análisis crítico de la historia nacional. A partir de 1988, se han modificado los libros de texto, se ha vapuleado al proyecto liberal particularmente a Juárez a quien ahora se le imputa incluso haber negociado y suplantado a Maximiliano en el Cerro de las Campanas - y se han revisitado los pasajes más oscuros del intervencionismo clerical y de la injerencia norteamericana en la vida nacional. No es causal que, dentro de esta estrategia, se haya modificado la estructura jurídica que germinó al amparo de ambos movimientos sociales. Las relaciones con la iglesia, producto del triunfo de la reforma y de los acuerdos de Roma que pusieron fin a la Cristiada, fueron modificadas a través de la reforma del artículo 130 constitucional. Lo mismo ocurrió con el ejido, institución generada como respuesta al zapatismo. La reforma legal del ciclo histórico Reforma al artículo 3º constitucional. Reforma al artículo 27 constitucional. Reforma al artículo 130 constitucional. Tratado de libre comercio Política de privatización que genera nuevos grupos de poder económico. Ruptura del pacto corporativo con sindicatos y organizaciones campesinas.
Fuente: P&E
La más reciente embestida tiene que ver con la reevaluación de la figura de Porfirio Díaz y con el cuestionamiento mismo de la existencia de la revolución. Al negar dimensión ideológica, calado social, rumbo y visión al movimiento armado, la ola conservadora
busca su propia legitimación. El origen del sistema político mexicano reside en un pacto de caudillos que tejió con gran sagacidad y altura de miras Plutarco Elías Calles y que fue cimentado y remozado por Lázaro Cárdenas. Pero Cárdenas, además, articuló la más profunda política agrarista, sindical y de organización política en torno a los movimientos de masas de la historia nacional. A esa política, contraria a los intereses de las clases dominantes, se contrapuso un frente político cuyo eje fue la creación del PAN. Por ello, la negación de la existencia misma de la revolución mexicana, calificarla como una sangría organizada por hordas sin liderazgo, describirla como una afán destructivo y vengativo sin afanes de construcción y considerar al siglo XX como un siglo perdido, responde no a un afán de objetividad histórica sino a la necesidad de las derechas en el poder para legitimarse y dar consistencia ideológica a su arribo al poder. LA REVOLUCIÓN SI EXISTIÓ
Enrique Krauze, uno de los autores favoritos del régimen, ha sido el principal promotor de la reevaluación de la figura de Díaz. Álvaro Obregón dijo alguna vez que el único pecado de Díaz había sido envejecer. Se equivocaba: fue olvidar. Díaz maldijo su origen liberal para consolidar una dictadura que suprimió las libertades públicas: la política se inmovilizó, la expresión se amordazó, la separación de poderes de suprimió y la libertad sindical se prohibió. Con Díaz, los grupos rebeldes del norte y del sureste fueron tratados con una dureza inusual, confinados a la reserva y al olvido. “Dictablanda” calificó Krauze a este régimen que se perpetuó por 30 años en el poder, pasando por alto la mutilación
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, de la vida pública que se había generado en la República Restaurada. El término pretende reblandecer la torpeza de haber privatizado el poder y presentarse una y otra vez a reelección, fraudes incluidos, con tal de preservar el orden y garantizar el progreso. El orden se preservó, muchas veces de manera cruel, al costo de castrar la ciudadanía como concepto. Díaz reprimió a sus opositores, hizo asesinar a huelguistas y permitió, en Cananea, que los Rangers avasallaran a los trabajadores mexicanos. El progreso llegó, aunque sólo a unos cuantos. El México campesino fue reducido a un régimen de semiesclavitud, en donde el destino se ataba a la hacienda y a las tiendas de raya. La riqueza nacional se concentró en unas cuantas manos mientras el resto de la población se hundía en la ignorancia, el hambre y la insalubridad. 90% de los mexicanos eran analfabetas. Los niños mexicanos nacían bajos de peso.La mortalidad infantil era de las más altas del continente. En ese caldo de cultivo, que Francisco Bulnes calificó como caos congelado, se fue generando una aspiración de justicia e igualdad. Cuando Madero desafía ese régimen, el dictador lo encarcela. Bajo la bandera del sufragio efectivo y la no reelección, el caos se descongela y adquiere un nombre: revolución mexicana. HERENCIA
La revolución se nutre de diversas vertientes ideológicas que le van dando cuerpo al primer movimiento social del siglo XX. Igual que las revoluciones americana y francesa se convirtieron en fuentes de contagio para diversos movimientos, lo mismo ocurre con el estallido mexicano.
Antonio Díaz Soto y Gama, Juan Sarabia, Otilio Montaño, Ricardo y Enrique Flores Magón, Isidro Fabela, José Vasconcelos, Vicente Lombardo Toledano, Luis Cabrera y Heriberto Jara son sólo algunos de los nombres que ejemplifican la arquitectura ideológica de la revolución. El movimiento armado, y la guerra civil que le sigue son el crisol que fundiría las ideas anarquistas con el agrarismo, el liberalismo, y el impulso a la educación cómo vehiculo para llegar a la igualdad. Las tendencias diversas de los bandos en conflicto se sintetizan en la constitución de 1917, un documento excepcional que se anticipa a la c o n s t i t u c i ó n d e We i m a r y a l constitucionalismo latinoamericano. La carta magna de Querétaro es pionera en dar una dimensión jurídica a una aspiración social. El amplio capitulo de derechos sociales implica la apertura de una nueva ola de derechos que se desarrollarían a partir de ahí, al lado de los derechos humanos. En gran medida, por la revolución, el mundo reconoce la validez de los derechos sociales, entendida la colectividad como el resultado del tejido social que convierte a una nación en algo mucho más complejo que la simple suma de individuos: el eje de las revoluciones del siglo XIX. Los ejes fundamentales de la revolución serían, fundamentalmente, la igualdad, el laicismo y la propiedad de la nación sobre la tierra y el subsuelo, elementos que darían viabilidad al país en el siglo XX. ¿ QUÉ SIGUE?
Igual que la revolución rompió radicalmente con el pasado pero supo dar continuidad a los procesos históricos de
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la nación, hoy el país requiere no una revisión de su historia, sino de su futuro. Los esfuerzos del establishment conservador deberían enfocarse a construir una visión de futuro y argumentos programáticos para el siglo XXI. En ese sentido, como en tantos otros, se han quedado cortos con respecto a los forjadores de las instituciones legales, políticas, económicas y sociales- del siglo XX. No hay, en el horizonte mexicano, un estadista de la estatura de Calles para encontrar la formula que resuelva el galimatías de la política nacional. El actual sistema político mexicano dio de sí, y no existe el talento para sumar voluntades, visiones, criterios e intereses para refundarlo y convertirlo en un vehiculo útil para el futuro. México está sin rumbo porque la política no funciona adecuadamente. No se vislumbra, en la escena nacional, a los talentos que enriquezcan la institucionalidad de la nación para generar redes de protección y cerrar la brecha de la desigualdad. En un país que muere de hambre, hay otro que muere de indiferencia. Se echa de menos el talento, la sensibilidad y la pasión de Soto y Gama, Sarabia, de Montaño, de Cabrera, para entender que un país hambriento es un país moribundo. En una nación que languidece de ignorancia, asfixiado el conocimiento por los tentáculos de un sindicato que privilegia el poder sobre la educación, no existe un Vasconcelos que emprenda una cruzada a favor del conocimiento y de la generación de capital humano en nuestros niños.
Resultados del Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA) 2006
Fuente:OCDE
En una economía atrapada por los monopolios, no hay la imaginación para generar instituciones sólidas como lo fue en su momento el Banco de México, creado por Calles- o la voluntad política para enfrentar los intereses económicos, como lo hizo Cárdenas.
F uente: P y E
En un sindicalismo pestilente, que se pudre y contagia, no hay un Lombardo que visualice que el cambio es necesario e impostergable.
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Cuando una iglesia católica pretende regresar al siglo XIX, no existe un talento como el de Portes Gil para tener mano izquierda y mano firme para ubicar las coordenadas de una relación funcional y moderna. Hace falta la irreverencia de los Flores Magón, la diplomacia de Fabela, la pintura de Rivera o las letras de Luis Guzmán para entender que un país sin ideas, sin crítica, sin cultura, es un país a oscuras. Hace falta la congruencia de Zapata, y el espíritu legalista de Carranza para reencausar a la nación. Hace falta, en suma, una revolución cívica en el país. Se requiere, por supuesto, reconocer la valía de la historia nacional no para reescribirla, sino para retomar su impulso. Reconocer sus errores, para evitarlos en el futuro. Y admitir que México no puede seguir teniendo la visión de mutilar su pasado, sino de trascenderlo. �