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Los grillos de la suerte (Cuento tradicional de Francia)



l pequeño Marc, de apenas 5 años, estaba quieto y en silencio en medio de la panadería de Olivia. –Despierta, Marc –le regañó la panadera–. ¿Quieres una barra de pan? –No, señora –respondió el chico–, mi mamá no tiene dinero para comprar pan. Estoy escuchando cómo cantan los cri-cris. –¿Cri-cris? Ah, claro, tú te refieres a los grillos –rió la señora–. A los grillos les encanta el fuego y por eso todos los días se reúnen varios junto al horno. –¿Y usted me podría dar uno? –suplicó Marc–. Es que he oído que los cri-cris dan buena suerte. Si en casa tuviéramos uno, quizás las cosas nos irían mejor y mi madre no lloraría tanto... Olivia, preocupada, quiso saber por qué lloraba la madre de Marc. –Por las deudas –explicó el pequeño–. Aunque trabaja sin descanso, mi madre no consigue reunir dinero suficiente para pagar todo lo que debemos. La panadera no se lo pensó dos veces. Se fue directa hacia el horno, cazó cuatro grillos y se los entregó a Marc dentro de una cajita, junto al más grande de sus panes. El niño, agradecido, se fue a casa sin levantar la vista de sus grillos. Pero Olivia no se conformó con eso. Cogió todo el dinero que había en la caja, lo metió en un sobre y se subió en su bicicleta camino de la casa de Marc. Como el pequeño iba despistado, a Olivia no le costó adelantarlo. Llegó antes que él a la casa y dejó el sobre con el dinero delante de la puerta. Poco después, cuando Marc llegó a su casa, encontró a su madre dando saltos de alegría con el sobre en la mano. El niño, emocionado, apenas se lo podía creer: ¡era cierto, los cri-cris le habían dado suerte!







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