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Las fotografías de Josefina Oliver. Patricia Viaña
from BOCA DE SAPO N° 30
by BOCA DE SAPO
Las fotografías de Josefina Oliver
Josefina Oliver (1875-1956) escribió un diario personal desde 1892 a 1956, en 20 tomos que se mantienen inéditos, con datos múltiples sobre las ciudades en las que vivió: Buenos Aires, Rosario, Mar del Plata y Mallorca. En muy breves líneas detalla todo tipo de acontecimientos: su interés era tanto nacional como internacional, con la originalidad de incorporar, a modo de collages, fotos, flores, boletos, menús, mapas, poemas, juegos, recortes de diarios y revistas. Josefina Oliver fue una fotógrafa pionera: llegó a tomar 2600 fotografías, trabajadas en estudio y coloreadas con las más modernas técnicas. A continuación ofrecemos una pequeña muestra de esa obra desconocida.
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Por Patricia Viaña
osefina llegó a tomar 2600 fotografías entre los años 1899 y 1921. Son relevantes las 1400 fotos que dejó iluminadas (coloreadas) a pincel, con pinturas a la albúmina, en una época en donde solo existía el blanco y negro o el sepia. Como se recordará, el color en la fotografía comenzó en 1940. Al ver el detalle que les proporciona, el tamaño de las fotos de 12 x 9 cm resulta notable. Armó 200 collages con sus fotos, entre los que se encuentran postales muy bellas que enviaba a parientes y amigos. Josefina va imbricando diferentes formas de creatividad en una trama en la que un mismo hecho a veces lo expresa en fotografías, otras en el diario o en postales, u otras en disciplinas simultáneas. Su arte despierta el interés de los jóvenes, que la ven como a una par. Diseñadores, fotógrafos, arquitectos, cineastas, pintores, ceramistas, artistas en general reconocen su talento y disfrutan de su humor, que resulta muy actual. En su diario, escribe: J
Nací el 1° de Marzo de 1875 - En ese momento incendiaban el Salvador de los jesuitas- Papá: Pedro Juan Oliver y Colomar -nacido en Palma de MallorcaMamá: Juanita Rebasa y Alou nacida en Inca (Mallorca- Abuelos paternos: Pedro Juan Oliver y Más de Palma de Mallorca- Josefa Colomar- ídem- Abuelos maternos: Gabriel Rebasa y Figuerola, de Inca, médico cirujano- Catalina Alou y Reus de Felanixt – Mallorca. (…) Tuve una hermana mayor que murió al año y ocho meses (Juanita). Otra antes que yo Pepita que murió de meses- luego yo y dos años y ocho meses después Catalina- Esta y yo nacimos en una quinta de Caballito (Rivadavia 1537 y según mi fé de bautizmo, numeración antigua- hoy es el 4.000 y pico y todo está edificado por allí. (Diario de Josefina Oliver, Tomo 16, 1949, p.166.)
Los padres de Josefina, Pedro Juan Oliver y Juana Rebasa y Alou, viajaron desde Mallorca (España) a Buenos Aires probablemente en 1870. Juana era viuda, y traía con ella a su hijita Mercedes de cuatro años y a su madre, Catalina Alou de Rebasa. La tradición oral familiar contaba que viajaron en La Constancia, una corbeta transformada en barco mercante, capitaneada veinte años antes por el abuelo de Josefina. Al llegar, Pedro entró a trabajar con Alejo Arocena, dueño de una Compañía Introductora de Mercaderías y amigo de Oliver padre, quien le proveía, unas tres veces al año, cargamentos de productos de Cuba y Mallorca. Argentina carecía de industrias e importaba prácticamente la mayor parte de los bienes de consumo. Juana sufría problemas de tipo mental que alteraron la vida familiar de los Oliver y debió ausentarse durante la infancia de las niñas, probablemente entre 1878 a 1884. Así lo consigna Josefina en su diario: “Mamá enferma se fue con Abuelita a Mallorca por prescripción médica” (Diario de Josefina Oliver, Tomo 16, 1949, p. 166). El padre la suple, amoroso y liberal para la época, ocupándose siempre de ellas e incluso de su hijastra, quien queda con él. Anticlerical, envía a Josefina y Catalina a la Escuela Pública, regida bajo la ley de Educación Común sancionada por la Provincia de Buenos Aires en 1875. Josefina la disfrutaba, recuerda de ella: “A los seis años fui a un colegio en la calle Méjico cerca de San José, un inmenso caserón antiguo –la directora Josefa Lopez Francia, española– allí Cata y yo fuimos tres años” (Diario, Tomo 16, 1949, p. 164). Entre las enseñanzas, recibe un importante caudal de “Educación patriótica”, materia diseñada para miles de inmigrantes arribados a nuestro suelo con especial énfasis en la historia y geografía nacionales y los símbolos patrios. Esta instrucción generará en ella un sentimiento entrañable por Argentina y, en especial, por Buenos Aires, federalizada desde 1880, sensibilidad que mantendrá a lo largo de toda su vida. En esos años se va a ir suscitando una simbiosis entre ella y Buenos Aires: ambas crecerán y se desarrollarán en los mismos años. La fuerza de esta ciudad sin medida potencia a Josefina, y ella personifica esa desmesura en sí misma, con límites que va corriendo, sin fronteras.
A los catorce años, Josefina debe abandonar los estudios para ocuparse de su casa en lugar de su hermanastra, quien reemplazaba el espacio de la madre común. Su familia, la sociedad, le imponen un rol que ella acepta sin rebeldía pero, también sin abandonarse, comienza su propia instrucción siguiendo varios intereses, siempre dentro de lo permitido entonces. Estudia piano, caligrafía, idiomas, taquigrafía, alternando con mucha lectura. Dos años después de dejar la escuela, Josefina empieza a escribir un diario personal, que seguirá hasta dos días antes de morir en 1956. Editó veinte tomos, con 8400 páginas llenas de datos múltiples sobre Buenos Aires, Rosario, Mar del Plata y también de Mallorca, España, donde vivió varios años. Con apuntes mínimos, va asentando día a día, durante 64 años, todo tipo de acontecimientos. Su interés abarca sucesos tanto del país como del mundo. Registra la vida
diaria: vestidos “de trapillo”, de duelo y de fiesta, comidas, comercios, clubes, paseos, viajes, nacimientos, enfermedades, muertes, abortos, suicidios, fiestas patrias, música, teatros, cines, conciertos, medios de transporte, fotografía.
Escribe, en 1949, en su pequeña autobiografía:
En la calle Zeballos [del ‘80 al ‘84], el agua nos la subía el aguatero en cubos y se guardaba en una tinaja - En la calle Venezuela teníamos aljibe y pozo- Las aguas corrientes y cloacas se instalaron por el año 1890. (Diario de Josefina Oliver, Tomo 16, 1949, p. 162).
Josefina redactó sus tomos de forma vívida y actual, incorporando entre sus páginas –en collage– desde fotos hasta flores frescas, boletos, menús, algunos mapas, poemas y pasatiempos y, sobre todo, recortes de diarios y revistas; logrando mantener una atención constante en el lector.
Desde 1948, edita una serie de libros de recortes, “pegotes” los llama, formados por ilustraciones, láminas y sueltos que va recolectando de libros y revistas.
Lunes 13- Día precioso- Salí a las 11 ½- Fui a Peuser- compré un libro de 200 pág.- para pegar láminas (25 $)… A las 6 mate. Empecé a pegotear en el libro, la vida de Martín Fierro- reproducción de cuadros etchasta la hora de cenar. (Diario de Josefina Oliver, 1948, Tomo 16, pp. 73-74)
Jueves 8- Buen día. Concluí de pegar un álbum de interiores… (Diario de Josefina Oliver, Tomo 17, 1952, p. 231).
El Libro de Curiosidades es una obra muy ecléctica. Josefina, para entonces de 77 años, la trabaja hacia mayo de 1952, esperando la entrega de los tomos 15 y 16 que dejó en una imprenta a encuadernar. Contiene dibujos de niños; numerosos poemas, entre ellos un fragmento de Hamlet; notas sobre ortografía; páginas sobre temas españoles; temas internacionales; una revisión política condensada con críticas a radicales a peronistas.
Retoma el tema del género con un homenaje a la figura de Evita como mujer en un Via Crucis de quince páginas completas con sus fotos. Sigue con otras figuras femeninas como la Dama de Elche del siglo IV a.c, o “La Balenguera” (la panadera), poema mallorquín del siglo XIX, que contrasta en la misma página con la “Intellectual’s woman” norteamericana, de 1946.
En el año 1907, Josefina se casa con su primo hermano Pepe Salas Oliver, compañero que la apoya siempre en sus intereses. Tienen cuatro hijos, el primero fallece durante el parto en 1910. Ese mismo año se van a vivir a Mallorca con su padre. Allí nacen sus dos hijas mujeres, Isabel y Juanita. En 1913, muere Pedro Oliver, y Josefina y Pepe vuelven a Argentina, en donde nace su hijo Pedrito en 1915. Viven en Adrogué, Buenos Aires, por siete años.
De Josefina Oliver nos han llegado 2600 fotografías tomadas entre los años 1897 y 1921, pero sacó una cantidad mas importante, que dejó registrada en su diario; en cartas y postales, a medida que las iba regalando; en el país y el extranjero. En un tiempo donde reinaba el blanco y negro o el sepia, iluminó (coloreó) 1400 copias a pincel con pinturas a la albúmina; un trabajo extraordinario dado el formato de 9 x 12 cm de las fotos.
Analizar el tema del color en la producción de Josefina, como muchos otros temas por ella abordados, exige desarmar nuestro presente –en donde resulta una obviedad– e introducirnos en el siglo diecinueve, y hasta bien entrado el veinte, en que la prensa, los libros y la publicidad eran acromáticos. En los primeros tiempos de la fotografía, el color fue un logro de laboratorio en el año 1861, pero solo para unos pocos, de ninguna manera a nivel popular. Los autocromos de los hermanos Lumière del año 1907, muy difundidos, eran diapositivas en color. La copia color en papel, considerada tan natural ahora, llegó al uso masivo a partir del año 1939.
En 1897, Oliver desea algo más que su alrededor descolorido; quiere luz, y decide intervenir con pinturas sus copias fotográficas. Ese iluminado implica una transgresión del statu quo. Resulta también una presentación deliberada de sí misma, un anzuelo para captar las miradas de su entorno, al que seduce con la singularidad de su obra.
Monta unas 200 fotografías en cartulinas especiales para postales, componiendo así collages que luego escribe y envía por correo.
Para muchas de sus tomas, Josefina diseña escenografías, a veces en exteriores, en la chacra comprada por su padre en 1896, “Santa Ana”, en San Vicente, provincia de Buenos Aires, y otras como en su cuarto-estudio, donde toma retratos de vecinos y amigos que se los piden.
En estos años de investigación de su obra, se han buscado fotógrafas coetáneas de Oliver para poder comparar sus trabajos. Solo se encontró a Teresa Bermúdez de Gnecco, Victoria Aguirre y Gisele Shaw. Las tres eran miembros de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados, que exigía a los socios adjudicar la autoría de sus fotos a la Sociedad. Solo hay una toma de Victoria Aguirre de las Cataratas del Iguazú y un pequeño álbum de Gisele Shaw, cuya digitalización se encuentra todavía incompleta. Hasta este escrito, estos datos permiten suponer que, como fotógrafa aficionada, Josefina Oliver parecería ser la única fotógrafa de su tiempo con datos registrados en su diario sobre la realización de su fotografía en “escenografías en su cuarto como estudio”:
Después de almorzar saqué varios retratos de Amelia. Vinieron María y Julia Ithurrá á visitarnos. Subieron a mi cuarto y allí saqué varios grupos figurando a Amelia enferma en mi cama y á Catalina de mucama y á María y Julia Ithurrá como visitas… (Diario de Josefina Oliver, Tomo 2, 1900, p. 246-247)
En su diario también registra las compras de materiales (como álbumes, cartulinas para postales con fotos, pinceles, pinturas a la albúmina, las cajas francesas,
marca Lumière, con las placas secas al gelatinobromuro de plata), los comercios de la Capital Federal (Enrique Lépage, Widmayer, Ortuño, Stein, Lutz & Schulz, Rosauer, entre otros), las marcas de sus cámaras (Toqué Excelsior, Edison, en los primeros tiempos), y también las formas de revelado:
Domingo 19- Revelé las fotografías antes de irme á acostar. Salieron muy bien. Saqué con las placas mojadas varias tarjetas postales al bromuro que salieron muy lindas. Me acosté cerca de las 12 muy rendida. (Diario de Josefina Oliver, Tomo 3, 1905, p. 448.)
Josefina vivió una época de grandes limitaciones como mujer, situaciones que hoy resultan inimaginables. Sin participar de agrupaciones feministas, hizo por su cuenta un análisis de su identidad a través de los cien autorretratos que se tomó, a los que siempre agregaba un Yo como epígrafe. Sin barreras de clases sociales, aparece como joven burguesa o como trabajadora del campo; cambia de género en sus dos fotos de varón con bigotes; o se esconde detrás de antifaces de carnaval. Es una serie inusual para esos años, que tiene como ejes la identidad propia y el replanteo del ser femenino; ambos temas centrales de hoy.
A fines del siglo diecinueve y principios del veinte, la mujer estaba excluida de la dimensión de ser por y para sí misma. Josefina Oliver vivió esto en carne propia.
En 1905 apareció Stella, un libro emblemático sobre el rol de la mujer, que narra la historia de una joven haciendo valer sus capacidades en una sociedad completamente misógina. Su autora, Emma de la Barra, lo publicó bajo un seudónimo masculino, César Duayen, única forma de que aceptaran la novela las editoriales. Sin embargo, enseguida se convirtió en el primer bestseller nacional, lo que desenmascaró a de la Barra, dándole su fama merecida. Escribe Josefina:
Sábado 30-Eran más de las 12 de la noche cuando concluí la lectura de la novela Stella que he leído en dos días sin perder línea. Su lectura me ha producido la más viva simpatía por su autora. Hacía años que no leía un libro que me gustara y conmoviera tanto. (Diario de Josefina Oliver, Tomo 4, 1905, p. 60)
En una carta a su sobrina Mercedes García Oliver, Josefina compara, a los 48, sus 19 años de 1894 con los de su sobrina:
Palma de Mallorca, 12 de Abril 1923
Querida Nena: Recibida tu carta no me cabe más que felicitarte muy de veras por la vida tan entretenidísima que llevas y por las mil cosas extraordinarias que continuamente vés. Además de la madrina seca y reseca que tienes, debió prohijarte alguna otra hada invisible que te proporciona tanta felicidad. A veces pienso si á tu edad me hubiera tocado un átomo de lo que puedes disfrutar tú, la alegría me habría trastornado. Bueno, que sigas apurando el champagne de la dicha (frase paysandusesca) y que no te olvides en tu sublime borrachera de estos parientes enmallorquinados… (Carta inédita de Josefina Oliver, 1923)
Leyendo su diario “Mi Biblioteca en el año 1900”, se ve su interés por los títulos sobre el tema de género; figuran: La Mujer de Jules Michelet; La Mujer de Severo Catalina; La Mujer del Porvenir de Concepción Arenal; La misión de la Mujer, de Mme. Trembicka. También otros más livianos como El arte de conservarse joven y hermosa y El almanaque de las niñas p a 1899, sin autor; Las damas del Adulterio, de Xavier de Montepin; El libro de las niñas, de Joaquín Rubió y Ors; El amor, de Carlos Francisco Scotti. Tiene asimismo libros de formación personal como El deber, El Ahorro, El carácter, La Ayuda Propia, cuatro títulos de Samuel Smiles, autor con una gran influencia sobre ella. Y ya más técnicos como La Fotografía Moderna, de Francisco Pociello y el Tratado teórico – práctico de caligrafía, de A. Alfonso Cebrián.
El mundo de Josefina Oliver es vastísimo. Como se lee, se puede caminar por él en diferentes huellas que siempre asombran y enriquecen. El pasado no está muerto, sigue nutriendo nuestro presente.
*Patricia Viaña
es gestora cultural. En 2006, al leer un tomo del Diario de su tía abuela Josefina Oliver descubrió que había sido fotógrafa en 1899. Creó el Archivo Josefina Oliver, con las diversas obras de esta artista, abierto a investigadores: josefinaoliver.com En el año 2014 presentó una muestra con su obra en el Palais de Glace: Josefina Oliver – Colores del Silencio. En 2019 publicó el libro Yo Josefina Oliver con una recopilación de sus fotos y textos analíticos sobre esta obra.