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EMERGENCIA ALIMENTARIA EN ARGENTINA INFORME

La Universidad Popular Barrios de Pie elaboró un informe con el objeto de conocer la situación nutricional de lxs niñxs y adolescentes de los barrios populares argentinos entre los meses de agosto y octubre de 2022. Los resultados arrojaron una malnutrición global del 48,6%, que alcanza su pico entre los 6 y los 10 años, con fuerte predominio de la malnutrición por exceso, llegando el sobrepeso a un 20,9% y la obesidad al 24,5%. Estos índices alarmantes de inseguridad alimentaria, para un país exportador de alimentos, obligan a repensar las políticas públicas de manera focalizada en los sectores más vulnerables.

En el marco de la campaña nacional por la emergencia alimentaria, se realizó un trabajo1 de diagnóstico nutricional a 38.622 niñxs y adolescentes (NyA), de entre 0 y 19 años , coordinado por la Universidad Popular Barrios de Pie y el área de Salud Colectiva. Los datos fueron obtenidos por promotorxs de salud previamente capacitadxs en detección de malnutrición, técnica de antropometría y percentilado de índices según recomendaciones del Ministerio de Salud y la Sociedad Argentina de Pediatría. Se realizaron mediciones corporales a NyA de barrios populares que asisten a espacios comunitarios durante los meses de agosto, septiembre y octubre; el proyecto se llevó adelante en 16 provincias del país y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).

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Se trata de una Investigación/acción participativa, orientada a construir datos epidemiológicos de base que permitan identificar situaciones de vulnerabilidad nutricional. La posibilidad de contar con esta información busca desencadenar procesos de construcción de ciudadanía genuinos, dando lugar a las estrategias de organización comunitaria de lxs vecinxs de barrios populares en torno a la salud de sus niñeces, en coordinación con instituciones del Estado. La fortaleza de estas acciones radica en la decisión de convocar a estxs vecinxs como sujetos activos, con poder de decisión, capacitándolxs como promotorxs de salud. Así, pueden contribuir en sus barrios con el diseño de acciones e intervenciones integrales, articuladas con efectores estatales y situadas en las realidades de cada territorio. Específicamente, en relación a la salud nutricional, se buscó poner en movimiento acciones de acompañamiento y protección a las familias para reducir los efectos negativos de la malnutrición que comprometen el desarrollo de una vida plena. Durante la infancia y adolescencia la alimentación es fundamental para el crecimiento y desarrollo, pudiendo también representar uno de los principales factores de prevención de las enfermedades más prevalentes en la edad adulta.

La investigación surge como una respuesta a uno de los problemas más acuciantes en los barrios populares. El impacto de la situación nutricional repercute profundamente en el crecimiento, desarrollo y salud integral en todos los aspectos. La dificultad para el acceso al sistema sanitario en la mayoría de los barrios populares conlleva la necesidad de crear estrategias desde la organización comunitaria para garantizar el derecho a la salud. A su vez, la falta de estadísticas acerca de la situación nutricional de lxs NyA más humildes impide generar políticas públicas efectivas y eficaces para abordar la situación. Los indicadores son el punto de partida para contar con información confiable para analizar nuestra realidad, interpelar y poner en discusión estrategias de intervención para modificar la inequidad que se naturaliza en el ámbito alimentario, proponiendo soluciones a problemas concretos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) (2021), el término “malnutrición” se refiere a las carencias, los excesos y los desequilibrios de la ingesta calórica y de nutrientes de una persona. Abarca tres grandes grupos de afecciones:

• La desnutrición, que puede verificarse por el bajo peso (un peso insuficiente para la edad) o la emaciación (un Índice de Masa Corporal -IMC- bajo para la edad), cuando se trata de procesos agudos, de corto tiempo de evolución. Cuando se trata de procesos crónicos, suele presentarse como retraso del crecimiento o baja talla (una talla menor a la esperada para la edad).

• La malnutrición relacionada con los micronutrientes, que incluye las carencias (la falta de vitaminas o minerales importantes) o el exceso

• El exceso de peso (sobrepeso y obesidad) y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación (como la hipertensión arterial, las cardiopatías, la diabetes y algunos cánceres).

Muchas veces estas formas de malnutrición suelen asociarse. En particular en los sectores populares, es muy común la coexistencia de exceso de peso y carencia de micronutrientes2. Suele relacionarse al alto consumo de ultraprocesados que tienen gran aporte calórico con bajo valor nutricional y baja ingesta de vegetales, fuente principal de fibra y micronutrientes.

La obesidad en adultxs es uno de los factores determinantes que explican el crecimiento de las principales causas de mortalidad y morbilidad a nivel mundial. Asimismo, está demostrado que la obesidad desde la infancia predispone a complicaciones respiratorias, gastrointestinales, musculoesqueléticas, metabólicas y psico-sociales3

Cuanto más temprano se intervenga sobre sus determinantes, más efectivos serán los resultados para prevenir estas complicaciones o disminuir su daño.Varios estudios han demostrado que lxs niñxs con obesidad tienen mayor probabilidad de convertirse en adultxs con obesidad que lxs niños con normopeso4 Más de dos tercios de los NyA que presentan sobrepeso entre los 10 y 14 años serán luego adultxs con obesidad. Por ello, el exceso de peso en la infancia es una variable predictiva de exceso de peso durante la adultez. En nuestro país, las principales causas de mortalidad son las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT), destacando las causas cardiovasculares con el 20,4% del total y las tumorales con el 16,8% en el año 20205. Según la Guía de Práctica Clínica sobre Diagnóstico y Tratamiento de la Obesidad en Adultos, el sobrepeso y la obesidad constituyen el sexto factor principal de riesgo de muerte en el mundo. Cada año fallecen alrededor de 3,4 millones de personas adultas como consecuencia del sobrepeso y la obesidad. Además, explican el 44% de la carga de diabetes, el 23% de cardiopatías isquémicas y entre el 7 y 41% de ciertos cánceres6

El derecho a una alimentación adecuada es un derecho esencial que está consagrado en una multiplicidad de declaraciones, pactos y convenciones internacionales, las cuales obligan a los estados a llevar adelante políticas que aseguren su cumplimiento7. En Argentina el derecho está consagrado mediante la Constitución Nacional a través del inciso 22 del artículo 75. La obligación de los agentes públicos alcanza al Estado en su nivel nacional, provincial y municipal, así como a los poderes ejecutivo, legislativo, judicial, Ministerio Público y Defensor del Pueblo.

Asimismo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) plantean de manera muy clara que es necesario asegurar el acceso de todas las personas, en particular los pobres, a una alimentación sana y nutritiva. El ODS 2 establece “Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”. Entre sus metas, el ODS 2 fija la meta 2.1: “Para 2030, poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas, en particular los pobres y las personas en situaciones vulnerables, incluidos los lactantes, a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año”. Y la meta 2.2: “Para 2030, poner fin a todas las formas de malnutrición, incluso logrando, a más tardar en 2025, las metas convenidas internacionalmente sobre el retraso del crecimiento y la emaciación de los niños menores de cinco años, y abordar las necesidades de nutrición de las adolescentes, las mujeres embarazadas y lactantes y las personas de edad”8

La alimentación es un acto fundamental y organizador en la vida de cualquier persona. Rige y condiciona, incluso sin darnos cuenta, todos los aspectos de nuestras vidas. El Ministerio de Salud de la Nación Argentina (2016) dentro de sus Guías para la Alimentación de la Población Argentina define la alimentación saludable como un sinónimo de “dieta saludable”, en términos de calidad y cantidad de nutrientes. También refiere al aporte de todos los nutrientes esenciales que permitan a las personas mantenerse sanas y prevenir enfermedades. En este sentido, lo saludable en la alimentación suele aparecer en términos muy vinculados a “lo biológico”, al rol de los nutrientes en nuestro cuerpo y a una concepción de lo saludable como un estado que hay que mantener para cumplir funciones.

Por todo esto, pretendemos analizar la alimentación y nutrición infantil desde un enfoque de derechos. Nos referimos a que el Estado es garante de promover y proteger los derechos de las personas desde una posición activa, entendiéndolas como sujetos de derechos. Desde este enfoque se sustituye la “caridad” y la “ayuda” por un concepto de solidaridad basada en los Derechos Humanos. El Estado tiene la obligación jurídica de garantizar los derechos de las personas. En este sentido, según la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, garantizar es remover todos los obstáculos que impiden el goce pleno del derecho. El derecho a la alimentación es un derecho fundamental consagrado en 1948 en la Declaración Universal de Derechos Humanos, que en su artículo 25 dice: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado, que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios…”. También forma parte del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (ONU, 1966), donde se reconoce el “derecho de toda persona a estar protegido contra el hambre”, comprometiendo a los estados a mejorar los sistemas de producción, conservación y distribución de alimentos y sobre todo a asegurar la distribución equitativa de los alimentos. Pero el derecho a la alimentación es más que protegernos contra el hambre: es el derecho a tener acceso, de manera regular, permanente y libre, directamente o mediante compra con dinero, a una alimentación cuantitativa y cualitativamente adecuada y suficiente, que corresponda a las tradiciones culturales de la población a la que pertenece el consumidor y que garantice una vida psíquica y física, individual y colectiva, libre de angustias, satisfactoria y digna9.

En Argentina, se reconoce a la alimentación como un derecho con rango constitucional de forma implícita (es decir, no está escrito en la ley) ya que forma parte de la Constitución Nacional a través de Declaraciones y Tratados Internacionales que se encuentran en uno de sus artículos y que protegen los derechos de todxs, como la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Según la Organización para la Agricultura y Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) (2011), podemos decir que existe Seguridad Alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias culturales en cuanto a los alimentos, a fin de llevar un buen vivir. Esto supone que se cumplan sus cuatro dimensiones:

• Disponibilidad: exige que haya alimentos suficientes, a disposición constante de todas y cada una de las personas, en cantidad, calidad y diversidad suficientes.

• Accesibilidad: refiere a los recursos adecuados para adquirir alimentos apropiados y una alimentación nutritiva.

• Sostenibilidad: las personas deben tener acceso a alimentos adecuados en todo momento.

• Seguridad: se vincula el derecho a la alimentación con los derechos a la salud y el de los consumidores y usuarios a recibir información cierta, clara y detallada sobre la composición de los alimentos.

En una sociedad globalizada, donde los alimentos son considerados una mercancía, se hace cada vez más difícil acceder a ellos y hay cada vez más personas que no pueden pagarlos, quedando nuestra alimentación en manos de empresas monopólicas y transnacionales. Estas empresas son las que deciden finalmente qué producir, quiénes producen y en qué condiciones, cómo comercializarlos, cómo distribuirlos y a qué precio; en definitiva, determinando cómo y qué comer en cada región, en cada país y en cada territorio. Al decir de Patricia Aguirre, “las dietas del planeta las deciden los directorios de 250 empresas”. Estas empresas de alimentos, grandes multinacionales, terminan definiendo qué se come en cada lugar donde ellas entran con su negocio, el de vender alimentos. No solo mercantilizan el alimento, ya que se convierte en un objeto que es “bueno para vender” (pero no bueno para comer), sino que ponen en el mercado aquello que fabrican, la mayoría de las veces, de baja calidad nutricional y, algunas veces, a bajo costo para hacerlos más accesibles: “en un mundo dominado por el mercado vos no comés lo que querés, comés lo que podés comprar”10

En línea con esto, la Licenciada en Nutrición Miryam Gorban, referente y militante latinoamericana en materia de Soberanía Alimentaria, plantea que en nuestro país el problema alimentario no está vinculado con la disponibilidad de alimentos, sino con su accesibilidad física y económica. Es decir que el problema está relacionado con el precio de los alimentos, el poder adquisitivo y la capacidad de compra de las personas o familias11. La concentración de las actividades de producción, industrialización, distribución y comercialización de alimentos en pocas empresas o grupos empresariales influye inevitablemente en la formación y especulación de su precio, impactando negativamente en los pequeños comercios de cercanía, en la situación de la agricultura familiar y finalmente en lxs consumidorxs. A su vez, el aumento de los precios de los alimentos incide negativamente también sobre los salarios, sobre todo en los sectores de menores ingresos. Cuanto mayor es la proporción que utilizamos para la compra de alimentos por el aumento de su precio, menor es la proporción que nos queda para satisfacer otras necesidades y deseos.

En el mundo, a partir de la aparición y promoción del consumo de alimentos hiperindustrializados o ultraprocesados, hubo una tendencia a homogeneizar nuestra alimentación y a perder nuestra identidad alimentaria. LLamamos ultraprocesados a aquellos alimentos que produce la industria combinando ingredientes como aceites, azúcares, almidones y sobras de carnes, entre otros, con cantidades frecuentemente pequeñas o minúsculas de alimentos sin procesar o mínimamente procesados. Por ejemplo: gaseosas, jugos, productos de copetín como papas fritas, salchichas, enlatados, etc. Este aumento del consumo de productos ultraprocesados y la pérdida de identidad, generó un impacto negativo en nuestra salud.

La posibilidad de conocer el estado nutricional de los NyA nos permite hacer un análisis más preciso de la situación en la que nos encontramos. Si bien el estudio transversal muestra solo una foto y no el desarrollo de los NyA como proceso longitudinal, se trata del primer estudio de este tipo luego de la pandemia por COVID-19. Este trabajo describe NyA que habitan en barrios populares. Aunque no contamos con información sobre ingresos de las familias para evaluar su situación socioeconómica, a priori podemos afirmar que gran parte de ellxs viven en la pobreza. Pero no es lo mismo ser pobre en un barrio popular o en un barrio integrado al trazado urbano. Las características de su alimentación, pautas culturales de comportamiento, acceso a la educación, a la salud y a un trabajo registrado son diferentes, y eso impacta rotundamente en la situación nutricional de lxs NyA. Es por eso que remarcamos la importancia de tener datos precisos de esta población y no generalizar aquellos datos obtenidos en otros estudios nacionales que miden pobreza por ingresos. A pesar de que representan una significativa porción de nuestra población y deberían ser objeto de políticas focalizadas por tratarse de aquellxs en mayor situación de vulnerabilidad, no podemos pretender que el presente estudio sea representativo del total de los sectores que hoy conviven con la pobreza en nuestro país. Por otro lado, el trabajo junto con promotorxs de salud en el marco de una campaña sobre malnutrición permite un alcance territorial y numérico muy grande y suficientemente representativo, aunque impide desarrollar un diseño muestral probabilístico, ponderado y por clusters, como sería ideal.

Este estudio expone el fuerte impacto de la situación alimentaria en NyA de mayor vulnerabilidad. El alto porcentaje de malnutrición por exceso se asocian en gran medida con los índices de inseguridad alimentaria secundarios a la dificultad en el acceso a los alimentos debido al proceso inflacionario. La drástica caída del consumo de alimentos esenciales como carnes, lácteos y vegetales frescos suele verse compensada por la suba en la ingesta de alimentos ricos en hidratos de carbono pero de acotado valor nutricional. Este tipo de alimentación puede cubrir las necesidades energéticas pero no los requerimientos nutricionales necesarios para un desarrollo y crecimientos adecuados y el mantenimiento de una salud óptima. La malnutrición por exceso que vemos en nuestros barrios suele combinar sobrepeso u obesidad con carencia marcada de micronutrientes esenciales. En especial durante las etapas más tempranas de la vida, esto suele afectar el desarrollo neurológico y el crecimiento de lxs niñxs. Pero además tiene impacto directo en la salud, significando una peor capacidad inmunológica del organismo facilitando la aparición de infecciones, la merma de la capacidad intelectual y de aprendizaje, problemas respiratorios, trastornos gastrointestinales y hepáticos, disminución de la capacidad de realizar actividad física y mayor riesgo de trastornos psíquicos como depresión o ansiedad (Ministerio de Salud, 2013).

Este tipo de alimentación, que es la única salida para un gran número de familias, recorta la posibilidad de lxs NyA de tener un desarrollo saludable. Esta realidad facilita la aparición de ECNT de manera más precoz. Si a esto sumamos que en barrios populares es más difícil el acceso al sistema de salud, nos encontramos con una realidad donde se multiplica la posibilidad de padecer patologías crónicas a edades más tempranas, comprometiendo su desarrollo, aumentando la morbi-mortalidad y afectando sus posibilidades a futuro de tener una vida digna y con pleno goce de derechos. Así, las desigualdades socio-económicas impactan fuertemente en la situación nutricional de lxs NyA, no ya con niñxs con bajo peso y emaciación, sino con exceso, con un fuerte impacto en su desarrollo integral y las posibilidades de llevar adelante una vida plena. Queda claro cómo la pobreza y la malnutrición tienden a formar un círculo donde una retroalimenta a la otra (CEPAL, WFP, 2017). Es por ello, entonces, que la epidemia de obesidad afecta de manera directa a la población más vulnerable. Los sectores excluidos de la sociedad, tanto en términos de condiciones de vida como de ingresos, son los que padecen en mayor medida las consecuencias de no acceder a una alimentación adecuada.

Por un lado, porque la obesidad afecta el rendimiento en la escuela, en el mercado de trabajo y, por ende, en la capacidad de generar ingresos, siendo un factor para la reproducción de la pobreza; y, por otro lado, debido a que la población en barrios populares tiene menor acceso a políticas preventivas y de promoción, como en lo referido a la posibilidad de un diagnóstico precoz y eventual abordaje para atender las consecuencias de una deficiente alimentación. En este sentido, la obesidad plantea un serio problema de desigualdad y exclusión en términos sociales y de política pública.

Particular preocupación nos produce la situación en los lactantes. El aumento excesivo de masa grasa desde incluso los primeros meses de vida predispone al sobrepeso y la obesidad en la infancia y la adolescencia.

Esto se suma a la alta prevalencia de baja talla encontrada. La malnutrición a esta edad es un síntoma de las desigualdades socio-económicas: si analizamos las causas detrás tanto del exceso de peso como de la baja talla en los primeros años de vida, nos encontramos que los principales factores de riesgo son causas evitables del embarazo –bajo o alto peso del niño al nacer, ganancia de peso excesiva de la madre, diabetes durante el embarazo– que muestran un problema de acceso a los controles, causas prevenibles durante los primeros meses de vida –consumo de alimentos con alto contenido calórico pero bajo valor nutricional, complementación inadecuada de la lactancia materna– o complementación de la lactancia materna con otras leches de manera temprana (Ministerio de Salud, 2013), en muchos casos por la imposibilidad de la madre de trabajar y amamantar al niñe a la vez.

Es de destacar el pico más alto de malnutrición en el grupo etario entre los 6 y 9 años inclusive. Se trata de lxs niñxs que comienzan su proceso de escolarización primaria, momento en que suelen cambiar los hábitos alimentarios por dos motivos principalmente: los comedores escolares y la posibilidad de comprar por su cuenta en kioscos escolares u otros negocios alimentos de su agrado sin supervisión de lxs padres y madres. Esto refuerza la discusión acerca de los alimentos ofrecidos en los establecimientos educativos, tanto en los comedores como en los negocios, y la necesidad de regular los productos y su publicidad. Esta situación está empujada por la realidad económica que atravesamos. Si analizamos los datos del INDEC (2022a), del segundo semestre 2021 al primero del 2022, hay un 29,1% de aumento en los ingresos de las familias. Pero al analizar la Canasta Básica Total (CBT) vemos un incremento del 29,0% y del 33,8% para la Canasta Básica Alimentaria (CBA). Esto explica claramente la baja disminución en la pobreza y el aumento de la indigencia en el último periodo, y esto se refleja particularmente en NyA. Esto es producto del altísimo aumento de los precios de los alimentos que empujan el proceso inflacionario. Se destaca además el fuerte incremento de las ganancias de las empresas de alimentos, principales beneficiarias de este proceso, que genera una fuerte transferencia de recursos desde el bolsillo de la población a un sector sumamente concentrado de nuestra economía (Universidad Popular Barrios de Pie, 2022).

A esto hay que sumarle los problemas que vienen enfrentando los comedores y merenderos comunitarios en el último tiempo por falta de abastecimiento de alimentos. Por otro lado, el perfil de los alimentos que reciben es principalmente de procesados y ultraprocesados, alto en hidratos de carbono y bajo en proteínas, fibra y otros micronutrientes esenciales Como dice Patricia Aguirre en su libro Ricos flacos y gordos pobres, la alimentación en crisis:

... que el 50% los hogares sean pobres, no quiere decir que esa misma cantidad de población caiga inmediatamente en la enfermedad y la muerte. Antes y dependiendo en gran medida del punto de partida, de su vulnerabilidad, de sus saberes y sus poderes: comerán distinto, sustituirán productos caros (frutas, verduras, lácteos, carnes) por otros más baratos (pan, fideos, grasas, azúcares), comerán menor variedad de productos y platos únicos (comida de olla), se “llenarán” con pan y mate, cambiarán la manera de distribuir la comida entre los miembros del hogar (probablemente los viejos y las mujeres resulten perdedores frente a los adultos varones y los niños), se reunirán con otras familias en su misma condición para intentar acciones comunes, recurrirán a instituciones públicas o privadas en busca de asistencia, etc.12

Además, Aguirre describe cómo se naturaliza la representación de “cuerpo fuerte” en los hogares de menores ingresos, relacionado al de empleo mano de obra intensivo, en construcción, por ejemplo. Y para nutrir a este “cuerpo fuerte”, recurren a alimentos también representados como fuertes: la carne, fideos, etc. Los criterios que cumplen es que son “rendidores”; es decir, son baratos, llenan y gustan.

Como se ve, el panorama es alarmante y debe ser atendido de manera integral. Para comenzar, es necesaria una prórroga de la Ley de Emergencia Alimentaria, sustento de la Prestación Alimentar y los refuerzos de alimentos a los espacios comunitarios.

Hoy más que nunca esta política cumple un rol clave para garantizar un plato de alimento en la mesa de millones de familias. Pero también es necesario aumentar la cobertura a los mayores de 15 años y diseñar políticas específicas que aborden la situación de la juventud, principal víctima de la pobreza y la indigencia en nuestro país.

Además, es fundamental revertir la fuerte transferencia de recursos que significa el aumento indiscriminado e injustificado del precio de los alimentos. Necesitamos aplicar herramientas existentes como la Ley de Abastecimiento y la Ley de Góndolas a fin de evitar las maniobras especulativas y la cartelización del sector alimentos. Es urgente un congelamiento de precios de los alimentos que amenazan, inflación mediante, en seguir aumentando los niveles de indigencia. Asimismo, necesitamos un aumento de suma fija para lxs trabajadores y medidas que produzcan un shock distributivo para las familias en situación de indigencia. Necesitamos que se grave un impuesto especial a los formadores de precios de alimentos mientras dure la emergencia alimentaria. Es imprescindible poner encima de la mesa el debate sobre la responsabilidad social de los sectores concentrados que condicionan nuestra economía.

Por otro lado, es necesario reforzar las iniciativas y empresas de alimentos de la economía popular, fuente genuina de organización con principios solidarios y no especulativos, que puede ser una fuerte alternativa a una cada vez más concentrada industria de los alimentos. Deben fortalecerse circuitos alternativos de distribución y oferta de los alimentos, facilitando y promoviendo las ferias y mercados de proximidad de productores y MiPyMEs sin intermediarios directamente en los barrios. Para esto, es urgente la creación de una Empresa Nacional de Alimentos que sea capaz de articular y potenciar estas políticas.

1 Reproducimos fragmentos de: Emergencia Alimentaria. Informe y análisis de situación en los barrios populares. 2023 [En línea, consultado el 4 de abril de 2023: https://upbarriosdepie.com.ar/emergencia-alimentaria-informe/].

2 Ministerio de Salud de la Nación. Sobrepeso y obesidad en niños y adolescentes. Orientaciones para su prevención, diagnóstico y tratamiento en Atención Primaria de la Salud. 2013.

3 CEPAL. El costo de la doble carga de malnutrición: impacto social y económico. 2017. GBD. Global, regional, and national disability-adjusted life-years (DALYs) for 333 diseases and injuries and healthy life expectancy (HALE) for 195 countries and territories, 1990–2016: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study. 2016. OECD. Obesity and the Economics of Prevention. FIT NOT FAT. OECD. 2010.

4 Daniels, S. “The Consequences of Childhood Overweight and Obesity” en: The Future of Children. 16(1), pp. 47-67, 2006.

5 Dirección de Estadísticas e Información en Salud. Estadísticas vitales. Información básica Argentina - Año 2020. Ministerio de Salud de la Nación. 2022.

6 Ministerio de Salud de la Nación. Guía de Práctica Clínica Nacional sobre Diagnóstico y Tratamiento de la Obesidad en adultos. 2014.

7 Declaración Universal de los Derechos Humanos - 1948, Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales - 1966, Informe de la Relatora Especial sobre el derecho alimentación – A/71/282 2016.

8 Organización de las Naciones Unidas. Resolución 70/1. Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. ONU, 2015

9 Declaración del Relator de Naciones Unidas, J. Ziegler. Derecho a la alimentación. ONU. [En línea, consultado el 10 de noviembre de 2022: https://www.ohchr.org/es/specialprocedures/sr-food/ about-right-food-and-human-rights ]

10 Aguirre, P. “Las dietas del planeta las deciden los directorios de 250 empresas” en: Revista Almagro, 2018 [En línea, consultado 5 de noviembre de 2022: http://almagrorevista.com.ar/patricia-aguirre-antropologa-laalimentacion-las-dietas-del-planeta-las-deciden-los-directorios-250-empresas].

11 Gorban, Met. al. Seguridad y Soberanía Alimentaria. Colección Cuadernos, 2011.

12 Aguirre, P. Ricos flacos y gordos pobres. La alimentación en crisis. Buenos Aires, Editorial Capital Intelectual, 2004, pp. 28-29.

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