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Breve historia de América Latina Por Javier Cozzolino CUENTO

Los documentos rescatados por la Texas Instruments (TI) y Holy Spirit (HS), conectado online al télex Siemens –artificio que brinda un detalle artesanal a las tareas de impresión para quien así lo prefiera–, indican que para comprender la última edición de la Copa América, celebrada en el año 2 de la Nueva Era, es necesario: 1) Destacar que el evento fue el último de la historia antigua latinoamericana, en lo que a fútbol con humanos se refiere, así se ubique cronológicamente en nuestros tiempos; 2) Que debemos remontarnos siglos atrás para comprender mejor los hechos; 3) Que es necesario considerar, en el decurso de las últimas centurias en que duró la civilización hispana, ibero o latinoamericana, la geografía que esta habitó y las modificaciones radicales acontecidas.

Hechas las aclaraciones, y comprendiendo que el segundo punto se impone, TI y HS se dedican a los hechos más remotos, que consisten en los subsiguientes parágrafos:

ILa Inglaterra impuso tratados de amistad, libre comercio y navegación, en un inicio en la Ciudad de la Santísima Trinidad y el Puerto de Santa María de los Buenos Aires, el 2 de febrero del 205 antes de la Nueva Era, y muy de inmediato en las naciones de Chile, Perú, Gran Colombia y México, por cifrar las de mayor importancia.

Agrega la investigación que, un poco antes de la firma de tales documentos, la llamada “América Española” (TI y HS centran su trabajo en este sector étnico) constituyó las condiciones necesarias para llegar a tales acuerdos, a través de sus luchas de independencia de España, dirigidas por líderes formados en su mayoría en la península ibérica, reino por entonces en decadencia que se había aliado a Gran Bretaña para derrocar al primer Napoleón.

También las pruebas documentales permiten afirmar que, tiempo más tarde –lapso que no alcanzó la centuria–, esos mismos líderes y quienes los sucedieron galvanizaron el método básico de creación de identidad nacional, para dotar de cierta homogeneidad particular a las nuevas soberanías, con rudimentos sensoriales (material cromático –banderas, a veces iteradas–, melódico –himnos nacionales y ritmos locales–, gustativos/olfativos –comidas típicas–), más una instrucción enciclopédica y parcial que elevó a los mentados líderes a “Padres de la patria” y a los sucesores, al grado máximo de “Santos laicos benefactores”, todo sin jamás cortar el comercio libre con la ínsula sagrada que se encuentra más allá del gran canal y que obró de garante de las emancipaciones, incluso con su reconocimiento. Reino Unido, al que se sumarían de modo dispar los Estados Unidos, nomás les fuera dada la ocasión (TI y HS recomiendan la lectura del capítulo dedicado a ese imperio en particular, donde fueron detallados sus dioses y su historia en las tres clásicas etapas: inicios, hegemonía, fusión con la American Chinese Global Investments, comandada hasta ahora por el brillante Dr. Mao, chairman of the board).

Paréntesis aparte, toda la documentación evaluada induce a creer que fue entre la Gran Bretaña y los Unidos Estados que se aceptó que no sería necesario eliminar a los rebeldes del subcontinente americano –a menos que los rigores del terror lo exigieran–, sino antes tomarlos por tales y cuales, y comprometerlos con el modelo shakesperiano, aquel que cuenta la historia de la libra de carne que se le reclama a un imbécil.

Huelga decir que la planificación fue un éxito: se obtuvieron con facilidad y sin mayores violencias recursos naturales y mano de obra barata de los sucesivamente llamados “hispanos, latinos, frijoleros, sudacas, indios, tiraflechas, machupichus, payoponis, guachupinos, aconcaguas, panchitos, guacamoles, chiquipayas, comemierdas, desclasados, negros, hijosdeputa”, etcétera.

TI y HS aclaran que el endeudamiento perpetuo y la sola práctica de la compra de voluntades obraron con una eficacia superior a lo que en los inicios, y por la fuerza, se actuó, por ejemplo, en México. “Y es que así es como se domina a esos monos”, lord Ponsonby ha escrito en sus diarios: “A la vez que la intriga, la insidia y los dobles discursos riegan a estas latitudes, donde la mentecatez es más común de lo que cualquiera se imagina, lo folclórico y la traición del espíritu nacional lo pueden todo, cuando no un cañonazo intimidante o unos bajeles en la costa”.

TI y HS detallan, en síntesis, que las independencias de las provincias de ultramar españolas consiguieron someterlas a un nuevo régimen, de igual o mayor crueldad, y de donde surgieron como respuesta mitologías incomprobables e invocadas por los últimos focos de subversión, hacia el año 2 de la Nueva Era, tal como fue la figura de un tal José Gervasio Artigas, de quien no se conservan documentos.

En otros términos, la creación, como se ha dicho, de banderas (muchas banderas), himnos patrios y guerras entre las novísimas naciones autoproclamadas soberanas, quitó de lado aquello que en común poseían y, desde sus nacimientos, las postraron ante los tratados de amistad, libre comercio y navegación (léase “empréstitos” que, con más o con menos detalles, las tornaron Repúblicas muy al estilo clásico, pero endeudadas), gracias a sus libertadores y discípulos, quienes, en el mejor de los supuestos, murieron en la vieja y gastada Europa o en los palacios locales del llamado “Nuevo Mundo”.

Como haya sido, esos primeros jefes y los que los continuaron no escatimaron en metálico a la hora de ser inmortalizados en un retrato o daguerrotipo, con la mano dentro de la chaqueta o a caballo.

La investigación prosigue con detalles superfluos. Por ejemplo, los orígenes de la voz “Latinoamérica”, y las asociaciones con la tradición helénica y con las ideas iluministas del orden y el progreso. Pero TI y HS son terminantes: en los hechos, el territorio aquí estudiado siempre fue visto por aliados internos y potencias extranjeras tan solo como meras factorías sin destino, ricas en petróleo, gas, frutas, cacao, café, maíz, minerales, cobre, litio, estaño, mercurio, soja, ganado, agua, algodón, azúcar, drogas, mujeres, obreros mal pagados y una pequeña y siempre cómplice clase dirigente, que obró como vicaria de los intereses ajenos y así guió los destinos de cada nuevo país. El culmen de tales propósitos se dio hacia el año 100 antes de la Nueva Era, con la conformación de los primeros seleccionados nacionales de fútbol inglés, deporte que se jugó con humanos en Latinoamérica hasta la última Copa América, en el año 2, y que se tradujo en aquellas latitudes como “una disciplina tan inocente como un pájaro capaz de destrozar un sembradío”, tal como definió a este deporte uno de los líderes de los últimos focos de resistencia, de apellido García o Garcés.

TI y HS señalan que el primer Mundial de Fútbol jugado en Uruguay, más que una casualidad, respondió a esos propósitos. El nuevo deporte gustó a los calientes corazones latinoamericanos, y tanto fue el amor que, entre los hombres, se tornó tema obligado de conversación. Los sueños de orden y progreso quedaron así garantizados, con las grandes figuras que surgieron del subcontinente, como con los títulos mundiales obtenidos por Uruguay, Brasil y Argentina, más los destacados desempeños de otras selecciones latinoamericanas en fases eliminatorias o Copas Américas. El orgullo identitario a base de cromatismo, música y gastronomía se afianzó todavía más, y los pobladores de aquellas tierras confiaron en que sus conquistas deportivas significaban un buen augurio (para las repúblicas escasas de la región donde el fútbol no prosperó, otros deportes de origen sajón cumplieron con igual fin, apuntan en una nota ulterior TI y HS, titulada “Beisbol y otros juegos”). La labor de los aliados internos facilitó la toma de nuevos empréstitos para pagar intereses de intereses de empréstitos anteriores, lo que, en términos vulgares, se expresa con la metáfora de una rueda que jamás dejó de girar.

“Solo en estas tierras es dado ver el triste espectáculo de negros, indios, mulatos, zambos y feos, mezclados con blancos que no merecen ser así llamados”, escribió tempranamente Darwin al Foreign Office, con su característico sentido práctico. “Obedecen a sus superiores, van engrillados a las guerras que a estos se les ocurren. Y tienen miedo a la tortura y a Dios”.

La reina más longeva de Europa, un siglo más tarde, refiriéndose de forma lateral al fútbol inglés, acotó en carta que se conserva en formato físico: “El entretenimiento del balón-pie en aquellas tierras abominables no altera nuestras finanzas ni los tratados de amistad, libre comercio y navegación, ni menos el proceso de endeudamiento eterno, queridos bisnietos. Acaso este deporte sea considerado en la posteridad como una obra mayor en comparación con nuestra injerencia en la emancipación iberoamericana; y a veces, hay que decirlo, sobrevienen las sorpresas. Hablo, queridos míos, de los placeres que dispensan los ejemplares de esa parte del planeta, ejemplares que les aconsejo probar, pues en materia lúbrica, este género subvertido de latinos sabe lo que hace: aunque mixturados y sin raza, en ciertos casos presentan maridajes llamativos, con penes de hasta 25 centímetros de largo y 10 de ancho”. La mentada reina enseguida agrega un detalle capital: “Lo que más gracia me causa es que saben señalarme con el dedo como razón y fundamento de todos sus males, pero rara vez echan coces y culpas a nuestros aliados y compatriotas que con ellos coexisten. Esta forma temperamental los ciega y, de ese modo, permiten que continúen cumpliéndose nuestros planes y los de aquellos que, en las Américas, me juraron fidelidad a cambio de protección”.

Otro texto descubierto por TI y HS, de características desiguales al anterior, sin embargo, contiene un concepto parecido; dice: “Virreinato de Nueva Granada. ¡Ja! Nueva España. ¡Ja! El Alto Perú. ¡Ja! Virreinato del Río de la Plata. ¡Ja! Capitanías generales (háganme un favor...)”. El texto es una carta de alguien que firma BR dirigido a otro par de iniciales, VM.

TI y HS preludian el final de este apartado con esa carta, más el paisaje del subcontinente en sus últimos ciento treinta años, donde las únicas reales libertades que la región poseyó fueron las de matarse por sus imaginarias identidades cromáticas, melódicas, gastronómicas y deportivas.

“Latinoamérica es Latinada”, escribió Monroe en una servilleta y con su pluma de estadista, mucho antes de que el futuro se cumpliera.

Ii

Tras las guerras entre Cuba, República Dominicana y Haití, hacia el año 1 antes de la Nueva Era, más la invasión de Puerto Rico a esas islas con el apoyo humanitario de la ONU, y al cabo del celebrado reto que por esos años los seguidores del Mahdi, “El Guiado”, dieron a la región por desobedecer sus auspicios de un venidero cataclismo, tuvo al fin lugar, así lo indican TI y HS, el último campeonato de fútbol humano en Latinoamérica, que fue transmitido en directo a todas la potencias occidentales y orientales. Se trató de la última edición de la Copa América, disputada en Chile del Norte y donde Bolivia Occidental gritó campeón por primera y última vez, a la par que los estallidos sociales se sucedían por las zonas menos controladas de la región, lo que obligó a que, en medio del certamen, gobiernos aliados, corporaciones y tropas de ocupación de la ONU se encargaran del exterminio de tales rebeldes, muchos de los cuales se vieron sorprendidos y hasta se creyeron traicionados.

TI y HS registraron que el arbitraje fue remoto y que no hubo público en el Estadio Nacional Augusto Pinochet, pocos años antes llamado “Julio Martínez Prádanos”. Fuera, solo los altos mandos militares, las Fuerzas Especiales y los grupos comando contratados por la American Chinese Global Investments, al mando del bellísimo Dr. Mao, custodiaron el encuentro como así también los hoteles de cada delegación.

Bolivia Occidental se impuso 3 a 0 al Protectorado de Caribe del Sur (invitado especial a la competencia y sorpresa del campeonato) tras dejar en semifinales a la República Separatista de Santa Cruz de la Sierra (en la otra llave las Misiones Occidentales perdieron por goleada, 8 a 2, frente al mencionado Protectorado). Estos cuatro equipos, más su cuerpo técnico, obtuvieron la visa para salir de Chile del Norte hacia Europa una vez terminada la competencia. Las grandes figuras latinoamericanas que por entonces aún participaban en las ligas de España, Francia, Italia, Inglaterra, Alemania, Qatar y Arabia Saudita, por seguridad, no asistieron. En su reemplazo fueron convocados jugadores que, en promedio, no superaron los veintidós años. El goleador del torneo fue Nicanor Zapata, un hábil moreno del Protectorado de Caribe del Sur, quien rápidamente fue fichado por el Manchester United.

Es recordada la ceremonia de premiación: en las pantallas del estadio, desde un balcón del Vaticano, Mahdi, El Guiado, cubierto por un velo su divino rostro y circundado por las principales figuras del arte y las finanzas, agradeció el esfuerzo de los jugadores, “que no dejaron mucha huella de carbono”, bromeó.

Fuegos de artificio a la vez fueron lanzados desde drones y diversos documentos detectados por TI y HS aseguran que la recaudación del evento por derechos de televisación resultó superior a lo previsto: de hecho, hasta el año 30 de la Nueva Era, todos los años se reeditaron simuladores Sexy-Fútbol con las grandes y últimas estrellas de la también última Copa América.

Los sucesos posteriores se conocen. La inestabilidad regional, la caída de regímenes aliados y las grandes pestes y hambrunas demandaron de una fuerte intervención militar, con fuerzas tecnológicas y humanas, en coordinación con El Mahdi, todavía oculto su divino rostro, y el excelso Dr. Mao.

TI y HS determinan, en coincidencia con la American Chinese Global Investments dirigida por el precitado Mao, que se debe reparar en los errores del pasado que nos han llevado a tamaño gasto. Y sugieren que cualquier fin es lícito para regresar al viejo orden de los tratados de amistad, libre comercio y navegación, así ya no haya con quién negociar.

“Naturalmente –celebra Elon Musk VI–, TI y HS han desarrollado la capacidad humana de la ironía”.

“Con un promedio de vida no mayor a los 30 años y una población famélica, la crisis humanitaria es un hecho”, recientemente ha advertido con preocupación un documento mecánico de la ONU, al que TI y HS concluyen que habría que prestarle la debida atención.

Tal preocupación se comprende con los cuatro sintagmas, también mecánicos, que rematan al anterior, autogenerados por el mismo organismo mundial. Dicen: “Nos encontramos frente a una oportunidad, como con vulgaridad se comenta, única, y sería un grueso error desaprovecharla. Tenemos la obligación espiritual y económica de actuar en consecuencia. El tiempo apremia. Īsā está en camino”.

Miembros de la secta Lev Tahor, tras largas discusiones, han concluido que las últimas cuatro frases derivan de una revelación que no se debe desatender. “La primera oración es la Tierra”, han informado, a través de misiles mensajeros, a las principales autoridades planetarias desde el valle del monte Korab. “La segunda, el Aire”, siguen. “La tercera, el Agua. Y la quinta, el Fuego”, terminan.

TI y HS, por su parte, comentan al pie que El Mahdi ha condenado esta superstición, la cual, a su entender, no resulta perentoria para actuar. Y agregan: “Pero las polémicas y los enfrentamientos entre El Guiado con Lev Tahor ya exceden a este trabajo. Para el o los interesados, existen otros documentos de dominio público, reconstruidos bajo el código TI-HS-7930397”.

(Tomado de la revista-libro Historia Antigua . Número 88. Capítulo XIII: «Breve historia de América Latina»

American Chinese Global Investments. Año 120 de la Nueva Era. Estado Vaticano de la Nueva Jerusalén.)

*Javier G. Cozzolino (provincia de Buenos Aires, 1973) trabaja de escritor negro. Publicó, entre otros, los libros de ficción Tulipanes para Zamudio (2009), El deterioro del amor y algunos apuntes sobre feminismo radical (2018), Bonito/Yo soy aquel (2019) y Súper Rilong (2021). Hacia 2006 fue uno de los fundadores de la revista de literatura y artes marciales Hermanocerdo, donde participaron ignotos escritores iberoamericanos hoy muy conocidos.

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