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La era del gusano CUENTO por Olympia Frick
Por Olympia Frick
De mañana, y precisamente a esta hora, ya me despierta el siseo profundo que hace temblar imperceptiblemente las paredes. Es inconfundible y aunque se parece a muchas otras cosas (un taladro perforando madera, quizá), todos sabemos que es el gran gusano pasado. Es metódico, preciso, y cuando anuncia su serpentear debajo de los cimientos del edificio, todos tragamos saliva. Es el Gran Gusano, ni más ni menos.Y para quienes creyeron que los dioses están en el cielo, olvídenlo: los dioses están en el subsuelo, debajo de nosotros. Gobiernan desde el inframundo, y no hay gobierno más eficaz.
Aunque de mañana está en general más activo, supongo que porque los humanos también lo estamos, a nadie debe escapársele que el gusano nunca duerme. No está en su naturaleza dormir, sino controlarnos, y recabar todo y cualquier dato sobre “sujetos naturales y jurídicos” de relevancia, según dictamina la Ley del Guardián.
Pero es de mañana, cuando despierto, cuando más lo siento zigzaguear allí abajo, en su eterno recorrido. Aunque no sabemos a ciencia cuánto mide el gusano, de qué se alimenta y cómo se ha vuelto tan poderoso. Sobre todo esto último, porque creo que antes –aunque no sabría precisar cuándo– el gusano no irrumpía en nuestras vidas como lo hace ahora. A la menor transgresión, emerge de formas insospechadas. Desde que hay sequía, por ejemplo, si dejamos abierto el grifo o la ducha más de la cuenta, el gusano lanza una corriente de agua putrefacta y se encienden los sensores del baño, y nos descuentan un crédito de la tarjeta que renovamos mes a mes. Yo mismo debo tener cuidado porque este mes me van quedando pocos, y eso se debe a los cigarrillos que fumo a escondidas, a los que el gusano reacciona frenéticamente accionando la alarma. Los vecinos de mi edificio, cada uno de los cuales parece albergar un pequeño nazi adentro, me miran con caras torvas y escriben en el correo del edificio que por favor el del 301, a ver si se comporta.
Ahora mismo, mientras escribo, sé que el Gran Gusano toma nota, y por eso escribo en papel y con la tinta muy clara, y hago la letra toda atravesada, pero es muy difícil que él no interprete mis jeroglíficos porque el Gran Gusano es omnisciente y omnipresente como Dios. De hecho, se erigen templos en su nombre, aunque sospecho que están financiados por el gobierno o su policía secreta ya que el gusano está a su servicio.
El Templo de los Adoradores del Gusano tiene varios nombres y símbolos. Algunos lo llaman “El Limpiador”, porque su vigilancia extrema de nuestros actos nos volverá más puros y virtuosos. Estas son sectas de fanáticos religiosos y abundan en las ciudades. El más conocido es el que lo llama la Gran Verme y sus seguidores se tatúan un gusano azul en la frente y llevan camisetas negras con gusanos estampados delante y atrás. Pero también se le llama amistosamente “Krimbi” o “Chong”.Y una parte de los templos adoran a la Gran Duda, ya que en algunos idiomas “duda” es “gusano” y por eso se habla de la duda que nos corroe por dentro como un gusano.
Todos estos templos están exonerados de pagar tributos, y el dinero que recaudan va para mejorar la alimentación del Gran Gusano, y crear la superstición de que él representa el origen de la vida y el hombre y a él debemos su existencia. Los adoradores del Gran Gusano se propagan como moscas, y como el gobierno los apoya fingen estar a su servicio, se dan atribuciones especiales y se les ha visto golpear y tirar piedras contra gente inocente, so pretexto de estar cometiendo transgresiones que al gusano le pasan desapercibidas, porque es tan grande su obra y tan universal su fin que se le pueden escapar las cosas pequeñas. Los adoradores del Gusano, pertrechados en sus templos y con miles de orejas y oídos a su disposición son expertos en localizar presuntos violadores de la Ley del Guardián y conspiradores propensos a actos terroristas. Demás está decir que nadie salvo ellos, cree tamaños disparates, porque al gusano no se le escapa nada de nuestra vida cotidiana.
De hecho, cuando el cielo empezó a quemarse por toda la basura espacial que dejaron flotando allá arriba, la tecnología bajó a las entrañas de la tierra y todos fuimos convencidos, de un modo u otro, de que una vida subterránea sería más limpia y sobre todo más caliente que la de la superficie. Con esos cielos apagados, poco podíamos esperar de la vida. Pero ahora, que todavía vivimos en una superficie helada y donde el Gran Gusano nos raciona la energía lo justo para que sobrevivamos, ya sabemos que la construcción de aquellos túneles y espacios subterráneos no era para nosotros. Era para el Gran Gusano. Y si aguantamos los martillazos y trepidaciones y perforaciones durante tantos meses y años, apenas armados por unos tapones para oídos que no tapaban nada, fue porque pensamos que las obras serían para vivir nosotros, cuando el cielo no dejara pasar más la luz del sol. Pero eso nunca pasó y el gusano se instaló bajo nosotros y quizá por eso no reaccionamos tanto a su trajinar permanente, porque nos acostumbraron en la época de las obras.
El sol aún alumbra, hace frío y el cielo parece lleno de ceniza. Pero yo he conseguido plantar una pequeña rama de tomates pequeñitos, que raquíticos elevan sus bracitos al cielo, y el Gran Gusano no lo ha fulminado aún, porque no le importa o porque está permitido.
Los conspiradores que aun sobreviven (la mayoría murió en una explosión en el último atentado subterráneo) sostienen que el brazo del Gran Gusano se extiende en los barrios pobres, los hospitales, las fábricas y las cárceles. Los números de la natalidad venían cayendo hace mucho, pero desde que está el gusano, las mujeres pobres ya no tienen más hijos, y los rebeldes dicen que el gusano produce una esterilización masiva por el agua, ya que a nadie interesa seguir alimentando vagos y futuros maleantes. Y es verdad también que está bajando la población de las cárceles, y quienes visitan a los presos se quejan porque siempre están como dormidos y no cabe duda que esto es obra del Gran Gusano, porque algunos presos han denunciado que al menor disturbio sale un gas por las cañerías que los deja desmayados y al despertar en sus celdas ya no recuerdan nada. En realidad, es poco lo que recuerdan porque la mayor parte del tiempo están como dormidos. Un preso que había estudiado neurología trató de alertar sobre las consecuencias de tenerlos tanto tiempo dormidos: el cerebro se desconectaría y las compuertas de sueño se cerrarían una a una, la memoria se hundiría como un Titanic en el fondo del mar del olvido, que eso se sabía desde la “cura del sueño”, practicada desde tiempos prehistóricos para borrar la memoria de un trauma.
Pero las pocas organizaciones de derechos humanos que sobreviven al vandalismo de los Adoradores del Gusano ocasionalmente reciben denuncias; por todos lados los decretos y leyes del gobierno se erigen como murallas de impunidad, todo en nombre de la Seguridad Nacional y la Paz Interior, que es de lo que se ocupa la Gran Verme, o simplemente Krimbi, o Chong o Duda.
El gobierno es además quien realiza las estadísticas, o mas bien es el Gran Gusano que sabe exactamente cuántos somos, de qué vivimos y cómo vivimos, sin necesidad de hacer ningún censo. Eso me lo dice siempre mi amiga Adela, que supo trabajar en el Instituto de Estadísticas, y era una demógrafa reputada. Me dijo que sin información confiable es muy difícil saber lo de la esterilización de las mujeres de los barrios pobres o cuánto ha bajado la tasa de natalidad. Los Adoradores de Duda, por otra parte, sostienen que los problemas de fertilidad se deben a la mala alimentación, porque desde que el cielo se fue necrosando, cuesta conseguir comida y más entre los pobres, que nada tiene que ver con esto el gusano. El argumento es bueno, hay que reconocerlo, y a los organismos de derechos humanos les cuesta encontrar información que avale sus reclamos y denuncias porque toda la información proviene del gobierno y es propagada por el Gran Gusano (inicialmente, se nos dijo, sería un gran recolector de información para mejorar la calidad de nuestras vidas, etcétera).
En la época de la construcción de Túnel de la Vida los conspiradores comenzaron a hacer anuncios admonitorios, como lo habían hecho a lo largo de los siglos advirtiendo sobre la basura que dejaban las multinacionales que gobernaban la era espacial. Junto con los astrónomos, alertaban sobre la falta de visibilidad nocturna y también en esa época los defensores de derechos humanos advertían que más allá de la línea del Karman a cien kilómetros arriba de la tierra, dejaban de existir las leyes, los tratados internacionales y se podía hacer casi cualquier cosa. Pero ¿quién se toma en serio a los astrónomos, a los defensores de los derechos humanos y a los predictores del Apocalipsis? Nadie. Así que se burlaron de los astrónomos, eliminaron las materias de astronomía de la enseñanza media, y también se burlaron de los organismos de derechos humanos que solo estaban para “el curro” y el gobierno colaboró a su ridiculización, pues no quería que nada parara la construcción del Túnel de la Vida, que era carísimo y lo financiaban las multinacionales de la era satelital. Por cierto, durante el tiempo que duró esa construcción no hubo físico o matemático, universidad o centro de investigación que no trabajara en la gran obra, que además proporcionó tantos empleos como embolias y cánceres pulmonares.
Tengo que decir que yo soporté estoicamente los años de construcción en los que el ruido eran tan grande y tan persistente que desafiaba cualquier tapón para oídos. Los mismos empresarios que lo provocaban se enriquecieron vendiendo protectores auditivos electrónicos que reducían hasta en cuarenta decibeles el sonido; pero eran tan caros que los mismos trabajadores tenían que pagar hasta la mitad del sueldo para adquirirlos y poder trabajar.Y ni siquiera los sordos la pasaron bien, porque las vibraciones eran tan fuertes que si no los volvían locos eran los más propensos a perecer en un derrumbe porque andaban muy distraídos.
Es cierto que en aquella época aún teníamos un Instituto de Estadísticas y mi amiga Adela me tenía bien informado de todo y algo todavía se difundía por los dispositivos electrónicos que nos proporcionaban información y el gobierno era más débil, ya que se había endeudado en la construcción del túnel. La hipoacusia –o como nosotros le llamábamos, la “hipo”– se había incrementado enormemente, pero el gobierno nos tranquilizó diciendo que bajo tierra no precisaríamos tener oídos tan finos porque después de todo el ruido se transmite por el aire.
Lo cierto es que ahora todos estamos un poco más sordos y quizá es por eso que ya no sentimos tanto el paso trepidante de Duda bajo nosotros. Aunque pasar, no sabemos si pasa. No sabemos si es como un tren largo o larguísimo que ocupa la mitad de la tierra o si son apenas algunos vagones sueltos que van a velocidad vertiginosa aquí o allá recolectando datos. También algunos sostienen que no es un gusano en absoluto, sino que tapa el túnel entero y es un dispositivo electrónico gigante, y que el siseo que escuchamos de mañana es porque en el momento en que los humanos despiertan, sus rutias mas básicas deben ser codificadas y registradas porque el “despertar”, ya se sabe, es el momento más importante de la vida.
Muchos de quienes sostienen esto son los propios conspiradores, que son los únicos que han bajado alguna vez a la telaraña gigante de túneles que se excavaron allí abajo. Ellos sostienen que no están “tan abajo” porque la empresa –para abaratar costos– utilizó los sistemas de alcantarillado, los cables de la electricidad y los viejos cables de fibra óptica de la época de la telefonía celular y de la net. Ahora, por cierto, no estamos ya conectados con nadie. Solo estamos conectados con el Gran Gusano, pero eso no es un camino de ida y vuelta. Hasta los adoradores del gusano saben que Duda jamás contesta, solo actúa. Y aunque para ellos en esto consiste su divinidad, lo cierto es que estar apenas conectados con alguien que nunca nos contesta nos hace sentir más solos que nunca.
Pero los conspiradores saben que Duda no está tan abajo como parece, porque ellos mismos fueron hasta allá. Se dice que reclutaron entre los obreros que trabajaron en la construcción del Gran Gusano a sus líderes políticos más expertos, porque estos, lejos de la superchería que enciende la imaginación popular sobre este bicho, saben exactamente de lo que se trata. Por lo menos han visto las tuberías, han instalado los aparatos electrónicos, han viajado en los rieles con zorras, y no son alimento fácil de las maniobras de los adoradores del Limpiador, porque conocen muy bien sus exageraciones y su misticismo fanático. Si fuera por creer, ellos quieren creer que el Gran Gusano no es más que un inmenso dispositivo para controlarnos y moldearnos a su voluntad, porque está claro que el planeta no aguanta más del 20% de su gente, y la doctrina conocida como “la del 20%” exige medidas drásticas de reducción de la población que no pueden ser implementadas a las apuradas como hacían en siglos pasados, porque la gente ahora sabe leer y escribir y se entera de todo. Por eso, una de las cosas más importantes que hace el Gran Gusano es controlar la información, y la forma más fácil de controlar la información es producirla.
Los idiotas somos nosotros que parecemos cada vez más apáticos e incapaces de juntarnos, como hacen los conspiradores que un día hicieron saltar del ramal 5 al 13 de la Avenida de las Leyes y mostraron su poder, aunque muchos murieron en la explosión, porque los ramales del 1 al 5 consiguieron a tiempo percatarse de lo que estaba pasando y reaccionaron con rapidez. Mi amigo Jaime murió allá abajo, y yo mismo fui duramente interrogado por las autoridades. Pero era tanto mi desconsuelo y tan poca la información que disponía que al poco tiempo me soltaron y quedé bastante bien, sin muchas secuelas salvo el ojo izquierdo que lagrimea constantemente y la pierna derecha que quedó como rígida y me duele cada vez que camino. Pero bendigo mi suerte porque los que no murieron quedaron casi todos ellos ciegos, y dicen los Adoradores del Gran Gusano que ellos mismos se tenían que haber sacado los ojos como Edipo, y que tienen suerte de estar vivos.
Los conspiradores nunca desaparecerán, y los adoradores tampoco. En el medio estamos nosotros, los que perdemos créditos por fumar o por usar agua de más para lavarnos los dientes, o leemos libros durante más de una hora al día, que es la única hora en que hay luz, porque el Gran Gusano nos raciona la energía ya que es cara y él mismo la proporciona. Y si bien es cierto que hay barrios ricos donde todo el mundo puede leer lo que quiere todo el día y hay agua caliente y regadores de pasto y flores exóticas, nosotros no lo sabemos, no hemos ido nunca, y en las noticias esos barrios nunca aparecen. En todo caso yo no tendría ningún interés en vivir en un barrio rico sino en ver a los pocos amigos que aún me quedan y ver sobre todo a Adela, que quizá me pueda aclarar algunos asuntos sobre la tasa de natalidad y mortalidad, y cómo vamos a hacer fotosíntesis si no hay sol ni plantas, pero –sobre esto último– ella me diría que nada sabe, porque es demógrafa y no botánica. Quizá me ofrezca un té y yo le cuente de mi pequeña plantita de tomate que más o menos sobrevive y alza sus bracitos a la luz como pidiendo auxilio. Yo cada tanto le hablo, pero al rato me digo que a lo mejor debería hacer algo más que plantar una planta de tomates, leerme un libro cada vez que puedo y acordarme de Adela.
Pienso en los conspiradores y me digo que debería unirme a ellos, donde quiera que estén. Pero ahora lo único que puedo es escribir esta historia con esta letra incompresible para dejarles un testimonio de lo que fue la Era del Gusano. Porque la historia se reescribe muchas veces; ya me imagino los cuentos que harán en el futuro si es que sobrevivimos –siempre alguno sobrevive–, y las mil formas que encontrarán los adoradores de dorarnos la píldora y el gobierno de justificar sus actos genocidas, y los científicos de echarle la culpa a la débil luz del sol que nos puso en estos años oscuros en que nadie es libre, todos pasan hambre y la vida es mísera, brutal y corta… Así que yo escribo y escribo. Para que se sepa cómo vivimos. Quizá en el futuro la llamen la “Era del Gusano”, como antes hubo una “Era del Hielo”, y quizá, después, haya una “Era de las Estrellas”. Porque aunque ya no las vemos por las noches, ahí están.
Obra de Fe Blasco
*Olympia Frick es el seudónimo con que la académica y política uruguaya Constanza Moreira (Montevideo, 1960) ha publicado su obra narrativa. En 2001 su libro 10 relatos fantásticos integró la colección dirigida por Mario Levrero De los flexes terpines y en 2006 su novela De regreso a casa fue parte de la colección Narrares de editorial Artefato. Cuentos de su autoría han sido publicados en diversas antologías. En 2022 obtuvo el Primer Premio en el concurso de cuentos de ciencia ficción Carbono Alterado, en 2023 publicó la novela La ciudad de los nombres olvidados