Para Juanito - artículo "Formación docente con inserción laboral barrial"

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FORMACIÓN DOCENTE CON INSERCIÓN BARRIAL Y PERSPECTIVA DE EDUCACIÓN POPULAR

>> Escriben: profesoras del Instituto Superior de Formación Docente “Dora Acosta” FOTOS:GENTILEZA ISFD DORA ACOSTA

En el marco de su lucha por la justicia social, la organización política El Hormiguero impulsó, junto con vecinas y vecinos de la Villa 31bis en la Ciudad de Buenos Aires, la creación del Instituto Superior de Formación Docente Dora Acosta. Con la educación popular como pilar, esta institución viene constituyéndose como experiencia formadora y transformadora.

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>> EXPERIENCIAS << UNA INSTITUCIÓN ALLÍ DONDE QUISIERON BORRAR LA HISTORIA Retiro es conocido como la zona de la cual salen y a la cual llegan miles de personas todos los días, montadas sobre trenes, subtes y colectivos provenientes de todas partes de la ciudad, el Conurbano y ciudades argentinas o de países limítrofes. Es la zona cercana al puerto de la ciudad y al universo concentrado de finanzas. Allí, mezclada con las terminales de transporte y la autopista Illia, se encuentra la Villa 31, una de las más antiguas de la ciudad de Buenos Aires. Han pasado más de 80 años desde que la villa comenzó su proceso fundacional, y pese a las políticas que desalojaron de cuajo a sus habitantes en la década del 70, otras políticas de su misma estirpe volvieron a poblar esta zona masivamente en plena democracia neoliberal. En “el fondo” de esa villa, en el sector Cristo Obrero, se materializa día a día la construcción del Instituto de formación docente Dora Acosta, un profesorado de educación popular y primaria que está pensado desde y para el barrio. Cuando, en asamblea, desde la organización política el Hormiguero junto con el barrio nos propusimos crear el profesorado, lo hicimos convencidas y convencidos de que el objetivo de su concreción estaba ligado a la necesidad y el deseo de acercar un derecho que se encontraba vulnerado por completo: la posibilidad de que sus habitantes pudieran acceder a una educación superior gratuita, pública y de calidad. Tuvimos la certeza de que construir allí una institución permitiría ampliar los límites del Estado, democratizando así el acceso a la educación. Empezar a conocer el nivel de educación superior e iniciar nuestra incorporación a la enseñanza oficial nos puso de frente a una contradicción casi sustancial: la de constituirnos día a día como una institución pública y estatal, pero sabiendo que el Estado nos atiende desde su ventanilla de gestión privada. La elección del nombre ha sido también un momento fundacional en la historia de la institucionalización del profesorado. Dora Acosta fue maestra de la villa 31, estudiaba la carrera de

Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y militaba en Peronismo de Base. Fue una de las muchas desaparecidas de la última dictadura cívico-militar argentina. Luego de su desaparición forzada, su padre se convirtió en un gran luchador por los Derechos Humanos, pero tanto él como su madre fallecieron. Ningún sobreviviente declaró haber visto a Dora en algún centro de detención, por lo que no hay indicios de su destino, como del de muchas otras personas. Su hermana, María, se exilió en Francia y desde hace ya algunos años ha vuelto a vivir en la Argentina. María regresó a esta ciudad el mismo año que nació el profesorado. La encontramos, nos encontró, nos abrazamos para siempre, sabiendo que esta institución era la síntesis y la continuidad de una historia de luchas por los derechos que no pudo ser destruida. Fue así como, en el marco de una asamblea para elegir el nombre del profesorado, una compañera planteó la posibilidad de que lleve el nombre de Dorita, por haber sido ella maestra, militante, y formar parte de una generación que creyó en una sociedad con más justicia social.

¿QUIÉNES HABITAMOS EL DORITA ACOSTA? Hemos ido construyendo una experiencia educativa que sigue sumando estudiantes. Esto, que en otras instituciones de formación docente constituye muchas veces solo un dato administrativo vinculado a la matrícula, en el Dorita adquiere un significado diferente. Parte de nuestra tarea está relacionada con el seguimiento de las trayectorias académicas de cada estudiante. Nos interesa conocer sus elecciones, su contexto de estudio, los tiempos y espacios de los que disponen para poder llevar a cabo su formación. Entender sus particularidades nos permite pensar nuestra propuesta partiendo de lo real, tensionando los saberes previos y organizando junto con ellos y con ellas la construcción de los quehaceres de estudiante. Entendemos así a la formación docente en su doble vía: una vinculada con la formación de estudiantes de nivel superior y

otra focalizada en su rol como futuras educadoras y educadores. La población que asiste al profesorado vive en la Villa 31 y se caracteriza por contar con trabajadores y trabajadoras, madres y jefas de hogar. Un gran porcentaje de ellas y ellos provienen de Bolivia, Perú y Paraguay, y en su mayoría han finalizado el nivel de educación secundaria en su país de origen. De la matrícula actual, que hoy alcanza a 50 estudiantes, el 95% son mujeres y, según sus relatos, “el profe” es un espacio emancipador para ellas. Las mujeres reconstruyen su subjetividad en la esfera pública siendo parte del profesorado. Bien sabemos que la sociedad patriarcal pone a las mujeres en rol de cuidadoras y les da la responsabilidad de la reproducción del hogar: cuidar a hijas e hijos, hacer la comida, limpiar. Si bien las estudiantes siguen cumpliendo con esos roles impuestos y también en algunos casos elegidos, su pertenencia al profesorado les permite construir su subjetividad desde lo público, tienen la valentía de construir un proyecto de vida individual: ser maestras y a su vez ser parte de algo colectivo. Ocurre también que algunas de las estudiantes que comenzaron a cursar la carrera tuvieron que dejarla. La deserción en muchos casos está directamente relacionada con la negativa de sus parejas varones de que concurran al profesorado. Mujeres empoderadas, que estudian, que trabajan y que se piensan, se perciben como un peligro para la sociedad patriarcal. Pensar esta realidad de nuestras estudiantes implicó, en el proceso de construcción del profesorado, generar un espacio para los hijos e hijas de las madres que estudiaban (deuda pendiente de muchos espacios de formación terciaria y más aún universitaria). Así también aconteció a lo largo de la cursada, que muchas estudiantes atravesaron embarazos, enfermedades de sus hijos o hijas e incluso situaciones de violencia de género. Y si bien cada una de esas historias tiene significancias distintas, en todos los casos se convirtieron en un obstáculo para garantizar la regularidad y posibilidad de sostener la cursada. Fue por ello que desde el Dorita elaboramos estrategias para que sigan vinculadas a las materias,

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>> EXPERIENCIAS << asambleas de profesoras y profesores y que continúa en las diferentes instancias de planificación desarrolladas por cada pareja pedagógica. La implementación de parejas pedagógicas en todas las cátedras está íntimamente relacionada con nuestra concepción educativa en torno a cómo se produce el conocimiento y cómo es apropiado por los diferentes sujetos que habitan la institución. En cada asamblea de profesores, lo pedagógico ocupa un lugar central. Encontramos en estos espacios mensuales una oportunidad para reflexionar sobre nuestra práctica docente, analizar los progresos, identificar las dificultades, diseñar dispositivos pedagógicos de acompañamiento, debatir sobre enfoques y dinámicas de evaluación, revisar y poner en tensión los lineamientos curriculares, y atender a las demandas de estudiantes. En tanto consideramos que la producción de conocimiento y su enseñanza son un acto político, concebir nuestros acuerdos como profesores del Dorita desde una mirada colectiva es, principalmente, una decisión política que nos atraviesa por completo.

Las singularidades que describen al Dorita como un profesorado popular en la villa 31 aparecen reflejadas en nuestras clases desde el momento en que consideramos a los y las estudiantes como sujetos con demandas, expectativas, logros, tradiciones, incertidumbres y capacidad de hacer.

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estableciendo nexos con sus profesores y pares. En estas instancias, cuando la realidad tracciona, las asambleas funcionan como espacios de contención, donde la sororidad entre las compañeras se convierte también en un factor de atracción hacia el profesorado, consolidando los vínculos sociales y solidarios dentro de la misma trama institucional.

DE PAREJAS PEDAGÓGICAS Y PRÁCTICAS COLECTIVAS Las prácticas pedagógicas que se desarrollan en el profesorado son el resultado de un proceso de reflexión y construcción colectiva que se inicia en

Las singularidades que describen al Dorita como un profesorado popular en la villa 31 aparecen reflejadas en nuestras clases desde el momento en que consideramos a los y las estudiantes como sujetos con demandas, expectativas, logros, tradiciones, incertidumbres y capacidad de hacer. En este sentido, nos atraviesa una doble complejidad: por un lado la de tomar como punto de partida para la construcción de experiencias de enseñanza los saberes previos imbuidos de diferencias culturales y, por otro, acompañar una formación docente para la acción en un sistema nacional en el que prima la homogeneización de los conocimientos a enseñar. El objetivo de formar educadores críticos se convierte entonces en una meta importante en tanto refiere a un proceso, en muchos casos, de deconstrucción del propio aprendizaje. Desaprender y reaprender aparecen así como las dos caras de un proceso continuo, difícil y en muchos casos lleno de vacilaciones. Pensarnos como sujetos singulares y complejos a la vez, dentro de un sistema


>> EXPERIENCIAS << educativo que es heterogéneo y diverso, es una práctica que como docentes sostenemos en todo el profesorado. Así como la implementación de parejas pedagógicas constituye un rasgo distintivo del Dorita, para nosotras y nosotros, la educación pública popular implica necesariamente la presencia de asambleas en la cotidianeidad educativa, que nos permitan compartir sensaciones, intereses, interrogantes, deseos y miedos; problematizar aspectos coyunturales y planificar y discutir sobre todo aquello que constituye al barrio y a la educación en CABA. Transitar las asambleas implica un aprendizaje constante, el desafío de hacerlo realmente participativo y la posibilidad de adoptar un rol activo en la construcción de una identidad política y una subjetividad crítica. Las asambleas habilitan la confluencia de temas que atraviesan la cotidianeidad privada y pública de quienes conformamos este profesorado popular. El contexto político y económico, la falta de trabajo, las complejidades que atraviesan las compañeras por ser mujeres y estudiantes, y el proceso de urbanización de la villa, entran en danza con las discusiones y definiciones sobre el horario de cursada, las dinámicas y dispositivos desplegados para el desarrollo de cada cuatrimestre, las evaluaciones y hasta el cómo solventar la adquisición del material de lectura de cada materia. Todas estas tensiones personales y singulares se ponen en juego y se dirimen en un espacio colectivo.

LA SINGULARIDAD DEL DORITA EN EL MARCO DE UNA LUCHA HISTÓRICA La necesidad de construir una experiencia de educación pública popular no implica -para este colectivo- constituirse como una experiencia al margen de las disputas que se libran en el escenario de las decisiones sobre políticas públicas, sino todo lo contrario, creemos que es ése nuestro territorio de disputa. En este sentido, otra de nuestras decisiones primarias fue la necesidad de tejer puentes con instituciones educativas, tratando de evitar -de este modo- la segregación del Dorita; segregación que

opera sobre el barrio en el que el Profesorado se encuentra. Nos preguntamos entonces ¿Cómo generar puentes con otros actores de la educación, que nos permitan inscribir al Dorita en la historia y tradición de lucha y construcción de una educación pública y popular? Tejimos así una primera articulación con el sindicato, con quienes compartimos espacios y acciones que fueron (y están) abonando a nuestro proceso identitario. Habilitamos la escucha en espacios de formación para conocer la historia de lucha tan rica que tienen los docentes en nuestro país, realizamos encuentros de intercambio, y asistimos a nuestra primera elección de delegadas y delegados. Cada una de esas acciones consolida el fuerte vínculo que desde el Dorita tenemos con la UTE y resignifica cada día la discusión respecto a la necesidad de reconocernos como trabajadoras y trabajadores de la educación. En esa línea y como parte del proceso de institucionalización, logramos en el 2017 el reconocimiento de nuestros salarios docentes que se va materializando de forma parcial. Por otro lado, advertimos que la necesidad de incorporar al Dorita en el escenario de las prácticas de educación pública implicaba también desarrollar redes con otras instituciones específicas de formación docente. En esa búsqueda abordamos dos líneas de trabajo, una con la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas n° 2 “Mariano Acosta” y otra con la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). El vínculo con el Mariano Acosta estuvo relacionado con la posibilidad de que las estudiantes accedan a una modalidad de cursada que les permita realizar parte de su trayecto formativo en otra institución, y de este modo vivenciar la experiencia en otras aulas, dentro de otros contextos. En lo que respecta al vínculo con la Facultad de Filosofía y Letras, la experiencia tomó otra envergadura, con ellos firmamos un convenio de asistencia y colaboración, en el marco de extensión universitaria de la carrera de Ciencias de la Educación, por el cual profesores de la universidad están a cargo del dictado de clases y colaboran, además, en el proceso de construcción de identidad y las definiciones institucionales

del Dorita. Creemos en la necesidad de fortalecer los puentes académicos y formativos, no solo entre dos instituciones, sino, principalmente, entre la universidad y la formación docente.

TODO LO QUE QUEDA POR CONSTRUIR Sin dudas hemos recorrido un proceso de institucionalización complejo, enmarcado en un contexto político, económico y social que nos pone frente a nuevos desafíos como institución. Sabemos también que el mismo no ha terminado y quedan largos momentos de aprendizaje, obstáculos y logros por transitar. Seguimos luchando por aquello que consideramos una obligación del Estado: garantizar las condiciones salariales y de infraestructura necesarias para que quienes estudian y trabajan en el Dorita puedan hacerlo en mejores condiciones que las del presente. Y en la misma línea, entendemos que todas las acciones de gobierno que desembarcan en el territorio de la villa deben garantizar el acceso a la educación de niñas, niños, adolescentes, adultas y adultos del barrio. Nos referimos así a la necesidad de que el proceso de re urbanización que está atravesando la Villa 31 atienda a las demandas históricas de las instituciones del barrio. Para que la urbanización sea real, debe garantizar este derecho fundamental e incidir en la desigualdad que produce la propia ciudad. Estudiantes, profesoras y profesores partimos de una convicción compartida: todos y todas quienes habitan la Villa 31 tienen derecho a una educación superior pública, gratuita y de calidad. El Instituto Superior de Formación Docente “Dora Acosta” es una experiencia joven y revolucionaria que disputa y construye día a día este objetivo, y bajo esa bandera se inscribe para siempre en la historia de la educación pública y popular. |J|

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