>> REFLEXIONES
NO HAY SORPRESAS HAY SORPRENDIDOS LA ACTUALIZACIÓN DE VIEJAS MATRICES EN LAS POLÍTICAS DE FORMACIÓN DOCENTE EN LA ARGENTINA PRESENTADAS COMO NOVEDAD >> Por: Verónica Piovani *
Verónica Piovani(*) dirigió el Instituto Nacional de Formación Docente entre 2012 y 2015. Hoy afirma que el sistema formador atraviesa uno de sus momentos más críticos, marcado por la descalificación, el ajuste, el achicamiento y hasta el peligro de desaparición. Cierres, selectividad, evaluación estandarizada y meritocracia son, según la autora, los nombres de la remercantilización y la privatización de la educación superior.
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L
a formación docente, para muchos inesperadamente, se ha convertido en objeto privilegiado de políticas actuales destinadas a producir lo que se denomina como “reordenamientos” profundos. Dicho a groso modo, no es otra cosa que poner al sistema formador en línea con las orientaciones que se está buscando imprimir al conjunto del sistema educativo y, naturalmente, a todos órdenes de la vida social, entendiendo que la educación es parte inexorable de un proyecto de país. Por ello el análisis de lo educativo exige entender la direccionalidad de las medidas adoptadas en lo económico, lo político, lo social y lo cultural, expresión cabal del conjunto de beneficiarios de la nueva etapa. En esta clave hay que leer las políticas de formación docente. Pero además hay que comprender la dimensión de un proyecto con pretensión civilizatoria en una etapa del capitalismo signada por la disputa por la subjetividad. Por ello, desmontar el colonialismo insidioso, la colonialidad del poder y el saber, se vuelve una tarea urgente, como advierte Boaventura de Souza Santos. La actualización de
la antinomia civilización/barbarie tuvo fuertes efectos en los seguidores de un proyecto que prometía “una nueva campaña al desierto” y ofrecía un principio de diferenciación social utilizado a la carta para distinguirse del “indeseable”. En la contienda por el sentido, la propuesta educativa neoliberal -como respuesta a un hiperbolizado e insistente diagnóstico mediático catastrofista del sistema educativo– conectó así con matrices arraigadas y sedimentadas y sedujo con discursos aggiornados que hicieron pie en viejas fórmulas como la de la formación para el “mercado de trabajo” (la promesa de la salida laboral); la peculiar interpretación de la reposición de la autoridad docente y la disciplina (que desliza la responsabilidad del fracaso en los sujetos y sus familias y habilita la repitencia y la expulsión); la selectividad y el supuesto mérito como organizadores de la vida escolar, asociadas a una idea de “orden” a recuperar frente al “exceso del discurso de los derechos”. Hay que reconocer que esos idearios gozan aún de considerable aceptación entre docentes y comunidad. Lo que ha desconcertado a más de uno es que aquél discurso llegara acompañado