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Cultural
Por Felipe “Lana” Valdés De los cinco reinos que componen nuestra amada naturaleza, el de las plantas tiene un capítulo que comenzó a llamar mi atención, uno que históricamente ha sido considerado menor, el de los hongos, llamado también reino fungi. Y comencé a adentrarme en este fantástico reino, experiencia que ha sido mágica, porque me ha hecho aprender sobre sus funciones cruciales en los ecosistemas globales, lo que me permite afirmar, sin exagerar, que no podríamos vivir sin los hongos. Me sorprendió conocer que son los grandes recicladores naturales, ya que descomponen residuos vegetales y animales del planeta, proceso que colabora con el crecimiento de otras plantas de las cuales dependemos. A través de la historia se han utilizado en medicina humana, comprobando su efectividad para tratar cuadros como depresión y estrés postraumático. O como el moho Penicillium chrysogenum, del cual se sintetizó el antibiótico penicilina. También el uso de algunos hongos se extiende a nuestras actividades cotidianas, como la levadura, que también es hongo, y con ella podemos hacer pan, vino y cerveza. En el marco de una campaña para generar conciencia sobre el cambio climático fue que algunas imágenes de hongos se proyectaron en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, en diciembre de 2015, espectáculo que cautivó a todos los fieles que asistieron esa tarde. Pero, entonces, ¿por qué lo conocemos tan poco? Principalmente porque la mayoría vive bajo tierra, dentro de plantas y solo aparecen en temporadas cortas para esparcir su esporas, equivalente fúngico de las semillas. Pueden ser comestibles, venenosos, psicodélicos y microscópicos. Inmensamente diversos en especies y formas, ya que la mayoría tienen requerimientos de hábitat específicos, lo cual hace a Chile un espacio ideal y único para que algunas especies se desarrollen por la diversidad de climas y microclimas. Al investigar sobre este gran reino fue importante saber que Fundación Fungi en nuestro país estudia y preserva las especies del territorio nacional, siendo, además, reconocida y valorada a nivel internacional. Para complementar mi fascinación adquirida por el reino, encontré en Netflix el documental “Hongos fantásticos”, del director Louie Schwartzberg. Con la analogía de que el hongo es tan solo un fruto, como la manzana lo es del árbol, nos ayuda a comprender que crean una red que se conecta bajo tierra y desde ahí nace todo lo que vemos. Una obra fascinante, informativa, educativa y absolutamente entretenida. El micelio, organismo que con sus puntas toca las raíces de plantas y árboles. Ese es el tejido conectivo de comunicación, donde se comparten información y nutrientes, generando una relación simbiótica bajo nuestros pies. En el fantástico mundo de los hongos está el bienestar y la supervivencia del planeta. Después de ver el documental podría cambiar hasta la forma de enfrentar aspectos de nuestra vida. Y espero también sirva para generar conciencia, motivando la acción de cuidar y darles a los hongos el valor que realmente tienen. Nunca terminamos de aprender sobre la mágica y poderosa naturaleza. La invitación es a cuidarla para que las nuevas generaciones puedan aprender, preservar y disfrutar de ella.