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Quien haya intentado definir algunas caracteríscas propias de algún género, se habrá encontrado con que cualquier descripción que realice será dentro del ámbito de las generalidades. Es que si se comienza a hilar fino, no es posible definir caracteríscas o virtudes únicamente de uno u otro género.

Tradicionalmente se ha vinculado a la racionalidad con el género masculino, sin embargo, esta no define en su totalidad a los varones, ni es patrimonio único de este género, como tampoco lo emocional lo es de la mujer. Es con esta mirada que voy a hablar sobre “el cuidado de la vida”, una caracterísca que se encuentra dentro de toda persona, expresado en diferente grado y de diversas maneras.

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Es que intentando hacer una síntesis de la misión salesiana, llego justamente a esta expresión: cuidar la vida, especialmente la de los jóvenes más vulnerables. Cuidar de aquellos que están más desprotegidos, marginados, desamparados, que han tenido menos oportunidades a su alcance. Es buscar el crecimiento de los jóvenes, prestando atención a todos sus aspectos y cuidando de todas sus necesidades: las materiales, emocionales, intelectuales, espirituales…

Es acoger y abrazar la vida de cada joven. Es mirar con cariño, acariciar con ternura, acompañar el crecimiento ayudando a potenciar los dones y a cuidar las fragilidades. Es ser regazo cálido. Es la palabrita al oído que ayuda a reflexionar. Es contener en las caídas y recaídas. Es invitarlos a soñar, con la mirada puesta en lo alto. Es que se experimenten amados, y que ese amor sea para ellos reflejo del amor de Dios Padre y Madre.

Pero además, la misión salesiana nos propone ir un paso más allá. No se queda en custodiar la vida del joven, sino que lo guía a descubrir que él también es capaz de acoger, abrazar, acariciar, ayudar, contener, acompañar y amar. Él también puede poner en juego lo que ha experimentado y cuidar la vida de los demás: la de los más cercanos, de los que se encuentra día tras día, de su familia, de los amigos y con quienes comparte el apostolado. Y también la vida de quienes están un poco más lejos, un pasito más allá de la frontera, de aquellos de los que recibe alguna nocia en tulares, o incluso de quienes no conoce.

Los jóvenes descubren que son capaces de generar un cambio en el mundo, de colaborar en la construcción de una sociedad más humana. Descubren que pueden ayudar a cicatrizar las heridas generadas por los desprecios y las indiferencias. Cuando sus dones y virtudes son puestos al servicio de los demás, ellos se expanden, se plenifican y encuentran sendos en sus vidas.

Hna. Cecilia Gayo HMA

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