A Eneko y Cilo, que no necesitan máquinas para contar cuentos; a Manuel, por el tiempo regalado. Indy García Acedo A Aner y Julen, para que sigan amando los libros por encima de las “máquinas”. Zuriñe Aguirre
Maya y la máquina de contar cuentos © Texto Indy García Acedo © Ilustraciones Zuriñe Aguirre © De esta edición bookolia Primera edición Enero de 2020 ISBN 978-84-120113-2-6 Depósito legal M-328-2020 Impreso en Printer Portuguesa Todos los derechos reservados Reserva de derechos de libros Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).
MAYA Y LA MÁQUINA DE CONTAR CUENTOS
Indy García Acedo Zuriñe Aguirre
En el poblado Tupa no había libros ni juguetes. Solo tenían una máquina de contar cuentos. Nadie sabía cómo, cuándo ni por qué había llegado la máquina hasta aquel claro de la selva, pero era su tesoro más preciado.
Cada tarde, los niños y las niñas se reunían bajo el gran árbol para escuchar las historias que la máquina les contaba.
Aquel día era el turno de la pequeña Maya. Maya había cumplido cuatro años y por fin podía usar la máquina. Estaba feliz. Decidida y orgullosa, se levantó, se colocó delante de la máquina de contar cuentos y dijo:
Entonces la máquina comenzó:
Había un río de una vez aguas claras que nacía en el sol tan alta y frescas que parecía tocar una montaña… Todos miraron extrañados.
“Habla más alto, Maya”, dijo alguien. Y la pequeña volvió a decir casi gritando:
Y la máquina comenzó de nuevo:
un lío Había una vez río de… Había un Aguas de una vez... cía en un a n e u q s a r a l c , flor... sol, col, bol
Impaciente, Dido se levantó: —Quita, Maya, eres demasiado pequeña todavía. Yo lo haré. —Y acercándose a la máquina dijo—: Pez, lluvia, hoja. Y la máquina…
l, o o o o o o o o G ¡¡¡¡ ol, gol, g , l o g !! ! ! l o goo
Dido se sintió un poco avergonzado… Le dio unos golpecitos a la máquina y volvió a intentarlo, pronunciando lentamente:
Los niños y las niñas se quedaron muy quietos, esperando anhelantes escuchar el cuento, cuando de repente…