Agua Viva

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Año 10 · Nº 48 · Enero-Marzo 2010 UN RENUEVO ESPIRITUAL

El Precio de seguir a

Cristo

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¿En qué estoy poniendo

mi confianza?

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Año 10 · Nº 48 · Enero-Marzo 2010

Consejero Espiritual Edgar Chávez Consejo Editorial Jorge Chacón Fernando Saravia

La Buena Noticia

Asesora Administrativa María de Archila Redactores Osberto Ruano César Castañeda Armando Molina Lorena Pérez de García Lissette de Archila

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¿Dónde estás Tú?

Editora Lorena Farrach

Hoy en el Mundo

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El Precio de seguir a Cristo

Espada de la Palabra ¿Un Cristianismo sin sufrimiento?

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Diseño Gráfico Rony Chiché Los Milagros Continúan Impresión CIFGA

“El Señor sanó a mi hija”

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Decisiones ¿En qué estoy poniendo mí confianza?

Mujeres de Proverbios ¿Cómo conquistar la amargura?

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Vida de Alabanza Cánticos nuevos y no tan nuevos

Entretenimiento Devocional mujer con propósito

22 24 escribenos@revistaaguaviva.com



“La vida desde la Perspectiva de Dios” Parece ser que en este tiempo lo que más se acostumbra a hacer es pensar y meditar en la crisis y en todos los problemas que esto puede traer a nuestras vidas. Pero la Palabra de Dios nos enseña en Fil. 4:8 que pensemos en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en todo lo bueno y merece alabanza. Algunos podrán decir pero es que a mí me cuesta meditar en la Palabra pero hoy quiero decirte que si tú le das vuelta en tu mente una y otra vez a tus problemas ahí estas meditando en ellos y entre más pienses en ellos más te afliges. Lo mismo puedes hacer pero en lo positivo: pensar y meditar en la palabra de Dios como dice en Josué 1:8 medita de día y de noche en el libro de la ley de Dios para hacer siempre lo que este ordena y así..... todo lo que hagas te saldrá bien. Parece que en el mundo nos enseñaron que para obtener éxitos y logros teníamos que estudiar y trabajar hasta el cansancio pero la palabra de Dios nos enseña que para que todo lo que hagamos nos salga bien y prospere lo que debemos hacer es: OIR Y OBEDECER la palabra de Dios como prioridad, sin dejar de esforzarnos al saber la dirección de Dios... como ejemplifica en Josué 1:6 Ten valor y firmeza que tú vas a repartir la tierra a este pueblo, pues es la herencia que yo prometí a sus antepasados. Lo único que te pido es que tengas mucho valor y firmeza y que cumplas toda la ley que mi siervo Moisés te dio.

Hoy te invito a que medites en qué estás poniendo tu confianza y que al descubrirlo te esfuerces en meditar en las grandezas de Dios, en lo que Él es, en lo que ha hecho en tu vida durante el último tiempo de cómo Dios te ha provisto, te ha cuidado, te ha librado del mal y del maligno, de cómo en tiempos de prueba su amor y consuelo ha estado contigo... y así podríamos seguir con una lista interminable de todas las cosas buenas que de Dios recibimos diariamente. Hoy en lugar de quejarnos y de apoyarnos en cosas que no son estables ni permanentes, enfoquémonos en ser agradecidos y cambiemos nuestra manera de pensar (Rom. 12:2) para que podamos ver la vida desde la perspectiva de Dios.

Lorena Farrach Editora

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¿Dónde estás Tú?

Por: Osberto Ruano

E “Más Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:9).

s una pregunta muy interesante. Unos versículos atrás, la Biblia nos narra cómo Satanás por medio de la serpiente tentó a la mujer y como ésta al ser engañada, transgredió el mandato de Dios. Posteriormente, narra la desobediencia del hombre y cómo esto lo lleva a que se cumpla lo que Dios había advertido a Adán y Eva en Génesis 2:17: “Más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Dentro de este contexto, Dios le pregunta a Adán: ¿Dónde estás tú? Veamos primero, quien hizo la pregunta; El Dios creador de todo cuanto existe y de Adán mismo, el que sostiene el universo con la palma de su mano, lo que le da el derecho y la autoridad de hacer la pregunta. El omnisciente que conoce todo a la perfección, aún el momento de caída de Adán. El omnipresente, que está presente en todo lugar, incluyendo el lugar donde cayó Adán y el lugar donde se escondió. El omnipotente, para quien nada es difícil de hacer, que todo lo puede, el Dios que es AMOR, el veraz, el fiel, el soberano, el dueño de la sabiduría, entre muchos otros atributos: el único DIOS. Me pregunto si Dios ya sabía que el hombre había caído, y por su omnisciencia y omnipresencia, sabía dónde se había escondido Adán, entonces ¿Cuál sería la intención de la pregunta…?

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¿A Quién le hizo la pregunta? A Adán, la corona de la creación de Dios, quien estaba hecho a su misma imagen y semejanza, a quien le dio autoridad sobre toda la creación, por quien estaría dispuesto a dar su propia vida para pasar la eternidad juntos.

¿bajo qué circunstancias hizo Dios la pregunta? Adán había traspasado los límites establecidos por Dios, y aunque días atrás de la caída, la Biblia nos dice que tenían una hermosa relación; Adán, debido a la culpa que lo abofeteaba, reaccionó de la siguiente manera:

1. Se justificó: cosiendo delantales con hojas de higuera, fruto de la tierra, que ya estaba bajo maldición por la caída, la cual sería alimento de la serpiente (polvo comerás), y representaba las fuerzas humanas. Todo lo que hacemos en la carne (nuestras fuerzas humanas) es alimento para Satanás.

2. Tenía miedo de Dios: del mismo

Dios que bajaba por las tardes para hablar con él, que le cuidaba, que le preparó el huerto del Edén para vivir, labrar y guardar, quien le dio autoridad sobre toda la creación, quien le buscó compañía y lo rodeó de todo tipo de criaturas y finalmente le dio a su ayuda idónea, la mujer. Ahora Adán lo percibía como tirano, vengativo, como alguien que le podía y quería hacer daño.

3.

Se esconde de Dios: del omnipresente, el omnisciente, de quien no se puede ocultar nadie. Aún en lo más oscuro y tenebroso, allí está Él.

En este momento Dios te llama y te dice: ¿Dónde estás tú?, talvez tu respuesta sea: “heme aquí Señor”. Si esa es tu respuesta, es motivo de gran gozo. Pero talvez estés escondido como Adán, huyendo de Dios y piensas que puedes esconderte de Él, como aquel niño que hizo una travesura y cree que al taparse los ojos su papá no lo ve. Pero dice la Biblia en el salmo 139:7-12, que no hay lugar al que se pueda huir de la presencia de Dios, ni subiendo a los cielos, ni bajando al Seol, ni yendo al extremo del mar, ni en las tinieblas, Dios es omnipresente.

Perfecto Amor Talvez le tengas miedo, y piensas que Dios te va a castigar por tu pecado, ves a Dios como alguien vengativo, caprichoso y tirano que está esperando el momento para fulminarte. En 1a Juan 4:18 dice que el temor lleva en sí castigo, pero que el perfecto amor echa fuera el temor y que en el amor no hay temor. O será que te estás justificando y pienses: pero si yo no hago mal a nadie, no necesito de Dios, he dirigido mi vida y hasta el momento me ha ido bien, soy buen hijo, o buen esposo, o buen papá, en fin soy bueno. Dice la Biblia, en Mateo 19:16 que no hay nadie bueno, ni siquiera Jesús aceptó el título, sino solo Dios, el Padre. Puede que tu forma de justificarte sea haciendo “buenas obras” dando limosna, o realizando ciertos ritos externos, y así callar tu conciencia, pero toda obra en tus fuerzas, según Isaías 64:6, es como trapo de inmundicia delante de los ojos de Dios.

Talvez piensas que lo que hiciste es tan grave que no tienes perdón de Dios. Pero en Isaías 1:18 Dios te dice: “Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”.

¿Porqué Dios hace esta pregunta? Quizás tengas una respuesta diferente a las mencionadas anteriormente, pero sea cual fuere tu respuesta, veamos cuál o cuáles pudieron haber sido las razones por las cuales el Dios omnisciente y omnipresente, que sabía perfectamente lo que había hecho Adán, y donde se había escondido, hace la pregunta.

1. Dios no concibe una eternidad sin

el hombre, representado por Adán. Para ser más explícito, Dios no concibe una eternidad sin ti y lanza la pregunta, aún sabiendo la respuesta, como un anzuelo para llevarte al arrepentimiento y así cumplir el propósito de estar contigo por toda la eternidad.

2. Porque sabe que si tú meditas en

su pregunta y tratas de ubicarte donde se encuentra tu vida en este momento, encontrarás tristeza, insatisfacción, frustración y te darás cuenta que tienes un vacío, que solo puede ser llenado por Dios.

3.

Porque tiene preparado para ti un lugar junto a Él por la eternidad y sabe que no te quedará otro camino que buscarle a Él. Si en este momento Dios ha tocado tu corazón, te invito a que le entregues tu vida y ese vacío será llenado.

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El Precio de seguir a

Cristo Por: Lissete de Archila

A “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame”. Marcos: 8:34

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lguna vez te has aventurado a construir un proyecto grande, como una casa, una empresa o un parque de diversiones? Todo empezó con una idea. Si eres consciente y disciplinado, trazaste planes y metas, luego, hiciste un presupuesto para ver las posibilidades de llevar el proyecto a cabo. Del resultado de los costos estimados, decidiste si te lanzabas a la aventura o si mejor lo dejabas para después. De hecho, hay quienes se arriesgan a construir su proyecto sin tener los fondos necesarios, pensando que de alguna manera los obtendrán en el camino. Con un poco de suerte, podrán acabar el proyecto. Pero existe la posibilidad de que no pueda obtener los fondos necesarios, y a medio camino, tenga que parar la obra vergonzosamente. La biblia nos explica que seguir a Cristo se parece a este pasaje: Lucas 14:27 al 30 14:27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. 14:28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 14:29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 14:30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.


Cuando una persona se convierte a Cristo, toma lugar algo sobrenatural y misterioso: el alma, antes sujeta a la tiniebla es trasladada a la luz. La luz es el Reino de Dios hecho ahora visible ante los ojos del recién convertido. La tiniebla es la condición en la que vivía esta persona bajo el reino de Satanás. Sus ojos estaban vendados a la verdad y todo lo que él entendía era lo que su carne le dictaba. Vivía en un mundo egoísta, aprisionado por el temor y el pecado. Un día, le hablan del evangelio, y se le explica que Cristo murió en la cruz por su pecado y que resucitó de entre los muertos para darnos vida eterna (1 Cor 15: 1-4). Le hablan del amor de Dios y de su reino. El Espíritu Santo trae convicción a este hombre de que necesita un salvador, y que necesita también el perdón de sus pecados. Su fe en lo que escuchó acerca de la Palabra de Dios le hace arrepentirse, y movido por su deseo de salvación, entrega su vida a Jesús.

Aquí sucede el milagro

La sangre que Jesús derramó en la cruz lava el pecado de aquel hombre. El Espíritu Santo viene a morar en su corazón, llenándolo de paz. Hay una nueva esperanza y sabiduría para vivir ahora conforme a lo que Dios establece en su Palabra. Esto es sólo el comienzo. Apenas entró por la puerta al Reino de Dios, y se hizo ciudadano del cielo (Fil 3:20). Pero aún vive en el mundo. Aunque tiene ahora un nuevo corazón, su mente empieza a pelear por regresar a sus viejos hábitos. Lo que es peor, su viejo amo Satanás, lo quiere de vuelta y empieza a poner trampas para engañarlo y volverlo a la tiniebla.

El fuego y el gozo de su conversión se va acabando, y vienen las pruebas. De repente, esta persona siente que todo fue una ilusión. El temor lo vuelve a atrapar y se siente tan oprimido que no puede ni siquiera orar. La tentación está constante en su vida, y de nuevo tiene el deseo de pecar. Qué ha de hacer este pobre hombre???

La respuesta es simple

Regresar a la cruz. De nuevo, rendirse a los pies de Jesús con la misma sinceridad y deseo que lo hizo la primera vez. Dios volverá a perdonarlo, porque conoce que el camino de santidad que se requiere para transformarnos en personas gratas a Ël es muy difícil, sobre todo al principio. Este hombre se enfrenta a su peor enemigo: la perversidad que aún está en el. Debe pelear diariamente con la tendencia natural que tiene toda persona para hacer el mal, y es aquí donde tomamos la cruz. Cuando nos convertimos a Cristo Dios borra nuestros pecados pasados y nos da una nueva naturaleza, pero sin quitar por completo la que antes teníamos. Nuestro viejo ser, nuestras debilidades y las tendencias a pecar siguen allí. Lo nuevo ahora es su voz adentro de nosotros que nos guía a hacer el bien. El mora en nuestro corazón, y nos ayuda hablándonos al corazón para que tomemos el camino correcto. El camino del cristiano no es sólo la conversión. Es todo un sendero que nos lleva a ser sus discípulos, y luego sus amigos. Pero el costo es grande.

Debemos obedecer su voz en cada situación que se nos presenta, y esto no siempre será de nuestro agrado. Tendremos que aprender a humillarnos ante los demás. Tendremos que perdonar y pedir perdón. Voltearemos la mejilla cuando nos hacen daño, y haremos bien al que nos hace mal. Este es el camino de la cruz. Dura casi toda la vida, o al menos hasta que logremos dominar el viejo hombre dentro de nosotros, y seamos los cristianos maduros y sabios que Dios quiere que seamos. Seguir a Cristo significa hacer lo que su Palabra dice que hagamos, y no lo que nuestra mente nos pide hacer. Puede ser un camino difícil, largo, y lleno de obstáculos, porque no es fácil humillarnos y matar nuestro orgullo para agradar a Dios. Pero si lo hacemos, el fin es inmensamente glorioso. Jesús nos pide que lo amemos más a El que a nuestra familia, que a nuestros hijos, a nuestras posesiones y nuestros sueños: Mt.10: 34-39,

Promete que hallaremos la vida Tendremos toda una eternidad llena de recompensas por decidirnos cada día y en cada problema obedecerle. Así que si hoy estás en conflicto porque no puedes perdonar a alguien que te hirió, o si tienes que dejar de hacer algo que te gusta pero sabes que no le agrada a Dios, o tienes que doblegar tu orgullo para evitar la contienda, hazlo. Si quieres la recompensa gloriosa que Dios tiene para ti en esta vida y en la vida eterna, y si amas a Dios, vale la pena seguir a Cristo. El tiempo en esta tierra es muy corto en comparación a la eternidad que tendremos junto al Señor.

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CIFGA


¿Un Cristianismo sin

sufrimiento?

Por: Armando Molina

U “ Muchas veces se olvida que el propósito supremo de Dios en esta tierra es la demostración de su gloria a través de un pueblo santo”.

n gran porcentaje de la enseñanza que escuchamos hoy en día, hace un énfasis totalmente desproporcionado en algunas bendiciones temporales de Dios, como la prosperidad, la salud y la victoria. Muchas veces se olvida que el propósito supremo de Dios en esta tierra es la demostración de su gloria a través de un pueblo santo (ver 1a Pedro 2: 9) y uno de los medios que Dios se vale para formar este pueblo santo, es el dolor y el sufrimiento. La realidad del sufrimiento no debería sorprendernos, es una realidad que en última instancia existe y tiene su origen en el pecado, pues recordemos que la creación de Dios fue originalmente buena, en esa creación no había sufrimiento porque no había pecado.

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La Palabra de Dios nos enseña que vivimos en una época de transición. La muerte y resurrección de Cristo son la garantía de que el Reino de Dios ya está entre nosotros, pero a pesar de eso, aun vivimos en un mundo en el que el pecado produce muerte y destrucción. Esto produce en nosotros un gemir, un anhelo de que llegue la redención completa de nuestro cuerpo y de la creación (ver Romanos 8: 2223). Cuando nuestra perspectiva de la vida cristiana no incorpora este aspecto de que vivimos en un mundo en el que aún persiste el dolor y el sufrimiento, corremos el peligro de ser desilusionados y sorprendidos; de reaccionar con reclamos y desconfianza hacia Dios, o incluso blasfemar su nombre. La Biblia nos habla honestamente sobre el sufrimiento. Es imprescindible, pues, que vayamos a la Palabra para recibir dirección de nuestro Dios: ¿Cómo afrontar el sufrimiento? ¿Cómo reaccionar ante él? ¿El por qué y el para qué del sufrimiento?

Deuteronomio 8: 2-3 Dios, a través de períodos de necesidad y adversidad, nos enseña a mantenernos en una dependencia sana y humilde de él. Lamentablemente, muchas veces, cuando nuestra vida está “libre de preocupaciones”, tenemos la tendencia a volvernos descuidados, desagradecidos y autosuficientes.

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Dios, quien siempre tiene a la vista el mayor bien, a veces permite situaciones difíciles en nuestra vida, pero siempre con el objetivo de que nuestro corazón no se aparte de él. En las dificultades aprendemos que aún no es el tiempo del descanso, todavía estamos en el mundo y es necesario perseverar hasta el fin. En la prueba y el dolor, Dios nos hace comprender que las cosas materiales no son nuestro todo, necesitamos un sustento que solo puede venir de las Palabras de vida que salen de su boca.

Hebreos 13: 12-14 El sufrimiento de Cristo era un sufrimiento con propósito: nuestra santificación. Nosotros somos el fruto de su sufrimiento. Qué triste es solo escuchar declaraciones que dicen: “Jesús murió por mi para darme salud, prosperidad y victoria....” pero rara vez oímos: “Jesús murió por mi para hacerme santo”. El efecto que debe tener el recordar los sufrimientos de Cristo, es disponernos a salir junto con él y padecer con él fuera del campamento, esto es, participar de la misma deshonra que él sufrió. Él, por hacer la voluntad de su padre, se hizo pobre, fue expuesto al ridículo y humillación, fue perseguido, incomprendido y finalmente ejecutado. A este tipo de compromiso con nuestro Señor, somos llamados.

Que engañados estamos al pensar que siempre y en toda situación, el hacer la voluntad de Dios nos debe llevar a una vida libre de problemas y dolor. En muchas ocasiones, seguirlo a Él significará sufrir deshonra, dolor y persecución. El sufrimiento nos hace buscar y poner la mirada en cosas verdaderamente de valor y poner en un lugar secundario las que son temporales. Nos damos cuenta que somos peregrinos en este mundo, que ésta no es nuestra casa permanente y que podemos vivir con un santo desapego a las cosas de este mundo porque nuestra vista está puesta en nuestro Señor, Él es nuestra mayor recompensa, nuestro tesoro, el que nos fortalece y sostiene cada día. Qué irónico es que el falso evangelio de la prosperidad usa la frase “Jesús murió por mi” de tal forma que nos hace poner nuestro corazón en las bendiciones materiales de este mundo, cuando la palabra de Dios nos dice que debería hacernos poner nuestra vista en las cosas del cielo.

1ª carta de Pedro 5: 8-11 Date cuenta que los ataques que estás afrontando ahora, no te hacen un caso único, todos los cristianos verdaderos somos partícipes de tres cosas inseparables: el Reino, la tribulación y la perseverancia de Jesucristo (ver Apocalipsis 1: 9).


No olvidemos en nuestro sufrimiento, al Dios que nos llamó. Este Dios de toda gracia, después de un breve tiempo producirá en nosotros paciencia, firmeza y fortaleza. No lo hará librándonos del sufrimiento, sino librándonos a través del sufrimiento. No lo haremos nosotros, sino lo hará Él.

Job 1:21-22 En Job llegamos a lugares de oscuridad y sufrimiento en los que es prudente hablar con cuidado ¿Quién puede conocer las profundidades del dolor de perder todas las posesiones, la familia, y ver como su propio cónyuge blasfema contra Dios y nos “invita” a hacer lo mismo? Por difícil que parezca, en esos momentos de oscuridad, nos debe bastar saber que Dios es Dios y que Él será exaltado sobre la tierra. El Dios de Jacob es nuestro refugio (ver Salmo 46: 10-11).

1ª carta de Pedro 4:12-13 Por fuertes que sean las tribulaciones, pruebas o dolores en esta tierra, éstas no son la palabra definitiva. Pronto, esta breve vida de neblina, será absorbida por la perfección del Reino de Dios, y entonces, allí sí, ya no habrá más muerte, enfermedad, angustia o dolor. Pero mientras esperamos ese momento con paciencia y amor, aún tenemos que perseverar en el dolor, mientras éste perdure. Pero el Dios de toda gracia nos sostendrá en sus manos, llevándonos a sus propósitos, haciéndonos firmes, estables y fuertes en Él.

“Lánpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino” Salmos 119:105

“La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Mateo 6:22”

Debemos aceptar que hay mucho sufrimiento para el cual no tenemos respuesta en esta vida, en el caso de Job, nunca le dio Dios la respuesta del por qué de su sufrimiento. Cuando Dios le habló fue para recordarle quién era él: Dios y creador, y quién era Job: una criatura. Dios le hizo ver a Job que estaba hablando de más al tratar de discutir con Él. Job nos enseña que debemos aceptar tanto los bienes como los males, porque desnudos venimos a este mundo y desnudos nos iremos. Bendito sea el nombre del Señor aún cuando estemos en enfermedad, pobreza y soledad.

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“El Señor

sanó a mi hija”

Por: Lorena Farrach

D “Era alrededor de las siete de la noche; acababa de bañar a mis hijas y estaba sentada al teléfono, platicando con un amigo...”

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De repente, escuché un ruido muy fuerte que venía de mi habitación, en donde había dejado a las niñas viendo televisión. Solté el teléfono y corrí al cuarto. Al entrar, vi que la video y la televisión habían caído sobre el pómulo derecho de mi hija Natalia, que en ese entonces tenía cuatro años. La levanté del suelo y me vomitó sangre; estaba rígida. Le pedí a mi amigo que llamara urgente a mi esposo y yo salí corriendo para el hospital. Mi nombre es María Bosque de Quan. Desde pequeña le había enseñado a Natalia que cuando sintiera miedo, mencionara el nombre de Jesús y vería cómo el miedo se iba. En el auto, camino al sanatorio, le dije yo a ella: “en el nombre de Jesús, no te mueras”. Entramos a la emergencia, y por “casualidad” se encontraba un pediatra. Rápidamente atendió a mi hija; le metió una especie de globitos por las fosas nasales, para detener la hemorragia y le realizó una serie de exámenes.


Los resultados fueron: pómulo izquierdo y base del cráneo fracturados, sangrado del oído izquierdo y principales arterias del cerebro y la membrana del paladar rotas. En ese momento entró mi esposo y el pediatra nos advirtió que nos preparáramos para lo peor… No creía que sobreviviría.

Una palabra de Dios Unos hermanos de mi congregación venían de Escuintla a apoyarnos. Al llegar al hospital, nos comentaron que en el camino, en medio de la oración, el Señor les había dado esta palabra: “Natalia no está muerta, solo duerme” (ver Marcos 5:39). Ocho horas más tarde, lograron estabilizar la situación de Natalia. Decidieron tenerla sedada durante tres días. Al quitar la sedación, había seis doctores atendiéndola, debido a que su cerebro estaba ventilado, en lugar de estar sellado, lo cual daba una alta posibilidad de infecciones. Además, tenía el lado izquierdo de su cuerpo paralizado y había estado convulsionando. Mi esposo y yo, junto con los miembros de mi congregación, continuábamos orando.

El Señor nos habló nuevamente y en esta oportunidad su mensaje fue: “El que comenzó la buena obra, la va a llevar a buen fin” (Filipenses 1:6). Cinco días después, le hicieron otra tomografía al cerebro de Natalia, y su fractura había comenzado a pegar perfectamente. En casa, debíamos tener todo limpio y desinfectado para evitar cualquier infección. Para acelerar su recuperación, la niña empezó a recibir terapia diaria.

Un nuevo ánimo Durante este tiempo, aprendí que cuando se es adulto y le pasa algo a nuestro cuerpo, nos causa gran frustración; en cambio, mi hija, solo me decía: “Mami, mi mano no me hace caso”, pero seguía jugando feliz con su otra mano. Un día, que me encontraba cansada –física y emocionalmente–, por toda esta situación, me hinqué a orar y pude sentir –literalmente– cómo Dios me abrazaba; y fue esto lo que me dio nuevos ánimos para continuar. Los doctores habían indicado que Natalia no podría asistir al colegio durante todo ese año. Sin embargo, al mes siguiente de haber salido del hospital, se paró sola, y a partir de ese día, empezó a moverse completamente. Se le aplicaron otros exámenes y los resultados fueron: sus membranas habían ya cerrado y no había fractura. A los dos meses del accidente, Natalia regresó al colegio.

Un milagro Los doctores, en la emergencia del hospital que la atendieron el día del accidente, indicaron que si Natalia llegaba a vivir, era probable que tuviera parálisis o un poco de retraso mental. Ocho años después, Natalia ganó una medalla de bronce en tiro al arco, toca piano lo que indica que sus habilidades motoras funcionan bien y sus notas en el colegio, la mayoría son A. Actualmente tiene 12 años, y canta para el Señor en el grupo de alabanza de su congregación. Le gusta escuchar únicamente música de alabanza y sus amistades son básicamente sus amigos de la iglesia, que aman al Señor. Hoy día, los doctores reconocen que la recuperación total de mi hija es un milagro de Dios, porque no existe explicación médica para una sanación tan rápida y sin secuelas. El Señor volvió a hablarme por medio de su Palabra: “Esa enfermedad no va a terminar en muerte, sino que ha de servir para mostrar la gloria de Dios y también la gloria del Hijo de Dios” (Juan 11:4). Comparto este testimonio, para mostrar el poder de Dios y decirte que así como El Señor sanó a Natalia, puede sanarte a ti también, no importando el diagnóstico humano. Él es un ¡Dios de amor, de poder y de sanidad! Como dice en Éxodo 15:26 “yo soy el Señor su Dios el que los sana a ustedes”. Sólo tienes que pedirle y creerle y Él actuará en su momento, de acuerdo a su voluntad y a lo que es mejor para ti.

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¿En qué estoy poniendo

mí confianza?

Por: César Castañeda

E “Cuando formulamos preguntas como ésta, rápido contestamos muchas cosas que suenan muy loables, pero no siempre denotan lo que verdaderamente hay en nuestro corazón.

n situaciones difíciles o cuando estamos con problemas, decimos que confiamos en Dios, pero nuestras acciones demuestran que estamos confiando más en nuestros esfuerzos, en el sistema, en las circunstancias, en los demás o en los recursos. De esta forma, perdemos totalmente el enfoque de que sólo en Dios está la solución a todo. Él es la verdadera fuente de vida y sólo en Él tiene sentido mi vida. Dios es el único que tiene todos los atributos para que confiemos plenamente en Él, no importando por lo que estemos atravesando. La Biblia nos recuerda que en una ocasión, el profeta reprendió al pueblo de Israel porque hizo el mal dos veces, primero, abandonó a Dios, quien es fuente de vida y, segundo, construyeron cisternas rotas que no retenían el agua (ver Jeremías 2:13). En esta oportunidad, el profeta reprende a los dirigentes espirituales del pueblo porque no consultaron con el Señor y dijo que -ni los pueblos paganos habían abandonado a sus dioses como lo hizo Israel-. Como vemos, es muy delgada la línea entre confiar en Dios y confiar en algo o alguien más. Es fácil confiar en nosotros mismos, en los demás, en las circunstancias, en el sistema, en el mundo, en el dinero, y dejar de confiar en el Señor.

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Confiar en nosotros mismos

Confiar en los demás

Cuando confiamos en nosotros mismos, dependemos de nuestra habilidad, nuestro esfuerzo, nuestra capacidad o nuestras estrategias, y no dependemos de Dios o de su palabra. Con esto no me refiero a que, como hijos de Dios, no tengamos habilidades, capacidades, seamos competentes o que dejemos de esforzarnos. El problema es cuando dejamos de orar por una situación específica, o no buscamos la dirección de Dios para realizar alguna tarea o emprender algún proyecto, o simplemente, desconocemos su voluntad para hacer lo que se requiere de nosotros.

Otras veces, ponemos nuestra confianza en los demás, en hombres imperfectos como nosotros, que se equivocan, que nos pueden fallar, y dejamos de poner nuestra confianza en Dios. En el libro de Jeremías, se nos advierte: “Así dice el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita” (Jeremías 17:5-6).

Recordemos lo que nos dice el libro de Proverbios: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal” (Proverbios 3:5-7). El apóstol Pablo decía que tenía motivos para confiar en esfuerzos humanos, pero que todo eso que era ganancia, lo consideraba una pérdida por el valor de conocer a Cristo. No quería su propia justicia, que procedía de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo (ver Filipenses 3:4-8). Por otro lado, podemos estar falsamente confiando en Dios, sin esforzarnos y esperando que Dios haga nuestra parte. Él quiere que, con una actitud de confianza, nos esforcemos y seamos valientes para marcar la diferencia en el medio donde nos encontremos.

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No nos engañemos, cuando ponemos a otras personas en el lugar que no les corresponde en nuestro corazón, estamos poniendo los ojos en ellas. ¡Cuidado! Nos pueden defraudar y nos quedaremos como esa zarza en el desierto, solos, y no nos daremos cuenta cuando venga el bien. Jeremías nos habla de que el corazón del hombre es engañoso y perverso, por lo tanto, no podemos poner nuestra confianza en otro hombre, ni en nosotros mismos, porque nos irá mal (ver Jeremías 17:9).

Dios es confiable porque no es variable como los hombres, que a veces decimos una cosa, pero hacemos otra, o sentimos de tal forma y luego de otra. Con esto no quiero decir que no seamos dignos de confianza, pero como imperfectos que somos, podemos fallar y es por eso que no debemos de poner nuestra seguridad en alguien más, sino sólo en Dios, que es perfecto y no cambia. Ver Números 23:19: “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer”.

Confiar en las circunstancias También podemos poner nuestra confianza en las circunstancias, en el sistema o en el mundo y nos desenfocamos de Dios. Por un lado, cuando las cosas están bien, tendemos a pensar que el bienestar que tenemos es por nuestro trabajo, las buenas influencias, las amistades y, aparentemente, no hay problemas. Dejamos de confiar en Dios, de orar, de leer su Palabra, de congregarnos y comenzamos a acomodarnos a este mundo y al sistema.

Confiar en Dios Solamente podemos confiar en Dios, que es fiel y digno de confianza. Los hombres nos pueden fallar, pero Dios nunca nos falla. Las personas pueden ponerse fachadas, pero Dios es el único que conoce los corazones y las intenciones más profundas, y nos dice: “Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:10).

Por otro lado, puede ser que en nuestra vida las cosas alrededor están mal, las circunstancias están contrarias, no se logra ver una solución, la situación es mala y en vez de mejorar, empeoramos. Es en estos momentos que nuestra confianza debe estar firme en el Señor, a pesar de las circunstancias “Vivimos por fe, no por vista” (2a Corintios 5:6-7).


En Romanos 12:2, el Señor nos dice: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” En otro pasaje encontramos: “Tal es el destino de los que se olvidan de Dios; así termina la esperanza de los impíos. Muy débiles son sus esperanzas; han puesto su confianza en una telaraña. No podrán sostenerse cuando se apoyen en ella; no quedarán en pie cuando se prendan de sus hilos” (Job 8:13-15).

Confiar en la riqueza Otras veces confiamos en el dinero, las riquezas y las cosas materiales. Rico no es aquel que tiene mucho, sino aquel que lo que tiene, se vuelve tan grande que ya no cabe el Señor en su corazón (sea una sola o muchas cosas). Vemos que Pablo le decía a Timoteo: “A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos” (1a Timoteo 6:17).

Dolor, aflicción, temor... En otras ocasiones, nos podemos sentir con dolor, zozobra, aflicción, temor o inseguridad y no hay nada seguro a nuestro alrededor en que podamos poner nuestra confianza. Seguimos adelante a pesar de las aflicciones.

Jesús nos dijo que en este mundo tendríamos aflicción pero que confiáramos porque Él ya venció al mundo. Solamente el Señor nos puede dar ese refugio que nuestra alma necesita. En la palabra de Dios encontramos una promesa que debemos atesorar: “Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía. Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una roca eterna” (Isaías 26:3-4). El Señor trabaja constantemente nuestro carácter para llegar a ser como Él. El Salmo 31:14-16 dice: “Pero yo, Señor, en ti confío, y digo -tú eres mi Dios-, mi vida entera está en tus manos; líbrame de mis enemigos y perseguidores. Que irradie tu faz sobre tu siervo; por tu gran amor, sálvame”.

Oración Padre, perdona las veces que no hemos confiado en ti, porque de una u otra manera, hemos puesto los ojos en nosotros mismos o en otros y no en ti, que eres fuente de agua viva. Hemos visto las circunstancias y las cosas de este mundo y dejamos de confiar en ti y apartamos nuestros ojos de ti, perdónanos Señor. Ahora queremos buscarte, ayúdanos a confiar plenamente en ti y a enfocarnos en el único Dios verdadero y en tu santo nombre. Amén.

Fe, es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1)

Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. (Marcos 11:24)

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¿Cómo conquistar la

amargura?

Por: Paul G. Caram

S “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15).

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Ser agradecidos

i hacemos un balance de lo que tenemos y lo que nos sucede cada día, veremos que las cosas positivas sobrepasan a las negativas por una gran diferencia. Sin embargo, la mayoría de veces nos quedamos recreando los sucesos negativos o pensando en lo que no tenemos. En lugar de concentrarnos en lo que no tenemos, deberíamos de hacer un alto y contar las bendiciones recibidas. Debemos estar agradecidos por todo lo que Dios ha hecho por nosotros y por todas las cosas que ha traído a nuestras vidas (ver 1a Tesalonicenses 5:18). Aún las épocas oscuras, son un regalo y un “tesoro” de Dios para nosotros (ver Isaías 45:3). Algunos de los mayores tesoros de la vida se encuentran solamente en la oscuridad. El agradecimiento convierte cada derrota en una victoria. La gratitud también trae fe y gozo a nuestros corazones, así como el favor de Dios a nuestras vidas. Entonces, enfoquémonos en las bendiciones y ofrezcamos sacrificio de acción de gracias.


No compararnos con los demás El resentimiento llega cuando nos comparamos con otros y esperamos “igualdad”. Las Escrituras nos ordenan no compararnos con los demás. Ya que somos únicos e irrepetibles, Dios nos ha dado dones y características diferentes a cada uno, de acuerdo a su voluntad y a su divina sabiduría. Por lo tanto, no demos importancia a lo que otros tengan o hagan. Debemos aprender a estar satisfechos y contentos con lo que Dios nos ha asignado (ver 2a Corintios 10:12).

Perdonar a nuestros ofensores Es más fácil perdonar a los demás cuando comprendemos lo mucho que hemos herido a otras personas. La gente que es incapaz de perdonar, es insensible al daño que ha causado a otros, sólo siente sus propias heridas. Relevemos a nuestros ofensores de todas las heridas y privaciones que nos hayan provocado. Perdonémoslos por todas las promesas rotas y desengaños, como Dios perdona nuestras ofensas (ver Efesios 4:32). En el Salmo 103:10 dice que Dios no nos ha dado el juicio que nos correspondía. Por eso, debemos ser clementes para con los demás. Recordemos que cuando endurecemos el corazón contra alguien, no podemos ser receptivos al Señor. El corazón se vuelve insensible y cauterizado. El resentimiento es el resultado de rechazar la gracia sustentadora que está a nuestra disposición en los momentos de dolor (ver Hebreos12:15).

No vengarnos Las represalias y el tratar de “ajustar cuentas” sólo nos endurecen más (ver Proverbios 24:29). En 1a Pedro 2:23 dice: “¡Encomiéndele a Dios la ofensa!”. A la larga, no da resultado “descargar la ira”. Cada vez que ejercitamos la vieja naturaleza ¡la reforzamos aún más!

Practicar pensamientos misericordiosos Las meditaciones que escogemos son bastante importantes. Las palabras y los hechos comienzan en el pensamiento. Entonces, una buena práctica es escoger buenos pensamientos acerca de nuestros ofensores. ¡Esto requiere esfuerzo y gracia! pero con el tiempo, se convertirá en hábito y lograremos llegar a perdonar y a tener más bondad con estas personas. Tengamos asimismo, pequeños gestos de nobleza para quienes nos han perjudicado. Al hablar de ellos, hagámoslo en forma edificante; y sobre todo, oremos por ellos.

Dios tiene una bendición en cada injusticia Si mantenemos rectos nuestros corazones, las experiencias crueles y lastimosas traerán numerosas bendiciones. Dios ha dispuesto “las injusticias” para bendecir nuestro postrer estado (ver Génesis 50:20).

Dios nos reivindicará En esta vida no esperes justicia todo el tiempo. Aquí en la tierra, Jesús no tuvo justicia. Sin embargo, Él será reivindicado cuando regrese, y esto para toda la eternidad.

Jesús sufrió injusticias Nuestro Señor Jesús sufrió injusticias y no tenía por qué soportar esto, ¿verdad? Los apóstoles estuvieron “gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hechos 5:41). Entonces, todos estamos llamados a sufrir por causa de la justicia y a ser “partícipes de las aflicciones por el Evangelio según el poder de Dios” (ver 2a Timoteo 1:8).

Aceptar todo lo que Dios nos depare ¡Ésta es verdadera mansedumbre! Toda cosa que el Señor nos depara fue dispuesta para nuestro beneficio y perfeccionamiento. Dios quitará el “aguijón” cuando su obra específica esté consumada en nuestras vidas. La sabiduría y el amor de Dios por nosotros son perfectos. Él es digno de nuestra confianza y, al demostrárselo, lo agradamos.

Adoptar el criterio de que “no merecemos nada” Nosotros no merecemos algo más ni algo mejor, nosotros no merecemos nada. Dios no nos debe nada. Él se complace en conceder muchas y amplias bondades al hombre, pero éste no las merece. El hombre por lo general es desagradecido. El dar gracias por las cosas que ya poseemos nos llevará a una sincera alabanza y adoración. Cuando la ingratitud ha penetrado en nuestro corazón, es imposible alabar o adorar como es debido. En conclusión, la amargura se conquista con el perdón, la aceptación y el agradecimiento.

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Cánticos nuevos y no tan nuevos

Por: Lorena Pérez de García

E “La música se ha venido utilizando de generación en generación como forma de expresar nuestra adoración a Dios”.

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n varias partes de la Biblia, encontramos que el hombre edificaba altares, ofrecía sacrificios de gratitud y quemaba incienso con olores fragantes para alabar y adorar a Dios (ver Génesis 8:20, Éxodo 17:15 e Isaías 6:6). La expresión a través de la música llega más adelante, por la necesidad de comunicar las emociones, los sentimientos hacia Dios y su creación, y para agradecer por las bendiciones recibidas. Es así que, de generación en generación, se ha venido usando esta forma de expresión y hoy más que nunca, tenemos la oportunidad de disfrutar de los cantos que han sido grabados y difundidos por autores, poetas, cantantes y profetas, para nuestro deleite, el de la iglesia y el de Dios mismo.


Hace varias décadas, entramos a una nueva era, la Era de la Información. No hace muchos años, todos teníamos acceso a reproductoras de cassettes y CDs. Con el avance tecnológico, hoy en día se utilizan computadoras, radio y televisión. Pero también existen aparatos mucho más sofisticados, el iPod, el mp3 y mp4, y casi toda la música se encuentra en Internet a nuestra disposición. La Palabra de Dios en Santiago 5:13 dice: “Si alguien está triste, haga oración, si alguien está contento, cante alabanzas”. Estamos dando por hecho que todo el mundo, desde la época en la que se escribió la Biblia, tenía acceso a cantar alabanzas, aunque al inicio, los únicos cantos conocidos eran los que enseñaban en casa nuestros padres. Pero ahora, ya no hay excusa para dejar de cantar alabanzas, pues ya vimos que la tecnología pone a nuestra disposición diferentes medios para acceder a las canciones. En Proverbio 15:13 dice que “el corazón alegre hermosea el rostro“, entonces, todos los cristianos que cantamos alabanzas y adoración a Dios deberíamos de vernos hermosos.

¿Qué cantar? Cómo hemos visto, la información la tenemos a la orden del día. Hay una gran variedad de música para escoger: diversos compositores, grabaciones y estilos. En Internet t a m b i é n te n e m o s a c c e s o a partituras, letras y tablaturas de canciones. Si no me gusta la “adoración convencional” de la iglesia, puedo escoger rock cristiano, jazz cristiano,

grupero cristiano, reggaetón cristiano, tex-mex cristiano, rancheras cristianas, boleros cristianos, etc. Ahora bien, debemos de ser muy cuidadosos y entender que no toda la música que está al alcance de nuestra “compu” o en la radio, es música que alaba al Señor. Los maravillosos músicos cristianos nos han provisto de las suficientes herramientas para que se haga realidad el versículo que dice “CANTAR SIN CESAR”.

* Cantos que nos inviten a alzar las manos, a buscar el corazón de Dios, a danzar, a estar llenos de gozo (ver Salmo 150 y Nehemías 8:10). * Cantos que nos permitan reflexionar que Dios es y lo llena todo, que es la única fuente de nuestra salvación en Cristo Jesús (Ver Hechos 4:12). * Cantos que nos proporcionen paz (ver Romanos 5:1). * Cantos nuevos, que renueven y nos rejuvenezcan como el águila (ver Salmo 103:5).

Tipos de canciones

¿Cómo decidir qué cantar?

Tenemos cánticos de testimonios en los que el autor comparte alguna situación difícil por la que ha atravesado y cómo Dios lo rescató. Hay cánticos que relatan la rebeldía del ser humano y las formas magníficas que Dios usa para atraerle a su corazón. También existen cantos sobre nuestra futura morada celestial, que expresan lo pobre que somos en espíritu y lo lindo que será el cielo cuando estemos allá. Veamos los tipos de cantos que describe la Biblia: * Cantos que estén alineados a la palabra de Dios. “Todo me es lícito, pero no todo me conviene” (ver 1Cor. 6:12). Puedo cantar música “secular”, pero eso no alimentará mi espíritu. * Cantos que le hablen a Dios (ver Salmo 65:1 y Salmo 69:30). * Cantos que motiven e incentiven nuestro espíritu, que no nos traigan pesar o depresión (ver 1ª. Corintios 16:10). * Cantos que llenen de júbilo nuestro entendimiento, nuestro espíritu y alma (ver Jud. 24).

Es difícil escoger qué cantar. Pon atención. La letra es crucial, la melodía es importante y los instrumentos solo adornan. Lo que hay que ver en el fondo, es el corazón del adorador, si su caminar es íntegro delante de Dios. De la abundancia del corazón habla la boca. Si eres cristiano de verdad y tienes una relación positiva con Jesús, tú mismo podrás entonar éstos u otros cantos, conociendo y discerniendo si es alabanza verdadera o no. Si no eres cristiano aún, Dios no está buscándote para que llenes las bancas de la iglesia. Está buscándote para ofrecerte la salvación de tu alma. Tú puedes ser hoy un alabador, que canta alabanzas porque está feliz, y hay muchas razones para ser feliz, principiando porque Jesús murió y resucitó por la salvación de tu alma. También porque ha salido el sol una vez más para ti. Los planetas describen en su órbita sonidos inaudibles para nosotros, por su baja frecuencia, pero el universo entero canta al Señor. ¡Regocíjate Sión y canta a tu Creador!

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Devocional mujer con propósito MARCOS 3:31-35 Ora antes de comenzar y lee el versículo anterior. Enfaticemos las palabras de Jesús “Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

¿Qué es hacer la voluntad de Dios?

Se puede responder con muchos verbos, con muchos versículos que creemos importantes y tendríamos cantidad de ideas.

Ahora veamos algo práctico… ¿En qué áreas de tu vida necesitas implementar la obediencia?

Mateo 22:37-39 dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu ♥, con toda tu alma y con toda tu mente. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Este es el gran mandamiento.” 1a Juan 3:24 añade: “El que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él.” En 1a Juan 1:3 leemos: “Y en esto sabemos que nosotros lo conocemos, si guardamos sus mandamientos.”

¿Qué acciones específicas puedes proponerte para actuar en obediencia a Dios esta semana?

Juan 14:15 señala: “Si ustedes me aman obedecerán mis mandamientos.” En todos estos versículos vemos que Dios demanda obediencia. La obediencia es el resultado del amor, el amor que profesamos por Él. Es un acto de agradecimiento por la salvación que Jesucristo nos regaló. Es un acto voluntario, ¡NUNCA! impuesto. El amor es la base para toda nuestra vida, porque el mismo Dios que nos creó es amor (ver 1ª Juan 4:8).

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Haz ahora una oración, Dios conoce tu vida y tus deseos. Él conoce tus necesidades. Cuéntale tu deseo de obedecerlo. “El hacer tu voluntad Dios mío me ha agradado y tu ley está en medio de mi ♥”. Salmos


ROMANOS 16: 1-16 Pablo se despide de sus amigos en Roma, quienes lo han apoyado materialmente y en oración. Son amigos que incluso estaban dispuestos a dar su propia vida por Cristo para ayudar a Pablo y a su ministerio. Él menciona muchas mujeres virtuosas que han sido llamadas a ser valientes por el esparcimiento del evangelio, con iniciativa y voluntad férrea proveniente de Dios.

¿Con quién de estos personajes te identificas? ¿A quién has servido de modo que te reconozca como Pablo lo hace con sus amigos? Dios nos habla para atender la necesidad de alguien. ¿Has seguido esa “voz interior” del Espíritu Santo? La Navidad pasada escuché esa voz que me dijo “regala una canasta navideña a tal familia, ellos tienen necesidad”. Por muchas razones no me fue posible hacer ese regalo, y cada vez que veo a estas personas me siento culpable por no haberlo hecho. No dejes que eso pase a ti. Tenemos oportunidades todos los días de bendecir a alguien, nuestros vecinos, compañeros de trabajo, de la universidad, etc. Proponte atender ese “llamado” de Dios cada vez que lo escuches. Proverbios 31:20 dice que ayudar al pobre y necesitado es una de las cualidades de la mujer virtuosa. ¿Cómo tratas a la señora que te ayuda con la limpieza? ¿Come ella con ustedes en la mesa o come aparte? Porque ella puede conocer a Dios por medio de ti.

El causar divisiones da la victoria al diablo (como dice el refrán “Divide y vencerás”). Por lo tanto, es necesario que el pueblo de Dios busque primero las cosas en común que permitan unión y no división. La lista de personas de las que se despide Pablo tenían algo en común, estaban unidos para servir a Dios y unidos para apoyar a Pablo en el esparcimiento del evangelio. Estas personas buscaron el vínculo correcto para ser fuertes espiritualmente. Algún día Dios reconocerá nuestras bondades, como Pablo a sus amigos. “Bien buen siervo y fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré…” (Mateo 25:23). Versículos 21-27: “Busquemos ese mismo sentir con nuestros hermanos, que pueda conectarnos y hacernos indivisibles”. Pablo se despide mencionando a un equipo que le ayudó en el ministerio, incluso alguien a quien le dictó y escribió la carta, y que también manda sus saludos. Imitemos el ejemplo de Pablo de reconocer a otros por la ayuda y el servicio que dan. Puedes escribirle una nota, comprarle un chocolate o darle flores, por ejemplo. Es muy fácil encontrar diferencias con las personas de nuestra iglesia, pensamos diferente, reaccionamos de manera distinta, usamos diversos tipos de peinados, pero hay algo en lo que no podemos tener diferencias, y es en hacer la voluntad de nuestro Dios. Es una sola voluntad y no muchas.

En los versículos 17-20 dice: “Después de los saludos a sus amigos, el apóstol Pablo recalca que el pueblo de Dios se cuide de los hermanos que causan divisiones, que provocan pleitos y habladurías. Existen personas dentro de las mismas iglesias que siembran chismes.

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