MEDITACIÓN Lerodriguez
Cuando creo que Jesús me ha salvado por su muerte en la cruz; cuando me arrepiento de mis pecados y acepto que la sangre de Cristo me limpia de todo pecado (1Jn,1m7), en ese momento preciso comienzo a ser “nueva criatura”, y tengo la experiencia de ser “hijo de Dios” y “miembro de la iglesia”.
VIVAMOS NUESTRA SALVACIÓN P. Hugo Estrada sdb
Muy consolador lo que escribe san Pablo en su Carta a los Efesios: Ustedes han sido salvados por la gracia mediante la fe, y esto no viene de ustedes, sino que es un don de Dios (Ef 2,8).
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a Biblia claramente enseña que la salvación no la podemos ganar a base de buenas obras; no la podemos merecer de alguna manera. Simplemente es un regalo de Dios, que teológicamente se llama “gracia”. Esa gracia la recibimos cuando, después de escuchar la Palabra de Dios (en la predicación, en la lectura de la Biblia), nos atrevemos a creer que Jesús, en la cruz, llevó la maldi-
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ción que tenía que caer sobre nosotros por nuestros pecados. Como dice Pablo, Jesús fue hecho maldición para que nosotros fuéramos justificados, es decir, puestos en buena relación con Dios (Gal 3, 12). Cuando, por gracia de Dios, después de oír la predicación, creo que Jesús me ha salvado por su muerte en la cruz; cuando me arrepiento de mis
Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
pecados y acepto que la sangre de Cristo me limpia de todo pecado (1Jn,1m7), en ese momento preciso comienzo a ser “nueva criatura”, y tengo la experiencia de ser “hijo de Dios” y “miembro de la iglesia” que fundó Jesús. Se me concede la salvación, que debo cuidar como lo más precioso que Dios me ha regalado. Todo esto no debe ser una piadosa creencia, sino una experiencia viva todos los días de mi vida. Me debo sentir salvado por Jesús, me debo sentir hijo de Dios, dirigido por el Espíritu Santo. Sin lugar a dudas, es un nuevo nacimiento que me indica que soy templo del Espíritu Santo y que he sido salvado. Si persevero en la fe en Jesús, él me asegura que tiene una morada eterna para mí (Jn14,2). Son muchas, muchísimas, lastimosamente, las personas que continuamente dudan acerca de su salvación; que tienen escrúpulos, que sufren por eso. Cuando era joven, san Francisco de Sales cayó en profunda depresión pensando que tal vez no se salvaría. Era un joven piadoso y bondadoso, pero se dejaba influir por el “jansenismo”, una doctrina, que predominaba en ese tiempo. Según el jansenismo,