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Los Portales. — Calle del Refugio.— El Viático.—Café del Progreso.— Teatro Nacional. — Ejecución de Roberto el Diablo.—Fonducho del Conejo Blanco Noche de Luna.—Serenatas.- Vendedo-

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

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A causa del fracaso recibido, muy impresionado me acosté la noche de ai piel día y soñé cosas verdaderamente extraordinarias. Muchas fueron las peripecias de mi sueño, mas pusieron en claro que para llevar á la práctica., como es debido, ciertas leyes, es necesario (pie la ilustración penetre en las masas populares. Al coordinar ya despierto estas ideas no pude menos que dar gracias á Dios por mi relevo. A los que no estén conformes con la tesis he de decirles, (pie siendo los sueños inconscientes no debe darse importancia á lo soñado.

Toco el tin de mi regiduría, dejando en el tinturo otros percances en el que intervinieron grandes poderes, y poderes secundarios, entre los que fluctuaba el de los ediles, constituyendo los tres, en su conjunto, la viciosa organización que tenía nuestro Ayuntamiento.

Una iniciativa lanzada de improviso en el seno del Cabildo, llenóme de asombro por la magnitud del asunto que envolvía. Para doI minar una revolución que ya tocaba alas puertas de México era preciso ceder al Gobierno linos créditos pertenecientes al Municipio de

México, y aunque no se expresaba el monto de éstos, calculé su importancia por el objeto ! á <pie se destinaban y por el rédito de ii.(XX) pesos que producían, único dato (pie pudo ponerse en claro. Opúseme á ese despropósito : manifestando que el Ayuntamiento no estaba i autorizado liara ceder bienes quo administraI ba. á pesar de las razones de conveniencia que en favor de la cesión de dichos bienes se alegaban, con la percepción mensual de 3,(XX) pesos (pie entregaría la Aduana, Tres horas sostúvose la discusión, juntamente con uno de i mis apreciables compañeros, cuyo nombre no i expreso por no estar autorizado para ello; ¡ mas al fin, y á pesar de mis pobres argumentos y d*i los ilustrados y jurídicos de mi comí pañero, la cesión se aprobó por mayoría de votos.

Al día siguiente presenté mi renuncia, y aunque no se me admitió, no volví á aparecer más en el Cabildo.

eléctricos con los que nos ha favorecido nuestro ilustre Ayuntamiento. Tampoco voy á hablarte del México de fines del siglo X V I I I, época en la cual los ladrones y pendencieros satisfagan impunemente sus perversas inclinaciones, favorecidos por la densa obscuridad que reinaba e n las plazas y calles, después de la hora de la queda, en que se apagaban los hachones que Ponían delante de sus puertas los comerciantes, y cuando se extinguía la luz de las velas de 8ebo que ardían en farolillos, pendientes de los balcones de una que otra casa rica. No, voy á a p o n e r te de lo que fué nuestra hermosa Capital allá por los años del Señor de 1850 á 1870; m as p a r a p r o c e d e r (,on a ] g ú n acierto, preciso es hacer de las noches tres importantes distinciones: I.*, noclas d e absoluta obscuridad; 2.a . noches de verdadera luna, y 3.*, noches de luna oficial, siendo de notar que poco temor infundían las primeras, ninguno las segundas y mucho Jas terceras; de suerte que por causa de éstas, ganas daban de rogar á la Divina Providencia ^ se dignase transportar á muy remotas regiones á la casta Diana para que fuese á ser, en le]anos mundos, la dulce confidente de otros amores y nos libertase de las tendencias económ i c as de nuestros ediles.

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°i para nosotros no existe hoy un diablo cojuelo, bastante complaciente que nos conozca al chapitel de una torre para mostrarnos ®8de allí, mediante la desaparición de los te°8 de las casas, escenas verdaderamente reaa s con las que saciaba su curiosidad el j^eno d e D o n c l e o f a g L e a n d r 0 P é r e z Z a m . 11 lo, la facultad de mi memoria substituirá

Poder de aquel travieso diablillo y, en virde ella, haré que retrograde el tiempo, á nj Ponerte frente á frente de otra sociedad e o^as costumbres y de revelarte, cuando aso lo requiera, los vicios que han afectay aun afectan á esa comunidad de personas de cuyos actos nadie es individualmente responsable, por perjudiciales que sean, razón por la cual es difícil y tardía la corrección de sus faltas. Caligula deseaba que todo el pueblo romano poseyese una sola cabeza para abatirla de un simple tajo; pero yo, más humano que el hijo de Germánico y Agripina, no quisiera tanto; me conformarla con que toda la sociedad tuviese un sólo cuerpo para darle unos cuantos azotes cada vez que se desvía de todo lo digno y correcto, aunque sospecho que no daría aquélla tregua ni descanso á mi brazo, pues tal es de inconsecuente, malcriada y corajuda.

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

Durante las horas de la noche, horas menguadas para las calles por falta de la luna, como dijo el famoso Don Luis Vélez de Guevara, la debilona luz que producían en el centro de la ciudad 750 aparatos de líquido de trementina que dieron en llamar gas liquido, y la más escasa, todavía, que emitían otros mil de aceite en los suburbios, en va.no pugnaban por disipar la obscuridad. La colocación de los faroles á prudentes distancias, en pies de ga-

LA CATEDRAL Y LAS CADENAS ANTES DE 1840. lio de fierro, rijos en las paredes de los edificios y alternados, producían, ¿pesar de sus débiles destellos, un hermoso efecto de perspectiva, á causa de la rectitud y grande extensión de las calles, alumbrado al cual prestaban ayuda con sus reflejos, hasta ciertas horas de la noche, algunos quinqués y aparatos de Bagally ó de Green, pertenecientes a boticas, pulperías, estanquillos, tendejones y otros establecimientos comerciales de; ínfima importancia.

No existiendo por las noches el paseo de la Alameda, á causa di; estar privada de alumbrado, de hallarse! rodeada de inmundas aeequias y de tener sus puertas de hierro cerradas, y no siendo, por otra parte, esas noches de luna, que disponían el ánimo para gozar instantes de esparcimiento en el paseo de las cadenas, forzoso era prescindir de todo ejercicio higiénico y aixílar á otras distracciones, como las que voy á proporcionarte, lector amigo, dignándote favorecerme con tu agradable compañía, permitiendo que nos transportemos á aquellos, si no para tu persona, sí para la mía, felices tiempos. -¿Adonde quieres que te lleve, hoy día ÜO de Noviembre de 1852? Al teatro.—Has hecho una excelente elección, pues oirás al gran Marini en Roberto el Dioblo. Vístete de etiqueta y cogido de mi brazo echemos á andar por esas (talles de Dios. El poco movimiento que adviertes en éstas no te revelan, ciertamente, la importancia de una capital que • : cuenta con 200,000 almas; pues, con excepción de la gente (pie se retira á sus hogares y la que, corno nosotros, se dirige al teatro, sólo encontramos algunos individuos (pie vocean sus mercancías. Por aquí, un hombre del pueblo, envuelto en su manta, TÍO muy aseada que digamos, y bajo la cual lleva un cesto, grita de tiempo en tiempo: castaña, asada y cocida, castaña asada ; por allí otro canta: turrón de alluevdra, cutera y molida, turrón de almendra; ya es una india la (pie nos sorprende con su agudo grito:

No in. nm.rán *

ó bien otra que nos aturde con el de : no mercarán juilas asados. Por aquí nos sale al encuentro un muchacho ofreciéndonos fósforos i) cerillos, ó fósforos del silencio, y por allí se nos presenta la tamalera, sentada en el umbral de una puerta, al lado de una olla grande, cubierta con lienzo blanco (pie por tapadera tiene un plato de barro vidriado, y oímos (pie nos dice al pasar: lanaditos cernidos de, chile, de dulce y da manteca, pasen á merendar. Nos hallamos en la avenida del Empedradillo, frente de nuestra Catedral, único edificio monumental que se levanta en la espaciosa plaza, llamada de Armas, unas veces, y de la Constitución, otras.

Nos internamos en el Portal de los Mercaderes, por la bocacalle de Plateros y, á poco andar, nos hallamos frente á frente del anti-

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PORTAL DE MERCADERES.

Suo Café del Cazador, más como la hora noes 'a que nos conviene para visitarlo, seguimos adelante, dejando á nuestra derecha, los puestos de los dulceros (pie, por las noches, colocan sus mesillas ante las cerradas puertas de la s sombrererías, ramo principal del comercio e n egte lugar durante el día, y por nuestra izquierda, las alacenas de juguetes para niños, cerradas también de noche, y las cuales, como

PORTAL DE AGUSTINOS.

je s observar, amigo mío, están adheridas á s Pilastras de la Arquería. En los resaltos as alacenas descansan algunos individuos, soñolientos unos y muy despiertos otros, sosteniendo los últimos animada plática sobra los palpitantes asuntos de la política.

Llegamos al término del portal y proseguimos nuestro paseo por el de Agustinos. Ante las dos pilastras del arco, que en la cortada es quina sirve de unión á las dos arquerías, se levantan las alacenas de libros, de Don Antonio y Don Cristóbal de la Torre, quienes á pesar de sus exiguos establecimientos, y de tener al frente, en la esquina, interior de ambos portales, la gran librería de Rosa y Bouret, hacen muy buen negocio. El portal de los Agustinos ofrece el mismo aspecto del anterior y sólo te llaman la atención las covachas en que se encuentran expendios permanentes de dulces, covachas que tiene sus techos inclinados, á causa de estar formados por los segundos tramos de las escaleras que conducen á las viviendas del segundo y tercer piso. Como estas casas carecen de patios dichas escaleras arrancan á cortísima distancia de los zaguanes.

En la medianía del portal, cuyos arcos han perdido sus justas proporciones, por sucesivos hundimientos de las pilastras y por la elevación del suelo, descubrimos el largo y estrecho Callejón de Bilbao, y en el mismo portal, bajo del arco frontero á la entrada de dicha callejuela, dos mesas cubiertas con grandes manteles, y sobre éstos, platos y varias fuentes con ensalada de lechuga, grandes rábanos escamados y carnes frías, y al pasar frente de ellas se nos invita á cenar, diciéndonos: aquí liii)jj¡((¡ii(>rc donoso. A fuerza da preguntas, he llegado á investigar que el donoso es el fiambra aumentado con tamales calientes. Sigamos de frente, mi complaciente amigo, y no nos detengamos á tomar el donoso en paraje tan pvíblioo, por no ser decente, que ya te llevaré, al terminar la ópera, al chiribitil del "Conejo Blanco," donde cenarás muy bien y á tus anchas. Fuera ya del portal, nos hallamos en la bocacalle de la Palma, frente de la cual se levanta la elevada tapia perteneciente al Convento de Capuchinas, la que según pue-

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des observar, divide en dos tramos la vía pública, uno al Oriente con la denominación de Tlapaleros ó del Portal de Agustinos, y otro al Occidente, con la del Refugio. En ese elevado paredón, coronado por una citarilla de ladrillo,

CALLE DEL REFUGIO.

puedes ver un retablo de la Virgen que bajo la advocación de Nuestra Señora del Refugio, pintó en lienzo el insigne Miguel Cabrera; el retablo se halla sobre una repisa, de piedra y resguardado por un cobertizo de madera y plomo. Puedes observar ese gran nicho á favor de la luz de sus farolas y de la (pie despide el buen alumbrado de los sa Iones de billar del Café de lit Helia l nión (pu; está al frente.

Cuando era conocida con el sólo nombre de la Acequia la serie de calles, (pío daba principio en el Puente de la Leña y terminaba en el callejón de Dolores, cerrado por el Convento de San Francisco, habíase formado un basurero al pie de la tapia del Convento de Capuchinas, lugar en (pie no pocas indecencias se cometían. Hacia mediados del Siglo XVT1I, pasando por ahí el jesuíta D. Francisco Javier Lazcano, observó una de esas faltas á la moral y, desde luego, se propuso cortar de raiz el mal. Con el concurso de algunas personas y mediante el permiso del Ayuntamiento, hizo limpiar el lugar y poner en la sobredicha tapia la imagen de Nuestra Señora del Refugio de Pecadores, pintada en lienzo, como se ha dicho, por el insigne Cabrera. Con este motivo, el tramo de la Calle de la Acequia, desde el mencionado paredón hasta la esquina del Puente del Espíritu Santo recibió el nombre de Calle del Refugio, así como el otro tramo, desde dicha pared hasta la esquina de la Monterilla, tomó el de Tlapaleros, á causa de haber establecido en él sus tiendas los comerciantes en sustancias y útiles para los pintores, tiendas llamadas en México Tlapalerías i Tia ¡¡all i color).

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Pasamos adelante y dejando atrás el Café de la Bella Unión y algunas casas particulares, nos internamos en el destartalado portal de La Fruta, que da principio como á los dos

PORTAL DE LA FRUTA.

tercios de la expresada Calle del Refugio y termina en la esquina de la llamada del Espíritu Santo.

CUADROS DE COSTUMBRES. 157

Al hotel y Café de la Gran Sociedad sigue ese portal llamado del Águila de Oro, el cual Por su buena construcción y esbeltos arcos dista mucho de ofrecer el feo aspecto que hemos observado, querido amigo, en el de la Fruta y el que obsarvaremos en el siguiente, ó sea portal del Coliseo. En el portal del Águila de Oro se encuentra el establecimiento de Reynaud, expendio de dulces y carnes frías y en la acera de enfrente la famosa dulcería francesa denominada el Paraíso Terrestre, competidora de los establecimientos del mismo género de Devers y Gramout, en las calles del Puente y Espíritu Santo, respectivamente.

En la esquina del Callejón del Espíritu Santo termina dicho portal, y en la opuesta, donde 8e encuentra el establecimiento litográfico de Don Antonio Decaen, da principio el portal del Coliseo. Tan feo y sucio como el de la Fruta está formado de toscas pilastras que, por capite-

PORTAL DEL ÁGUILA DE ORO.

es, tienen zapatos de madera en que asientan aviesas horizontales, también de madera que, 811 vez, sostienen el muro superior, con el balconaje del nada. (,stétioo edificio. Hacia la me(llíuiía del portal, la plancha de madera ó tramesa horizontal está sustituida por un arco, y el balcón, correspondiente difiere de los des por algunas molduras y relieves de mal gusto. Asegúrase que ese arco era la entrada . distinción del Teatro Principal, reservada al V irrey.

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'•>l sonido de una sonora campanilla nos J u n c ia que el Sagrado Viático se acerca, y en efecto, á poco andar, nos hallamos frente á frente de la estufa del Divinísimo, precedida por

PORTAL DEL COLISEO.

los hermanos de Nuestro Amo, que no cesan de cantar el alabado. La estufa va custodiada por dos soldados y un cabo con el fusil al brazo. A las puertas y ventanas asoman los vecinos que con sus velas encendidas alumbran el tránsito de su Divina Majestad, y nosotros, como todos, nos descubrimos y ponemos una rodilla en tierra. La costumbre de acompañar por las (talles al sagrado Viático data de 1742, establecida por una congregación de artesanos y adoptada por diversas clases sociales, cuyos individuos recibieron el nombre de Hermanos de Nuestro Amo. En la época de que se trata, solamente gentes del pueblo eran los que no abandonaban aquella práctica y la de ir cantando jaculato-

rias por la calle. En el Siglo XVIII los hermanos, mercaderes y eclesiásticos, alumbra-

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EL LIBBO DE MIS EEOÜEBDOS.

ban con cirios é iban acompañados de músi- lia un grupo de rancheros, ellos con anchos cos y cantores, estableciéndose, desde enton- sombreros de palma y sus cotonas de gamuces, la Cofradía de los Cocheros de Nuestro za, y ellas de trenzas sueltas y con sus reboAmo, oficio que desempeñaban las personas zos de bolita. Con qué placer toman aquéllos más prominentes. sus soletas y nieve de limón, que instintiva* # # mente soplan E n t r e m os antes de cada nn momento en la "Sociedad del ProFTTrrnTrn sorbo, c o mo para comunicar á aquella greso," p u es algún calor, y todavía pode- éstas sus tazomos disponer nes de café con de una media leche y sendas hora, antes de p o s t a d as de q\ie dé princi- pan con manpio la Opera. teca. En otra Un gran patio mesa, un honc u b i e r to de rado padre de cristales, for- f a m i l ia conma, como ves, templa la fruiel salón prin- ción con que cipal del esta b l e c i m i e n t o , CAFE DEL PROGRESO. sus pequeñuelos saborean el uno de los más concurridos de la Capital; buen mantecado ó el helado de zapote ó fresa, gruesas pilastras de madera sostienen los co- en tanto que en la de más acá un individuo rredores, tras de cuyos barandales se ven si- abstraído en la lectura de un periódico, apemétricamente colocadas las puertas del hotel nas fija su atención en el que está á su lay del comedor de la gran fonda; observa en do, muy pensativo y cabizbajo, haciendo apunla parte b a j a, al tes en su cartera, frente la cantina y I referentes tal vez, á detrás del mostra- ' la distribución del dor al cantinero con sueldo recibido. Desu gorra de tercio- bajo de los corredopelo, eu la que flota res, varios grupos una gran borla de de individuos que seda; íi la derecha rodean las mesas, una portada, medio míos de pie y otros ojival, que -da en- sentados, d e n u ntrada á las salas de cian á los concienbillar; á la izquier- zudos jugadores de da una puerta y un ajedrez, ó á los que pasillo que comuse entretienen en el nican con el Teatro P r i n c i p a l, y frente de la cantina, la puerta que da entrada al café por la calle del Coliseo. Las mesas, distribuidas con simetría, están formadas por grandes discos de mármol montados sobre tripiés de fierro, y todas están ocupadas por TÉATRO PRINCIPAL. trivial juego de las damas ó en el no menos inocente del dominó, haciendo los últimos escuchar el continuo repiqueteo producido por las fichas al ser barajadas sobre el mármol. distintas clases de individuos. En una se haAbandonamos el café del Prograso saliendo por la puerta que da á la calle del Coliseo

CUADROS DE COSTUMBRES. 159

EL GRAN TEATRO.—EXTERIOR.

uevo y á poco andar nos hallamos frente á rente del vetusto Teatro Principal, acerca del

Ual me apresuro á poner en tu conocimiento í^e, á causa de contar ya la ciudad con el nuevo y hermoso Teatro de Vergara, sus puertas perft necen cerradas por largas temporadas y que e n s u escenario han brillado, últimamente ar8t&s de relevante mérito, que á su tiempo te * ** 4 conocer.

* * #

*" grito que escuchamos: "á las gorditas cuajada, señores" nos indica que nos haamos en la esquina de la calle de Vergara. 11 el pórtico del gran coliseo, frente de las ca°* números 4 y 5 de la expresada calle, vemos varios elegantes con el sobretodo al brazo, • j ^ n es esperan la llegada de las bellas damas 8X18 Pensamientos ó á otras de sus familias, Hjie sucesivamente van llegando en sus mag°os landos. Detengámonos un momento el cartel para instruirnos acerca del re*** de la p i ez a:

liberto, duque de Normandía. Sr. Salvi. I r*^11610 Bertramo Sr. Marini. •*«*] princesa de Palermo Sra. Bertuca. "da, aldeana de Normandía.. Srita. Steffenone. «fmbaldo Sr. Quinto.

«na, Superiora del Convento. Sra. MontplaWr.

Atravesamos después el hermoso y amplio vestíbulo y entramos en la gran sala, ya casi llena de espectadores, la que presenta un her-

GRAN TEATRO.—PATIO Y VESTÍBULO.

moflo aspecto. Todos los antepechos de los palcos son de madera estucada y dorada, así como las columnas y pilastras corintias que sostie-

lfJO EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

nen el atrevido arco del prescenio. Las buta- j has podido observar, más á tus anchas, la hercas son de caoba con sus cojines de tafilete niosura del salón y el buen efecto que presenrojo, muy relucientes por el aseo; cinco puer- ta por su aseo, como que, no contando el teatas posee la sala, la central y cuatro laterales tro más de nueve años de existencia, todo en de las cuales dos corresponden á los palcos j él es nuevo y la incuria no ha dado aún lugar intercolumnios, sobre los cuales están en sus para su demérito; y en tanto que lo has estahermosas repisas los bustos de dos ingenios do examinando, la concurrencia ha ocupado mexicanos, Alarcón y (loroztiza. El telón de todas las localidades y me congratulo de que boca, obra, del entendido pintor Riviere, re- tu atención se fije de preferencia en los palpresenta la gran plaza de México con l;i pro- etos. yectada columna de la Independencia y dos Con (pié atención miras el número 5,fuentes monumentales, y el otro telón ó de en- ¿Qné hermosa dama, no es verdad? y qué bien treactos, por el mismo pintor, es rojo, con ara- le sientan las riquísimas alhajas (pie ostenta bescos, cordones y flecos en el extremo de la en su alabastrino cuello y en su bien peinada cortina y tres grandes medallones en su cen- cabellera. Esa noble dama es la Sra. Doña tro con hermosas figuras que représenla!) á Dolores Escandón. Fija ahora tus miradas M e 1 p ó m e n e , en las rozaganTalla y Terpsí- tes jóvenes que core. El alum- en este momenbrado, por últi- to entran en el mo, está redu- palco 1(>. t an cido á las can- llenas de vida y dilejas del foro con sus trajes y á noventa lu- vaporosos y veo ces colocada s en que abres tamaun gran disco ños ojos domide metal blanco nado por tu adbruñido, con su miración; t en perilla dorada calma y si tanen el centro, to te gustan, te aparato á que diré q u i é n e s dan el nombre son por si intende lucerna y el tares pretender cual desciende á a l g u na de ya (¡ncendido ó GRAN TEATRO- EL SALON. ellas : son l as asciende para encenderse por la horadación hijas de Don Fernando Benítez. Me pregunpracticada en el centro del cielo raso. tas ¿quiénes son las jóvenes de la platea nú-

Las observaciones que haces revelan tu senmero 7, cuyos ojos brillan como estrellas? timiento estético, pues ha llamádote la atenSon las Eeheverrías, te contesto yo.—-Y laherción y has elogiado el grandioso aspecto del ; mosa dama de la platea anterior que seduce salón, el bello arco del prosceido y la amplitud j por su frescura y gallardía, te diré quién es, de la embocadura del foro. Pronto te conven- ' aunque no me lo preguntes: Doña Hipólita ceras de otras circunstancias favorables dees- i Urruchua, viuda de Martínez del Campo.—Dite Coliseo; tales son sus buenas condiciones \ rige luego tus miradas al palco número 20. ¿Qué acústicas, para la ópera como para la comedia, ; te parece la dama que está con esas dos jóvesu buena ventilación y sus numerosas y expe- : nes?— Hermosa como sus brillantes, oigo que ditas salidas que ponen á cubierto de cualquier ¡ me contestas, y cuidado que éstos son expeligro á los concurrentes, y por tanto, basta- ! pléndidos. - E sa dama, te digo, es Doña Ana ría decorar este teatro cual se merece, para convertirlo en uno de los de primer orden.

Instalado en una de las butacas del centro María Cubas, la noble tía que prestó á mi orfandad valioso auxilio aliviando el infortunio de mi buena madre. Las jóvenes que la acom-

CI'AHKDS lili COSTI'M liKliS. 1(51

Pafiun son la simpática é inteligente Margarita víaUnie y la .graciosa Juana Gamboa. Por constituirme en tu guía nie veo fuera <le ese Palco.-- Mas ¿quién es la elegantísima joven de soberano aspecto y en cuyo liello semblante se revela la bondad tie su caràcter? ¡All! ««Vierto que con sólo mirará la del palco nú«n.To 21, apreciasen lo que válela distinguida, Catalina Barron, (pie acompañii á su inania la n»V'le Sra. Doña Cándida Añorga. En el palco de la Sra. Agüero, que es el número 11, veras á las simpáticas y elegantes BneliH y á su kdoAlns Martínez Nogroto. atrayéndose los corazones por sus gracias juveniles.- Mira ahora en el palco número lí) á una d<' las daI n as principals, tan noble y bella «mío niiiii°|« y rica, la Sra. Doña Dolores Rubio de Rn•to, á lu ([vu: acompañan sus dos virtuosas y 8|nipAticjis hijas. ,; Qué te lia llamado la atención en ,.J j^lco jo <1U(, ,lo apartas de él los Kenielosï ¡ Ah ! ya caigo en la cuenta y iiplnuj» tu buen gusto. Ves á la hermosa Manuc,tt Barrio À no es verdad?

Mucho te ha llamado la atención la superabundante y escogida, concurrencia de imost r o primer teatro: mas te advierto, (pútrido lector, que siempre es así porque nuestro público «Míe predilección por los grandes espectáculos. Pa r ;, demostrarte cuan cierto es lo «pie te (llKO. te hago saber (pie el empresario MarelZ('k ha recogido de entradas, desde el Pide Mayo t'U (pie St, estrenó la Compañía hasta hoy Wile Noviembre, la respetable sumado UM) ,nil pesos. Los ricos jamás abandonan sus palcos en las tenqioradas, sean loscsix-ctáoulos de v crso ó canto, y aun cuando se ausentan de México, aquéllos quedan pagados. Jior lo (pie w a p l í c a la existencia constante de buenas compañías. Ninguno de (dios toma.ixw pretexto. Á la cuarta ó quinta representación, la insuficiencia ile una soprano, 6 do un tenor, ó la repetición de his ójieras. para no tomar el abono 81KUionte, ni so abonan A medias como suele f e e d er mi otras partes. Por eso tienes hoy buenos espectáculos baratos, (pie mañana sean, tal vez, tan malos como caros.

Pronto va comenzar la ópera y así te indicaré quiénes son las damas (pie ocupan lospal0 08 ei> que no has fijado tu atención por el desorden que ha seguido tu curiosa investigación, y advierto que todas ellas no ceden en elegancia y hermosura, á las (pie hemos contemplado: las Honderos, Algaras y Cnsaflores, en los palcos 2, ;¡ y 4; las Cervantes. Trigueros y Terreros, iíii los (i. i"> y M: la Sra. Victoria Rui de Pérez (-Jal vez en el 17: las Anzoáteguis (¡n el IN: Cortina. Afórenos. Sni.de Cancinoy la Sra. Noriega con sus hijas las ( Hiregonos, en los palcos 22. 2iS, 21 y 2">. y por último, las Mosos, Rincón Gallardos. Sra. I turbe y las Lombardos, en las plateas 1. 2. I. ò y S.

Las vigorosas y estridentes frases de los trombones con (pie da principio la introducción de la maravillosa obra de Meyerbeer, nos obliga, lector querido, á poner toda nuestra atención en la escena, y observa, al alzarse el telón, la ¡i|K)stura del dulce tenor Salvi y del gran bajo .Marini. que aparecen sentados coren de una mesa, y di si por su continente, no te revelan desde luego á dos grandes artistas (pie |ioseen el dominio absoluto de IÍI escena; mas no queriendo distraer para nada tu atención, dejaré para, después de terminada la ópera nuestras observaciones, tanto en loque atañe á la obra musical, como á su dcscuqieño.

Por tin. la obra (pie comenzó con una solierbia introducción, dio término, al cabo de cuatro horas, con un majestuoso terceto digno remate de la gigantesca partición. Voy á llevarte, como te ofrecí, querido amigo, á cenar á la fonda del "Conejo Blanco," á la (pie. te advierto, solemos ir muy do tiempo en tiempo y sólo l>or humorada, algunos de los concurrentes al teatro. IÍI fondista nos tiene reservada en su misma habitación una mesa, pues los demás del público se proveen del afamado donoso, en el jiortnl de Agustinos, frente al callejón, donde viste la. mesa con los manjares (pie excitaron tu ajietito. Pongámonos en camino y refiéreme, entre tanto, tus impresiones. Jamás he oído, me dices, cantante alguno como Salvi, (pie tanto seduzca, asi por Ja dulzura de su voz. como lM>r su intachable escueln, hasta el grado de que los espectadores suspenden la respiración cuando él canta. Noté, (pie para emitir sus notas altas recurre al i falsete, pero lo ejecuta con tal arte, suavidad

V modulación (pie verdaderamente encanta. En ¡•l brindis del primer acto, en la siciliana Sorte arnica a le m'ajjido, y en los dúos con Rambal-

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

do, Bertramo, Alicia é Isabel, estuvo admirable.

—Pues te diñé, amigo mío, que los mejores papeles de Salvi son los de Edgardo, en Lucía; Genaro, en Lucrecia; Nemorino, en el Elíxir de Amor; Fernando, en la Favorita; Lord Arturo, en Puritanos, y Pollioni, en Norma. ¿Y qué te pareció Marini? —Fué para mí el héroe de la noche. Es un cantante de primer orden, y ya sabía yo que tal es el concepto que de él se tiene en Europa. No solamente creo que es el artista de más nota, en su género, que ha venido al país, sino que juzgo muy difícil que otro, de tal importancia, llegue á pisar las tablas de nuestro teatro, pues á su hermosa voz, aduna la maestría del gran cantante, su arrogante figura^ y el dominio de la escena. En toda la obra estuvo fascinador. El dúo entre el sencillo Rambaldo y el satánico Bertramo, Oh che onesfuomo, che galantuomo, nada dejó que desear, mas en lo , que verdaderamente estuvo soberbio el gran Marini fué en el vals infernal, Demoni fatali, De regni infernali, acompañado de los estridentes acordes de los instrumentos de metal, y en la evocación enérgica y expresiva oh voiche qui pósate, entro la freda tomba.—M'udite voif; en el hermoso dúo con Alicia y en el majestuoso terceto final.

—Hágote saber que Marini sobresale, a d e^Ê B K más, en sus paM W*\ peles de Oroveso en Norma, Duque Rui Gómez de Silva en HerWL nani, ópera en que canta una dificilísima romanza e s c r i ta i,-Wk- :-&MM para él por el BALBiNA STEFFENONE. insigne V e r d i; Duque Alfonso en Lecrecia. Marcelo en Hugonotes, etc., etc. ¿ Y qué juicio te has formado de la Steffenone ? —Paréceme tan excelente artista como mujer hermosa. Con qué delicia escuché su delicada aria Vanne disse al figlio mió, por la dulzura con que supo expresarla, y cuánto me -entusiasmó con las bellísimas y bien interpretadas coplas nel lasciar la Normandia, interrumpidas por la llegada de Bertramo que da motivo al hermosísimo dúo. En el terceto final estuvo á la altura de sus dignos compañeros Marini y Salvi. —Veo que has estado muy acertado en tu juicio respecto de esta artista tan estimada en los teatros de Milán, Turin, Florencia y Bolonia, en el italiano de Londres y en el de Tacón en la Habana en el que cantó con la Tedesco y la Bossio. Las principales óperas del repertorio de esta excelente artista son: Norma, Roberto el Diablo, Hernani, Puritanos, María de Rohan, Lucia, Lucrecia y Atila. ¿Y qué me dices de la Bertuca y de Quinto? — Que estuvieron muy discretos en sus respectivos papeles, la primera cantandocon pasión la bellísima aria DelVumana grandezza oh infausta sorte, y la muy sentimental, tan llena de encanto y llamada de Gracia, "Roberto oh tu ch'adoro," con la cual Isabel mueve á compasión al amante ; y el segundo ó sea Rambaldo, cantó muy bien, no solamente su original balada Regnava un tempo in Normandia, sino su parte en el espiritual dúo con Bertramo.

La escena del Cementerio de Santa Rosalia es patética y causa arrobamiento por la majestad de la música. Bertramo, antes de desaparecer, infunde su espíritu avasallador á la orquesta, en la cual vibran las últimas frases del enérgico mandato, sorgete, oh! suore, dalla tomba uscite. Bajo el poderoso influjo de esa música, en la que el sorprendente juego de timbales produce un grandioso y mágico efecto, las losas de los sepulcros se levantan, y los cadáveres se animan, transformándose en encantadoras y juguetonas huríes, que convierten los fúnebres sudarios en vestiduras vaporosas. Ninguna de ellas logra con sus hechizos seducir á Roberto, sino Elena la más hermosa que lo atrae con sus encantadoras actitudes que va marcando el gracioso ritmo musical, hacia el pedestal del cual ha de arrebatar el ramo de ciprés ó sea el talismán que le abrirá las puertas del aposento de su bella Isabel. La ejecución de tan delicioso bailable fué perfecta por la elegante y simpática Adela

Monplaisir.

Procuraré, lector amigo, darte á conocer en otra ocasión á la Compañía de los esposos de

CUADROS DE COSTUMBRES. 163

ese nombre en dos de sus mejores espectáculos, como son el aparatoso bailable: Esmerala ó nuestra Señora de París, y el grandioso titulado El Triunfo de la Cruz.

* * #

Hemos llegado ya á la medianía del Portal de Agustinos y nos hallamos frente á frente del famoso Callejón de Bilbao. teatro con el mismo intento de cenar, miedo me daría penetrar en este para mí, antro misterioso. He contado más de sesenta pasos para topar, como se dice, con pared. Mas ¡qué ven mis ojos á nuestra derecha ! ¿Qué significa la gran lumbrada que arde, sin disipar las tinieblas de esa cueva que me parece del Infierno? ¿Acaso nos dirigimos á la verdadera morada de Bertramo?

CORTE LONGITUDINAL Y PLANTA DEL GRAN TEATRO NACIOIVAL, DERRIBADO ÚLTIMAMENTE PARA PROLONGAR LA AVENIDA DEL CINCO DE MAYO.

Cuan estrecho y largo, es me dices ; nada m e revela en él la existencia de esa. fonda que tanto me has encomiado. Apenas dintingo á la biz de ese raquítico farolillo, una que otra puerta ó ventana á nuestra derecha y un gran paredón á la izquierda. Paréceme imposible que tal escondrijo exista en el centro de la Capital. Si no fuera porque venimos con algunos acompañantes, que con nosotros han salido del

— Es la cocina. Pasemos por frente de ella, denos vuelta sobre nuestro flanco izquierdo é ins "alémonos, al ejemplo de nuestros acompañar tes, en la gran pieza de la fonda. ¡Esta es la fonda! pero si nada se distingue en ella, alumbrada como está tan débilmente por esa vela de sebo que arde sobre la m e a. Yo tomo asiento y espero con resignai ción lo que resulte de esta calaverada.

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

—No te arrepentirás de ella.

Luego poniéndote las manos sobre tus ojos, á guisa de visera, como para recoger la luz, oigo que me dices: — ¡ Qué es lo que acompasadamente se mueve sobre aquella tarima resguardada por una estera? Mi curiosidad sube de punto y no acierta á distinguir, si es un cuadrumano que nos amenaza con sus brazos ó son las aspas de un peqiieño molino. —Risa me causa el engaño de tu vista, amigo muy querido. Lo que causa tu sobresalto es un muchacho tendido boca arriba sobre aquella tarima, -y se entretieHë èri: levantar una y otra pierna alternativamente. - ¡Vaya con el muchacho! Y ese intermitente ronqxiido que oigo por ose otro rincón, ¿quién lo causa? —El fondista, (pie se echa á dormir sobre un sillón mientras llegan los trasnochadores parroquianos, y ahora se aspereza á fin de espantar el sueño y estar listo para servirnos. Conque, á imitación (te los demás, fuera los guantes blancos y á cenar.

FONDUCHO DEL CONEJO BLANCO.

A poco preséntase el fondista, viejo barrigudo, de fisonomía poco expresiva á causa de sus mofletes muy pronunciados, de su nariz chata y de su frente deprimida; su vestido consiste en pantalón azul listado, y chaqueta de lienzo blanco sobre la camisa muy limpia, aunque sin corbata. Enciende inmediatamente dos grandes velas de sebo que pone sobre la mesa, y se dirije á la cocina, que ha dejado ya de estar alumbrada tan sólo por el fuego del brasero.

A poco vuelve trayendo dos platos muy olorosos, de pollo asado, medio dorado por el fuego, con su ensalada de lechuga finamente picada, y nos los pone delante. Como gente de guante blanco preferimos á los vasos del blanco neutli, copas de vino Carlón, á falta de otro, y limitamos nuestra cena, además del plato supradicho, al de unos ricos pescados blancos de Chápala, empanizados, tan tiernos y bien preparados que en nada se parecen á esas tiras de cuero con que suelen regalarnos las malas cocineras y aun los cocineros, y por último, á otro de frijoles chinos, por lo bien refritos, con el aditamento de unos sabrosos peneques y un enorme y rojo rábano escamado.

No nos falta buen pan blanco ni, para el último plato, tortillas tiernas que sucesivamente nos envían del comal. Rehusamos tomar por prudencia el afamado fiambre y otros potajes, en cuyo buen condimento cifra su orgullo el barrigudo hostelero y patrón del chiribitil tan pomposamente llamado "Fonda del Conejo Blanco."

El local que tienes delante no es ciertamete digno de los concurrentes al teatro de la grande Opera, quienes asisten por costumbre á los grandes establecimientos, pero en él no hay camorras ni pendencias, se cena bien y se retira uno contento. A esto nada más se redúcela calaverada, si por tal puede tenerse, y ruega á Dios, buen amigo, que no sobrevengan otros tiempos en que por un fonducho como el del Conejo Blanco haya mil garitos y cantinas en que los desórdenes, y no inocentes pasatiempos, estén á la orden del día. Salimos al fin, de la fonda, á deshoras de la noche, para mí cosa rara. Desierto como las calles está el Portal de Agustinos. Sólo el reloj de la Catedral con su vibrante campana que da la una de la mañana y el alerta de los centinelas de Palacio, interrumpen el silencio de la dormida ciudad. En nuestro tránsito sólo encontramos á uno que otro sereno soñoliento en el umbral de una puerta, á otro atizando un farol, trepado en lo alto de su escalera de tijera, y á otro, en fin, que conduce á un borracho á la cárcel muni' cipal. j Las escenas que te he obligado á presenI ciar, querido lector, en virtud de la imaginación,

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