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res ambulantes.—Café del Bazar.—-La Plaza de Armas.—El Pastelero, el Did- cero, la Retreta.—Los Turroneros.—La Alcaicería. — Don Gregorito ó broma del Vinatero,—El Sereno.—El Cafó del Cazador.—Historia de Pepe el tuerto
CUADEOS DE OOSTÜMBKES.
fueron hechos positivos, tanto en lo que conciern e á la representación de la gigantesca obra de Meyerbeer, como en lo que atañe á la famosa cena á que me he referido. Dos queridísimos y respetables amigos y yo, salíamos cierta tarde, concluido un banquete, del primer tívoli de la ciudad. Ambos amigos, uno abogado distinguido, y otro entendido ingeniero, eran, además, eminentes historiadores y estadistas. El primero, echando á un lado su gravedad, *ne manifestó el deseo que en tales momentos e animaba, de cenar bien esa noche al estilo mexicano, deseo que se explicaba por hallarnos c°mo un farol, á causa de lo mal que fuimos 8ervidos en el expresado tívoli, á lo que se agregaba la propicia circunstancia de nuestra predisposición para conocer y estudiar ciertas costumbres. En tal virtud, pasadas algunas horas, conduje á mis dos amigos á la nunca bien ponderada fonda del Callejón de Bilbao, y allí se efectuaron las mismas escenas y sorpresas que te he obligadoáexperimentar,lector amigo, sorpresas muy naturales para quien por primera vez visitaba esa casuca. ¿Quieres saber quiénes eran mis amigos?-—Pues bien, uno, el de las sorpresas, era Don José Fernando Ramírez y otro, el que ya no se sorprendía, porque conmigo había andado en semejantes andurriales, Don Manuel Orozco y Berra. —Conque á dormir y hasta otro día.
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p U NO DE LA PARTE CENTRAL DE LA CIUDAD PARA SERVIR A LOS ARTÍCULOS "MEXICO DE NOCHE."
1 Diputación. * Portal de Mercaderes. 1 £°,r , tal de Agustinos. * Callejón de Bilbao. o fonducho del Conejo Blanco. « Café del Cazador. < Sociedad de la Bella Unión. » Ketablo «Virgen del Refugio.» in ±,emPlo de Capuchinas. 10 Portal de la Fruta. í¿ £ r a n Sociedad, ío £ortal«Águila de Oro.» \í E ^ d e l Coliseo. 14 Café del Progreso. í« ïmro Principal. 16 Teatro Nacional. !" Café del Bazar. 18 Templo del Espíritu Santo. 19 La Profesa. 20 Convento de los PP. Filipenses. 21 Callejón de Mecateros. 22 Callejón de la Alcaicería. 23 Templo de Santa Clara. 24 Templo de Betlemitas. 25 Minería. 26 Hospital de Terceros. 27 Santa Isabel. 28 Santa Brígida. 29 Colegio de San Juan de Letrán. 30 Convento de San Francisco. 31 Hotel de Iturbide. ¿2 Casa de Diligencias. 33 Callejón de Dolores. 34 Colegio de Ñiflas.
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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.
IV
NOCHE DE LUNA.
•s-o~§~
Jî mi buen amigo ¿albino Cávalos.
SUPONGO, mi complaciente amigo, que no has de haber quedado descontento del paseo qtie te hice dar la noche aquella de feliz recordación, ni disgustado por tu asistencia al gran teatro de Santa-Anna para deleitarte con la hermosa partitura de Meyerbeer. Tiempo hace ya de esto, y ahora que nos volvemos á ver, me complazco de nuevo en invitarte para el paseo de las Cadenas esta noche, domingo 19 de Junio de 1853. El mes en la reina de la noche, en tanto que otaras conservan su brillo á fin de no privar á la tierra del sublime espectáculo del firmamento. Luz y ambiente, puro cuando no lo dañan los hombres, reinan en las calles de la ciudad, en las que ya nos encontramos tú y yo, en camino para el paseo de las Cadenas,^ lugar de las citas amorosas, en donde el travieso hijo de Venus, ligero é inconstante como una mariposa, vuela en giro oblicuo, entre los ramajes
PANORAMA DE MEXICO EN NOCHE DE LUNA.
que estamos es el de las flores y el que ofrece noches verdaderamente deliciosas y más en la época del plenilunio, en la que por una feliz coincidencia, nos hallamos. Aceptas ¿no es verdad? p\ies á las siete de esta noche estaré en tu casa. ¡Cuan bellas y seductoras son las noches en México cuando la luna trasmite sus vividos fulgores por una atmósfera limpia y transparente! Intensa luz que amortigua ó mata la de muchas estrellas que sirven de cortejo á de los fresnos de la calzada, y si llega á posarse en alguno de éstos, es para omiltarse y herir desde lejos, con certero dardo y á mansalva, á sus descuidadas victimas, desobedeciendo el llamamiento de la madre qué, orgullosa por las tales gracias del niño, le dice:
«Mis fuerzas eres, hijo y sólo en tí mi gran potencia fijo.»— (Virgilio).
Mas hay que advertir, amigo mío, que ese descuido de que te hablo, tan oportunamente aprovechado por el traidor y alado infante, no
s e refiere á las jóvenes, (quienes se hallan siempre dispuestas á afrontar el peligro y á ofrecer su pecho descubierto á las saetas de oro dftl amor, sino á los padres y maridos, á quienes el mocozuelo les hace la jugada de ponerles en los ojos su propia venda.
En el camino encontramos á los mismos voceadores de mercancías que advertimos la °tra noche; mas ahora hemos de agregar en los apuntes de nuestra cartera, el (pie en estos momentos escuchamos, más cadencioso, ciertamente, que los anteriores:
JlñJiajtte LA GOLONDRINA
¡ f t p f p p i ^ i!
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* tt>-m«~r¿n tn-mr-las de chi-l* y dr tm-fAi
¡ Y qué hermoso es el timbre de la voz de esa india! ¡Cuántas coristas y no coristas de 'a ópera la envidiarían !
A poco se nos presenta un grupo de hombres y mujeres que andan de parranda, éstas e»tonando bonitas canciones, y aquéllos armonizándolas con los alegres acordes de las p i t a r r a s.
Parémonos en el portal de la F r u ta para escuchar la pieza sentimental que ejecutan., al P*e de las ventanas de la " G r an Sociedad."
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S'H»'" J*lu 1er ,iur*,/a-/ni-r«á« detua-mor.Umt
r* — <i* de tu a - nw-
Abandonemos el portal y sigamos i>or la calle del Espíritu Santo, con dirección al "Café del Bazar."
Hállase éste situado en los bajos del hotel de su nombre, frente al templo del E s p í r i tu Santo, al que u na generación atacada de indiferentismo, convertirá en una tahona. (•*.)'
Entremos en el Café y conocerás el esta blecimiento más decente de la ciudad. El aspecto del patio, a u n q ue reducido, es bellísimo: un hermoso jardín con plantas escogidas, de olorosas flores y con graciosas fuentecillas de vistosos juegos de agua, ocupa el centro dejando libres varios senderos que conducen á los no interrumpidos kioscos de la derecha, muy bien pintados, interior y exteriormente, de figuras caprichosas y en cuyas jmertas se ven, suspendidas de los arcos principales, hermosas farolas chinescas. ¡Qué magnífico es el efecto
( * ) En el lugar de la tahona y «le las casuehas de comercio que ocupaban el estrecho atrio del antiguo templo del Espíritu Santo, levántase hoy el edificio del Casino Español. (Véase el grabado de la' Primera parte Cap. IL—Paulinos).
Ahora, escucha con atención la preciosa pieza " La Golondrina" que, según el preludio nos indica, van á ejecutar los tocadores de guitarra, bandolón y flauta.
que ofrece la espléndida luz de la, luna contrastando con la tenue y apacible de la artificial que arrojan dichos fanales y los farolillos venecianos.
A la izquierda hay un salón bien decorado, con sus mesas de marmol, dispuestas como en los demás establecimientos del mismo género; y, por último, al frente min sala, en la que nos instalamos atraídos por el lujo desplegado en el local y lo confortable de él. Hermosos divanes forrados de rico brocatel, alternan con las consolas y los grandes espejos. en que se reflejan las luces de los candelabros y se reproducen las graciosas figuras que adornan los tapices y el cielo raso. En ese agradable retrete tomamos un fino mantecado, después de lo cual salimos del café para continuar nuestro paseo. A la, salida del Bazar te sorprende la presencia de un coche (pie va que vuela, seguido de una turba de granujas, que aturden con su gritería y preguntas ¿qué significa esto? Los que en el coche van. te contesto, llevan un recién nacido que acaba de ser bautizado en el Sagrario, y esos pilluelos siguen el carruaje, pidiendo á gritos el rulo á los padrinos. De esta costumbre te daré próximamente pormenores que satisfagan tu curiosidad.
Recorremos la calle del Espíritu Santo con dirección á la de Plateros y, ya en la esquina, te sorprende, con razón, el pobre aspecto de la Joyería de Baric, no obstante ser depositaría de riquísimas alhajas y, en la esquina del frente, que da á San José el Real, una triste paragüería. A tu sorpresa acudo manifestándote que, según mis presunciones, se levantará más tarde, en el primer lugar, un elegante y bello edificio destinado igualmente para Joyería, y se establecerá, en el segundo, una fonda decente y digna de la Capital, establecimiento que al son del arpa gala se le llamará Restaurant.
Seguimos por la calle de Plateros en la que á favor de la luna, puedes distinguir, amigo mío, las muestras de los diferentes establecimientos, como son: varias platerías, y la Tapicería de Didier en la acera que mira al Norte, frente de la cual ves, abierta, la famosa Dulcería de Plaissant.
En la calle Ia de Pkteros, llama desde luego tu atención la muestra del gran cajón de ropa "El Tocador de las Damas." ! i •— Bonito nombre ¿no es verdad? me apresuro á decirte, mas te advierto, mi buen ami| go, que ese nombre será sustituido por otro, á | causa de una epidemia que nos viene de FranI cia y ha, empezado á invadirnos ya con alguna : intensidad. i ¿ Y cuál será ese nombre ? ; Según las tendencias sociales que observo: El Boudoir de las Damas. i ¡Vaya con la monería! ¿Y esa otra, El
Zafiro/ \ Igualmente cambiará de nombre, c on motivo de otra epidemia que de más cercanos amenaza. - ¿Cómo se llamará? Bar Room. ¡Jesús, qué barbaridad! ! Así lo verán tus ojos si logras, como lo deseo, prolongar tu vida. i ¿Por qué los Gobiernos no han cuidado | de establecer un cordón sanitario? I Porque no es posible bichar con la ad! versidad. Esa epidemia debe ser trasmitida j por los vientos reinantes y proceder, no de microbios (pie fácil sería destruirlos, sino de un germen colosal que tiene las facultades digestivas del avestruz, que con nada se atraganta y todo lo digiere. Según van las cosas, ¿de lo presente qué quedará para lo porvenir? Los recuerdos y las corridas de toros.
Llegamos á la plaza en los momentos en que las sonoras campanas de la Catedral dan el pausado toque de ánimas, contestado por el de los otros campanarios, costumbre establecida desde los primeros años del Siglo XVIL
Son las ocho de la noche y hemos llegado á la esquina del Portal de Mercaderes, y di si ! no te causa arrobamiento la contemplación de j nuestra anchurosa plaza iluminada por la luí na, á pesar de las nubes queen estos momentos han invadido nuestro cielo.
Con excepción del extenso Palacio Nacional cpie sólo en las almenas que lo coronan ofrece puntos luminosos, todos los demás edificios que rodean la plaza se ven resplandecientes por la argentada luz que de lleno reciben, descollando entre todos, nuestra hermosa
CUADROS DE COSTUMBRES. 169
Catedral que aparece con sus elevíidas torres ^aguardada por el fanal del cielo. .
Jja calzada que constituye el paseo de las Cadenas, se halla separada, como puedes obrvar, querido amigo, del extenso atrio por U n gran número de postes de cantería ligados P°r gruesas y colgantes cadenas de hierro, leantándose en los ángulos que corresponden, Uno á la plazoleta del Seminario y otro á la avenida del Empedradillo, los dos hermosos Préstales que sostienen las grandes cruces ro-. Jas de piedra. En el mal pavimentado atrio cr ece la yerba y asoman de trecho en trecho, Piedras grandes cuadradas, restos tal vez de la como de su propio y exclusivo dominio, tanto que puede decirse que ha logrado alcanzar el trust del pastel. ~-¿Y eso que es? ¡Otra expresión pedantesca del porve-
nir!
Al emprender nuestra retirada nos acercaremos al pastelero para que oigas claramente los versos que canta, muchos de ellos picarescos, y mientras tanto, penetremos en la calzada y sigamos la corriente.
Si quieres acertarla, establezcamos nuestro observatorio reclinados en este arriate que por casualidad nos dejan libre. Allí está apoyado
LAS CADENAS EN NOCHE DE LUNA.
Primitiva Catedral. El embaldosado de dicha alzada está limitado por una hilera de fresn o s . plantados en arriates y defendidos por enverjados de madera. Observa la gran animación que reina en esa larga y estrecha calzada; la gente va y viene sin cesar, en tanto que duchos descansan recargados en las cadenas 6 sentados en los bordos de los arriates y en a s bancas de piedra, construidas en los espac l o s comprendidos entre los fresnos. Mira al Pastelero, instalado desde muy temprano en el à»gulo del Empedradillo, con su aparato en que ^antiene calientes los pasteles y su gran lumbrada y siempre lo verás ahí.
Ese hombre se aprovecha de su industria en el poste, frente á nosotros, un jovencillo boquirrubio que, de vez en cuando, hace señales telegráficas con el puro encendido á esa joven, casi una niña, que tiene delante. Por nuestra izquierda vienen dos lindas jóvenes, llenando la calzada con sus vestidos de excesiva anchura, según la moda. Una de ellas no cesa de mirar hacia atrás y es que sin duda la sigue el novio. ¡Cómo lucen sus hermosos vestidos á la luz de la luna! los que podemos admirar en virtud de la poca gente que en este momento pasa ; una lleva su traje color de rosa con tres olanes festoneados y la otra el suyo, amarillo limón, también con tres olanes guarnecidos de listón y fleco; las dos ostentan ricas
manteletas y sombreros de paja, á la moda, cuya ancha falda les cubre casi completamente el rostro. Mira con qué donaire la enamorada saca por debajo de la manteleta la mano y entrega al novio una carta, sin que lo adviertan el papá y la mamá que vienen detrás. Por este orden continuamos observando y di virtiéndonos con la diversidad de trajes, según laclase y distinción de las clamas, y conforme á los diferentes gustos de los hombres particularmente por lo que respecta á los abrigos, pues al lado de las capas españolas de cuello de nutria y viieltas de terciopelo, se ven las roEL DULCERO. mánticas, taimas de diversos colores, montecristos y capotes militares, distrayendo á cada momento nuestra atención los voceadores que ofrecen ya los caramelos de esperma y las alla retreta rompe frente del Palacio Nacional, ó sea el momento en que se retiran á sus cuarteles las bandas de los diversos cuerpos de la guarnición. Al toque especial de cornetas y tambores vemos marchar las diversas bandas por la plaza, tomando distintos caminos para desaparecer por las bocacalles. No hace musho tiempo que esas bandas, á causa de la insuficiencia del alumbrado público, caminaban á favor de la luz de sus marmotas, que consistían en volumidosas farolas de lienzo blanco completamente esféricas, que eran conducidas en astas de maderas por soldados que iban adelante de aquéllas. Algunos cuerpos han sustituido las marmotas con elegantes farolas de cristal. Las bandas van acompañadas de sus músicas, á las que les está prohibido detenerse en las calles para dar concierto ante la casa de algún jefe de graduación, según costumbre que habían establecido, y sólo por permisión especial se queda alguna en la plaza para que el público goce, por un par de horas, de la llamada retreta ó sea de la audición musical. Después del toque de retreta ningún soldado anda franco en la calle.
EU PASTELERO.
mendras garapiñadas, ya el turrón de almendra, las gorditas de horno y las rosquillas de maíz cacahuacintli. En este momento las nueve suenan en el reloj de la Catedral, hora en que
Mucha gente se retira del paseo de las Cadenas para ir á recrearse con las harmonías de la música en el andén del Palacio Nacional.
Han sonado ya Uus diez, hora prudente pa-
fa retirarnos; pero antes quiero que oigas cantar al famoso pastelero. El aparato que éste tiene sobre una mesa y en la cual conserva calientes los pasteles, consiste, como ves, en un tópié de fierro que sostiene un aro de barril
sobre el cual descansa de costado una olla grande de barro que contiene por adentro los pasteles y por encima rajas de ocote ardiendo. El Pastelero, sin darse tregua ni descanso, enton a c o n voz nasal sus picarescas canciones, con e l fin de atraer á los compradores, y escucha lo que canta:
A cenar, pastelitos y empanadas, pasen nifias d cenar. .
•tu.' Cl fAirCLCflC
*"* - te - li - ta* ¡f em • p* - na f/a.t
ce — nar
Mi vecina de allí enfrente Se llamaba Doña Clara; Y si no se hubiera muerto, Todavía así se llamara.
-¿ cenar, etc. Señorita, señorita La de la mascada negra, Dígale á su mamacita Que si quiere ser mi suegra. Las mujeres al querer Son como el indio al comprar; Aunque las despachen bien No cesan de regatear. A un : o Cristo de fierro Yo mis j le conté, Y el San. risto me dijo: ¿Y á mí, qué me cuenta usted? El pobre que se enamora De mujer que tiene dueño, Queda como el maladrón Crucificado y sin premio. El pobre nue se enamora De nna muchacha diente, Es u mo la carne dura Para el que no tiene dientes.
Un perdido, muy perdido, Que de perdido se pierde, Si se pierde ¿qué se pierde, Si se pierde lo perdido?
Si quisiereis prosperar, < 'atriiiritox, en la vida, Sacudid ú los de abajo Y adulad ¡í los de arriba.
A cenar, pastelitos y empanadas, pasen rotos á cenar.
Como (jue te chiflo y sales, Como que te hago una seña, . Como que te vas por leña Y te vas por los nopales.
Triste y desolada estoy, Por tener un novio tuerto, Porque más me convendría Que fuera del todo ciego.
En la medianía del mar Le dijo Cupido á Venus: De un rayo te escaparás, Pero de mí, lo veremos.
Si quieres que yo te quiera Manda enladrillar el mar, Y después de enladrillado, Soy tuya y puedes mandar.
El sereno de esta calle Me quisiera hacer favor De prestarme su linterna lJ a devisar á mi amor.
A cenar pastelitos y empanadas, pasen niñas á cenar. A una niña allá en los toros Dióle muy fuerte vahído, Porque al ver salir el toro Pensó que era su marido. Cuando uno quiere á una, Y esta una no le quiere, Es lo mismo que si un calvo Se encuentra en la calle un peine. Dicen que un sol en el cielo Para alumbrar puso Dios; En el cielo puso uno, Pero en tu carita, dos. Mordió un gato ú un escribano Y él clamó con sentimiento: Ten gatito miramiento, Advierte que soy tu herm Con medio sé regalan cinc^. Dos comiendo, Dos mirando Y una vieja regañando,
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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.
Yo (¡m' de amor blasfemé Y en la mujer no ci-ci Al ver tus ojos clame: ;Sefior, ten piedad de un".
Y a se lue acalló el ocote, ¡Qué iles-rraciaila fortuna! ,',1'ara ¡pié (iiierenios luz, Maniendo una hermosa luna'.'
A cenar, ¡nistelifos // empanadas, paxm viñas á covar.
Has estudiado ya al pastelero, y sólo te queda por examinar, caro amigo, otro tipo tan digno como 61 de tu atención, y es el turronero. Precisament*; lo oigo cantar en esios momentos en la esquina del callejón de Mecateros. Sígneme, que poco hemos de alcanzar de su cantinela, y en efecto, al acercarnos á el, sólo escuchamos lo que sigue:
Al buen turrón de almendra, entera i/ molida, turrón de almendra.
'i TU4ROHÍ*O
Chi - ni - t a pe - /i - to rii* - lyri* Ti
n~rÍ4> \0 - 7o * Sur QtL* bit* - qwi n - mo - »* Real, frente de la portería del extenso Convento de los P. P. del Oratorio ó La Profesa. Diósele nombre del Arquillo al principio, porque en su entrada tenía un pequeño arco do manipostería, y cambió su denominación por la de Mecateros, con motivo de haberse establecido en él mercaderes de artefactos de pita, como cuerdas, costales, mecapales. etc. Si vienes á este lugar por la mañana, verás á manojos los mecates iMMidientes de los marcos de las puertas de cada accesoria, como muestras del especia I comercio. Crúzase este callejón con el de la Aleaicería, que da principio en la Ia calle de Plateros, y termina en la de Taouba, hallándose hacia el cruzamiento, por el lado de San José el Real, dos pequeñas manzanas limitadas, la de la derecha, por los Callejones de la Cazuela, que forman una rinconada, y la de la izquierda, de idéntica manera, i>or los de la Olla. Todo este conjunto de seis manzanas y seis estrechos callejones, fué construido, con el nombre de Aleaicería. para servir de mercado interior, á imitación del de sedas de Granada, con tiendas, almacenes y patios en las seis manzanas, lo que no -tuvo efecto. (*)
iixte-vo* For '¡uf '/(*• voy '« m.—jnr Twrrpn ét <U-
n j f i W r t •*« «A* — r« -Jr. at mentir»
Kn la calle del Reloj l.e di cuerda á mi fortuna, l'ori|ue el lioiulire muy tunante No se coníorma con una, Siempre i|iiiere tener dos l'or si se enojare alguna.
A una niña en el portal Le expresé mi sentimiento Y por medio i|iie le di, Me dijo (|Uc era yo hambriento. ;,( Viiim i|uiere le dé nuis Mirando como está el tiempo'.'
Al buen turrón de almendra, culerau molida, turrón de almendra.
* # *
Nos hallamos como ves. querido amigo, en la entrada, del largo y muyestrecho callejón de Mecateros. que da principio en el lùnpedrndillo y va á desembocar en la Calle de San .losé el
i '" ) Pespués de la ampliación del Callejón de Mecateros y del de la Aleaicería, por la parteipie corresponde :i ¡Materos y de la destrucción del Convento de lu l'rofesa y de una parte del de Sta. Clara, este lu^ar de la (Mudad cambió de aspecto, seiriin se observa en los .«¡fruientes frrabailos.
CALLEJÓN DE'MECATEROS.
Penetramos en interminable callejón de Me- i solo. E n t re aquellos debe haber algún inocen°ateros, cuya lobreguez apenas puedo disipar la ton á quien van á d ar un bromazo, el cual con"orrnosa luz de la huía y observemos lo que pa- siste en incitarlo á que llame á la xraerta eon Sfl en (isa esquina que el primer tramo de dicho j ten piedad para que se le abra y pueda entrar
AVENIDA DEL CINCO DE MAYO Y TEATRO NACIONAL.
callejo,, forma con el segundo de la Aloaiooría. ' n grupo de jóvenes docentes se ocupan en go qu(> v o ¡idivino y deseo no pierdas de visi r es se tríil,a de una escena que ha de can
SEGUNDA CALLE DE LA PALMA.
á la tienda con los demás á fin de tomar algunas copas. En tanto que el engañado habla, el (pie se halla del otro lado, ó sea, el t u n a n te engañador le contesta acercando la boca á la aber-
rarte á 1¡, vi-/, sorpresa y diversión. Ku esa es'Unna se halla establecida una tienda, desamparada de noche, cuvas puertas dan, una al L"e.|ón de Mecateros y otra al de la Alcaieería: e n la primera está el grupo de jóvenes que ex('itó nuestra curiosidad, y en la segunda uno tura que dejan libre el quicial de madera y el marco de cantería de la puerta, lo que hace creer al primero que la voz que le replica le llega del interior de la tienda. Tal es la escena en q ue se hallan actualmente y escucha con atención el diálogo entablado:
174 EL LIBEO DE S :S RECUERDOS.
—Abra usted pronto y véndanos unas copas de Jerez. —Ya está usted muy borracho, vayase á su casa y déjeme dormir. —No sea insolente; si no quiere vender sus bebistrajos, ronque hasta que le chifle el guarda. — Vayase á dormir la mona, briago de Satanás, y déjeme en paz.
El briago lo será usted, y además sin vergüenza y ladrón. Lo de ladrón lo dirá por el rapto de su hermana. Si es hombre haga coraje y salga para que le mida las costillas con este bastón. Lo que usted sabrá medir será el forro de sus enaguas. Vava usted y muela á quien quiera. - Vaya usted y muela á la suya.
i — , - - • • - - • _j- . . . . . . . . . . . ,
EL SERENO. qiie no ha querido abrirnos la tienda, vamonos al café del "Cazador."
La escena que has observado, que implica una chanza muy pesada, se conoce con el nombre del "Vinatero," ó I), tireyorito, chanza que alguna vez ha tenido consecuencias desagradables por las cuestiones sostenidas entre la víctima del bromazo y el dependiente de la tienda á quien se le exige satisfacción por ofensas que no ha inferido.
En efecto, al día siguiente, el burlado joven, desde muy temprano, échase á buscar á sus compañeros para ir con ellos á armar camorra á D. Gregorito, el de la tienda, mas como es de esperarse, á ninguno de aquellos tunantes sus amigos, halla en su casa, resolviéndose, por tanto, á dirigirse sólo al lugar en que recibió la ofensa, sosteniéndose entre él y el tendero el siguiente diálogo: i - - ¿ Es usted D. Gregorio? I No señor. Yo soy Policarpo Domínguez, ! para servirle. 1 v,Quién es, pues, Don Gregorio? | Aquí ninguno hay de ese nombre. I — Entonces, ¿quién fué el insolente que i me insultó anoche? ! ¡Ah! ya caigo en la cuenta. ¿Es usted de México? No señor, de Huajintlán. -Pues por eso. - ¿Cómo por eso? Se burla xtsted de mí? Cálmese usted y estéme atento. Acerqúese á esa puerta (señalándole la de la AlcaiI cería) y observe cómo se encuentra el quicial i de madera con respecto al marco de piedra. j —May separado. i - P\ies bien, si estando cerrada esa puer: ta así como esa otra (señalándole la de Mecateros) en l a q ue usted se encuentra. ¿Cómo percibirá, la voz del que le habla desde la otra? —¡Ah, tunantes! exclama el engañado joven, cayendo en la cuenta y echando á correr, confuso y avergonzado.
En tanto los compañeros que veían acercarse al guarda atraído por el escándalo y los Viertes bastonazos dados en la puerta, termia la broma, diciéndole al ya bastante encolerizado amigo: —Cálmate, hombre, y no te precipites que mañana vendremos á castigar al insolente. Ya i Las once han dado en el reloj de la Cate| dral, hora prudente para retirarnos á nuestras | casas, reas es tan agradable el ambiente que ' se respira y tan espléndida la luz de la luna, I que nos sentimos inclinados á no dar por ter-
CUADROS DE COSTUMBRES.
to, nada nuestra excursión nocturna y, por tan te i y invito á visitar, por último, el café del Cazad or, que nos proporcionará buenos temas para nuestra, conversación. terminada la extensa acera del Empedra- ¡ dillo y pasada la bocacalle de la primera de lateros, nos internamos en el portal de Mercaderes y, a p oco a n ( j a ] . 5 frent.e á los arcos 4V y ' •> se nos presentan las dos puertas del famoso del Cazador, frente del cual pasamos la a «oche. El establecimiento es uno de los f1 antiguos de la capital y el cual, por ciers signos cabalísticos que en él advierto, pue- ! «o asegurarte, querido amigo, que dejará de ] existir por el año del Señor de 1901. De sus ( °s Puertas, una es la practicable, pues la otra ne faja s u vidriera. Ni por la exigua exten- S 11 de la sala, ni por su menaje, reducido á j nas cuantas mesas, bancas y sillas, ni por la ; c asa luz que emiten algunos aparatos de espíritu de trementina, puede el local competir ¡ ^ n los de la Bella Unión, Bazar, Progreso y ( teatro de Santa-Anna. I instalados en la mesa cercana á un cuar- ¡
Ucho que amplía, un tanto cuanto, el local i r su fondo, observamos á los concurrentes H ie excitan nuestra curiosidad por sus hete- i ogeneas agrupaciones. Por aquí se ve una : ormada de empleados del Gobierno, por allí | r a de tinterillos y agentes de negocios, entre > 8 que suele hallarse algún escribano y, por l m ° ' rodeando la mesa contigua á la vidriede la puerta, la constituida por militares e irados y en actual servicio. Por el tono y r z a de la voz que emplean los circunstau• e n sus conversaciones, y con el auxilio de e8tra excepcional perspicacia, podemos adir si las pláticas versan sobre asuntos inerentes, sobre negocios que traen entre manos ó sobre los palpitantes temas de la política.
Los de la segunda agrupación poco ó nada dejan percibir de su discusión, respecto á sus ^guillas judiciales, mas los de la primera y cera no se cuidan, poco ni mucho, de expor sus opiniones. La asonada de Guadalajara ^pntra el Gobernador ¿López Portillo, convera en una'-revolución general, que proclama oanta-Anna. es el tema de la discusión, en a que unos aprueban la caída de Arista y otros nazan á Santa-Anna, á quien, para sus fines dictatoriales, le allanó el camino, D. Juan Bautista Ceballos, con su famoso golpe de Estado. Si estos acontecimientos, con sus numerosas peripecias de pronunciamientos y combates sucesivos, defecciones y medidas impolíticas como la supresión de la libertad de imprenta, dan motivo para contrarios pareceres, todos están de acuerdo, empleados y militares, en el punto concerniente á la renovación del gobierno por otro, sea el que fuere ; animados los empleados, por la esperanza de que cesen los exiguos y crónicos prorrateos á que están sujetos, \X)T la pobreza del Erario; y deseosos los militares de sacar partido de su colaboración, activa, ó pasiva, en la revolución, que dé por resultado la caída del Gobierno. Has de saber, lector amigo, que en el local en que nos hallamos se han fraguado no poca s revoluciones. La cantina cerca, de la cual nos hallamos, trac á mi memoria una historia que parece cuento, de la que te impondré, mientras saboreas esa excelente mezcla del Tabasco y Soconusco que en tazas de porcelana ha puesto el mozo sobre la mesa.
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Obligado estoy á referirte, bondadoso amigo, un suceso que tuvo efecto durante una cuaresma, hace algunos años, de cuya fecha exacta, aunque quiero, no ¡raedo acordarme. Los actores fueron varios jóvenes troneras y un pobre hombre que prestaba sus servicios en este Café, siendo el Convento de San Francisco el lugar elgido por aquéllos para la cómica escena que iban á representar. Calaveras que hayan causado daño al prójimo en particular, y á la sociedad en general, siempre los ha habido; mas es preciso convenir que éstos de que trato deben aventajar por su ingenio y gracia, á los venideros. Pepe el tuerto, pues tenía un ojo apagado, llamaban al expresado sirviente del Cazador, quien por su carácter oficioso y jovial, habíase hecho acreedor á la confianza de los susodichos troneras, muy temibles en toda, la ciudad por sus sempiternas travesuras, siendo el jefe de esa cuadrilla de jóvenes alegres, uno que por su intrepidez ha alcanzado alta graduación en el ejército nacional y que con su último atrevido ataque, en Noviembre del año pasado, contra los pronunciados de Guadalara, salió levemente herido, Una de esas trave-