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Diversiones favoritas.—La Maroma.—Tí- teres.—Paseos y Teatros.— Teatro de Nuevo México. •>— Teatro Principal.— Teatro de Oriente.—Teatro Nacional

CUADROS DE COSTUMBRES. 255

de las cuatro, no existiendo más diferencia esencial entre esos corrales, que la que resultaba de tener los dos primeros su techo de tejamanil y los dos últimos, muy espléndido el s uyo, como que era el natural, el mismo cielo.

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No sé á punto fijo la época en que desapareció el circo del Puente del Santísimo, pero del que bien me acuerdo por diversas circunstancias es del llamado el Reloj, y por tanto á él so refiere la, siguiente relación.

Desde muy temprano empezaba á acudir la gente del pueblo, así como algunas familias co'i sus propios retoños y las infieras con los ajenos; el caso es que, poco antes de dar principio la función, el circo ofrecía un completo Heno. Los concurrentes confundían su algarabía con los destemplados acordes de una murga en quo desempeñaban los principales papers cl bombo y el clarinete, que ensordecían á '°s que podían desde grandes distancias escudarlos.

En tanto que unos concurrentes se echaban a ' coleto sendos jarros de pulque, otros refrescaban sus fauces con el jugo de las limas ó de 'as naranjas, y el dulcero se abría paso por entre la gente apiñada, llevando un cajoncito so-

EL DULCERO.

ore cuya servilleta estaban los caramelos de e sperma, los cartuchos de las almendras garapiñadas, acitrones, calabazates y camotes cubiertos, huevos reales y yemitas acarameladas, gritando acá y allá: dulces para tomar ayua, équién se refresca? Iba siguiéndole un chico zarrapastroso que conducía un cántaro lleno de agua y un vaso de vidrio, para dar de beber á los que compraban dulces á su amo.

A las cuatro ó cuatro y media, al toque de una marcha ejecutada por la murga salían los volatines y cirqueros y á la cabeza, el famoso payaso, quien hacía al público grotescos saludos y presentaba á sus chicos, como él llamaba á todos los de la comparsa.

Hase comparado el payaso de hoy con el bufón de la Edad Media. La comparación es exacta, salvando las siguientes diferencias: el payaso divierte á un público y trata de congraciarse con él, en tanto que el bufón distraía á su señor, adulaba á los magnates cuando le convenia, y se vengaba de sus enemigos. El payaso con sus chistes causa hilaridad, y cuando se trnslimita. hiere; mas las heridas (pie infiere no son profundas, y siempre es aplaudido, pues infeliz de aquel que se da por agraviado en el circo, porque da pábulo á la burla de los espectadores ; y el bufón inventaba cuentos «pie iban envueltos en advertencias (pie salvaban vida ú honra, unas veces, ó en amenazas que producían el deshonor ó la muerte, otras. El payaso sólo ejercita su oficio en determinados momentos, pero fuera de éstos es un hombre como todos, y el bufón siempre era el ju. glar que tomaba participación en las conspiraciones, en las guerras y en las fiestas; el payaso, \yor último, es querido de muchos y de ninguno odiado, y el bufón, por el contrario, era de muy pocos estimado y de muchos aborrecido. Fortún, aquel chispeante Forttív, dijo (pie los payasos existen en los círculos sociales y políticos, y yo digo que no le faltaba razón.

El verdadero payaso mexicano que conocí en la época á (pie me vengo refiriendo, presentaba caracteres algo distintos á los del cloicu actual, y el más popular de todos, era Don Soledad Aycardo, quien, como los demás de su oficio, aunque con moderación y sin causar á nadie particular ofensa, dirigía sus puyas en verso á las viejas y á las suegras, y piropos á las muchachas bonitas; criticaba vicios sociales, y por eso hablaba, ora de las casas de vecindad, ora de la mujer mal casada, de los borrachos y de los jugadores.

Presentábase unas veces con el vestido ajustado al cuerpo, la cara enharinada, y con un cucurucho de fieltro en la cabeza, larga cabe-

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

llera rizada según la moda de la época, peinado que era conocido con el nombre de rom untied, ceñida la frente con una cinta de terciopelo bordada de oro y enagüilla de puntas con cascabeles, y otras veces gorra con pluma, cara limpia y acicalado el bigote.

En todo lo que sigut; no me refiero á individuos determinados, sino que presento al payaso y volatineros en sus tipos generales. ^ ^ ^ ^ ^ Antes de comenzar la función, el maromc. ro, vestido con camisa y calzón

El volatinero, después de algunos paseos por la maroma de cáñamo, durante los cuales la constante y fuerte oscilación del balancín, acusaba el desequilibrio de su cuerpo, retrocedía violentamente tronzando los pies, hasta tocar con los maderos de la tijera, que le servía de reclinatorio; sacaba su pañuelo, limpiábase el sudor, y esperaba á que el payaso recitase los versos ofrecidos, para cuya escena callaba la murga.

El payaso, yendo y viniendo y agitando los brazos como un cómico incipiente, cumplía su cometido de esta manera:

madera, colocadas á regular distancia una de otra, y ya en alto, recargado en los lazos que afianzaban una de aquéllas en su parte superior, esperaba A (pie unos hombres diesen á la sobredicha cúer- | da. el necesario temple, que él mismo probaba I con dos ó tres sucesivos hincapiés. Entretanto, el payaso se dirigía á los músicos y al público,

l diciendo: i

Señores, muy buenas tardes, ! la función va á comezar: | y yo con unas coplitas \ que les voy á dedicar. ;

Déle al bombo, maestro al cémbalo \ porque ya quiero bailar. j |

La música tocaba un rato, y el payaso des- i pues hablaba al volatinero en estos términos: j Vamos, señor ¡imito; ya es tiempo de que j luzca, sus habilidades ante el digno y respeta- j ble público. Siga la música maestro al cémbalo, i

El volatinero, con el balancín horizontal, cogido con ambas manos y empujándose con la planta del pit1 que había tenido apoyada en uno de los maderos de la tijera, avanzaba sobre la cuerda, trenzando los pies y dando saltitos, fácilmente impelido por efecto de la misma elasticidad de la cuerda.

Las Mariquitas son finas, las Juanitas muy hermosas, las Catarinas garbosas, y lindas las Agustinas; las Tomasas muy catrinas, las Pepas, cielo estrellada;

Al concluir este verso, poníase á bailar y cantaba con cierta bellaquería, acompañado del bombo, los últimos versos de la octava: aunque sea con una de éstas yo quisiera estar casado.

De la misma manera seguía recitando otras cinco ó seis octavas, dando fin con la siguiente: A todas las quiero yo y toditas me han de amar, y luego que acabe el circo ó todas he de buscar. Soy buen mozo, aunque miren todo mi cuerpo pintado, oigan chulas, yo con todas (bailando y cantando) quisiera verme casado.

Concluido este acto, la murga continuaba tocando y el volatinero procedía á ejecutar la segunda y más difícil parte de sus ejercicios, que consistía en brincar más sobre la' cuerda, caer sobre ella sentado, primero de un lado y después de otro, y, por último, dar un salto mortal, con el balancín siempre asido y ca**r montado en la cuerda, de cuya flexibilidad se aprovechaba para saltar de nuevo y caer sobre ella de pie.

El volatinero soltaba al fin el balancín y bajaba de la cuerda por medio de otro salto mortal, daba las gracias al público que lo aplaudía y se retiraba. El payaso, para dar tiemp0 A que sacasen los caballos para el circo, tomaba el timón é imitaba sobre el suelo del redon-

del los movimientos del volatinero y, por último, recitaba versos satíricos como los siguientes:

El diablo la mujer es, de quien el hombre va en pos. pues cuando no engaña á dos, es porque entretiene á tres. —"No te amo por interés" te dirá "que á ti te quiero: tú eres mi delicia," pero no te fíes de la suerte porque (cantando y bailando) la mujer más fuerte, al fin se rinde al dinero.

Para qué he de describirte, carísimo lector, las escenas del circo que ya conoces tan bien como yo, pues esos bailes de los cirqueros sobre el caballo, levantando alternativamente las piernas, echando primero la derecha á un lado y después la izquierda al otro, con «1 cuerpo muy tieso y dejándose caer muy fatigados quedando sentados en las aucas del caballo, son los ejercicios del primer acto ecuestre usados en los tiempos antiguos y en los modernos, y así es que pasaremos á otra cosa.

Has quedado instruido, lector querido, de lo que eran las funciones de maroma por las tardes, y tiempo es ya de que conozcas las rePresentaciones dramáticas que tenían lugar Por las noches y tardes do los días festivos, costumbre que aún prevalece, aunque debo advertirte que muy poco te he de hablar de teatros por ser innecesaria toda relación, cuando para adquirir pleno conocimiento del asunto cuéntase con la galana Reseña histórica (bl teatro en Mé.rico que ha brotado del estudio, asiduidad y fecunda pluma de mi buen amigo Enrique de Olavarría y Ferrari, obra e n la (pie, hallarán todas las personas de buen gusto y (pie se interesen en nuestros asuntos nacionales, detalles, episodios curiosos y hechos históricos, todo lo que, á medida que se avanza en la lectura de la obra, aviva más y más el interés. Leí!, por tanto, mi buen lector, esa curiosísima reseña, y, estoy seguro, me darás las gracias por el consejo.

Seguiré reseñando, paciente lector, las f unciones teatrales que se organizaban bajo la dirección del famoso Don Chole Aycardo, á fin de que no ignores ciertos pormenores de ese teatro del Reloj que era, como quien dice, el polo opuesto del Coliseo de Vergara.

Los actores que formaban la compañía dramática de Don Soledad, poseían esta notable cualidad: cuando fingían el llanto en el teatro hacían reir, y cuando sonreían exponiendo sus miserias fuera de él, hacían llorar. Diminuta por demás era la compañía en lo concerniente á características, pero tal circunstancia no era de tomarse en consideración por cuanto á que contaba aquélla con un Cuervo, es decir, un actor de este apellido, ya muy entrado en años, y como la voz de éste era igual á la del cuervo ave, y la de este pajarraco idéntica á la de las viejas y suegras gruñonas, he aquí por qué el individuo Cuervo desempeñaba á las mil maravillas los papeles de la característica, para lo que 'no le faltaban sus sayas y pañolones propios, de color de ala de mosca, ni esas ligeras protuberancias de carne que á las espaldas de las gentes echan los años.

Don Soledad Aycardo, y quien habla de él habla de toda su Compañía, (lióse á estimar por su carácter afable y complaciente con todo el mundo, pero muy en particular con los cócoras que capitaneados, no por un truhán, sino por un individuo simplemente alegre y decidor y á quien por ciertos defectos de su mirada llamaban el tuerto Suárez, concurrían en gran número á los espectáculos. Esos cócoras, con sus travesuras y chistes de buena ley, atraían al humilde Coliseo la concurrencia más selecta, de nuestra sociedad, paru la. que llegaron á escasear las localidades, hasta el punto de pagarse dos onzas de oro por un palco.

La triste y tranquila cuarta calle del Reloj veíase muy animada en las noches, y recorrida por hermosos carruajes de los que se apeaban elegantes damas que, sin pararse á escuchar los versos (pie cantaba un truhán pastelero á la entrada del edificio, proseguían impávidas su camino por un extenso patio descubierto, en cuyo fondo estaba la puerta del teatrillo de madera.

Era éste de planta cuadrada, con mal pavimento, pues era el (pie, quitando las bancas ó lunetas, servía para el circo y la maroma. Los palcos y galerías, construidos de fuertes maderos y tablazón, se hallaban embadurnados de mala pintura, de lo que en absoluto carecía el

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tocho de tejamanil, del que pendían dos ó tres j armazones de hoja de lata, con q u i n q u és de i aceito. El paleo escénico, que ocupaba el lado ¡ oriental de la sala, tenía su telón pintado con : a h ^ o r i as y con el siguiente dístico: Con falso brillo ;/ cou <l¡rasos nombres. \ ¡secciones tie móvil/ dol/ a los ¡lumbres. estas escenas tenían la particularidad do representar muy A lo vivo, las (pie on sus pueblos desarrollan los indios en sus matrimonios.

Vivd consideración ha obligadomo. lector amable, á no s e g u i r en esto artículo que se refiero á teatros, el orden riguroso de los tiempos, y es, á sabor, la conveniencia do dejar para el fin lo que más debí? impresionarte, si 110 por la narración, sí por el recuerdo que ella entraña, como es el del acontecimiento más grande que se registra en los anales de nuestro teatro. El apogeo di; las funciones de títeres, circo y comedia, organizadas por el justamente popular Don Soledad Ayeardo. tuvo efecto al terminar la década de 00 A (>(>. en tanto (pie el relativo á las del teatro de S a n ta Anua, fué en los primeros años.

El teatro tío Nuevo México, que jxioos años atrás había, sido el lugar de reunión do la alta sociedad mexicana y en cuyo escenario brillaron insignes artistas, que tan detalladamentoda á conocer la importante Reseña liislórica, di' Olavarria. Iiabia. decaído notablemente é iba derecho á su completa ruina. Hallábase situado el teatro en la callo de su nombre, acora que mira al Norte, en el sitio en que hoy hay casas [¡articulares. Kn su exterior presentaba el as]x'c.to ile humilde edificio al que daba entrada un amplio zaguán. La acora de enfronto hallábase interrumpida por callejones, y en su extremidad oriental, por una plazuela llamada do Ta rasqui I lo. en la cual se veían, alineadas contra los muros de las casas, chozas de indios carboneros, y en la ¡pie. más tarde, la señora Adalid levantó las casas que hoy existen y señalan la extensión que dicha plaza tenía. En su interior, el teatro ofrecía un aspecto docente por sus palcos pintados de blanco mate con filetes dorados, por los retratos de autores y artistas en e.larobsouro q ue adornaban los antepechos, y por su cielo raso bien pintado >' felón con alegoría muy complicada, (pie ofrecía, además, el siguiente dístico, escrito con grandes letras:

Con un lleno completo el salón y termina- ¡ da la obertura, que nunca dejaba de ser rum- j bosa. aun en los teatros unís ramplones, al de- i cir de los programas, daba principio la come- ! dia (cuando no eran títeres).la cual pertenecía ! casi siempre al género festivo y raras veces al i sentimental, ya oran ¡¿as ('¡tusó media noche, durante cuya representación los cócoras dirigían dichos agudos y oportunos A las taimadas aquellas de la comedia que clandestinamente introducían en la habitación á sus insulsos pre- i tendientes, quienes no se escapaban, y con mayor razón, de un fuego graneado de chistes dis- ! paradodo las lunetas: ya era ¡'i/ioó el /V/Hf.7- \ ¡>c ile Maule ( 'resta la comedia que se ponía en ! acción, y en la que los actores Ayeardo y Vi. ! daría, reían y lloraban alternativamente, como I lo pedían sus papeles, y entonces era digno de i oír las risas burlonas de los cócoras y sus lio- | riqueos de niños malcriados y corajudos, generalizándose, por tanto, la risa en los palcos : y galerías. Otras veces representábase ¡'Jl . ¡Sanio /ini/ido. cuyos protagonistas eran, una ; mujer desvergonzada, un pillo sacristán y un marido bobo, ó bien dábase el Casamiento de • los initios, pieza en la cual, después de insul sas peripecias, y como final resultado, salían los cónyuges de la iglesia y atravesaban en i procesión el i NI Ui> escénico, bajo enramadas y . arcos de tillo, procedidos jjor los tocadores de i tambor y chirimía, acoinpañadosdel padrino y ! la madrina y seguidos de toda la indígena co- j initiva, la ipie corraba el indio del torito y otro j q ue iba quemando una rueda chispera y trona- '• dora. A poco aparecía en el escenario, una vieja i d e e n a g u as do lanilla azul listada dé blanco, pa- ; ño en la cabeza y iinicliijiiemel, la que no ora j otra que nuestro insigne Cuervo que guiaba á I los indios que llevaban para el festín, unos, j sobro la cabeza, grandes eny.uolas do mole, y o t r o s. A las espaldas, las ollas de los tamales. quimiles ¡i c.hiiii¡n¡liuHes con las tortillas de ninfa y el cuero con el pulque curado. Tocias

Xo es el teatro un rano pasatiempo;. Escuela es de riiiud ¡j útil ejemplo.

Ha considerádose el teatro por algunos como <>scuola de moral y de b u e n as costumbres y. por otros, como medio de pasatiempo solamente. Aun cuando no estemos de acuerdo en todo con la primera proposición, negamos rotundamente la segunda, pues debe tenerso en consideración que el teatro, además de servir de agradable entretenimiento, ejerce grande é inmediata influencia en la cultura social, según la expresión del eminente literato Don Leandro Fernandez de Moratin. Asimismo puede asegurarse que cuando se llevan á la escena e spectáculos indignos, como en el día acontece, el teatro pierde su noble gerarqula, á que lo elevaron, Lope de Vega, y Alarcón, M ore lo y Calderón, Moratin, Gorostiza y otros muchos, instaríamos enteramente de acuerdo con la primera proposición, si las obras (pie se llevan «il teatro adunacen á la bella forma el fin moral que tanto distingue á las magistrales comedias de Don J u an Ruiz de Alarcón, gloria, á la vez. de México y España, comedias que dejan en el espíritu de los espectadores una impresión provechosa. Con respecto al fin moral, entre " L as Paredes oyen" y "Teresa Raq u í n" hay una distancia enorme. Aquélla recrea el espíritu y lo vivifica: ésta halaga las pasiones y daña el espíritu.

El teatro de Nuevo México se estrenó el domingo Hüde Mayo de 1841, representándose por la tarde El Torneo; drama de nuestro vate F e r n a n do Calderón y por la noche el denominado Los hijos .— de Eduardo de Casimiro D e l a vigne, traducido por Bretón de los Herreros. Buenos artistas formaban la Compañía, como eran las actrices Inocencia Martínez, Cándida García, Cre-

sencia López y FRANCISCO PINEDA.

Manuela Méndez y los actores Francisco P ineda, F e r n a n do Martínez, J u an Dalmau, y el gracioso Ruiz. El actor P i n e da además de poseer u na buena escuela y el dominio de la escena, se halla! ba dotado de buena presencia y de finos modales, cualidades que le conquistaron la estimación del público. L as piezas en que más sobresalía eran Los h ¡jos de Eduardo, La Vi| donaria. El Arte de Conspirar, El Trovaj dar, Lo conjuración d" Venecia, Catalina i Howard y el Campanero de San Pablo.

FERNANDO MARTINEZ.

F e r n a n do Martínez, que por idénticas cualidades, era igualmente! apreciado del público se distinguía en el género caballeresco, razón por la cual, desempeñaba con perfección papeles como el del rey Don Pedro en El rico lióme de Alcalá,.

El Coliseo por la excelencia de sus actores, estuvo en lucha abierta con el Principal en que actuaba u na Compañía de relevante mérito, tanto que si el primero que recibió el nombre de Belchite ponía en escena El Campanero de San Pablo, drama que, como todos los de Buchardy, era del gusto de la época, representábase también la misma pieza en el segundo, ó de Santa Paula, nombre que aludía al panteón así llamado que entonces existía. F r a ncisco P i n e da en Nuevo México é H i g i n io Castañeda en el Principal rayaban, por igual, á gran altura en el papel del Campanero. Los concurrentes de un teatro acudían al otro para hacer comparaciones respecto del desempeño de un mismo drama y, exaltados por sus en-

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EL LIBHO DE MIS REOUEBDOS.

TEATRO PRINCIPAL RESTAURADO.

contrndns simpatía Inicia los actores, daban origen á cuestiones enojosas que poderosamente contribuían á mantener viva la rivalidad de los dos teatros.

Los principales actores d el Teatro Principal

eran: S O L E D AD CORDERO, j o v en mexicana, digna discípula de la famosa actriz Agustina Montenegro, que en años anteriores había representado en los teatros de MéxiSOLEDAD CORDERO. co. La Cordero, á su simpática figura, talento y finos modales unía irreprochable conducta, cualidades por las cuales fué umversalmente apreciada. Un crítico de la época se expresaba así respecto de la Señorita Cordero: "donde más luce es en los caracteres que exigen virtud, nobleza y en los que hay un sacrificio que hacer al honor y al deber porque entonces puede decirse que está en su cuerda."

En el notable periódico "El Apuntador" se lee respecto de esta artista lo siguiente : ^Muchas veces, al escuchar un diálogo entre el Sr. Valleto y la Srita. Cordero, hemos creído hallarnos más que en el teatro, en una tertulia de primera clase, pues las maneras de entreainbos harían sin duda honor á la más esmerada educación."

Vasto era el repertorio de tan estimable actriz, pero en las comedias qvie más brillaba eran las siguientes: Un novio para la niña, la Madrina, La Marcela, la Reina de 16 aflos, la Cieçja, Muérete y Verás. DOÑA JOSEFA DUDREVILL, actriz de gran mérito que desempeñaba los papeles que tomaba á su cargo con la mayor propiedad, adquiriendo en cada representación un nuevo triunfo.

DON MIGUEL VALLETO.—El correcto caba-

CUADROS DE COSTUMBRES. 261

MIGUEL VALLETO.

ero en la escena y en la sociedad, actor distinguido, de quien tomamos del "Apuntador*' los siguientes datos: "el Sr. Valleto es bien formado; t i e ne una fisonomía expresiva, ojos vivos, buena acción y modales muy finos en la escena y fuera de ella. Su porte es decente, su trato c a b a l l e r e s co y arreglada su cond u c t a; circunstancias que le hacen estimable en la sociedad, tanto como su mérito en el teatro. &11 el género serio tiene sensibilidad, fuego, Nobleza y dignidad,distinguiéndose entre otros dramas en La educación en el Colegio de Tonin(jthon, Cronwel. La noria, el Mulato, Pa"'o fíl marino y Está loca. En el género conuco inferior se hace muy notable en el AsPlv<tnt¡smo, Las citas. La familia de Darío, ^fifamilia del Boticario; pero donde es. superior verdaderamente es en las de costumbr es, como M'ujucl y Cristina, La, llave falSa y sobre todo, las de Don Manuel Bretón de *°s Herreros."

JUAN SALGADO é HIOÍNIO CASTAÑEDA, am"^s mexicanos, fueron dos actores de relevan* mérito, discípulos del gran actor Andrés **ieto, que en otros tiempos deleitó al públi•~ 0 de la Capital. Los dos compartían con Vateto la dirección en el Teatro Principal. De estos actores no existen retratos ó, por lo raen ° 8 ! el autor de este libro no ha logrado adquirirlos.

DON ANTONIO CASTRO nacido en nuestra hermosa Guadalajara, la Perla de Occidente, ^orazó la carrera del teatro bajo los auspicios el muy ameritado actor D. Bernardo Avecia que, con sus sabias lecciones, lo inició en los SGcretos del arte, así como del eminente dramaurgo D Manuel Eduardo de Garoztiza, quien 0 animó con sus consejos, y con el carácter de g i r i no lo presentó al público en el Teatro Principal la noche del 15 de Agosto de 1834, en la comedia francesa "La Madrastra" traducida al castellano por el mismo Sr. Goroztiza. Castro progresó hasta el grado de figur ar dignamente . en una compañía de buenos actores entre los que se contaba Don Miguel Valleto. Todo aquel que de día acertaba a pasar frente al Coliseo podía observar, tras de la puerta entreabierta de éste, al actor Castro, sentado en ANTONIO CASTRO. una silla y absorto en el («studio de alguna Comedia. El género en que más brilló fué el cómico, tanto (pie, al anunciarse piezas como las siguientes: La Segunda Dama duende, Marcela, No más mostrador. Don Diei/uito. Un tercero en discordia, ¡Qué baraúnda! Et pilludo de París, A nin;/una de las 1res, El hombre más feo de Francia, Un ramillete y La familia imjrrovisada, el público acudía gustoso porque contaba con disfrutar, en aquellas noches, ratos de verdadero solaz. Andando el tiempo Castro aumentó su repertorio con muchas comedias de difícil enumeración, bastando citar las principales: El héroe, por fuerza, para la que tuvo de modelo al insigne Valleto, Ceros Sociales, de Serán. El mudo por compromiso, La Pata de Cabra. En el papel de Andrés, del terrible drama La Carcajada, Castro adquirió justa celebridad por la perfección en el desempeño y por la verdad de aquella estrejñtosa y prolongada risa que hacía estremecer á los espectadores poseídos de tina impresión dolorosa. Tal era Castro; unas veces trasmitía la plácida sensación del gozo y otras inspiraba sentimiento de dolor.

En 1842 la Compañía de Nuevo México adquirió mayor importancia por haber ingresado en ella los siguientes artistas llegados de España: actrices María Cañete de Laimón y Rosa Peluffo de Amienta y los actores, Ramón Barrera, Francisco Javier Armen ta, Francisco Garay, Juan de Mata Ibarzabal, á los que más

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

tarde se unió Hermosilla que, como los anteriores fué notable actor, poro eu cambio Pineda y Bruno Martínez pasaron al Principal.

MARÍA CAÑETE, joven hermosa, de donaire y gracia, dotada además de voz dulce y sonora, pronto conquistó las simpatías y el cariño de la mayoría del público que la colmaba de aplausos, tanto en las comedias en (pie hacía resaltar sus relevanMARIA CABETE tes cualidades, como en

EN SUS ÚLTIMOS AÑOS. las canciones y coplas (pie entonaba durante algunos entreactos. Mariquita Cañete como generalmente era llamada, vivió y murió entre nosotros.

ROSA P E U ' F F O, fué, igualmente ameritada artista, digna de figurar en la excelente compañía, de Nuevo México, y on las que después se organizaron para actuar, sucesivamente, en los principales teatros de la capital.

En el teatro de Nuevo México dividióse el público en partidos que daban lugar á cuestiones enojosas, primero en 1842, entre los partidarios de Concha López, que eran militares, y los de María Cañete queeran civiles; y luego, en 184H, entre los de esta misma actriz y los de Rosa Peluffo. El desorden cpie con motivo del beneficio de ROSA PELUFFO. la Cañete hubo la noche del 7 de Febrero llegó á tal extremo, que se hizo necesaria la intervención de la autoridad, la que arrestó por el momento á varios oficiales, y los confinó después á Perote, y hubo, además, serios disgustos entre el Gobierno del Distrito y el Ayuntamiento, de lo que resultó la disolución de este cuerpo.

PLANO 111—NUEVO MEXICO, CUAJOMULCO Y TARASQUILLO.

1 Puente de San Franoiseo. 2 Calle de la Alameda. 3 dille de Corpus Cristi. A. Templo de Corpus Cristi. •i Calle Nueva (a) Santa Ana. REFERENCIAS.

5 (¡alie de Huacaleo. 6 Calle de Guadalupe. 7 Calle y Plaza del Sapo. 8 Calle de Nuevo México. 9 Calle de la Pelota.

10 11 12 13 14 H. C. D. 15 16 17 18 19 20 21 Calle de Tarasqnillo. Callejón de Cuajomuleo. Callejón de Frías. Callejón de Dolores y los de Salsipuedes y Lamas. Plazuela de Tarasqnillo. Capilla de Los Dolores. Teatro de Xuevo México. •Vriroiiin del Puente del Santísimo. Calle Puente del Santísi nio. Calle de San José. Callejón de la Teja. Puente de Peredo. Calle de la Escondida. Calle de Victoria. Calle de los Rebeldes. 22 Espalda fiel Colegio San Juan de Letrán. 23 Callejón de López.. 24 Calle San Juan de Letrán. E. Convento de San Francisco. F. Convento de Santa Brígida. (¡. Colegio San Juan de Letrán. 25 Calle fie /nieta. 26 Calle del Hospital Real. 27 Calle de Ortega. 2X Primera de San Juan. 29 Calle del Puente Quebrado. 30 y 31—2a y 3a de San Juan. 32 Calle, Plaz,a y Pulquería de La Polilla. J. Teatro de la Unión. L. Baño v Temascal de La Polilla.

Al fin, el referido teatro, con la pérdida de sus actores, que pasaron al de S an t a - A n n a, ^ a u g u r a do con un concierto el 10 de Febrero de 1844, cedió el campo al vetusto coliseo * rincipal que, feo, fuerte y formal, siguió desafiando de pie, en la calle de su nombre, á todos los teatros de la capital habidos y por hab e r - El de Nuevo México, después, cayendo y levantando, c o « humildes compañías atraía P ° r temporadas al público de las tardes q ue se divertía con las disparatadas piezas del género sacro-religiosocomo Las ('nafro ApariC'ojirs, El Buen Ladrón San Dimas,San Felipe de Jesús, La Creación y el Diluvio, La '^iiollación de los Inocentes y, por Navidad, }íls insulsas pastorelas de antiguo corte, con sus lndispensables conciliábulos de tres demonios e n tanto que el Principal seguía sosteniéndose- & pesar de los tiempos que no eran, por eierto, los-de su apogeo con aquella excelente c°mpañía. que poco antes puso en escena maK'stralmente las obras de su buen repertorio vi sobre todo, las bellísimas comedias del ini«niable Bretón de los Herreros, quien parecía haberlas escrito, como se ha dicho, p a r a la Dubreville, Soledad Cordero, Miguel Valleto, •'«un Salgado, Higinio Castañeda y Antonio Castro, pues grandes eran las aptitudes de to('os esos artistas para desempeñarlas.

Desorganizada tan excelente compañía, por '& muerte de unos actores y por la separar on de otros que pasaron al Teatro Nacional, 4«e era el que sostenía la competencia, el PrinclP¡d empezó á decaer notablemente, y tan Pronto cerraba sus puertas como las abría, presentando de tiempo en tiempo, nuevos refuerzos con artistas de mérito, entre los que recuerdo á la Sra. Francisconi, á su hija Emilia Villanueva, una y otra muy hermosas, y al notable actor La Puerta. Así es que ese teatro siguió por algún tiempo sosteniendo su antiguo prestigio, ofreciendo, por las noches comedias, y por las tardes dramas di; sensación y de gran atractivo por sus efectos escénicos, tales como el 1 Azaro Pastor de Florencia, Margarita de Bordona ó la Torre de Nesle, La Berlina del Emigrado, La Abadía de Castro, Tremía años ó la rida, de un pujador, ('alalina Hoirard, Ana, Balena, Kl Caw panero de San Pablo, A ngelo, Urano de Padua, y otras románticos por e.l estilo, repertorio de que hacía uso igualmente el Teatro Nacional, sujeto alas mismas viscisitudes.

El Teatro de Oriente, que por caprichos de la suerte tuvo en 18;">4 la alta honra de ostentar en su destartalado escenario á excelsos artistíis, que habían sido dos años antes las delicias del público en el gran Teatro de la calle de Vergara, seguía, fuera de ese corto y brillante período, la suerte de los llamados del Pabellón, en Arsinas, y de la Fama ó Esmeralda, que más tarde recibió (¡1 nombre de Hidalgo, en la calle de Corchero, dando funciones los días f estivos por las tardes. El de ( Mente había inagurado un nuevo género de representaciones, sustituyendo las in ulsas pastorelas de antaño con otras en que intervenían los mismos pastores de aquellas piezas, pero que desarrollaban escenas mejor tramadas y ame-

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

n izadas con varios coros, tomados del repertorio italiano, tales eran las piezas compuestas por Don Mariano Osorno, intituladas: Los/i/jos de Halo n liras. La. Pala del Diablo. Fe lísaro el pescador y otras.

Ue los llamados teatros Pabellón, Fama y Tiiión, sólo te hablaré, caro lector, del último, por conservar en mi memoria algo que á. él se refiero. Kn cuestiones de teatro yo no admito términos medios: ó lo muy bueno que da pasto al espíritu, ó lo muy malo, que causa hilaridad, y eso de vest en cuando. Tal vez adopté por instinto, siendo niño, esta máxima, y por eso cierta tarde, atraído por el bombo (pie escandalosamente sonaba á la puerta del teatrillo de la. I'nión (a) HI l'ambazo. me lancé al interior de él. Instalado en medio del saloncillo cuadrilongo, de viguería formado, y descansando mi individuo en un mal asiento, tranquilamente es|HTé á que diera principio la función, anunciada en un cartel, tpie en la esquina del Fuente Quebrado, representaba.con figurones de vivísimos colores, las principales escenas leí Aiujelo. fimito tic Patina, (¡ue tal era la obra que en aquella tarde, ajusticiaban unos faranduleros. El tiempo transcurría, y el público de la cazuela, (pie no cesaba de comer naranjas, tirando las cascaras al patio, y de echar sus tragui tos de pulque, daba muestras de su impaciencia con grifos, chiflidos y golpes dados es el suelo y antepechos de la galería, bullicio que se mezclaba con los retumbantes y secos golpes del bombo, que eu lacalie se esforzaba, aunque inútilmente, pa rua truer mas espectadores. Tan henchida de gente se hallaba la galería, i pie sobre las tornapuntas (pie sostenían el techo de. tejamanil y avanzaban al inferior dol salón, veíanse dos ó más leperillos, asidos á ellas con brazos y piernas, como era costumbre, según se mu ha dicho, en el antiguo teatro de los (iallos I Véase la nofa al fin del artículo). Encendidos al fin candiles y candilejas, (pie echaban mét humo que. un horno agujereado. i'jtTlitóítf pe r una mala orquesta la nimbosa, obertura, con ritmo d e s abrir el camino de la bienaventuranza, y el drama comenzó. ¡Qué decoraciones aquellas, querido lector! ¡Qué trajes y qué acción! oí Víctor Hugo está allí presente, ó se cae muerto de pena al ver destrozar á una de sus hija8' ó toma inmediatamente su maleta y se ausenta de. la Capital. Respecto á decoraciones, sólo recuerdo la mal pintada cámara nupcial, e n uno de cuyos rincones aparecía, una mala cama con pabellón de muselina blanca, sobrecama de indiana, muy floreada y lustrosa, por 1° engomada, y almohadas con las fundas de anchos volantes, y, por último, el mueblaje déla época, no de mediados del siglo XVI, sino de mediados del XIX.

Con referencia á los trajes, sólo tengo presentes el tonelete (pie hacía las veces de chupa ducal, la capa y una especie de gorra con pluma que < aracterizaban al pedestá aquelde bigote encrespado y ceño adusto, así conio el bria.l azul adornado con brichos de plata, y la diadema de metal amarillo que daban ser » la Tisbe de crinolina. De las peripecias del drama no me preguntes mucho, caro lector, pues la infiel memoria, sobre este punto, sólo puede recordar un hecho que ofrecerte.

Cuando Angelo dice á Tisbe, refiriéndose á su mujer: "La mancha que ha caído en un lecho lo trueca en un sepulcro. Esa mujer debe morir."

El buen podestá tuvo á bien no solamente cambiar la frase, sino convertir el tono imperativo en interrogativo, y dijo con un sonsonete bien marcado: /Por qué ha manchado mi lecho/

Y antes de que dijese más, un chusco le gr'tó desde la galería con el mismo sonsonete: •- ( Y lu, cabezo de buei/. por qué le doYmislé?

El malaventurado teatro de la l'nión fué substituido por las casas en queso encuentran la impronta y baños de M erguía, en la calle del Puente Quebrado. (Véase el plano que se halla en este artículo).

El (iran Teatro de Santa Anua, (pie desrobe; levantóse el telón, que precisamente de- de la caída del dictador perdió para siempre su bía, tener, mas de ello no me. acuerdo, uno de i nombre cambiándolo por el de Teatro Nacioesos lemas (pie conceden al teatro la virtud de I nal, permanecía abierto por largas témpora-

EL GRAN TEATRO NACIONAL.

das figurando entre los artistas ya conocidos, °tros como Don Pedro Vínolas, Don Ignacio kervín, Don Manuel Pabre, Doña María de *°8 Angeles García y su marido Don Donato estrella, Dorotea López y Don José Cejudo, " quien la muerte pronto sorprendió, dejándon°s el insigne actor el recuerdo de sus triunfos en el Luis Onceno, de Casimiro Delavigne, y en la hermosa comedia Quién .es ella? del famosísimo Bretón de los Herreros.

El hermoso teatro de Vergara, por su extensión, proporciones y buenas condiciones acústicas, era el apropiado para los espectáculos líricos, dramáticos y coreográficos de i Pomposo aparato, así como para los grandes 'estivales, patrióticas funciones y bailes de mascaras.

Lo digno de observar es que el precio de abono en luneta, por 22 funciones dramáticas en el mes, era de 9 pesos, y por 12 líricas, cuando el teatro estaba ocupado por una Compañía de Opera, 16 pesos, y en esa proporción los palcos, plateas y demás localidades.' *" abono del teatro entraba precisamente en ei presupuesto de los gastos mensuales, tanto de las familias ricas como de mediana y escasa fortuna, y, además, los de la primera clase nunca abandonaban sus palcos aunque tuviesen que ausentarse de la ciudad por temporadas, resultando de todas estas circunstancias,

VALERO EN LUIS XI. (VÉASE EL ARTICULO "SOCIEDAD FILARMÓNICA.")

según creo haber dicho en otra ocasión, un hecho favorable para el sostenimiento de diver-

2tífi

EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

siones dignas de la culta Capital. Nadie podría prever entonces que, andando el tiempo, aquellos espectáculos fuesen interrumpidos por funciones de á real la tanda, que profanaron el gran Coliseo en el que brillaron artistas de gran mérito como Boherer, Herz, Pheiffer y Bottesini; Marini, Salvi, Badiali, Tamberlick, Gassier y Tamagno; la Son tag, la Steffenone, la D'Angri, la Peralta, la Scalchi y la Patti; Arjona, Valero, Antonio Castro, Domingo Garcia y Coquelín, y por último, Matilde Diez, la perla finísima del Teatro Espanol, y Adelaida Ristori, el diamante purísimo del Teatro italiano, y otras estrellas de primero y segúndo orden. La z a r z u e la / ^ l ^ ^ k. con sus abusos lastimó h o n d amente la dignidad del teatro y las tandas dieron le el golpe de gracia. Aquellos tiempos del Roberto el Diablo, desempeñado por MATILDE DIEZ. un Marini que causaba espanto en Ja invocación por su enérgica actitud y su potente voz; aquellos tiempos de la Condesa de Rossi y reina del teatro (1854) dulcísima Amina que hacía llorar, graciosa Ros8¡na que hacia reir, la gentil María hija del Regimiento, que con su tierno adiós, á todos conmovía, y la traviesa Norina, q ue al MANUEL CATALINA. poner en ejecución sus feroces, pero fingidos instintos, contra el gordo D. Pascual, hacía i\acer de todos la compasión en favor de ese pobre viejo ; aquellos tiempos de Matilde Diez y Manuel Catalina que entusiasmaban al público por la perfección de sus trabajos escénicos, tanto en los dramas serios como en las comedias ligeras y festivas, brillando sobre todo, aquella en "Adriana Lecouvreur," "La Escuela de las Coquetas," "Por él y por mí," "La Trenza de sus Cabellos," "La Dama délas Camelias," "La Flor del Valle," "No hay que tentar al diablo," "Por derecho de Conquista" y la graciosa piececilla,"; ATRÁS !" y éste, el galán de finos modales y aristocrático tipo en "El hombre de mundo," "Sullivan," "El arte de hacer fortuna," "Un marido como hay muchos," "La Escuela de las Coquetas," "Por derecho de Conquista" y las demás que desempeñaba en unión de Matilde Diez, que era l l a m a d a "La perla del teatro español;" aquellos tiempos del "Poliuto" y del "Profeta" desempeñados por un artista de la talla de Enrique Tamberlick, apellidado " el

REY de los tenores" que al entonar el "Credo" en la primera de LA SONTAG. dichas óperas, recibía inmensa ovación, y en la escena de la Coronación de la segunda obra mencionada, no sólo fascinaba á

Fides, sino al público entero; aquellos t i e mpos, en fin, de

Angela Peralta (1865-1871) el

Ruiseñor mexicano, neto reflejo de la Sontag por su argentina y hermosa voz, su incomparable flexibilidad de garganta y su ENRIQUE TAMBERLICK. correcta escuela de canto que deleitaba en la "Lucía," "Puritanos," "Sonámbula," "Pardon de Ploermel," "Barbero," "Marta" y otras muchas. ¡ Qué diferencia entre esos tiempos y los

del Can-can y las Seguidillas que se entronizaron en el gran Teatro para mengua del arte. Ya espero, caro lector, argumentos en contra de mis reflexiones, diciéndome que tras de aquellos tiempos que menciono vinieron otros dando lustre á nuestro teatro con los insignes artistas como los que antes he citado. Es ver-

ANGELA PERALTA.

dad, vino la sin par Adelaida Ristori que así como la Soutay, era gran señora en la sociedad y gran artista en el teatro, pero también e8 verdad que aquellos tiempos habían cambiado, en lo que concierne á la afición del público por los espectáculos dignos, y para probar mi aserción me basta con recordar hechos, "uando la Ristori, (1875) cuyo nombre sin calificativo alguno, basta por sí solo para expre8 ar la grandeza de la artista, encantaba en el Nacional á un corto número de espectadores, con la admirable ejecución de Isabel reina 'l<' Tnr/laierra, la Fedra, Pía de Tolomei, María Sluard y otras obras magistrales, hacíanle competencia cu el Principal los perros 8abios que demostraban sus monadas ante un Público numeroso. En el Nacional unas cuantas personas de buen gusto enviaban con sus Palmadas sus plácemes á la insigne artista, á 'a Isabel de Inglaterra, que se presentaba en e* primer acto radiante de majestad por su Porte, por su acción y por su traje y en el último aparecía débil, enfermiza y flaca, pero siempre altiva, arrastrando viejo y deteriorado aquel mismo manto, flamante y regio que antes llevara y apenas podía entonces sostenerse en los hombros de la Reina, tanto así era el arte de aquella dama aun con los objetos, que hacíalos aparecer viejos estandonuevos; en tanto que en el Principal, con aplausos atronadores se celebraban las gracias de los animales.

Llámame presuntuoso y cuanto quieras, carísimo lector, mas te prevengo que ninguna consideración detendrá mi pluma para referir hechos que se relacionan con mi persona y me llenan de legítimo orgullo. Tuve tan grande como sincera amistad, con esa excelsa artista y señora que tan dignamente ha sabido llevar la corona de Condesa. En los aristocráticos salones del Ministro italiano Don Luis Biagi, otro amigo muy querido, eran tan amenas aquellas tertulias de los miércoles, durante la temporada artística de la RISTORI, en las que los conciertos alternaban con el r baile, que nunca falté á ellas y allí fué donde trató á la reina del teatro. Otro tanto puedo decir de la insigne Peralta y y de los eminentes artistas Tamberlick y Valero, amigos leales y sinceros con j quienes me ligaban los lazos eternos del cariño. ¡A la que vive, y & los que murieron, consagro este afectuoso recuerdo!

Pido que me perdones la digresión, amabilísimo lector, y paso á dar término á mi historia.

En idénticas circunstancias encontráronse ARJONA y el mismo VALERO, así como la excelente Compañía de Opera Cómica de la ALH AIKA, una de las mujeres más hermosas y artistas que han pisado las tablas de nuestros teatros, y la no menos buena Compañía de la grande Opera, de Defosse, las que huyeron de México, en quiebra por falta de público.

ADELAIDA RISTORI.

El gran acontecimiento teatral en la sexta década del siglo, que difícilmente volverá á

presentarse en los venideros tiempos, fué el de la existencia, en 185-1, de dos excelentes compañías de ópera, que simultáneamente trabajaban, una en el Teatro Nacional con la egregia ENRIQUÍTA SONTAO y el gran barítono CÉSAR BAIHALI, digno de figurar aliado d é la Condesa de Rossi, y otra en el teatrillo de Oriente, en la que figuraban la arrogante

STEFFEN'ONE, el dulcísimo SALVI, et impetuoso BENEVEXTAN'O y el gran bajo MAKINI. Si en el primer teatro se gozaba con la magistral interpretación de la "•Sonámbula," "Hija del Regimiento,"'"Barbero de Sevilla," "María de Rohan," "Don Pascual," "Nozze de Fígaro," según antes he indicado, en el segundo causaban deleite las audiciones de "Norma," la misma "María de Rohan," "Lucrecia," "Favorita," "Lucia," "hrnani," "Puritanos" y, sobre todo, "Roberto el Diablo."

El teatrillo de Oriente era todo de madera, tanto que la tablazón que cubría los palcos veíase desde las calles de Puesto Nuevo y San José de Gracia, sobre las azoteas del raquítico edificio de un solo piso, en cuyo interior se hallaba at pié 1 formado, circunstancia que permitía á los amantes de la música que no podían pagar los precios de la Opera oiría desde las aceras de enfrente en las que los especuladores jxuiían estrados y cobraban uno ó dos reales por asiento. Es¿is dos agregias compañías, al unirse, como muchos deseaban, habrían constituido con sus buenos elementos, sus magníficas orquestas y sus buenos coros, lina sola, pero tan sobresaliente, (pie no se hallara en verdad, otra mejor, en los más afamados teatros europeos, mas sólo coneurriom ambas al templo de la Profesa, el día lii tus Julio, para cantar, ¡recuerdo triste! la, misa

de réquiem de la SONTAO. 800,000 habitantes con que cuenta la Capital, ¡ qué van á sostener dos teatros de ópera y dos de comedia, cuando apenas pueden con los de zarzuela, y eso por el sistema de tandas!

He extendídome, mi buen lector, más de lo conveniente al hablarte de teatros, pero los recuerdos gratos que se agolpan en mi mente, de una época tan fecunda en acontecimientos notables en el asunto de que trato, hanme obligado á traspasar los límites que me había propuesto.

NOTA ACERCA D EL TEATRO DE LOá GALLOS.

Aquellas épocas aciagas en (pie los habitantes de la Capital no abandonaban el teatro, id aun en los momentos de mayor peligro, aquellas en que los proyectiles arrojados j>or armas fratricidas reventaban sobre las cabezas de los transeúntes y aquellas en (pie la peste del cólera-morbo se ensañaba con los habitantes, acechándolos en las puertas y en el recinto de los mismos teatros, dan la medida del carácter que distinguía á los mexicanos de entonces y de su grande afición á las dignas y decentes diversiones del teatro. Hoy los

La primera plaza de gallos que hubo en México, tW que se tiene noticia, estaba situada en la calle del Cua-1 tirante de Santa Catarina (año 1736) y fué trasladada (año 1745) al callejón délos (jallos, donde permaneció hasta 1798 en que, el día de San Pedro, fíe estrenó la que. existió en la calle de las Moras, en el terreno comprendido entre las casas 17 y 18 de la minina valley las correspondientes de la calle conocida con el nombre de Pulquería de Celava.

Kl aspecto que ofrecía la tal plaza era el siguiente! en el exterior, una fachada humilde, de dos cuerpos, con balconaje vulgar el superior y con puertas y ventanas el inferior, délas cuales la principal tenía más de puerta cochera que de pórtico, ¡í lo que se agrega que la susodicha fachada se levantaba en una calle mal empedrada y recorrida longitudinalmente por un albañal. circunstancia común á la mayor parte de las calles en aquella época. Tras de las azoteas de esa parte del edificio se levantaba un enorme techo de tejamanil, en forma de un cono deprimido que ostentaba en su vértice, como remate, un erguido gallo de? palo; en el interior, ! veíase un amplio palenque circular limitado por tres • órdenes de palcos y galería y resguardado por el expre, sado techo, i|ue se hallaba sostenido por enor^ues tor! ñapuntas que avan/.anan mucho hacia el centro. Kn l.S'iL' la civilización dio un gran pase en el canu: no del progreso, transformando ese local destinado orij (¡alíñente á una diversión cruenta y nada culta, por | otro que debiera servir para espectáculos dignos de una J sociedad ilustrada. Con el nombre de Teatro provisioj nal, mediante las reformas qui se le hicieron, abrió sus | puertas al público la compai. dramática que dirigí* | Pon Luciano Cortés, en la (pie figuraba como primera ! comedianta Cecilia Ortiz. Alternativamente e. teatro' i durante su existencia, siguió dando funciones dediveri so género: unas veces con buenos artistas y otras con i faranduleros de la peor especie. I Kn 1825 el Teatro Provisional presentó una compañía mixta decanto, verso y baile, y para demostrar la bondad de los espectáculos,liaste decir, que la primera sección puso en es.eena la. Urraca ladrona y Tancredo,,

CUADROS DE COSTUMBRES. 269

segunda la Xiíín en cana y la madre en las máxcarax y 'a Mojigala de Moratín, y la tercera diversos bailesPantomímicos.

Dos años después, el teatro que había cambiado su n°mbre por el de la Opera, pudo ofrecer una compañía 11 lue figuraba el insigne tenor y compositor sevillano Manuel (Jarcia, padre de las agregias cantantes la Maliran y la Viardot. (Jarcia se estrenó con el Harhern de '""> esa admirable partitura de líossini, desempeñando el papel del Conde de Almaviva, en el que no conocía rival. La Pellegrini, distinguida artista y la a n ta Marta formaban parte de la compañía.

Kn 1831 el teatro se convirtió en circo y el antiguo coliseo en teatro de la Opera, y aquel cayendo y levantando con sus diversos espectáculos, prosiguió hasta el año de 1841 en que por las nuevas reparaciones que se le hicieron estuvo en disposición de recibir dignamente ¡í otra artista de gran mérito la Castellan, que en la ejecución de Lucía de haniennone, ópera (pie cantó también en París, no conocía rival.

El teatro de los (Jallos continuó dando malas comedias y pastorelas hasta el año de 1844 en que desapareció á causa del voraz incendio que se inició al medio día, el 2 de Noviembre.

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CORRIDAS DE TOROS.

—í-o-

jjL comparar los usos y costumbres de la época á que me he referido con los de la actual, danse á conocer aquellos en íue se ha progresado, los que hemos dejado atrás y los que permanecen estacionarios, parocularmente en los que concierne al bajo pueblo.

Conozco bien los argumentos, querido lector, que has de oponer á mis aserciones y principalmente á las que contrarien tus gustos é mclinaciones, mas no por eso dejaré de ma' ifestarlas. Dirasme que es inveterada la costumbre de elogiar lo pasado y de deprimir lo Presente y, acaso, no te falte razón, pero debo Prevenirte en mi favor, asegurándote, según ya he manifestado, que no obro por sistema alguno, ni me preocupo con ideas preconcebidas que den por resultado la alteración de los «echos y, por consiguiente, sus falsas consecuencias. Que la nación y la capital han adelantado, no cabe duda, pero también te diré que no es oro todo io que reluce, por lo que respecta al orden social.

Nadar contra la corriente es un vano esfuerzo, y por tal tengo el de algunos de mis escritos que, como el presente, contraría costumbres arraigadas en el pueblo. Entre las que han sido y son en nuestra querida patria objeto de predilección, cuéntase las corridas de toros.

Dos eran las plazas que existían en la Capital, ambas tan espaciosas (pie podían contener de 10,(XX) á 11,(XX) espectadores, siendo la más antigua la llamada de San Pablo, que se hallaba situada al SE. é inmediata al templo de aquel mismo nombre y cuyos datos acerca de su construcción están perdidos. Solamente ha podídose investigar que en Septiembre di; 1788 el virrey D. Manuel Antonio Flores mandó suspender las obras de la plaza que se construía en la plazuela de las Vizcainas, á fin de que fuera levantada en la de San Pablo. Pro-

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