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Hechos memorables acaecidos en las Se- manas Santas de 1850 y 1857

del cuarto del hotel en que tuvo efecto el asesinato, y á Clemente Villalpando á diez años de presidio con calidad de presenciar la ejecución. Esta se llevó á efecto, en los términos prevenidos, el dia 8 de Marzo de 1851, ante un inmenso gentío.

Véase el segundo grabado de la página 157, el cual representa el Hotel de la (iran Sociedad en primer término (hoy CasaBoker), y el \ antiguo portal del Águila de Oro, en segundo. ) El primer balcón de los. tres que se advierten j en el grabado, corresponde al cuarto en que se j llevó á cabo el proditorio asesinato.

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Un crimen tan horrendo en día. tan santo ! no podía menos que conmover, según pare- j cía, á la misma naturaleza. Triste, muy triste j amaneció la mañana del Viernes Santo. Un f fuerte viento desatado del Sudoeste arreciaba á medida que avanzaban las horas del día y levantaba nubes de polvo que hacían palidecer la luz del Sol. Después del medio día el silencio que reinaba en las solitarias calles, era tan sólo interrumpido por los bramidos del viento, convertido ya en huracán que desgajaba las arboledas del Paseo de Bucareli y de la Alameda, mientras que en los templos, henchidos de gente, se escuchaban los rezos y los lúgubres cantos del ejercicio de las siete palabras y de las agonías. Poco antes de la una de la tarde, los graves y persistentes sonidos de las campanas de los templos de San José y San Juan de la Penitencia, en momentos en que debían estar calladas, infundieron grande alarma en toda la población. Las gentes, salían de sus casas y desocupaban los templos, recorrían apresuradamente las calles y se preguntaban unas á otras la causa de tal alarma, que debía ser producida por un acontecimiento grave, á juzgar por los toques de las campanas lejanas, qiie se dejaban oír cada vez con mayor insistencia. Pronto la ciudad tuvo conocimiento de que un voraz incendio, iniciado antes de la una de la tarde, en la carrocería de M. Hugo Wilson en la calle del Sapo, tenía envuelto en llamas el establecimiento.

A las nubes de polvo que invadían las calles agregábanse, para hacer más espantoso el espectáculo, los torbellinos de humo denso que recorrían velozmente el espacio, y en los que se veían brillar siniestramente, trozos de ma. dera inflamada, que iban á caer sobre los techos de lejanos edificios.*

Por todas partes se movían con precipitación los zapadores, piquetes de tropa y gentes del pueblo que huían á todo correr en diversas direcciones para no ser cogidos y llevados por fuerza, á fin de prestar socorro y ayuda en el lugar del siniestro. Gente de la líltima clase que sólo está dispuesta á meterse en los lugares donde puede hincar la uña, hallaba 1» ocasión para sus depredaciones á que la inclinan sus institutos salvajes.

A poco las violentas campanadas de la Capilla de los Dolores, anunciaron que el fuego se había transmitido, por medio de los encendidos leños de los torbellinos, á otros edificios como eran en tales momentos, la herrería francesa situada en la calle de Nuevo México, frente al teatro de este nombre y la carrocería inmediata de Don Patricio Desmond. Soldados y paisanos acudieron con presteza para sofocar el nuevo incendio, pero el viento, que no cesaba de soplar con furia esterilizaba todo esfuerzo, y á poco, esta carrocería, como la primera, se vio completamente envuelta en las llamas. Yo era entonces muy joven y sin duda á tal circunstancia debí que aquel horroroso espectáculo dejase en mi alma impresiones indelebles. Desde las primeras campanadas abandoné el templo de Balvanera al que habíame llevado mi madre y volé como otros muchos al teatro de los sucesos. Con varios jóvenes de mi edad penetré en los indicados establecimientos, y con nuestro auxilio lográronse sacar algunos carruajes, unos en buen estado y otros muy maltratados, aún ardiendo sus pescantes y pesebrones. También libertamos algunos caballos tirando de los almartigones y sacándolos á la calle, donde daba compasión el verlos con la piel achicharrada y lamiéndose las quemadas cuando ya no los sujetábamos. Más de cincuenta caballos perecieron consumidos por las llamas y otros corrían fugitivos por las calles de la ciudad.

Los incendiados edificios de Nuevo México comunicaron el fuego á una casa y á los jacales de los indios carboneros del callejón de

Tarasquillo. (*)

(* ) Antiguamente las manzanas comprendidas entre las calles de San Juan de Letrán y Hospital Keal

CUADROS DE COSTUMBRES. 839

-Ni el huracán cesaba ni los torbellinos con 8u s carbones encendidos dejaban de cruzar violentamente por'la atmósfera, y por tanto, e l fuego continuó propagándose á grandes distancias.

Los sucesivos y terribles toques de las campanas de Santa Brígida, San Francisco y Sante Isabel nos obligaron á correr hacia el rum"° de la Maríscala, abandonando aquellos ^uncios de los que nada podía salvarse ya por haber hecho de ellos su completa presa el fuego- En el nuevo lugar de los sucesos, ni mis ^mpañeros ni yo pudimos prestar auxilio alguno por ser ya de todo punto imposible, limitándonos á presenciar el siniestro espectáculo que se ofrecía á nuestra vista. El fuego que había invadido la herrería de Don Antonio irigoyen, en la parte oriental de la manzana °i«e limitan la calle de la Maríscala y el callejón de Santa Isabel, (Véase el plano de la página 233, letra F. Convento y Callejón de Sana Isabel), cundía con violencia en la carpin tería contigua de Don Ignacio Unzein, á una ^ sa particular y á un molino perteneciente á Don Lorenzo Montano, siendo tan vivo el elemento destructor que todo desapareció en po0 08 momentos, no quedando sino los paredones ennegrecidos y humeando los escombros á as cuatro de la tarde, hora en que el fuego se °abía extinguido por todas partes.

P°r el Este, Puente de San Francisco y Corpus Chris' Por el Norte, Revillagigedo por el Oeste, y el Sapo y lctoria por el Sur, se hallaban interrumpidas por nuerosos callejones tortuosos é irregulares y por algu"J*8 plazuelas. Los callejones de las Damas y San Juan e Letran, así como la plazuela del Puente del Santísimo, desaparecieron con la apertura de la calle de Nievo México, continuación de la de Zuleta. Tampoco existe ya el Callejón de Tarasquillo que de O. á E. esembocaba en el de Dolores frente de otro cerrado e dos metros de latitud y que hoy tiene el pomposo "talo de Avenida O. B. A. La capilla de los Dolores, l oe igualmente desapareció se levantaba en la acera l ie mira al Oriente del callejón del mismo nombre, al norte de la casa número 4 y enfrente de otra famosa ^venida, O. fí. A., como la expresada. Dicha capilla le derribada al regularizarse los tortuosos y estrechos '••allejoitesque de Sur íí Norte se convirtieron en las caes ]» y 2a de Dolores, distinguían al abrirse las calles í e l a Independencia y Plazuela de Tarasquillo. De * Plaza de Cuajomulco no queda ni rastro y sólo "Xiste con tal nombre el antiguo callejón más extenso v regularizado. (Véase el plano de la página 262),

Las pérdidas se estimaron en la cantidad de 150,000 pesos, de la que las dos terceras partes correspondieron á Mr Hugo Wilson. Acontecimientos tan funestos en tales días no podían menos que contristar hondamente á todos los habitantes de la populosa México.

Acontecimientos de otro orden vinieron á turbar la tranquilidad pública en la memorable Semana Santa de 1857. Costumbre muy antigua fué la asistencia de las primeras autoridades á los divinos oñcios, práctica que manifestaba las íntimas relaciones que ligaban á la Iglesia y al Estado. La Constitución de 1857 desató esos lazos que más tarde fueron completamente deshechos por las leyes de Reforma. Señalóse aquel año por los acalorados debates y las exaltaciones políticas cuyas públicas manifestaciones no reconocieron valladar. Cordones, cintas y moños rojos señalaban á los liberales ; cordones, cintas y moños verdes distinguían á los conservadores. ¡ Hasta ese punto llegó el refinamiento en la demostración de los odios políticos! Los amargos frutos de esa desunión, creada desde los primeros años que siguieron á la consumación de la independencia, por los tristemente célebres Mr. Poinsset, Ministro americano en México y Don Lorenzo de Zavala, aún no cesa de recogerlos la República.

Tal orden de cosas produjo el estado de viva inquietud en que se hallaban todos los ánimos y las terribles luchas que agitaban las conciencias. Ambos poderes, en las esferas de sus atribuciones, imponían deberes que llenar y penas que satisfacer. El Estado exigía el juramento de la Constitución incondicionalmente, bajo la pena, de entregar en los brazos de la miseria al contraventor de su mandato, y la Iglesia ordenaba la abstención completa del juramento, conminando á los desobedientes con las censuras eclesiásticas. ¡Terriblesituación para la gente timorata, cuyas obligaciones sociales le decían j a r a, y sus deberes de conciencia, no jures! En tal virtud los que juraban conservaban un empleo, es verdad, mas no podían ser absneltos en el tribunal de la penitencia, y los que se ajustaban á los mandatos de lajlglesia no temían pan que dar

á sus familias. Cierto es también que esa tremenda lucha hizo resplandecer los actos de dignidad de personas de gran valer, de cuyos buenos y honrados servicios se privó á la na- ¡ ción, pero también puso en relieve la infidelidad de los que se aprestaban á jurar, con entero desprecio de las censuras eclesiásticas, y I el perjurio de los que tan pronto se retracta- i ban del juramento otorgado como se apresta- • ban á jurar de nuevo en los casos necesarios.

Esas vivas inquietudes no sólo se agitaban en el seno de la sociedad en general, sino en ; el de las familias, desatando y rompiendo los ¡ más sagrados vínculos, y conmovían tanto á los que se hallaban alejados de la política como á los que, por convicción ó por los terribles compromisos de partido, defendían las nuevas ideas, las que al ponerse en práctica, ; en concepto de muchos, traspasaron los límites de lo conveniente. Esas luchas morales que, sin cesar, atormentaban las conciencias, i produjeron desde los primeros momentos ac- ¡ tos inconsecuentes, como los llevados á cabo j con respecto al juramento de la Constitución, en diversas oficinas. Mientras en unas obligábase á los empleados á cumplir ceremoniosamente con lo preceptuado, ante un Crucifijo, colocado sobre una mesa que servía de altar improvisado, con las velas de cera ericen- ¡ didas y abierto el libro de los Santos Evange- i lios, tin otras la ceremonia era de mera fórmu- ¡ la, ante el mismo Cristo, pero con las velas ; apagadas y cerrado el expresado libro sagra- j do. En aquéllas exigíase el juramento indivi- j dualmente, y en éstas en conjunto, sin atender ¡ á las omisiones de unos ni á las reservas de otros, como tuve ocasión de observar en la Secretaría de Fomento. Preguntando el Ministro á los empleados, conforme á la fórmula es ; tablecida, si juraban la Constitución, unos cuantos contestaron sí juramos, pero los más permanecieron en silencio, y al terminar el Secretario con las frases de costumbre si así lo hiciereis, etc., un empleado de categoría se adelantó hacia aquél y le dijo:

—Advierta usted, señor Ministro, que yo he contestado negativamente. En ese caso, replicó aquel funcionario señalando la puerta con la mano, por ahí puede usted retirarse de la. Secretaría.

La energía que caracterizaba al Prelado de la Iglesia mexicana, dispuesta siempre á rechazar cuanto no estuviere ajustado á los deberes de conciencia, y el espíritu de conciliación que animaba al Jefe del Estado, eran dos fuerzas que se contraponían, sostenida una por las intransigencias de los conservadores y debilitada la otra por las exigencias de los liberales, siendo la resultante precisa de ambas fuerzas el estado de inquietud y desorden en que se halló el país entero y muy particularmente la Capital de la República. Las exageraciones de una y otra parcialidad política, nulificaron por completo las sanas intenciones de Don Ignacio Comonfort y perdieron al recto hombre de Estado. Si los propósitos de aquel honrado ciudadano hubiesen sido unánimemente acogidos, las reformas constitucionales hubiéranse llevado á cabo de acuerdo con los sentimientos generales de la Nación, produciendo un Código que no sirviese tan sólo para dar fuerza legal á la existencia de los gobiernos.

He pintado á grandes rasgos la situación violenta y tormentosa del país en el año de 1857, para determinar la causa del conflicto que surgió en la Catedral entre la autoridad civil y la eclesiástica el Jueves Santo, 9 de Abril.

En virtud de la delicada situación que guardaban las autoridades civil y religiosa, el Presidente Comonfort creyó prudente, tal vez, abstenerse de asistir á los divinos oficios de la Catedral como era de costumbre; mas el Oró" bernador, hombre dotado de un carácter enérgico y activo propúsose concurrir á la Catedral, en representación del señor Presidente, y con tal objeto trató de inquirir previamente la actitud que respecto de su persona asumiría la autoridad eclesiástica, indagación á qp

e lo obligaba el rumor propalado de que no sería recibido en la Catedral. Con este motivo dirigió al Sr. Arzobispo una carta primero y, después el siguiente oficio:

'•Ulmo. Sr. "No pudiendo asistir el Excmo. Sr. Presidente á los oficios del jueves y viernes de i'1 presente semana que se celebran en la Santa Iglesia Catedral, tengo el honor de decirlo V. S. I., para su conocimiento y el del Venerable Cabildo, manifestándole que yo conçu-

" i ré en lugar de S. E. á dichos actos.—Con este motivo, tengo la honra de reproducir á ^ • S. I. mi atenta consideración. -Dios y Lic i t a d. Abril 7 de lHôl.—Junn J. Haz. Almo. Sr. Arzobispo de México."

En la contestación el Prelado mexicano Wanifestó al Gobernador que con nadie ha; a tratado sobre el asunto, pero que haría "ien en omitir su asistencia ( Abril 2 de 1857 ), consejo reiterado en la contestación que el mismo Prelado dio á la nota oficial del expresado funcionario, agregando, entre otras consideraciones, la del escándalo que de ello (la asistencia) recibirían los fieles.

A pesar de todo el Gobernador, acompañao del Ayuntamiento, bajo sus mazas, se presentó á las puertas de la Catedral, el Jueves anw>, poco antes de las nueve de la mañana J aperando ser recibido mandó dar el corresP°ndiente aviso, primero por medio del Comandante de escuadrón Don Mucio Key es y después por conducto del Jefe de Policía Don rancisco Iniestra, recibiendo por contestación á la primera misiva, por un capellán de 001,0 y á la segunda por el Canónigo Gárate, °jUe no se le recibía, porque tal era la orden d el señor Arzobispo.

El Gobernador tan luego como regresó con e* Ayuntamiento al Palacio Municipal, dictó al gnnas disposiciones y entre éstas la de inormar al Supremo Gobierno sobre todo lo Zurrido, terminando su comunicación á la Secretaría de Justicia é Instrucción Públ ica con e s t e párrafo:

"La conducta del clero en esta vez es soremanera insultante y despreciativa á las auoridades, y creo perdería el tiempo en inculCílr á usted la necesidad de un castigo tan P'onto, tan público y tan grande como ha sid o la ofensa. Llamo la atención de V. E. sore los términos de las comunicaciones del sen°r Arzobispo, en las que desacatando á la Utoridad se atreve á decir que sería un escándalo para los fieles mi concurrencia al temPl0 - Si la conducta, del clero se dejara sin casSo, sería necesario perder la esperanza de ser obedecido y respetado en lo de adelante.'"

En seguida montó á caballo y seguido del Je*e de policía y de otros individuos armados, entre los que iba diligente el célebre Porfirio García de León, se dirigió á la Catedral, en los momentos en que el templo tenía cerradas sus puertas, la multitud estaba amotinada en la plaza, y la tropa sobre las armas. El Go. bernador recorrió el atrio principal, y subió al piso superior de éste por la escalinata, siempre ejerciendo aquellos actos de energía que eran propios de su carácter y que las circunstancias requerían. Penetró luego, por el atrio de los canónigos, en el patio del Colegio de infantes y detuvo su caballo ante la puerta de la antesacristía, en la que entró á pie con el fin de exigir de los canónigos que permanecían encerrados en el coro, la llave del Sagrario que, según costumbre, se ponía al cuello del personaje que representaba la primera autoridad. No logrando su objeto volvióse al atrio donde uno de sus acompañantes hubo de sostener porfiada disputa con el portero que se rehusaba á entregar las llaves de la gran reja de hierro, á pesar de verse amenazado por las pistolas de su contendiente. Entregadas al fin las llaves en virtud de la orden que el portero recibió del Canónigo Cobarrubias, el Gobernador con su séquito abandonó el atrio y con frases destempladas y duras dispersó al pueblo é hizo retirar á los colegiales del Seminario, quienes de manto y beca, observaban atónitos, desde las rejas, lo que pasaba Cerráronse las puertas por orden del Gober nador, quien con la actividad que le caracterizaba se apartó del lugar para combatir con presteza la actitud amenazante del pueblo y dictar las providencias que exigían las circunstancias. Sacáronse del palacio algunas piezas de artillería y cubriéronse las torres de la Catedral y las bóvedas del Sagrario de soldados. Algunos tiros al aire apaciguaron, como siempre, á la multitud.

Entretanto el alboroto que había establecido sus reales en la Catedral, subió de punto con la llegada del señor ( )bispo Madrid, quien sabedor de lo que acontecía en la Catedral abandonó apresuradamente! el templo de San Fernando en donde acababa de oficiar y se dirigió á la Catedral penetrando en ésta por la puerta oriental de las Escalerillas. Su presencia infundió nuevo aliento á los que llenaban el templo, muchos de los cuales prorrumpieron en gritos sediciosos contra los liberales

sin comprender que con su conducta impru- | dente ultrajaban también la casa del Señor en dia tan santo. La reprensión severa del enérgico Obispo por aquel acto tan poco decoroso, puso término al alboroto. Los canónigos permanecieron todo el dia en el coro hasta las seis de la tarde en que se cercioraron de que no corrían ningún peligro. La Catedral abrió de nuevo sus puertas y el público se apresuró á ¡ visitar como de costumbre el monumento, co- ¡ mo si nada hubiese acontecido.

El término de ese conflicto fué una noto del Ministro de Justicia al Arzobispo, fechada el día 12 del mismo mes de Abril, la cual por su importancia y por constituir la síntesis de los sucesos, merece ser reproducida:

"'Ministeriode Justicia, Negocios Eclesiásticos é Instrucción Pública.—Excmo. Sr. — Con esta fecha digo al limo, señor Arzobispo de México, lo que sigue: "Timo. Sr. En comunicación oficial de y del corriente, manifestó á este Ministerio el Excmo. Sr. Gobernador del Distrito, qtie habiéndose presentado á los tres cuartos para las nueve de la mañana de ese día en unión del Excmo. Ayuntamiento de esta Capital, y bajo las mazas, en el atrio de la iglesia Catedral con el objeto de asistir á las ceremonias religiosas, según lo ha hecho siempre la autoridad civil por costumbre inmemorial, se le mandó decir, primero por un capellán de coro, y después por el señor canónigo Gárate. que había dado orden V. S. 1. de que no se le recibiera. "Desde luego habría hecho uso el Gobierno de sus facultades económicas para castigar tan grave falta, si guiado el Excmo. Señor Presidente de sus sentimientos religiosos, no hubiera resuelto suspender todo procedimiento en los días solemnes consagrados por el cristianismo al recuerdo de los misterios más augustos de nuestra redención. A fin. pues, de que los oficios divinos se celebrasen en los términos de costumbre, se recomendó á las autoridades que se limitasen á la conservación del orden público: y aunque éste se alteró de una manera escandalosa, dejando profanarse «I templo por los mismos que debieron y pudieron reprimir este desacato, no quiso el gobierno usar de su poder contra los que convertían la iglesia en plaza pública, para dar así una nueva prueba de su respeto á la religión, porque no hacía mas que diferir el castigo de los culpables, y por el convencimiento de que cualquiera medida de represión encaminada á sofocar los gritos sediciosos proferidos en la casa de Dios, hubiera producido allí funestos resultados, siendo asi que fuera de aquel lugar no se podía turbar el orden impunemente, merced á las providencias tomadas de antemano. "Hoy que han desaparecido ya los motivos que hubo para suspender la acción del gobierno, comunicaré su resolución á V. S. I., no sin entrar antes en algunas explicaciones concernientes al caso. "Según las noticias recibidas hasta ahora, el único punto de todo el Arzobispado de México en que se ha ultrajado á la autoridad civil, ha sido el de la Santa Iglesia Metropolitana, pues en los demás ninguna diferencia ha habido entre lo practicado en este año y e n los anteriores. Semejante contradicción es verdaderamente incomprensible, en razón de que en todas partes debi/> obrarse de la misma manera, ya fuera en un sentido, ó ya en otro. "Prescindiendo de esta circunstancia en 1» falta cometida para con el Excmo. Señor Gobernador del Distrito, no solamente resultó menospreciada la autoridad que ejerce este funcionario, sino la del supremo magistrado de la República, en cuyo lugar concurría á lo» Oficios, como expresamente lo manifestó á ^ • S. I. el mismo Señor Gobernador, en la nota oficial que le dirigió el día 7 del corriente. "Si se diera al caso un carácter de personalidad sería todavía más irregular la conducta observada por la autoridad eclesiástica, porque aún los débiles pretextos que pudiera alegar ésta tratándose de una disposición general, desaparecerían en el supuesto de haber tomado una decisión excepcional. Tal decisión es, además inconcebible, si se recuerda que mientras el cabildo de la Santa Iglesia

Catedral se negaba á recibir al Excmo. Señor

Gobernador, representante del Excmo. Señor

Presidente, el cabildo de la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe recibía al Presidente del Ayuntamiento de México, representante del Excmo. Señor Gobernador. "Pero lo más notable de todo es, quo ni se

1,11 hecho vider, ni existo indudablemente un ! prema. tolerando además los gritos sediciosos '"'"«¡miento legal, una disposición canónica : con (|ue se profanó escandalosamente el tein'm<' autorice la conducta observada por el ve- pío del Señor, el Kxcmo. Señor ['residente ha "«Tilble cabildo en virtud de la orden de V. S. tenido á bien disponer que en debido castigo " " " i- V sin embargo, el ( ¡ o b i e r n o ha recibido de las faltas indicadas proceda V. I va la apre"" < lesa ire público, desaire «pie no puede de- hensión de todos los canónigos que las comea r impuno sin vilipendio de la autoridad que lieron y los tenga presos hasta nueva orden '*' na confiado la Nación que representa y á del (iobieruo. en la sala capitular del Excmo. l'»ya soberanía se ha faltado por los que tic- Ayuntamiento, para que aun el local en que "fi> la obligación de respetarla como todos, y se haga efectivo el castigo, sirva de repara ">ás aún que la generalidad de los ciudadanos, ción del ultraje. i n c i s a m e n te por el carácter peculiar y eleva- ••Comunicólo á V. K. de orden del Kxcmo. 'lo de que están revestidos. Señor Presidente para su inteligencia y cum '"Los sucesos ocurridos en esta Capital el plimiento. "'"'•ves Santo, fácilmente pudieron envolverla -'Dios y Libertad. México, A bril 12del«r,7. ''" grandes desastres y pueden todavía ocasió- lijlrsiits. Kxcmo. Señor (iobernador del "¡irlosen la República entera. Las consecuen ; Distrito." ' ' ¡ " S a q ue dieren lugar serán de la exclusiva " KM copia. .México. A bril 1 2 de lHfw. liii,VíH>onsabilidad de los que las han provocado. món I. Alroni:.. s'n (jut. (.,, manera alguna afecten la del <¡omerno, i p i e no hace más (pie cumplir con la Kl Arzobispo, en virtud de esta disposición "aligación indeclinable de no p e r m i t i r q ue sea gubernativa, permaneció preso en su palacio escarnecida su autoridad. P"1' algunas horas, sufriendo igual pena en la "La falta ha sido de tanta gravedad que Sala Consistorial los canónigos D o n d o s é M a''•'baría castigarse con el extrañamiento de V. ría ( V a r r u b i a s. Don Domingo de la Fuente. *"*• L de la. República, por ser esta la pena de- Don Salvador Zedillo y Don Miguel Zurita. dignada jjor las leyes para, casos semejantes, y substrayéndose de ella los Sres. Don Bernar lil "Ule en todos tiempos y naciones se ha usa- do («árate, Don -luán H. ( )rmaechea y Don .7o1,0 con los prelados (pie desacatan á las auto- sé Miguel Alva. r'<lados s u p r e m a s: pero á pesar de la fuerza Kl conflicto oficial había c e s a d o, pero con "'(a estas razones, teniéndose presentes la avan : tinuó agitándose en el público y particulari z a edad do Y. S. 1.. o] nial estado en que se mente en la Prensa, atribuyéndose unos á ''tieilentra actualmente su salud, y el respeto otros, según el parí ¡do político (pie représent e merecen sus virtudes privadas, se ha ser- taban. la causa de los desórdenes. vi('0 el Exemo. Señor Presidente limitar la pe- I n os atribulan al partido conservador la " a à que Y. S. I. se ha hecho acreedor, ala idea preconcebida de promover en uno de los '^mostración de desagrado (pie contiene esta días más grandes de la cristiandad una aso n°ta, y £ ]., ,],, (|U(, permanezca preso en su pa- nada (pie diera por resultado el derramamien '•'•ció arzobispal hasta nueva orden. to de sangre, imputando al clero y muy part " T e n g o el sentimiento de comunicarlo á Y. ciilarmente á los canónigos esa idea, para cu'^ - L, protestándole las consideraciones de mi ya realización teníase prevenida la gente de I-Articular aprecio." armas necesaria: otros atribuían al (¡oberna "Y tengo el honor de transcribirlo á Y. K. dor hechos (pie no habían pasado, como su en*'n respusta á su comunicación citada., y para Irada, á caballo en la Catedral, dando tajos á 'l«e sepa, cuál ha sido la pena impuesta al diestra y siniestra. ''mío. Señor Arzobispo: mas como la culpa no Los periódicos liberales insistían en (pie la ***'d exclusiva del Prelado, puesto que se come- reacción había preparado el conflicto esperan'6 igualmente por el venerable cabildo de es- do (pie el pueblo se levantara en masa, secun t a Santa Iglesia Catedral, el cual prestó su dando los esfuerzos del clero; mas se decía °bedii'nc¡H á la orden (pie se le (lió de (pie ul- (pie el chasco había sido completo, puesto que trajara al represe i itante de la autoridad su- i el pueblo después de aquel desorden había

permanecido tranquilo, tanto que las aprehensioiiüS hnchus on la noche del día M y ou todo o í d l a !* no excedieron de 11 ó sean S alborotadores y .'i sediciosos en una población de 250,000 almas.

La, Prensa, conservadora, por sn parte, exponía razones de mi orden contrario para inculpar al partido liberal, de aquel conflicto, manifestando que la pregunta del (jobernador al Arzobispo indicaba duda y la, d u da suponía motivos y antecedentes para fundarla: (pie si costumbre fue de la Iglesia mexicana como de la, española, honrar á la primera autoridad política, poniéndole al cuello la llave del Sagrario ipie el J u e v es Santo guarda la Sagrada Eucaristía., no se faltaba á lev alguna interrumpiendo esa costumbre (pie voluntariamente había, establecido la Iglesia, aun contraviniendo á un precepto ritual que ordena que el oficiante sea el que conserve, en tal día, la expresada llave. Tal era el a r g u m e n to que se hacía valer para negar al (Jobernador derecho alguno Ala honra que la Iglesia dispensaba. J u z g á b a s e, al mismo tiempo, á la autoridad civil inconsecuente con los principios q ue proclamaba, insistiendo en ser recibida por la eclesiástica, cuando aquélla habíase declarado ya, apartada, do la religión católica, y cuando todas las disposiciones civiles dictadas pugnaban abiertamente con las inmunidades de la Iglesia.

Yo no hago comentarios sobre u n as y otras razones aducidas en aquella tormentosa época por ambos partidos, y sólo las presento para (pie el lector, con su buen criterio, pueda juzgar do ollas con rectitud.

Poco tiempo después aparecieron unos versos escritos con mucha, gracia por el Sr. Don Ignacio Aguilar y Marocho, según se dijo, una de las personas prominentes del partido conservador, versos que fueron muy bien acogidos, no solamente por el público, sino por el mismo (Sobornador A quien aludían, t a n to (pie por ello felicitó al autor, (pie temía haber incurrido en su enojo y desagrado.

J?

LA BATALLA DEL JUEVES SANTO.

Iliiji) esle sislemn ruin l'.n ijiii no ini/iim lu lijl, ;tjité is l'iiiiitiii/iirt/ Ex el It'll, Y .liuiii lin:.' Es i·l Delfín.

El Estandarte Nadon.il.)

Camisa nácar con vuelo, Chaquetón hasta el fundillo, La corbata con anillo. Revuelto el dorado pelo, Con la espada hiriendo el suelo. De oalzonera y botín. Sombrero á la espadachín Bigote y pálida faz. . . . ¿Quién os? Es -Juan José Baz. Es monseñor el Delfín.

¿No es este el lindo doncel Que en los tiempos de su alteza. Humillada la cabeza, If izo tan triste papel ? ¿ No os este golilla aquél. Que con plateado ch u p ín Solía ocurrir al festín Del Dictador ? El mismo hombre. Mas ahora tiene otra nombre. Es monseñor el Delfín.

De Nacho vastago hermoso. De su pueblo la esperanza. Del reino la mejor lanza, Tan gentil como animoso, Apenas le apunta el bozo Y ya bravo paladín, Con voz do agudo violin, De los esbirros contralto, Catea aquí, da allá un asalto El mexicano Delfín.

¿Amenaza riesgo gravo A la dinastía imperial? Al punto el príncipe real Correr al peligro sabe, l'or eso cuando la llave Negaron del ('amarin. Montado en tordo rocín.

En medio al pueblo gritó: ¡Vasallos! ¿Quién cómo yo? . ¿Quién otro como el Delfín?

¡A un principií tan preclaro No dar la llave esta vez!

i \ oto al demonio! que este es CH cnsiis belli muy claro. ¡KM subditos! dadme amparo. C u e r ra contra el Sanedrín. Que se encienda el estopín: Nadie en los cuarteles quede. Ahora verán lo que puede l'n demócrata Delfín.

Los riñeros, Los bomberos, Zapadores. Minadores. Nacionales, Virreinales. Todo el mundo venga acá.

Con cañones, Mosquetoncs: Con obuses Y arcabuces. Proyectiles Y fusiles, < 'ircunden á Catedral.

I n piquete Aquí se mete. Otro corre Hacia la torre. De armaduras Las alturas Por doquier se ven brillar.

Y las beatas Timoratas, Los chicuelos Con sus duelos. Los que arguyen ^ los que huyen Rumor hacen infernal.

Entretanto, espada en mano. I'd iracundo mancebo Con un ardor siempre nuevo Atropella al ciudadano: Su talante soberano Aquel monárquico esplín. » el tan profundo desprecio ( on que mira al vulgo necio Todo revela al Delfíi

Xo hay pobre á quien no aporree X i rico á quien no regañe. Ni devota á quien no arañe, Xi oficial (pie no estropee. En eso hace bien á fe: Kn los reinos de Pepín Y en los del gran Saladín, Si el real ánimo se irrita Contra la turba maldita, iQué otra cosa hace, un Delfín?

Su valor ¡ah! no se agota, Deja las almas perplejas: Aquí derrota las viejas. xVllá. muchachos derrota. Anda, -corre, vírela, trota Este héroe de San Quintín, Ya requiere el espadín. Ya la pistola mortuoria. . .. ¡ Loor Eterno, eterna gloria A Monseñor el Delfín!

Fija cual buen (jeneral

Su primera paralela

En medio de la plazuela l'ara, sitiar Catedral.

El en un punto central

Dirige al coro visuales,

P a ra que de los ciriales

Los fuegos biiiti combinados

Queden al punto apagados l'or sus fuegos transversales.

Contra un rojo monacillo

Cria pieza diestro aboca,

En tanto quo otra coloca

Frente del Empedradillo:

Infatigable; el caudillo

Asesta una. batería,

Para enfilar la crujía,

Y ordena (pie á los blandones (Que son h ) mbres de calzones)

Cargue la caballería,

Previene que haya desmocha,

Si resisten sin empacho

El Señor del Buen Despacho () el Santo Niño de Atocha.

I'na culebrina mocha

A p u n ta á San Valentín, l'n obús á San Martín,

Y diez pistolas di; muelles

A los pobres Santos Reyes,

Bisabuelos del Delfín.

Aplica sin dilación Un ariete á la derecha, Que es preciso'abrirse brecha Hasta el Altar del Perdón ; Oculto allí un escuadrón, A su tiempo dará fin Al canonical[motín, Y ya el ejército junto, Se apoderará del punto Gritando: ¡Viva el Delfín!

Así dispuesto el ataque, A su trotón arremete, Y sin que nadie le aplaq"ue, A la sacristía se mete. No halla gentes de bonete, Que son para él los titanes; No obstante, sigue sus planes, Y antes que débil rendirse, Fiero se le ve batirse Con'inermes sacristanes.

De las bichas el denuedo Formadas en batallones, Del órgano los cañones, Todo lo arrostró sin miedo. Contemplaba el pueblo ledo Al humano Serafín, Y al verlo, prorrumpió al fin En ecos^entusiasmados : ¡Gloria y honor le sean dados A Monseñor el Delfín.

"¡Mexicanos! es desdoro "Perseguir al enemigo "Que tímido busca abrigo; "El nuestro se halla en el coro. "De la corona el decoro "Salvamos de insulto ruin: "La llave, q\ie era el botin, "La ocultó el Clero arrogante; "Mas la obtendré el año entrante, "Os lo juro: YO EL D E L F Í N ."

Dijo así á sus tropas fieles El principe valeroso, Y fué á buscar el reposo Cubierto con sus laureles. De los diarios y papeles Difundió luego el clarín La fama del Arlequín Y gritaba la canalla: "¡ Tlaco por la gran batalla De Monseñor el Delfín !"

En tanto á hincarse de hinojos Fué ante el Augusto Monarca; Nacho en sus brazos le abarca. El llanto asoma á sus ojos, —He aquí. Señor, los despojos De vuestro real consanguin, —"Alza, bello Querubín, "De mi tronco hermosa rama, "Con razón hoy te proclama "Todo el reino su Delfín.

"Fué sencillo sin disputa "Tomar á Sebastopol ; "Mas rendir el Facistol "Nori estpeccata minuta, "Sigue tu gloriosa ruta "De triunfos por el jardín, "Ciñe tu sien de jazmín: "Si ahora que sólo eres pollo "Eres mi más firme apoyo "¿ Qué harás de gallo, Delfín ?

"Látigo á esa gente necia "Hija del obscurantismo, "Que conserva el fanatismo "De respetar á la Iglesia. "De hierro con mano recia, "Sin andar con garantías "Que sólo son tonterías "Zurra á todo monigote "Para que á fuer de chicote "Acaten mis regalías.

"Soy demócrata sultánico, "Liberal de profesión "Y mantengo á la Nación "Transida de terror pánico. "¡Pues y el estatuto orgánico!!! "¡Qué estatuto pobre grey! "Canta el Miserere mei. "Tu cuello al vulgo somete, "Muerte te espera ó grillete, "¿No ves que yo soy el Rey?

"Y ahora estoy de candidato, "Ahora estoy de meritorio, "Mi gobierno es transitorio "Y yo me hago el mogigato. "Cuando afianzado el contrato, "Sea el Señor de la comarcat

(JCJADROS DE COSTUMBRES. 347

"Vendrán azotes y marca "Y el tormento y laB galeras. "¡Vaya! ¿Qué será de veras, "Si de chanza soy MONARCA?

"La libertad es el hierro "Y el calabozo y el yugo, "Y la leva y el verdugo, "Y el cadalso y el destierro; "Y sepa este pueblo perro "Que yo solo soy el arca "Do si la Nación se embarca "No parará hasta el Tabor : "Yo lo digo, Comonfort, "¡El Católico MONARCA!

"Naturaleza sujeta "Todo mejora á esta norma, "Lo vemos en la reforma "En tiempo de Elizabeta: "Vaya una niña de teta "Y en los suplicios muy parca "¡ Cuánto más terreno abarca "Que aquella vetusta necia, "Para reformar la Iglesia 'Mi astucia de un gran MONARCA !

"Un Obispo sin disputa, "Sólo ha de ser un mendigo "Que nada lleve consigo, "Y que duerma en una gruta. "Por eso he puesto en venduta "El peculio todo entero "De la Iglesia y de su Clero. "Rico debemos ser Nos, "Quitemos lo suyo A Dios "Que Dios no quiere dinero.

"Yo soy en México todo; "¡Qué Concilios ni qué alforja! "Cuando el rey está de gorja "Mete la mano hasta el codo: "Casas y haciendas á rodo "Coja cualquier ciudadano, "Y quede con bola en mano: "¡Oh qué inapreciable dicha "Para la gente de picha "Que yo sea su Soberano!

"Y á mi sola voluntad "El democrático bando "Fincas se fué adjudicando "Al grito de ¡ L I B E R T A D! "¿Qué es lo que ha hecho la piedad? "No ha hecho nada en conclusión: "Del Papa la alocución "Dejó á cada uno en sus trece: "Más que al Arzobispo pese, "Yo tengo en todo razón.

"Que perezca el Sacerdote, "Pero que se ponga ahito "Ya Picazito el chiquito, "Ya Picazote el grandote; "Las monjas, coman camote. "Con tal que tome buen vino "El valiente de Schiaffino, "Y tengan la bolsa llena "El pobre de Loperena, "Iniestra y Rubio el beduino.

"Pero estos suben la renta "A los pobres y artesanos: "Pues yo digo: Ciudadanos, "Esto ya no es de mi cuenta. "¿ Vuestra fortuna es escasa? "¿No coméis? ¿No tenéis casa? "V; Y no os lo paga el tesoro "Cuando os da cada año un toro (*) "Relleno de buena masa?

"Mas volviendo á tus hazañas, "¡Oh democrático Apolo! "Ellas muestran que tú solo "Tienes mis mismas entrañas. "Tus travesuras y mañas "Hijas de tu genio alcohólico, "Han causado más de un cólico "En este solemne día "A toda la gente pía, "A todo el bando católico.

"Mi gratitud es inmensa, "Iguala á tu sacrificio. "¿Tan eminente servicio "Dejaré sin recompensa? "El elogio do la Prensa

( *) Alusión á un «ran banquete popular, que Re sirvió, bajo de iflit, en la calzada de la Piedad y la mesa tenfa en el centro, como pieza montada, un toro íntegro asado, con los cuernos y las pezuñas dorados. Años después 1M Orijiunla en sus caricaturas representaba siempre al lado de Don Ignacio Comonfort, la cabeza ó simplemente loa cuernos del toro, en memoria de ese célebre banquete.

"¿Qué vale aunque sea sesudo? "Yo mis decretos no mudo. "Mi resolución tomé, "Y por premio te daré "Dos títulos y un escudo.

"Acéptalos, son primicias "Que tu denuedo y tu fe "Bien merecen. Así es que. "Formando til mis delicias, "En uso de mis franquicias "Y amparado con el manto "Del plan de Ayutla: Por tanto, "A más de mi A délalitado "Quedas desde ahora nombrado "El Duque del Jueves Santo.

"De tu casa en el blasón "Es bueno que se registre "Con escudo, lanza en ristre, "Manopla y yelmo, un campeón 'Que al correr de su trotón, "Entre aplauso general. "Lleno de furia infernal, "Se vea con estudio y arte "Pasando de parte á parte "A la Tglesia Catedral.

"Moribundas dos navetas. "Densangrándose mi telliz. "Manca una sobrepelliz., "Una estola con muletas. "Una alba huyendo en chancletas. "Prisioneros dos manteos. "Dispersos seis solideos. "Contuso un bonete adulto. "Un misal pidiendo indulto; "Estos serán los trofeos.

"También exprese el buril "(Si es que esto al pincel no toca) "Saliendo de negra boca "Sapos y culebras mil; "Este es un medio sutil "De pintar el Diccionario "Del lenguanje tabernario, "Y que dirá (sin desdoro "De la decencia y decoro) "Cuál es tu idioma ordinario.

"Ponga á otro lado el Pintor "Aqual bordado uniforme, "Con que estabas tan conforme "En tiempo del Dictador. "Y de todo alrededor, "En campo color de hormiga, "Un gran lema que así diga: "Fué el Delfín el que en un triz "Mató d la ítjlesia matriz.... "Anda "'Juan" Dios te bendiga."

('alió Comonfort augusto, Y con su bigote esposo Imprimió un áspero beso De Ba/, al pálido busto: l T n grito se oyó de susto ( ) más bien un retintín Como de agudo flautín ¡Que viva su Majestad! ¡Que viva la. libertad! Dijo Nacho y el Delfín.

Comonfort con mansedumbre A Baz tomó de una oreja Y asomándole á la reja, Así habló desde la. cumbre A la absorta muchedumbre: "Aquí tienes, pueblo amado, "Del reino, al ADELANTADO: "Venid, contemplad un tanto "AL DUQUE D EL J U E V ES SANTO "¿Con él seréis desgraciado?"

Y el que ha tenido la gloria De poner fin á esta historia. Aunque á alguien parezca ripio. Concluye como al principio: Desengañaos, mexicanos, , Lo demás son cuentos vanos. Bajo esto sistema ruin En que no impera la ley, Comonfort no es más que un Bey. Y Baz es sólo un Delfín.

El Cronista de los Reyes-

Los sucesos referidos no permitieron, F°r su magnitud, que la calma se restableciera PU la población, ni la tranquilidad volviese á l °s espíritus, pues el mismo manifiesto del Crobernador daba pábulo al temor, pues sus con-

(VAI)KOK 1)13 COSTlMIíKES.

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ceptos hacían traslucir la existencia de uu pe-, "ero inmediato: así es que el Viernes Santo Un incidente baladí bastó para interrumpir el sosiego aparente de ese día, ocurrido por una •'"coiía «pie, por cómica, formaba notable contraste eon las muy graves de la víspera (pie Pudieron haber anegado en sangre el terri todo la Kepública. l'n carro cargado de cadenas y "arras de hierro cruzó la plaza produciendo grande estrépito, en los momentos en que paHí,ba.la solemne procesión del Sanio KnUciro.

La. asustadiza gente tomando aquel ruido V°r «1 de piezas de artillería, huyó en todas I direcciones, empujándose unos á los otros, ¡ atropellando á las señoras y niûos; éstos 11o| raban y corrían á la ventura, apartados de sus cuidadoras ; los matraqueros, juderos y manio| neros, venían al suelo con sus aparatos, redu; ciéndose á pedazos sus mercancías bajo la. ; planta de los fugitivos. Restablecióse, A poco, la calma, la procesión prosiguió su pausada marcha, el carro, causa del desastre, se alo! jó, y el suelo de la plaza apareció regado do | jirones de vestidos, piezas aplastadas de fruta y fragmentos abigarrados de judas, matracas, i rosquillas y mamones.

V

LAS FIESTAS DE TLALPAN.

fi mi muí/ qiiL'riJv amijp i/ cvnipaiicra el Sr. JJ, Julio párate.

NÉJ "U 'uK;tr de los más amenos de la región austral del Valle de México, sobre los primeros escalones de la serranía, de AJusco. y a H kilómetros al Sur de la Capital. Se 'f'vanta el caserío de la población «le TlallJa" ó San Agustín de las Cuevas, la (pie sólo ^°«8ervíi vestigios de su antigüedad en lossu-

Urbios. caracterizados por callejones en (losen, vallados de plantas, rústicas habitacions y extensos solares poblados de arboles frue s ' c uyo conjunto forma un notable contrascoii lu moderna ciudad (pie se distingue por "ctjtud de sus calles, numerosas quintas y a««nadas tuertas y jardines.

Descuellan entre los árboles, corpulentas castañas, y en los camellones limitados por matas de violetas ó por rosales de castilla, se ven simétricamente distribuidas las del encendido fresón y de la purpurina y aromática frambuesa, así como en los jardines dominan las hermosas y gallardas hortensias que. en el lugar, adquieren prodigioso desarrollo.

El quebrado terreno en (pie se asienta la población de Tlalpan ofrece por todas partes, sitios deliciosos desde los cuales se recrea la vista con amenos paisajes y pintorescos panoramas, la montaña con sus cedrales en las quebradas y sus pintadas labores en las vertien-

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