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Proemio y Apólogo Instrucción pública. — Consideraciones
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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS
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Durante una de mis excursiones en el país, hálleme cierto día perdido en una de esas selvas tropicales que, por su exulierancia. y hermosura, son gala y ornato de nuestro privilegiado territorio. De improviso presentóse me ui t lugar despejado, con un sendero limitado por hermosas | plantas de pintadas y olorosas ñores, y á cuyos lados se extendían verdes praderas en las que corrían jugueteando arroyuelos sin cuento, (pie iban y retrocedían, haciendo saltar esferitas cristalizadas al choque violento de sus aguas contra los guijarros. Tan espléndido camino condújome á un lugar retirado, en donde grupos de árboles corpulentos cercaban y escondían con sus frondosas copas, un palacio, cuya arquitectura, por rara, rica y, para mí desconocida, me causó un asombro indescriptible. Las puertas del palacio se hallaban de par en par abiertas, y yo, sin miedo, por ellas penetré en un anchuroso patio limitado por arcadas afiligranadas de mármol y alabastro. Muchas y hermosas ninfas coronadas de palma y vestidas con los airosos y sencillos trajes de las griegas del gran siglo de Pericles, se paseaban por el pavimento, que parecía hecho de cristal y piedras preciosas, y llevaban en las manos ya una cítara, ya una lira, ya una flauta. Resueltamente me dirigí á la (pie más cerca se hallaba y le pregunté: ¿Qué palacio es éste donde; la luz brilla tan pura y se respira un delicioso ambienti;? - Es el palacio de lu Justicia, me contestó. - ¿Tíeside aquí tan bella y poderosa deidad ¥ volví á preguntar. Aquí mora, y si queréis verla, pronto quedará satisfecha vuestra curiosidad, pues siempre está dispuesta á recibir al que llega rindiéndole el homenaje (pie merece como dispensadora de grandes beneficios, por más que los hombres se empeñan en quebrantar sus santos preceptos. —Vamos pronto á verla, le supliqué yo. Vamos pues, me contestó ella, y echamos á andar, dirigiendo nuestros pasos por hermosos departamentos, en los (pie reinaba un orden asombroso, y se veían adornos diversos y ricos emblemas de la equidad, de la buena fe, de la rectitud.de la dignidad y de todos los demás atributos de la diosa que iba yo » visitar.
Pronto me encontré en un departamento bellísimo, templo y sagrario de la Justicia, en medio del cual apareció ésta en su trono, de pie, serena, con los ojos vendados, apoyando su diestra en el puño de la espada y teniendo suspendida de la siniestra una balanza. — ¿Qué deseáis de mí? me dijo con una voz angelical y apartando la venda de los ojos. — Conoceros, porque os amo, le contestó yoEstá bien, volvió á decirme aquella divinidad en forma de mujer; todo aquel que nie implora obtiene mi favor. ¿Consentiríais, señora, en que por un momento hiciera uso de vuestra balanza? —Os lo concedo. -No abusaré de vuestra condescendencia y me limitaré, por tanto, á pesar las acciones de tres héroes que he elegido para el efecto: Hidalgo, Morelos é Iturbide. Pues bien: poned en el platillo de la derecha las buenas acciones y depositad en e' de la izquierda las faltas, me indicó la diosa, volviendo á cubrir sus ojos con la venda }' presentándome la balanza en perfect» equilibrio.
Puse inmediatamente sobre el platillo de la derecha el lfl de Septiembre, más su pes° fué tan grande, quo obligó á aquél á descender con rapidez y á posarse en el suelo; deposité en seguida en el otro platillo hechos coi»0 los de Valladolid y Guadalajara, y el inflexible fiel se inclinó, haciendo levantar al primero de aquéllos un centímetro sobre el suelo.
Libres después los platillos y puestos de nuevo en equilibrio, coloqué las sucesivas campañas de Morelos en el de la derecha,
e ' ¡ cual descendió hasta quedar igualmente comprimido contra el suelo en fuerza de tanto peso;
ASUNTOS HISTÓRICOS Y DESCRIPTIVOS. 397
Puse luego en el de la izquierda las órdenes de represalia del grande hombre y gravitando, obligó al primero á alzarse un centímetro sobre el suelo. Yo, que siempre he considerado tales órdenes hijas de las circunstancias que obedecían á un fin, cual era el de contrarrestar la terrible y belicosa actitud del act i yo y experto General Calleja, quise contener ef>e leve movimiento ascensional, obedeciendo 'os impulsos de mi corazón; más la diosa, que adivinó mi propósito, me contuvo diciendo en tono de reconvención : - D e j ad líbrela balanza y no tratéis de inclinarla, por favor, á ningún lado, pues nada °s autoriza para quebrantar mi suprema é inflexible ley
De la misma manera procedí respecto de Iturbide, colocando, como era natural, en el Primero de los mencionados platillos el plan 'le Iguala y el 27 de Septiembre, principio y nn de nuestra última epopeya, y aquél, como e n las otras pesadas, descendió hasta tocar el suelo; deposité en el otro las acciones militai s de Iturbide contra los insurgentes, y con 8U peso levantó un centímetro sobre el suelo e* primer platillo.
De las operaciones practicadas me preguntó la diosa: —¿Cuáles han sido los resultados? —Dos he obtenido, le contesté: sea el primero, que en la balanza de la justicia las acciones meritorias de los tres héroes pesan mucho más que sus errores; sea el segundo, que los tres héroes, el iniciador, el labor ador y el consumador de la independencia, son igualmente acreedores á la estimación de los mexicanos, á quienes nada autoriza para convertirlos en banderías políticas.
Al escuchar mis últimas palabras, la diosa irguióse con noble arrogancia y dijo en tono severo estas palabras: —Tenéis razón, ¡tal conducta, no sólo es irreverente, sino impía!
Llenado el objeto que en el palacio aquél me deparó mi impensada visita, me despedí de la diosa, ofreciéndole volver en solicitud de su favor, siempre que mi pluma hubiese de emplearse en asuntos de interés histórico, y dejando escrito en su precioso álbum la moraleja de mi cuento: "Las acciones de los hombres deben pesarse en la balanza de la Justicia.*'
ENTRADA DE ITURBIOc. - 27 DE^SEPTIEMBRE DE 1321.
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EL LTRRO DE MIS RECUERDOS.
INSTRUCCIÓN PUBLICA.
¡ N S I D E R A C I O N E S G E N E R A L E :
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|fel'.N los tinos que siguieron al do nuestra
«3p*' emancipación política, los ramos q ue constituían la Instrucción Pública y especialmente los de la profesional eran deficientes y sin la debida coordinación, tan esencial y provechosa, para los cursos escolares, pero la ciencia hizo penetrar su luz en aquel antro contuso, tanto que ya en la quinta, década del pasado sisólo, habíase procurado corregir tales defectos, á pesar do las grandes JXTturbaciones políticas de aquellos tiempos. Los alumnos de los colegios no estaban obligados ya. á concurrir á las academias de la, l'Diversidad que los distraía de los estudios á (pie estaban dedicados en sus respectivos institutos, y creáronse en éstos nuevas clases (pie completaban y encadenaban metódicamente las materias (pie correspondían á cada profesión. 'rumorosos los que dirigían la Instrucción Pública de carecer de lo destruido y no alcanzar lo proyectado hubiéronse de conformar con lo existente, pero dirigiendo sus esfuerzos á mejorar aquélla en todos sus ramos, hasta donde alcanzaban los elementos do que podían disponer.
Preciso es aclarar que esos servicios debíanse más á los esfuerzos individuales de ministros ilustrados (pie á la acción colectiva de los gobiernos, faltos de recursos y atentos, sobre todo, á dominar difíciles y comprometidas situaciones en el orden político. Se preguntará ¿cómo siendo tan iinporl'eotos los estudios, antes de esa primera evolución pedagógica, existieron hombres tan distinguidos en la «Jurisprudencia, en la. Medicina, en la Ingeniería y en otros ramos'/ Por quo en los colegios sólo se hace la presentación de la ciencia y en el gabinete es donde 8e adquiere el pleno conocimiento de ella; en aquéllos la luz es crepuscular ó la muy bell*1 de la aurora, conforme á la resultante de dos fuerzas combinadas, la aptitud del maestro >' la inteligencia de los a l u m n o s; pero la meridiana sólo brilla en el gabinete del hombre estudioso.
Según se lia man if estado, la ciencia fué penetrando poco á poco en el caos de las tinieblas diseipando las sombras de la ignorancia. Los cursos preparatorios para las carreras profesionales eran en general, de gramática latina, que duraba dos años, de Filosofía (pie se hacía en tres, comprendiendo: Lógica-
Metafísica y Etica. Matemáticas y Física muy elemental. Al observarse cuan incompleto*5 permanecían los estudios por la falta de otros interesantes, intimamente relacionados con ellos creáronse sucesivamente las siguientes cátedras: de Ideología para los cursos prepa-. va torios: de Hconomía íiolítica. Derecho Natural y de Gentes y Derecho Público l'ara la profesión de abogado, haciéndose la práctica de ésta en el estudio de un jurisconsulto, en la academia de •Jurisprudencia, y en la l nl" versidad por lo que respecta al Derecho Público y Patrio. La Universidad fué erigida en 1551 con iguales privilegios de la de Salamanca, por <"' ! emperador Carlos V de Alemania y I de Espa: ña. Al principióse instaló aquélla en la casa de ! la esquina de las calles del Seminario y ArzoI bispado y luego en el edificio que expresa\ mentí! se construyó enfrente de la plaza do' ! Volador, en el solar que se compró al hijo de • Cortés, Reedificada la I'ni versidad en la época de Carlos 111, llegó á su apogeo, teniendo la inmediata y econòmica dirección de la instrucción secundaria y de facultades, enseña11'