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El Día de Muertos

CUADROS DE COSTUMBRES. 381

r a l°s creyentes, un día de llanto y de profunda meditación, y para otros, es decir, para los 1 «diferentes ó tibios, un día de risa como otro cualquiera. Los primeros, como se ha manifestado, son los que llevan á los sepulcros flores y cirios: aquéllas como la más pura manifestación del acendrado cariño y éstos como el emblema del fervor religioso. Las flores constituyen el adorno más precioso de la tumba, que la envuelven en una atmósfera de suavísima fragancia, y los cirios son el símbolo de la oración, exhalada continuamente por la "ama que se dirige al Cielo y expresada por el constante chisporroteo de las luces. Los indiferentes llevan también cirios y flores, pero u 0 para expresar aquellos sentimientos, sino Para rendir culto á la costumbre y dar su trib«to á la vanidad. fodos van á la mansión de los muertos, y lo s mismos escépticos al entrar en el camino 'razado por los actos civiles no pueden prescindir de penetrar en los que marcan los religiosos y. ¿sabéis por qué? porque son arrastrados por la irresistible fuerza de la creencia Universal, de la misma manera que un peflasc o es arrastrado por impetuosa corriente ó arrebatado por el violento alud de la montaña.

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LOS ENTIERROS.

l na cartulina negra con letras de oro ó plata, ó bien blanca con letras negras, te anunciaba, lector ([Herido, ht muerte de un pariente, de un amigo ó de un simple; conocido, cosa ''" verdad que pasa, en todos tiemjjos: /nas Ja 'bferencia que encuentro entre las tarjetas antiguas y las de ahora, me obligan á tomarlas. °°mo se dice en estilo oficial, en consideración. Sobre fondo negro y lustroso, que era de nso más general, aparecía dorada ó plateada, y más ó menos bien dibujada, una urna debaJo de un baldaquín, sostenido por columnas cuyas bases eran unas calaveras ante dos candías cruzadas, descansando sobre aquellos capiteles unas lechuzas, aves nocturnas que v'en en Jas tinieblas y tienen un canto monótono y lúgubre. En la plancha principal de la urna figurada, ó en la de su pedestal si lo 1cnía, aparecía el fatal anuncio, redactarlo en los Mismos términos usados hoy, sin más diferencias que la de no expresarse, por innecesaria entonces, la advertencia de que la muerte había efectuádose en el seno de la Iglesia Católica y la de insinuar al invitado, lo que hoy no se acostumbra, á que concurriese á los funerales con su coche (si lo tenía se entiende).

Reuníanse, como hoy, los dolientes á la hora señalada, en la casa mortuoria, y en Unto que unos permanecían en pit; en el patio y en los corredores, otros entraban en la sala ó asistencia, cuyos muebles y espejos se hallaban cubiertos de lienzos blancos sostenidos jxjr lazos y moños negros, esperando aquéllos la salida del ataúd de la pieza que habla servido de capilla ardiente, momento terrible en que los sollozos y algunos lejanos y ahogados gritos, anunciaban á los dolientes la irremediable cuanto penosa despedida de los deudos del difunto.

Los entierros efectuábanse de la manera qui; paso á indicar.

Allá en tiempos de Maricastaña asistían á los funerales los trinitarios, <|ue era los aguadores, que, conforme á las prescripciones de su cofradía, establecida en el templo de la Santísima, enterraban á los muertos, á cuyo efecto vestían hopalanda colorada y valona de lienzo blanco. Cuatro de ellos cargaban el ataúd, y unos diez ó más, marchaban por delante, de dos en dos, con vela encendida en mano. Muy anteriora ésta cofradía fué laque existió on el mismo templo de la Santísima, desde; el 20 de Marzo de ÍÒNO. cuyo título fué: "Arch¡cofradía de la Santísima Trinidad." formada de doce caballeros ó guardianes de la sagrada imagen, quienes vestían igualmente túnicas purpúreas, con encomiendas y escudos de metal, y cruces triangulares sobre el pechó. Guiábalos en las procesiones el guardian tesorero, enarbolando un estandarte en el que lucía una cruz azul en campo carmesí. Con el tiempo aumentóse la Arch ¡cofradía con el gremio de los sastres, que tuvieron por patrón á San líomobono, y más tarde con el de los cirujanos, farmacéuticos y flebotomianos., que ix>r x'atrón principal adoptaron al Santo Cristo de la Salud, cuya imagen se ha venerado en el mismo templo, y jjor patronos secundarios á San Cosme y San Damián, bajo cuya advocación se fundó la primera ermita, (pie en el lugar de aquel templo existió.

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EL LIBBO DE MIS BECUEBD06.

A juzgar por el traje que adoptaron los trinitarios y á su institución en el mismo templo, debió haber existido relación muy directa entre ellos y los antiguos guardianes del Misterio de la Trinidad.

Los trinitarios hablan desaparecido á mediados del siglo, siendo sustituidos en los servicios fúnubres por los pobres del Hospicio. Generalmente concurrían á los entierros ocho hospicianos grandes que, alternándose, cargaban el ataúd, y ocho chicos que iban delante con cirios encendidos, y á todos se les pagaba un peso por vía de limosna. Su traje era, como la cachucha, negro, y ceñían la blusa con cin turón de cuero. En las exequias pomposas el máximo era de 100 hospicianos, como se vio en los funerales de Don Lucas A laman en el templo de Jesús el 5} de Junio de 1858.

Tras del fúnebre cortejo seguían con los dolientes los carruajes, más ó menos de lujo y numerosos, según la calidad del difunto. En la época A que me refiero ( mediados del siglo), ya estaban en uso los canos fúnubres: así es que la diferencia en los entierros, además de la expresada, consiste en que los coches de cuatro asientos están sustituidos por carruajes de tranvías.

Otra notabilísima diferencia de tal costumbre consiste en el comportamiento de los asistentes, cuya conversación declina verdaderamente en irrespetuosa, lo que debe reconocer por causa la mayor concurrencia eu cada vehículo.

Hoy los asistentes á los funerales pueden dividirse en tres clases: 1". La de los verdaderos dolientes, ó sean los deudos y amigos de cora/.ón, quienes se instalan en el primer carro, si suponemos que sólo sean tres, para facilitar más la descripción. 2a . La de los que concurren por obligación, siendo tales individuos dependientes de la casa del difunto, sus antiguos empleados subalternos de oficina, civil ó militar, ó de alguna casa de comercio. Estos se apoderan generalmente dol segundo carruaje. 8a . La de los indiferentes, que concurren por compromiso, y son los que invaden el tercero y último cocho, con el preconcebido fin de irse desprendiendo poco á poco y uno por uno en las bocacalles durante el tránsito, sin riesgo de ser vistos por los dolientes, que van delante.

Escuchemos ahora lo que en cada uno de esos carruajes se platica.

En el primero: --¿Qué dice usted? ¡Qué desgracia! —Si me parece imposible la desaparición de este amigo tan querido. —Tan bueno, tan honrado y tan consecuente . . .. —Y tan excelente padre de familia y tan buen ciudadano. —¡ Pérdida es y muy grande la de mi amigo para la familia y para la Patria, ó para la* letras, ó para el Ejército, si en vida había sido literato ó militar el difunto.

Como se observa, en este coche había sólo el cariño.

En el segundo carruaje: —¡Qué dices, hombre, qué mala suerte es la mía! ¡Morirse el patrón (ó jefe) en los momentos en que iba á aumentar mi sueldo según me había ofrecido, ó á promover mi ascenso en la oficina! —Lo que es por mi parte lamento su muerte, más ésta no empeora mi situación, pues sabes que el difunto no me quería. —También eras muy faltista.

Entretanto, otros sostienen diálogos de distinto género: —¡Pobresmuchachas Fulanita yZutanita, (las hijas del difunto); están inconsolables pero cada vez más lindas. —Ahora es tiempo de consolarlas.... —Como que te diré, Zntanita no me ve con malos ojos. —Ni á mi Fulanita, pero téngole miedo á la vieja que todavía está muy fuerte. —Pues hijo, el que no se aventura no pasa la mar.

En este coche suele, de vez en cuando asomar á los labios de los asistentes la sonrisa.

En el tercer carruaje : —Convénzase usted, Fulano (el difunto) se llevó la llave de la gaveta. —No lo crea usted, pues según pública voz y fama, ha dejado una fortuna más que rei guiar. —Pues yo tengo mis datos para juzgar lo contrario. Muchas veces la señora me exposo

CUADROS DE COSTUMBRES. 38:J ,

sus cuitas, manifestando que Ja fortuna de su marido iba á menos cada día. Pero tenga usted presunto que donde lloran está el muerto. Yo sé que Fulano hizo muchos negocios que le proporcionaron grandes utilidades. Es verdad, pero también tuvo grandes pérdidas en el juego, pues como usted sabe. fí ra muy dado á la tinilm. - No tanto, hombre; es verdad que no to"ía mucho de aquello con que se hacen los formones, pero es de lo que menos se necesita hoy para hacer pesos. ¿Cuánto cree usted que dejaría:" Su medio milloncejo. ¡Caspita! Fis decir, (pie ácada hijo le tocarán sus 12."),(KX) duros. Xo es mal bocado. llenar los carros que le pidan con dolientes de la primera clase, y con pocos de. la segunda, absteniéndose de invitar á los do la tercera, que son los que rehuyen los momentos tristes y ultrajan un cadáver con su importuna conversación.

Concluidos los funerales y ya de regreso á la ciudad los (pie asistieron á (dios, vansc; apeando de los tranvías y dirigiéndose, unos á los billares y cafés, oíros al teatro y los menos, que son los dolientes verdaderos, á la casa mortuoria en la que suelen encontrarse con otras personas de esas impertinentes que en tan terribles momentos insultan á una, familia desdichada, manifestándole pesar con la palabra y su indiferencia, por no decir desprecio, con sus pláticas y risa tan fuera de pro-

INTERIOR DEL PANTEÓN DE SANTA PAULA.

Y así prosiguen haciendo el balance de la fortuna del difunto y una cuenta tan exacta UUe ni el finiquito falta, y de est;i conversación pasan á otra más animada hasta terminar <'U anécdotas y cuentos que provocan carcajadas. Cuestión de contrastes: unos lloran y otros rien. ¡Y éstos son los (pie acompañan a un cadáver á su última morada!

Tan repugnante es para mí esta conducta. •lue una vez, en caso semejante, hube de salirme indignado á la plataforma del carro, en compañía de otro amigo.

P or tal motivo, aconsejo, lector amigo, á todos aquellos que por desgracia ineludible tengan que acudir al Sr. (rayoso, procuren pósito, según habrás tenido ocasiones de advertir, querido lector.

KL PANTEÓN DE SANTA PAL'LA.

Hallábase situado en la Calzada de Santa María y tenía su puerta principal al Oriente, casi enfrente de la calle de los Salitreros,.para llegar á ella pasábase un mal luiente construido sobre una acequia sucia y pestilente, que corría por toda la avenida, de S ur á Norte, desde la rinconada que formaba el antiguo edificio de las H e r m a n as de la Caridad, ya derribado, hasta el puente de Santiaguito. Dicha puerta, único detalle (pie por fuera interrumpía la monotonía de los muros que por

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EL LIBRO DE MIS BECt'EBDOR.

cada lado se extendían, en una longitud de t>2 metros, era de medio punto eon verjas de madera pintadas de verd»», apareciendo entre los radiantes barrotes del arco una mitra y arriba, de la clave una O dividida de m «lio á medio por una espada, con lo que un ingenio cursi pretendió significar: ¡oh partida!

Al entrar en el amplio /aguan veíanse pintadas en una y otra pared, respectivamente, 1RS siguientes octavas:

Piedad, misericordia. Dios bondoso. Alivia al hombre en su terrible muerte. Y á la entrada del mundo misterioso Sosténgalo, Señor, tu brazo fuerte. Mortal que entras aquí, ruega ardoroso Por los que hallaron ya su eterna suerte; Y á la súplica ardiente de este suelo Siempre benigno la ha escuchado el cielo.

En este sitio solitario, umbrío. A donde gime el alma enternecida No se halla la fortuna, el poderío. Sino el último resto de la vida: Aquí se torna el hombreen polvo frío: Aquí ve su carrera fenecida. Kesjx'ta este lugar, y al verlo, espera El golpe horrible de la muerte fiera.

Abajo de una de las octavas había, también pintada, una calavera y dos canillas cruzadas y más abajo estu sentencia: Filí lo (¡ne recs Serás lo (¡ne soi/.

Una crujía limitada por balaustradas de piedra, igualmente compartidas por pilastras tpie sustentaban urnas funerarias, conducía directamente á la capilla, que si* levantaba en el centro del panteón, con su puerta de arcadas gemelas y sobre cuyo entablamento, sostenido |>or columnas dóricas, se alzaba el campanario formado de dos cuerpos: el inferior tie tres arcos y de uno solo y de menons proporciones el superior, al (pie daba remate una estatua de la l'e. cuya crnz dorada y bruñida reverberaba los brillantes rayos del sol. Las campanas pintadas de negro y con una cruz dorada. (pie en los mencionados arcos existían, dejaban oír. durante las exequias (pie se efectuaban en las diversas horas del día, su pausado y triste clamoreo.

Tres galerías abiertas con sus techos de viguería, sostenidos hacia el interior por pilastras dóricas y hacia afuera por las paredes y sepulcros que en tres órdenes sobrepuestos existían, limitaban el panteón por el Oriente,

Norte y Sur, no avanzando estas dos últimas más allá del frente de la capilla : de suerte que la mitad de aquél hallábase sin construcciones, y era la parte en (pie se abría la capirotada ú hoyanca de repugnante aspecto, en 1<1 cual dábase sepultura común á los cadáveres de los pobres cuyos deudos no podían pagar la \ particular. I T na trampa de madera, á guisa de i puente levadizo, cubría aquélla, y sólo se levantaba para dar entrada en la espantosa hon, dura á un nuevo cadaver, el cual, apenas cn; bierto con un puñado de tierra, se confuni día con los demás. ¡Dichosos tiempos los ac; tuales en que ha desaparecido tan lúgubre co' mo perniciosa costuraba!

Cada tramo del panteón, separado por la crujía, se hallaba compartido en cuatro jardines de forma regular, en los (pie se levataban criptas y sepulcros de construcciones más ó : menos elegantes. Entre esos monumentos eran notables, los de las familias Luermo y Melga; rejo, los del Doctor Andrade y Don Antonio

María Esnaurrízar, y el que se levantó para ; depositar el pie que perdió el General Santa

Anua, combatiendo contra los invasores franceses, en Yeracruz.el à de Diciembre de 1838; ese pie hallábase guardado antes, en urna de madera, en la capilla de Santa Teresa.

El Panteón de Santa Paula estaba ligado á dos acontecimientos que no debo pasar en silencio, y á ellos voy á referirme.

Si la atlulación levantó aquel monumento, la ingratitud lo echó abajo el (i de Diciembre de 1844. sirviendo de instrumento ese mismo pueblo que. en días mejores, abatiendo su dignidad, se uncía en lugar de los caballos á l*1 carroza de Santa Anna para conducirle en triunfo j)or las calles de la Capital : pueblo que. como todos, siempre está dispuesto á lapidar hoy al que incensó y glorificó ayer, digno representante, en tal día, del revolucionario pueblo francés que, en Octubre de 1793, asaltó la abadía de San Dionisio, para profanar los

CUADROS DE COSTUMBRES.

cadáveres de sus antiguos reyes, sin perdonar °1 de Enrique el Grande y el del no menos famoso general Tnrena, ambos gloria de la fruncía.

Entiéndase bien que no trato de defender la personalidad del General Santa-Anua, ni de disculpar sus graves faltas cometidas particularmente en su última dictadura y aún después de ella; ataco un acto innoble é indecoroso que ui siquiera fué debido á la exaltación u,! un partido, sino á los rencores personales de un solo individuo que supo explotar á tiempo la veleidad del pueblo bajo. l'ti malaconsejado médico y algunos individuos á caballo azuzaron á nuestro pueblo y '° condujeron al panteón de Santa Paula, y echando al olvido que en aquella reliquia estaba vinculada una página de nuestra historia, la columna fué lazada, echada á tierra y aducida á pedazos, destrozada la urna y atados al extremo de una cuerda los restos de aquel pie, perdido por su dueño en defensa «le 'a Patria. Arrastrados por las calles de la ciudad á los gritos de ¡Muera Santa Auna! desprendiéronse al fin del lazo en la de Vergara, 8'eii(lo levantados por un santa annista, según 80 aseguró. El pueblo siguió dando muestras de su inconsciente encono, destruyendo la estatua que se levantaba en el peristilo del gran teatro, y cometiendo "otros desórdenes «pie al n n pudo evitar la autoridad haciendo bajar «le 811 columna, otra estatua del mismo SantaAuna que se hallaba en la Plaza del Volador, y la cual fué depositada en una cochera del "alacio. También se retundió el busto de ye80 que en uno de los medios puntos de los bali n es de la "Sociedad de la Bella Unión" había.

Ese mismo pueblo amotinado intentó destruir el hermoso cuadro de Paris, que repre8(,nta la capitulación de Barradas en Tampico y en el cual resaltaba la figura de Santa-Anna, P^ro el diputado Llaca impidió que se llevase a cabo aquel acto de lesa civilización.

Deseoso de investigar el paradero de los ''^presados restos, para complemento de esta "'storia, he preguntado á los libros y á los "Ombres, y sólo he adquirido relaciones de Periódicos, como las de El ( 'arreo del CouierCt0< La Iberia ,</ El Federalista,, el año de °'4, que se contraen al asunto, cuando ya el General Santa-Anna, anciano y alejado por completo de la política, habíase radicado en

México en la casa número <> de la calle de Vergara. De esas relaciones he tomado los puntos necesarios á mi objeto, y para determinar los rasgos característicos de aquel personaje; en I los últimos años de su existencia. ! Un amigo de nuestro inolvidable Don An! selmo de la Portilla, el inteligente, y eaballe! roso Director de La Iberia, visitó al General : Santa Auna el día 12 de Marzo del expresa| do año. La pintura que hace do ese personaje «pie tantas veces fué el arbitro de los destinos de México, es la «pie sigut;: Era un anciano «le elevada estatura y de cabeza erguida, : y vestía el traje tradicional, compuesto de un ancho pantalón blanco, chaleco de seda amarillo claro, casaca azul con botón de águila, i dorado y corbata blanca.. A pesar de las arrul gas que surcaban su rostro y de. los pocos ca| bellos que cubrían su cabeza, negros todavía, : su aspecto era el de un hombre cuya edad no ! excedía de los sesenta años: su paso, aunque lento á causa del pie, era firme y seguro, y su I cuerpo tan erguido, que aún prometía resistir ' los embates de la edad.

Después de referir Santa Amia las impreI sion«;s recibidas al regresar á su patria, en la I que todo halló mudado, no sólo en lo concer! niente á la administración pública, sino en lo I relativo á las costumbres y k los hombres; de ¡ lamentarse por la pérdida de tantos amigos que la muerte le había arrebatado y de felicii tarse por los pocos que 1«; quedaban, y des| pues de relatar hechos «pie conservaba vivos i en su memoria y (pue, en parte, dejaba escri: tos según decía, recayó la conversación sobre I los restos de aquel pie que consideraba perdi| dos y con los cuales venía á reunirse, como j había dicho en los Estados Unidos. 1 Una feliz conincidencia permitió al escri! tor de quien he tomado estos apuntes, dar la ; relación del hecho «pie tanto he deseado escla¡ recer, aunque no ha dejádome aquélla satisfeI cho por cuanto á que no ha sido comprobada i por varias personas á quienes h<; pregunta¡ do y que, en mi concepto, debieran estar ins¡ truidas de los hechos que si; mencionan. ¡ Una señora presentóse al general, en presencia de la persona en cuestión y le entregó una caja diciéndole que su marido, antiguo

Coronel del Ejército, habíale encargado poco

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EL LJRRO DE MIS RECUERDOS.

antes de morir que pusiese en sus manos, en tiempo oportuno, las reliquias de aquel pie. que se creían perdidas y que él había recogido y conservado.

Otras pinceladas, según los datos verídicos que he adquirido, servían para hacer resaltar más los rasgos característicos del personaje (pie mucho tient* que figurar en la Historia.

Cuando so le presentaba alguno de sus antiguos subordinados, recibíale de pie, y avanzando luego hacia ál y dando con el bastón repetidos golpes en el suelo, indicio cierto de su excitación nerviosa, le preguntaba: —¿Quién eres tú? Soy Fulano de Tal, el antiguo asistente de Vuestra Excelencia, que á mucha honra sin empuñar el cetro. Su cadaver fué conducido al panteón del Tepeyac, sin honores militares, ni más acompañamiento que el de unos cuantos leales amigos.

Sic transit gloria hujus •minuli.

El otro acontecimiento á que me referí al principio de este artículo, es el (pie en seguida paso á relatar,

No ya la adulación ni el imbécil furor popular, sino el patriotismo fué el que desarrolló otra escena conmovedora, digna de eterna recordación.

Era el día 17 de Septiembre de 1848. La aurora de esa mañana fría y nebulosa, fué sa-

,ff r.nn

ENTIERRO DE FRONTERA. -ESQUINA DE GUARDIOLA Y SANTA ISABEL.

tuvo el pelear contra los t/aiikcrs, siendo prue- i ba de ello estas cicatrices. ! Supongo que te habrán ascendido. j --•¡Oh! no señor, soy sargento como siem- ; pre. ! ¡Qué me dices, hombre!. . . .eso no pue- ¡ de ser. Y al rejx*tir sus frases, agitaba más y ; más el bastón, haciéndolo sonar fuertemente i contra el suelo y luego añadía: Toma hombre, toma, é impacientándose- ; porque en sus bolsillos no hallaba la moneda ; que dar quería, retirábase de la sala para volver en seguida con uno ó dos pesos que entregaba á su antiguo compañero de armas.

El 21 de .(unió de lNTfidojó de existir, á los H4 años de su edad, el tantas veces célebre Don Antonio López de Santa-Anna, aquel que en vida llegó á ostentar las ínfulas de un Rey ludada, por las salvas de artillería que anunciaban á la ciudad el imponente acto que iba á verificarse para trasladar los restos de cuatro héroes que perdieron la vida, un año antes, defendiendo á la patria contra los invasores norteamericanos.

Desde el templo de Jesús en que se hallaban depositados esos restos, hasta el Panteón de Santa Paula, señalábanse las calles de la carrera por los cortinajes blancos con moños negros (pie adornaban puertas y balcones. Esas calles eran las de Jesús, Portacœli, Flamencos, frente de Palacio, frente de Catedral, Plateros, Profesa (3'-' de San Francisco), 2a de San Francisco ó del Correo, (*) Ia . de San

(*) Ksta oficina estaba entonces en dicha calle, en una de las casas de Borda, hoy Palacio de Cristal.

Francisco hasta la esquina de la del Monte P io ( 1 )0 San J u an de Letrán, Santa Isabel y siguientes hasta el Panteón.

He aquí el orden de la fúnebre procesión:

I Descubierta de Caballería de la Guardia nacional. - Guardia alemana (2) en guerrilla. ;5 G u a r d ia francesa con las armas á la fu- ¡ «érala, llevando los oficiales al brazo un eres- : Pon negro. 4 Batallón Nacional "Mina'" con cuatro Piezas de artillería. 5 Cuerpos nacionales Hidalga, Viciaria, ; Independencia y Braros. con armas á la funerala. * : f> Alumnos del Colegio Militar, con un es- ¡ tandarte negro con esta inscripción: .1 las ] '1>«J murieron por la patria. 7 Preste y acólitos con ciriales, cruz alta ¡ y acetre. | 8 Restos de los patriotas FUONTKKA,CANO, ¡ PÉREZ y X K O T K M A T I .. cuyos ataúdes iban ¡ conducidos, respectivamente, á hombros de ¡ cuatro sargentos. < o" ) I '•' Carro fúnebre cubierto con un gran pa- ¡ «o negro y sobre el cual posaba una águila i dorada que con sus garras sostenía la misma | vestidura y un estandarte. Llevaban los cordo- j Ues algunos inválidos. 1" G r u po de inválidos con estandartes. i

II Cuatro callados enjaezados. 12 Cuatro mareros vestidos de negro. i 1H Tercer Regimiento ligero, con armas á i» funerala. 14 Los colegios (le San Ildefonso. San j •'uan de Letrán, San Gregorio. Seminario y j Minería. j !•> Particulares de riguroso luto.

Ib Jefes y oficiales del Ejército y Guardia Nacional. 17 Ayuntamiento. 1H Varias corporaciones. 1!» Secretarios de Relaciones. J u s t i c ia y Guerra, que presidían el duelo.

La comitiva llegó al Cementerio de S a n ta Paula y se agrupó en torno de una pira que. al costado derecho de la Capilla se habiti levantado, en tanto que los Cuerpos Nacionales Hidalgo, Victoria, Independencia y Bravo formaron en el fondo del Cementerio y las guardias alemana y francesa custodiaban la entrada del Panteón. En la tribuna preparada til efecto, leyéronse- j)or el Licenciado Don -losé Marín Laeunza, varias inscripciones latiiuis en nombre del V¡cario Capitular y pronunciaron notables y patrióticos discursos los Generales Don Santiago Blanco y Don José María Gonzalez/ Mendoza, así como sentidas poesías los señores Don Guillermo Prieto y Don Félix María Escalante, un oficial de Guardia Nacional y un alumno del Colegio do San Gregorio.

Terminada la ceremonia, depositáronse los ataúdes en sus respectivos nichos, en el ala derecha del Panteón, y un alumno del Colegio Militar colocó, en nombre do sus compañeros, la banderado que so ha hecho mención, á tienqio que la artillería de Mina hacía l;i correspondiente salva fuera del Panteón y los demás cuerjxMS las de fusilería dentro de él.

Las inscripciones á <pie he ¡iludido escritas en las lápidas que cubrieron los sepulcros, fueron las siguientes: Ksti'enuo ai- invicto .loanni Cano lloc sepiilcrum donat. M;cx¡can;c Kcclesiir • X V. Kalenilas Octobris anno MIM r ex i,vi II

(1) F.l Montepío ocupaba entonces Hi casa que hoy ' ^ 'M Sr. Garría Torres. (-) F.n esa época liirtiin.ua para. México, las colonias extranjeras habían tomado las armas ¡«ira muservar el onlen i-n la ciudad, á lili de dejar i'X|>e»lit<> ll' J'.ji'irito y (riiunlia .Nació' al ¡>ara combatir al invasor. ' '•> ) Kl General Frontera sncnmbió en la batalla '"'I 1!) de Agosto contra el invasor norteamericano, en J'ailierna. Kl (¡encrai 1'érez, el Teniente Coronel Don •Ulan Cano y el Coronel Xicoténcatl, fueron muertos Por el mismo invasor en su ataque á Cliapultepcc el (lía .13 de Septiembre <le 1847. Kcclosia Mexicana Hic (¿iiiescore Itecrevil. Joseph Frontera < i loria et honore coronal us. X V. Kaleiiilas < )t tobris anuo

M I M I ( \ I . \ III

•loanni X. IVre/. Militari (¡loria Claro M.ixican.-e l'à-elesialloc tu I il il llim Uicavit. XV kalendas Octobris anno

.MIH'CCXI.VJI l

Obiit sed in sternum vivit Filipis Xicotencatl Hic Quiescendo Muniflcentia Ma»xican«> Ecclesise XV. Kalendas Octobris anno

MDCCCXLVIII-

Costumbre fué, y muy arraigada, lade enterrar á los muertos en el interior de los templos y en sus atrios, y á pesar de las repetidas disposiciones de la autoridad no empezó á desterrarse de la ciudad sino hasta el año de 1836, en que el activo y probo Don Vicente García, Administrador del Hospital de San Andrés, obtuvo permiso del Gobernador de la Mitra, después Arzobispo de México, Doctor Don Manuel Posada y Garduño, para edificar un Panteón General en el antiguo Campo Santo que cerca de la iglesia parroquial de Santa María la Redonda fundó en 1784 el Arzobispo Don Alonso Núñez de Haro y Peralta, para enterrar en él á los que fallecieren en el expresado Hospital. Por acuerdo del Ayuntamiento fué declarado el nuevo establecimiento Cementerio General con el título de Santa Paula, confiándose la ejecución de la obra al mencionado administrador, señalándose para sufragar los gastos algunos productos de las rentas del mismo Hospital y de los créditos que le reconocía el Gobierno General por asistencia y auxilios que había impartido á individuos del Ejército.

Con el aumento del terreno del nombre de Santa Marta, comprado por el mismo señor García, el Panteón de Santa Paula llegó á poseer una superficie de 37,8(X) metros cuadrados, y adquirió la tan deseada preponderancia, ostentando una buena Capilla, de la que se ha hecho mención, en cuyo altar se veneraba una hermosa pintura de Cabrera que representaba á Nuestra Señora de las Angustias, más de mil doscientos nichos, grandiosos monumentos como el muy notable de Esnaurrízar, y bellos jardines de plantas y flores olorosas que perfumaban el ambiente; mas con la muerte del señor García, acaecida en 1851, todo empezó á decaer rápidamente hasta el grado de convertirse el Panteón en un fangal ; desaparecieron las hermosas plantas para dar lugar á la rastrera hierba, y el fragante aroma de las flores y de los azahares fué substituido por un hedor nauseabundo ó insoportable, y así prosiguió el Cementerio por la vía de su decadencia hasta su clausura, con aplauso general, en 1871.

LA V E R B E NA D EL DIA DE MUERTOS.

El día de Todos Santos en la tarde unos pobladores de la Capital concurrían, como hoy, á los templos para visitar las reliquias de los bienaventurados que en ellos se veneran, (*) y otros dábanse prisa para disponer todo lo concerniente á la compostura en los panteoneB de los sepulcros y monumentos que habían de aparecer al día siguiente vestidos de gala. Con este fin las familias remitían á los expresados cementerios candeleras y cirios, jarrones y tibores, coronas de chaquira, azabache ó de flores artificiales y cuantos adornos le sugería el acendrado cariño hacia sus deudos difuntos, 6 bien su vanidad, porque de todo hay en la viña del Señor, según observar puedes, lector amigo, en los tiempos que corren. Al día Siguiente, muy de mañana, completábanse aquellos adornos con ramos y coronas de frescas y olorosas flores, se asistía á los templos para oír una ó las tres misas que en tal día dicen los sacerdotes y daba principio la visita á los panteones. Omnibus, guayines y coches particulares y de providencia, como si se tratase de una gran verbena, no cesaban de transportar gente rica y de mediano porte, en tanto que la del pueblo, formando cordones apenas

( *) Las reliquias de los santos existentes en la Capital que se expouían al público en tal día, eran i*8 siguientes:

San Primitivo, San Teófilo y Santa María, en la Catedral.

San Plácido mártir y San Vicente, nifio y mártir, en la Colegiata.

Santa Oeieste mártir, en Loreto.

San Clemente, Santa Cándida, Santa Rubrineta, San Rufo y un hueso del dedo pulgar de San Juan Nepomuceno, en la Enseñanza Antigua.

Santa Felicitas mártir, en Santa Teresa la Antigua-

San Adesdato mártir, en Santa Teresa la Nueva.

San Vicente mártir, en Balvanera.

San Plácido mártir, en la Concepción.

Santa Victoria mártir, en la Encarnación.

San Incundo mártir, en la iglesia grande de San Francisco.

Santa Clemencia, vestida á la romana, en el Tercer Orden.

CUADB08 DE COSTUMBEES.

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wternimpidos, se dirigía à ellos á pie, llevando no pocos individuos sus provisiones de boca en las que como elemento principal contábase el pulque, precaución inútil, por cuanto a qne en las inmediaciones de los panteones les esperaban los puestos de fritangas y de la Popular bebida.

A las diez de la mañana todo estaba listo e n los panteones á los que llegaban unos, seS>un he manifestado, querido lector, para envegarse á la oración y llorar, y otros para divertirse y reír; aquéllos para exponer su angustia y éstos para ostentar su vanidad. Mezcla extraña de encontrados sentimientos por la que no dejarás de preguntar: ¿cómo será facil distinguir, entre tantos que visten de ne8r o, los que llevan luto en el corazón de los que se hallan tan sólo animados por sus pensamientos verdes? Observa con atención, te contesto yo, á los primeros en el cementerio y e n el templo, y á los segundos en el cementerio y en el paseo, sin preocuparte en nada con el vestido negro, que es el disfraz que en *al día de carnaval á muchos corresponde.

Aquella gente, con excepción de los que *ban guiados por un puro sentimiento y á los que no alcanza la crítica, se derramaba por las galerías y prados de los cementerios demostrando cada individuo sus tendencias y los diferentes sentimientos de que se hallaba poseído. Los elegantes, de flamante luto, andaoan en busca de corazones heridos por el amor y los desarrapados con su medio luto de pura tougre, deslizábanse á caza de relojes y de los objetos mal parados en las tumbas : embriagados aquéllos con los humos de su petulancia 6 indiferentismo, y ebrios éstos con los espio n s del pulque ó del aguardiente, pero todos P'ofanando aquellos lugares del eterno reposo Q© varias generaciones.

Durante la visita á los panteones, los que Ja habían pagado su tributo á la naturaleza esperando el juicio de Dios, alcanzaban en tale s momentos el juicio de los hombres, tanto m a 8 tremendo, cuanto que no es como el de Aquél, justo y misericordioso. Al leer los epitafios, en su mayor parte pomposamente insectos, la crítica no se limitaba á reprobar sus J^uibombantes conceptos que hacían aparecer l**8 cementerios como los sagrados depósitos **© cuerpos gloriosos de puros ángeles, sino que hacía resaltar los vicios y defectos de que habían adolecido en vida aquellos que, víctimas de la muerte, yacían tranquilos en sus tumbas.

Si el epitafio enumeraba las prendas de un caballero ó las virtudes de una dama, no faltaban quienes propalasen ideas contrarias, manifestando que el primero había sido un agiotista ladrón y la segunda una Mesalina. Para que no abrigues duda, querido lector, acerca de tales hechos aunque, por fortuna, no generales, te refiero que hace poco tiempo escuché frases semejantes de un individuo—¡caso estupendo por extraordinario!—quien no conformándose con palabras injuriosas puso su pie con gran desacato y desprecio sobre la losa funeraria. ¡Oh caridad cristiana! ¿por qué te has alejado de los hombres?

Por el estilo seguía la crítica ensañándose con los muertos; de suerte que todos aquellos modelos de virtud que como tales hacía aparecer el tierno amor, la gratitud ó la petulancia, si se quiere, tornábalos la maledicencia en ejemplares del vicio y de la maldad.

Que muchos títulos pomposos de los epitafios con que se quiere enaltecer la memoria de los hombres sean dignos de censura, nadie puede negarlo, y más cuando aquéllos ofrecen composiciones de poetas ramplones, que en cada verso asientan una herejía, ó por lo menos, frases poco pulcras, como las que se registran en las revistas de los panteones. Todos esos epitafios son dictados en los momentos en que el dolor impera sobre la razón, motivo por el cual pocos, muy pocos, aparecen con ideas correctamente expresadas. En esas manifestaciones obra, á veces, la hipocresía, y para probar esto que digo, bondadoso lector, remíteme á un hecho como el que te voy á contar:

En Santa Paula, en ese gran cementerio que por completo ha desaparecido á fin de extender por ese rumbo la planta de la ciudad, había entre sus millares de lápidas una que llamaba fuertemente la atención por los tiernos conceptos que expresaba, finalizando con estas frases:

"Su afligida esposa lo llorará eternamente.*' Quién había de decir que un mes después de hallarse allí sepultado aquel modelo de los

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

esposos, había de verse á la v nul i ta que, por I por cuatro de ístos cargado, figuras simétri cierto, era joven y bella, paseándose muy ufa na en la Alameda, admitiendo los requiebros de un galán.

He aquí por qué el tan agudo como filósofo Don Francisco de Quevodo se expresó en estos términos: "Vestido negro y pensamientos verdes."

tyjí V , L . I I I I I " ~ ~ 0 — C5 . , camente colocadas sobre listones de tejamanil las que unidas unas con otras por charnelas,

Los serenos ó guardianes nocturnos, los ; padres del at/ua fría ó guardas diurnos, hoy i gendarmes, los repartidores de periódicos, los ! aguadores y otros individuos por el estilo, desde muy temprano repartían versos impresos, más ó menos chabacanos, por medio de los (males pedían su hindia, su cnlarera ó su ofrenda, de ht misma manera que pedían sus gajes correspondientes á otras tiestas; su matraca y aunas frescas en la Semana Santa: su tarasca y h naca I Un en el Corpus, y su ¡ (aiuiualdo en Navidad. Todos hacían mérito i de los servicios prestados á los vecinos, por lo j que se consideraban acreedores á la recom- j pensa solicitada. i

Frente al Portal de Mercaderes y á la ori- i lia del andén exterior colocábanse los puestos, | en los que se vendían todos los objetos (pue se relacionaban á las ideas fúnebres del día.

Fu unos aparecían las tumbitos de tejama- j nil, pintadas de negro con orlas blancas, con i sus candeleras de carrizo en los ángulos, así ¡ como las ¡¡iras, remedo do los grandes cata- j falces que para las exequias do los presidentes y arzobispos se levantaban en la Catedral, no faltando, ]>or consiguiente, en aquéllas, el muñeco de barro que representaba al prelado mexicano ó n un general muerto, como tampoco faltaba la esta, .lita, do la Fe que coronaba el monumento.

Fn otros veíanse esqueletos de barro, (pie por tener sus cráneos, piernas y brazos sujetos con alambres, adquirían movimientos epilépticos al tomarlos en la mano; muortocillos tendidos que representaban un fraile ó una monja con mortaja, y que por medio de una pita se sentaban, y los eidierritos, colección de figuras que COTÍ sus cabezas de garbanzo y sus vestidos de papel, representaban monigotes, trinitarios y el indispensable rnuertecillo

ENTIERRITO.- JUGUETE. constituían un aparato (pie se movía á voluntad, acercando aquéllas unas veces, y alejándolas otras, con lo (pin pretendíase figurar el andar pausado y regular de los del entierro. Por aquí veíanse sobre una mesa bizcochos de diversas figuras coloreando por la grajea, y pendientes de unos barrotes horizontales de madera, sostenidos por dos pies derechos fijos en la misma mesa, cirios de variadas dimensiones, y por allí aparecían sobre otra mesa, dulces cubiertos y conTRINITARIO CON CABEZA fitados, sin faltar los

Figur ÜE GARBANZO, a (|tie rt-emphizalia en otro condumios, los boca3 'gnetts fie ¿i'x cnl:i'rrito.-i à l IOÚ monigott'S. a itc dillos, palanquetas y la calabaza en tacha, de tierra caliente y, sobre todo, los de pura azúcar, entre los que sobresalían los afamados alfeñiques de las monjas de San Lorenzo.

El pueblo. ( pie en tal día dase á comer esos dulces de azúcar, (pie generalmente representan cráneos, esqueletos, tibias y otros huesos del ser humano, conviértese, aunque en apariencia, en osfófatjo. ¿Cuándo desaparecerá de nuestro pueblo tan repugnante costumbre? I nos para ver y sin- vistos, y otros para proveerse de los objetos expresados, acudían al Portal de Mercaderes por la mañana, sin que por eso faltasen al paseo de los panteones que terminaba casi al obscurecer. Para aplicar los sufragios por las almas del

CUADROS DE COSTUMBRES. 391

Purgatorio, instalábase, por la tarde, en la Puerta principal de cada templo, un sacerdote con estola negra, y allí, de pie, al lado de una

'«esa cubierta de paño negro y sobre la cual había un Santo Cristo, ana calavera, dos cirios encendidos y un acetre, recibía las limosnas Vie le daban y decía sus preces aplicándolas a las almas de los difuntos que le indicaban. (Hrcs concurrían en masa á los teatros para solazarse con las terríficas escenas del Don "Unn Tenorio, drama que, según se dictí, es oíalo, pero que, á pesar de sus defectos, atrae siempre inmenso concurso de gente, que nc sabe de crítica literaria y sólo atiende á la harmonía de los versos y á las calaveradas del pi1,0 aquél que echa bravatas por las uñas, se roba a una novicia para conducirla á una apartada orilla, seduce á las mujeres y mata á los Papas y prometidos por partida doble, platica con los mármoles, cae muerto sin sentirlo, á Ulanos de su antiguo camarada, ve su entierro y escucha los salmos penitenciales que van cantando por él. y, por último, llama al cielo °ia e no le oye, y sin duda por eso sube verticalniente á él en compañía de la monjita, uno y otra transformados en espíritus de aguardiente, mientras el desdichado Comendador, P°r haber defendido su honra y morir asesinado por el robador de su hija, permanece en los apretados infiernos. ¡ Sanísima moral de nueva emisión, que mucho perjudicaría á nuestro pueblo si tomase P°r lo serio é incondicionalmente el teatro. c omo escuela de las buenas costumbres! "or la noche los del pueblo bajo, que sólo concurrían al paseo de la Plaza hasta las diez r e la noche, hora en que irremisiblemente se e r r a b an las casas de vecindad, ya en sus hogares encendían las velas en el altar de sus rendas, consistiendo éstas en bizcochos, frua y dulces, tamales y calabaza cocida; todo preparado con el expreso fin de que á la media noche tuviesen que cenar sus deudos difuntos. Además de ser supersticiosa tal costumbre, es estúpida, por cuanto á que no realizándose el esperado hecho, tan contrario al orden natural, la gente se mantiene en sus trece, y cada desengaño sólo sirve para engullir, al día siguiente, las golosinas ó distribuirlas á veces, entre sus amistades.

Hermana carnal de esta costumbre es la de los velorios. Considerada la muerte de un niño como el tránsito de un ángel, creen de su deber, los que tal costumbre siguen, el despedirse de aquél por medio de una fiesta, en quo hace el principal papel la misma madre, la que por rendir culto al uso inveterado enerva en su corazón los más grandes y puros sentimientos. Tiéndese el cadáver del niño, cúbresele, de Hores y se le encienden dos ó cuatro v Telas de sebo; una, orquestilla compuesta de ! tocadores de arpa, vihuela y aun jaranitas, i ejecuta sonecillos del país, menudeando el tra! dicional jarabe que, por parejas, todos bailan, i no dándose más treguas que las necesarias i para saborear los bizcochos y gorditas de cuajada y apurar algunos vasos de aguardiente. Esta costumbre repugnante importada á i México de las provincias meridionales de Es| paña, va decayendo, en verdad, entre la, gente : de nuestro pueblo; pero debe lamentarse que ; no haya desaparecido aún del todo, lo que j igualmente se advierte respecto del acto de las ; Tres cdídas, en la Semana Santa, acto que, ; como el anterior, por ser contrario á la sana razón, tiende eficazmente á embrutecer á los que lo ejecutan.

Velábanse también, de la manera descrita, á los adultos, con la diferencia de que á éstos j se les rezaba, sin perjuicio de otros actos, ta| les como los juegos de prendas y los albures, de los que se aprovechaban los tunos de profesión ; lanzábanse chascarrillos y acertijos (pie provocaban la risa y referíanse cuentos é historietas tremebundas llamadas ejemplos. El velorio terminaba á las doce en punto de la noche, hora en que penan las almas.

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Como acontece en los coliseos con las mutaciones de las comedias de magia, así cambia-

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El, LIBRO DE MIS RECUERDOS

ba la escena, de la mañana á la noche, en el teatro del gran mundo, durante! ese día consagrado á conmemorar á los rieles difuntos. El tétriQo cementerio era sustituido, en la noche, por un espléndido salón profusamente iluminado por millares de luces que reflejaban las lunas venecianas; al triste clamor de las campanas sucedíanse los alegres acordes de una orquesta; las salmodias, los rezos y sufragios convertíanse en cantos de amor: el traje negro de las damas desaparecía y era sustituido, como por encantamiento, con el vaporoso vestido de las hadas, es decir, las alondras de collar negro se transformaban on mariposas de esmaltadas y relucientes alas; en fin, la risa sustituía al llanto, y la alegría al dolor. Nunca como en tales días comprobábase más el dimisma calle, que era en lo que consistía el susodicho paseo': A veces colocábanse los asientos sobre tablados, lo que ofrecía á las damas la oportunidad de lucir mejor sus lujosos trajes, hacer resaltar su belleza é impresionar a los que las miraban, con los destellos de sus diamantes.

Más tarde, aprovechándose la base circula1" del monumento (pie por disposición del mismo Santa Anna había de levantarse en conmemoración de la Independencia nacional, improvisábase el salón con vigas y lienzos blancos, adornándosele con festones y ramos de flores, grandes espejos, farolas de cristal y farolillo9 venecianos. La base aquella (pie impropiamente dio su nombre de Zócalo á todo el espacio de jardines con que se le rodeó y que la servil

DIPUTACIÓN. PAI

cho de Quevedo: '"Vestidos negros y pensamientos verdes," y el del mentido sentimiento, que traduzco con la expresión vulgar de "Lágrimas de Cocodrilo."

Antiguamente el paseo del día de muertos tenía verificativo en la calle que formaban el Portal di' Mercaderes y el edificio del Parian. destruido en 1H4H por determinación del Presidente Santa Anna, con el fin de ampliar y regularizar la gran plaza de la Capital. Defendida de los rayos del sol, por la mañana, y del sereno i>or la noche, la sobredicha calle quedaba convertida, en un salón en el que se colocaban hacia una y otra acera los puestos de (pie se ha hecho mención, y tras de ellos sillas en hileras para que los concurrentes descansasen de tantas idas y venidas, por la

PORTAL DE MERCADERES.

imitación hizo extensivo á los lugares análogos de otras ciudades y pueblos de la República, era insuficiente para servir de paseo, resultando de la aglomeración de tanta gente en espacio tan reducido inconvenientes de los que, como muestra, me permitiré referir alguno. Formábanse sobre aquella gran rueda, al parecer de molino, dos corrientes circulares compactas y opuestas (pie, con la afluen" cia. sucesiva de nueva gente, aumentaban su densidad y suspendían intermitentemente su curso, en tanto que las personas que tomaban asiento en los estrados sólo veían las espaldas de los que, formando una apretada barrera, permanecían en pie para ver pasar y repasar á unas mismas gentes como las sombras chinescas de una farola. Bien podía el atento

observador advertir lo que pasaba en aquellas ; rio y erguido, llevaba juntas sus dos manos, m asas humanas que como culebras enroscadas : cada una do las niñas echaba atrás la que le s e movían, culebras de mil cabezas que á gran quedaba libre, bien para la cartita, bien para Prisa consumían el oxígeno contenido en el dar el cariñoso apretoncito á la mano del no •nedio en (pie se agitaban, sin bastar, para re- ; vio, que iba detrás dando gracias al diablo por u°var aquél, las aberturas (pie por todas par- aquella apretura tan propicia para sus desmates ofrecía el tal saloncillo. Así es que el ca- nes. Así es que si tienes bijas, queridísimo l or «a insoportable y la presión asfixiante. . lector, y por precisión has de llevarlas por uno Si los pisotones y estrujones causaban á unos I de estos dos caminos: el invadido por una conKr¡mdes molestias, la apretura ofrecía en cam- j currencia excesiva, ó el solitario del (pie se ha b i o á otros, y particularmente á los enamora- j enseñoreado un toro puntal, elige el segundo. (l°s. oportunidades que eran bien aprovecha- j Después de lo que te he dicho dime con la (l«s. Allí verías, querido lector, á un honora- j mano puesta en el corazón, si nuestras eoso le padre de familia llevando del brazo á i lumbres, relativas al día de muertos, no eonsSl's dos lindas hijas, y en tanto que él. se- i tituyen realmente una ironía.

T E H O 33 H . -A- ' . A - H T E

ASUNTOS HISTÓRICOS Y DESCRIPTIVOS

C A P I T U LO I

A S U N T OS HISTÓRICOS

+ Í Q : - + -

PROEMIO

X un pasaje de la presente obra y dirigiéndome á tí, lector ami¿¡'¿: go, hice mención (le dos divinidades, Miinnoninn y ('lio, i bajo cuyo supremo amparo lie i podido escribir " El Libro de mis rev cuerdos,"' y alioru te advierto que otras divinidades han auxiliándome ' t a l m e n t e, una, hija del tiempo v de la reflexión (pie EjjX'ricucid se llama y,otra, dio8 a del poder y do la fuerza, objeto de grande adoración en los heroicos tiempos de (ironia y Roma, conocida con el soberano nombre de Justicia, la que á bien tuvo darme, para que de guía me sirviese en mis escritos, una, hermosa joven, de blanca vestidura, (pie por atributos tiene un corazón en la mano y una nítida paloma en el pecho, atributos (pie la dan á conocer con el bello nombre de Sinceridad.

Por qué medio conocí á la diosa, mencionada, vas á saberlo, mi bondadoso lector, si te dignas pasar tu vista por el siguiente:

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