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La Escuela Primaria

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS

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escuela. Todos presentábamos las manos ex- nos ciudadanos. Kn el nombre del ¡'ad>'('i tendidas, y el inspector, al recorrer las tilas, j del Hijo n del Ksftirilu Sanio." Y al decir daba un fuerte campan i I lazo en la mano que esto, ejecutaban con la mano extendida el sigobservaba sucia, y tal era la sensación causa- nificativo acto del Cristianismo, levantándose da que obligaba al castigado alumno á levan- ; luego á la voz del Inspector. tar una pierna para apoyar en ella el miem- ¡ Practicábanse otros actos de la Escuela á bro adolorido. Otras veces presentábamos los j toques de campana, mediante los cuales, todedos en hacecillos verticales y á sus extremi- ! dos los niños simultáneamente pasaban la pierdades se aplicaba el golpe de campana si éstas ¡ na derecha entre la banca y la mesa corresponaparecían con las uñas crecidas. ' diente; luego la izquierda, en seguida se sen-

Terminada la inspección nos dirigíamos en taban y, por último, ponían sus manos, primeformación y al compás lento de la campanilla, • ro en las rodillas y luego en las mesas, la8 á la sala, en la (pie nos distribuíamos, por cla- cuales ofrecían algunas diferencias. Las perses, en las mesas. Eran éstas largas y estre- | tenecientes á la primera clase, ó de los niños chas, con sus bancas adheridas y simétrica- de menor edad, eran más bajas y no tenían, mente colocadas, una detrás de otra, dejando j como las otras, sus cubiertas inclinadas, sino entre sus extremidades y las respectivas pare- ; horizontales, formando estrechas y largas cades de la sala, un espacio de una vara. Los jillas de uno á otro extremo, cubiertas de areinstructores de clases, que también se llama- na fina, la que se emparejaba con un instruban Monitores ó Decuriones, hallábanse ins- mento corredizo de madera, á guisa de las aplatalados en sus lugares, de pie, sobre el extre- ' naderas de albañil. Prevenidos los alumnos, mo derecho de sus respectivas bancas y al la- ¡ el decurión ó instructor de clase, que como se do del telégrafo, el cual consistía en una plan- ; ha dicho, se hallaba de pie en el extremo de chuela de madera, sostenida en alto por un i la banca, decía en voz alta, despacio y con un bastón, fijo en la misma banca apareciendo en ¡ tonillo especial: dicha planchuela los caracteres (pie habían de ! -•• /'rimera clase. Atención. A maipí*ser copiados por los niños: pero si quieres, j cula, y apuntaba en el telégrafo la mencionalector amigo, obtener ideas exactas de todas i da letra, debiendo advertir que por las mañalas prácticas observadas para Ja enseñanza j nas hacíase el ejercicio con las mayúsculas y mutua, abandonémosla Escuela del Padre Za- ¡ por la tarde con las minúsculas. pata, en la que fué corta mi permanencia, y i Todos los niños de la clase marcaban la letrasladémonos á cualquiera de las sostenidas i tra anunciada con un punzón ó con el dedo en por la Compañía Laneasteriana, denominadas • la arena, é inmediatamente después el instruc"Filantropía," "Santa María." "Santa Rosa," i tor, por mandato del inspector, examinaba los "San Felipe de .Jesús." "Caridad" y "Benefi- j trazos hechos i>or aquéllos. cencía." Fu procedimiento análogo se empleaba en

Las prácticas observadas hasta aquí en la la siguiente.' clase. A las diferentes voces de Escuela del Padre» Zapata eran comunes á las mando, cuales eran: manos á las rodillas maescuelas de que vamos á tratar. A la voz del nos sobre las mesas, presenten pizarras y piinspector, los alumnos daban su frente á las zarrines, limpien pizarras, los niños ejecutamesas, quitábanse los sombreros, echábanse- ban los actos (pie se ordenaban y escribían los á las espaldas sujetándolos por medio de lo ipii! les dictaba el instructor. Formaban las un cordón y se arrodillaban para elevar sus superiores clases los niños más adelantados, preces al Ser Supremo, en los siguientes tér- quienes ocupaban las últimas mesas, en las minos: que escribían en papel, copiando bajo la di"¡Dins iOmnipotente! I>í;piate c<'har una rección del instructor, las muestras de letra mirada de ¡iroteccióu soltre este estableci- española por Don Torcuato Torio de la Riba, miento, derramando tu dirimí- luz sobre lodos las que pegadas en cartones tenían los alumnosoti-os. á jin de <¡ue aprorechúndonos de la nos delante. Con tal objeto, las mesas se hainstrucción que ramos á recibir, seamos bue- llaban, como se ha dicho, ligeramente inelim'nos hijos, buenos esposos >/, por último, buc- | das, menos en la parte superior, en que esta-

ARI'NTOS HISTÓRICOS Y DESCRIPTIVOS.

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ban embutidos los tinteros de plomo, de forma cilindrica, llenos continuamente de tinta de "uizaehe y caparrosa, de la (pie había gran rePuesto en un cántaro que en una alacena se guardaba.

Las clases de escritura en pizarra formaban cinco secciones, y los ejercicios (pie se Practicaban eran de voces ó palabras do una á ' cinco sílabas, según el orden de aquéllas. Las 'fe escritura en papel, constituían dos seceio, u's , de las cuales formaban la primera los que 8e ejercitaban en los trazos de letra grande y n,(1diana. y la segunda, los que se ocupaban e'i los de letra pequeña ó cursiva. Las muestras de escritura fueron al principio, las de Pan d a r e s, en la época que se describe las de I). T° r c u a to Torio de la Riba y después las de Iturzaeta.

La mesa del maestro ocupaba una elevada Plataforma en la cabecera principal de la sala y Sobro la cubierta de esa mesa, resguardada P°r una carpeta do bayeta verde, veíanse, además de algunos libros, hojas de papel, un gran , '"añojo de plumas de ave. remojándose en una ^'leta de vidrio verde y hacia un lado el sím- : " ° ' 0 de la autoridad escolar, la palmeta. (¿ran •"abajo ora para los maestros en aquella épo0,1 en qiU. n o S(. conocían las j^lumas de acero a operación de (ajar las de ave. para todos los "himnos que hacían sus ejercicios de eseritu ; Til «m papel.

Rayábase éste por medio de la pauta, la c" al era una plancha de madera barnizada con r°riglonaduras señaladas jjor medio de cuerdas "(;rtonienfo adheridas y más ó menos abieras, según los diferentes tamaños de los caracteres (jii,. trazaban los alumnos: además, para ''i caído de las letras tenía aquélla otras líneas °hlicuas. respecto de las primeras, con unaint''iiiación de 22¿o y todas equidistantes. Sobre ''s a planchuela poníase el papel en que había hacerse la plana, y para hacer aparecer en ' 'as líneas negras, frotábase con un trozo ci'todrieo de plomo.

A las clases de escritura seguían las de lecl"*a, para las que los niños, separados por grujios en | n s pi l sj l [o s. S(> formaban en seinicírcu. 0s - en el centro de los cuales se colocaban los l'spectivos decuriones, quienes con un punte0 8t'ñalaban las sílabas, palabras ú oraciones, Según la clase de cada grupo, y al terminares- j tos ejercicios seguían los de las cuatro reglas de la Aritmética, en pizarrón los principiantes y en pizarras los adelantados, quienes extendían sus conocimientos á los quebrados y regla de tres.

Los libros de texto para la lectura corrida de las dos últimas clases eran los más generalmente admitidos. El Amigo tic los Xiños, traducido por Kscolquis; el Libro /SVv/fno/o de la Academia; el Simón de Xairhta ó el Mercader forastero, el Calccismo hislórico del Abale Flcitry. las Fábulas de; Samaniego ó las de Iriarte.

Ln cuarto de hora dedicábase diariamente á la enseñanza de la Doctrina cristiana ó sea del Catecismo del Padre Ripa Ida, del que los instructores de los semicírculos, según el respectivo adelanto de los alumnos, leían en alta voz la parte correspondiente del texto y la hacía repetir por los alumnos, hasta (pie la, aprendían de memoria, ó so les hacía aprender de la misma manera, dos preguntas ó dos respuestas, ó una página entera del catecismo, obligándoles á preguntarse y á responderse mutuamente.

El maestro se rodeaba do los alumnos más aprovechados y los instruía suficientemente preparándolos para el cargo de decuriones, vigilaba á los inspectores é instructores en ejercicio y aplicaba á los alumnos los castigos merecidos por las faltas d e q ue eran acusados por aquéllos, sin perjuicio del correctivo <pie directamente propinaba al muchacho que era cogido por él en alguna infracción reglamentaria.

Kn tal escuela de numerosos alumnos y esencialmente democrática, no escaseaban los castigos extraordinarios, y si el muchacho era, malcriado y de mal carácter, entonces era de ver la lucha abierta sostenida porél y el maestro, la (pie todos los alumnos presenciaban azorados. Mientras el preceptor se esforzaba )x>r sacar á tirones al muchacho de su asiento, éste se resistía estendiendo una pierna como tranca sobre el suelo y aferrándose á la banca y á la mesa con las manos, hasta que al fin iba ]K)co á poco cediendo á la fuerza, prosiguiendo la escena por los pasillos con monos resistencia, hasta que ya. en la, plataforma del maestro, la presencia sólo de la disciplina arrancaba al muchacho desaforados gritos que

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EL LIRRO DE MIS RECUERDOS.

ponían on conmoción toda la escinda. A cada ] disciplinazo acrecían los chillidos, i|iie se convertían en sollozos al terminar la azotaina. Kl castigado con paso tardo, la cabeza baja y el brazo dereclio sobre los ojos, regresa ha á su asiento lanzando al maestro sordas amenazas y refunfuñando: ahora lo verás con mi p a p á: y cuidado, que éste era. un feroz militar de los lanceros de Torrejón. Kn otras escuelas la palmeta substituía á la disciplina.

Los castigos ordinarios consistían en arrodillar á los alumnos y ponerlos en cruz obli- | candólos, á veces, según la. entidad de sus faltas, á hincarse sobre el borde de una, regla y á sostener en las manos piedras pesadas; en ht ; manifestación pública de sus faltas, hincándolos igualmente y poniéndoles al pecho, pen- [ diente del cuello, una planchuela de madera en la q ue se leían según los casos, frases como estas: por moilorro. por pleilisla, por <lcsaseailo. etc., etc., y á veces al desaplicado se le ponían las orejas de burro, hechas de cartón ó trapo armado, y con tan risible adorno en la cabeza sacábasele á una ventana que diera á la calle: en su detención en la escuela y encierro en el calabozo, y en otros castigos que se hallaban proscritos en los reglamento.; de las escuelas laneasíerianas, los que poco á poco fueron caliendo en desuso, como el de la corma, (pie consistía en sujetar en un pie. ó en los dos, planchas pesadas de madera para hacer andar al niño con excesivo trabajo: el taragallo. (pie era otra plancha pesada de madera (pie sustentaban los niños sobre los hombros, y (pie al menor movimiento se deslizaba sobre el cuello, causando molestia suma : el saco era, el castigo marcado para las faltan graves, y consistía en meter en aquél al delincuente y suspenderlo por medio de unos cordeles del techo de la escuela: el de la caravana, era aplicado á varios niños que juntos habían cometido la misma falta, y al efecto poníaseles un yugo de madera, del que tiraban todos los de la escuela, y |ior último el cep), (pie se aplicaba á los que cometían algún robo ó lastimaban á sus compitieres y á los (pie portaban armas con q ue pudieran causar algún daño.

Kn la escuela del Padre Zapata, ninguna necesidad, ni aún la de tomar agua, permitía á dos niños salir de la sala simultáneamente. y con ese lin existía la seña, que tal tira el nombre de un trozo pequeño de madera (pie P °r medio de una correa pendía de un clavo en ,tl pared. Siempre que un niño, por algún motivo, tenía precisión de salir de la sala, bastábale descolgar la seña, acercarse á la mesa del preceptor, y presentarle en alto el palo aquelEsta costumbre no era observada mi las escuelas de la Compañía.

Terminadas las labores de la escuela, c 011 los ejercicios de aritmética, poco antes de 1¡»8 cinco de la tarde, oíase la voz del instructor general que ordenaba á los decuriones recoger pizarras y pizarrines, y á los niños la atención para (pie. arrodillados, escuchasen la siguiente oración con que se daba gracias al lot'0 poderoso. "(Iran Dios, le llamos iiifinilas ¡p'iK'"1" por liaheruos asisliilo cu nuestros trahftjo* !l le su pilcamos (pie le diipii's conliiniar <hsp<'11' sil miónos esle heiie/icio. en el nombre >l<'< * "' dre." etc.

Las escuelas lancasterianas suprimieron estas preces en sus prácticas escolares, asi como la enseñanza de la doctrina cristiana, e ne año de |S(5|.

Al terminarse la oración, el instructor general hacía sonar varias veces la campanilla-

ft cuyos toques sucesivos los niños se ponían en pie. tomaban sus sombreros, se cubrían, Vo" nían las manos en las costuras del pantalon, abandonaban sus lugares á medida (pie se le nombraba y se colocaban, en tila, contra '• pared cercana á la plataforma del maestro para escuchar las penas impuestas por las falta cometidas, y así formados salían de laesciiel'1 por el orden de las ocho clases, con sus decuriones á la cabeza.

Apenas abandonaba la turba de inueluíchos la puerta de la escuela, precipitábase c0 ~ mo un alud, en la calle, formando gran algazara, como la (pie. en iguales eircunsfaiieía < aún se observa.

Con el establecimiento, en México, de '" escuelas lancasterianas á principios del a ñ o '1' 1*2:!. la instrucción pública adquirió un P 0 ' deroso impulso, pues vino á poner en plan'* el modo mutuo tan ventajoso respecto del individual en escuelas de numerosos aIuiiH,oS'

Los promovedores de tan útil mejora, como ! he hecho notar en mis Elementos de Historl*

Me-nvo ¡i SH ('¡riUzaetóii fueron los señores Codorniu, Don Agustín Buenrostro, oi Coron i Don Eulogio Yillaiirrutia, Don Manuel Fernández Aguado y Don Eduardo Touren"

Miniers. Apoyarla la sociedad por el (iene^ l í s i mo Don Agustín de Itnrbide, la Regent a concedió pura el establecimiento de la prio r a e s c u da l;i Sala del Serreta de la exting i a Inquisición. Dicha escuela, denomina<la Kl Sol permaneció allí la mayor parte del año de 182:5. siendo después trasladada á Bet l em i t as á causa de los progresos que había af«luirido la nueva institución, patrocinada l*>r los sefiores Don José María Fagoaga, Don

«•rítanlo Haz y demás socios cuyo número ""•dio había aumentado.

La escuela cambió su nombre por el de ''"iiitropía, y abrió de nuevo sus clases á lias conforme á las instrucciones quo recibieron por la expresada Secretaría.

Cuatro eran las escuelas lancasterianas de niños y cinco de niñas, denominadas las primeras Filaidro/tía. /'('forma. /íiilali/i, y IVdal Alcocer; llamadas las segundas, /iide/ieu(lc)ici(i, /Yoí/rc.so, Jour Marin, del Uto, y II"iiilo Juárez. Además contábanse la, escuela mixta LUierlaJ y la nocturna para, adultos Zaraijoza. UPí eran los alumnos inscritos y •Vil) los asistentes el día de la. entrega, (veíase á este respecto el interesante informe (pit; á la Secretaría de -lusticia (lió el distinguido Profesor Don Manuel Cervantes Imaz (1<S!I2). ,flfií s «le dicho año, coi i mas de 2Ô0 alumnos. Lar 'ontjHiùid l^iiicasleriana siguió adelan•ando con rapidez, permitiéndolo sus elemení ---i "' l" • ' s "stableeor nuevas escuelas y extender su ^'Sterna de enseñanza á las capitales del país. a sociedad. ,p„. vio logrados sus deseos fa^ r o c i da por las autoridades civiles, por el ; abildo eclesiástico y por los operarios de vaj " 1 ' * talleres, cuidó de formar sus reglamentos. ,l cartilla civil y la de enseñanza mutua, así m o de estimular á los padres de familia de a fábrica, de tabacos, ofreciendo vestir á dos " l f l o s «le los más adelantados, llegando su ab^«¡ición hasta el punto de adoptar á un niño

«JUien la guerra de la Independencia redujo l a orfandad. La compañía estuvo sujeta á as vicisitudes consiguientes al estado intran«jUilo del país, á causa de los sucesivos distur0 8 Políticos, pero sobreponiéndose á los obsc«lo8, marchó con paso tírate hasta nuestros as en que por la suprema resolución de la ^ r e t a r ía de J u s t i c ia é Instrucción Pública, ( e 2( -> de Marzo de 1HSK). quedaron convertidas , n n a ci o n a l os las escuelas lancasterianas, sien° es ta disposición tan importante para el cons i e n t e desarrollo de la instrucción públi^a, como lo fué la ley de 21 de Marzo del sim i e n te año que declaró la instrucción obligatoria.

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ara recibir las escuelas lancasterianas eron comisionados los Sres. Lie. José E. Dun y Profesor Manuel Cervantes Imaz, á cu8 esfuerzos debióse la organización de aqué-

Huérfano de padre q.iedé siendo m uy ti ¡Fio. mas Dios nie(leparó una madre dotada de gran fuerza d e voluntad y de abnegación sin límites para procurarme una buena educación., y tales fueron sus sacrificios, (pie por mi porte tuviéronme ]>or rico en las excelentes escuelas en que me puso. La del Padre Velasco, en la segunda calle de Santo Domingo, competía, jxjr su fama, con la de Calderón, en la segunda calle del Puente de la Aduana Vieja. Va no se veían en la sala de clases de aquella, escuela el piso de ladrillos, el sucio mueblaje y las destartaladas paredes (pie se observaban en las escuelas primarias que se han descrito, pues todo revelaba en olla el esmerado cuidado de su Director. Sobre el entarimado de madera se hallaban las mesas, muy aseadas, en dos hileras colocadas dejando en el centro el paso libre hacia la cabecera principal do la sala, donde se levantaba la plataforma con la mesa del Director. En osas mesas, do cubiertas ligeramente inclinadas, si; hallaban fijas vertiealmente al fronte do los alumnos, las muestras de escritura de Torio, en cuadros de madera barnizada, y en las paredes veíanse suspendidas, también en cuadros, las mejores muestras de dibujo de Julien. El orden reinaba en aquel colegio, en el que todos los alumnos guardaban la compostura debida, no por miedo á los castigos, (pie eran allí casi desconocidos, sino por el buen ejemplo y tinos modales del Director. Acostumbrábase á los niños al aseo é inculcábaseles la más sana mo-

;EI " ' A h T i rj LARES

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