Entrevista al escritor Francisco Méndez Castañeda Premio Nacional de Literatura «Miguel Ángel Asturias» 2017
Entrevistadores: Coordinadores DE LA PLUMA al blog & DEL BLOG a la revista
BIOGRAFÍA
Foto: Mendel Samayoa
Es periodista, escritor y crítico literario. Nació en la Ciudad de Guatemala. Se graduó de periodista por la Universidad de San Carlos de Guatemala y egresó del doctorado en Letras por la Universidad Nacional de Costa Rica. Trabajó de periodista de medios escritos y televisivos guatemaltecos. Ha entrevistado a ilustres escritores guatemaltecos e internacionales, como Augusto Monterroso y Luis Cardoza y Aragón, entre otros. En el 2010 publicó «Diccionario de Autores y Críticos de Guatemala», una obra que recopila los datos de todos los escritores y críticos del país. Sus propias obras han sido publicadas en antologías en español, inglés, francés, polaco... Es catedrático en varias universidades de Guatemala. Su género es el narrativo y ensayo. Pertenece al movimiento posmoderno: Literatura de Posguerra guatemalteca. Entre sus distinciones se encuentran: El Premio Nacional «Miguel Ángel Asturias» -2017-. Premio Único de Cuento, en el Certamen de Santa Lucía Cotzumalguapa -1992-. Premio Anual de Periodismo Cultural Carlos Benjamín Paíz Ayala, género Entrevista -1994-. Premio de Cuento Francisco Vittoria, Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado -1997-. Periodista del Año, Prensa Libre, -1997-. Premio Anual de Periodismo Cultural Carlos Benjamín Paiz Ayala, género Entrevista, -1997-. Segundo Lugar en el II Premio Tierra, Excelencia Periodística, categoría Escrita, -1999-. Entre otras. Entre sus obras de narrativa están: Graga y otros cuentos, 1991. Manual para desaparecer, 1997. Sobrevivir para contarlo, 1999. Crónicas suburbanas, 2001. Ruleta rusa, 2001. Completamente Inmaculada, 2002. Reinventario de Ficciones. Católogo marginal de bestias, crímenes y peatones, 2006. Les ombres du Jaguar et autres nouvelles, 2009. Algunos de sus ensayos de Crítica Literaria: América Central en el ojo de sus críticos, 2005. Hacia un nuevo canon de la vanguardia en América Central, 2006. Diccionario de Autores y Críticos de Guatemala, 2010.
¿Qué lo motivó a inclinarse por la escritura? Hay varios factores, quizá es el hecho de que yo soy nieto de un escritor guatemalteco, Francisco Méndez Escobar. Sin lugar a dudas el que yo sea el nieto mayor. Cuando nací mi abuelo ya había muerto. Trascendió tanto que cuando nací me pusieron sus anteojos, me pusieron su nombre. En la casa donde yo vivía, que era la casa de mi abuelo, había alrededor de quince mil libros y algunos de ellos firmados para mi abuelo de parte de Neruda, de Juana de Ibarbourou, de mucha gente, de Gabriela Mistral, y decían para Francisco Méndez. Luego empecé a identificarme con la cuestión de mi abuelo por el nombre. Como él murió de leucemia, murió muy joven. Yo erróneamente pensé y dije: «Voy a escribir y terminar los cuentos de mi abuelo porque seguramente no los terminó». Eso me hizo, primero, leer sus cuentos y al descubrir su obra me aluciné. Estoy hablando entre los quince, dieciséis años. Entonces, decidí empezar a escribir un poco como bajo la sombra de él, cosa que fue muy equivocada, pero eso me motivó en algún momento, digamos, a desentrañarme de lo que él hacía y empezar a buscar mi escritura. Yo, siendo adolescente era deportista, aunque no parezca. Fui un deportista de alto
rendimiento. Hacía triatlón y era seleccionado. En las épocas que tuve que descansar por algunos problemas de tendones, leía mucho. Comencé siendo lector y copista de los cuentos de mi abuelo hasta que, a los diecisiete o dieciocho años ya decidí escribir por mi cuenta. Esas fueron unas de las razones por las cuales comencé a escribir. Coméntenos sobre su elección por escribir novelas y cuentos policiacos. Primero, mi literatura alrededor de los primeros libros ha sido muy urbana. Parafraseando a Terencio siempre he dicho que soy urbano y nada de lo urbano me es ajeno, porque mi vida ha sido a nivel urbano. Sin embargo, cuando yo fui a hacer mis estudios superiores a Costa Rica me empatiné mucho con la literatura de autores policiacos. Durante cinco años leí más de cuatrocientos libros de novela policiaca. Cuando estuve allá fui identificando un poco al país y decidí crear un detective, un comisario, un policía que aquí en Guatemala es de esos héroes guerrilleros, un buen chapín de los que se han inmolado. Pero en un país en donde la policía es represiva fue un reto buscar la idea de un detective maya quiché, un Sherlock Holmes versión maya quiché con todas las posibilidades de anticorrupción. Entonces, creé al Comisario, Wenceslao Pérez Chanán, allá en Costa Rica. Cuando vine aquí, tras estar cinco años fuera, quiera que no uno se aleja mucho de la pasión local, pero cuando vine seguí escribiendo del comisario. Y tengo más de quince años de escribir solamente novela negra, especialmente de mi comisario y algunos cuentos que le llaman neopoliciales que tienen que ver más con la violencia y con el asesino que con el detective, propiamente. ¿El comisario tiene alguno de autobiográfico? Algunas cosas pueden ser autobiográficas. Él es un gordito, vive en el Mezquital, tiene cinco hijos, su esposa se llama Wendy; pero él padece seriamente del ácido úrico. Es algo que yo tengo, verdad. También padece mucho del corazón. Y sí, lo que tiene él que no es autobiográfico es que es muy científico. Es un tipo muy parco, pero con una gran intuición policiaca. También tiene una perra. Participó el comisario en unos operativos de perros pitbull, en carreras clandestinas,
rescató a una perra que vive con él en el Mezquital. Se llama muñeca, es una pitbull que no tiene colmillos. Él ama a los perros, es algo que podría tener en común como dato autobiográfico. ¿También tiene que ver con que usted se haya especializado en literatura norteamericana? No, en realidad no. Digamos que la literatura gringa tiene de todo. Sí soy fanático de los autores de novela negra policiaca, pero más que todo fue porque me topé con dos autores centroamericanos. Uno es Horacio Castellanos Moya que en muchas de sus novelas usa un comisario que se llama Pepe Pindonga. La novela policiaca no solo es policiaca, también es social, es romántica, es una novela testimonial. Hoy en día, creo yo, a nivel general es la que más transmite el realismo de un país. Él (Horacio) y Franz Galich escribieron algunas novelas como trillers. Hay una novela de Franz Galich que se llama Managua Salsa City (Devórame otra vez) que maneja la historia de una asesina que tiene una banda organizada. Este tipo de cuestiones me confirmaron a mí que sí, esta es una región en la que se ha escrito principalmente sobre literatura indígena, de la lingüística, y la cuestión de la guerra ha sido testimonial. Nunca había existido ningún policía en la literatura. Sí ha habido novelas policiacas como la de Dante Liano que se llama El hombre de Montserrat o algunas de suspenso de Rodrigo Rey Rosa. Creo que las mías son las primeras en las cuales hay un detective y un policía. Yo he escrito, por ejemplo, diez novelas policiacas de él, de ellas solo han sido publicadas seis. De alguna u otra manera es un reto el abrir una literatura diferente a lo que se había constituido antes. En su experiencia como catedrático universitario, ¿considera que el tratamiento que se le da a este género literario, dentro de los salones de clase, es el adecuado? Háblenos al respecto. Las universidades por lo general desprecian el género policiaco. Yo estudié un posdoctorado en Estados Unidos y los mismos gringos cuando les preguntaba sobre los autores clásicos decían «no, no, eso es subliteratura, eso es subgénero». En la misma academia norteamericana. Yo sí lo utilizo porque la novela negra es heredera del neoclasicismo y, por lo tanto, es una novela científica. Una novela policiaca
consiste en que hay una muerte, un desaparecido y que es un enigma que hay que resolver. El detective lo resuelve o no, a partir de un método científico. Es decir, el policía utiliza métodos y todo para resolver o no. Yo utilizo una novela negra en mis cursos, que la gente la lea porque también es una forma interesante de saber cómo se investiga. Pero he visto la prensa de universidades y talvez una en España, en Italia utilizan la novela negra en las universidades, aquí en Guatemala no. Es considerado un subgénero, la gente, especialmente la academia, le tiene un poco de roncha y considero que es porque no lo conoce. Por ejemplo, escribí una novela policiaca con un escritor colombiano. La novela es con pistas, no es una novela lineal, sino que está hecha con fichas y pistas. Cuando los estudiantes trabajan en grupo les pido que resuelvan la historia, tiene que haber alguien que murió, tiene que haber un asesino, tiene que haber un móvil. Entonces ellos investigan y la verdad es que muchos de los detectives de la historia policiaca son grandes investigadores, y eso es lo que hace uno en la literatura, investiga. Utilizo mucho ese parangón. ¿Cuál es el proceso para escribir una obra literaria? Yo soy cuentista y novelista. Los cuentos son más de tenerlos en el cerebro, de leer la historia, cuando ya tengo la historia casi concluida y quizás solo me siento, lo escribo en dos sentadas y me vuelvo y luego lo edito y lo edito. El proceso de la novela es diferente porque es un proceso diario. Yo sí hago planes. Por ejemplo, tengo una novela que va a salir ahora en Costa Rica, se llama Saga y Libélulas y es una novela de ochocientas páginas que ocurre en toda Centroamérica. Entonces tengo mapas de Centroamérica antiguos, presentes, pongo desde poblados. Lo que hago es una especie de planificación, pero cuando me siento a escribir pues ahí la novela va tomando diferente forma. Quizá soy de los pocos en ser disciplinado. Escribo todos los días de la una a las tres de la mañana. No puedo a otras horas por las clases, por mis hijas, por mis perros. Entonces, la única hora que he encontrado es esa. Son dos horas que lo hago, generalmente, seis veces por semana de una a tres. Entonces me levanto a la una menos cuarto. Me pongo con mi comisario. Por ejemplo, yo escucho mucha música para escribir, oigo mucho rock clásico. Pero como el comisario es un policía a quien le encanta
la música salsa, oye a Héctor Lavoe. Cuando escribo sobre el comisario sí hago una especie de escenario con una música salsa. Me pongo en el ambiente porque hay que desdoblarse uno y ponerse en los pies del comisario. Me gusta tener un poco esa soledad. A esa hora nadie lo molesta a uno. Desconecta uno el Facebook. Todo mundo está dormido, hasta mis chuchos. Esas dos horas para mí son las más emocionantes del día. Yo quisiera no tener que dar clases ni trabajar nunca, sino dedicarme a escribir, pero no se puede. En su opinión, ¿es fácil dedicarse a la escritura en un país como el nuestro? ¿Por qué? Hoy en día es más fácil. Hace algunos años nadie daba un centavo por la literatura guatemalteca. De hecho, pocas universidades trabajaban la literatura guatemalteca porque a uno le enseñan clásica, la edad media, el renacimiento, latinoamericana y de último la guatemalteca; cuando en otros países es al revés. Primero se estudia la del país y después las otras. En términos culturales nosotros, no las universidades, el guatemalteco en sí no está identificado con autores guatemaltecos. Prueba de ellos es que hoy, que es el año de los cincuenta años del premio Nobel de Asturias es un escritor que se sigue sin leer y es un Nobel traducido a más de noventa idiomas. Entonces en Guatemala, uno de escritor no tiene lectores, tiene amigos, familiares que lo leen a uno. A excepción de Rey Rosa y algunos otros que sí tienen lectores, pero en Guatemala no es que la gente salga a comprar literatura guatemalteca. Esa es la parte más difícil, la de la lectura. La de la publicación, ahora, hay muchas editoriales que, si tú quieres pagar, pagas y ya eres escritor. Antes de la guerra era difícil porque había solo dos o tres editoriales, pero hoy en día, después de la firma de la paz, hay muchas editoriales. Incluso la Editorial Cultura que es del Estado, a mí me parece que ha hecho un buen papel. Entonces, posibilidades de escritura sí hay y si nadie te quiere publicar están los blogs. Están los libros digitales. No es como antes que si a uno no lo publicaban se frustraba mucho. Ahora publicas un blog, la gente lo lee. Hay un caso muy especial en Guatemala, el de Juan Pablo Dardón porque tenía un blog que se llamaba Fe de Rata que tuvo tanto éxito que hasta lo publicaron en libro. Es decir, su literatura y forma de
escritura lo llevó a que después se publicara como libro. Creo que sí, posibilidades sí las hay. Como siempre, aquí en Guatemala hay ciertas roscas que se dan sus propios premios y se reconocen entre ellos, pero en realidad comparado con los años ochenta y noventa, que fue cuando yo comencé a escribir, hoy es mucho más fácil.
¿Sus libros son fáciles de encontrar en digital? Yo he tenido un poco de suerte al poder vender mis libros, en algunas universidades se leen o en colegios. Hay un par de libros míos que sí están en digital. Ruleta rusa y otros. He tenido la suerte de publicar en Francia un par de libros, y esos libros todavía los venden. Los demás todavía no. Es un proceso que yo tendré que hacer porque la mayoría de editoriales donde he publicado son editoriales pequeñas. Esas editoriales no tienen toda la plataforma que tienen las editoriales grandes. Nunca he publicado en editoriales grandes, no mucho me interesa. Así como Alfaguara, todas ellas porque son editoriales trasnacionales que se apropian de los libros de uno y ni los distribuyen, se lo compran a uno por diez años, el libro ya ni es propio; mientras que todas estas editoriales de autor, editoriales cartoneras. Ahora voy a publicar un libro en una editorial cartonera, artesanal, con Eynard del Proyecto Editorial los Zopilotes. Me encantan ese tipo de cosas. No tengo mucho en digital. Creo que sí lo tendré que hacer porque es algo que la gente está leyendo ahora. ¿En dónde se pueden adquirir sus libros? Algunos los vendo yo, otros en Sophos. Yo he publicado veinticinco libros más o menos y lamentablemente no todos se encuentran. He pensado en hacer una reedición. Por ejemplo, en la novela del comisario, cuatro las publiqué en periódicos por entregas. Esas no las he publicado en libros, pero están completas. Hay un medio digital que se llama relato.gt (http://www.relato.gt/autor/francisco-alejandro/p_2/), del que me salí porque está comprometido periodísticamente. Ahí está completo el comisario. Me gustan más porque las novelas policiacas no son como las de Pérez de Antón que se publican con portadas pomposas. No, las mías son novelas como surgió la novela policiaca con pulp, con ese papel periódico
sencillo como los westerns que antes se vendían en cinco centavos, en realidad el papel y la editorial es lo de menos, creo yo. Aunque, si algún día me los publican en una editorial, que bien. ¿Este tipo de publicación en periódico por entregas se estaría convirtiendo en la novela pasquín que se publicaba en el siglo XIX con más acceso a la gente? Sí, esa era mi idea. Todos los lunes salía mi novela. Primero me dieron una columna, después me dieron dos, luego en el periódico me dijeron que tenía una página completa y me hacían una ilustración. Como he estudiado mucho la novela del siglo XIX, precisamente, mucha gente me escribía al correo porque tengo un correo electrónico del Comisario, de Gmail. (ComisarioWPchanan@gmail.com). Le escribían al Comisario: «Mire a ese personaje que está ahí, nosotros quisiéramos que no lo matara». Unas veces le di un par de largas a los personajes, también lo hacían otros autores. Por ejemplo, en el banco de Guatemala había un club de lectura donde todos los lunes se sentaban a leer mis capítulos. Me invitaban a mí para que les contará los capítulos finales, cosa que no quise porque les iba a quitar la alegría. Esto fue muy gratificante porque el periódico es popular, la gente lo busca, lo consigue, también salía en digital. Más allá de eso, gente de otros países me ha leído. Gracias al blog de algunas entidades me publicaron en otros países como en Chile. Entonces, sí, tiene su gratificación también. Sabemos que a través de la literatura se infunden valores, ¿cuáles diría usted que son los más recurrentes en sus obras, si los hubiera? El comisario tiene algo interesante, como yo lo he estado planteando. Él, en realidad es un borracho, le encanta tomar predilecto en un bar que se llama el Pulpo Zurdo, y entonces no podría ser héroe constituido como tal. Pero creo yo, que una de las cuestiones interesantes es que es un policía inmaculado. No es alguien sobornable. No es alguien que acepta absolutamente nada y en ese sentido sí se puede ver como una forma de valor. Seguramente aquí en Guatemala hay policías así, que tienen una idea de esas. Yo empecé a escribir mis novelas en Costa Rica en el 2002. Ahora está la CICIG, el Ministerio Público, creo
que sí hay gente de ese tipo que empataría un poco con su pensamiento. Por ejemplo, cuando publiqué la primera novela, algunos escritores me dijeron «¿por qué hiciste eso? En Guatemala no se resuelve el ochenta por ciento de casos, la policía es corrupta», pero no tiene nada que ver con la ficción. La ficción son otros cien pesos. Tiene que ver también con el deseo de que exista un héroe de ese calibre. De alguna u otra manera he creído yo en el comisario. No sé si puedo encontrar muchos valores en mi obra. Mi literatura no es que guste mucho. Por ejemplo, en algunos colegios me pidieron quitar cuentos y todo porque hay unos cuentos en los que manejo la zoofilia, la pedofilia y algunos temas que no necesariamente gustan y que no pueden ser leídos a nivel de colegio. El comisario no es que sea tan grueso, pero hay unos casos. FLACSO me publicó una novela que se llama El juego de muñecas, que es un caso donde aparecen unos muertos en moteles de Guatemala. A los chavos les quitan los testículos o el pene y les aparece una muñeca inflable. La novela maneja mucho la cuestión del fetichismo. Me dediqué dos años a estudiar las muñecas inflables. De hecho, les preguntaría, ¿saben ustedes quién las inventó? Fue Hitler. Hitler, en la segunda guerra mundial, no quería que los soldados se mezclaran con mujeres judías, que les fueran infieles a sus esposas y que no les pegaran enfermedades venéreas. En mi novela hay toda una historia sobre las muñecas inflables que es un tema fetiche y que no todo el mundo lo acepta. En Japón hacen muñecas de niños. A los pedófilos, por ejemplo, les dan muñecas inflables para que no violen a los niños. Es una afilia íntima, pero cuando eso trasciende hay gente que saca a pasear a su muñeca inflable, le pone ropa y todo. En Japón pasa eso. Imagínense a la gente. ¿Cómo ha sido su experiencia en la EFPEM? Quiero agradecerle a Eduardo González porque él me abrió la puerta. En realidad, ha sido muy gratificante, el grupo de estudiantes muy absorbente. Ayer en Nuestro Diario le dediqué a los estudiantes mi columna. Principalmente porque mañana es el día del maestro. Mis estudiantes son personas con mucho deseo, con ansia de aprender con todas sus limitaciones y ciertos elementos que tendrán que mejorar, pero sobre todo tienen muchas ganas. Eso no se ve mucho. Cuando uno encuentra, como profesor, un grupo de gente que es
como una esponja que está dispuesta a asimilar conocimientos que no está muy acostumbrada a recibir, porque tengo una forma, digamos, sui géneris de enseñar literatura. Sentí que hubo mucha recepción, eso es bueno. He dado clases en Costa Rica, estuve tres años dando clases en El Salvador y ahora que di aquí, que soy egresado de esta Universidad, pues, para mí fue muy gratificante. Me han abierto las puertas en universidades privadas, pero no es lo mismo. Cuando uno es egresado de la USAC y da clases a gente que pasó por las mismas historias que uno, eso es doblemente gratificante. Coméntenos sobre alguna vivencia o experiencia que lo haya marcado como escritor o como docente. El deporte me marcó mucho porque en el deporte hay mucha disciplina. Si quieres cumplir con el deporte, tienes que cumplir con ciertas tareas y en la literatura es igual. Yo no creo en la inspiración de que un día una musa le golpee a uno la espalda y uno comience a escribir poemas, sino que la literatura es el fruto de la vida misma y de la experiencia de la lectura. Mientras más lee uno, más lleno de ganas de transmitir esos conocimientos. Lo que uno hace no es escribir, sino reescribir historias que ha leído. Entonces, creo yo, que el deporte me marcó mucho, también algunas enfermedades que he tenido me hay ayudado a eso. Hace muchos años escribí una fotonovela para Nuestro Diario, se llama Lazos de familia. Nuestro Diario era muy popular, había que tener modelos, había que tener futbol y había que tener chavos mecánicos. Entonces, creé una historia, les quiero contar esto porque cuando estaba terminando la historia, que salía por entregas, me hospitalizaron en uno de los hospitales privados. Le dijeron a mi exesposa que fuera a comprar servicios funerarios porque de plano ya no… He padecido mucho del corazón. Llegaban los editores de Nuestro Diario al intensivo a que terminara de contar la historia. Era interesante porque, de alguna u otra manera, estar con la angustia esa. Ya no estaba tanto triste porque me iba a morir, sino porque la historia no se había terminado, tenía a mis hijas chiquitas. Las enfermeras se enteraron que yo escribía la fotonovela y pedían turnos para estar conmigo y para que yo les contara la historia. Era excelente. Eso fue algo que me marcó mucho porque, sin lugar a dudas, estando uno cerca ya de entregar el
equipo. Por otro lado, la idea que tenía de terminar la novela, al final salió completa. Lástima que ya no siguió el proyecto porque a mí me pagaron por escribir tres fotonovelas. Para mí, a pesar de que me gusta la academia y todo, mi literatura, considero que es bastante popular. Prefiero escribir de esa forma porque llega uno más a un público que siendo, talvez, un poco más intelectual y escribir para un grupo reducido de personas. ¿Qué mensaje le comparte a todo aquel que desea iniciarse en la escritura? Qué difícil es dar consejos porque uno siempre se equivoca, y las equivocaciones son producto del mismo trabajo. Lo mejor que le puedo decir a las personas que se están iniciando es que hay que leer. La lectura es fundamental. Hoy en día uno no puede ser escritor si no lee. Como una anécdota personal, la vez pasada estaba en la zona uno en un restaurante. Fui al baño y de repente, cerraron la puerta y salió un escritor diciendo «tenés que leer mis poemas». Claro, pero te voy a preguntar una cosa, le dije: «-¿Ya leíste a Vicente Huidobro?, -No. -¿A Neruda? -No. -Entonces, nunca voy a leer tu poesía hasta que leas a eso autores porque, hoy el sentimiento de muchos escritores, incluso los que están empezando, es que no hay que leer». Fulano de tal es una mierda, tal escritor no sirve. Hay muchos escritores jóvenes que desprecian. Es normal porque mucha gente es rebelde, pero no es normal que no se lea. Si ustedes se dan cuenta hoy, el arte está un poco en crisis. Digamos que cualquiera publica y cualquiera escribe. No hay una academia que esté realizando críticas, porque siempre debe haber una. Es decir, todo mundo tiene derecho a escribir y publicar. Se recuerdan de aquella mujer, Vivian Marroquín, que escribió su libro «Siendo puta me fue mejor». Le dedicaron la feria del libro. Fue algo realmente nefasto. El libro era una trampa. El libro no era un libro de superación. Hasta la entrevistaron en CNN. Ha publicado dos libros más y ya no existe, se murió porque hizo un engaño. Hoy que estamos en este rollo de la cultura líquida, la literatura light mucha gente cree que el no leer la hace ser escritora. Eso es completamente erróneo. Si uno no lee a Cardoza, en Guatemala, no lee a Asturias, no lee a Gómez Carrillo, a Luz Méndez de la Vega, pienso yo, que no tiene nada que decir como autor. Entonces,
siempre que me preguntan a mí, digo: primero hay que leer, por supuesto. Si uno no aprende de los viejos y de los maestros no puede transmitir. Les voy a poner el ejemplo de lo que pasa en la plástica, en algunas bienales ganan premios. Por una bolsa de nylon con tierra adentro le dan $5,000.00 de premio porque dicen que se trata de los cementerios clandestinos de Guatemala. Es decir, la idea no es mala, pero premiar una cuestión así que al otro día la tires a la basura es un arte desechable. Perdón el ejemplo, pero en este museo MoMA, que es el de Nueva York, hicieron una exposición, fueron a traer caca del río Ganges de la India. Pusieron una pirámide y la vendieron. Eran heces fecales humanas y la vendieron en $90,000.00. Eso da la idea un poco de cómo está ahorita el arte. El arte, por lo general, está perdiendo el valor que antes tenía, ¿por qué? Porque si tienes plata y pagas ya eres escritor. Si tienes dinero y haces una mancha en la pared ya te dicen que eres el Pollock contemporáneo. En Guatemala, lo siento, pero no hay una crítica que esté constantemente discutiendo libros. Estoy hablando de una crítica académica, no de alguien que diga «este escritor es feo y me cae mal». No, sino una crítica que discuta. En otros países sí la hay. Aquí nos hace falta eso. Creo yo que, la gente debe ser disciplinada, debe ser sesuda, debe dedicarse a eso porque no hay que ser escritor light. ¿Ahí faltarían espacios, cultura o preparación de críticos? Antes enseñaban modelos semiológicos profundos, hoy falta preparación para crear intelectuales con juicio crítico. Sí, pero sobre todo que se interesen por lo nuestro, porque hay mucha crítica a la que le encantan los cubanos, los argentinos… Yo les voy a decir que gente como Arturo Arias, Mario Roberto Morales, Lucrecia Méndez de Penedo, Dante Liano, serán contados, gente que han hecho libros sobre crítica guatemalteca. Pero la demás gente se ha dedicado más a otro tipo de cosas y hace falta para todos, revistas críticas. Costa Rica es un pueblito, un cafetal con foquitos. Costa Rica es un país ecológico, muy lindo. Tiene cuatro universidades estatales. Cada universidad tiene cuatro revistas críticas y no tienen tantos autores. La crítica en Costa Rica es muy buena. Sí se discute eso. Aquí en Guatemala quién es la crítica, Sophos. Si ustedes ven el periódico ahí
sacan qué libros son los más importantes y no hay otra. Una librería no puede ser la que diga qué compras o no. ¿Por qué?, porque la universidad estatal no tiene revistas especializadas, y las privadas tampoco. Tienen y circulan dentro de la Facultad de Humanidades y de ahí ya no salen. Hace falta eso. Digamos que antes, por ejemplo, esta Universidad (USAC) tuvo una de las más grandes revistas críticas y de literatura de los años setenta que era la revista Alero. Cardoza fundó la revista Guatemala, revistas con una crítica que ahora no hay. De las últimas que hubo estaba la de Magna Terra, que era una revista que discutía mucho la literatura, pero se acabaron. Somos el país que tiene mayor índice de mortandad de revistas. Aquí no hay espacio para la crítica. Eso hace falta mucho. ¿Considera usted que la literatura, como reflejo de la realidad, contribuye a la transformación de la sociedad? Me gustaría contestarles con algo que dijo Silvio Rodríguez que dice que «con ninguna canción se hace la revolución, pero ninguna revolución se ha hecho sin cantar». Es decir, por lo general el arte lo que hace es reflejar la sociedad. El arte refracta la realidad. A partir de una realidad el arte reacciona. El problema es que en un país como el nuestro en donde tenemos bajos índices de lectura, donde de cada diez personas cinco leen. Pero de esas cinco que leen solo tres leen. Y de esas tres que leen solo una entiende lo que lee. O sea, los niveles cognoscitivos en nuestro país son muy bajos. Yo creo que en este país no funciona eso. Aquí en los setenta la U fue atacada por los murales del Tecolote Ramírez y porque él representaba en un gran mural, un concepto. Pero a los autores, que mataron el Guatemala, los mataron por estar en movimientos guerrilleros. No es porque la gente haya cantado Vamos patria a caminar. Lo que les quiero decir es que, la plástica tiene mucha más influencia que lo que tiene la obra. Entonces, considero que no. Aquí lo que hace uno por escribir es porque quisiera que la gente después de leer reflexionara y tuviera todo un discurso interno. Pero lamentablemente falta mucho. Lo que hay que creer es que sí se puede hacer. Me recuerdo de una anécdota que cuenta Galiano de un indio que está cavando. Hay una gran pirámide y del otro lado hay un río. Él está con la pala y le dice alguien: «Mirá eso no lo vas a hacer vos
nunca. Nunca vas a llegar al río, ¿por qué querés que el río pase por acá? Yo no, pero mis nietos sí lo van a hacer». Es decir, ojalá que un día sí sirva la literatura como para una forma de cambio. Pero es lamentable, creo yo, que hoy en día eso no sucede. Es un poco triste, ¿verdad?, Asturias fue alguien que quiso. Es triste que hoy la gente no lo lea, cae mal eso. Puede ser que a uno no le gusta porque al final de cuentas puede que no te guste Asturias, pero no implica que no lo vayas a leer. Vas a entender que su literatura tiene un proceso histórico importante. Él se adelantó. Si no fuera por Asturias no estuviera García Márquez y compañía. A
eso, de alguna u otra manera poca gente le da valor. Creen que Asturias es un viejo aburrido y no es así, verdad. El sistema educativo, creo yo, ha hecho sus intentos, pero mucha gente dice que era un borracho por ahí, que le dieron el premio Nobel por cuello porque era el embajador. Se mitificó tanto como figura no como obra.