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Armas y menores de edad
DAINAI GODÍNEZ Licenciada en criminología Armas y menores de edad
Contenido Si bien la típica frase “un arma no es juguete” porqué venden tantas armas de juguete que van desde las de plástico que disparan agua, balines de plástico, hidrogel, etc., hasta replicas exactas de una rama de fuego o armas blancas, porqué existen “Juegos Recreativos” que involucran armas, como el gotcha o los videojuegos de realidad virtual donde portas un arma para defenderte. Bueno las preguntas a hacernos son las siguientes: ¿Están mal las personas que fabrican y comercios que venden este tipo armas de juguete? ¿Están mal los padres que las compran? ¿Están mal los niños que prefieren este tipo de juguete? ¿Cómo juegan con ellos y les explican que sólo es un juguete, que un arma real daña? ¿Cuál es el detonante que haga que ya no solo un niño quiera jugar, si no hacerlo realidad? Pues cada persona tendrá una respuesta diferente para éstas interrogantes y habrá como en cada caso pros y contras sobre éste tema, no se trata de juzgar o terminar buscando culpables cuando un menor de edad decide de pasar al simple juego a convertirlo en realidad, a atacar y atentar contra otras vidas o la propia. Recordemos que la ley está para castigar y reprimir penalmente a quien comente un delito, más sin en cambio la Criminología no está para eso está para anticiparse y prevenirlo, prevenir equivale a disuadir e informar las consecuencias de los actos, también podemos entender por prevención el efecto disuasorio mediato indirecto, perseguido a través de instrumentos no penales, que alteran el escenario criminal modificando alguno de los factores o elementos de éste (espacio físico, diseño arquitectónico y urbanístico, actitudes de las víctimas, efectividad y rendimiento del sistema legal, etc.)."social". Varias de las obras más importantes de Ulrichs han sido reimpresas, tanto en alemán como en traducción inglesa. | Foto: Internet 15 12
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La prevención del crimen no interesa exclusivamente a los poderes públicos, al sistema legal, sino a todos, a la comunidad, pues el crimen no es un cuerpo "extraño" ajeno a la sociedad, “sino un problema comunitario” más. Aquí es como sociedad debemos identificar la distinción entre: prevención "primaria", "secundaria" y "terciaria", Dicha distinción descansa en diversos criterios: la mayor o menor relevancia etiológica de los respectivos programas, los destinatarios a los que se dirigen éstos, los instrumentos y mecanismo que utilizan, ámbitos de estos y fines perseguidos. En efecto, según tal clasificación: PREVENCIÓN PRIMARIAse orientan a las causas mismas, a la raíz. Del conflicto criminal, para neutralizar éste antes de que el propio problema se manifieste, Tratan, pues, de crear los requisitos necesarios o de resolver las situaciones carenciales criminógenas, procurando una socialización provechosa acorde con los objetivos sociales. Educación y socialización, vivienda, trabajo, bienestar social y calidad de vida son ámbitos esenciales para una prevención primaria, que opera siempre a largo y medio plazo y se dirige a todos los ciudadanos. Las exigencias de prevención primaria suelen atenderse a través de estrategias de política cultural, económica y social, cuyo objetivo último es dotar a los ciudadanos - como afirma Lüderssen- de capacidad social para superar de forma productiva eventuales conflictos. PREVENCIÓN SECUNDARIA, por su parte, actúa más tarde en términos etiológicos: no cuando - ni donde- el conflicto criminal se produce o genera, sino cuando y donde se manifiesta, cuando y donde se exterioriza. Opera a corto y medio plazo. y se orienta selectivamente a concretos, particulares, sectores de la sociedad: aquellos grupos y subgrupos que exhiben mayor riesgo de padecer o protagonizar el problema criminal. La prevención secundaria se plasma en la política legislativa penal y en la acción policial, fuertemente polarizada por los intereses de la prevención general. Programas de prevención policial, de control de medios de comunicación, de ordenación urbana y utilización del diseño arquitectónico como instrumento de autoprotección, desarrollados en barrios bajos, son ejemplos de prevención "secundaria". PREVENCIÓN TERCIARIA, por último tiene un destinatario perfectamente identificable: la población reclusa, penada; y un objetivo preciso: evitar la reincidencia. Es, de las tres modalidades de prevención, la de más acusado carácter punitivo. Y los programas "rehabilitadores y resocializadores" en que se concreta muy alejados, por cierto, etiológica, cronológica y espacialmente de las raíces últimas del problema criminalse llevan a cabo en el propio ámbito penitenciario. La plena determinación y selectividad de la población destinataria de tales programas, así como los elevados índices de reincidencia que se aprecian en ella, no compensan el déficit etiológico de la prevención terciaria, sus insuperables carencias dado que ésta implica una intervención tardía (una vez cometido el delito), parcial (solo en el penado) e insuficiente (no neutraliza las causas del problema criminal). No está claro que los posibles problemas de jugar a juegos relativamente violentos superen a los beneficios. De hecho, ni siquiera actividades que sí parecen tener una relación más directa con los comportamientos violentos, como los videojuegos, tienen relación alguna con las conductas criminales (ni, por supuesto, con el terrorismo). Los chicos y las chicas suelen jugar de forma agresiva. Sobre todo, los chicos y, sobre todo, cuando juegan con otros chicos. Yesto, ha sido de mucho interés para las ciencias como la psicología, la Criminologia o la sociología, desde al menos los años 60 (Pellegrinni, 1995). En los últimos años, los datos que vamos teniendo sobre el tema no solo no confirman sus peligros, sino que evidencian su papel fundamental en el desarrollo de los niños. La mayoría de las veces, este tipo de juego es normal e incluso puede ser útil. Hace unos años, la propia Russ y la también psicologa Karla Fehr (2013) descubrieron que los comportamientos violentos en el juego (como por ejemplo, jugar a que los animales de peluche se comían entre sí) estaban relacionados con un descenso de la agresividad en clase. La idea que proponen consiste en que los niños, al incorporar la violencia en sus dinámicas de juego, aprenden a controlar sus impulsos y a regular sus emociones. En los años noventa, la profesora Marjorie Sanfilippo realizó una serie de estudios en los que analizaba el efecto de la exposición a las armas en la percepción del riesgo que estás tienen. Encontraron que los chicos que habían tenido un contacto más intenso con las armas (sobre todo, con armas de juguete), se mostraban más cautos y responsables en situaciones de violencia real. "Los niños van a hacer las armas fuera de palos y de lo que si imaginación les de y eso está bien, eso es jugar y desarrollo psicosocial en el juego", en algunas investigaciones clásicas, se vio que la 'agresividad' del juguete no era lo único que tenía impacto sobre el comportamiento de los niños (Turner y Goldsmith, 1976). De hecho, las normas familiares y comunitarias entorno a cuando es aceptable o no la violencia tienen un impacto mayor que el tipo de juguete (Cheng y otros, 2003). Así, jugar con armas es generalmente bueno e incluso podría hacer que los niños menos violentos. Como siempre en estos casos, la receta mágica parece ser la misma: prudencia a nivel político, responsabilidad a nivel educativo y prevención primaria empezando desde el hogar.