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El símbolo del crimen

ANTONIO DE LA CRUZ FLORES

Lic. en Psicologia Guadalajara, Jalisco

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Los símbolos o mejor dicho “El Símbolo” es aquel lugar que señala el momento de la emergencia de la Psique. (Lacan, 1966); entenderlo como la representación de la falta, el deseo, lo que necesitamos cubrir. Desde los comienzos de la humanidad, el hombre ha hecho uso de los símbolos como palabras, imágenes, letras, sonidos y figuras, para de esta manera crear representaciones conscientes o inconscientes de sus ideas, pensamientos y sentimientos, y así comunicarlos. De esta forma es como nacieron todos los idiomas que no conocimos y los que conocemos actualmente. Sin embargo, hay formas que no se pueden escribir, que no son de conocimiento popular y solo una persona o pocas, conocen su significado.

El uso de la simbología podría no parecer tan indispensable para una investigación forense, pero hay indicios y evidencia en una escena, que necesitamos hacer uso de esta herramienta para acercarnos más a la realidad de los eventos. Ya que un símbolo; como dijimos previamente: es la representación de las ideas del autor de un crimen y que por lo tanto nos proporciona la manera en que este razona el acto delictivo.

Otra definición puede ser: un simbolo es toda forma de unión de un ‘representante’ sensible y de un ‘representado’ psíquico; es por tanto símbolo ‘todo aquello que hace sentido’, es decir toda entidad a la que se aplica la actividad cognitiva de representación” . (Doron y Parot 2008)

Para el análisis de los símbolos es importante entender que este no se puede comprender como una total verdad. Un ejemplo bien conocido, lo podemos dar con la Svastica/Esvástica o Cruz Gamada, símbolo de patriotismo e ideales nobles para algunos, para otros, símbolo de racismo, crimen y genosidio, y por este motivo no podemos otorgarle la verdad absoluta a la interpretación simbólica, porque cada humano es diferente y cada cultura es diferente a otra, un símbolo no tiene el mismo sentido en todo lugar y en toda persona. Por lo que intentar sistematizar el contenido que revela un símbolo es una labor que implica mucho riesgo y a su vez disminuirá el nivel de objetividad en el mismo.

Se debe tomar en cuenta, que las experiencias que se tienen en el vivir diario son transpolar de un plano real (palpable, observable, medible y cuantificable) a un plano subjetivo (el de la mente) y es desde este plano donde la percepción o i n t e r p r e t a c i ó n d e e s t a s experiencias son proyectadas en formas simbólicas de actos, cosas y/o situaciones dándole así un valor y un contenido. Las percepciones cotidianas se trasladan de la realidad al dominio de la mente y dentro de ella se transforman en eventos psíquicos, en símbolos representativos de experiencias determinadas” Echeverría (2012: 48).

Y con todo lo anterior, el mensaje más importante que se necesita transmitir, es que en lo que respecta a la escena del crimen: el acto criminal es un símbolo en sí. Un símbolo que se manifiesta desde el comienzo del mismo, hasta su culminación y por lo tanto, es preciso que se intente comprender cada aspecto de la escena, no subestimar al victimario, ni la percepción de la víctima o del testigo (que también ha simbolizado al perpetrador) que puede ser errática y confusa, pero su declaración estará cargada de simbolismos, que nos ayudarán en la captura del victimario. Me gustaría enfatizar, que no se busca creer al cien por ciento, pero no descartar es una buena práctica, y c o t e j a r l a i n f o r m a c i ó n proporcionada por los anteriores, con la recabada en la evidencia.

Es importante entender e interpretar los símbolos que tiene el delincuente en cada caso particular y concuerdo con Manuel Antonio Arango al decir que “El símbolo tiene por carácter no ser nunca completamente arbitrario; no está vacío: hay un rudimento de vínculo natural entre el significante y el significado” (Arango,1998: 30), pues estos nos proporcionan las necesidades que requiere cumplir el c r i m i n a l , a d e m á s d e l a s motivaciones del mismo, ya que sin estos el nivel de complejidad en la solución de un caso aumenta considerablemente. A h o r a , s e d e b e t e n e r e n consideración que la interpretación de los símbolos no es sencilla sino se entiende el contexto, que para este hay tres partes considerables, l a s c u a l e s s e e x p l i c a n a continuación. “La interpretación del símbolo podría considerarla tripartita: por un lado, el investigador capta la figura, el discurso, la lesión (parte objetiva), luego lo analiza e interpreta (parte subjetiva) y, finalmente, lo confronta con la realidad del acto destructivo (parte objetiva)”. Echeverría (2012: 50)

El uso de la interpretación de s í m b o l o s n o s p r o p o r c i o n a características psicológicas del probable autor de un crimen y que gracias a esto podemos brindar un apoyo a los métodos de perfilación criminal, así también, a las diferentes áreas de desarrollo de investigación ( interrogatorios, v i n c u l a c i ó n d e c r í m e n e s , identificación del autor de un crimen, homicidios seriales, homicidios de tipo sexual, etc.), c o n s i d e r a n d o l a e v i d e n c i a encontrada en la escena del crimen para así poder descubrir el significado que queda proyectado en estas evidencias y de esta manera converger estos con el ejercicio delictivo.

Posteriormente, recabaré información sobre los símbolos más comunes encontrados en una escena, como los más famosos, como el caso de las cartas del Z o d i a c o , l o s s í m b o l o s delincuenciales para marcar viviendas, etc.

DIEGO A. ROMERO Lic. Psicología Xalapa Ver.

Criminología: Factores biológicos involucrados en la conducta criminal

Responder a la pregunta ¿el criminal nace o se hace?, ha llevado a las ciencias interdisciplinarias dedicadas al estudio de las mentes criminales a realizar diversos estudios y evaluaciones psicológicas, neurológicas y médicas que puedan resolver esta interrogante que ha permanecido por muchos años. A través de la investigación de la neurología y la psicología, hoy en día se han detectado múltiples factores que pueden llevar a una persona a violar las normas sociales y violentar la ley entre los cuales se mencionan los aspectos psicológicos y también de la estructura y funcionamiento del cerebro. Algunos aspectos son mencionados a continuación.

Factores Neuro psicológicos

El sello que hace único al ser humano es su personalidad, misma que se va formando con el paso de los años, pero que tiene su fase de desarrollo más importante durante el periodo de los 3 a 6 años de vida del ser humano. La personalidad se va construyendo a través de diferentes factores endógenos y exógenos que determinarán la manera en la que la persona se desenvolverá en la sociedad.

Es sabido que la alimentación durante el embarazo juega un papel importante en el desarrollo del sistema neurológico del feto. Múltiples investigaciones han demostrado que el consumo de alcohol, cocaína y otras drogas de forma recurrente durante el embarazo provoca que el sistema límbico y el lóbulo frontal no se logren desarrollar en su totalidad, siendo en ocasiones más pequeños de lo normal. Esta zona del cerebro, la cual también es conocida por formar parte del cerebro emocional, regula el comportamiento de las personas y está relacionada de manera importante con el manejo de los impulsos y al ser más pequeña, tiene menos rendimiento al momento de cumplir su función.

Ahora, a la postre del nacimiento, es importante recalcar que los daños en la cabeza impactan el funcionamiento del cerebro siendo las alteraciones en la corteza prefrontal, en la zona orbito frontal las causantes de llegar a alterar la capacidad para inhibir los impulsos agresivos generados por el sistema límbico, especialmente por el hipotálamo y la amígdala.

Las regiones orbitofrontales están involucradas en las tomas de decisiones y en el desarrollo de la conducta moral, cualquier daño causado en esta zona podría explicar la falta de empatía, y arrepentimiento (rasgos característicos de un psicópata). Además de las posibilidades de un golpe en la cabeza, la recurrente exposición de un niño a violencia psicológica puede causar la misma inhibición hacía el control de los impulsos violentos, puesto que el cerebro deja de desarrollar áreas de funcionabilidad utilizadas para el aprendizaje de las habilidades sociales. El funcionamiento y actividad de la corteza prefrontal se relaciona con el tipo de criminal con el que se trata. Es decir, los criminales que suelen actuar ¨ p a s i o n a l m e n t e ¨ , t a m b i é n c o n o c i d o s c o m o ¨desorganizados ¨ tienen un funcionamiento muy por debajo de aquellos que actúan como depredadores, tomando su tiempo para zaras a sus presas (ya que su alto funcionamiento de la corteza prefrontal inhibe los impulsos de violencia, solo para expresarlos posteriormente en el momento adecuado)

La personalidad y el umbral criminal

Se conforma de rasgos establecidos por las relaciones del individuo mediante el aprendizaje de valores y habilidades sociales en dinámica con los factores criminógenos impelentes a los que esté expuesto. En el desarrollo de una personalidad criminal, causa una variación de la reacción hacía los impulsos violentos el ¨umbral criminal¨. Este varia en cada una de las personas y es medido por una escala de estímulos que miden los cambios de sensaciones o juicios. Esto designa la capacidad del sujeto para reaccionar ante factores criminógenos externos. Mientras más bajo es el umbral, más pronto está el individuo a reaccionar con violencia, liberando las acciones reprimidas, sinónimo de que los mecanismos de defensa han fallado, dando paso al actuar impulsivamente. Pinatel y Landecho proponen 4 rasgos nucleares de la personalidad criminal que provocan la disminución del umbral criminal: egocentrismo, labilidad, agresividad e indiferencia afectiva. Angie Velázquez resume algunos factores biológicos que pueden determinar las conductas criminales:

Trastornos genéticos: Alteraciones en un gen llamado THP, que impide el procesamiento de la serotonina y que obstaculiza el control de los impulsos agresivos. Esto se asimila a los casos en los cuales las personas diagnosticadas con depresión y ansiedad presentan actividad violenta debido a su deficiencia de dicho neurotransmisor.

Trastornos fetales: Daños en centros neurológicos en donde se procesa el control de impulsos violentos, como en el Síndrome Fetal alcohólico (consecuencia de la ingesta de altas cantidades de alcohol de la madre durante el embarazo)

Daños fisiológicos: Golpes y traumas que daño el glóbulo frontal del cerebro parecen favorecer la presencia de conductas violentas al disminuir la actividad neurológica en esa zona, reduciendo el autocontrol. En una investigación se descubrió que el 30% de las personas con lesiones en la cabeza tienen cambios de personalidad además de reportar fatiga, ansiedad, sensibilidad excesiva a los estímulos especialmente al ruido.

Trastornos hormonales: La sobreproducción de testosterona parece inducir conductas potencialmente homicidas.

Trastornos mentales: La presencia de enfermedades como la esquizofrenia y la psicosis son puerta abierta a desarrollo de acciones homicidas.

ANA LUISA AGUILAR LAGUNES Licenciada en Criminología y Criminalística Xalapa, Ver

Friedrich ‘Fritz’ Paul Honka

Nació el 31 de julio de 1935 en Leipzig (Alemania) en el seno de una familia numerosa (era el tercero de diez hermanos). Su padre trabajaba como carpintero y su madre como asistenta, pero los sueldos no eran suficientes para mantener a tantos hijos. La cosa fue peor con el estallido de la Segunda Guerra Mundial: el padre, conocido por sus ideas comunistas, fue detenido por los nazis y llevado a un campo de concentración. Lo mismo le pasó al pequeño Fritz que, según relató años después, tanto él como su padre fueron liberados por los rusos.

Honka se enamoró de Inge, se casaron en 1957 y tuvieron un hijo. Pero durante los siguientes diez años, las idas y venidas fueron constantes. Rompían y volvían constantemente, hasta que decidieron divorciarse definitivamente en 1967 tras protagonizar varios episodios violentos delante de los vecinos. La ruptura llevó a Fritz a trasladarse de las afueras de Hamburgo a la ciudad, concretamente al distrito de Alona, en un apartamento de apenas veinte metros cuadrados, en la Zeißstrasse 74. Allí convivió varios meses con una mujer, que terminó denunciándolo por intento de violación: ella no aceptó una serie de peticiones sexuales y él trató de obligarla. Fritz se excusó diciendo que estaba borracho y el juez lo condenó a una multa de seis mil euros.

A partir de entonces, aquel hombre bajito, tímido, inseguro, que se hundía ante las mofas de las mujeres por su aspecto, comenzó a refugiarse en el alcohol para sobrellevar su día a día. Su dipsomanía era tan grave que acudía al trabajo completamente ebrio, lo que motivó su despido inmediato. Ante aquel panorama, Fritz fue desarrollando un odio acérrimo hacia todas las mujeres. No solo se sentía rechazado cada vez que quería conocer a una, sino que se sentía inútil para mantener cualquier tipo de relación real. Por eso empezó a regentar Reeperbahn, el barrio rojo de Hamburgo. Solo quería disfrutar de la compañía de una mujer, aunque fuese pagando. Recién llegado vestía con traje oscuro y gorra y acudía a bares como el Zum Goldenen Handschuh, donde buscaba un mismo tipo de mujer. Fritz elegía prostitutas de edad avanzada (pasados los cincuenta) de una estatura menor (él medía 1.68 m) y desdentadas, porque temía que le hiciesen daño durante el sexo oral.

Así fue cómo el ‘destripador de San Pauli’ inició su carrera homicida en diciembre de 1970. La primera víctima, Gertraud Bräuer, de 43 años, acudió a su apartamento para mantener relaciones sexuales. Sin embargo, la meretriz finalmente se negó dada la cogorza de su cliente. Fritz, borracho y encolerizado, no pudo soportar otro rechazo más y la asfixió. Después, desmembró y cortó su cuerpo en pequeños trozos, que fue abandonando por distintos lugares de la ciudad. Pese a que la Policía descubrió los restos de Bräuer jamás dieron con el autor del asesinato, hasta que cinco años después localizaron su torso en el ático de Honka.

Los siguientes cuatro años, Fritz experimentó un período de enfriamiento. Es decir, El asesino suspendió toda actividad delictiva motivado por su temor a ser detenido. Pero el verano de 1974 todo se precipitó y los crímenes regresaron, más violentos y en un lapso de tiempo menor. El alemán mató a tres mujeres más en apenas c i n c o m e s e s , t o d a s e l l a s procedentes del barrio rojo de Hamburgo.

Anna Beuschel, de 54 años, la conoció en agosto de 1974, en el mismo bar que a Gertraud. Tras apalabrar un precio por tener sexo con él en su apartamento, la mujer lo acompañó sin miedo. La apariencia enclenque de Fritz no la hizo desconfiar. Pero cuando el joven, incapaz de tener una erección y prolongar el coito, le pidió otra práctica sexual distinta, la prostituta se rió. Aquella burla le llenó de rabia y terminó matándola. Tras el crimen, la descuartizó y ocultó los vestigios en un altillo.

Cuatro meses después, hizo lo mismo con Frieda Roblick, de 57 años, y en enero de 1975, con Ruth Schult, de 52 años. Ante la imposibilidad de deshacerse de sus cuerpos mutilados (tropezó y cayó por las escaleras), el criminal los escondió junto al de Anna. Según el informe forense practicado a las v í c t i m a s , e n l a s b o l s a s s e encontraron “piernas cortadas” a la altura del fémur, “ambos senos cercenados”, además de la “punta de la nariz y la lengua también seccionadas”. En los meses posteriores, Fritz se dedicó a beber cantidades ingentes de alcohol y a disimular el fuerte hedor a descomposición poniendo perfume y piedras aromáticas. Pero el olor era tan nauseabundo que los vecinos comenzaron a quejarse. Sin embargo, las protestas no llegaron a ninguna parte: las autoridades no se personaban para averiguar lo que estaba ocurriendo.

Tuvo que producirse un incendio en la segunda planta del edificio para que se descubriese la verdad. Eran las tres y media de la tarde del 17 de julio cuando varias dotaciones de bomberos llegaron rápidamente hasta la que después se conocería como ‘la casa del horror de Hamburgo’. Durante la extinción del fuego, algunos agentes inspeccionaron cada piso en busca de posibles víctimas, en el preciso momento en que el techo del ático se derrumbó y cayeron cuatro enormes bolsas. Al comprobar su interior descubrieron lo impensable: piernas, brazos y torsos mutilados de varias mujeres. Una vez apagadas las últimas llamas, la Policía registró el apartamento de Fritz y halló: ropa y calzado de mujer, imágenes pornográficas y pósters de modelos desnudas, sendas muñecas, además de numerosas botellas de bebidas alcohólicas.

En cuanto Honka subió las escaleras del edificio, lo arrestaron y llevaron a dependencias policiales. Tras sesenta horas sin abrir la boca, finalmente terminó cantando. En su declaración, Fritz se autodenominó Jack El Destripador y espetó un “me las acabo de follar” a modo de pretexto.

Además, dio toda clase de detalles sobre las víctimas: sus nombres, fechas y la razón de cada asesinato. Al cotejar dichos datos, los investigadores se dieron cuenta de que nadie había denunciado la desaparición de aquellas mujeres. Nadie las buscaba. Excepto a la primera, Gertraud Bräuer. Un caso que se resolvió cinco años después porque Honka guardó su tronco en una bolsa en el desván de su casa. Durante el juicio, celebrado en el Tribunal Regional de Hamburgo en 1976, los psicólogos forenses que e x a m i n a r o n a l a c u s a d o determinaron que Fritz “desarrolló su agresividad y se desquitó con mujeres relativamente indefensas” por la “influencia de cantidades considerables de alcohol”. A esto se sumaba su necesidad de tener un papel superior como hombre, viéndose incluso a sí mismo como el “Señor de la vida y la muerte”.

Pese a las pruebas recabadas y a su propia declaración en sede policial, Honka afirmó en el estrado: “No soy culpable” . Su abogado defensor intentó excusar sus actos por tratarse de una persona con problemas psiquiátricos debido a su grave adicción al alcohol.

Así, el juez lo sentenció a quince años de prisión por un delito de asesinato y tres de homicidio, todos ellos perpetrados bajo un “estado de culpabilidad reducida”. Aquello significaba que Fritz no iría a un centro penitenciario sino a un psiquiátrico. Una estancia que cumplió con muy buena conducta y sin ningún tipo de altercado. Finalizada su condena, fue puesto en libertad y vivió bajo la identidad de Peter Jensen (el apellido era el de un pariente cercano) en una r e s i d e n c i a d e a n c i a n o s d e Scharbeutz.

Su estancia allí no pasó desapercibida en el asilo por sus fuertes delirios: se quejaba del olor a cadáveres en su habitación. Tan solo cinco años después, Honka moría de un ataque al corazón. Era el 23 de octubre de 1998 y tenía 63 años. Jamás había dejado el alcohol ni el tabaco.

Su truculenta historia fue llevada a la literatura en 2016 gracias a Heinz Strunk y su novela “Der goldene Handschuh” ganando el premio Wilhelm Raabe, uno de los g a l a r d o n e s l i t e r a r i o s m á s respetados de Alemania. La manera en la que el autor relata el mundo desolador de Fritz Honka, sumido en el consumo excesivo de alcohol, los problemas sexuales y los crímenes violentos, llamó la atención del director de cine Fatih Akin que, en 2019, hizo una adaptación cinematográfica del libro n o a p t a p a r a e s t ó m a g o s impresionables.

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